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Mi tío millonario y mi esposa

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Un tío que tiene campos en Buenos Aires nos envía una invitación a mi esposa y a mí para festejar sus 50 años.

Iba a hacerlo en una quinta de zona norte, una fiesta con todos los lujos.

Nosotros somos dos trabajadores rasos, mi esposa es secretaria administrativa de una casa que vende sanitarios. Yo un vendedor común, que anda con un Volkswagen Golf todo roto tratando de ganar clientes para una empresa de consumo masivo.

Ambos somos felices, alquilamos un dos ambientes en una zona media de Capital Federal, cada tanto salimos a comer una pizza afuera. Y estamos ahorrando para irnos a Brasil en un par de años de vacaciones.

Al llegar la invitación, mi esposa refunfuña porque dice que no tiene ropa para ir a un evento así, que en ese lugar todos nos mirarían mal, que no podemos ir con la misma ropa de todos los eventos.

Así que después de llorisquear un poco, me convence de reventar la tarjeta para ir de compras de ropa para la ocasión.

Ella me vestiría así que me elige la camisa nueva, unos zapatos y pantalones. Un saco moderno. Y hasta un pañuelo de ojal.

Ya con eso la tarjeta estaba al rojo vivo, pero aún faltaba la ropa de ella.

Ella con sus tiernos 22 años estaba como una niña en una juguetería, me mostro indecisa entre varios vestidos, algunos al cuerpo, otros muy cortos, otros escotados. Todos realzaban su joven figura.

Ella era delgadita, una cola parada de quinceañera, unas tetas pequeñas, una cintura que causa envidia en chicas más chicas y en las mayores.

Luego de elegir el vestido, sigue con los zapatos, tacos por supuesto.

Cuando creo que terminamos me indica que faltaba lo más importante.

La ropa interior.

Elige un conjunto de tanga y corpiño, aunque me aclara que solo usara la tanga, pero que aprovechaba el momento para tenerlo todo.

Me guiñaba el ojo mientras me mostraba lo diminuto de varios modelos.

Luego de estar todo un día prácticamente comprando llega el momento de pagar. Literalmente se nos fue un sueldo completo en la ropa, todo en cuotas a pagar hasta no sé cuánto.

Mientras volvíamos a casa con las bolsas, hablábamos de nuestros proyectos, de que tal vez con estos gastos, el viaje a Brasil seria en 3 años y no en 2. Y que debíamos ajustarnos mucho en los próximos meses.

Llega el gran día, ella vuelve a reventar la tarjeta con maquillaje, perfume, aritos y peluquería. Como lo sé? Porque el banco me llama para confirmar las compras.

Cuando llega me mira con culpa, yo trato de estar calmado, pero se me escapa un "hace lo que quieras, no vamos más a Brasil", Esto detona en llanto y gritos.

Todos los trapitos sucios salen al sol, las cosas que no hice, las que no compre, los sacrificios y hasta esa vez que me descubrió mirándole el culo a su hermana.

Luego de estar varias horas sin hablarnos, comienza la parte de la reconciliación.

Decimos muchas frases hechas, de que ya vamos a salir adelante, de que vamos a cambiar nuestra forma de reaccionar y también en consultar los gastos etc. Cosas que no se cumplen pero sirven para poner paños fríos luego de una pelea.

Ella cada tanto le sale una lágrima porque su cara quedo hecha un desastre con el llanto. Se interna en el baño tratando de arreglarse.

Llegaremos un poco tarde parece.

Sale del baño y entra al cuarto, se va a poner el vestido rojo que se compró. Un vestido que muestra su delgada cintura, un escote en la espalda que llega escandalosamente a centímetros del comienzo de la cola.

El escote delantero es recatado, delicado, solo se ve un poco si uno se esfuerza desde el costado. Por debajo de la cintura el vestido tiene algo de vuelo, y la caída permite divisar la forma de sus nalgas, una por una, y hasta la unión de ellas.

Es algo corto para mi gusto, pero es delicado. Unos diez centímetros por debajo de la cola. Deberá tener cuidado cuando se agache o se siente para que los pendejos adolescentes no la registren en su memoria para pajearse después.

Supongo que se puso la tanga roja, esa que costo tanto. Parece que sí, porque se nota el relieve de la tanga sobre el vestido, ella no parece convencerle, no le gusta que se note. Pero parece convencerse y se la deja.

Yo estuve todo el día lavando el Volkswagen Golf, lo aspire y lo perfume. Cuando vamos en camino ella comienza a decir que deberíamos cambiar el auto por uno más nuevo. Yo ya no digo nada, si estamos endeudados hasta la cabeza por una fiesta y ella ya habla de cambiar el auto.

Cuando llegamos a la quinta, vemos a todos en la misma situación, todos con ropa nueva, con sus autos impecables, zapatos lustrados. Al menos no fuimos los únicos que se gastaron la vida para aparentar en una noche.

Le entregamos el humilde regalo al tío, un libro. Que más le podíamos dar a este ser multimillonario?

Ella no lo conocía, el no pudo venir a nuestro casamiento. Así que se la presento.

Se pusieron a hablar de lo más bien, el tío nunca perdió la humildad, nos hablaba a todos por igual.

Estaba siempre impecable, bien vestido, perfume de primera, el pelo perfecto, siempre tostado, el cuerpo mejor que el mío, se ve que iba a gym.

Mientras saludo al resto de la familia, ellos se quedan hablando. Ella le cuenta de sus proyectos, de que quiere terminar su carrera de contadora. De que le gustan los negocios, de que se siente presa en su trabajo sin futuro.

Mientras somos atendidos por mozos que bandejean canapés, caviar, champagne y vino blanco.

La fiesta sigue su curso, hay música fuerte, se arma el baile, y en un momento ella está bailando con mi tío.

El lleva su madura mano peligrosamente a su espalda, veo como con cuidado la va guiando mientras baila, su mano sube y baja por su desnuda espalda.

Ella cada tanto apoya su mano en su musculoso brazo y en su pecho mientras sonríe de cosas que solo ellos saben que están diciendo.

Ella al bailar con ese vestido con vuelo, logra que se vean sus muslos, en ciertos movimientos se levanta peligrosamente mostrando la redondez inferior de sus nalgas.

Ella sigue sonriendo mostrando una boca roja intensa cuidadosamente maquillada.

Luego de un tiempo descansan, van a unos sillones, él le trae champagne, y ella acalorada trata de airearse levantándose el cabello. Parece que le da vergüenza por las pequeñitas gotas de sudor que se forman en su escote y que se deslizan por la gravedad en la redondez de sus pechos.

Ella parece no haberse percatado de cómo se sentó, más preocupada por el calor y el sudor, se sentó sin cuidado. El vestido está muy subido, cuando mi tío regresa con más champagne puede ver perfectamente la desnudez de sus piernas, hasta ese punto donde comienzan las nalgas, e interiormente donde se puede ver el color rojo de la tanga carísima que combinaba con su vestido.

Veo a mi tío con sus ojos mirando ahí abajo disimuladamente. Luego se sienta y comparte el champagne, siguen riéndose.

Creo que es suficiente.

Me acerco hasta donde están ellos, me siento al lado de mi esposa y les pregunto que se están riendo que es tan gracioso.

Mi tío no se percata de la ironía, y cuenta anécdotas de sus viajes, de malos entendidos culturales, mi esposa de 22 años ríe como una adolescente alborotada.

En un momento me dice el tío:

"me conto ella lo mal que la están pasando, me gustaría ayudarlos, quisiera darle el trabajo que se merece tu esposa, que trabaje para mí, necesito una contadora para uno de mis negocios nuevos."

Yo siempre espere que me diera un trabajo a mí, que soy su sobrino, toda la vida ilusionado con que el tío rico me dé un trabajo que me salve, y no. Tuve que ir haciéndome de abajo como todos, y termino ahora con un trabajo de vendedor de papas fritas en almacenes del conurbano.

Pero ahora de una sola noche, de un vestido corto, un culo y una tanga carísima resulta que mi esposa tenía una propuesta laboral del tío millonario.

"Ella dijo que si" concluye mi tío.

A lo cual mi cara se transforma por un instante, lo disimulo con un chiste, pero por dentro tengo mucha bronca.

“Amor este lunes empiezo, y tu tío dijo que voy a tener un auto a disposición, así que no me tenés que traer hasta acá"

Termina la fiesta, ella habla con mi tío coordinando detalles, ella ya está decidida, va a dejar el trabajo de mierda que tiene. Se pasan los teléfonos.

El la despide con un beso muy cerca de sus labios, sus brazos están en su cintura. Y cuando ella se da vuelta el fija la mirada en su culo, en ese culo parado, observa bien cada una de sus nalgas en cada paso que da, pareciera que puede ver a través del vestido, puede distinguir como esa tanga que vio más temprano se pierde en la raya de su joven culo.

Ella llega hasta mí, me despido de lejos de mi tío, la abrazo como mostrando que es de mi propiedad.

Llegamos hasta el Volkswagen Golf, apenas hacemos un par de kilómetros y el auto se apaga.

Ella refunfuña, yo me enojo, volvemos a discutir. Ella me pide que no ensucie la ropa con el auto, en cuero trato de arreglar lo que no sé, no arranca.

Llamo a la grúa, ella me dice que no va a volver en una grúa con esa ropa.

De repente la veo llamar a mi tío, y le cuenta la situación.

El viene al rescate, yo tenía que quedarme con el auto hasta que venga la grúa, él dice que nos quedemos ambos en su quinta. Yo no puedo, tengo que esperar la grúa, tengo que arreglar el auto.

Él dijo que no me preocupe por el costo de la grúa, él lo paga, yo me rehúso. Quiero mantener mi posición de macho alfa.

Terminamos accediendo que ella vuelve a la quinta y yo la buscaría cuando arranque el auto.

La veo subirse en el Audi 0 km de mi tío, el vestido nuevamente se le sube, se ven sus piernas perfectas casi hasta el límite de la tanga. Mi tío sube a conducir, le pone el cinturón de seguridad, y en ese movimiento roza sus piernas. Los veo irse de vuelta a la quinta.

A mí me toca esperar la grúa

(Continuará)

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