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Cuál es el límite de una madre

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Fui madre soltera a los 23 años, con un personaje que prefiero ni acordarme, que apenas supo que quedé embarazada, desapareció completamente de mi vida. No fue fácil llevar a cuestas mi carrera y más con un hijo acuestas. Mis padres no tenían buena situación económica y me costó mucho salir adelante, pero al fin luego de mucho esfuerzo, obtuve mi carrera y conseguí un excelente puesto de trabajo en una prestigiosa empresa.

Aun siendo muy trabajólica, dedicaba mucho tiempo y atención a mi hijo, mi bebé que poco a poco se fue transformando en un hermoso joven. Por lo mismo, siempre tuve especial cuidado de enseñarle todo respecto a la sexualidad logrando una excelente comunicación con él. Además tenía cuidado, ya cuando estaba más grandecito de usar ropa no muy sugerente o camisolas transparente, para mantener un poco de respeto hacia él y a su pubertad.

Sin embargo, con todo ese cuidado que yo ponía en mi forma de vestirme en casa, fui notando un cambio en Andrés. Su mirada más penetrante, su conversación un poco distinta. A veces cuando desayunábamos juntos, muchas veces sorprendí sus ojos clavados en mis pechos, que sin usar una camisola muy provocativa, igual al ser muy usadas el escote quedaba un poco suelto y se me veían parte de mis pechos. Lo remedie cambiando a una menos sugerente, pero de todas formas notaba que cuando yo estaba sentada, él se apoyaba detrás mío y su mirada siempre clavada en mis pechos. Nunca dije nada, pero seguía sintiéndome observada por él, a veces mirándolo a través de un espejo, cuando caminaba hacia mi cuarto, su mirada y gestos en la cara clavados en mi trasero.

Comencé a poner más atención a su comportamiento y descubrí que mi ropa interior nunca quedaba como yo la dejaba en el canasto de la ropa sucia, incluso se me perdieron unas bragas muy sensuales que tenía y nunca más aparecieron. Mi investigación llego más allá y un día, en que Andrés no se encontraba en casa, decidí meterme a su computadora y ver que paginas visitaba. Como mi trabajo es 100% internet, no me costó mucho encontrar las páginas que visitaba y me di cuenta que casi todas estaban orientadas a fotos y videos pornográficos entre mujeres maduras con jovencitos de su edad. Pero también encontré esta página de relatos y al ingresar, con su nombre de usuario que quedaba guardado en la PC, me di cuenta que los relatos que más frecuentaba eran los filiales y sexo con maduras. Me puse a leer algunos y se me ocurrió buscar por autor, con su nombre de usuario. Gran sorpresa me llevo al darme cuenta que Andrés había escrito unos cuántos relatos. Sabiendo que no llegaría pronto me puse a leer cada una de sus historias y me di cuenta que su musa inspiradora, era yo. Claramente describía como era nuestra casa, como le gustaba observarme, como sentía una loca atracción hacia a mí, y como había logrado tener sexo conmigo, un sexo completamente erótico, con poses, frases de lujuria, y como después de eso seguíamos nuestras vidas teniendo relaciones sexuales a diario, en cualquier parte y con todas las poses habidas y por haber.

No sabía cómo enfrentar esta situación, pero tenía que hacerlo. Pensé en llevarlo algún psicólogo, o no sé, la verdad era algo muy difícil de enfrentar. No sabía cómo encararlo o como tocar el tema, hasta que sin darme cuenta entra Andrés a su cuarto y me pillo leyendo una de sus historias. Reconoció inmediatamente la página y al ver mi rostro solo agacho la cabeza.

-Andrés, que significa esto

(Silencio de su parte)

-Me puedes explicar que significa esto?

-Lo siento mamá

-Que pasa hijo… soy tu madre!! como puede escribir algo así

-Lo siento mamá… Nunca pensé que me descubrieras

-Pero hijo por Dios... como se te ocurre estás loco!

-No se madre

-Pero donde quedó toda la educación católica que te di... ¡esto es pecado!

(Silencio)

-Hijo, por favor… no sé... discúlpame si yo sin querer te provoque… Me levanto y lo abrazo, el solo se deja abrazar.

-… te lo juro que nunca fue mi intención, yo te amo mucho… pero

Mis palabras son cortadas por un beso de el a mi boca. Sus manos abrazándome fuertemente y bajando hasta mis nalgas apretándome contra su cuerpo. Quise soltarme pero ya a sus 18 años poseía la fuerza de todo un hombre. Le pedí a gritos que me soltara y no lo hacía hasta que en la desesperación lo empujé hacia atrás y sin pensarlo le mande una tremenda bofetada que retumbo en todo el cuarto.

El, con la mano en la cara, solo se echó sobre la cama y se puso a llorar. Yo sin saber qué hacer, salí del cuarto y me encerré en el baño a llorar.

No podía dar crédito a lo que había pasado, mi hijo besándome de esa manera! Como había podido llegar a eso!… no sabía qué hacer, estaba desesperada. No sé cuánto rato estuve en el baño, quizás más de una hora, hasta que preferí salir de la casa.

Manejaba sin rumbo, pensando en lo vivido. Mil ideas daban vuelta por mi cabeza, me encontraba culpable pensando que yo, quizás inconscientemente había provocado esa situación. Al volver, mi hijo estaba encerrado en su pieza con la luz apagada. Decidí no hacer nada y esperar hasta el otro día.

Esa noche casi no pude dormir. Me daba vergüenza enfrentarlo, ¿qué decirle?, ¿Qué hacer?, todo era una mala pesadilla que no acababa. Me levanté muy temprano y salí antes que él se levantara. A la hora de almuerzo, yo no almorcé y él se llevó la comida a su cuarto. La situación era muy incómoda para ambos y así pasaron 3 días.

Las veces que pude dormir, soñaba con lo sucedido, me veía amarrada, con mi hijo tratando de abusar de mí. Otra veces completamente desnuda sintiendo que mi hijo entraba a la casa y yo sin poder ocultarme o tapar mi desnudez. Pero hubo un sueño, que me desconcertó de sobre manera. Estaba en la acostada en mi cama, cuando sentía que se abría la puerta. Sabía que era el, el que sigilosamente se metía a mi cama, yo dándole mi espalda. Sentía como sus manos recorrían mis piernas, levantándome la camisa de dormir. Sentía como sus manos acariciaban mis nalgas, comenzando a bajarme lentamente mis bragas. En el sueño yo quería detenerlo, pero algo no me dejaba moverme. Estaba completamente paralizada y ni siquiera la voz me salía pidiendo que se detuviera. Sentía sus dedos avanzar por mi entrepierna hasta llegar a mi sexo. Como suavemente me comenzaba a acariciar y como lentamente su dedo se iba penetrándome.

Por más que intentaba moverme, detenerlo, mi cuerpo no respondía, hasta que sentí que su dedo salía de mí y como él se acomodaba detrás de mí. Sabía que era lo que venía y luchaba con todas mis fuerzas por moverme, pero era inútil. Sentía su duro pene buscar la ubicación, como rozaba mi sexo, hasta que logrando la posición exacta, su verga fue adentrándose dentro de mi cuerpo. Mis lágrimas corrían sin poder detenerlo, mientras su duro miembro entraba más y más hasta poseerme por completo. Luego sentía sus manos en mis pechos y como me follaba una y otra vez. Sentía claramente el roce de su verga dentro de mí y un calor dentro de mi cuerpo. Comencé a excitarme, pero igual me frenaba, hasta que sin darme cuenta estaba gozando como una loca, como hace mucho tiempo no me sentía, logrando un monstruoso orgasmo despertándome con un grito, y con mi bragas completamente mojadas. Me quedé mucho rato despierta y cerraba los ojos y vivía cada una de las imágenes.

Que me estaba pasando, esto no era natural, como podía haberme excitado con mi hijo. Quizás era por los años que llevaba sin tener nada con nadie. Quizás todas esas confusas ideas en mi cabeza me había hecho llegar a eso. Sin poder conciliar el sueño nuevamente me quede despierta en un mar de dudas.

Ya era el cuarto día que no hablábamos con Andrés y no podía dejar pasar más tiempo. Llegue un poco más tarde que de costumbre por motivos de trabajo y Andrés no se encontraba en casa. Lo esperé hasta muy tarde, hasta que sentí que entraba a la casa. Se fue directamente a su cuarto y sentí que prendía el televisor. Sentía un nudo en la garganta, no sabía cómo enfrentarlo, que decirle, y por mucho que lo había pensado, nada se me ocurría. Salí de mi cuarto y permanecí más de 20 minutos fuera de su cuarto.

Estaba a punto de volverme a mi cuarto, cuando sacando fuerzas de no sé dónde, abrí la puerta. Andrés estaba acostado en la cama y ni siquiera me dirigió la mirada. Me acerque a su lado y me senté en la cama. Sin saber que decir me quedé unos minutos callada y luego apoyé mi cabeza contra su pecho. Comenzamos a llorar y a pedirnos disculpa mutuamente. Yo sentía que él estaba muy arrepentido de lo que había hecho y yo trataba de calmarlo, diciéndole que lo mejor sería que no habláramos más del tema.

Pero en la posición que estaba, apoyada en su pecho y mis caricias sobre este, mis ojos vieron como dentro de su pantalón se estaba formando un generoso bulto. Sus caricias sobre mis cabellos eran muy dulces y comencé a sentirme un poco extraña. No podía dejar de ver eso que se estaba formando y mi mano inconscientemente lo acariciaban más y más. Era divino sentir sus manos acariciando mis cabellos diciéndome suavemente que me quería, que me amaba.

Su olor me tenía embrujada, me sentía en las nubes, frotaba mi rostro contra su pecho, sintiendo como había crecido mi bebe, no pensaba en nada mas, solo quería acariciarlo. Estuvimos mucho rato acariciándonos así, suavemente, sin decirnos nada, veía su pene creciendo dentro de su pantalón, pero no me provocaba rechazo, era natural, era un hombre, además a mis 45 años tampoco estaba tan mal y me sentía muy sensual al saber que podía provocar eso en un joven tan guapo como mi hijo.

Comencé a besar su pecho. EL sabor de estera divino, que rico olor, que me estaba pasando era mi hijo… Pero sentía que lo que hacía era amor, amor verdadero, amor de madre… además mi cuerpo recordaba esos momentos vividos en mi sueño, no podía parar, no quería parar…

Sabía muy bien lo que esos besos estaban provocándole a mi hijo, y por más que me quería detener su mano acariciando mis cabellos, guiándome hacia abajo, era algo incontrolable.

Cada vez más abajo, ya sin ser besos pasaba mi lengua por su pecho bajando más y más, mientras ese bulto crecía a cada movimiento mío… Mi cuerpo se estremecía al sentirme tan cerca de su verga. Hace años que no tenía nada con nadie y me estaba quemando de deseos. Trataba de controlarme pero era inútil, mis manos desabrochaban la correa sabiendo perfectamente con lo que encontraría.

Que estaba haciendo!!! Mis manos acariciando el pene de mi hijo!!! Tenía que parar, pero algo se apoderaba de mí, sentía mi sexo quemarme de deseos. Hace años que no veía una verga tan hermosa, tan dura, tan limpia, tan exquisita, y que fuera la de mi hijo me provocaba un morbo mayor aun… No me di ni cuenta cuando comencé a besársela. Era divina, sentir eso al contacto de mis labios… casi acabo con solo abrir mi boca y comenzar a metérmela…

Que divino pedazo de verga tenía mi hijo. Y sentirlo suspirar cada vez que la metía a mi boca y la chupaba como enviciada. Trataba de detenerme pero mi cuerpo, mi sexualidad me pedía más y más verga. Quería sentirla toda adentro de mi boca. Quería llenarme de verga… sentía mi sexo hirviendo ya completamente mojado.

Pensaba en mis creencias religiosas, en la moral, en el pecado, sabía que lo que estaba haciendo iba más allá de todo lo permitido, pero de todas formas no podía parar, mi cuerpo lo necesitaba.

No sé dónde saque fuerzas y traté de parar y le dije a mi hijo que no lo podía hacer, más el sin escuchar a mis peticiones me besó fuertemente y me comenzó a desvestir. Quería detenerlo, pero al igual que mis sueños, mi cuerpo no respondía y me dejaba llevar por sus deseos…

-Andrés... por favor... esto no está bien!

-Madre... te deseo… te quiero

-Andrés por favor… déjame ir!

-No mamá... ni lo sueñes.

-Andrés... para tu que yo no puedo!

-Déjame tocarte mami…

Mi cuerpo casi completamente desnudo y Andrés besándome por todas partes. No podía parar… o mejor dicho no quería que él se detuviese…

Me sentí desfallecer cuando sus manos se metieron entre mis piernas y por sobre mis bragas comenzó acariciarme mi sexo… De ahí en adelante todo fue una locura. Mi cuerpo se entregó completamente a los deseos incestuosos de mi hijo, sin poder frenar comencé a gozar como una loca.

Ya ni siquiera oponía resistencia, me entregaba como un pedazo de carne para que Andrés me utilizase como quisiese…

Lentamente comenzó a desnudarme, y me calentaba más ver la expresión de su rostro al estar descubriendo el cuero desnudo de su madre. Ese cuerpo que tantas veces le oculte y que ahora era completamente suyo.

Su obsesión me confesó que siempre había sido mi vagina, y completamente entregada le dije que era completamente suya. Y saboreándose se metió entre mis piernas, comenzando a chupar mi sexo frenéticamente… el paraíso era poco comparado con lo que sentía, me contenía las ganas de acabar copiosamente en la boca de mi hijo... quería que ese momento no acabara jamás, pero también quería disfrutarlo, así que le coloqué mi sexo sobre su cara y quedando con su verga a la altura de mi boca, comencé a chupársela desesperadamente.

Entre gemidos le confesé que ya no aguantaría mucho rato más y que deseaba sentir su leche dentro mío... que me llenase mi sexo de semen caliente, blanco, ardiente… Y cambiando posición si dejar de saborearse… me miraba sin perder detalle, y lentamente, muy suavemente me apuntó su verga a la entrada de mi lubricada cueva.

Confieso que con solo sentir como su verga me penetraba que causo el mayor placer nunca antes experimentado y cuando la sentí toda adentro mi cuerpo no aguantó más y casi gritando comencé a acabar monstruosamente mientras mi hijo me penetraba violentamente alcanzando también su orgasmo.

Sentí como su leche caliente se metía hasta lo más profundo de mi ser, llenándome de gozo, saciando mi sed de sexo, por años reprimidos.

Espasmo tras espasmo fui botando un volcando jugos sobre el cuerpote mi hijo, que apretando fuertemente sus dientes expulsaba hasta la última gota de semen en mi interior…

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