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Una nueva vida con mis hijas
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Tiempo de lectura: 22 minutos

Estoy en el sofá recostado con las manos extendidas a los lados. Cuatro dedos de mi mano derecha dentro de un enorme y encharcado coño. Cuatro dedos de mi mano izquierda dentro de un enorme y encharcado coño.

– Te toca July.

Al decir esto saco los dedos de los coños y agarro por los pelos las dos nucas en mi entrepierna. Tiro de la que he agarrado con la mano izquierda sacando mi polla de su boca. Empujo la que agarro con la mano derecha enterrando mi polla hasta los huevos en su boca. Suelto las cabezas y vuelvo a meter cuatro dedos en los encharcados coños.

– ¡Jo papi! ¡No la has dejado ni un minuto en mi boquita!

– ¡Calla zorrita! Sigue lamiendo los huevos.

Mis hijas recostadas de lado a ambos lados. Sus caderas sobresalen gigantescas dando fe de la enorme obscenidad que son sus culos. Prietos, turgentes, con gordas nalgas y… ¡ENORMES!

Mis manos follan sus coños sin ningún problema. Su tamaño permite que entre toda mi mano casi sin querer. Su insaciable sexualidad encharca de tal manera mis manos, que de vez en cuando las paso por sus preciosas cabelleras pelirrojas dejando en el sedoso pelo los espesos jugos que exudan. El color pelirrojo ahora es blanquecino de la cantidad de mocos femeninos que tiñen sus cabelleras.

– ¡Papi…! ¡Vengaaa! ¡Me tocaaa! – dice mi hija mirándome hambrienta y relamiéndose.

– Vale. Te toca Jenny.

Vuelvo a agarrar las dos cabezas por los pelos y hundo mi polla con brusquedad hasta los huevos en la boca de Paula.

– ¡Puta! ¡Solo llevaba un minuto con su pollón en la boca! ¡Papiiii! – se queja July babeando saliva y jadeando de excitación.

Las ignoro y vuelvo a follar con mis manos sus coños de vaca.

Hace un mes que mi mujer me dejo.

– ¡Solo piensas en follar! ¡Me quieres follar cinco veces al día y a veces más! ¡No aguanto más! – me dijo.

– Pero cariño…

No me dejo terminar. Se marchó.

Al día siguiente aun digiriendo el suceso me abordan mis hijas.

Sentado cabizbajo en el sofá oigo un tímido ¿papi? En la entrada del salón estaban y…

Solo llevaban unas diminutas braguitas de encaje semitransparentes que permitían ver los labios vaginales y unas camisetas de tirantes. ¡No llevaban sujetador! De 18 y 20 años, eran bellísimas y casi una copia una de la otra. Con una sutil diferencia. Si los pechos de la pequeña eran enormes, quiero decir ¡enormes! Los de la hermana mayor eran… Eran ¡descomunales! ¡Gigantescos! ¡Gordísimos! ¡Pesadísimos! La pequeña rellenaba la camiseta estirándola de manera irreal, pero la mayor… Dos enormes balones de baloncesto forzaban los tirantes hasta el evidente punto de rotura. Ninguna llevaba sostén y sin embargo los pezones apuntaban al frente desafiantes. ¡Estaba en shock ante lo que veía!

Y si los pechos eran irreales, el conjunto cintura, caderas, pubis, muslos, era… Cinturas mínimas, caderas anchísimas, vientre liso y un triángulo perfecto entre los muslos y el pubis.

¡No lo pude evitar! ¡Me empalmé!

– Papa, sabemos porque se fue mama y… verás… Te entendemos. ¿Sabes? Nosotras somos igual – dice Jenny la mayor.

Entonces se miran una a la otra y… Empiezan a morrearse y a estrujarse los enormes pechos y a amasar las nalgonas. Luego se giran y me miran con las lenguas fuera entrelazadas. La saliva empieza a resbalar de las lenguas cayendo entre las descomunales tetas.

Tenía la polla a reventar de dura y me dolía al estar en mala posición en el pijama, así que sin darme cuenta la acomodé. Los ojos de las dos miraron mi maniobra, dándose cuenta de mi evidente erección. Luego me miraron sonrientes.

– Papi… Si quieres te puedes masturbar mientras hablamos. Nosotras encantadas -dice July metiendo la mano dentro de su braguita acariciándose el coño.

– Si papa, déjanos ver tu polla – dice Jenny relamiéndose.

– ¡Papi… Por fa! Mastúrbate mientras hablamos. ¡Sácatela…! ¡Cabrón! – dice July casi escupiendo la última palabra.

– ¡Hijas…! – respondo vacilante.

– Habrá que provocarlo un poco más hermanita. ¡Escúpeme! – dice Jenny mirando a su hermana con la lengua fuera.

July sonríe y tras varios segundos en los que se notaba que acumulaba saliva, escupe con fuerza en la cara de su hermana. Un espeso escupitajo cubrió los ojos de Jenny, resbalando por ambos lados de la nariz, hasta empezar a rebosar en el labio superior y a caer gotita a gotita sobre la lengua ofrecida. Luego se gira mirándome a través de la saliva con la lengua fuera. Joder. ¡Que puta!

– ¿De verdad no te apetece pajearte mirando a esta guarra? – dice July pasando la lengua por la mejilla de su hermana.

En fin. Me saqué la polla y empecé a masturbarme.

Las dos gimieron a unísono al ver mi cipote.

– July, ¿tú ves eso? – dice Jenny relamiendo saliva.

– Si. ¡Joder! – exclama July con la mano dentro de su braguita moviéndose furiosamente.

Utilizando las dos manos casi abarcaba la longitud de mi miembro, aunque su grosor impedía que mi pulgar tocara el dedo índice. La empuñadura era incompleta.

Si. A mi libido se había añadido que tengo un miembro digamos… Siempre tuve problemas hasta que conocí a mi mujer. A ella por lo menos le entraba. No entera, pero podíamos follar.

– Bueno chicas. ¿Qué me queréis decir? – les digo moviendo lentamente las dos manos a largo de mi mástil.

Jenny de pronto se mueve y se sube a horcajadas sobre mí. En un veloz movimiento apartó a un lado la braguita, agarró mi polla, la emboco hacia su coño y… ¡Jodeeer! ¡Se dejó caer! ¡Increíble! ¡Se la ha metido! ¡Entera! ¡Siento sus labios vaginales sobre mis huevos! ¡Jodeeer!

– ¡Me llenaaa! ¡Hermanitaaa! ¡Me llenaaa! ¡Aaaaah! ¡La siento en el útero! – dice Jenny mientras noto como empuja hacia abajo con fuerza empalándose mi polla al máximo.

No daba crédito. Era la primera vez en mi vida que tenía una penetración completa. ¡Qué sensación!

Jenny empezó a follarme. Subía y bajaba a toda velocidad golpeando con furia contra mi pubis, salpicando jugos en cada embestida.

– ¡Aaaaaah! ¡Viejo cabrón! – dice mirando al techo con la lengua fuera.

Puse las manos en las prietas y anchísimas caderas acompañando sus movimientos. ¡Que placer!

– ¡Me toca puta! – dice July acercándose.

Como en un sueño, veo como July agarra por el pelo a su hermana y tira de ella violentamente arrastrándola al suelo. Luego se sube sobre mí, aparta a un lado su empapada braguita y… ¡De nuevo! ¡Mi polla alojada hasta los huevos dentro de otra vagina!

Enseguida empezó a follarme con igual o más violencia que su hermana. Otra vez sonoros golpetazos sobre mis huevos, restallando una lluvia de jugos con cada golpe.

Veo como Jenny en el suelo se abre de piernas y empieza a meter la mano completamente en su coño. Dentro, fuera. Dentro, fuera. Nos mira follar sacando su larga lengua con vicio.

– ¡Jo papi! ¡Que guay! ¡Esto es lo que más nos gusta en el mundo a July y a mí! Ser unas putas guarras todo el día. ¡Nos encanta! – dice Jenny mientras me enseña su mano completamente pringosa de jugos. Me mira un segundo y luego se pasa la mano por la cara. Al retirar la mano tiene la cara llena de corrida femenina y un blanquecino moco le queda colgando sobre los labios. Saca la lengua y el espeso moco se estira para acabar colgando de ella. Luego cierra la boca y con gran expresión de placer se lo traga.

– ¡Si papiiii…! ¡Nos encantaaa! – dice July follándome a toda velocidad.

– Entonces… – empiezo a decir – ¡Oooooh! ¡Que cerda eres, joder! – exclamo sin pensar al ver como July saca sus dos enormes tetas por encima de la camiseta.

Hablamos. Follamos. Hablamos y follamos. Y follamos y hablamos. Y… ¡Alucinante! ¡Eran como yo, pero en chica! Justo el contrapunto. Yo dominante. Ellas sumisas. Todos con una libido sin límites.

Les confesé mis fantasías. Ellas las suyas y resulta que sus fantasías precisaban de alguien como yo. Viejo, con una enorme polla y que las tuviera el día entero realizando tareas sexuales.

– ¿En serio? – les pregunté.

Me parecía demasiado alucinante para ser verdad. Me lo confirmaron escupiéndose en la cara una a la otra durante media hora, para luego Jenny dirigir mi polla cuidadosamente, para que toda mi corrida diera directamente sobre los ojos de su hermana. ¡Increíble!

Así que pase de tener relaciones con mi mujer dos o tres veces al día, a pasarme el día entero en un tobogán de sexo.

En mi papel dominante, les indiqué como sería nuestra vida. E incluso los requisitos que deberían tener sus novios.

– Presentarme a vuestros novios cuando cumplan los requisitos, ¿vale? Sino para mí será solo alguien a quien os follais. Somos una familia especial y quien se una debe ser igual. ¿De acuerdo? – les dije.

– Si papi – respondieron a dúo.

A los pocos meses llegaba del trabajo y en el portal de la casa me encontré con Jenny. Iba acompañada de un chico que no aparentaba más de 14 años. Era bajito, enclenque. Le llegaba a mi hija a la altura del pecho y ella me llega a mí a la altura del hombro, así que…

– ¡Hola Jenny! – le digo mientras le doy dos corteses y castos besos a la vista de todos y a la vez estrujo con todas mis fuerzas su enorme culo, sin que nadie lo vea al taparme la puerta del portal.

– ¡Hola papi! – dice sonriendo como si nada – Te presento a mi novio. Se llama Danny.

– ¿Tu novio? Pero si es un crio. ¿Cuántos años tienes chaval? ¿Catorce? – le digo mosqueado.

– Tengo dieciocho señor. Mi mama dice que es que aún no he dado el estirón. Pero le aseguro que a ella ese detalle le encanta – sonríe socarrón el chico.

– ¿En serio? – pregunto mirando a Jenny.

– Si papi – dice muy seria.

– ¿Y lo que hablamos de los requisitos cariño? – le pregunto a mi hija, pues me parece imposible que ese chaval aniñado los cumpliera.

– Si me permite señor, este es un pequeño ejemplo. Es hora de tomar tu medicina cariño – dice el chico adelantándose a mi hija.

Saca un frasquito del que desenrosca un gotero dosificador. El frasquito estaba lleno de un líquido entre blancuzco y amarillento. Lleno el dosificador y…

– Saca la lengüita para tu medicina cariño – dice el chico acercando el gotero a la boca de mi hija.

Ella saca la lengua, pero lo hace de tal manera que parecía estar esperando una corrida en la cara.

– ¡Esa es mi niña! – pienso disfrutando de su expresión libidinosa.

Danny lentamente aprieta el gotero y poco a poco van cayendo gotas del líquido sobre la larga lengua de mi hija. El líquido tiene una consistencia espesa que acaba cubriendo la lengua y resbalando por los lados. No se derrama, queda colgando de la lengua espeso y amarillento.

– ¡Listo! – dice el chico. Mira a un lado y al otro y tras comprobar que nadie más que nosotros le oiría dice – ¡Traga cerda!

Mi pequeña se traga el líquido y se convulsiona un poco. La conozco lo suficiente para saber que acaba de tener un pequeño orgasmo.

– ¿Que era ese líquido? – pregunto con mi polla reventando la bragueta de excitación.

– ¡Corrida de mi mama! – dice el chaval mirándome muy serio.

Me quedé sin palabras y con una excitación como no recordaba. Ese criajo acababa de poner un asqueroso montón de mocos femeninos de su mama en la lengua de mi hija y le ordenó tragárselos. ¡Y en plena calle! ¡Jodeeer!

– Bueno papi, tenemos que irnos. Solo quería presentarte a Danny antes de irnos – me dice Jenny relamiéndose.

– Si señor. Es un placer. La guarra de mi mama está deseando conocerle – dice el chico sonriendo.

Ambos hacen ademan de irse pero los paro con un gesto.

– Cariño, tu hermana no está en casa. Entra un momento en el portal para que me corra en tu coño de puta – le digo al oído a mi hija.

Entramos en el portal y Jenny se apoya en la pared con su enorme culo en pompa. Levanto su faldita y la remango en su cintura. ¡No lleva bragas! No me molesto en comprobar si está preparada. Saco la polla y la penetro de un vigoroso golpe de cadera. El empapádisimo y enorme coño engulle mi polla sin inmutarse. Con la mano izquierda amaso la poderosa nalga y con la derecha tiro de su preciosa cabellera pelirroja, consiguiendo con ello que su rostro mire al techo y su espalda se arquee levantando el trasero para hacerlo visualmente más enorme.

– ¡Arrrrg! ¡Viejo cabrooon! – grita escupiendo las palabras.

La follo a toda potencia. Sin ningún miramiento. Busco correrme. Vaciarme rápidamente.

Danny nervioso mira al ascensor y a la puerta del portal, controlando que nadie nos pille. Se muerde un labio, evidentemente excitado al ver como su novia es follada por su propio padre. Estaba tan excitado que me corro enseguida.

– ¡Puta asquerosaaa! – grito soltando un rio de semen en el enorme coño de mi hija.

– ¡Arrrrrrrg! ¡Cerdoo! – grita ella corriéndose también al notar mis chorros directamente contra su útero.

La saco chorreante y tirando de su pelo la pongo de rodillas. Ella ya sabe lo que viene y al acercar el babeante glande a su cara ya me espera con la boca abierta y la lengua fuera. La suelto y… Ella misma se traga mi polla de golpe hasta los huevos. Luego la saca poco a poco succionando. Cuando mi polla aparece está brillante de saliva, pero completamente limpia.

Me guardo la polla y ella se pone de pie. No necesita vestirse. La falda resbala y cubre las demoniacas caderas. No obstante mi semen y sus jugos resbalan por el interior de sus muslos. Al llegar a la altura de las rodillas empiezan a gotear al suelo.

– Gracias cariño – le digo dándole un cariñoso piquito en sus perfectos labios – Bueno… Esto… Danny… ¿no? Encantado.

– Si… Lo mismo digo señor – dice saliendo del portal con mi hija.

– Chao papi – se despide también Jenny.

El portal se cierra y me quedo solo. ¡Vaya! – me asombro.

Estaba a punto de coger el ascensor cuando uno de mis vecinos entra en el portal, le espero para subir juntos.

– Hola – me dice.

– Hola – respondo.

El vecino del piso debajo del mío. Un hombre mayor de unos 65 años, calvo, con prominente barriga y aspecto desaliñado. Mi relación con él era la de la mera cortesía cuando nos cruzábamos.

– Disculpa Joe. He visto a tu hija marcharse con un chico. No he podido evitar fijarme, en que vestía un poco descocada. Se le veía el sujetador a través de la blusa – me dice el tipo.

Me quede un poco fuera de juego, pero al poco… no sé… como que me dio igual.

– Verás Robert, es que mi hija es una guarra y le encanta y a mí me encanta que vista así. Así me pongo cachondo más fácilmente – le digo muy serio.

La puerta del ascensor se abre.

– Es tu piso Robert – le digo.

El hombre como un autómata sale del ascensor sin decir nada. – Quizás me he pasado – pienso tras verlo irse de esa manera.

No llevaba ni cinco minutos en casa, cuando llaman a la puerta. Abro y es Robert.

– Disculpa Joe, pero me ha gustado tanto lo que me has dicho hace un momento, que he decidido enseñarte algo. ¿Puedes venir un momento conmigo a mi piso? – me dice sonriendo.

– Vale – le digo sorprendido.

Salimos y empezamos a bajar el tramo de escaleras.

– No sé si sabes que yo soy viudo y viven conmigo mi hija con su marido y su tres hijos, dos chicas y un chico – me dice sin dejar de sonreír.

– Si, lo sabía – le digo.

Asiente y no dice nada más. Llegamos y abre la puerta.

– Por favor, si te sientes incomodo a partir de ahora, dímelo, ¿de acuerdo? – me dice antes de entrar.

– ¡Vaaale…! – respondo confuso.

– Ya estoy de vuelta zorras – grita al cerrar la puerta.

Me guiña un ojo y entramos en el salón.

En un sofá de dos plazas enfrente nuestro, estaban dos chicas completamente desnudas recostadas una al lado de la otra, abiertas de piernas al máximo. Tenían dos enormes consoladores dentro de sus coños, los cuales subían y bajaban a dos manos mientras me miraban fijamente muy serias. Los coños eran enormes y con cada golpe al introducir los consoladores, salpicaban una fina lluvia de jugos alrededor.

– Verás Joe. El asunto es este. Te puedo ofrecer un harem de putas al lado de tu casa. Te las puedes follar cuando quieras. El caso es saber, si lo que me has dicho antes es cierto o no. Y si lo es, quiero que me dispenses el mismo trato con tus hijas. ¡Solo verlas hace que mi vieja polla vuelva a los 20 años! – me dice del tirón.

Ahora si que me quede alelado. Robert frunce el entrecejo al ver que no digo nada. Al fin reacciono.

– A ver Robert. Esto es alucinante, pero tengo que ponerte un pero. Verás. Yo en el sexo soy muy dominante y mi polla es tan enorme que no entra en casi ningún coño. Perdona mi franqueza – le digo mirando a las dos preciosas chicas follándose los coños.

La decir esto las dos chicas gimen al unísono. Robert sonríe.

– Que curioso. Es exactamente lo que me pasa a mí. ¿Qué te parece si haces la prueba y luego decides? – me dice acercándose a las chicas.

De un tirón saca uno de los consoladores y lo acerca a la cara de la otra hermana. Ella al verlo abre la boca y saca la lengua. El anciano lo hunde con decisión. La chica se lo traga entero. Las comisuras de los labios estiradas al máximo ante el grosor del aparato. Lo deja allí y de golpe mete toda la mano y parte del antebrazo en el desocupado coño de la otra hermana. Dos sonoros gemidos de placer femeninos acompañaron la bestial maniobra.

– Quizás me equivoque, pero creo que podrán acomodar tu polla – me dice sonriendo, mientras remueve el antebrazo dentro del dilatadísimo coño.

Sonrío a Robert y me acerco.

– ¿Quizás…? Voy a probar – pienso mientras me inclino hacia la chica que tenía el consolador en la boca.

La agarro por el pelo y tiro violentamente poniéndola de pie. Un gemidito emitido a través del enorme consolador que le llena la boca me dice que todo va bien. Miro a Robert y veo como me mira interesado, pero en absoluto preocupado por lo que acabo de hacer.

La chica a mi lado es tan alta como yo. Rubia de larga cabellera y cuerpo atlético. Nalgas muy respingonas, pero con poca cadera. Sus pechos son pequeños, pero con pezones muy puntiagudos, muy sensuales.

Tiro levemente de su pelo para que me mire de frente. Acerco mi cara a la suya y espero.

Al poco ella con una escalofriante mirada de zorra saca la lengua por debajo del dildo que deforma su boca estirándola al máximo. Mi polla ya reventaba el pantalón.

– ¡Joder, es perfecta! – pienso.

Escupo con fuerza en el bellísimo rostro. La respuesta es inmediata. Se convulsiona y un rio de flujos empieza a gotear al suelo desde el consolador que lleva alojado en el coño.

– ¡A mí! ¡Me toca! ¡Escúpeme a mí también, viejo cabrón! – dice la otra hermana con la lengua fuera, retorciéndose alrededor del antebrazo de su abuelo enterrado en su coño.

Robert se ríe mientras su nieta empapa su antebrazo de jugos corriéndose entre largas convulsiones.

– Bueno Joe, creo que has excitado a mis nietecitas – dice el hombre sacando el brazo de la enorme vagina.

– En serio Robert, el primer sorprendido soy yo. Realmente, hasta que mis hijas prácticamente me obligaron a follar con ellas, no creía que hubiera mujeres así. Y de pronto hay varias. Ten en cuenta que ya tengo unos años y hasta hace unos meses nunca había logrado una penetración completa con una mujer – le digo mientras poco a poco, deleitándome, voy sacando el enorme consolador de la boca de la chica. Una cortina de babas queda colgando del pene de caballo de plástico al sacarlo por completo.

– Bueno, si te soy sincero mi caso no ha sido como el tuyo, pero solo porque mi hija heredó mis… digamos talentos – dice mientras veo como utiliza la larga cabellera de su nieta para limpiarse la mano de jugos femeninos.

Me quité con parsimonia la ropa. Las chicas me devoraban con la mirada. Soy muy ancho de hombros, mi cuerpo es atlético al punto de reflejar bajo la piel el movimiento muscular y según mis hijas mi pelo canoso ensortijado y mi barba de dos días me da un aire canalla que las entusiasma. Las nietas de Robert se relamían mientras me desnudaba, pero en el momento en que saque fuera mi barra, un sonorosísimo gemido inundó el salón.

– ¿Cómo te llamas preciosa? – le digo a la belleza a mi lado.

– Kate, señor – me dice.

– Llámame Joe cariño. No sé porque, pero creo que podemos tutearnos – le digo sonriendo.

Ella sonríe coqueta asintiendo.

– Me gustaría follarte a cuatro patas. ¿Te parece bien? – le digo acariciando su sexo pringándome los dedos de lo mojadísima que estaba.

La chica se pone de rodillas y empuja las nalgas hacia arriba ofreciéndome la visión de una enorme vulva sonrosada parcialmente abierta y babeante de blanquecinos jugos.

Me pongo de rodillas tras ella y pongo el pene en el borde del precioso coño. Iba a intentar la penetración con precaución pero… ¡Oooooh! Ella al sentirme empuja de golpe hacia atrás y todo mi pene desaparece dentro de ella con asombrosa suavidad. De hecho no notaba presión en la polla. ¡Que maravillosa sensación! Mi enorme pene estaba completamente alojado dentro de una mujer con holgura. ¡Realmente me asombré!

– ¡Madre mía Kate! ¡Tu coño es gigantesco! ¡Ni siquiera noto presión en la polla! – le digo disfrutando de la sensación.

– Si puto viejo. Y tu polla es casi lo suficientemente grande para mí – me dice mirándome por encima de su hombro izquierdo relamiéndose.

– Y Kate es la pequeña de las dos. Mary lo tiene aún un poco más grande. De hecho más adelante podríamos intentar penetrarla los dos a la vez. ¿Qué te parece cielo? – le dice Robert a su nieta mientras se quita el pantalón.

La chica gime y saca la lengua con una mirada de loba preciosa.

Y entonces Robert enseña su miembro. ¡Alucina! ¡Menudo bate de beisbol! ¡Y yo creía tener un problema!

– ¡Joder Robert! ¡Menuda enormidad! Y yo que creía tener un problema. ¡Lo tuyo es de traca! – le digo asombrado.

– Si. De hecho cuando te he invitado a casa, solo esperaba poder tener con tus hijas un poco de sexo oral suave y disfrutar de sus cuerpos de infarto. Ver tu digamos…, peculiaridad física me ha entusiasmado ante las posibilidades. ¡En serio! – me dice sentándose en el sofá.

Su nieta de manera inmediata se sube a horcajadas sobre él y se introduce lo que realmente parece un bate de beisbol. Es irreal ver ese miembro forzando la vagina estirándola al máximo. Daba la sensación de que la polla la llenaba hasta el borde de las caderas de la chica.

– Arrrrg… ¡Me encanta tu pollita abu! – dice Mary suspirando.

Distraído como estaba mirando la estaca de Robert, un golpe contra mi vientre me despierta. Kate ha empezado a follarme y sus nalgas golpean contra mí con enorme fuerza. ¡Cómo se empala! ¡Oooooh! ¡Que placer! Su vagina destila tantos jugos que con cada golpe al enterrarse mi polla, salta una lluvia de espesos mocos que al poco han pintado mis abdominales de blanco.

– ¡Ufffff! ¡Que asquerosa guarra eres Kate! Tu coño es una fuente ¡cerda! – le digo estrujando las duras nalgas ya acompañando su follada.

– ¡Arrrrrg! ¡Viejo cabrooon! ¡Reviéntame con tu pollitaaa! – berrea mirándome con la lengua ofrecida lujuriosa.

Escuchar cómo se refiere a mi miembro llamándolo pollita me enerva. ¡Es un cambio de paradigma de tal calibre! Mis experiencias en las que las chicas tenían miedo y el sexo era como algo a hacer con suma precaución, a exactamente lo contrario. ¡Qué maravilla!

El salón resonaba de restallidos cada vez que las chicas se empalaban las pollas y con cada restallido un sonoro gemido y un ligero ruido de goteo. Las chicas empapaban tanto que continuas gotitas caían al suelo. Al poco había un blanquecino charquito en el que caían las gotitas haciendo cada vez más ruido. ¡Chof! ¡Chof! ¡Chof! Los machos remataban de vez en cuando con un colorido ¡guarra! ¡cerda! ¡putona! ¡asquerosa!

Entonces se oye un gemido diferente en la entrada del salón.

– ¡Papa! ¿Pero que…?

– ¡Abuelo! ¿Quién es ese tío…? ¡Coño! ¿No es el vecino de arriba?

Una mujer madura de aproximadamente mi edad estaba mirándonos asombrada, acompañada de un chico joven no menos asombrado.

– Hola Bethy. Mira Joe, esta es mi hija y ese guapo chico es mi nieto Carl – dice Robert.

La madura mujer está claramente sorprendida. Sin embargo sus hijas siguen follándonos a toda potencia como si nada. Su mama empieza a morderse los gordos y sensuales labios con nerviosa excitación. Es tan alta como yo. Atlética como sus hijas, aunque con las caderas un poco más anchas y unos pechos algo más grandes. Sin embargo su cuerpo no llegaba a ser voluptuoso, la definición atlética imperaba en ella.

– Bueno, ¿te explicas papa? – dice mirando con una preciosa expresión de lujuria como mi polla era engullida una y otra vez por el enorme coño de su hija.

– En realidad es sencillo cariño. Me encontré a Joe, nuestro vecino de arriba y se le escapó…, bueno, insinuó que se follaba a sus hijas. ¡Ya sabes cómo me excitan esas niñas con sus enormes tetas! Así que le invité a casa. Le dije que podía follarse a tus hijas y a cambio yo podría hacer lo mismo con esas preciosas tetonas – dice mientras ahoga la boca de su nieta metiendo la mano de golpe hasta el fondo.

Entonces pasó algo que no me esperaba para nada. Bethy desabrocho la falda y la dejó caer al suelo. No llevaba bragas. Unos largos labios vaginales colgaban de un tan enorme coño, que era imposible fijarse en otra cosa. Un hilillo de babas colgaban de los obscenos labios.

De pronto agarro por los pelos a su hijo y lo arrastró poniéndolo de rodillas. En el mismo movimiento empotró la cara del chico contra su sexo. Restregó la cara del muchacho con fuerza por todo su sexo sacando la lengua mirándonos fijamente. Durante un minuto se restregó a conciencia contra el chico gimiendo sensualmente. Luego tiró otra vez de la rubia cabellera surfera del chico apartándolo a un lado. El muchacho nos miró sonriendo relamiéndose. Tenía la cara hecha un desastre. Los fluidos que su madre había dejado en su cara, eran tan espesos y abundantes, que parecía que varios hombres se habían corrido sobre él. De la nariz le colgaba uno tan espeso, que se columpiaba hasta el borde de la barbilla.

– No te sorprendas Joe. Mi Bethy ha heredado mi lujuria y también mis gustos. Le gusta dominar en el sexo, como a mí – dice Robert mientras a dos manos amasa las pétreas nalgas de su nieta.

Veo como ahora se acerca a nosotros. Agarra por el pelo a su hija y empotra su babeante coño en la cara de la chica. Gime sonoramente y se restriega a los bestia. Kate gime como una loca y arrecia en los golpes contra mi pubis follándome más fuerte. Siguen las dos soberbias hembras de esa guisa un intenso minuto. Cuando se separan por fin, el bellísimo rostro de Kate es un poema. Como su hermano, es una sinfonía de espesos cuajos de corrida femenina.

– ¡Arrrrrg! ¡Mamiiiii! ¡Que cerda ereees! – dice Kate convulsionándose alrededor de mi cipote.

Bethy sonríe con una expresión de calentura perfecta. Se acerca entonces a su padre. Se sube al sofá poniendo una pierna a cada lado de Robert. La fornicante pareja enfrente y debajo de su sexo. Enreda el pelo de su hija en la mano y tira violentamente de la cabeza empotrando la bella cara en su coño. Mary se anticipa y cuando su rostro es violentamente arrastrado, ya lleva la lengua fuera. Es tan larga que de hecho Bethy recibe una pequeña penetración en su sexo, antes de que el ofrecido rostro golpease su babosísimo coño. Se restriega otra vez con sonoros suspiros de placer. De la barbilla de Kate empieza a resbalar un espeso fluido blanquecino que caía directamente sobre la cara de su abuelo. Robert abrió la boca y dejó que el líquido la fuera llenando. No se lo tragaba, así que al poco su boca se fue llenando y pronto empezó a rebosar.

Bethy soltó la cara de su hija y se bajó del sofá dejando al último de sus hijos con la cara con un dedo de espeso engrudo.

– Bueno. Ahora ya tenéis el maquillaje adecuado para follar chicos – les dice Bethy a sus hijos relamiéndose.

Robert que tenía la boca cerrada con los carrillos hinchados de los jugos que almacenaba, le da una sonora nalgada a su nieta. Esta le mira y sonríe comprendiendo.

– Mami… Creo que el Abu te requiere – dice Mary arreciando en la follada de la gigantesca polla que la llena.

Robert sonríe a su hija y esta se lo piensa un momento. Luego asiente y se pone de rodillas al lado de su padre. Saca una ancha y larguísima lengua mirando hacia él.

El escupitajo es brutal. La mayoría del líquido da en la frente salpicando el pelo. La rubia cabellera queda completamente cubierta de mascarilla genital femenina. El resto resbala sobre los ojos y las mejillas. ¡Uffff! ¡Que obscenidad!

– ¡Arrrrrg! ¡Puto viejoooo! ¡Cabrooon! – berrea Bethy mientras un largo chorro se derrama entre sus piernas acompañando un sonoro orgasmo.

Se levanta temblando de placer y descabalga a su hija de encima de su padre de un tirón. Se pone a horcajadas y se mete el monstruo de un golpe hasta chocar los labios vaginales con los testículos del anciano. Inmediatamente, sin solución de continuidad, empieza a subir y a bajar a toda velocidad, buscando su placer con urgencia.

– ¡Ven aquí Carl! ¡Acaba de llenarme puto crio! – le dice a su hijo babeando las palabras en su excitación.

El muchacho se acerca de inmediato ya completamente desnudo. Es algo obeso. Físicamente no me parece muy agraciado pero… no soy el más adecuado para juzgar los gustos de las mujeres. Eso sí. Su miembro era digno de la herencia familiar. Yo no le sacaba mucha distancia. Al tener poca estatura, el tamaño de su pene parecía aún más desproporcionado que el de Robert o el mío.

Apoyo el glande en el ano de su madre y de un empellón se enterró hasta el fondo. Un alarido de placer premia su acción. Anciano, mujer y chico empiezan a buscar su placer. No se acompasan. No es necesario. Las pollas son tan enormes, que aunque no se coordinan en sus acciones, siempre hay una enorme porción de polla dentro de la mujer.

¡Tengo que correrme! ¡No aguanto más! ¡Qué maravilla de hembras!

– ¡Bethy, necesito correrme! ¿Te importa si pongo mis huevos en tu boca mientras me masturbo para rociar la cara de tus hijas? – le digo sacando una más que chorreante polla del enorme coño que en realidad me follaba a mí.

– ¡Siiiiii! ¡Acerca esos huevazoos! ¡Cerdooo! – dice la descocada mama.

Me subo de la misma manera que antes lo había hecho Bethy.

– Inclínate a un lado chaval. A ver zorritas, las caras juntas y esas lengüitas fuera – les digo a las hermanas.

Juntan sus preciosos rostros detrás de la nuca de su madre, la cual miraba al techo chupando mis bamboleantes huevos mientras machacaba mi polla. El orgasmo llegó de inmediato.

No sé cómo no me caí. Me corrí tan intensamente como no recordaba. El semen salía con tal intensidad que dolía. Las cubrí de arriba a abajo. Pelo, frente, cejas, pestañas, ojos, pómulos, nariz, labios, barbilla. Todo lo llene con mi semen. Parecía que no acabaría nunca de escupir leche.

Por fin se acabó. Me arrastre a un sofá y me derrumbé. Durante dos o tres minutos estuve en una nube.

Como a través de una nebulosa vi como las dos chicas se lamian una a la otra, recogiendo el semen de las empapadas caras. Unas veces se lo tragaban. Otras se lo escupían una a la otra. Otras se lo escupían a su madre en la cara. Los gemidos eran continuos.

¡Menuda maravilla de zorras!

Al fin me recupero. Miro mi reloj. Debo irme.

– Robert, tengo un compromiso. Tengo que irme. Créeme que me quedaría aún un buen rato. ¡Sois todos increíbles! – les digo vistiéndome.

– Vale Joe. Gracias por tu visita. No te preocupes que pronto te devolveré la visita – me dice riéndose.

– No lo dudo. Gracias chicos y…, señora. Estoy a vuestra disposición cuando queráis. Gracias – les digo.

Me saludan divertidos. Mientras me voy me fijo en que Bethy no bajó el ritmo de la follada ni un momento. Los dos machos la siguen follando al endemoniado ritmo que ella les marca.

¡Que hembra!

Ya en mi piso me doy una ducha rápida y me visto. Llego justo a mi cita.

Salgo, tomo el metro y llego a mi destino.

Un café de nombre multinacional. Un sitio donde no reparan en ti, ni el tiempo que pasas allí.

Entro y me acerco a una mesa donde veo a mis hijas. ¡Uffff! Nunca me acostumbrare. Mi bragueta se hinchó un poco cuando las vi.

Jenny vestía una vaporosa blusa gris que transparentaba. Un precioso sujetador de fantasía se intuía tras la tela. Se veía como la copa llegaba a la mitad del volumen de los pechos. La gran mayoría rebosaba por encima. Hace tiempo que ella y su hermana han renunciado a encontrar sujetadores de su talla. Usan el más grande del mercado y simplemente dejan que sus inmensidades rebosen. Los pezones al aire parecen perforar la tela de la blusa. Se perciben perfectamente. Como siempre veo hombres y chicos de todas las edades mirándola embobados.

July lleva una ceñida camiseta. No debería verse nada de sus pechos, pero al llevar el sujetador de color rojo destaca bajo la tela perfilando los enormes pechos. Aun siendo más pequeños que los de su hermana no lo parecían al delinearlos la camiseta.

Cuando se levantan para saludarme aún me excito un poco más.

Jenny viste una falda de colegiala de un tono acorde con la blusa. La tela a medio muslo se ciñe en las caderas para ajustarse en la mínima cintura. El desborde de la cintura a las caderas es tan pronunciado, que es difícil de creer sino lo ves. Sus caderas son anchísimas y los glúteos son tan rotundos que la falda se estira por detrás maravillosamente.

July viste unos leggins blancos que se ajustan como una segunda piel. Igual que pasa con su sujetador, se ve claramente que no lleva braguitas. Los labios vaginales están perfectamente perfilados y sumado a las demenciales caderas y el enorme culo, hacía su visión toda una experiencia.

Un chico jovencísimo de una mesa cercana soltó un gemido al ver a July levantarse. El chaval se tapaba la entrepierna, mientras su madre se inclinaba hacia él preguntándole si le pasaba algo.

– Hola cariño – le digo a Jenny para después morrearla metiéndole la lengua, mientras meto las dos manos por debajo de la falda agarrando los durísimos glúteos apretándolos con todas mis fuerzas. No lleva bragas tampoco y las nalgas desnudas ceden bajo la presión de mis dedos. Jugando con nuestras lenguas gime levemente contra mi boca.

Me separo y saludo a July.

– Hola cariño – le digo a mi otra hija morreándola del mismo modo. Esta vez amaso una de sus tetonas con una mano mientras con la otra disfruto de su gigantesco culo.

El chaval de la mesa de al lado se levanta corriendo camino del baño. Su mama lo sigue preocupada.

De la mesa veo como se levanta una mujer de mi edad. ¡Ufffff! ¡Está tremendamente buena!

Un ajustado traje de ejecutiva perfilaba una perfecta forma de reloj de arena. La americana apenas podía contener las dos montañas que ocultaba y la falda estaba tensa como un tambor ante la enormidad del culo que estiraba la tela.

– Papa, te presento a Lily, la mama de Danny. Lily, este es mi papa Joe – dice Jenny.

La miro fijamente si decir nada. Espero algún gesto por su parte. Entonces, aunque el café está lleno, poco a poco abre la boca y saca la lengua. Su mirada de córrete en mi cara es perfecta. Ni demoro la situación me acerco y la morreo metiéndole la lengua a conciencia. Sobo sus enormes tetas y el impresionante culo, constatando la perfecta turgencia. Los pechos llegan al tamaño de los de mi hija pequeña.

– Encantado Lily – le digo.

– Igualmente Joe. ¡Vaya! Eres más atractivo de lo que esperaba. Los hombres con los atributos que dicen tus hijas que gastas suelen tener una apariencia más vulgar. Se nota que tú prestas atención a tu apariencia – dice estirando la falda que yo acabo de desbaratar con mi manoseo.

– Pues por mi parte tu me pareces una mujer impresionante. Mucho gusto en conocerte – le digo intentando una anticuada reverencia pretendiendo ridiculizarme en la maniobra, hecho que consigo del todo.

Ella se ríe ante mi fingida pomposidad.

– Sabes, cuando mi hija me dijo que tenía novio tenía serias dudas. Pero hoy llevo un día en el que ya creo todo posible. Cuando les sugerí a mis hijas los requisitos para sus novios, lo dije como una utopía. En ningún caso llegué a creerme que fuera posible. ¿Supongo que no llevas braguitas, verdad? – le digo.

– Pues…, no – dice.

– Verás antes de sentarnos quiero hacer una comprobación. Voy a ponerte al lado de la mesa con mis dos hijas a tu lado tapándote y voy a hacer como que se me cae algo al suelo y me agacho a recogerlo. Entonces voy a meter toda mi mano dentro de tu coño de golpe y voy a empujar hacia arriba hasta llegar a tu cérvix. ¿Qué dices? – le digo llevándola suavemente del brazo al lado de la mesa.

Se le escapa un gemido con una cara a mitad de camino entre la sorpresa y la excitación. Me mira y asiente. Yo sonrío y arremango mi camisa por encima de los codos con parsimonia mirándola fijamente. El rostro de la mujer es ya un poema de excitación. Su hijo aún sentado en la mesa se toca la bragueta con disimulo.

Compruebo el entorno y la posición de mis hijas. Es aceptable. Me agacho y en un rápido movimiento subo mi mano por el interior de sus muslos hasta la vagina. Me encuentro un charco. Está tan dilatado que no tengo que separar los labios. Mi mano desaparece como si nada dentro de ella. Fue tan sencillo que no me lo creía. Empujé hacia arriba y rápidamente mi antebrazo desapareció. La camisa alrededor de mi codo frenó mi empuje. Aun así empujé un poco más. ¡Todavía podría meterme más adentro! ¡Uffff! Saque el brazo de un tirón. Y me levante. Una pátina de viscosos mocos cubría mi mano y mi antebrazo hasta el codo.

– Querida. No lo creía posible, pero tú también puedes albergar mi pene. Tienes un coño de vaca enorme – le digo besándola cariñosamente en la mejilla.

– Me ha encantado Joe. Que se te ocurra hacer esto en un sitio lleno de gente me ha puesto como una moto – me dice con el rostro congestionado de placer.

– ¿Si? ¿Pues como premio ahora le vas a dar a mis hijas unas cucharaditas de postre mientras charlamos – le digo tomando un vaso vacío de la mesa.

Nos sentamos y con la otra mano voy recogiendo rápidamente la espesa pátina de blanquecinos jugos de mi brazo y mano, para ir soltándolos en el vacío vaso.

Todos me miraban absortos. Al cabo de un minuto casi todos los cuajos estaban en el vaso.

– ¿Me ayudas a acabar de llenarlo querida? – le digo a Lily ofreciéndole una cuchara.

Mordiéndose un labio de excitación va recogiendo sus propios jugos con la cuchara y echándolos en el vaso.

Como es habitual en estos sitios la maniobra pasa desapercibida. Nadie nos presta atención.

Por fin todos los mocos están en el vaso.

– Ahora tu premio querida. Reparte los jugos de tu coño entre quien tu quieras – le digo poniendo el vaso delante de ella.

Ella revuelve la cuchara dentro del vaso lleno en sus tres cuartas partes de una ambarina gelatina. Luego recoge una abundante cucharada y me mira.

– La primera creo que va a ser para el más cerdo de esta mesa – dice acercando la cuchara a mi boca.

Me trago la cucharada. Está casi frio, pero el sabor a hembra es desbordante. ¡Que cerda!

– Gracias Lily, delicioso – le digo cortés.

– ¡Un placer cochino! – me dice excitada.

Veo como Danny mueve la mano bajo la mesa. Se acaricia la bragueta sin quitar ojo.

Yo mismo tengo un buen bulto en la entrepierna. Lily empieza a repartir cucharadas y las chicas las reciben sacando la lengua obscenamente. Me doy cuenta que no se lo tragan. Con cada nueva cucharada la ofrecida lengua está más blanquecina.

Casi había vaciado el vaso dándoselo mis hijas cuando se queda parada, pensativa. Mira con disimulo alrededor y… Recoge con los dedos el poso de espesos mocos que resta en el vaso y… Mira a su hijo. Este arrecia en el frotamiento de su bragueta. Lily acerca lentamente la mano a la cara de Danny y la restriega por toda la cara del chico. Ella gime quedamente mientras mancha la cara de su hijo de engrudo vaginal.

– ¡Arrrrrg! ¡Eres una guarra Lily! ¡Hacerle eso a tu propio hijo! – dice Jenny con una cara de ¡QUE ALGUIEN ME FOLLE POR FAVOR! espectacular.

– ¡Si joder! ¡Mira lo que hace la mama de tu novio Jenny! ¡Menuda puta! – dice July jadeando con el rostro escarlata de sofoco.

Lily se relame al ver a su hijo con el rostro brillante, como aceitoso.

– Bueno Jenny, Danny, Lily. No me queda más remedio que dar mi bendición. De ahora en adelante mi casa es la vuestra. De hecho que os parece si nos reunimos todos allí ahora. No se vosotros pero tengo tantas ganas de follar, que no puedo pensar con claridad – les digo sonriendo.

La desbandada es inmediata. Salimos con urgencia del café con la mente puesta en la más desatada lujuria.

Los últimos en salir fuimos Lily y yo. En la puerta me detuvo.

– Espera un momento, quiero enseñarte algo. ¿Ves a ese chico joven que está con su mama? – me dice.

– ¡Si…! – respondo con curiosidad.

– Pues él y su madre son los únicos que se han enterado de todo lo que hemos hecho – dice mientras toma de la mesa el vaso donde recogimos los jugos de su vagina.

Aún quedaban un par de cucharadas en el fondo.

Se acerca a la mesa del chico y la madre ofreciendo el vaso al chaval.

– ¿Quieres darle unas cucharaditas de esto a tu mama cielo? – dice mirando alternativamente al chico y la mama.

El muchacho mira a su mama la cual está totalmente sonrojada y luego asiente tímidamente.

Lily sonríe y se acerca confidencial a la mujer.

– ¡Que lo disfrutes guarra! – dice lo suficientemente alto como para que lo oiga su hijo.

La mujer gime y el chico aún más.

Lily me acerca a la mesa y me hace mirar más de cerca. ¡Uffffff! ¡La muy puta está frotando la bragueta del muchacho con una mano y con la otra su vagina por encima del pantalón!

Lily guiña un ojo a la mujer y me lleva de vuelta a la calle.

En el dintel de la puerta me giro y veo como el chico le da una inocente cucharada de gelatina semitransparente a su madre. La mujer la toma cerrando los ojos, saboreándola.

Lily se coge de mi brazo rumbo a mi casa.

¡Estoy deseando llegar!

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