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Un hijo se la arma parda a su madre

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El chalet tenía una piscina de 50 metros en la parte de atrás, Jairo salió desnudo de ella. Con las manos echó hacia atrás su corto cabello negro. Su cuerpo bronceado en la playa tenía bellos pectorales, tableta, piernas musculadas, anchas espalda y cintura estrecha. Colgando tenía los 16 centímetros en reposo de una gorda verga. Su cuerpo era espectacular, era el cuerpo de un joven culturista que acababa de cumplir los 18 años y medía 1.86.

Se secó con una toalla y se puso una bata blanca. No le puso el cinto. Entró en el chalet y le dijo a su madre:

-¿Tomamos unos refrescos antes de vestirnos y salir a merendar, madre?

Maira, su madre, que era una mujer muy religiosa, una beata, media santa para sus conocidas, que tenía 36 años y era de estatura mediana, morena, de ojos negros y que tenía buenas tetas y precioso culo, sin levantar la vista de la revista que estaba leyendo, le dijo:

-Ponlos, hijos, ponlos.

Jairo volvió del mueble bar con dos vasos de tubo en el que traía un par de refrescos de naranja con hielo. Maira levantó la vista y lo primero que vio fue la verga de su hijo. Siguió mirando hacia arriba y vio su cuerpo escultural. Se persignó mientras de los altavoces del reproductor de cds salía la voz de Freddie Mercury cantando Bohemian Rhapsody.

-Tápate, hijo, tápate que ya no eres un niño.

Le dio el refresco, se sentó a su lado, y le preguntó: 

-¿No le gusto, madre?

-No es cuestión de gustos, es cuestión de que eres mi hijo. Y en tus ojos leo la palabra deseo.

Jairo le puso una mano sobre la rodilla derecha.

-Lee bien, madre, la deseo.

-Deja de decir tonterías.

Le cogió la mano derecha y se la llevó a la verga. Maira posó la mano encima de ella. En un acto reflejo la cogió. Su mano no la abarcaba. La retiró.

-¿Por qué no sigue, madre?

Maira, que llevaba puesta una falda marrón que le daba por debajo de las rodillas, una blusa blanca y que calzaba unos zapatos marrones, le apartó la mano, echó un trago generoso al refresco, y después le dijo:

-Voy a tener que hablar con tu padre cuando vuelva de Ginebra.

-Pillado el mensaje. Me voy a cambiar. Perdone, madre.

Jairo, se marchó... A los cinco minutos fue a la habitación de su madre y la encontró dormida en bragas y sostén, se quedara dormida porque le había echado dos somníferos en el vermut, somníferos que llevaba en un bolsillo de la bata.

Le quitó las bragas a su madre y vio su coño peludo. Le quitó el sujetador y vio sus tetas, grandes, redondas y esponjosas, con bellas areolas marrones y gordos pezones. Al tenerla desnuda, exclamó:

-¡Qué cuerpazo!

Le amordazó la boca y le ató las manos a los barrotes de la cabecera de la cama con dos pañoletas... Después le magreó las tetas con mucha dulzura. Jugó con la punta de su lengua en las areolas y en los pezones, besó, lamió, chupó, se hartó de jugar con ella, luego bajó a su coño, lo lamió y la lengua se le llenó de un jugo pastoso. Maira, durmiendo, comenzó a gemir. 

Sonó el teléfono del chalet, fue y lo cogió. Era su amigo Roberto, que le preguntó:

-¿Lo hiciste?

-Sí, la tengo atada y amordazada en su habitación.

-¿Vamos?

-Venid. ¿Está ahí tu hermana?

-Está a mi lado, escuchando. 

-Os espero.

Mientras no llegaban sus amigos, Jairo, se quitó la bata, se arrodilló entre las piernas de su madre, le levantó el culo con una mano, cogió la verga y se la frotó desde el ojete al clítoris, metiendo la puntita de la cabeza dentro de la vagina antes de llegar al clítoris. Frotó, frotó y froto y Maira, gimió, gimió y gimió, hasta que se corrió. De su coño comenzaron a salir jugos a borbotones. Jairo vio los ojos en blanco de su madre y se corrió en la entrada de la vagina.

Al rato llamaron al timbre, eran Roberto y su hermana Sandra, Roberto era un joven de su edad, rubio, de ojos azules y también tenía cuerpo de gimnasio. Sandra era un año mayor que su hermano, rubia cómo él, de ojos verdes y con un cuerpo de escándalo. Le preguntó a Jairo:

-¿Ya despertó?

-No.

-Se me hace la boca agua. ¡Ni te puedes imaginar las ganas que tengo de comerle el coño a tu madre!

-Ni tú de las ganas que tengo yo de follarte a ti

-Y de follar a nuestra madre.

-El trato es el trato, primero follamos a la mía y después a la vuestra.

Sandra le miró para la polla, y le dijo:

-Creo que lo voy a pasar en grande.

Fueron los tres a la habitación. Maira ya se había despertado. Al verlos abrió los ojos como platos y se revolvió intentando soltarse, pero estaba bien atadas. Cómo no pudo soltarse comenzó a llorar.

Aquellos tres bichos no tenían compasión. En segundos estaban los tres en pelotas. ¡Como estaba Sandra! Si viste a Pamela Anderson desnuda cuando era joven, te puedes hacer una idea, sin embargo su hermano, tenía un cuerpazo, sí, pero de polla no andaba bien, la tenía más bien pequeña.

Jairo, a la izquierda de Maira, y Roberto a su derecha, comenzaron a comerle las tetas. Sandra le comió el coño con maestría. Se veía que no era el primer coño que comía, ya que sabía cuándo y cómo lamer o chupar el clítoris, cuándo y cómo lamer y chupar los labios, cuándo y cómo follar con la lengua el coño y el ojete. Sabía que hacer en cada momento.

Maira, intentara con todas sus fuerzas que no se notase que estaba disfrutando, pero unos cinco minutos más tarde sus lágrimas dieron paso a los gemidos y a los movimientos de su pelvis. Poco después, al tenerla perra, Sandra, le quitó la mordaza, y le preguntó:

-¿Quieres que te meta dos deditos en el coño?

La media santa había muerto.

-No, sigue así.

Jairo y Roberto le pusieron la polla en la boca, Maira chupó lo que le daban mientras ellos se masturbaban, por poco tiempo, ya que al ratito, Maira, retorciéndose, se corrió. Sandra metió todo el coño en la boca y se tragó su inmensa corrida, Jairo se corrió en su cara y Roberto en sus tetas.

Cuando acabó de tragar, Sandra, lamió la leche de las tetas, y se las mamó, después le lamió la leche de la cara, la besó, y acto seguido le puso el coño en la boca. Maira ya no se cortaba. Lamía el coño cómo si fuese una perra. Jairo le soltó las manos para ver que hacía su madre, y lo que vio fue que le agarró las tetas a Sandra, se la magreó y le pellizcó los pezones. Jairo y Roberto, con las pollas a media asta, comenzaron a masturbarse... Tiempo después, cuando Sandra se iba a correr en la boca de Maira, Jairo la cogió por los sobacos, la levantó en alto en peso, la colocó a tiro y se la clavó en el coño, Sandra rodeó su cuello con sus brazos, lo besó y le dijo:

-¡¡Dame duro!!

Jairo, le dio caña de la buena.

-¡Así, así! ¡¡Sí, sí, sí!!

Roberto, empalmado cómo un burro, le acercó la polla al ojete de su hermana y le metió la punta. Sandra, que estaba cerca de echar por fuera, le dijo:

-¡¡Toda, la quiero toda dentro de mi culo!!

No era la primera vez que se la metían en el culo, ya que la polla de su hermano le entró con suma facilidad.

-¡¡Duro, darme duro!!

La follaron a lo bestia. No duró nada. Al venirle, antes de morder el cuello de Jairo, dijo:

-¡¡¡Me cooorro!!!

Del coño de Sandra salía jugo a presión. La joven temblaba, se sacudía y se deshacía en gemidos. A la media santa, viendo aquello, le andaban para dentro y para fuera el culo y el coño.

Cuando Jairo puso a Sandra sobre la cama, Maira, se levantó de la cama, se acercó a su hijo, y le dijo:

-Quiero correrme así, hijo, estoy muy cachonda.

-¿Tan cachonda cómo para comerle el coño a Sandra?

-¡El coño, las tetas, el culo, lo que me dé! Pero ahora follarme, quiero sentir a dos hombres dentro de mí.

Jairo cogió a su madre en alto en peso. Estaba tan cachonda que al sentir cómo la polla de su hijo iba entrando en su coño le metió la lengua hasta la garganta.

Después, sintiendo cómo entraban y salían las pollas de su coño y de su culo y viendo a Sandra espatarrada en la cama, le dijo a su hijo:

-Quiero que os corráis los dos en su coño. Quiero tragar la leche de vuestras corridas y los jugos de la suya, quiero... ¡Ay qué voy a volar! ¡¡Ay qué me voy a correr!! 

Ya no dijo nada más. Se corrió cómo una loba. Su boca comió la boca de su hijo y sus uñas se clavaron en su espalda. Tuvo un orgasmo brutal.

Al acabar de correrse la echó encima de la cama. 

Roberto, a punto de correrse, se echó sobre su hermana la folló y se corrió dentro de ella, al acabar fue Jairo quien se la metió y la acabó de llenarle el coño. Maira, la media santa, se metió entre sus piernas y le comió el coño con la leche de las dos corridas saliendo de él. A Sandra le dio tanto morbo, que acabó llenándole la boca con los jugos de una deliciosa corrida, diciendo:

-¡Dios existe!

La media santa, con los labios pringados de jugos, le dijo:

-Y el demonio, bonita, y el demonio.

Quique.

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