Nuevos relatos publicados: 0

La rubia del SPA

  • 16
  • 23.103
  • 9,38 (40 Val.)
  • 4

Ciertamente nunca había visitado un SPA, pues tenía formado un estereotipo no muy positivo de ellos, y por esa razón quedé sumamente admirado cuando para mi cumpleaños número 49, la novia de mi hijo, me haya regalado un certificado para un masaje ejecutivo, pues así lo declaraba dicho papel.

Prácticamente lo archivé en mi escritorio, pero un día que no tenía nada que hacer, pues desde mi retiro a mis 45 años tengo mucho tiempo en mis manos; para matar el tiempo me puse a revisar ciertos documentos y me encuentro con el certificado del SPA nuevamente. Aquel día decidí hacer uso del certificado, pues llegaría en algunos meses su fecha de expiración y con ese sentimiento de incertidumbre decido llamar al lugar.

Me contesta uno de esos sistemas automatizados y me pide que entre el número de certificado y me pide esperar mientras transfieren mi llamada para hacer la cita. Escucho una voz jovial y melosamente femenina que me saluda con mi nombre completo y me hizo algunas preguntas básicas, entre ellas la más lógica: ¿Cuándo quería agendar la cita para el masaje. Después de una breve conversación y por mi ignorancia en este tema, me sentí con la necesidad de preguntar, si el masaje era aplicado por personal femenino, pues realmente no me dejaría que un hombre me diese un masaje.

Con algunas dudas disipadas, me alisto para ir a recibir el masaje ese mismo día por la tarde, aunque curiosamente llevaba ese mismo nerviosismo que cuando programé algunas citas con chicas de compañía, pues por las noticias había escuchado anteriormente como estos lugares se prestaban para camuflar servicios de prostitución. Aun con ese sentimiento, me fui para el lugar.

Me recibe una chica muy agradable en recepción, me hace esperar algunos minutos para luego ver a esta mujer que con una bata blanca, como si fuese enfermera, se acerca a mí y me saluda con mi nombre completo. Le calculé unos 40 años y aunque no era muy bonita, tan poco era fea y quien me da su nombre y quizá me hace la pregunta de rigor: ¿Usted ha visitado nuestro SPA o algún otro anteriormente? – Obviamente le doy la respuesta negativa, y es cuando ella en breve me explica el proceso en conllevar. Me pide entrar a una habitación, donde puedo ver una pileta o tina, y donde observo que adentro de esta hay una especia de camilla o cama, con una superficie de cuero blanco. La mujer me da instrucciones que me desvista completamente para recibir un baño. Obviamente tengo mis dudas, pero ella me lo confirma, que debo estar completamente desnudo.

En mi vida he estado con más de un centenar de mujeres que me han visto desnudo, pero esta mujer sentía que su mirada me invadía aun cuando estaba vestido. Me relajo y me desnudo y hace que me acueste en la camilla primeramente boca abajo. Nivela el calor del agua y se cerciora si es una temperatura adecuada para mí. Le doy el visto bueno y comienza a rociarme todo el cuerpo donde literalmente enjabona todo mi cuerpo y esas manos han invadido la rajadura de mis nalgas y eventualmente cuando hace voltearme y me verga queda frente a sus ojos, ella naturalmente me enjabona y al igual que me restriega los brazos, lo mismo me restriega la verga, y los que han pasado esta experiencia saben, que es muy difícil evitar una erección. Me quita el jabón en un proceso quizá de algunos diez o quince minutos, me seca, me provee una bata blanca de tela absorbente y me hace pasar a otra habitación con una luz difusa y con una temperatura tropical y música relajante. Me lleva mi ropa, la cual está extendida en unos ganchos y mi ropa interior en una bolsa de plástico con el logo del lugar. Se aleja diciendo: Sr. Zena, fue un placer atenderlo, aguarde aquí, alguien vendrá por usted en un par de minutos. Obviamente, aguardo con esa impaciencia y sentimiento de incertidumbre. Solo pensé en lo consistía el trabajo de esta mujer, bañar a hombres y ver vergas de todo tipo.

A los minutos se vuelve a abrir la puerta y en esta ocasión es una mujer quizá mayor que la anterior, me saluda por mi nombre y ella toma mi ropa y zapatos, me provee unas pantuflas desechables y me pide que la siga. Camino por un pasillo desde donde diviso que al final hay presencia femenina, y veo que sus siluetas son muy sensuales y de apariencia jóvenes. Esta mujer me abre una puerta y entro a una habitación donde diviso hay una camilla para dar masajes, una cama regular de mediano tamaño que está bien puesta, un chinero con varias botellas de diferentes licores, velas encendidas en los buro, espejos decorativos alrededor y un aparato de audio con música relajante. Solo pienso que para mi suerte, aquella mujer de medio siglo sería la que me estaría dando el masaje. Me pide que me acomode y que espere, que me presentara a algunas masajistas de la cual debo escoger una para que me aplique el masaje. Sentí mucho alivio que no fuera ella.

Precisamente, al salir ella entro la primera chica. Todas vestían igual, pantalones de licra bien ajustados, con un “bustier” blanco el cual tenía el logo del lugar. Debo decir, que desfilaron 7 lindas mujeres que era muy difícil escoger a una. Para cuando salió la última, que al igual que la primera me saludó por mi nombre y se presentaba con el suyo, el único nombre que tenía en mente, era el nombre de Vanessa. Una rubia de ojos azules, cabello corto en un rostro alargado y divino y, aunque todas eran muy bellas físicamente, los labios carnudos de esta chica y como sonreía me llamaron mucho la atención que me cautivaron, además que decir su nombre, lo dijo con un acento que pronto descubrí era australiano. Eran unos labios que cuando me sonrió, sentí me pedían que los besara. Cuando entró de nuevo la señora y me preguntó a quién escogía, le di el nombre de Vanessa.

No dejé de sentir maripositas en el estómago al verle entrar y nuevamente saludarme y reintroducir su nombre. Realmente Vanessa es apetecible y con ese pantalón de licra blanco mostrando su trasero redondo y con su “bustier” donde calculo que sus bustos han de ser de una copa 34 o 36 C, también me deja ver su hermoso y desnudo abdomen donde resaltan unos brillantes en su ombligo. Estoy anonadado por su belleza que no logro enhebrar palabras y es ella la que inicia la conversación:

- Sr. Zena, ¿primera vez en este SPA?

- Si, es mi primera vez… ¿de dónde eres? Tienes un acento encantador. – ella frunce esos labios y sonríe.

- Soy de Australia, tengo solo unos meses en este país. ¿Gusta un trago, té?

- Si me acompañas a uno, acepto un whiskey.

Ella va al chinero donde están las copas y las botellas y regresa al sofá donde se pueden sentar dos personas convenientemente y me extiende la copa. Realmente no sé cuál es el protocolo en este SPA, veo a una Vanessa muy relajada sin muchos ánimos de apresurar la faena del masaje y no sé con cuanto tiempo dispongo. Imagino cada negocio es diferente y por esos de las dudas y con el poco de confianza que me da al compartir un trago con esta chica, me atrevo a preguntarle:

- ¿Cómo funciona esto?

- ¿No entiendo su pregunta? ¿No le dieron detalles cuando compro el servicio ejecutivo?

- No lo compre yo… ha sido un regalo.

- Ah… entiendo. No se preocupe por el tiempo. Estamos aquí para hacerlo sentir bien y que nos visite nuevamente.

De esa manera me relajo e inicio una conversación trivial para conocernos y hacer más amena su compañía. Vanessa calculo ha de tener unos 23 a 25 años y ha de rondar unas 110 a 115 libras de peso. Estoy con esos interrogativos mentales, pero es ella quien me hace la pregunta:

- Sr. Zena, ¿qué edad tiene?

- ¿Quieres adivinar? – me da una mirada de arriba abajo y sonríe diciendo:

- Uh… 42… 45. – y cierra los ojos como pensando y sonríe de nuevo.

- Tengo 49 años.

- ¿Usted se atreve a calcular mi edad?

- ¡Tú no pasas de los 23! – le dije y vuelve a sonreír.

- ¡Gracias! Muy amable de su parte… en realidad tengo 28 años recién cumpliditos.

- ¿Eres casada? ¿Hijos?

- No, pero tengo un hijo de cuatro patas de nombre Tobi. ¿Usted es casado?

- No, soy soltero.

- Nunca imaginé que me diera esa respuesta. Tenía la certeza que era hombre casado, pues usted déjeme decirle luce muy joven para su edad y honestamente sin afán a que suene a un cumplido, es muy guapo.

- ¡Gracias! – le he contestado. ¡Tú eres bellísima también!

- ¿Le parezco bella?

- Tú lo sabes que lo eres… debes estar segura de ello. –me da de nuevo esa sonrisa coqueta.

De esa manera hacíamos confianza y platicábamos en el sofá disfrutando un whiskey mientras yo continuaba con esta bata blanca y ella haciéndome disfrutar al verla con su deliciosa y muy ceñida vestimenta. A los minutos me da la insinuación del masaje diciendo:

- ¿Cómo le gustan los masajes?

- Realmente no sé, regularmente no vengo a estos lugares.

- Bueno, creo que con los minutos lo iremos descubriendo. ¿Es tímido?

- Sí, creo que tengo mi grado de timidez. –le dije.

- ¿Qué prefiere, la camilla o la cama?

- ¿Qué sugieres?

- Bueno, comencemos en la camilla y si cambia de padecer, usted solo me lo comunica.

Me hizo muchas otras preguntas, y al final me pide que me acueste boca abajo en esa camilla especial para masajes. Es ella la que se encarga en despojarme de esa bata y me coloca otra toalla más pequeña por sobre los glúteos. Antes de tocarme me lanza otro cumplido:

- Tiene usted un muy bien cuidado cuerpo. ¿Hace deportes?

- Sí, tengo una rutina de levantar pesas, juego tenis y algunas veces fútbol.

- Se le nota esa rutina, tiene unos músculos firmes y bien desarrollados.

Comienza con el masaje donde Vanessa se concentra en mi cuello y donde hemos acordado usará un aceite caliente. En minutos ha bajado por la espalda, masajea mis glúteos para luego concentrarse en los músculos de mis piernas, hasta llegar a estirar cada dedo de mis pies. Ella continua vestida con su pantalón de licra y su “bustier”, pero he logrado sentir los pezones erectos de sus pechos, que no si adrede o por accidente los he sentido en mi cabeza y a los costados. Yo imagino tantas cosas, pero la marcha es de lo más normal, con ese ritmo de música para relajarse. Pasa media hora y me pide que ahora me acueste sobre mi espalda y vuelvo a ver ese rostro divino con esa dulce piel clara y su cabello de oro.

Nuevamente, comienza por el cuello, baja a los pectorales, me estira mis brazos y cada uno de los dedos de mis manos, para bajar alrededor de mi ingle y sentir sus sedosas manos en mi entrepierna. No sé, de nuevo no puedo evitar la erección y con cierta pena, evito no mirarla a sus ojos, pero es imposible no curiosear la belleza en las expresiones de esta linda chica y sé que ha notado mi erección y yo también veo sus erectos pezones a través de la tela blanca de su “bustier”. Siento que debo disculparme y le digo:

- ¡Disculpa Vanessa, no puedo evitarlo!

- No se preocupe Sr. Zena… es lo más natural.

- Creo que en vez de salir de este lugar relajado, me iré muy tenso. –Ella sonríe de nuevo y dice.

- No se preocupe Sr. Zena, confíe en mí. Haré todo lo posible para que usted salga como nuevo y bien relajado para su casa.

Realmente no imaginaba como lo podría lograr, pues cuando se concentró en mi entrepierna mi verga tomó su volumen máximo y podía ver su mirada coqueta y picara cuando la toalla se elevó y fue cuando me sugirió como quien no lo quiere:

- Sr. Zena, si gusta y si es más confortable para usted, le puedo remover la toalla.

- ¡No quiero incomodarla Vanessa!

- Le aseguro que no me incomodara. –y la removió.

Mi verga queda totalmente expuesta a sus ojos y ella sigue en mi entrepierna donde siento rozar mis testículos y sé que mis líquidos seminales se han hecho presentes en abundancia. Ella me pide permiso para limpiarla con una toalla desechable, de esas con las que limpian a los bebes. Siento el cosquilleo se esta superficie húmeda y fría, pero en vez de apaciguarme, más me excita. Ella, prácticamente me ha tomado la verga con esta toalla y me la aprieta como que intentara que mi verga escurriera desde adentro todo el líquido seminal posible. Le digo:

- ¡Eres muy mala! –y ahora yo le sonrío.

- ¿Por qué lo dice Sr. Zena? Pensé que me había dicho que le parecía muy buena.

- De eso no tengas dudas, pero este tipo de masajes sí que es una tortura.

- ¿Le estoy haciendo sufrir?

- Tú sabes que me estás haciendo sufrir.

- ¿Pensé que lo estaba haciendo gozar?

- Tú sabes a lo que me refiero.

Por un par de minutos quedamos en silencio y creo que habrán pasado unos 50 minutos de masaje. Ella siempre con el masaje, pero ahora pasa la yema de sus dedos de una manera delicada, tan solo rozando mi piel y me pregunta:

- ¿Quiere que juguemos un juego?

- ¿Qué juego?

- El detector de mentiras. –me dijo.

- ¿Y cómo se juega eso?

- Bueno, yo hago una pregunta y usted contesta. Le haré otra pregunta para corroborar la respuesta y usted me dirá si era verdad o mentira. La pregunta debe buscar obtener una respuesta de un no o un sí, no de buscar explicaciones.

- ¿Cómo sabrás que digo la verdad?

- Intuición… ¿Gusta jugar mi juego?

La corta plática como que me quitó la presión y mi verga queda doblada y más flácida. Ella sigue con ese masaje delicado con las yemas de sus dedos, y le contesto afirmativamente, que quiero jugar su juego. Me hace la primera pregunta:

- ¿Cuándo vino a este lugar, imaginó encontrar una experiencia sexual?

- ¡Si! En verdad me pasó por la cabeza.

- ¿Sr. Zena, le gustan las rubias?

- ¡Si! Pero pensé que harías otra pregunta para corroborar mi respuesta.

- No se preocupe, yo sé cuándo tengo que corroborar su respuesta.

- Ok… continúa.

- Sr. Zena, ¿usted ha pagado por favores sexuales alguna vez?

- ¡Si!- y le sonrío.

- Ahora, pregunte usted y si quiere corroborar, haga otra pregunta.

Realmente intuía lo que Vanessa pensaba y hacía. Quería llegar a saber cuáles eran mis pretensiones hacia ella y ver si estaba dispuesto a pagar algún dinero extra por algún servicio extra. –Le pregunto:

- Vanessa, ¿te excitas al ver mi verga?

- Si.

- ¿Tienes mojado el calzoncito?

- No.

- Si te excitas al ver mi verga, ¿Por qué no tienes mojada tu prenda íntima?

- Su pregunta no es válida… recuerde no busque explicaciones, solo un no o un sí. – pienso en otra pregunta y me toma algunos segundos.

- Vanessa, ¿llevas puesto calzoncitos?

- No.

- ¿Aceptarías dinero para follar conmigo?

- ¡No!

Realmente me sorprendía su respuesta, pues ciertamente pensé que a esas íbamos, a procurar a realizar el negocio ilegal de la prostitución. Estaba perplejo, no sabía que decir ya y que más preguntar. Me confirma que la excito y parece que lo que pensaba realmente no era así. Veo que ella se ríe tiernamente con esa mirada picara y juvenil y con mucha seguridad se dirige a mí:

- Señor Zena, le doy una última pregunta.

- ¿Tienes ganas de follar conmigo? –fue lo único que se me ocurrió y ella haciendo una pausa responde mirándome a los ojos.

- ¡Si!

Ahora estaba más sorprendido que antes, pero a la vez emocionado cuando escuché su respuesta. Ella continúa con su delicado masaje por mis pectorales y me dice de esta manera.

- Sabes, yo no soy prostituta, nunca aceptaría dinero por acostarme con alguien… no lo percibo así… ni de imaginarlo. Te disculpo porque yo misma te llevé a pensar así, aunque no te niego que de alguna manera sentí un cosquilleo de placer al sentir que tú estabas dispuesto a pagar por tener sexo conmigo. Sr. Zena, usted es un hombre muy guapo y le admito que cuando lo vi, deseaba que me escogiera a mí y tener el gusto de darle un masaje y pensar en lo podría pensar.

- ¡Disculpa Vanessa! No fue mi intención ofenderte.

- No se preocupe Sr. Zena, sé que yo lo provoqué todo. Y ahora que está todo aclarado y que sabemos lo que queremos, déjeme cumplir lo que le prometí hace media hora. Lo mandaré bien relajado y como nuevo a su casa.

Se cerciora que la puerta tenga llave y me invita a una tina con un perímetro bastante grande con algo de agua, pero no muy llena y me pide que me siente. Me siento y veo a Vanessa despojarse delicadamente de su “bustier” y me quedo admirado de sus preciosos pechos ovalados con una areola de un tierno rosa suave y unos puntiagudos y erectos pezones. Mi verga va tomando volumen otra vez y se incrementa aquel fluido sanguíneo, que rápidamente toma su total potencial al ver como Vanessa dándome su espalda a solo un par de metros de distancia, con una gracia muy femenina ha bajado sutilmente sus pantalones de licra. Era verdad, no tenía ropa interior y desde mi ángulo sentado en la tina veo esa rica curva de sus caderas y un bonito y redondo trasero que es el lienzo natural de un colorido tatuaje de una mariposa posándose en una flor.

Al darme su frente, descubro, que además de los brillantes en su ombligo, también le brillan los labios superiores de su conchita, la cual parece toma tratamiento de láser, para que divinamente se aprecie sin ningún vello alrededor de su sexo. Toma un bote entre sus manos de un estante cerca de la pileta y aunque podemos los dos estar sentados a la par, ella opta por abrir sus piernas y me abraza desde atrás y siento el roce de sus preciosos pezones y el calor de su conchita cuando me la restriega por la espalda. Fue una deliciosa sensación que se elevaría con el pasar de los minutos, pues Vanessa me untó mi espalda con una crema aceitosa y aromática he hizo ella lo mismo con su cuerpo y ahora me daba una masaje delicioso sobre mi espalda con sus dos tiernos pechos.

Me hizo que me acostara sobre mis espaldas y puso una especie de globo de plástico desinflado para no sumergir mi cabeza y ahora ella desliza sus tetas desde mi cara hasta sentir sus ricos pezones en mi verga. Se mantuvo así por varios minutos hasta que después de muchas insinuaciones de mamarme la verga en ese subir y bajar, finalmente veo como se la lleva a esos ricos labios y comienza a darme un delicado y rico sexo oral. Era una delicia ver a Vanessa como hacía desaparecer una parte de mi verga mientras masajeaba mis testículos con una de sus manos.

Mi experiencia con muchas mujeres permiten que me aguante y no explote en una eyaculación, pero debo admitir que tuve que interrumpirla en varias ocasiones, pues casi me mandaba al paraíso. Ella con su risa picara y seductora lo intuye. Nos ponemos de pie, ella recorre unas cortinas y nos bañamos mutuamente, donde aparecen algunos besos franceses y ella me permite acariciarle el sexo y suspira cuando le introduzco uno de mis dejos. Masajeo su clítoris delicadamente por unos minutos mientras beso su cuello y bajo de vez en cuando a chupar y mamar sus pezones. Vanessa solamente gime, jadea de placer y me dice: Vámonos para la cama.

Su peso de no más de 115 libras, hacen que no me sea difícil cargarla, y la poso en la cama por sobre su espalda y bajo directamente a su rica concha, que es pequeña, con una piel tersa que aún conserva el aceite aromático que hemos usado. Gime cuando siente mi lengua penetrando su pequeño y exquisito orifico y solo se escucha que dice: Así Sr. Zena, así, así, ¡que rico! – mientras con sus dos manos me toma la cabeza y me hace masaje por sobre el cabello.

Los jugos de Vanessa son abundantes y gruesos. No me canso de mamar su concha, pues creo que de las muchas mujeres que me he cogido, esta es la conchita más linda, la que estéticamente me ha impresionado por su color, olor y sabor… podría decir, su brillo. Ella mueve su pelvis cada vez que le empujo mi lengua querido penetrar lo mas que pueda su concha, y el movimiento se hace repetitivo y sus gemidos y el chasquido que produce es sensacional y me advierten que Vanessa está a punto de acabar. Ella lo presiente y me pide que le clave mi verga en su rica concha: Sr. Zena, métame la verga ya por favor… estoy a punto de venirme. Cuidadosamente le hundo toda mi verga, y siento esas paredes de su vagina contrayéndose. Es un espectáculo aparte ver el rostro divino de Vanessa, la manera que frunce sus labios en esa ansiedad, en esa espera, pues presiente que toca el cielo en cualquier momento. No la taladro, hago que sienta la sensación de mi verga tan solo hundida en ella sin hacer movimiento y ella con una sonrisita y voz quebrantada me dice: eres malo, ahora tú me estás haciendo sufrir.

Yo me rio y me encorvo para alcanzar su pezones y comienzo a mamarlos a placer y aplico presión en contra del pelvis de Vanessa para que no tenga movimiento, pero ella lo intenta de todas maneras, pues siente esa vibración de placer al umbral de un orgasmo. Meto todo lo que puedo en mi boca de uno de sus pechos y lo apretó mamándolo sin soltarlo. Ella solo dice: Que rico coge, usted si sabe lo que es coger. – Seguí mamándole los pechos cambiando de izquierdo a derecho y viceversa y Vanessa queriendo mover su pelvis y yo sometiéndola con todo mi peso para que solo sintiera mi verga, no pudo más y me dice gimiendo al oído: No puedo más… deme, deme… bombéeme mi chonchito. –Diciendo aquellas palabras estaba cuando gritó de placer y me abrazó buscando encontrar mi boca… y ya en ese beso que se alargó le comienzo a sacudir mi pelvis y le estrello con enorme ímpetu la concha a Vanessa en un vaivén incesante de mi verga.

Vanessa queda exhausta y apenas recobra el ritmo normal de su respiración y me da ese cumplido que es halagador para el ego de cualquier macho: Sr. Antonio, usted me ha sacado el mejor orgasmo de mi vida. –Y continuó diciendo: No hay duda, los hombres de su edad, si saben cómo hacerlo. Me gustó su halago y ella me miró como tenía todavía de erecta la verga llena de sus jugos vaginales que reacciona y me pregunta:

- ¿Cómo quiere que me ponga?

- Vanessa, una pregunta…

- Diga.

- ¿Quieres darme el culo?

- Usted sabe que eso no es para eso, además con semejante paquete usted me destrozaría.

- Vanessa, como en tu juego: si o no. ¿Quieres darme el culo? –se ríe y piensa.

- ¡Si!

No le pide que tome posición alguna, pero ella en una idea automática se pone en cuatro y me deja ese precioso y redondo culo expuesto como una perra lista para recibir mi verga. Yo no me le monto enseguida, pues no quería preguntárselo y esta chica me gusta tanto que quiero darle placer anal. No sé cuál sea su experiencia con el sexo anal, pero quiero que conmigo encuentre placer. Le abro las nalgas y le restriego mi lengua por toda esa rica rajadura. Veo que su esfínter se contrae al sentir mi lengua en una de las zonas más erógenas que los humanos tenemos. No dice nada, mas solo gime de placer. Con los segundos solo se limita a decir: Dios mío, usted Antonio, no imaginé esto tan rico y delicioso.

Ya había hecho acabar a una chica rusa de nombre Marina con solo aplicarle sexo oral a su rico culo y quería descubrir si lo lograba de nuevo comiéndome solamente el culo de esta linda rubia australiana. Me dedico a placer a comerme su ojete, donde subía y bajaba de vez en cuando a través de esa rajadura de sus doradas nalgas. Mi lengua se sume lo más que puedo en su ano y ella se mueve como si mi verga le estuviera entrando. Vanessa solo gime de placer y algunas veces da unos alaridos que creo presiente la señal de un orgasmo. Ella mueve su culo como si estuviese cogiendo, y mi lengua se la muevo en círculos y con la mayor presión que pueda darle. Ella grita: Sr. Zena, me estoy corriendo. – Y se deja ir de bruces contra la cama, y yo por mi posición no logro acompañarle en su movimiento y solo logro ver como Vanessa sigue en ese movimiento frenético como si estuviera cogiendo en un vaivén de su pelvis sin control. A los minutos para y comienza a reír de una manera incontrolable y se pregunta cómo poseída: ¿Y que fue eso? – Creo que fue un orgasmo. –le contesté.

Usted pensara que estoy loca, pero si eso fue un orgasmo, quiero sentir otro. -Ya habían pasado tres horas y ella mira el reloj y me dice: Nos queda poco tiempo. Vengase, cójame como usted quiera, quiero mandarlo por lo menos relajadito para su casa. Obviamente me tenía muy excitado y ella se vuelve a poner en cuatro y con su culo bien lubricado, sin muchas consideraciones en minutos le estaba dando por el culo a Vanessa, pero de solo recordar la enorme corrida de esta chica y de ver cómo le tenía el culo bien trabado, le dejo ir mi descarga que Vanessa queda incrédula de cómo se lo lleno. Fue al baño y se oía como caía mi esperma abundante en la taza del inodoro. Finalmente nos damos un baño y ya más relajados me dice:

- Sr. Zena, que rica cogida me ha dado… honestamente para ser sincera, no me esperaba una cogida tan rica como la de hoy. Realmente me lo quería coger, pero nunca imaginé descubrir lo que hoy he descubierto. ¿Me deja su número para llamarlo y ver si esto se vuelve a repetir.

Obviamente, le dejo mi número y $200.00 dólares en el buró como propina y me despido con un beso y con una fecha estimada cuando nos volveríamos a ver. Nos despedimos con un beso para luego susurrarme al oído algo que me gustó y que me dejó saboreando las mieles del ego de macho: Usted coge muy rico y quiero volver a sentir su linda verga en todos mis hoyitos. Vanessa se agacha me abre el cierre del pantalón y me vuelve a chupar la verga por otro minuto.

[email protected]

(9,38)