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Sexo en la Isla

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Decidimos éste viaje intempestivamente. Aprovechando lo caliente del clima y la posibilidad real de hacerlo sin que representara ningún problema para mi vida matrimonial. Todo lo demás sobraba, ganas y más ganas eran suficientes para partir en este delicioso fin de semana. Mi amante y yo, solos en la Isla de Margarita, sencillamente fenomenal.

Viajamos en el mismo vuelo, asientos separados. Nos mirábamos de lejos y como si no nos conociéramos. La excitación me tenía al borde y aun así tenía que guardar la compostura para evitar que cualquier conocido notara en lo que yo andaba.

Llegamos al resort luego de " compartir " un taxi. Como un radar detallé a cada persona que vi a mi alrededor, casi todos extranjeros para nuestra suerte, esperaba que siguiera así.

Nos chequeamos bajo su nombre y uno falso para mí y era un hecho, a los pocos minutos estaba brincando en la cama de la emoción. Quitando la franela de mi hombre que me pedía un poco de cordura y reía conmigo besándome.

-Me siento perversa sabes? Quiero hacerte gritar, morderte la carne mientras nos revolcamos en esta cama, le decía.

-Que rico mi hembra, mi puta, contestaba él mientras peleaba para arrancarme la ropa. A pesar de su carácter me seguía el juego como un adolescente caliente.

Ya sin nada sobre el cuerpo nos dimos a la tarea de imaginar en voz alta las situaciones más perversas, incluyendo cada fantasía que nos pasaba por la cabeza. Vivencias, deseos, caricias nos calentaban hasta el punto máximo. Yo sentía como caía en el trance divino de la excitación y cada centímetro de mi carne y mi mente reaccionaba.

Yo convulsionaba bajo el peso de su cuerpo, lo sentía moverse divinamente sobre mí haciéndome jadear como una bestia en celos. Abría mis piernas con sus rodillas, frotaba mi cuca empapada con su sexo, llevándome a los límites de la locura.

-MMMMM que delicia ahhhhh......me haces acabar divino, le decía mientras intercalaba sus caricias con incursiones de sus dedos entre mis nalgas.

Finalmente, agarró su guevo y lo apoyó suavemente en la entrada de mi cuca hambrienta, de un solo empujón me llenó completa y su movimiento me sacó las ganas desde adentro. Gemidos, jadeos, sentí como me mojaba mientras me perdía en la delicia de los orgasmos.

Salió de mí y acercó su sexo a mi boca.

-Límpialo, me ordenó- mira como lo dejaste de mojado mi perrita.

Inmediatamente me incorporé e introduje en mi boca el glande, chupándolo como un caramelo. Nunca dejé de mirarlo. Siempre atenta a su expresión y mirada.

Lo mamé hasta la base, él me masturbaba mientras gemía, un gemido ronco divino que me ponía a volar. Le pedí luego suavemente que se acostara boca abajo y lo prometido llegó. Le mordí cada centímetro de piel desde el cuello hasta sus nalgas dejando hilos de humedad a lo largo de su espalda. Busqué ansiosa con mi lengua su orificio prohibido y lo hice mío. Lamí y besé ese culo de hombre hasta que cedió al paso de mi lengua que como serpiente se movía en su interior. Que gusto me di haciéndolo gemir, hacer a mi macho más mío. Así estuvimos, él disfrutando de mi boca y yo de su placer.

Pasando los minutos, me colocó en cuatro y comenzó la malvada tortura de meterme solo la punta del guevo.

- no te muevas, me decía.

- Quieta te digo puta !

Me ordenaba ante mis intentos de conseguir una penetración profunda, cuándo ya estaba en el borde, me empujaba su sexo violentamente haciéndome gritar de placer.

Esto lo repitió en muchas oportunidades siempre acabando con una explosión de placer de mi parte. Él estaba bañado en sudor y sus gotas rociaban mi cuerpo. Yo, cansada pero entera, seguía su paso e instrucciones a placer.

Sacó su guevo y frotó mi culito mojándolo con mi propia humedad, así, empujaba con su punta mi huequito que abonado con mis gemidos se extendía para darle paso. Alejó entonces su miembro y comenzó a acariciarme con sus dedos. Introdujo uno en mi cuquita y baño de mis jugos mi otro huequito, luego metió un dedo en cada agujero y los movió con esa forma tan divina que me enloquece. Finalmente, sustituyo sus dedos por su sexo hundiéndolo hasta el fondo en mi culo. Mi espalda arqueada y mi cuerpo moviéndose a su ritmo. Nos cogimos divinamente esa vez, y acabó entre mis nalgas mientras yo me sentía desmayar. Que ricura.

Esto fue solo el abrebocas de un fin de semana lleno de sorpresas, de una serie de experiencias tan excitantes que me doy un gusto en compartirlas.

Pasamos el resto del día en la playa, yo, tomando cocktails y el una que otra cerveza, luego de una ducha y algunas caricias perversas, nos vestimos y salimos de compras como cualquier pareja normal, eso sí, siempre a pasos de distancia y ojo avizor. Aun así, yo estaba feliz.

En la noche después de la cena nos fuimos a un local nocturno donde presentaban música en vivo. El ambiente era agradable y estaba lleno de gente, la mayoría más jóvenes que nosotros, todos bronceados y vestidos ligeramente. Eso tenía a mi hombre con los ojos ocupados, pasando de piernas en piernas, escotes, espaldas, culos y afines. Hacíamos comentarios sobre las chicas que veíamos y de cual tenía las tetas más bonitas. En cuanto a mí, si veía algún hombre bien parecido, un mmmm mental era suficiente, por lo demás me bastaba estar con mi hombre.

Ya después de media noche noté una chica, en sus veinte, bronceada y fina, delgada y con un top que medio le tapaba las tetas. Ella no quitaba la mirada de mi hombre, ni cuando yo le dirigía una mirada inquisidora, solo la desviaba hacia mi unos segundos y luego la clavaba en él. Mi macho sonreía, le mantenía la mirada unos segundos y luego me comentaba.

- Esta como que quiere guerra linda. Mírala tan perra.

Esto me causaba gracia y mucha curiosidad así que esperé que la chica se parara al baño y la seguí.

Cuándo acabó de hacer lo suyo y se lavaba las manos me consiguió de brazos cruzados mirándola.

- Qué, te gusta mucho mi hombre?

- Te gustaría probarlo?

-No te enrolles, me dijo, mirar es libre y sí me gusta, nada más.

- No me enrollo, para nada, todo lo contrario, me gusta que lo admiren y solo quería invitarte a tomar una copa con nosotros. ¿Qué te parece?

La chica sonrió y me dijo que estaba loca, finalmente después de unos minutos de charla, se nos unió en la barra.

Pasó el tiempo amenamente entre tragos e historias. Natalia es el nombre de la chica y mientras los tragos hacían efecto, ella más se abría a nosotros.

Llegamos al tema del sexo y compartimos prudentemente experiencias, fantasías y exploramos las suyas. Le preguntamos si nos quería acompañar al hotel y ella decidía su participación. Para nuestra sorpresa dijo que si.

Ella estaba prendida y reía sin parar. Entramos las dos primero por el lobby del hotel y mi amante nos alcanzó ya en el pasillo de la piscina. Llegamos a la habitación, las dos abrazadas como par de borrachitas, aunque yo estaba muy sobria. Al entrar ella se tiro en la cama boca arriba y cerró los ojos.

-Esta se va a dormir! Le dije a mi hombre.

- Eso parece, me contestó en una carcajada.

Nos acostamos uno a cada lado a sabiendas de que si se dormía la dejaríamos tranquila, solo amanecería en nuestra cama, ya nos las arreglaríamos para tirar los dos con ella a un lado.

-Natalia, le susurraba él al oído

-Estas viva?

Ella asentía sin decir una palabra y sonreía sin abrir los ojos.

-Pícara, estás fingiendo! Le dijo y ella abrió los ojos, se incorporó y lo besó en la boca en una forma tan salvaje que nos dejó a los dos fuera de sitio, impresionados.

- Que rico besas carajita! Le dijo mi amante mientras la pegaba a su cuerpo en un abrazo apretado. La beso intensamente, la acariciaba con lujuria. Yo me deleitaba con la escena, empecé a ayudarla a desvestir. Ella muy ocupada entre besos y metidas de mano, yo me deshacía de su falda y su top dejándola solo con su hilo. Sé veía divina! Que excitación tan grande.

Acariciaba su espalda y sus nalgas con suavidad, cuando mi macho la soltó, sobre su cuerpo buscó mi boca para darnos un beso divino. Ella atrapada entre los dos, sintiendo muy de cerca como nos besábamos y acariciábamos. Finalmente se incorporó y nos besamos los tres. Esta niña andaba más rápida de lo que yo esperaba. Esta madrugada la predecía muy excitante.

Nos terminamos de desvestir, las caricias se hicieron más intensas, ella aceptaba las mías tanto como las de mi macho, yo estaba perdida en la lujuria del momento, al igual que mi amante que no nos negaba ni un momento de atención. Sus manos rodaban por nuestras nalgas mientras nos besaba deliciosamente. Él en el centro y las dos sobre su cuerpo compartiendo piel, caricias y lengua. Éramos todo calor, toda humedad y morbo.

Vamos a comernos este manjar, le susurré a Natalia al oído a lo que ella respondió inmediatamente. Comenzamos besándolo entre las dos en la boca y luego bajamos por su cuello. Sincronizadas, lamimos sus tetillas, las chupamos y mordimos suavemente. Todas las manos estaban ocupadas en algo. Nuestras bocas siguieron su descenso por su torso, su ombligo. Lamidas y mordiscos se intercalabas, así como besos entre nosotras. Así llegamos a su guevo que se veía duro a reventar, brillante y divino.

Dejé que ella tomara la iniciativa de agarrarlo y meterlo en su boca, yo la miraba extasiada mientras se lo mamaba rico, se lo metía hasta donde le llegaba en la boca y movía su lengua. Ella gemía, él también. Me incorporé a compartir la mamada y de paso masturbaba a esta niña, estaba mojadísima y movía su cuca sobre mi mano con desespero.

-Sigue mamándolo en cuatro.

Le ordené y ella se posicionó obediente. Acariciando su espalda, llegué hasta su cuca que se exponía roja y mojada para mí. Arrodillada rodó mi lengua por sus pliegues hasta encontrar su clítoris que hinchado vibraba con mis lamidas. Chupé y lamí hasta sentirla cerca del orgasmo y acentué mi mamada para sentirla finalmente acabar en mi boca. Ella soltó a mi hombre y se tendió boca arriba. Yo le cabalgue sentada sobre su cuca, moviéndome para sentir que se acoplaban la de ella y la mía, así el vaivén nos llevo a las dos al goce divino.

Mi hombre nos veía muy de cerca, se tocaba divinamente. Yo me baje de Natalia y al oído le dije que se la ofrendaba y que le diera duro. Entre susurros candentes y besos divinos le cedí el paso y me hice a un lado. Ella jadeaba. Su pecho se movía con excitación mientras él se acercaba. Se colocó sobre ella y la penetró de un golpe. Ella rodeó su cuerpo con las piernas y comenzó a moverse divinamente. Sudaban, gemían. Yo los besaba, a uno y a la otra mientras me masturbaba. Me coloqué arrodillada sobre la cara de Natalia mientras mi hombre se incorporaba, el se la cogía de rodillas y ella se aventuró a darme una lamida divina. Yo la guiaba en la forma de hacerlo, cada vez más placentera y acabé divino mientras mi macho me mordía el cuello.

Se deshizo el nudo humano, mi amante me guió hasta dejarme en cuatro, estábamos empapados de sudor. Me penetró con fuerza mientras sus manos apretaban duro mis hombros.

-¿Te gusta linda?

-¿La estas pasando rico puta divina?

Natalia nos miraba con una expresión libidinosa, se tocaba los senos y se mordía los labios.

Yo dejaba que la situación me llevara y caía de un orgasmo a otro, cada vez más intensos.

-Mámale el culo mi perra, me ordeno él.

Ella se colocó de espaldas a mi, que estaba todavía en cuatro. Así sin ayuda de mis manos le metí una mamada que la hizo gemir. El culito hacía resistencia pero finalmente, mojado y relajado dejó paso a mi lengua. Ella gemía como una loca, ya estaba lista para mi hombre.

El me miro complacido, yo creía que la penetraría de una vez pero él tenía otros planes. Le dijo a Natalia que se colocara también en cuatro a mi lado . Mientras me hundía el guevo en el culo, comenzó a dilatárselo a ella con cuidado, siempre aprovechando sus propios fluidos y un poco de saliva.

- ¿Te han dado antes por el culo? Le preguntó.

Ella contestó que en una ocasión pero no lo había disfrutado.

-Esta vez lo harás, ya verás, le dijo.

Siguió cogiéndome, mis entrañas se llenaban y contraían con sus movimientos acompañadas por oleadas de placer que me hacían gritar. Después de un rato haciéndome gozar saco su guevo de mi culito y se posicionó detrás de Natalia. Ella ya tenía su huequito bien dilatado por los dedos de mi hombre, aun así, él se paró y buscó entre nuestras cosas un gel lubricante, le puso un poco a ella entre las nalgas y comenzó a empujar suavemente con su glande, se veía como cedía ante la entrada de su miembro, él hundía y hundía cada vez más, poco a poco, hasta que se lo metió hasta la base. Entró completo. Ella gemía bajito y aumentaba el volumen a medida que el movimiento se hacía más rápido. Yo le acariciaba la espalda hasta las nalgas sin perder ni un momento aquella visión hipnotizante. Mis manos me acompañaron, junto a los besos de mi macho a acabar una vez más.

-Te voy a llenar el culo de leche carajita, le avisó él a Natalia y entre gemidos se vació dentro de ella.Dejó que su guevo se relajara y lo sacó suavemente acariciándola con dulzura.

Se nos había portado muy bien la invitada y la noche no había terminado. La invitamos a dormir con nosotros, cosa que aceptó sin dudas.

Luego de una ducha y muchos besos nos dormimos, ella con nosotros.

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