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Desafío de galaxias (capitulo 74)

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Habían pasado cinco meses desde el atentado y Marisol estaba prácticamente restablecida. Para que dejara de incordiar a Marión, el presidente la obligó a ir unos días de vacaciones a Nueva España, antes de reincorporarse a su puesto. La primera semana la pasó, junto con Anahis, con sus padres en Almagro, después, las dos se fueron a la costa, a un antiguo pueblecito de pescadores llamada Las Negras, en Nueva Andalucía, ahora reconvertido en complejo turístico.

—Me siento rara, —admitió Anahis tumbada sobre la arena de la playa. Las dos habían recuperado su peso habitual y volvían a ser dos mujeres esplendidas— no sé, no me acostumbro.

—Tía, pues ponte el sujetador, —dijo Marisol con paciencia, mientras permanecía inmóvil sobre su esterilla.

—Si claro, tú en tetas y yo vestida: para que piensen que soy una mojigata.

—¿Tú ves en esta playa a alguna mujer de menos de sesenta años que no enseñe las tetas?

—No se trata de eso: es que no tengo costumbre.

—Si te pusieras el sujetador llamarías más la atención, además, cuándo vamos a Raissa, en la playa estamos en bolas.

—Pero allí no hay tanta gente, esto está abarrotado.

—Es que es fin de semana, ya veras como mañana hay menos. ¿Te has puesto protección en la cola? Ya sabes que si no se te achicharra.

—¡Sí! Y se me ha llenado de tierra: ¡qué asco!

—Es que no paras de menearla: estate quieta, —dijo Marisol incorporándose para coger el comunicador que estaba sonando. Miró la pantalla y contestó—: Buenos días señor presidente.

—¿Qué tal te encuentras?

—Muy bien, esperando a que se termine el arresto…

—Si, si, menudo arresto: al sol y medio desnuda, —Marisol se quedó desconcertada.

—¿Cómo sabe usted eso?

—Detrás de ti hay un… chiringuito, creo que los llamáis así, —Marisol se giró y vio al presidente sentado a la sombra levantando la mano, junto al canciller de Nueva España.

—Pues se de una que cuándo se lo diga la va a dar algo.

—¡Qué exagerada! Mi ahijada tiene los pechos muy bonitos, no tiene nada de que avergonzarse. Sin lugar a dudas los ha heredado de su madre, gracias a Dios.

—Que dice el presidente que tienes unas tetas que te cagas, —dijo Marisol riendo mientras se levantaba y desconectaba el comunicador. Anahis se quedó mirándola sin comprender.

—¿Pero que cojones estás diciendo? —y por respuesta la señaló el chiringuito mientras se colocaba el pareo en torno al pecho. Anahis miró, y cuándo vio a su padrino soltó un chillido mientras buscaba el suyo. Recogieron sus cosas y se acercaron a él con Anahis sonrojada hasta la orejas, bueno, todo lo sonrojado que se puede poner alguien que tiene la piel azul. Lo que hace es ponerse azul oscuro.

—¿Te parece bonito ponerte ahí, de fisgón? —le regañó su ahijada antes de darle dos besos.

—Yo no estoy de fisgón, estoy de visita oficial. Nos dijeron aquí cerca que en este pueblo había dos pibones despelotados y hemos venido a investigar, —bromeó el presidente para hacerla de rabiar mientras se sentaban a la mesa.

—¡No sigas que al final vas a pillar! —le amenazó Anahis.

—«Pibones despelotados», seguro que esa expresión se la ha enseñado usted señor canciller, —afirmó Marisol riendo.

—A mí no me metas en líos.

—¿Cómo que no? de cómplice, ¡qué vergüenza! —exclamó Anahis mientras todos reían menos ella.

—Como comprenderás, este no es un encuentro casual, —admitió el presidente— queríamos cambiar impresiones contigo fuera de los cauces oficiales, ya me entiendes.

—Muy bien señor presidente, pero no me parece bien sin que Marión este presente.

—Marión esta al corriente de nuestra gestión, —dijo el canciller— al menos de parte de ella.

—Así es, —corroboro el presidente— pero primero vamos a comer: hemos pedido unas cuantas cosas.

—¿No serán de esas cosas que no te convienen? —le regañó Anahis que seguía mohína—. Ya sabes: colesterol, fritangas y cosas de esas.

—Pues claro, ¿por qué te crees que me vengo tan lejos?, para huir de la vigilancia de los terapeutas del palacio, —dijo el presidente haciendo sitio sobre la mesa para que pusieran las primeras raciones—. Son peores que las sesiones de control parlamentario. Por cierto Marisol, he pedido este vino porque creo que te gusta.

—A mí si, pero el precio no sé si le va a gustar a usted. ¿No lo ha mirado?

—Pues no, la verdad es que no, —y mirando al canciller, añadió—: ¿Pagabas tú, no?

—¡Ah no! claramente dijiste que invitabas tú, Fiakro.

—¿Seguro?

—Totalmente.

—¿Estaremos seguros aquí? —bromeó Anahis— la última vez que invitaste nos pusieron una bomba.

—Eso no lo digas ni en broma, —respondió el presidente poniéndose serio. Anahis le sonrió y le cogió de la mano besándosela con afecto.

Todos empezaron a picar de las raciones mientras charlaban de cosas intrascendentes. Finalmente, pidieron cafés y unos chupitos, y abordaron el tema que les había llevado allí.

—Mira, con la caída de Próxima Tambedris y todos los sistemas asociados, que han ido cayendo como fichas de dominó, y los que se han ido rindiendo posteriormente, Faralia ha quedado aislada, junto con una docena de sistemas circundantes, —comenzó a hablar el canciller—. Aun así, el dispositivo defensivo del líder es tremendo, y en el Parlamento, no pocos representantes cuestionan la viabilidad de un asalto. No hace falta ser un gran estratega para darse cuenta de que el coste en vidas va a ser terrible.

—¿Y no tendrá que ver con que en menos de un año, se va a renovar dos tercios del Parlamento? —preguntó Anahis.

—Sin duda hijita, sin duda, —respondió el presidente—estamos en precampaña y nadie se quiere hacer responsable de una posible matanza, aunque conduzca a la victoria.

—¿Y si no quieren asaltar que proponen? —preguntó Marisol.

—Hay dos posturas: una, negociar la rendición, y dos, bloquear el sistema y rendirlo por hambre, —respondió el canciller.

—El Consejo de Cancilleres, y yo mismo, queremos saber tu opinión.

—Con la particularidad de que la mitad del consejo, entre los que me encuentro, apoyara tu opinión, pero… por encima de nosotros ya sabes que esta el Parlamento Federal.

—¿El líder ha pedido la negociación?

—No, no, en una iniciativa parlamentaria.

—El líder es un egocéntrico, y como todos se cree el centro del universo. A estás alturas ya sabe que los pretores han quedado fuera del Mundo Bulban, que hemos iniciado un sistema de democracia, muy suave eso si, pero que desembocara en una integración total en los sistemas democráticos federales. Si negocia es para ganar tiempo, pero no le interesa un acuerdo que le va a quitar poder… a no ser que le demos Faralia definitivamente. En ese caso, crearíamos un… agravio comparativo con el Mundo Bulban. Las fuerzas del cónsul Dreiz se han ganado su relativa libertad combatiendo y ahorrándonos a nosotros muchas bajas a costa de las suyas, en cambio, al líder se lo regalaríamos ayudándole a perpetuar su régimen fascista y totalitario.

»Por otro lado, un bloqueo planetario también nos causaría problemas con el Mundo Bulban: el líder no dudara en empezar a sacrificar a la población para garantizarse el suministro de alimento para el y sus tropas, empezando por los esclavos humanos. Faralia tiene en estos momentos más del doble de población civil de la que había antes de la evacuación. ¿Cuánto tardara el Mundo Bulban en protestar? Y con razón.

»En mi opinión, lo mejor seria continuar con el ímpetu de la victoria en Próxima Tambedris, que los políticos se estén calladitos, y que Oriyan inicie los preparativos para el asalto inmediatamente.

—Pues, va a ser que no: la situación en el parlamento no lo permite, —afirmó el presidente.

—Ya hay varias mociones presentadas en el Parlamento, y dentro de tres días se va a votar la primera, que ordena paralizar cualquier operación ofensiva.

—Ya entiendo: los políticos dando facilidades como siempre.

—En este caso tengo que darte la razón.

—¿Y Marión que opina?

—Esta muy cabreada…

—No me extraña, —intervino Anahis.

—… quedan pequeños focos de resistencia, principalmente en los sistemas exteriores del Sector 26, en el borde de la galaxia…

—Y si el líder lo sabe lo incluirá en la negociación.

—Seguro.

—Entonces, ¿qué piensas hacer? —preguntó Anahis.

—Poco hijita, poco, —respondió el presidente— al menos por el momento.

—La primera moción la vamos a perder, y por lo tanto la actividad militar se paralizara, —afirmó el canciller—. La segunda, que ordena crear una comisión de negociación, también: no tenemos votos suficientes.

—Tengo que reconocer algo que me avergüenza, —dijo el presidente— muchos parlamentarios tienen pánico de que la guerra termine antes del próximo periodo electoral, y que muchos de tus colaboradores, abandonen el ejército y se presenten a las elecciones: barrerían sin dificultad a los parlamentarios actuales.

—Y no solo federales, también locales, —apostilló el canciller.

—¡Es asqueroso! —exclamó Anahis ofendida.

—Sí, lo es, efectivamente lo es. Pero es lo que hay.

—De todos nosotros, solo uno ha considerado la posibilidad de meterse en política, lo que pasa es que por ahora la cosa esta difícil.

—¿De quién se trata?

—De Opx, lo que pasa es que su planeta de origen, Nar, está evacuado y destrozado por la guerra y por nuestra abrumadora presencia militar. Hasta que la población no comience a regresar, pasara tiempo, —y Marisol, haciendo una pausa, añadió volviendo al tema principal—: ¿Qué posibilidad hay de que meta gente de su confianza en el grupo negociador?

—Podemos intentarlo.

—Sería bueno que no hubiera una voz monocorde en esa comisión, y que haya discrepancias en su seno.

—Has aprendido mucho de tácticas políticas, —afirmó el canciller.

—Que remedio señor canciller: ustedes me dan más sorpresas que el enemigo.

—Marisol, deberías dedicarte a la política, —dijo el canciller, y levantando la mano para parar la respuesta de Marisol, añadió—: tienes que darte cuenta de que ni el presidente, ni yo, ni el resto del grupo de cancilleres, debemos sobrevivir políticamente a esta guerra. Hace falta savia nueva, gente joven a ser posible, capaz de tirar para delante y hacer frente a los retos que se avecinan: integrar en la república dos sociedades nuevas, una de las cuales ha provocado una guerra con miles de millones de muertos. Deberías presentarte a canciller de Nueva España.

—¡Eh, eh, eh! Que se lo he pedido yo primero, —exclamó el presidente— y se negó.

—Podría ser canciller una legislatura y luego presentarse a la presidencia de la República.

—Esa seria una posibilidad aceptable, —admitió el presidente— y tú, Anahis, deberías sustituir a tu padre.

—¡Venga ya! A mí dejadme tranquila y seguid metiéndoos con Marisol.

—Vamos a ver si es posible que los dos dejen de decir gilipolleces. Yo no me voy a dedicar a la política, y eso es definitivo. Saben perfectamente, que aborrezco a los políticos en general, y muy especialmente a los del Parlamento Federal. Además señor canciller, usted es el que menos se puede quejar, tiene unos cuantos candidatos muy factibles.

—¿Ah sí? ¿Quién?

—J. J., Torres, Sarita o su marido, Felipe Pardo. Y si no tiene suficiente, cualquiera de los cincuenta y seis generales españoles que hay en el ejército.

—O Maite Aurre, —añadió Anahis— o cualquiera de los treinta y seis capitanes de navío españoles de la flota.

—Y el sargento, —afirmó el presidente provocando una carcajada general— por cierto, ¿dónde lo tienes?, echo de menos su petaca.

—No lo puedo traer aquí: se volvería loco con tantas chicas y le daría algo.

—Ahora en serio, solo tú me puedes sustituir a mí, —dijo el presidente poniéndose serio— es necesario que durante la posguerra todo salga bien, y solo alguien con tu liderazgo y tu juventud, puede garantizarlo.

—Ahora en serio, yo no voy a dedicarme a la política y mucho menos voy a sustituirle a usted, —y mirando al canciller, añadió—: y a usted tampoco.

—Pues entonces quiero que nos ayudes a convencer a otra persona.

—¿En quién está pensando?

—¿No seré yo? —preguntó Anahis alarmada.

—No, no eres tú, es Marión.

—Me parece una elección perfecta, —afirmo Marisol— pero no es mi ayuda la que necesita, si alguien la puede convencer es la reverenda madre, pero ya le digo que le va a costar mucho trabajo.

—Mira padrino, ella no es ninguna jovencita y tiene cierta obsesión con eso. Me ha parecido entender que necesitas a alguien que pueda ocupar la presidencia durante bastante tiempo.

—Lo sé, lo sé. Ya he estado hablando con la reverenda madre, y coincidimos: nuestra primera opción sigue siendo Marisol…

—Pues ya se puede ir olvidando.

—Como ya contábamos con eso, la reverenda madre ha estado investigando en el oscuro origen de Marión.

—¡Joder!, «oscuro origen», eso suena muy siniestro, —dijo Marisol— la dejaron, con pocos días de vida, en la puerta del monasterio de Akhysar.

—¡Vale! Pues dime ahora por qué se mantiene tan joven.

—Yo que sé: supongo que porque se cuida mucho.

—Eso es cierto, pero más cierto es, que es mestiza.

—¿Mestiza? Siempre hemos pensado que es humana, y ella también.

—La reverenda madre ha descubierto en los archivos que Marión trajo de Akhysar, y en el propio archivo de Konark, que la hicieron una prueba genética nada más encontrarla. Esa prueba la hemos contrastado con su historial médico y se ha confirmado: su padre era humano, anglosajón, posiblemente de Canadá o de la diáspora norteamericana.

—¿Y su madre?

—De Numbar, de la etnia Irádion, que además es el gen predominante.

—¿Y eso significa? —preguntó Anahis.

—Que va a vivir más que yo.

—Pero, recuerdo que Matilda era también mestiza…

—Si, pero al revés: la madre era española, y el padre no era Irádion.

—Bueno, pues asunto solucionado, ¿no?

—¿Y con Hirell que pasa? —preguntó Marisol— porque sin él no creo que…

—No hay problema: que lo haga ministro, o su secretario, o lo que sea, eso no es problema, incluso le puedo meter en el Parlamento por Ursalia y así estarán juntitos y podrán pelearse a todas horas, —todos rieron—. Por cierto, ahora que me doy cuenta: ¿estabais aquí, medio en pelotas y sin escoltas? No me parece…

—Padrino, que si hay escoltas.

—¿Si, donde?

—Están camuflados entre los bañistas. No queríamos llamar la atención con un despliegue exagerado.

—Pero aquí está todo el mundo medio desnudo…

—Si claro, y cuándo nos hemos venido al chiringuito, se han movido ellos también. Ahora mismo hay una a tres metros de nosotros.

—Pero, son todo chicas, —dijo el presidente.

—¿Y que pasa por qué lo sean?

—Nada, nada, pero, ¿dónde lleva la pistola? No me lo digas: prefiero imaginarlo.

—¿Pero será posible el viejo verde? —exclamó Anahis—. ¡A tus años!

—¡Coño que no estoy muerto! Pero dime Marisol, ¿no será la rubita de los pechos perfectos?

—¿Quiere conocerla? —le preguntó Marisol con picardía.

—Por supuesto.

—¡Padrino!

Como pronosticaron el presidente y el canciller, el Parlamento votó a favor de la paralización de las operaciones y la creación de una comisión negociadora, en la que había un par de representantes afines al presidente. Todas las operaciones ofensivas se paralizaron, pero Oriyan siguió acumulando fuerzas en torno a Faralia, con la excusa de asegurar la defensa de sus fuerzas.

Las tropas del cónsul Dreiz, cumplieron con lo pactado y se establecieron en los sistemas liberados, mientras la flota se dirigía a Manixa y aterrizaba en la superficie desconectando sus sistemas. Aunque parezca macabro, los cadáveres bulban de próxima Tambedris, fueron embarcados en los transportes de tropas apresados y llevados a las plantas de procesamiento y producción de alimento.

Marisol y Anahis, regresaron al servicio activo unos días después, cuándo terminaron sus obligadas vacaciones. Con anterioridad lo había hecho Opx, aunque ya no era el mismo, la perdida de Leinex oprimía su alma como una pesada losa. Sara también se había incorporado al servicio activo con su brazo robótico ya recubierto de piel cultivada, y estaba contenta porque no se notaba nada que era artificial.

Las armas habían callado por el momento, y todo estaba en manos de los políticos. Marisol comenzó a trabajar en los planes de batalla para la toma de Faralia: sabía, que cuándo los políticos dejaran de hacer el tonto, nuevamente, le llegaría el turno a ella.

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