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A mi hija la hice mi mujer

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La joven hija de mi pareja, heredó el temperamento apasionado de su madre, por mucho tiempo ha sido testigo auditivo de los efusivos gemidos maternos cuando tenemos sexo, creo que alguna vez nos debe de haber observado, por eso el deseo de que sea yo quien la desflore fue parte de sus sueños más calientes.

Su precocidad fue manifiesta en la forma de exteriorizar sus emociones respecto del erotismo y la actividad sexual, una noche de fiesta en la casa se su abuela, cuando los tragos habían hecho su tarea y nos retiramos a dormir, a media noche se me apareció a la vera de mi cama solo en bombacha frotándome sus pequeñas tetitas en mi cara.

Superado el shock inicial, no podía menos que evita un inevitable conflicto, sin poder convencerla de salirse del cuarto, no me dejó opción que salir con ella, acompañarla hasta su cuarto. Las insinuaciones pasaron el límite de lo prudente, ella tenía bien en claro sus necesidades sexuales y que yo sería el hacedor de la desfloración.

Es una muchacha de convicciones precisas, la energía, perseverancia y decisión para conseguirlo marcan su carácter, el resto lo hizo la calentura que me transmitió cuando me bajó el bóxer y comenzó a masajear el miembro, metérselo en su boca fue todo un desafío para no venirme dentro de ella. Lo que siguió fue que para evitar más problemas fui por el sexo oral, una buena mamada de conchita podría calmar sus necesidades primarias.

Me introduje entre sus piernas y le pegué una chupada de conchita que jamás habría imaginado.

¡Ja! Qué ingenuo, creer que un orgasmo pudiera calmar sus necesidades sexuales, por el contrario, solo pude incentivar sus instintos más elementales de querer cruzar el umbral de señorita y que la pareja de su madre fuera el artífice de su primera vez. Decía que había sido el padre que no conoció, el hombre que durante la noche hacía bramar deseo a su madre sería el indicado para que ella transitara el mismo camino de mi mano.

- Durante años has eludido todas la insinuaciones y provocaciones, ahora tengo la edad legal para buscar sexo, no tendría excusa válida para seguir esquivándola, no me insinúo ¡quiero que seas tú quien me haga mujer!

Tan simple y tan contundente como eso, su firme decisión, evitar un escándalo familiar y la calentura que me había provocado, eran argumentos decisivos. Desnudos volvimos a trenzarnos en fogoso 69, a todo darnos.

- Quieres que apague la luz?

- No papi, quiero verte disfrutar cuando rompas el virgo de tu nenita.

Arrodillado entre sus piernas, a plena luz podía disfrutar de un cuerpo tan blanco, con el sexo virgen esperando sentir mi verga entrar dentro, descorrer el velo de la inocencia y hacerla mi puta como vendía sus increíbles ganas de cogerme.

- Vamos papi, tu nenita espera esta pija, estoy ansiosa, ¡cogeme!

Sin dejar de observarme, abrió la vulva para que apoye el glande entre sus labios, húmeda, caliente y temblorosa aguarda, algo tensa, el momento decisivo, flexionó las rodillas, llevé sus manos para tomarse de los muslos abriendo el mayor espectáculo que un hombre ambiciona: desvirgar a la mujer.

La falta de experiencia podría producir alguna ruidosa reacción, despacio ingresé la cabeza del miembro, moviéndolo, hacia arriba y abajo, se estremece por la inquietud de la espera, disfruto ese momento de incertidumbre jugando con la verga.

Mirándome en sus ojos, siente que ha llegado el momento, el hombre está entrando en su carne, haciéndose amo y señor de sus sensaciones, gozando sus emociones más intensas. Penetro despacio hasta sentir ese instante donde una invisible resistencia provoca el desenfreno emotivo de arrollar con el ímpetu de un toro salvaje el último vestigio de niña.

Acusó el empellón de mi cuerpo copando el suyo, la presión punzante de la verga intrusando la vagina, abriendo espacio por la desarmonía de calibre, desgarrar y atravesar el delgado velo de la virginidad maltrecha.

- Ah, ahhhh.

Los ojos abiertos como el dos de oros de la baraja, atestiguan el lacerante momento de la desfloración, su expresión de sorpresa y dolor, endulzada por la sensación de hacerse mujer, realizarse como tal en ese mismo instante tantas veces soñado. Entrar la totalidad del miembro, sentir la carne del hombre latiendo dentro de su cuca era el recuerdo que siempre estará entre los momentos memorables de su existir.

Despacio voy llevándola al disfrute, penetrando lento y profundo, jugando con el pulgar sobre el clítoris inunda de placer su rostro, respondiendo con su pelvis al cadencioso vaivén de la verga, entrando a fondo y saliendo hasta la puertita de la cuca.

- Como va mi nena? -sonríe aprobando - Sigue moviéndote, acompañando al papi, no te apresures, déjate llevar con mi ritmo, necesito que disfrutes este momento esencial de tu vida. Tranquila, no voy a venirme dentro, cuando llegue el momento de eyacular, te la saco y largo la lechita sobre tu vientre.

- No papi, puedes venirte dentro. Aún tengo dos o tres días para que puedas venirte y dejar tu lechita dentro de la nena. No estoy en mis días fértiles, ya lo tengo bien estudiado.

Esa declaración fue la prueba tangible de cómo la mujer, sin importar la edad, puede manejar nuestro deseo, prueba cabal que sólo fui parte de su plan maestro para conseguir ser desvirgada por su papi.

Sus palabras incentivan el deseo, poder hacerlo a pelo y dentro, el sumum del placer, su virgo, tiene el valor agregado que potencia el placer en grado superlativo. Tan así que ni sé cómo pude reprimir el bramido que acompañó la tumultuosa eyaculación, sentía como emitía un grueso chorro de esperma, latiendo vida y ternura.

El contacto del fluido caliente arrastró el orgasmo de la nena, sus músculos vaginales latiendo el delirio por recibir la primera descarga masculina, se enredó en los latidos de la poronga descargando la energía viva del hombre que la hace tan mujer.

El abrazo contenedor, mi boca recogiendo sus primeras lágrimas de mujer, tenía el profundo contenido de la coronar el deseo de la joven, encontrarse en brazos del príncipe de sus ensueños.

Permanecimos extasiados, disfrutando el relax de dos amantes que han consumado el mejor momento de sus vidas, ella ser mujer, yo haberla hecho mi mujer.

El Lobo espera conocer a la caperucita lectora, cuéntame [email protected] esperándote.

Lobo Feroz

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