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Chantaje (V): Un paso a lo prohibido
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Ese día pareciera que la fiesta continuaría o por lo menos así lo pensé, por un instante me arrepentí de haber ido, pues al ver la situación, parecía que sería de lo más aburrido, todos demasiados crudos, con caras de desvelados, un gran arrepentimiento me invadía cuando la voz llamaba a mi hermano, quede ahí yacida con los ojos irritados por falta de descanso perdí la noción del tiempo.

-Valery, ya te instalaste, porque hay que prepararnos para la noche buena.

Entre mi cara de sorpresa y el optimismo de mi madre, sabía que esto estaría peor de lo que ya se encontraba. El día transcurrió como si nada, más bien pareciera que era un día cualquiera, ya por la tarde mi madre nos dice que nos alistemos para la cena, para mí era todo un fiasco, en ese momento pensé que estaría mejor en casa.

Ya entrada la noche nos fuimos a casa de su otro hermano de mi madre del tío Javier, quien al escuchar el timbre de su hogar nos recibió, comenzó saludando a sus hermana y cuñado, así como a sus sobrinos, más cuando me vio sus ojos se le iluminaron de forma especial -que sorpresa Valery, tanto tiempo sin verte, pues cada día que pasa te pones más hermosa -tomándome de una mano para hacerme girar, como si estuvieran bailando, y así, mi tío admiró mi ondulado y tentador cuerpo. Esa noche llevaba un vestido negro, que dejaba mis hombros al descubierto y se adhería a mis curvas como una segunda piel, y mis altos tacones negros causaban que a cada paso, mis redondas caderas se balancearan de modo sugerente.

Mi tío Javier era el más bajito de estatura de su familia, de barriga más prominente, proporcional a su cuerpo recio. No titubeó para posar su ancha y tibia mano en mi cintura, el calor de su mano, me transmitió otra clase de sensaciones, muy similares a las producidas por las manos de mi hermano cuando recorre mi cuerpo. Él aprovechó para acariciar mis brazos, cabello y espalda, caricias que no pasaron desapercibidas, ya que no tenía un pelo de inocencia. Y así como mi tío no retiró su mano izquierda de mi espalda, pose una de mis manos sobre su muslo derecho en un gesto de fingida ingenuidad.

-Caray, Valery, eres tan hermosa que hasta me arrepiento de ser tu tío, pues de lo contrario, no dudaría en cortejarte -dijo él besándome una mano. Me ruborice genuinamente, y sonreí: -Qué exagerado eres, tío. Pero te agradezco el cumplido. Le di un beso en la mejilla -paso tío- le dije, y me asegure de contonear muy bien mi portentoso trasero para el placer visual del tío. Camine tras mi familia al parecer éramos los primeros, Antonio estaba en la ventana, camine hacia él, y en voz baja le dije: -el tío está más afectuoso conmigo, que de costumbre. Si de hecho hermanita vi cómo te devoraba con su mirada ese culote que se te ve.

Minutos más tarde llegaron los demás familiares, su hogar cobijaba un fuego que proporcionaba una agradable y oportuna calidez. Los adornos navideños también estaban presentes. Pronto arrullamos al niño dios, entre risas, alegría y dicha por estar reunidos. La cena transcurría entre platica, añoranzas, ya pasada la media noche la mayoría de los familiares estaba entre sueño, ebrios, unos comenzando a retirarse lentamente. Cerca de las 3 de la mañana ya solo éramos mi tío Javier, mis tres hermanos y yo tomando y riendo, pasando un momento agradable, minutos después Chuy y Juan se sintieron mareados y le pidieron a mi tío que los dejara descansar, Toño los acompaño dejándonos solos a mi tío y yo.

-Tío, antes me dijiste que por poco te arrepentías de ser mi tío pues, siéndolo, no puedes cortejarme -y mientras decía esto, se puso de pie, y sus manos se dirigieron hacia el lazo que ceñía su vestido por la cintura. Tras desatar el lazo, cayo la prenda alrededor de mis pies, para detenerme ante mi tío, solamente con mis tacones -déjame preguntarte, tío, ¿quién dice que por ser mi tío no puedas amarme?

Me hinque como ramera en medio de sus piernas, sus ojos estaban muy abiertos.

-¿estás seguro de esto? -tartamudeó él.

-Es mi deseo que seas feliz, tío, además, sé que te mueres por poseerme, me encanta cómo me ves, ¿qué tiene de malo que desee cumplir tu fantasía? ¿Qué tiene de malo que nos amemos con intensidad? -Le dije, mientras escrutaba los pantalones de mi tío hasta hacer brotar su pene, oscuro y grueso, muy duro, con las venas muy marcadas. No era más largo que el de mi hermano.

-No puedo creer que esto esté sucediendo, ¿tienes idea cuántas veces me la jale imaginando que estábamos cogiendo? -dijo mi tío.

-y en esas fantasías tuyas, ¿qué cosas me hacías? ¿Cómo me portaba yo? Eras muy puta, y me la mamabas mucho, me cabalgabas, te la dejaba ir por el culo -en eso suspiró repentinamente, cuando su pene rechoncho desapareció en medio de la boca de su sobrina, se tensó mientras empezaba a mamársela lentamente. Minutos después se relajó, ya estaba disfrutando la comida de verga, “chúpame las bolas”, me pedía, y su excitación era incontenible al constatar que su escultural sobrina obedecía sin oponerse, sus ojos iluminados de lujuria, sus rasgos tenuemente orientales convertidos en una máscara de deseo, de putería.

Mi tío me tomo de las manos, poniéndonos de pie. Volvimos a besarnos, cual pareja de amantes, recorrió a su antojo mi cuerpo, apretándome las nalgas y los pechos, arrancándome gemidos rebosantes de concupiscencia. Luego, me acomodó sobre el sillón, indicándome que dejara mis piernas colgando sobre los brazos del mueble. Mi tío se hincó y hundió su cara peluda en mi sexo. Me estremecí y temblé sin control, clavando mis uñas en el cabello de mi tío. -¡Ay, tío, qué rico me estás comiendo! llevándome unos dedos a mi boca, mi cara enrojecida y mis pechos hinchados, todo un espectáculo para Antonio que veía como su hermanita disfrutaba tanto como él pues en la penumbra, se masturbaba.

Lamía mi rajita, usaba sus gruesos y cálidos dedos para estimularme, metiéndomelos en la vagina, en tanto prensaba entre sus labios mi clítoris, haciéndola aullar de prohibido placer. Mi tío se puso de pie, considerando que ya me encontraba en el punto justo para ser penetrada, y se desvistió ante su sobrina, sonreía y resoplaba, muy dispuesta a ser poseída por aquél hombre cincuentón, gordo y velludo, que era mi tío. Él me llevo hasta el sofá y se sentó, acomodándose de manera que su pene erecto fuera fácilmente montado. Se la volví a chupar frenéticamente, y cuando la sentí muy dura le recorrí con mi lengua el glande succionando y su alarido de mi tío anunciaba una explosión y comenzó a aventar candentes chorros de esperma. “¡Así es, trágate a tus primitos, zorra!”, en tanto bañaba de leche mi rostro y busto.

Después, limpie con mi boca el pene de mi tío, resoplando ruidosamente, su lengua aviesa desplegada con inusual hambre. Mi hermano apareció entre la oscuridad con su miembro muy duro, totalmente desnudo, me tomo por las caderas, y me apoye de nuevo en los gruesos muslos de mi tío, cubiertos de abundante vello. “Eres mi gorila lindo”, le susurre a mi tío antes de volver a besarlo en la boca, mientras Antonio iba penetrándome. Mi tío Javier acariciaba mi hermosa cara y los pechos de su libidinosa sobrina, mientras su sobrino mayor se la cogía, gemía como una loca, muy necesitada de verga. Toño se aferraba de mis nalgas y bombeaba con mayor fuerza, hasta que ambos alcanzamos juntos el clímax, gritando como si fuéramos víctimas de torturas, mi hermano estalló adentro. Nos dejamos caer sobre el sofá, respirando con pesadez, a causa de la faena, bañados en sudor. Me puse de pie y tome el vestido que yacía sobre la alfombra. Me iré a dar una ducha, podemos festejar la navidad, les guiñe un ojo y me marche desnuda a bañarme.

El abrir de aquella puerta hizo que abriera de mis ojos y al ver que se trataba de mi madre me quede pasmada, paralizada, mas ella me pregunto “¿Estas bien hija?”. Me llevo un instante responder “si, si mamá”, mire mi cuerpo y todo aquello había sido un simple sueño. “Hija Valery despierta dormilona hay que ir a comprar los obsequios, necesito que tú y Toño ya que tu padre y hermanos están descansando”. Para mi mala fortuna esa noticia simplemente no me agradaba, hubiera querido seguir en aquel sueño para disfrutar de mi perversa mente.

Llegamos a una plaza comercial ahí mi hermano se sentó en una banca mientras mi madre y yo veíamos en las boutique, al mirar mi reflejo en el vidrio, observo que mi hermano me observaba muy detenidamente y no era para menos, pues mi suculento trasero apenas estaba cubierto por unas finas mallas negras ajustadas, señal de que se me miraba un impresionante culazo; gire mi cuerpo para quedar de perfil y ver por mis propio ojos y en verdad era un perfecto, redondo, macizo y levantado culazo. ¡Una delicia de culo! Diría yo, solo cubierto por la fina tela de las mallas, parecía que no llevaba nada debajo, que no llevaba bragas, pero si observaba bien se podía observar un fino y sucinto tanga que salía ligeramente por la parte superior de mis dos nalgas, perdiéndose lascivo entre ellas y uniéndose en la cintura.

Seguimos buscando de aquellos regalos y en las siguientes tiendas mi hermano no dejo de mirarme el culo y las piernas, aunque más disimuladamente pues mi atuendo no pasaba desapercibido, pues llevaba un abrigo de piel que me llegaba hasta la cintura, unas mallas negras y unas botas altas con tacón, de forma que resaltaban además de mis hermosas y torneadas piernas, mi culo redondo, macizo y respingón. Lo cierto es que mi hermano no solo era el único macho que pareciera estar en celo, varios hombres de todas las edades me miraban lascivamente, sus miradas llenas de lujuria, miradas impúdicas que eran presas de mi belleza.

Ambos cargábamos las compras, nos dirigimos al auto y nos dispusimos a regresar, durante el camino decidimos pasar al tianguis para comprar para la cena, a nuestro paso encontramos puestos de ropa, ahí me percate que un señor de más menos unos 50 años, disimuladamente también echaba un vistazo a las prendas y ocasionalmente restregaba la parte frontal de su pantalón y sus manos con mis nalgas. Voltee de reojo a ver a mi hermano que observaba desde la sombra de la lona aquella escena, me hice la desentendida, lo que provocaba en aquel maduro que estuviera cada vez más cachondo y actuara más osadamente, restregándose cada vez menos disimuladamente en mis ricas nalgas, fue tanto el restregó que de un momento a otro se detuvo, no sé si alcanzo a eyacular, lo cierto es que me dio una sobada a mis nalgas y este se alejó rápido del lugar. El haber permitido que un extraño me acariciara el culo y se frotara contra él, me había excitado, estaba cachonda. Busque con la mirada a mi hermano y al ver que este me sostenía la mirada rehuí a su mirada, intentaba ocultar la lujuria que sentía.

Hicimos algunas compras y con esa complicidad regresamos a casa de mis tíos que a decir verdad todo era un eterno silencio. Mi tía, mi madre y yo nos apuramos a preparar para la cena de nochebuena y, aunque Toño me observaba con concupiscencia, deseo y lujuria no podía borrar aquella mirada de pasión y deseo de poseerme. El tiempo pasó entre plática, música a bajo volumen y los quehaceres.

Horas más tarde la casa de los tíos comenzó a tener vida, las risas, la música el ir de un lugar a otro daba alegría pues era un momento de unión y felicidad; fui la última en bajar a la sala, para esa ocasión me había puesto un vestido blanco, y corto, muy corto de una tela liviana, por lo que al bajar una suave brisa que provenía de la ventana levanto el vestido dejando ver mis atributos a vista de los invitados pero seguí con lo que estaba haciendo como si nada hubiera pasado. La velada transcurrió tranquila, entre comida y mucho vino, cerveza y obviamente sidra. Sin duda la mayoría era el centro de atracción y vaya que sí; para colmo, la tela, aparte de liviana era muy traslucida, por lo que seguramente podían adivinar sin mucho esfuerzo lo que llevaba debajo, una diminuta tanga, metida en mi hermoso culito, que a varios sobrinos de mis tíos estaba volviendo locos.

Llegó la hora de abrir los regalos, de brindar, de la pirotécnica, mientras los niños se entretenían viendo que les había tocado, los hombres seguían tomando, y las mujeres levantábamos la mesa y preparaban todo para después lavar y ordenar. Pensé que esa velada iría para largo pero poco a poco comenzaron a retirarse, mis padres y tíos fueron los primeros en irse a dormir. Ya pasada la medianoche, cerca de la una y media de la madrugada, mi hermano Jesús se retiró aduciendo mucho cansancio, mi hermano Juan Carlos y Toño seguían tomando, sentados mirando los últimos fuegos que atravesaban el oscuro cielo, entre platica veo que ambos se retiraban a la habitación.

Al ver el trasterio decidí comenzar a lavarlos, pues sinceramente no tenía ganas de levantarme pronto ni mucho menos de hacer quehacer así que comencé a lavar la vajilla, tarareaba un tema, mientras movía mis caderas, de repente me tomaron por la cintura, acerco su cuerpo al mío hasta apoyar su verga en mis nalgas, me paralice por un instante y le preguntó que hacía, el no respondía, solo movía sus manos de arriba hacia abajo acariciando por sobre el vestido mi contorneado cuerpo, estaba dura como piedra, mi respiración lentamente se aceleraba, mi cuerpo se relajaba y cedía a sus caricias. Lentamente mis caderas empezaron a moverse circundando su verga, que para ese momento ya estaba parada y lista para la acción, sus manos bajaron hasta sentir mi piel, y al subir se metieron bajo el vestido hasta llegar a mi tanguita, una de sus manos se dirigió a mi conchita, sobándola sobre la tela, comprobando que ya estaba bastante mojadita; su otra mano tomó mis pechos, su boca besaba mi cuello mientras comenzaba a gemir cada vez más. Mi cuerpo estaba totalmente entregado a ser magreado, besado.

Nuestras bocas se encontraron y en el mismo instante en que se fundían en un beso apasionado, sus dedos penetraban mi concha húmeda, un gemido de placer inundó la cocina, gemía y besaba con frenesí, enterrando cada vez más mi culo en su verga, que quería salir de su bragueta, pare por completo, le mire fijamente, y lentamente me agache hasta quedar a la altura de su bragueta, abrí el zíper y de un bocado me metí su erecta verga en la boca, mientras se la chupaba lo miraba con una mirada pícara, antes de que acabará, hizo que me levantara, caminamos hacia la mesa de la cocina, donde me recostó. Me beso mientras me quitaba la tanga y una vez que mi intimidad estaba al aire, hundió su cara para que su boca y lengua se deleitaran son mis jugos, aaaahhh, aaaahhhh jugaba con su lengua dentro de mi vulva, después me alzo para liberar mis pechos, su boca besaba mis pezones, volvimos a besarnos y me puso sobre la mesa, en ese instante sabía que se consumaría aquel calenturiento incesto, su verga estaba en la entrada de mi vagina y justo cuando comenzaba abrirse camino escuchamos unos pasos por la escalera. Como pudimos nos arreglamos pero la tanga estaba ahí tirada, la luz de la sala se había encendido, al ver la tanga en la mesa intente alcanzarla pero Toño la tomo y la dejo en la silla, su voz me saco del trance, “¿Qué hacen hijos? Deberían estar durmiendo”, a lo que respondí: “estábamos terminando de lavar la vajilla para que temprano no lo hagamos y descansemos un poco más”. “Ay hija ya descansen solo vine por un poco de agua para tu tío”, tomo un vaso y saco agua del refrigerador, Toño se levantó de la silla y se despidió, intercambiando sonrisas cómplices, mi tía y yo subimos juntos, pero a mitad del primer escalón, “ayyy deje el celular, ahorita te alcanzo”, regrese en busca de mi tanga, no quería comprometerme, esa madrugada en la que creí que sucedería algo más, simplemente no pudo ser.

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