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Una viaje a la playa con mi madre y yo (Parte 4)

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No quería que volviera mi padre, pero volvió. Los cuatro días que quedaban pasaron rápido y a mediodía estaba tocando el timbre del portero.

-Hola cariño, ya estoy aquí. Qué ganas tenía de verte.

Mi madre le dio un abrazo y un beso en la boca.

Le ayudó a sacar las cosas de la maleta. Mi padre se puso un pantalón corto y una camiseta. Salimos a comer algo a la terraza. Esta vez no fuimos al restaurante.

-Bueno. ¿Y tú qué tal? Me preguntó. ¿Te has portado bien?

-Si, papá. Muy bien.

-Eso espero.

Después de comer, recogimos la mesa. Mis padres se habían estado echando miradas cómplices todo el rato.

Me llevó aparte y me cogió por las mejillas y me dijo:

-Ahora tu madre y yo vamos a hacer algo, te imaginarás que es, por lo que si te sientes molesto por lo que vas a oír te pediría que te fueras a la playa.

-No, papá. Me quedaré en mi habitación y pondré la música bien alta en mis cascos.

-Eres un sol, hijo. No sabes lo bien que tu madre... se cayó de repente sabiendo que estaba a punto de meter la pata.

Se encerraron en su habitación y yo hice lo mismo en la mía, pero no me puse los cascos.

Al principio no se oía nada. Pero luego empezó a moverse un poco la cama. Un pequeño ñi-ñi, pero nada serio. Entonces el ñi-ñi comenzó a aumentar de fuerza y ritmo.

Comencé a oírles.

-Ah, ah, ah, cariño, llevo una semana sin verte. Gemía mi madre. Pensaba que solo me llamaba cariño a mi.

-Ah, ah, ah, y una semana sin sentirme. Le respondió mi padre. ¿Cómo te las has apañado?

-Ah, ah, ah, cariño. Tocándome mucho, le respondía ella.

-Será la última vez que te deje tanto tiempo sola, te lo prometo.

En ese momento la cama se empezó a mover más rápido aún. Mi padre debía estar taladrando hasta el fondo a mi madre.

Los gemidos de los dos iban en aumento y superaban los de los vecinos aquel día. No podía quedarme en la habitación y decidí salir.

Despacio salí a la terraza. La ventana de su habitación como de la mía daba a la terraza y desde allí podía verlos.

Me agaché para que no me vieran. Los gemidos pasaban ya el límite de decibelios permitidos, seguro.

Mi padre se deslizaba sobre mi madre como si estuvieran lubricados con aceite o algo. Su culo se movía adelante y atrás como si tuviera un resorte. Mi madre le agarraba de las caderas mientras la empotraba contra la cama que pareciera que fuera a desarmarse.

En eso que mi padre bajó el ritmo y mi madre se giró y se puso encima de él justo cuando me levanté un poco para verlos más de cerca.

Mi mirada se encontró con la de mi madre y esta empezó a cabalgarle. Subía y bajaba sobre él y a mi me miró como satisfecha, pero al mismo tiempo resignada porque era mi padre y tenía que follárselo a él.

Yo no pude seguir mirando más y salí de la terraza justo cuando llegaban al orgasmo y los dos se corrían más fuerte aún que los vecinos el otro día.

Cuando cerré la puerta vi que estaba empalmado. Me quité el pantalón corto y los calzoncillos y me pajeé y me corrí enseguida. Eyaculé en unas bragas que mi madre había dejado colgadas en la cuerda de tender de la terraza.

Me metí en la cama con la polla morcillona y me dormí.

Al día siguiente desayunamos juntos. Mi madre no levantaba mucho la cabeza del café. No parecía que tuviera ganas de mirarme. Imagino que se sentía avergonzada...

Las bragas con mi semen no las descubriría hasta la tarde...

Ese día mi padre había quedado con nuestros vecinos para bajar a la playa juntos. Resultó que los conocía. Si, a mis vecinos escandalosos. No a los ingleses, sino a los otros.

Quedamos a las 12 y nos encontramos en el portal. La verdad es que la mujer estaba buena...

Llegamos a la playa, menos mal que no era la nudista porque sino menudo corte...

Una vez los cinco allí nos tumbamos en las hamacas, habían alquilado unas para todos y nos relajamos.

Hablamos de todo un poco, bueno más bien ellos que yo. Yo me dedicaba a echar miraditas a la mujer del vecino y pensar lo mucho que había disfrutado su marido al follársela.

Se levantó y me puse a mirar su culo que sobresalía de la braga del bikini. Parecía que fuera una talla más pequeña.

En eso que nuestro vecino habló:

-Menudo escándalo metisteis ayer...

-¿Nos escuchasteis? Preguntó mi padre.

-Para no escucharos... parecía que hubiera un terremoto. Aparte de los gemidos, claro.

Yo me giré hacia el otro lado y me hice el dormido.

-Es que llevaba una semana sin ver a mi mujer y necesita recuperar el tiempo perdido. No veas que pajas me hice en el trabajo pensando en ella hasta que pude verla y follármela.

-Pues vosotros tampoco sois mudos. Intervino mi madre. La otra tarde precisamente estábamos en la terraza tomando el fresco y os pusisteis a hacerlo... ¿verdad hijo?

¿Por qué me metía en esto mi madre?

-No sé, un poco de ruido se oía.

Me di de nuevo la vuelta y me dormí.

Cuando desperté vi a mis padres y a los vecinos sentados en la arena. Era raro porque mi madre y la mujer del vecino estaban sentados frente a sus maridos. Algo raro apreciaba también porque la mano de las mujeres subía y bajaba rítmicamente.

Me acostumbré a la luz y pude darme cuenta de que estaban haciéndoles una paja a los dos.

-¿Qué estáis haciendo?

-Nada hijo, estamos haciéndoles una paja a tu padre y a nuestro amigo. Contestó mi madre.

-¿Quieres que luego te haga una tu madre? Dijo mi padre medio gimiendo.

-Estamos en la playa papá. Puede veros cualquiera....

-Ahora, ahora, ahora, no hay nadie… ah, ah, ah, decía mi padre.

No podía entenderlo. Mi madre pajeando a mi padre delante de mí. Lo de los vecinos tenía un pase, pero lo de mis padres...

-Me corro cariño...

Mi madre agachó la cabeza y se llevó toda la corrida de mi padre en la cara y en la boca.

El vecino no tardó mucho más y también se corrió. Este en las tetas de su mujer.

-Anda hijo. Ven aquí. Me dijo mi padre.

-No quiero.

-Ven, cariño. Me llamó mi madre.

¿Qué hacía? ¿Iba o no iba?

-Vamos valiente. ¿Cuantas pajas te ha hecho una mujer, eh?

Me acerqué resignado a mi madre. Me senté y ella me abrió el bañador.

-Mejor quítatelo.

Obedecí y mi polla quedó al aire.

-Has visto muchacho. Si la tienes morcillona, dijo el vecino.

Sonreí para mis adentros. Mi madre mojó mi polla con un poco de agua que llevaba en una botella y comenzó a hacerme la paja.

Todos nos miraban, hasta la mujer de nuestro vecino.

-Dime como te gusta, me decía mi madre como si fuera la primera paja que me hubiera hecho nunca.

-Despacio, sigue así, muy bien, así, así. Le decía yo.

Antes de echar la cabeza hacia atrás del gusto que me daba, pude ver cómo mi vecina me miraba la polla y se relamía.

Mi madre siguió con la paja mientras todos seguían atentos a mi placer.

-Sigue mamá, ya me corro, ya me corro. Le dije.

No tuvo que seguir mucho más porque enseguida eyaculé. Después de descargar todo, mi madre me limpió amorosamente.

En ese momento comenzó a llegar gente a la playa, justo a nuestra altura. Mis padres y los vecinos decidieron recoger todo. Y nos fuimos de allí.

Ya montados en el coche de los vecinos, este iba a arrancar, pero su mujer le interrumpió.

-Me gustaría probar la polla del chaval. Vamos, si no tenéis inconveniente.

Yo no sabía dónde meterme.

Mis padres y su marido asintieron con la cabeza.

-Pues yo quiero tocarte el culo. Vamos si no tenéis inconveniente. Dije imitándola a ella.

-Joder chaval, como te envalentonas ¿eh? Me dijo el marido sonriendo

La mujer se pasó a la parte de atrás. Tenían un monovolumen por lo que cabíamos bien atrás.

Se quitó la bata que llevaba y me dejo ver sus caderas y su culo porque se puso a cuatro patas. Mis padres se habían cambiado a la parte de delante.

Sobé su culo con fuerza, con ganas. Puse mi cabeza en su culo y le levanté un poco la braga del bikini y metí un dedo en su coño. La masturbé un poco y se moría de placer.

-Cariño, le dijo a su marido. Qué bien me masturba el chico. Ah, ah, ah, que gusto.

Seguí un rato más metiéndole el dedo hasta que se corrió.

-¡Aaaah! ¡¡Cabrón, que gusto!! Aaah, aaah, aaah.

Mi dedo quedó manchado con su flujo.

-Pero era yo la que quería chuparte la polla. Dijo volviendo a sentarse.

Me bajó el bañador, mi polla me iba a estallar. Se agachó y comenzó con la mamada. Joder que bien lo hacía, casi superaba las pajas de mi madre.

Como acababa de correrme, duraba bastante. Mis padres se giraron para ver la mamada, así como mi vecino.

Yo no podía más de gusto, era lo más.

La vecina paró un momento y me dijo:

-Córrete en mi boca, no te cortes.

Un rato después acabé corriéndome en su boca cómo me había pedido. La muy guarra se tragó parte de mi semen y se limpió el resto.

Yo me limpié también y le propuse que la próxima vez querría follármela. Ninguno puso pega alguna.

Aquel verano se estaba convirtiendo en algo muy pervertido que nunca llegué a imaginar.

-Bueno, ¿qué pasa? Dijo el marido. ¿Es que nadie tiene hambre?

Arrancó el coche y nos fuimos de allí.

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