Nuevos relatos publicados: 12

El ermitaño y su sobrina

  • 12
  • 26.935
  • 9,66 (32 Val.)
  • 0

Saulo era un ermitaño, y como tal nada quería saber de la sociedad. Ya sobrepasaba los cincuenta años. Era alto. Su rostro moreno, casi mulato, debido a sus largas exposiciones al sol, contrastaba con sus ojos azules y su barba blanca, una barba que le llegaba al ombligo. Estaba tan cachas, que su torso desnudo parecía el de un culturista.

Saulo, vivía en una cueva en la que había una cama hecha con ropas viejas, helechos y plásticos, unas piedras en la que se sentaba y otra piedra larga y plana sobre la que hacía el fuego para cocinar pájaros, ranas, lagartijas, serpientes, saltamontes, grillos y otros bichos. También tenía una lata para beber.

Estaba cogiendo una sandía del pequeño huerto que tenía delante de su cueva cuando sintió un ruido infernal que hizo que tuviera que taparse los oídos con las manos. Era el ruido que hacía una moto Montesa subiendo la pendiente. La moto se detuvo delante del pequeño huerto.

De la moto se bajó una rubia clavada a la del anuncio original de "Busco a Jacq´s". La rubia se quitó el casco, abrió la cremallera de la funda roja, y mostrando el canalillo de sus grandes tetas, dijo:

-Busco a Saulo.

El Ermitaño, mirándola de mala manera, le respondió:

-Lo que buscas son problemas. ¿Quién eres?

-¿Eres Saulo Bermúdez Bermúdez?

- Sí. ¿Quién lo pregunta?

-Tu sobrina Diana.

-¿De quién eres hija, de María o de Amalia?

-De Amalia.

-¿Y qué te trae por aquí?

-Vengo a notificarte que el mes pasado murió tu madre y te ha dejado como único heredero de una inmensa fortuna.

Aunque su madre y él anduvieran a la gresca desde que era un niño, la noticia hizo que una lágrima rodase por su mejilla.

-Descanse en paz.

Diana acabó de abrir la cremallera de la funda roja y se quitó la parte superior -unas tetazas redondas con unos grandes pezones se marcaron en su camiseta blanca de tiras- ¡Cómo pega el sol aquí arriba!

Saulo, se centró en las tetas y se olvidó de su madre, momentáneamente.

-Esas tetazas las trajo aquí el Mal. Como si no tuviera suficiente con lo que ya me dio.

Diana, sonrió mostrando unos dientes blancos como la nieve.

-No las trajo el Mal, tío, las trajo una Montesa. ¿Qué fue lo que te dio el Mal?

-Nada que tenga que ver contigo. ¿De qué murió mi madre?

-De vieja. Tenía más de ochenta años.

-Ya sé que edad tenía.

Saulo no quitaba la vista del canalillo de su sobrina.

-¿Me estás mirando para las tetas?

El Ermitaño no se andaba con medias tintas.

-Estoy. Si no quieres que te miren para ellas no las enseñes.

-¡Qué cara!

-Date la vuelta.

Diana se dio la vuelta, giró la cabeza. y vio que su tío le estaba mirando para el culo, que por cierto, era un culazo.

-¡Qué cosas más lindas hace la naturaleza!

-¿Me debo empezar a preocupar?

Saulo, no le respondió a su sobrina, estaba más interesado en una de las urracas que le picoteaban las sandías.

-¡Largo, apestosa! -le dijo Saulo a la urraca que se había posado en el pequeño huerto- No dejan en paz las sandías.

La urraca salió volando y soltando graznidos. Diana, le preguntó a su tío:

-¿Hablas con los animales?

-A veces. Cuando me dicen algo con lo que no estoy de acuerdo.

Diana, creyó tener motivos para preocuparse.

-Buuueeeno.

-Era broma, carita de ángel.

-Espero que lo de carita de ángel sólo sea un cumplido. Aunque la carita de ángel, las tetas, el culo...

De repente cayó un chaparrón de una tormenta de verano. Diana quedó empapada. Sus pezones y sus areolas rosadas se marcaban en la camiseta. Saulo, mirando para aquellas maravillas, le dijo:

-Entra en la cueva que hago un fuego para que seques esa ropa.

-No se si no será mejor que me cale la lluvia hasta los huesos. Tu mirada no me da buena espina.

-Entra que no te voy a hacer nada que tu no quieras que te haga.

Aquellas palabras, sin decirle nada, le dijeron todo lo que Diana quería saber. Metió la moto en la cueva. Saulo echó unas ramas, unas piñas y unos troncos y encendió el fuego, que ya estaba con brasas. Diana se desnudó, con Saulo de espaldas, después se puso al lado del fuego, sentada en una piedra, se cubría con una gabardina con sietes a punta pala. Las tetas las tapaba con los brazos y juntaba las largas piernas. Saulo estaba sentado en la cama. Se dio la vuelta. Diana, le preguntó:

-¿Vas a regresar al pueblo para recoger la herencia?

-No, no me interesa el dinero. Además, aunque quisiera volver y vivir una nueva vida, no podría.

-¿Por qué?

-Por lo mío.

-¿Qué es lo tuyo?

Le enseñó las marcas de dos colmillos en una pierna.

-Me mordió un lobo rabioso.

-¿Y qué?

-Que ya no creo en Dios, ni me fío de los hombres, y mucho menos de mi mismo.

-Ahora sé de donde salen eses pectorales y esas piernas tan fuertes. Dejaste de rezar y te pasas el día haciendo ejercicios... En fin, si no quieres la herencia, me podías hacer rica a mí.

-¿A eso has venido?

-Si te digo la verdad, no. Oí hablar mucho de ti. Tenía ganas de conocerte. ¿Es verdad que antes de ermitaño fuiste mercenario?

-Sí, en la guerra de Angola. Me apodaban El Sanguinario. Estaba drogado día y noche y maté más gente de la que debería. Por eso vine aquí, buscando el perdón de Dios, pero parece ser que para mí nunca habrá paz. Llevo el Mal dentro. ¿Qué más te dijeron de mí?

-Dice mi madre que también te apodaban el Follalotodo. Y que le gustabas a las mujeres más que a las abejas la miel.

-No se me daban mal, no.

-¿Qué tipo de mujeres te buscaban?

-No es algo que deba decir a una jovencita que está desnuda, por muy sobrina mía que sea.

Se quedaron mirando para la pequeña hoguera. La cueva, en ese momento, olía a humedad, a piñas quemadas, a curiosidad y a lujuria. Diana, insistió.

-¿Cómo eran las mujeres que te buscaban?

-Nunca te dijeron que la curiosidad mató al gato.

-En mi caso sería gata. Cuenta, que si no perdí a virginidad con chicos que estaban como quesos, no la voy a perder con mi tío.

Saulo, se soltó.

-Las mujeres me buscaban por motivos diferentes. Unas porque sus maridos, o novios, no las hacían correr. Otras porque a sus maridos, o novios, les daba asco comerles el coño. Otras porque sus maridos, o novios, no les daban por detrás...

-¿Por el culo?

-Sí, por el culo.

-¿Una mujer se corre dándole por el culo?

-En casos contados, pero al estar muy caliente lo disfruta.

-¿Comiste algún coño virgen?

-Por la manera que hablas me parece que tú te comiste alguno.

-Sólo uno, el de mi amiga Maribel, una morenita muy hermosa, compañera de estudios.

-¿La sedujiste o te sedujo?

-Ni una cosa ni la otra. Surgió. Habíamos dormido juntas decenas de veces. Esa noche de invierno el trueno de una tormenta y el resplandor del rayo que cayó cerca de su casa la asustó. Se abrazó a mí poniendo sus manos sobre mis tetas. Le debió gustar porque me las empezó a magrear. Yo sintiendo sus pequeñas y duras tetas pegadas a mi espalda, sus manos magreando mis tetas y jugando con los pezones, me puse cachonda. Me di la vuelta. Nos miramos. Nuestros labios, temblando con el nerviosismo, se juntaron. Nos besamos, con ternura al principio y con pasión después. Al rato estábamos desnudas. Yo le comí las tetas a ella y ella me las comió a mí. Al bajar mi mano a su chochito lo encontré chorreando. Le metí un dedo y ella me metió otro a mí. Nos masturbamos y nos besábamos... Gimiendo, me dijo que se iba a correr. Bajé y le lamí el chochito hasta que sentí como jadeando y retorciéndose me llenaba la boca con el jugo calentito de su corrida. Se lo bebí, lamiendo como una perra. Al acabar de correrse, bajó ella y poco después, fui yo la que me corrí en su boca. Fue el mejor orgasmo que haba tenido en mi vida por lo intenso y largo que fue. ¿Tú a cuántas se lo comiste?

-A docenas. Es lo que tiene cuando se corre la voz entre las jovencitas.

Diana, se abrió la gabardina y separó las piernas. Saulo vio sus preciosas tetas y su coño rodeado de pelos rubios. Diana sabía lo que tenía y lo que buscaba. A Saulo se le olvidó quien era y hasta donde estaba.

-¡Coooño!

-¿Te gusta lo que ves, tío?

-¡Cómo no me va a gustar! ¡Vaya pastelito!

Diana, se volvió a tapar. Siguió con su enredo, y su tío se iba a dejar enredar.

-Cuéntame con quien echaste el polvo más escandaloso, tío.

-Ahora mismo lo que tengo es ganas de follarte.

-Y yo de saber cosas. Cuenta un polvo que echaras que me impacte.

-¿Te vale el de tu tía María?

-¡¿Follaste a tu hermana?!

-Hace 40 años.

-¡Hace 40 años tenía…!

-Sí, esa edad. En aquellos tiempos era una morenita delgadita, con tetas pequeñas, con grandes ojos negros, y muy guapa. Llevaba el cabello negro recogido en dos trenzas... El caso fue que me pilló comiéndole el coño a tu madre...

-¡Eras un cabronazo! ¿También te follaste a mi madre?

-También. Es que tu madre me había pillado follando con la mujer del vecino y me dijo que o la follaba a ella o se lo decía a su marido.

-¿Con Andrea, la mujer de Carlos?

-Sí, Y tu tía, me amenazó con decirle a nuestro padre lo mío y lo de tu madre. ¿Qué querías que hiciera?

-¿Qué hiciste?

-Follarlas a las dos.

-Detalles, dame detalles.

-¡¿De tú madre y de tu tía?!

-Sí, tiene un morbazo que te cagas.

-Ven a la cama que te lo voy a explicar con obras.

Diana, cubierta con la gabardina, fue a la cama, se sentó al lado de su tío, y le dijo:

-Mi virginidad no te va a salir gratis.

-Lo sé. Vienes por la herencia y la tendrás.

-¿Cuándo?

-Después de follarte.

-Ya, ¿pero después de follarme, cuándo?

-En la luna nueva. Iré al pueblo y te pasaré todo lo mío.

-Tienes obsesión con la luna.

-¡Qué remedio!

-¿Cuándo te diste cuenta de que quería seducirte?

-Cuando te apeaste de la moto y bajaste la cremallera. Soy lobo viejo.

-Ya será perro viejo,

-No, lobo, lobo viejo. Tenemos cuatro horas. Al salir la luna llena más te vale estar muy lejos de aquí.

-Ni que fueras un hombre lobo.

-Lo soy, Diana lo soy.

-Ya, un lobo que me quiere comer. -se despojó de la gabardina y se echó boca arriba sobre la dura cama- ¡Come, lobo!

Saulo, le levantó, quitó el pantalón y una polla normalita quedó apuntando al frente. Se echó al lado de su sobrina, la besó y le comió las tetas a conciencia. Más de media hora le llevó lamer y chupar cada poro de la piel de las tetas y cada pezón. Al terminar de comérselas, bajó al coño y lo encontró chorreando. Empezó a comerlo como un cristiano, lamiendo y chupando labios, y clítoris, follando con la lengua vagina y ojete... Cuando sintió que se iba a correr lamió como si fuera un perro, lo que le ayudó a beber la inmensa corrida que salió del coño de su sobrina. Al ver que terminara de correrse, le clavó la polla en el coño mojado. Entró apretadísima, tanto que a Diana se quejaba, pero fue al principio, después la gozaba, tanto la gozó, que al sentir la polla de su tío latiendo dentro de su coño, se volvió a correr.

Al acabar, Saulo, la puso a cuatro patas. La agarró por las tetas y la folló a toda hostia. Al ratito, se la quitó y se corrió en la entrada de su ojete. Diana, empujó y Saulo acabó de correrse dentro de su culo. Diana ya estaba cachonda otra vez.

-No la quites, tío, sigue metiendo.

Saulo se la fue clavando hasta llegar al fondo. Le folló el culo largo rato. Llegó un momento en que Diana, disfrutaba una cosa mala. Quiso tocarse el clítoris para correrse de nuevo. Saulo le agarró las dos manos y le llevó los brazos a la espalda, luego le volvió a follar el culo como le follara el coño, a toda hostia. Diana, acabó exclamando:

-¡¡¡Me corro!!!

Se corrió sacudiéndose y gimiendo. De su coño salió un torrente de jugo que caía sobre un jersey que había en la cama cuando Saulo comenzó a correrse de nuevo dentro del culo de Diana. Esta vez, levantando la cabeza, aulló con alegría:

-¡Auuuu!

Descansaron un rato, y después, Saulo, hizo que Diana se corriese tres veces más.

Cerca de caer la noche, le dijo Saulo a su sobrina.

-Vete y aléjate de este monte lo antes posible.

Diana, vistiéndose, le dijo a su tío:

-Ya, eres un hombre lobo. ¿Te has parado a pensar que la soledad te pudo afectar el cerebro? Con atención médica...

Saulo, le ordenó:

-¡Qué te acabes de vestir, coño!

-Vale, vale. Te espero en la ciudad.

-Espera, ahora vete

Diana se acabó de vestir, sacó la moto de la cueva, se montó, la encendió y se fue ladera abajo. Casi llegando a la carretera, se le caló. Ya cayera la noche. La luna llena estaba en su máximo esplendor. Oyó un desgarrador aullido humano.

¡¡¡Auuuu!!!

Decenas de lobos le contestaron con sus aullidos. A Diana se le heló la sangre en las venas. Miró para la moto y vio que se olvidara de abrirle la llave de paso de la gasolina, la abrió, encendió la moto y regresó a la ciudad.

Se agradecen los comentarios, buenos y malos.

(9,66)