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Las pajas con mi prima Camila

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Verano. Años 70.

Mi burra y las ovejas de mi prima Camila estaban apastando en el monte Xiabre. Mi perro, Toni, pasaba el tiempo corriendo detrás de las mariposas. A lo lejos, encima de una gran roca, dos lagartas, con las cabezas levantadas, tomaban el sol. Los grillos estaban dando su serenata. Los cuervos, con sus graznidos, asustaban a los herrerillos, que huían volando de pino en pino. Las ranas en una charca que estaba a punto de secar croaban para que lloviese... Camila y yo estábamos boca arriba sobre la hierba, mirando pasar las nubes. Cada nube tenía una forma diferente, que si un tren, que si una carreta, que si una teta...

-Mira, esa parece un cerdo -me dijo mi prima Camila señalando una nube con el dedo.

Yo le tenía ganas a mi prima, y ese comentario, dio pie para entrarle.

-Creo que el cerdo lo soy yo -le dije.

-¿Te lavas poco?

-No es eso. Tengo fijación por las bragas.

-¿Usadas?

-No, recién lavadas.

-Siempre fuiste muy raro.

-¿Por qué lo dices?

-Por qué una braga usada tiene el olor del coño, y una recién lavada, no.

-¿Oliste alguna vez un calzoncillo usado?

Mi prima Camila era una moza delgadita, de ojos negros, tetas pequeñas, pelo negro y largo y bajita y tenía mucha confianza conmigo. Se puso de lado. Arregló el cabello. Puso una mano en el mentón. Sonrió con picardía...

-No soy una santa. Ya tuvimos esta conversación la semana pasada. Me preguntaste si me hacía pajas y te dije que sí. Ahora hablamos de bragas. ¿A quién le viste las bragas?

-Vi las de Carmiña, las de Lolita... vi muchas bragas y todas eran blancas.

-No me creo que te follaras a ninguna de ellas. Te imaginarás que tienen las bragas blancas, pero eso de verlas...

-Yo no hablé de follar. También vi tus bragas.

Se sorprendió

-¡¿Cuándo?!

-Cada vez que ponéis la ropa a secar en la cuerda de tender.

-No había caído en eso. ¿Y qué haces al verlas?

-Imaginar lo que hay debajo.

Se volvió a echar boca arriba.

-¿Te haces una paja imaginando que le quitas las bragas y le ves los pelos del coño y la raja a una chica que te gusta?

Llevaba una semana preparando la respuesta en caso de que me lo preguntara.

-¿Tienes los pelos del coño negros?

-¿Te pajeas pensando en mí?

-¿Los tienes negros?

-Sí. Tengo un bosque de pelo negro ¿Te pajeas pensando en mí? -me volvió a preguntar.

-Sí, me pajeo hasta pensando que te estás pajeando.

-¡¿Tanto te pongo?!

-Mucho más de lo que te puedas imaginar. ¿Quieres saber lo que te hago?

-Cuenta.

-Te meto la lengua...

-¿Dónde?

-En la boca.

Camila cerró los ojos.

-¿Sólo?

-Más adelante te la meto en el culo y en el coño, pero antes...

Mi prima puso la mano derecha sobre su pubis.

-¿Me lames el agujero del culo?

-Sí.

-¿Despacito?

Despacito fue bajando ella la mano hasta el coño.

-Sí.

-¿Me lames la pepitilla?

-Sí.

Vi como su mano apretaba el vestido contra el coño.

-¿Cómo me la lames?

-Hacia arriba, hacia los lados, alrededor. Te chupo la pepitilla. ¿La tienes grande como me imagino?

-De empalmada es inmensa. ¿Me lames los labios del coño?

-Sí, y te los chupo antes de meter mi lengua en tu coño. ¿Lo tienes estrechito como me imagino?

-Sí. ¿Me corro?

-Yo me corro en tus tetas. Tú te corres en mi boca y bebo tu jugo. ¿Es dulce cómo pienso?

-No, pero sabe bien.

-Antes de hacer eso, te quito la blusa y el sujetador, blanco...

-Negro, mis sujetadores son negros.

-Te lamo y te chupo las areolas y los pezones de color carne...

-Marrones, son marrones.

Entré a saco.

-¿Me enseñas una teta?

-No.

Casi imploré.

-Se buena.

-¿Qué harás al verla?

-Mujer, me gustaría chuparla.

Desabrochó tres botones de la blusa. Bajó una copa del sujetador negro y vi una teta preciosa con una gran areola marrón y un pezón que me pareció inmenso.

-¿Puedo chuparla?

-Chupa, pero sólo un poquito.

Lamí primero el pezón y después mamé un par de minutos aquella teta suave como la seda. Paré de mamar al quitarme la cabeza. Me sorprendió al bajar la otra copa y sacar la otra teta. Volví a lamer y mamar hasta que me volvió a sacar la cabeza de encima de la teta.

-Ahora chupa las dos -dijo, sonriendo.

Le comí las tetas hasta que empezó a gemir. Le debió dar vergüenza que la sintiera gemir. Me apartó la cabeza por tercera vez

-Ya está bien, goloso -dijo, con voz azucarada.

Guardó las tetas. Su cara estaba roja como un tomate maduro y yo tenía un lamparón de aguadilla en el pantalón.

Ya entré a matar.

-¿Tiramos una paja juntos, Camila? -le pregunté.

Me iba a sorprender.

-Podemos tirar una paja sin tirarla, una paja de primos.

-¿Y eso cómo se hace?

-Sin querer, queriendo. Sin meter, metiendo.

-Empieza.

-¿Cómo tienes la polla?

-Gorda.

-¿Muy gorda?

-Toca y lo sabrás.

No se cortó. Sin mirar, extendió una mano y agarró mi polla, que estaba bajo un pantalón de pana que me quedaba flojo. Al mojar su mano con la humedad de mi pantalón vi como apretaba el vestido con la otra mano hasta que sus dedos se hundieron entre sus piernas.

-Es gorda, es. ¿Cuánto te mide? -preguntó al quitar la mano

-Nunca la medí, pero es larga.

Camila se quedó callada casi un minuto, con los ojos cerrados y con su mano sobre el coño. Estaba apretándolo y moviendo sus dedos, pero tan lentamente que casi no se notaba

-¿Y este silencio? -le pregunté.

-No podía hablar con la boca llena -dijo, abriendo los ojos.

-¿Que tenías en la boca?

-En la boca el coño de Margarita, en mi culo tu polla.

Mi polla latió y soltó más aguadilla al oír sus palabras.

.¿Te gustan las chicas?

-Las guapas de tetas grandes.

-¿Ya has comido algún coño?

-Dejemos eso para otro día.

-¿Puedo tocar tu coño?

-Toca, pero por encima de las bragas.

Me puse de lado. Abrió las piernas. Le toqué el coño por encima de las bragas. Las tenía mojadas. Volvió a gemir al sentir mi dedos acariciar su raja y su clítoris.

-Estás húmeda -le dije.

-Húmeda, no, chorreando -me contestó.

-¿Nos damos un beso?

-Sin lengua.

Nos besamos sin lengua. Camila me volvió a coger la polla. Sintió como latía. Metí otra vez mi mano debajo de su vestido. Camila apartó las bragas para un lado. Mi dedo medio tocó su coño empapado. Le metí el dedo en el agujero del gozo. Se le escapó un gemido delicioso. Puso su mano encima de la mía, y cada vez que sacaba el dedo, ella empujaba hacia abajo hasta que la palma de mi mano apretaba su clítoris, y cuando esto pasaba, movía la pelvis hacia arriba, hacia abajo y alrededor. Apareció su lengua en mi boca. Aparecieron otra vez sus gemidos. Ya eran deliciosamente sensuales.

-Me voy correr, primo -susurró en mi oído.

Abrí la cremallera del pantalón. Saqué la polla, Camila la cogió y me la meneó. Estaba tan caliente que con media docena de sacudidas le llené la mano de leche espesa y calentita.

-¡Me corro, primo, me corro!-dijo con voz grave al sentir mi leche en su mano.

Se corrió echando la pelvis hacia arriba, gimiendo y chupando mi lengua. Acabó. Se miró la mano. Le pasó la lengua a la leche.

-Tiene un sabor raro -dijo.

-Lo sé.

-¿Bebiste tu leche?

-La probé más de una vez. ¿Te escandalizas?

-¡Qué va! Yo chupo siempre los dedos mojados de las corridas de mis pajas.

Le di mi pañuelo y se limpió la leche de la mano.

-Esta leche es el peligro, si no, con lo cachonda que estoy te follaría ahora mismo.

-¿Compro condones para la próxima? -le pregunté mientras guardaba la polla.

-No, los condones se rompen. Pero me podías dar por culo.

Bruta, era, pero las cosas las decía claras.

-¡¿Aquí?!

-No, hombre, no. En tu casa, o en la mía, un día que estemos solos. Allí hay mantequilla, aceite o manteca. ¿Puedo quedarme con tu pañuelo?

-Queda.

-Esta noche van a caer dos o tres -dijo metiendo el pañuelo mojado entre las tetas.

-¿Pajas?

-No, pajazas. ¿Tú te metes el dedo en el culo?

-No.

-Yo lo hago muchas veces

-¿Lo meterás esta noche?

-Sí. ¿Imaginas que polla me estará follando el culo?

Supuse que sería la que había tenido esa tarde en la mano.

Ladró mi perro. Venía alguien. Era mi primo Andrés, el hermano de Camila. Por ese día se acabara la fiesta.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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