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Malinche Capitulo 01 La sangre de los Toltecas

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Malinche

Libro 1: La sangre de los Toltecas

Capitulo 1: El mensaje en la botella

 

El venado pastaba despreocupadamente sin sospechar siquiera que era observado. Un grupo de chicos de aproximadamente 12 años de edad se acercaban al animal con cautela y sigilo. Eran entre 5 o 6 muchachos. Se acercaban poco a poco sin hacer ruido y siempre contra el viento. Los jóvenes solo tenían sus manos desnudas para cazar y dar muerte al venado. Tenían días sin comer y solo tendrían esa oportunidad. Descalzos, sucios y con solo unos taparrabos como vestimenta se encontraban al borde de sus fuerzas.

Uno de ellos piso una rama seca y el venado aguzo el oído. Los chicos se miraron primero entre ellos, como diciendo “¡yo no fui!”, para después quedarse mirando al culpable. Este sonrío con embarazo. El venado ya los había visto y se echo a correr. Los jóvenes se le pegaron atrás. El bosque era denso y el venado dejaba a la zaga a sus perseguidores en gráciles saltos. A todos menos a uno, que no estaba dispuesto a quedarse sin comer. ¡Quien precisamente había pisado la rama delatora!

El muchacho era rápido y ágil. Delgado y de formas finas. Sus ojos eran verdes y su piel canela clara tostada por el sol. Una ocarina colgaba de su pecho y se bamboleaba en su loca carrera. El venado subía por una colina empinada. El joven lo seguía sin perderlo de vista. Sentía su corazón a punto de estallar, los arañazos de los matorrales en su piel y el filo de las piedras en sus pies desnudos. El venado quedo atrapado entre un precipicio y su perseguidor.

El muchacho respiraba por la boca con dificultad. En el límite de sus fuerzas veía al venado en forma borrosa. El sol del día que moría se mostraba en medio de las astas del venado. El cielo se tiño de naranja por el ocaso. El joven escuchaba un zumbido en los oídos. El corazón le iba a estallar. Escucho una voz sobrenatural, fuera de este mundo.

-¡Raki!-

Luego se desmayo. Sus compañeros lo encontraron tirado. Uno de ellos lo despertó después de varias bofetadas. El muchacho se levanto mareado por el hambre y el cansancio. Pero sonreía feliz. Sus amigos se le quedaron mirando sin comprender.

-Tuve una visión… ¡ya sé cuál es mi nombre verdadero!... ¡Mi nombre es Raki!...

El muchacho les conto todo. Los jóvenes callaban. Pero no se lo creían. Todos volvieron cabizbajos a su campamento improvisado. Todos menos Raki que se encontraba radiante, aunque igualmente hambriento.

-Yo también tuve una visión- Dijo uno de los jóvenes- ¡que por culpa de un idiota llamado Raki no comeríamos esta noche!

-¡No me echen a mí la culpa!... ¡antes en este bosque lo que sobraba era la comida!- Raki callo como si no quisiera decir el nombre del verdadero culpable. La oscuridad de la noche los envolvía y el silencio era sepulcral. No se escuchaba el canto de un pájaro o el canto de los grillos o las cigarras, ¡Nada! Solo el más profundo y absoluto de los silencios. Ni siquiera los zumbidos de los mosquitos. Anteriormente el bosque estaba repleto de frutos y animales, lleno de vida. Pero ahora no había ni insectos, la vegetación se marchitaba y los arboles se pudrían desde la raíz. La atmosfera era pesada y lóbrega.

Todos sintieron que era mejor no tocar el tema de quien era la culpa de que en el bosque no hubiera animales, ni nada que comer. Con aprensión miraron los ídolos tallados en piedra. Monolitos milenarios hechos por sus antepasados. En teoría los protegían de todo mal.

-¡Esto es ridículo!- Estallo por fin uno- lo que tenemos que hacer es dejarnos de niñerías y elegir un nombre cualquiera… ¡que no sea Raki!- lo ultimo lo dijo burlón.

-¡Oye!- Dijo el aludido.

El muchacho que había estallado alzo los brazos y puso los ojos en blanco. Empezó a temblar.

-Me llega una visión de mi nombre verdadero… Mi nombre de adulto es Manco… el nombre de mi bisabuelo por parte de madre- Dijo. Los otros chicos rieron. Raki estaba molesto.

-No lo estoy inventando… ¡en serio tuve una visión!...

-¡Yo te creo Raki!- dijo uno de los chicos- pero los demás no tenemos tu suerte… ¡Tengo una visión!... Mi nombre es… ¡Nenqueteba!

-¡El mío es Guaicaipuro!

-¡Cuauhtémoc!-

-¡Papupapa papapua puá!- dijo el ultimo golpeándose el pecho. Todos se le quedaron viendo con una gran gota de sudor en la cabeza- ¡Ejem!... quise decir Rogelio…

Los chicos ya podían bajar al pueblo y decirle a la Chaman sus nombres verdaderos elegidos por los dioses. Raki no dijo nada sobre lo hecho por sus compañeros. Empezaba a sospechar que los primeros chicos en bajar solo habían inventado un nombre cualquiera. El y sus amigos en verdad se sentían mal cada vez que uno de los chicos decía que habían tenido su visión y ellos todavía no. Tercamente esperaron hasta el último momento. Raki empezaba a dudar de su visión, a lo mejor solo eran delirios de cansancio.

En el pueblo por fin pudieron comer algo. No mucho en realidad. Los campos estaban mustios. Llevaban años con malas cosechas. Las personas en la aldea se veían cansadas, decrepitas y envejecidas antes de tiempo. Ojerosos, flacos y harapientos los adultos contrastaban en forma chocante con los jóvenes menores de 20 años del pueblo. A pesar de todo recibieron con alegría a los jóvenes. Estos se reunieron con los otros muchachos.

Cada joven hablo con el Chaman, una mujer anciana, en privado. Le hablaban de su visión y le decían su nombre verdadero. A la vieja senil no parecía importarle si lo que decían era verdad o mentira. Invariablemente declaraba tabú el nombre de niño del muchacho. De ahora en adelante sería llamado por el nombre verdadero.

Raki le dijo su nombre verdadero a la chaman y le conto todo. La anciana se quedo pensativa. Raki en el antiguo idioma Tolteca significaba “Sacrificio”. El venado con el sol del ocaso entre sus cuernos era la representación de Inti y solo se le aparecía a los héroes en las leyendas antiguas. No dijo nada. Solo se encogió de hombros. Declaro que el nombre de niño del muchacho era tabú. De ahora en adelante el muchacho seria llamado Raki por todos.

Eran tres pruebas de iniciación que todo joven de la aldea debían de pasar para dejar de ser vistos como niños. La del nombre verdadero, la prueba del miedo, y la prueba de Fe. La prueba del miedo era quedarse en un campamento, en las afueras del pueblo, pasara lo que pasara, toda la noche. La prueba les pareció a los chicos fácil. Sentados alrededor de la fogata hablaban animadamente entre ellos. Raki se sentó junto a sus amigos. Eran cientos de chicos. La última generación nacida en el pueblo. En doce años no habían nacido más niños.

De repente escucharon un sonido extraño, desconocido que les erizo los cabellos. Algo como el graznido de un ave de rapiña y el rugido de un jaguar. Era impreciso, vago. Una niebla densa y maloliente los envolvió. El olor era picante y les hizo derramar lágrimas. El sonido indeterminado se hizo más cercano y amenazador. Unas sombras indefinidas, unas siluetas monstruosas, aparecieron entre la niebla.

-¡Yomas!- Dijo uno de los muchachos muerto de miedo. Una histeria colectiva se apodero de todo el grupo ante la sola mención de esta palabra. Con los ojos a punto de salirse de sus orbitas, los jóvenes quedaron petrificados del pánico, de terror, ¡de un horror completo, total y absoluto! Empezaron a llorar temblando de miedo, angustia y desesperación. Paralizados de espanto no se movieron de sus sitios. Unos cuantos se desmayaron.

Las sombras eran los adultos con mascaras y disfraces. La niebla era una mezcla secreta para la ocasión que se activaba al echarle agua. El ruido era producido por una cuerda que el hermano mayor de Raki y otros como él tensaban y aflojaban con habilidad. La broma era ancestral y todos los adultos se la hacían a los chicos del pueblo en su ceremonia de iniciación. Todos los adultos presentes la habían pasado. Los chicos temblaban y lloraban. Castañeaban los dientes. No conocían la vida antes del Yoma. Lo que era vivir sin miedo. La inocente travesura se convirtió en una broma cruel para ellos.

Blanco como el papel y victima de la histeria colectiva Raki lloraba en el hombro de su hermano mayor como los demás lo hacían con su respectivo familiar. Poco a poco todo el mundo se fue calmando. Los adultos no querían admitirlo, pero ellos también sintieron miedo al escuchar la palabra Yoma que casi olvidaron que eran ellos mismos las amenazadoras siluetas en la niebla…

*****

- Los Yomas son demonios que se alimentan de la carne y de la sangre de los seres humanos- Le decía Clare, una jovencita de 15 años, a un Raki niño de 6 años- De su fuerza vital. Las almas de quienes son devorados por un Yoma nunca tendrán descanso mientras ese Yoma exista. Pueden tomar la forma que deseen y hacer de todo con sus poderes malignos. Se sabe que en un pueblo vive un Yoma cuando los niños dejan de nacer o mueren en el vientre de sus madres. Cuando la tierra ha perdido su fertilidad. Cuando los animales salvajes rehúyen sus alrededores, prefiriendo la muerte en manos de los cazadores que los persiguen a adentrarse en un territorio dominado por un Yoma. Cuando la gente pierde su vigor y su salud sin motivo aparente. ¡Cuando en los ojos de la gente veas un terror que les pudre el alma, sabrás que en ese pueblo vive y se alimenta un Yoma!

Raki escuchaba a Clare. Nadie en lo posible hablaba del Yoma y él quería saber. Todos los años iban a visitar la tumba de sus padres, de sus otros cuatro hermanos, su hermano mayor y él. Tenía una pregunta dando vueltas en su cabeza.

-¿Fue el Yoma el que mato a mis padres y a mis hermanos?-

Clare suspiro con desaliento

-Sí, ¡fueron los primero en morir!… fue así como supimos que había un Yoma en el pueblo… de su ataque solo sobrevivieron tú y tu hermano mayor. Tú eras un bebe recién nacido, el menor… ¡tu hermano vino a mi casa contigo en brazos y bañado en sangre de pies a cabeza!…

Eso era algo que Raki ya sabía. La gente lo decía a sus espaldas cuando creían que no escuchaba. Guardaban un silencio incomodo en el momento en que lo veían, le pedían que se fuera a jugar a otra parte. Desde la muerte de los padres y hermanos de Raki ningún niño volvió a nacer en el pueblo. La tierra perdía su fertilidad poco a poco. Toda persona mayor de veinte y cuatro años envejecía más rápidamente. Cada cierto tiempo el Yoma mataba y se alimentaba. Todos rehuían el tema. Clare era la primera que era clara y franca.

-Al principio se hablo de echarlos del pueblo…-Le confesó Clare- ¡Aquellos que sobreviven al ataque de un Yoma se convierten al final en un Yoma! Los Yoma raramente matan niños, a pesar de que tienen mayor fuerza vital que los adultos. Pueden tomar la forma que quieran, pero pueden ser reconocidos con facilidad por que actúan en forma desacostumbrada. Para no ser descubiertos pueden tomar el cuerpo de sus víctimas, juntos con sus recuerdos, hábitos y forma de pensar. ¡En ese caso es casi imposible descubrirlos!

-¿Por eso iban a echarnos del pueblo?- pregunto Raki incrédulo.

- Mis padres los defendieron y dijeron que se hacían responsable por ustedes. ¡Tu papa y mi papa eran grandes amigos!... tu papa era comerciante y siempre estaba viajando… se ausento un año con tu mama y al regreso te traían… todo ese año tus hermanos se quedaron con nosotros… Los Yomas pueden tomar la forma que quieran y tomar el cuerpo de los que han asesinado… menos el cuerpo de un niño… a los niños los convierten en Yoma poco a poco y mientras están con vida… por eso, un niño que se salva de un Yoma es señal de que ese niño puede convertirse con el tiempo en un Yoma…

Raki guardo silencio. A los padres de Clare también los había matado el Yoma la semana pasada. El terrible demonio había matado a familiares, amigos y conocidos de todo el mundo en el pueblo. Todo el mundo era sospechoso. Murachi, el hermano mayor del niño, había aprendido del padre de Clare el trabajo de la obsidiana y era un hábil artesano.

- El Yoma desea sembrar la desconfianza entre nosotros. Ponernos uno contra otro. Yo no puedo vivir si no puedo creer en la gente – Dijo Clare- Si no puedo creer que la gente sea inocente hasta que se demuestre lo contrario. ¡Vivir sin esperanzas no es vivir!…- la joven guardo silencio por un momento-Cuando los Yoma aparecieron llevaron a la raza humana a casi la extinción. Nadie podía hacerles frente. Eran más fuertes, más rápidos y más inteligentes que cualquier ser humano que viviera sobre la faz de la tierra… ¡Entonces aparecieron los Toltecas!... ¡fueron ellos los que salvaron a la humanidad de la aniquilación total!...

Raki sonrió. ¡Los Toltecas eran sus héroes! Nunca se cansaba de escuchar las historias sobre esos guerreros legendarios. Pero en las historias que Clare les contaba nunca llamaba al Yoma por su nombre. Eran los monstruos, los demonios o los enemigos de la humanidad. La palabra Yoma era tabú, estaba prohibida decirla. Los padres contaban las historias de los Toltecas así a sus hijos y a veces se les escapaba la palabra maldita. Tragaban saliva e interrumpían la historia sin terminarla, como si temieran que con solo llamar al monstruo del cuento por su verdadero nombre, ¡este se aparecería!

- Los Toltecas tenían una piedra mágica que les decía quien era un Yoma y quién no. Sus armas se negaban a matar a gente inocente, siempre defendían a sus dueños avisándole de los peligros y las acechanzas de sus enemigos. Siempre ayudaban a las personas sin pedirles nada a cambio. Eran justos, incorruptibles y benevolentes. Se convirtieron en vagabundos sin patria por sacrificar su ciudad…

-¡Manoa, la Ciudad Dorada!- Dijo Raki emocionado. Clare asintió. La historia Raki la sabia de memoria, pero le encantaba volverla a escuchar. Clare se sentía mucho mejor ahora que llamaba a las criaturas que habían matado a sus padres por su verdadero nombre. La rabia, la amargura y la impotencia desaparecían a medida que seguía con la historia tan conocida por todos.

“Cuando los Yoma conquistaban la tierra y una a una las ciudades de los hombres caían. Cuando el saber de los hombres era olvidado y estos descendían a nivel de inmundas bestias. Los Toltecas se reunieron en su ciudad sagrada y empezaron a discutir como salvarían el mundo. Todos los Yoma venían de cuatro Yomas primigenios. De cuatro madres malditas”

“La primera madre era la Serpiente Emplumada. Era la madre de todos los Yoma que vivían entre los hombres en sus pueblos y ciudades. Los Yoma parásitos. Estos eran los Yomas que cambiaban su forma y roban los cuerpos de sus víctimas. Este Yoma primigenio se alimenta de la luz. Ella devoraba la luz del sol, la luna y las estrellas. La tierra se encontraba en eterna oscuridad por culpa de este Yoma”

“La segunda madre era llamada Espejo Humeante. Era la madre de todos los Yoma que dominan la mente y los pensamientos de los hombres. Los Yoma de los abismos. Este Yoma primigenio se alimenta del conocimiento y saber de los hombres. ¡De sus esperanzas y sueños! Estos Yomas esclavizaban a la gente y las controlaban como marionetas. La tierra era confusión y caos por culpa de este Yoma”

“La tercera madre era llamada Árbol de Sangre. Era la madre de todos los Yoma sin mente, ni entendimiento humano. Los Yoma bestiales. Este Yoma primigenio se alimenta de sangre y carne. Estos Yomas corrompían a todo ser vivo convirtiéndolos en monstruos brutales. Estos monstruos eran errantes y a los Toltecas les costaba mucho darles caza. Donde vivían estos Yomas la tierra se convertía en selvas impenetrables. Muchas ciudades de los Hombres se perdieron en ellas sin haber sido encontradas jamás hasta ahora”

“La ultima madre era llamada Nube de Obsidiana. Era la madre de todos los Yomas que las manos de los hombres no pueden matar. Los Yomas Inmateriales. Este Yoma se alimentaba del fuego, el aire, el agua y la tierra. Las armas de los hombres no les hacían nada y hasta para los Toltecas era el Yoma más difícil de matar. Las tierras que estos Yomas habitaban se encontraba vacía y sin vida”

“Ningún ser humano había vuelto a nacer desde que los Yomas habían aparecido. La última generación ya era adulta y en esos tiempos ya no había niños. Los Yomas corrompían la tierra. Lentamente la humanidad moribunda era consumida por esos demonios malignos. Una a una las grandes y poderosas ciudades antiguas de los hombres fueron cayendo. Todo el saber y el esplendor de los hombres los Toltecas lo salvaron. Solo Manoa quedaba de las grandes ciudades hechas de los hombres. Manoa era la primera ciudad y parecía que sería la última”

“Manoa era la madre de todas las ciudades. De ella nació el saber, las artes y la vida civilizada. Era una ciudad santa y sagrada. Los Toltecas la construyeron al principio de barro y paja. A medida que los Toltecas se fortalecían y enriquecían, engrandecían y embellecían su ciudad. Manoa era toda de oro en esa época. ¡La ciudad de los Toltecas era toda de oro refulgente! De noche brillaba y de día a lo lejos se parecía al sol cuando sale en el horizonte. Su ciudad dorada era el ombligo y el corazón del mundo.”

“Los Toltecas se reunieron en su ciudad santa y deliberaron sobre lo que tenía que hacerse. El más sabio entre ellos dijo que solo sellando a las cuatro malignas madres el mundo se salvaría. Que una virgen podría encerrar en su carne y en su sangre, ¡sacrificando su vida!, a estos cuatro demonios. Una princesa Tolteca llamada Ixquic se ofreció de voluntaria.”

“Ella subió a la Pirámide-Montaña con cuatro sacerdotisas. Los Toltecas hombres evacuaron la ciudad solo llevándose lo indispensable. Desde lejos vieron todo. Las mujeres Toltecas se quedaron para dar su fuerza vital a la doncella virgen. En la cima la princesa rezaba mientras las sacerdotisas realizaban el conjuro mágico que sellaría a los Yoma. Cuando esto fue hecho ella dijo:”

-“¡Con mi carne, con mi sangre, con mi vida y con mi alma sello a los Yoma!”-

“Entonces una luz refulgente se elevo hasta los cielos y el poder de los Yoma fue roto. En la carne de la princesa, Nube de Obsidiana fue sellada. En su sangre, Árbol de Sangre fue sellado. Con su vida, Espejo humeante fue sellada. Con su alma, Serpiente emplumada fue sellada”

“Los Toltecas sabían que la princesa caería en un profundo sueño y la ciudad desaparecía de la mente y la conciencia de los hombres. Estaría perdida en el tiempo y en el espacio. Las mujeres Toltecas serian espíritus sin cuerpo que vagarían por la ciudad protegiéndola y haciéndola invisible. Las cuatro sacerdotisas velarían el sueño de la princesa por toda la eternidad si era necesario”

“La luz de la ciudad purifico a los Toltecas. Su sangre y las de sus descendientes eran ahora sagradas. Sus armas mágicas solo podían ser usadas por descendientes directos de sangre pura, hijos por padre y madre de los Toltecas. Aunque los Yomas primigenios fueron sellados, la humanidad estaba derrotada. Los hombres estaban dispersos y eran cazados por los Yoma. Los Toltecas se esparcieron por el mundo. Enseñaron a los hombres a cultivar la tierra y a defenderse de los Yoma. Donde eran necesitados aparecían y después desaparecían sin dejar rastros”

-“¡Manoa!, ¡Manoa! ¡Busca Manoa!- le decían los padres Toltecas a sus hijos, los maestros Toltecas a sus discípulos-¡Encuéntrala y derrama tu sangre en la cima de la Pirámide-Montaña! ¡Siempre errantes hasta encontrar nuestra ciudad dorada!”

En todas las Historias que Raki había escuchado los Toltecas eran siempre guerreros solitarios sin nombre. En cada una de las historias los Toltecas peleaban contra los demonios y los derrotaban, luego desaparecían. Nunca aceptaban recompensas, honores o títulos. Eran los únicos Humanos capaces de enfrentarse a los Yomas y vencerlos. Pero como los humanos se enfermaban, envejecían y morían.

Los Toltecas no tenían ciudades o pueblos. Cuando llegaba el momento, se retiraban a aldeas apartadas y tenían una familia. Vivian en el anonimato realizando las tareas más humildes. Sus hijos ignoraban el pasado de sus padres hasta que cumplían los 12 años. Entonces un guerrero Tolteca venia a enseñarle a usar las armas Toltecas o el envejecido padre le hacia la revelación mostrándole las sagradas armas escondidas. Raki se emocionaba cada vez que Clare contaba como el anodino muchacho se enteraba que era un Tolteca y su destino era buscar Manoa hasta encontrarla. El hijo de un granjero, un artesano, un huérfano abandonado en la puerta de una casa ¡se convertía en un héroe legendario defensor de la justicia!

Raki era un niño y los Toltecas sus héroes, sus modelos a seguir. Clare siempre le contaba las historias, leyendas y mitos sobre ellos. Para Raki sus verdaderos padres eran Murachi, su hermano mayor y Clare, su vecina. Clare y Murachi fueron quienes le pusieron su nombre de niño cuando tuvo cuatro años.

Los Toltecas eran justos y compasivos hasta con el más cruel y perverso de los Yomas. Siempre los mataban en forma rápida y sin hacerlos sufrir sin necesidad. Clare les contaba historias de cómo a veces los Yomas se arrepentían de sus fechorías o que había circunstancias atenuantes para su comportamiento. Los Toltecas siempre decían que sin importar la fealdad o poder de los Yoma, la maldad pura, la maldad verdadera siempre era la que existía en los seres humanos. A Raki esa forma de pensar de los Toltecas le chocaba, ¡simplemente no podía entenderla!

Si el arrepentimiento del Yoma les parecía sincero, los Toltecas sellaban al Yoma con su sangre dorada. El Yoma solo tenía que hacer el juramento sagrado en forma libre y voluntaria. La sangre de los Toltecas les quitaba el hambre por las vísceras y la sed por la sangre humana. El Tolteca se hacía un corte en su muñeca y el Yoma bebía de rodillas su sangre. Un Yoma traidor y mentiroso mataba al Tolteca en algunas historias. ¡Los Toltecas estaban totalmente indefensos y vulnerables cuando sellaban al Yoma con el juramento sagrado! Raki bufaba incrédulo cuando escuchaba la historia llegar a ese punto. ¡Era el colmo de la estupidez confiar tan ciegamente en un repulsivo Yoma!...

A Raki le gustaban las historias en que el Tolteca mataba al Yoma sin tantas complicaciones. Cuando un Yoma mataba, cometía un asesinato y cuando el Tolteca lo mataba, hacía justicia ¡nada podía ser más simple que eso! Un Yoma sellado con la sangre de los Toltecas seguía conservando sus poderes de Yoma. Ya no tenía necesidad de matar a nadie. Algunos Yomas se iban a vivir lejos de los seres humanos para cumplir el juramento sagrado. Los Toltecas los dejaban ir, sin pedirles nada más a cambio.

Muchas personas no aceptaban eso de los Toltecas. Ya sea por que las victimas del Yoma eran un familiar o una persona muy querida. Ya sea por que el odio que sentían contra los Yomas era tan profundo e irracional que no les permitía distinguir entre Yomas culpables y Yomas inocentes. O por cualquier otro motivo, los seres humanos perseguían al Yoma sellado por el juramento sagrado y trataban de matarlo. Los Toltecas defendían al Yoma sellado con su sangre dorada hasta el punto de llegar a matar humanos. A Raki lo escandalizaba escuchar eso.

Los Toltecas nunca usaban su magia y poder contra los humanos, solo en legitima defensa y como ultimo recurso. Los Yomas sellados quedaban marcados con una serie de líneas y dibujos en su cuerpo que se hacían visible cuando usaban sus poderes. Mientras cumplieran el juramento de no matar a un ser humano, las marcas no se borraban y los Toltecas sabían que ese Yoma no era un enemigo. Solo si el Yoma mataba a un ser humano las marcas se borraban.

Sabiendo esto, los Yomas sellados podían usar sus poderes en legítima defensa. Mientras ningún ser humano muriera las marcas seguirían en su cuerpo y los Toltecas respetarían su vida, hasta estarían bajo su protección. Si por mala suerte el ser humano moría y las marcas se borraban, tendría un juicio justo por parte de los Toltecas. Si era hallado inocente los Toltecas le daban la “absolución” y las marcas volvían a su cuerpo. A Raki le parecía todo eso muy complicado. ¡Lo mejor era matar a todos los Yomas sin contemplaciones y sin distinciones de ninguna clase!

Pero los Toltecas habían sido traicionados y asesinados. Una misteriosa organización de hombres de negro había corrompido su magia y poder arrebatándole sus secretos. Esos hombres crearon a las Malinches. Las brujas de ojos plateados. Unos híbridos mitad humanos y mitad Yomas con forma de mujer con un brillo de plata sobrenatural en los ojos. Seres impuros y sacrílegos. Abominaciones. ¡Monstruos peores o iguales a los Yomas!

Pero los Toltecas no desaparecieron del todo. Esparcidos por el mundo existían personas que ignoraban que por sus venas corrían la sangre sagrada de los Toltecas. Mensajes dentro de una botella que esperaban llegar a su destino… ¡A Manoa, la ciudad Dorada!...Clare no le contaba eso a Raki. En parte por que Raki era muy pequeño todavía y no lo entendería. En parte también por que ella necesitaba creer que algún día, como en las antiguas leyendas, un guerrero Tolteca aparecería y los salvaría a todos. Que algún día un Tolteca encontraría la legendaria ciudad sagrada y con su sangre el mundo sería redimido. Los Yomas y las Malinches desaparecerían de la faz de la tierra y los hombres de La Organización pagarían por sus crímenes. Ahora más que nunca necesitaba creer en eso, ¡aferrarse a eso!, para seguir viviendo.

************

La prueba de Fe consistía en tirarse por una cascada.

-¡Si tu alma es pura y libre de pecado te salvaras!, ¡de lo contrario te hundirás hasta el fondo!- Explico la anciana Chaman. Su lógica era irrefutable para todos... menos para Raki.

Todos los jóvenes se tiraron sin problemas, hasta que le toco el turno a Raki. Este miro con desconfianza el abismo.

- ¡No puedo hacerlo!- Dijo tragando saliva. Su hermano mayor lo miraba fijamente- ¡Es absurdo que yo me tire por que los demás lo hagan! ¿Verdad?... No tengo que hacerlo si no quiero…

Raki monologaba excusas incoherentes. Su hermano mayor lo levanto en vilo y lo arrojo. Raki cayó de cabeza lanzando alaridos y manotazos en el aire. Todos reían. Murachi era el hermano mayor del muchacho. Su cuerpo hercúleo destacaba en la cima de la cascada. Era el joven mas apuesto de la aldea y el feliz marido de Clare.

-¡Tienes suerte chico!- Grito Murachi- El padre de Clare me hizo arrojarme varias veces más hasta que le perdiera el miedo a la cascada… ¡Sube aquí y te tiras tu mismo o te volveré a arrojar!

El final de la ceremonia era ser marcados con sangre de conejo en la frente. Los jóvenes pasaron de uno a uno. Las personas vestidas con sus mejores galas (la ropa menos andrajosa que tenían) daban lastima. Todos parecían sobrevivientes de un campo de concentración por lo flacos y demacrados que estaban. Solo los chicos que abandonaban la niñez se veían magníficos. Los adultos los miraban con orgullo y con cierta melancolía

-¡Ya no son niños, pero tampoco son hombres! – Les decía la Chaman cada vez que marcaba la frente de cada muchacho- ¡que el mundo no te corrompa!... como esta agua que es pura y cristalina que tu alma se mantenga limpia. Lo justo es justo, lo bueno es bueno y lo malo es malo ¡júralo!

- ¡Juro!- Decía el muchacho, bebía del agua que le daba la Chaman o uno de sus ayudantes y otro tomaba su lugar.

Todo el mundo se fue a sus casas después. Mañana volverían a la rutina diaria. Tenían que pagar el tributo mañana en la mañana.

Clare no podía dormir. Ya no había niños en el pueblo oficialmente después de esta ceremonia. El pueblo de repente se hizo opresivo para ella. El Yoma mataba cada cierto tiempo, cada vez con mayor crueldad y sadismo, con total impunidad. Todos los intentos para detenerlo habían fracasado. Solo una Malinche tenía el poder para acabar con él. ¡Solo sus ojos plateados podían descubrir al Yoma! Pero esas mercenarias no eran baratas y desde el primer ataque reunir el dinero para contratarlas se había convertido en un cuento de nunca acabar.

Murachi abrazaba a su esposa con cariño. Fueron los últimos en casarse de su generación. El pueblo moribundo era desangrado poco a poco por el Yoma.

Raki dormía plácidamente. ¡No podía imaginarse que en sus venas la sangre de roja pasó a dorada!

….

El padre de Raki y el padre de Clare hablaban a solas. Un Raki bebe dormía plácidamente en su cuna.

-… La madre murió a dar a luz al niño. De momento lo he hecho pasar como hijo mío y de mi esposa. Como me ausente un año del pueblo nadie sospecho nada… lo hemos alimentamos con leche de maíz todo este tiempo. Como dicen las leyendas antiguas, los Toltecas tienen un vigor y una resistencia increíble… ¡es un bebe sano y fuerte!...

-¡Es un descendiente directo de sangre pura, entonces!…

-¡Sí!, Su verdadero padre vendrá a buscarlo cuando este más grande… ¡y si los hombres de La Organización no lo encuentran a él primero! Los Toltecas están casi extintos y sin sus armas están a merced de sus enemigos… el padre y la madre de este niño eran descendientes de sangre impura, mezcla de Toltecas con gente común y corriente… este niño solo recibió la parte pura de la sangre de ambos… cuando crezca será uno de los descendiente con la sangre más pura que exista en el mundo… ¡las tres cuartas partes de su sangre es pura!… solo diez u ocho a lo sumo la tienen igual… ¡Y tienen armas Toltecas y son invencibles!

-Su sangre podrá ser la más pura que quieras, pero…

-¡Lo sé!... en el estado en que esta ahora ni teniendo un arsenal completo de armas Toltecas puede defenderse a si mismo… también es peligroso que todos los Toltecas estén en un solo sitio... el padre y el hijo deben permanecer separados para que cuando menos uno de ellos continúe con la línea de sangre… cuando los Toltecas fueron traicionados, la gente como nosotros escondió a los sobrevivientes… mantuvimos como pudimos la línea de sangre pura… ¡mantuvimos su recuerdo vivo entre la gente!... ¡la esperanza viva!... ¡Solo un descendiente de sangre pura puede encontrar la ciudad dorada y solo su sangre puede destruir para siempre el poder de los Yoma!

-Pero a la hora de la verdad los humanos somos más peligrosos para los Toltecas que los Yomas… para los hombres de La Organización poner a la gente contra los Toltecas fue fácil… los Yomas se alimentan de la sangre y la carne de los humanos, pero esas sanguijuelas se alimentan de la miseria, el miedo, la ignorancia y la desesperación de la gente… ¡sin las Malinches la humanidad no podría sobrevivir!... con los Yoma y las Malinches los hombres de La Organización extorsionan y chantajean a todo el mundo… Si un Tolteca encontrara Manoa, los Yomas y las Malinches desaparecían de la faz de la tierra… ¡Se quedarían sin trabajo!

Los dos hombres ríen por la amarga broma. Se quedan mirando al pequeño bebe dormido. Los dos hombres son guardianes de la sangre. Juraron esconder y proteger a los Toltecas y a sus descendientes aunque el precio fueran sus vidas.

Los dos hombres callan. Solo ellos y sus esposas saben la verdad o eso creen. Cuando los dos hombres se van, un Murachi de 12 años sale de su escondite. Sin querer a escuchado toda la conversación. Se acerca a la cuna y mira al niño que creía su hermano. Un recién nacido de tres o cuatro meses. Solo lo mira sin poder creer que la sangre de ese niño sea la legendaria sangre Tolteca.

Unos meses después un Yoma mataría a casi toda la familia. Murachi tenía problemas en recordar como había logrado escapar con vida. El horror y el terror lo paralizo en esos momentos. El no estaba herido, pero estaba bañado en sangre de pies a cabeza. Era un sonámbulo con la mirada perdida cuando fue con el bebe que lloraba en brazos a casa de sus vecinos. Estuvo varios días sin poder hablar e inconsciente de lo que pasaba a su alrededor. Solo la idea fija de proteger a su hermano menor a cualquier precio lo salvo de la demencia.

***

Clare no podía dormir. Murachi tampoco. La abrazaba por detrás. Olía el cabello de su esposa. Sus manos estaban en el vientre fértil de ella. Si no fuera por el Yoma Clare y Murachi tendría cuando menos un hijo. El joven tenía 24 años y su cónyuge 21. La protección de su fuerza vital se había acabado, lentamente y en forma inexorable el Yoma les quitaría el vigor y la fuerza de la juventud. Muchos adultos con solos unos pocos años más que ellos ya no sentían ningún tipo de atracción o deseo por los placeres de la carne, de la vida. Sus sonrisas eran solo muecas vacías, de tratar de fingir alegría o deseo de vivir.

Murachi se levanto. Clare tenía miedo y no quería quedarse sola.

-Clare… ¡tengo ganas de ir al baño!... no voy a tardarme nada…

Todos los intentos para matar, capturar o descubrir quien era el Yoma habían fracasado. De día o de noche, estuvieran a solas o acompañadas sus victimas, invariablemente eran asesinadas con total impunidad. Delante de ti y en menos de un parpadeo la victima era abierta en canal. ¡Sus intestinos y órganos internos sencillamente ya no estaban!... sorpresa, miedo, ira y al final impotencia eran lo que sentían los aldeanos una y otra vez. Después solo resignación.

El Yoma atacaba de vez en cuando, ya los aldeanos sabían que no podrían atraparlo y solo quedaba seguir con sus vidas. Al final sentían alivio al saber que el Yoma había matado a una persona que no eran ellos. Sentían alivio por que, solo por un tiempo, no tendrían nada de que preocuparse. Solo de mantenerse vivos y cuerdos hasta que el Yoma eligiera a otra victima.

Los niños se criaron con ese miedo toda su vida. La palabra Yoma era la peor grosería que podían decir, una palabra que sabían que sacaba de quicio a los adultos. Una palabra que ellos no se atrevían a pronunciar. Una palabra que los llenaba de espanto y les provocaba pesadillas cuando la escuchaban. Los niños sabían que cuando los adultos les decían que se fueran a jugar a otra parte o cuando de repente guardaban silencio, era por que estaban hablando o iban hablar sobre el Yoma. Las personas que eran asesinadas no solo morían físicamente, nadie osaba pronunciar sus nombres o dar a entender que esas personas habían existido.

Adultos o niños habían sido testigos en algún momento de las fechorías del Yoma. El Yoma era ineludible, inevitable, ¡inexorable!...Nadie podría detenerlo cuando viniera por ti cuando lo quisiera y en donde lo quisiera. El miedo y la desconfianza los carcomían a todos por dentro. ¡El Yoma era uno de ellos!... ¿Pero quien?...

***

Raki-Niño le contaba a sus amiguitos lo que Clare le había dicho sobre el Yoma. Clare era la única que había sido clara, los demás solo habían escuchado retazos de conversaciones. Uno de los niños les dijo a todos que solo una Malinche podría encontrar y matar al Yoma. Todos los niños enmudecieron, ¡después de Yoma, la peor grosería era Malinche! Para Raki era la primera vez en su vida que escuchaba esa palabra.

-¡Las Malinches son malas!-Dijo una niñita- ¡Impuras!, quien ve a una Malinche a los ojos queda maldito para siempre… ¡Solo le pasan desgracias y mueren de una forma horrible!

-Los hombres que las crearon fueron los que traicionaron a los Toltecas -Dijo otro niño-¡Mitad humanas y mitad Yomas!... son igual o peor que ellos…

-Ellas también se alimentan de la carne y la sangre de los seres humanos… los hombres de La Organización las alimentan matando niños huérfanos… ¡con el dinero que cobran a la gente, los compran!… también se comen a los muertos de los cementerios, a los peores delincuentes y criminales cuando los sentencian a muerte…-Dijo otro niño con vehemencia.

¡Sus amiguitos estaban más y mejor informados que él! Raki sintió un nudo en el estomago al enterarse de que los Toltecas ya no existían. Lo que más lo impactaba era el hecho irrefutable que habían sido traicionados por la raza humana que habían jurado defender. Todos en La Organización eran hombres y todas las Malinches, mujeres. Ambos eran inmortales. Usaban la magia y ciencia de los Toltecas para tener la vida eterna y ser semidioses. Los hombres de La Organización vestían de negro, de sus manos escupían fuego. Eran magos y brujos poderosos, pero los Yomas lo eran más. Esos hombres no tenían alma y su magia no afectaba a los Yomas, pero mataba a los humanos. Para combatir a los Yomas existían las Malinches.

-Una Malinche no puede matar a un ser humano, sin importar el motivo, la razón o la circunstancia… ¡Es su ley principal!... quienes rompen esta regla son castigadas con la muerte. ¡Son perseguidas y cazadas por las otra Malinches hasta el fin del mundo!…-Dijo otro de los niños- Siempre deben obedecer a La Organización y una vez que acepta una misión deben cumplirla, ¡o ella mata al Yoma o el Yoma la mata a ella!…

Los niños hablaban con excitación. Raki guardaba silencio. El abuelo de uno de los niños era el jefe de la aldea. Desde el primer ataque estaba reuniendo el dinero para contratar una. Muchos se oponían. La gente de la aldea se aferraba al estilo de vida y a las tradiciones que los Toltecas les habían enseñado en tiempos remotos a sus antepasados. En su código de honor y justicia. Para muchos en el pueblo contratar una Malinche era traicionar otra vez a los nobles Toltecas. Era ofender a los dioses. ¡Era deshonrar para siempre a los caídos! Los niños escuchaban a los adultos discutir con vehemencia y a veces llegar a los golpes.

No solo por principios rechazaban a las Malinches. Esas mercenarias al final se convertían en Yomas totalmente de tanto usar sus poderes. A veces perdían el control de su lado inhumano y causaban más daños que los mismos Yomas. Eran seres amargados, crueles y sanguinarios. La ley principal les prohibía matar humanos, pero nada les impedía que les infligieran dolor sin hacerles daño, incluso de mutilarlos sin matarlos ¡y muchas lo hacían con sádico deleite cuando tenían la oportunidad!

-Pero al final quien puede encontrar y matar al Yoma es la Malinche-Dijo el nieto del jefe de la aldea- Mi abuelo esta haciendo todo lo posible por reunir el dinero, ¡pero son muy caras!... mi abuelo le dice a mi abuela que solo es dejarlas que hagan su trabajo y no acercárseles por ningún motivo… cuando mate al Yoma se ira y no regresara jamás… alguien que muere a manos de un Yoma solo encuentra descanso para su alma en el momento de que ese monstruo deja de existir. Los dioses lo envían al cielo si han sido buenas personas o al infierno para que paguen el mal que hayan hecho sin castigo en la tierra, cuando son purificados vuelven a nacer y tienen otra oportunidad… a los hombres de negro de La Organización los dioses los condenan a morir a manos de los Yomas o de las aberraciones que crearon tarde o temprano… los condenan a la nada cuando mueren, ¡ni al cielo o al infierno! Solo dejan de existir por que en sus cuerpos ya no tienen alma… las Malinches están condenadas al sufrimiento y el tormento eterno. Dicen que cuando fueron humanas hicieron cosas tan horribles, ¡tan terribles! que el peor castigo que idearon los Dioses era hacerlas volver a la vida como Malinches. Su destino es pelear para siempre contra los Yomas, ¡ser odiadas y despreciadas!… ni siquiera en la muerte hayan descanso, por que sus cuerpos son usados por los hombres de La Organización para hacer otras Malinches y sus almas, sin recuerdos de su vida pasada, ocupan los nuevos cuerpos otra vez…

A Raki no le gusto el mórbido interés con que los muchachos escuchaban. Clare siempre le había dicho que los dioses eran justos y compasivos. Ni a Raki o a Clare les gustaban las historias de los dioses castigando a la gente, por mucho que se lo merecieran. A los niños les quedo claro que los Dioses habían dispuestos que era el justo castigo para la Malinche luchar contra los Yomas hasta el fin de los tiempos. Uno de los niños dijo que tenía dinero ahorrado y se lo daría al jefe de la aldea para que pudiera contratar a la Malinche. Hasta a Raki le entusiasmo la idea.

Pero los niños no sabían que sus semillas de cacao no tenían valor alguno. Eran calderilla de zafios e ignorantes campesinos, algo para agilizar el comercio entre aldeanos. Se necesitaban monedas de oro, que no se dañaban con el tiempo como las semillas de cacao. Los niños le preguntaron al viejo el valor de una moneda de oro en semillas de cacao.

-100 sacos de semillas de cacao-Dijo. Entre todos no llegaban al saco completo. El viejo se mostro comprensivo con ellos. Ni aunque reunieran una montaña de semillas de cacao podrían ayudar. Nadie comerciaba con la aldea y las semillas no tenían ningún valor de intercambio para nadie, excepto para los niños. Antes del Yoma las semillas se usaban para pagar y comprar todo. Nadie tenía monedas de oro, plata o cobre por que no eran necesarias. El padre adoptivo de Raki era un modesto comerciante que nunca necesito otra cosa que no fuera semillas de cacao para sus transacciones. Incluso solo era un medio para que la gente pudiera hacer trueques entre ellas de las cosas que tenían a mano para cambiarlas por las cosas que necesitaban en el pueblo o con otros pueblos cercanos

Raki estaba abatido y decepcionado. Casi no comió en la casa de Clare. Murachi vivía con otros jóvenes sin familia en otra casa desde la muerte de los padres de Clare. No sería bien visto que ella y el vivieran bajo el mismo techo sin estar casados, ¡ya no eran niños! A Clare le pareció una débil excusa. Encarecidamente el muchacho le pidió a la joven que se quedara con Raki. Pero una tía le había ofrecido a ella su casa para vivir, pero solo a ella por que era de la familia.

Las casas en el pueblo se quedaban vacías de una en una. Nadie quería estar en la casa de alguien que había muerto a causa de los Yomas. Nadie quería mencionar sus nombres o hablar de ello. Clare decidió quedarse en su casa con Raki. ¡El Yoma no la iba a derrotar!... sintió vergüenza del chasco que se llevaron los niños con sus ahorros. ¡Eso era mejor que solo quedarse sin hacer nada esperando estúpidamente que el Yoma viniera por ti… o solo esperar que un Tolteca viniera a salvarlos!

Clare saco unas joyas de turquesa y jade que el padre de ella había hecho como regalos para ella y su madre. El trabajo artístico era increíble. Clare pensó que valdrían cuando menos unas pocas monedas de oro. Las otras joyas eran de cuarzo o de piedras de menor valor, pero el trabajo era de primera, cuando menos entre todas debían valer unas cuantas monedas de plata. Los padres de ella las guardaban para su dote cuando se casara. Raki la estaba mirando sin entender nada.

-Voy a dárselas al jefe para que pueda traer a la Malinche- Dijo por fin.

-Clare, ¿es verdad que a los Toltecas los traicionaron y los mataron a todos? ¿Qué ya no quedan ninguno?

-¿Dónde escuchaste eso?

Raki le conto a Clare lo que habían estado hablando los niños entre ellos. Esperaba que ella dijera algo.

-Raki, ¡es cierto!... pero no los mataron a todos… quedan algunos pocos… pero tienen que esconderse de los hombres de La Organización para que no los maten. ¡Pero no debes perder la fe, ni la esperanza!... si reunimos el dinero y la Malinche mata al Yoma ¡les estaremos haciendo un favor a ellos!…

-¿Un favor?- dijo el niño con extrañeza.

-Los Toltecas que quedan buscan afanosamente Manoa… ¡si ellos vinieran y matan al Yoma sus enemigos sabrían donde están!… por eso para ayudarlos es mejor dejar que sea una Malinche la que acabe con el Yoma… ¡así ellos podrán buscar sin distracciones la ciudad Dorada!…

-Pero… ¡todas las Malinches son malas!

-Todas no… ¡habrá cuando menos una que sea buena!... ¡Esa es la que vendrá al pueblo a matar al Yoma!

Raki lo dudaba. Pero Clare no. Siguió buscando entre sus cosas con la ayuda de Raki. En la mañana se llevo todo a la sala del consejo. Todos estaban maravillados con el bello trabajo artesanal del difunto padre de Clare. Todos sintieron vergüenza en recordar como habían enterrado a la pareja de esposos con miedo, a hurtadillas, como si hubieran sido ellos y no el Yoma quien los había matado. Como todos fingían que no había pasado nada.

Todos siguieron el ejemplo. Buscaron en sus casas todo lo que consideraban que fuera valioso y se lo daban al jefe de la aldea. El hombre sacaba sus cuentas en forma escrupulosa. No era suficiente todavía. Pero cuando menos estaban mas cerca que antes.

Los años pasaban. El Yoma seguía devorándolos y atormentándolos. El dinero lo reunían a costa de muchos sacrificios gota a gota. Ya cuando menos hablaban abiertamente del Yoma y de la Malinche que vendría a matarlo cuando hubieran reunido el dinero. Un viejo indignado decía que los perros de La Organización no se merecían ese dinero.

-Pero puede suceder que un Tolteca venga y lo mate… entonces ese dinero que hemos reunido se lo podremos ofrecer de recompensa… Por supuesto que un Tolteca verdadero jamás aceptaría semejante cosa… ¡pero nosotros quedaríamos como unos avaros y unos mezquinos si le ofrecemos una miseria!-Decía en sus desvaríos seniles a los niños, entre los cuales estaba Raki.

Los niños ya podían decir Yoma y Malinche sin temor a ser castigados. Raki le comento a sus amigos que Clare creía que la Malinche que vendría seria una Malinche buena

-¡Pues yo espero que no!-Dijo uno de los niños- ¡Yo quiero que venga la Malinche mas mala y cruel que tengan! ¡Que el Yoma se arrepienta de haber venido a nuestro pueblo!

-¡Yo también lo quiero! ¡Quiero una Malinche que sea en verdad malvada!... ¡una Malinche que vengue la muerte de mis padres y la de mis hermanos! ¡Que vengue la muerte de todos los que han sido asesinados por el Yoma! ¡Que mate al Yoma de la forma más cruel, horrible y escalofriante!- Dijo Raki muy convencido. Todos los niños estaban de acuerdo.

***

Murachi sacudía a Raki para que se despertara.

-¡Despierta flojo!-

Era de madrugada. Los días en que se pagaba tributo Murachi y los otros jóvenes iban a llevarlo. Raki desde que era niño siempre le había pedido que lo llevara. No era un niño, pero tampoco un hombre. Murachi le dijo que uno de los porteadores se había lastimado un tobillo. A Raki se le agrandaron los ojos, ¡Nunca había salido fuera de la aldea!

Clare y otras jóvenes estaban preparando la comida. Raki se sentía en el cielo sentado por fin entre los hombres… a pesar de ser un pigmeo entre gigantes. La comida era pobre, arepas y casabe. Un caldo que era más agua caliente con sal que caldo. Todos en la aldea dormían. Los jóvenes tenían entre 16 y 24 años, eran fuertes y musculosos. El Yoma todavía no les había quitado su fuerza vital del todo.

Afuera había una recua de llamas. Estos animales no soportaban mucha carga y se veían enfermos. El jefe de la aldea sacaba cuentas y uno de sus ayudantes anotaba haciendo nudos en un Quipu. Cuando le pusieron a Raki en su espalda la carga que tenía que llevar se arrepintió de sus malas notas en la escuela. La cinta en su frente le ayudo a distribuir mejor el peso. Desde niño ayudaba a su hermano cargando piedras desde la cantera. Parecía una hormiga con una carga del doble de su tamaño y de su peso.

El joven ayudante de los Quipus solo era mayor que Raki por cuatro años y era quien lideraba al grupo por sus buenas notas en matemáticas. El viejo jefe de la aldea no los iba a acompañar... ¡Pagar el tributo anual, que el pueblo sobreviviera otro año y reunir el dinero para la Malinche era una eterna pesadilla para el jefe de la aldea!... El anciano solo quería dormir hasta el mediodía sin que nadie lo molestara.

Raki siempre quiso preguntarle como era un Yoma. El anciano jefe se había salvado por los pelos de uno en su juventud y nunca había hablado con nadie sobre eso. Era uno de los pocos seres humanos en ver a un Yoma en su forma real y seguían con vida, ni volverse locos de atar. Raki había escuchado que el padre del jefe de la aldea había sido poseído por un Yoma en su pueblo de origen cuando el anciano era joven. La gente cuando estaba más frustrada y agobiada hablaba de que el viejo “hijo de Yoma” era el culpable de todas sus desgracias y calamidades. Lo decían a sus espaldas o en su cara cuando estaban a punto de explotar, ¡de estallar!, de enloquecer de la desesperación y la impotencia

El viejo no permitía que nadie le faltara el respeto, pero entendía que la gente necesitaba ese desahogo. Solo guardaba un silencio digno mientras fingía no saber o no haber escuchado el peor insulto que se le podía decir a alguien del pueblo. Nunca castigo a nadie, ni trato de reprimir a nadie. Con solo presentar su renuncia para que eligieran a otro callaba a todos y era reafirmado en su cargo cuando la animadversión se hacia insoportable. Al final harían todo lo que él dijera por que nadie quería la responsabilidad de mantener unido el pueblo año tras año mientras el Yoma los iba desangrando

Murachi era imponente. Su cuerpo hercúleo soportaba la carga más grande y pesada sin demostrar incomodidad. Raki se estaba derrengando y era el que menos peso llevaba del grupo. Pero no se quejaba y les seguía el paso sin quedarse atrás. El joven de los Quipus precedía el cortejo seguido mansamente por las llamas y los porteadores. Había otros jóvenes, pero estos solo se encargaban de arrear las Llamas. Raki maldijo mentalmente al Yoma cada vez que estaba a punto de caerse con su carga. Las llamas y alpacas del pueblo morían por la perdida de su fuerza vital o comidas por los aldeanos

La jornada era agotadora. Después de una caminata ininterrumpida de varias horas por fin llegaron a una colina. Allí pudieron dejar su carga. Raki estaba muerto de cansancio. Los jóvenes que habían estado arreando las llamas empezaron a desenrollar los bultos y acomodar todo para presentar el tributo al Ahau. El tributo era pobre y el muchacho de los Quipus trataba de disimularlo lo mejor que podía.

Raki miraba desde la colina a su aldea. A su izquierda estaba el desierto de Acatama y a su derecha las montañas. Se puso las manos como visera para ver el bosque de los monolitos. Su casa, en las afueras del pueblo. El verdor del bosque contrastaba con el amarillo desierto. Se decía que el desierto de Acatama fue el lugar en que Nube de Obsidiana, uno de los Yoma primigenios, hizo su morada en los tiempos antiguos. Acatama era una tierra muerta y ningún ser vivo podía cruzarlo.

-¡Raki, ven aquí!- lo llamo su hermano mayor. Raki fue corriendo.

-¡Escúchame!-Dijo Murachi serio- dentro de poco vendrán las tropas del Ahau. Siempre dales la espalda y jamás los mires a la cara o les hables sin que ellos te den permiso. ¡Mantente siempre a mi lado!... estamos impuros por todo este tiempo en que hemos estado albergando a un Yoma en nuestra aldea… no necesitan razones para matarnos, ¡solo una excusa!

Las tropas llegaron armadas hasta los dientes y los rodearon. Murachi le dijo a su hermano que cerrara los ojos y no se moviera. El que parecía ser el jefe estaba visiblemente molesto por el escuálido tributo de los aldeanos. Raki escuchaba como el muchacho de los Quipus le explicaba que las cosechas eran cada vez más malas y que eran menos en el pueblo. Lo que no veía era que el joven le daba la espalda al duro capitán con un soldado a cada lado apuntándolo con sus lanzas.

¡El tributo no era suficiente! La carne y las pieles de las Llamas fue agregado para compensar la diferencia, pero los aldeanos todavía debían. Raki escucho como los pobres animales eran sacrificados allí mismo. Aparte del tributo, los aldeanos llevaban artículos para cambiarlos por el dinero que necesitaban para contratar a la Malinche. También fueron confiscados. Todavía debían dinero. Los harapos que llevaban puestos era todo lo que les quedaba, ¡el obtuso militar no los quiso!

Los jóvenes regresaron cabizbajos con las manos vacías. Raki se moría de la rabia y el coraje. ¡El Ahau no tenía ningún derecho de confiscarles lo que no era suyo! Según las leyes solo le correspondía la mitad de lo que ellos producían en un año. La otra mitad era usada casi en su totalidad para reunir el dinero que necesitaban.

-Si quieres llevar en persona tu queja al Sapa Inca ¡adelante!-Dijo uno de ellos con sarcasmo

-¡Por supuesto que lo hare!-Dijo el muchacho sin entender que era una broma.

-Raki, ¡nadie puede entrar o salir del pueblo!-Dijo el joven de los Quipus con desanimo- las tropas del Ahau mantienen a la aldea en estricta cuarentena. Al que trate de escapar de la aldea, ¡lo matan!

Raki se quedo mudo. Había personas que solo desaparecían en el pueblo y el siempre había creído que era por el Yoma. ¿Habrían logrado escapar o los habrían matado?...

-Mantener ese ejército debe de costarle mucho dinero al Ahau- dijo Raki con dudas todavía- ¿Por qué no contrata él a una Malinche para que acabe con el Yoma?

-Por que es más barato y fácil para él matarnos a todos, Raki. ¡Por eso pagamos el tributo sin falta todos los años!

-Al final solo es esperar… el ultimo que quede vivo en el pueblo, ¡tiene que ser el Yoma!- Dijo otro de los jóvenes con humor negro.

La aldea de Raki era pequeña e insignificante. Matar a todos los aldeanos era mejor que dejar escapar a un Yoma para las autoridades y el poder constituido. Las tropas ya habían matado a varios que habían tratado de escapar. Hombres, mujeres y niños, ¡familias enteras! habían sido asesinadas sin piedad, ni compasión. Sin titubear o dudar. El pueblo estaba maldito y las otras aldeas le pedían al Ahau que destruyera ese lugar maléfico a sangre y fuego mientras el Yoma era todavía posible matarlo con armas humanas. Los Yomas revelaban su forma verdadera una vez que los mataban… ¡Varios le habían aconsejado al Ahau que fuera matando a los aldeanos de uno en uno hasta dar con el Yoma!…

Ya era más de medio día cuando los jóvenes llegaron por fin. Encontraron a la gente abatida y triste. ¡El Yoma les había dado el golpe de gracia! En una sola noche había matado a todos los que recientemente habían sido iniciados. A los que no eran ni niños, ni hombres o mujeres. A todos aquellos que tenían entre 12 y 13 años. El Yoma les había quitado la fuerza vital y el alma. Niños y niñas solo eran momias carbonizadas que se volvían un montón de cenizas si los tocaban.

Algunos no lo pudieron soportar más. La única escapatoria era la locura y la demencia. El horror rompió en ellos la fina línea entre la pesadilla y la realidad. Muchos lloraban sin vergüenza, ni pudor, victimas de la histeria, en total colapso nervioso. La mayoría solo guardo silencio. Raki estaba anonadado, ¡El era el único sobreviviente de su generación! La desesperación, la angustia y la impotencia los consumían. ¡El Yoma iba a matarlos a todos! ¡Con el paso de los años se había hecho más fuerte y poderoso! ¡Era ahora invencible y todos iban a morir!

El viejo jefe de la aldea apareció. Sus ojos rojos estaban secos de tanto llorar cuando se entero de la muerte de su amado nieto. Se veía acabado y envejecido. Además de su nieto el Yoma también había matado a sus hijos hacia tiempo, su único consuelo era que hasta ahora el Yoma solo se había dedicado a matar y a devorar a los adultos, a su nieto y a los otros jóvenes les quedaban 12 años aún de protección. El Yoma no podía quitarles su fuerza vital, ni sus almas aunque los matara. Los cadáveres carbonizados de los jóvenes le demostraron que ya podía hacerlo. ¡Era ahora más fuerte y poderoso que antes! Ya no podía morir con armas humanas. Aunque supieran ahora quien de ellos era el Yoma, ¡ya no había forma humana para matarlo!

El viejo jefe se daba cuenta que su derrota era total y completa. Todos los ojos se clavaron en él, pero el anciano miraba al desierto, a la lejanía. Miraba el horizonte muerto de Acatama. No se veía nada, pero el anciano seguía tercamente mirando, oteando en la distancia. Solo quedaba ahora una esperanza y el anciano se aferraba a ella como quien se sujeta de un clavo caliente para no caer al vacío. De la curva del horizonte fue apareciendo la cabeza, el torso y las piernas de una persona. Caminaba a paso seguro al pueblo con un retintín metálico apenas audible.

Ningún ser humano podía cruzar el desierto de Acatama y sobrevivir. Los que en su desesperación quisieron escapar del pueblo por el único lugar que los soldados no custodiaban ni vigilaban, fueron muertos por el inclemente desierto. ¡Ningún ser viviente podía cruzar el desierto de Acatama! La silueta se acercaba más con su tintineo metálico apenas audible. Los aldeanos se arremolinaban e hipnotizados veían como esa persona se acercaba a ellos cruzando la tierra sin vida, el desierto muerto, la antigua guarida de Nube de Obsidiana.

Ningún ser humano podía encontrar al Yoma y vencerlo. ¡Pero allí estaba ella! Su silueta era borrosa por el resplandor del sol. Sus formas y curvas femeninas se recortaban en el horizonte. Todos se quedaron viendo a la Malinche que paso a paso se acercaba hacia ellos. ¡Era veneno contra veneno! Un monstruo igual o peor al demonio que desangraba y destruía al pueblo. Muchos se preguntaban si el remedio no seria peor que la enfermedad. ¡Pero solo ella tenía el poder y la fuerza para vencer al demonio Yoma!

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