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Agripina, la más deseada

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En tiempos del Imperio romano, donde las madres enseñaban a follar a sus hijos. Los padres se tiraban a los hijos y a las hijas. Los hermanos se follaban a las hermanas. Las doncellas a sus esclavas y esclavos, a sus amigas y enemigas. Donde las orgías estaban al orden del día y donde los dioses no se metían en la vida sexual de los humanos, o si lo hacían era para follar como descosidos, (véase Leda y el Cisne) en esos tiempos vivió un doncella llamada Agripina.

Agripina era alta, delgada, de ojos color avellana, tetas pequeñas, fina cintura y grandes caderas. Era hija del Senador Celsus y de su esposa Claudia. Vivía en una villa. Tenía a su servicio personal a Aregoma, una esclava negra, con ojazos negros, espigada, delgadita, con grandes tetas y tremendo trasero.

Agripina era la dama más deseada por tribunos, senadores, legionarios, gladiadores, escribas... por el Cesar, su esposa, sus hijas, por todas las damas y por toda la plebe de Roma que habían tenido el placer de conocerla.

Agripina era muy hermosa, y decían que en gran parte se debía a los masajes faciales que le daba su esclava etrusca Aregoma... Esa tarde le estaba dando uno de ellos. Agripina, boca abajo en la mesa de masajes, desnuda, oleada con aceite de oliva perfumado, tenía a Aregoma, también desnuda, sentada en su espalda, dándole un masaje facial, y le decía:

-Tanto me adulan que voy a acabar por creer que soy la dama más hermosa de Roma.

-Podéis creerlo, lo sois, ama.

Entró en la habitación Celsus, el padre de Agripina. Un cuarentón de pelo cano, alto y entrado el carnes, se acercó a la mesa, levantó la túnica, y puso su pequeña y empalmada polla en la boca de su hija. Agripina, sin manos, chupó la polla. Aregoma descabagó de su ama, y le comenzó a masajear la espalda... Al llegar al culo masajeaba las nalgas, las abría y follaba con un dedo su ojete... volvía a masajear nalgas, espalda, hombros y costillas, una y otra vez... Todo lo hacía despacito. Pasado un tiempo, cuando Celsus se iba a correr, le dijo a Aregoma:

-Ya tienes listo tu ingrediente secreto, esclava.

Aregoma se volvió a sentar en la espalda de Agripina. Celsus, al comenzar a correrse, sacó la polla de la boca de su hija, y se corrió en las manos de Aregoma. Con la leche, la esclava, acabó de darle el masaje facial a Agripìna.

Al acabar el masaje facial, le preguntó Agripina a su padre:

-¿Le enseñasteis algo nuevo a mi hermano Justino?

-Hoy le vamos enseñar el trenecito.

-¿Puedo mirar cuando lo hagáis?

-Sí, hija, sí, y puedes llevar contigo a tu esclava.

Celsus abandonó la habitación. Aregoma desmontó de nuevo. Agripina se dio la vuelta, y le dijo:

-Termina.

Aregoma echó aceite sobre el vientre de su ama. Lo masajeó. Subió al cuello. Bajó a los hombros. Volvió a echar aceite sobre las tetas. Masajeó las tetas con una mano y con las dos. Las apretó y le chupó los pezones. Bajó masajeando. Masajeó alrededor del coño peludo. Siguió masajeando hasta los pies. Masajeó plantas, dedos, tobillos y talones y volvió masajeando el interior de los muslos hasta el coño. Echó aceite en él. Con los dos dedos pulgares masajeó los labios del coño y los metió dentro de la vagina, después acarició el clítoris. Agripina, gimiendo, le dijo:

-Lengua, Aregoma, lengua.

Aregoma le lamió los labios del coño. Le lamió el culo y le folló el coño con la lengua. Le metió tres dedos en el coño. La masturbó con ellos. Le lamió el clítoris, y al rato...

-¡Voy a llegar al Olimpo!

Agripina se corrió haciendo un arco. Argemona no quitó la lengua del clítoris hasta que su ama no dejó de gemir.

Al acabar fueron a otra habitación y se metieron en el baño. Un baño que ocupaba la mitad de la estancia y que tenía unas escaleras para bajar. Allí, Aregoma, lavó a Agripina. De allí fueron a la habitación de su ama y la ayudó a vestirse. Cuando Agripina salió al jardín. Aregoma, arrimada a la pared, se metió dos dedos en el coño, y ni dos minutos tardó en encogerse gimiendo de placer. Al acabar, metió en la boca los dedos empapados de su corrida y se los chupó.

Llegó la noche. Agripina y Aregoma fueron a la habitación de Celsus. Allí estaba su hermano en la cama lamiéndole el coño a su madre. Justino, al verla, le dijo:

-¿Gustas, hermana?

Agripina se quitó la túnica, se metió en cama, y a cuatro patas, le empezó a comer el coño a su madre, el coño peludo y mojado de una mujer rubia de 42 años, con pequeñas tetas y cuerpo delgado... Su hermano le lamió y le folló el coño con la lengua... Celsus, le quitara la túnica a Aregoma y le estaba chupado sus grandes y negras tetas.

Justino, que era un veinteañero, alto, rubio, de ojos azules, de cuerpo musculado y guapo, le metió la polla en el coño a su hermana... Al rato empezaron a gemir Claudia y Agripina. Argemona, a la que follaba Celsus, por detrás y de pie, y que tenía la cara arrimada a la pared, se frotó el clítoris buscando el orgasmo, y lo encontró. Todos oyeron sus gemidos de placer al correrse, y esto hizo que Agripina y Claudia la acompañaran en su viaje al Olimpo. Celsus, además de los gemidos de Aregoma, de su esposa y de su hija, sintió como el coño de la esclava apretaba su polla y la bañaba de jugo con su corrida.

Sacó la polla empapada del coño de Aregoma. Fue a la cama y se la metió en el culo a su hijo, diciendo:

-Esto es el trenecito, Justino.

A Justino le entró la polla de Celsus como un tiro, se ve que no era la primera vez que lo enculaban, y le debió de gustar, ya que al correrse su padre dentro de su culo, él se corrió dentro del coño de su hermana.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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