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La isla, el entrenamiento (1)

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CONTINUACION DE LA ISLA

 

Las chicas se quedaron súbitamente dormidas, como si las anestesiasen de repente,tas lo que a ellas les parecieron unos segundos, abrieron los ojos para descubrir que ya no estaban en el transportador, estaban en el suelo de una especie de hangar, ante ellas estaba un hombre sonriendo satisfecho, flanqueado por dos chicas jóvenes, de unos 23 años, ellas iban vestidas únicamente por unas botas militares y unos pantalones de cuero pegados a sus piernas que tenían un gran hueco al llegar a la cintura por lo que su coño depilado y su ano quedaban expuestos, así como sus tersos pechos, las chicas eran morenas, sorprendentemente parecidas la una a la otra.

Un leve gesto de la cabeza del hombre fue suficiente para que las chicas de los pantalones avanzasen hacia las prisioneras, levantaron entre las dos a Lucy, que era la primera de la fila, al ponerla de pie las ataduras de sus tobillos se separaron de las de sus muñecas, y luego se separaron entre sí, dejándola con las manos atadas tras su espalda,

―¿Qué vais a hacerme? ― protestó Lucy sin obtener respuesta.

―Silencio, vuestros días serán más soportables si aprendéis desde ahora a ser buenas y obedientes. ― dijo fríamente el hombre.

Las chicas tocaron el cuerpo de Lucy agarrándolo como si fuese ganado, cuando acabaron la dejaron con el mismo silencio que la levantaron. Fueron a por la siguiente chica, Marta, ella era criada y no tenía problema en acatar órdenes, ella también estaba desnuda, solo que a diferencia de Lucy, ella no iba depilada en absoluto, sus piernas tenían pequeño vello y su coño parecía un bosque. El hombre se acercó a ella.

―¿No te da vergüenza ir así por la vida? Tienes el coño hecho un asco, si una mujer no tiene el coño dispuesto para un hombre, entonces ¿para qué vale?

Al acabar de decir estas palabras le cruzó la cara a Marta de un tortazo, ella comenzó a llorar amargamente, lo mismo hicieron Claudia y Lory.

Marta estaba viendo como sus lágrimas oscurecían un poco el suelo de hormigón del hangar, cuando de repente sintió como agarraban el matojo de pelos que tenía en el coño y tiraban de él violentamente hacia delante.

―Te he hecho una pregunta – dijo amenazadoramente el hombre, que seguía estirando los labios vaginales de Marta a través de su vello.

―No... no lo sé – dijo entrecortada Marta.

―Primera regla chicas: ― proclamó el hombre en voz alta― siempre tenéis que tener vuestros agujeros presentables y dispuestos. ― dijo mientras dejaba a Marta y le hacía señas a las dos chicas para que levantasen a Ashley, la hermana pequeña de Lucy que habían raptado de la ducha.

Las chicas la levantaron y el hombre palpó sus pechos, fue tocando sus mejillas mientras Ashley intentaba apartarse, una de las chicas con los pantalones de cuero, que estaba de rodillas examinando su coño, llamó la atención del hombre, con un gesto, levantaron a Ashley entre las dos y abrieron sus piernas para dejar el coño cómodamente a la altura de la vista del hombre, éste observó el pequeño hilillo de sangre seca que salía de él.

―¿Qué es esto? ¿Tienes la regla, cerdita? ― preguntó

―No... uno de los hombres que me secuestraron... me violaron... yo era virgen... ― dijo en voz muy baja Ashley

―¿Cómo has dicho? ¿Que te violaron?

―Si, no tenía ningún derecho a hacerlo, yo había hecho todo lo que me pidió...

Al igual que Marta, Ashley recibió una bofetada terrible como respuesta.

―Chiquilla ¿sabes tus derechos? ― le preguntó a Ashley.

―Están en la declaración de derechos humanos – contestó llorosa, acordándose de lo que le habían enseñado en el instituto.

―Correcto, eso son los derechos de los humanos pero, ¿Que son éstas mujeres Linda? ― le dijo a una de las chicas con los pantalones de cuero.

―Lo que nuestro amo en primer lugar, los varones en segundo lugar, las mujeres libres en tercer lugar, los animales libres en cuarto lugar, y las esclavas superiores en quinto lugar quieran que sean amo Peter. ― contestó rápidamente la mujer.

―Entonces, Cynthia, ¿qué errores ha cometido esta aspirante? ― dijo tranquilamente Peter.

―No pueden secuestrarla pues eso es llevarla contra su voluntad, y las aspirantes y esclavas no tenemos voluntad, de igual manera violarla sería usar su cuerpo contra su voluntad, y por lo que hemos dicho antes, ese término no se puede usar en esclavas ni aspirantes, lo adecuado sería decir que la usaron, señor ― recitó Cynthia con el mismo tono que Linda.

―Entonces chiquilla, ¿serías tan amable de hablar correctamente? ― concluyó Peter en un tono sosegado.

Ashley estaba asustada, todo esto había pasado muy rápido, esta gente parecía que hablaba en serio, ella, su hermana, sus amigas, todas estaban a punto de ser convertidas en esclavas... Estos pensamientos fueron interrumpidos bruscamente por un dolor punzante en el pezón derecho, de un color rojo intenso que contrastaba con su piel blanquita, Peter lo había agarrado con el dedo gordo y el dedo índice y estaba apretándolo sin piedad. Ashley entendió rápidamente que tenia que contestar bien, si no quería enfadar a Peter.

―Uno de los hombres que me trajeron aquí me lo hizo al usarme... nadie me había usado antes... ― contestó Ashley mirando al suelo, sin poder dejar de llorar, entonces Peter dejó libre su pezón.

―Bien chiquilla – dijo Peter condescendiente – pero me estoy hartando de oíros llorar, así que, a la próxima que llore le daré tres latigazos, Linda, ve a por el látigo al carro.

―Sí señor – dijo Linda y salió corriendo hacia la parte de atrás del hangar, en el que se encontraba un carro con un cómodo sillón y una barra para transportarlo, fue a una de las alforjas que flanqueaban el sillón y sacó de ella un látigo de cuero negro. Volvió también corriendo mientras sus tetas bailaban libres de un lado a otro hasta donde estaban Cynthia y Peter, y le entregó el látigo a éste último, poniendo una rodilla en el suelo y bajando la cabeza.

―¿Alguna más tiene ganas de llorar? ― dijo Peter, y al acabar la frase un sonoro restallido hecho con el látigo se escuchó en todo el hangar.

Antes incluso de que Peter hiciese sonar el látigo, todas las chicas habían dejado ya de llorar, el miedo al dolor era mayor que el miedo a lo desconocido o la vergüenza...

―Linda, continua. ― ordenó Peter.

Linda corrió hacia la siguiente chica, y la levantó. Era la mayor de todas, Paula, la madrastra de Lucy y Ashley, una chica de aspecto dulce pero de actitud soberbia y altiva. Peter se acercó a ella y mientras Paula le clavaba los ojos desafiante, él le puso la mano directamente en el coño, sin vacilar, pasó tres dedos por sus labios y comprobó que estaban totalmente depilados, después sin dejar de mirarla, le introdujo la punta de sus dedos anular e índice, y los puso en la boca de Paula, ésta estaba inmóvil delante de él, éstos continuaron mirándose fijamente.

―Límpiame – ordenó Peter, mientras tocaba los labios de Paula.

Ésta empezó a chupar los dedos del hombre sin dejar de mirarle desafiante, tras unos segundos, Peter sacó los dedos de su boca y los secó contra una mejilla de Paula, después, sin perder el contacto visual, sostuvo las grandes tetas de la mujer y comprobó la dureza y longitud de los pezones con sus dedos gordos.

―Unas tanto, y otras tan poco – dijo mientras señalaba con la cabeza a las dos hijastras de Paula, Lucy y Ashley, y a su criada, Marta, las tres tenían unas tetas bastante más pequeñas que las de la su madrastra y jefa. ― están caídas, eso vamos a tener que solucionarlo – dijo mientras la ponía en la fila detrás de Ashley y avanzaba hasta la siguiente chica.

Era el turno de Maky, la rubia de cara angelical, que estaba vestida aún con el pareo y el bikini naranja, Linda la levantó, y Peter susurró algo al oído de Cynthia, que, tras escucharlo, se fue corriendo al carro. Peter observó la cara de Maky, empapada por las lágrimas, y le acarició con los dos dedos que antes habían estado en el coño de Paula, comenzó por la frente, bajó por la mejilla, los labios, luego tocó la barbilla y el cuello, lo que hizo estremecerse a Maky, siguió bajando por el canalillo, evitando sus pechos, que eran normales y firmes, llegó al ombligo y se desvió para llegar al nudo que mantenía al pareo sobre la parte inferior de su bikini, él se agachó y lo desanudó, dejándolo caer suavemente sobre el suelo de hormigón, observó sus piernas muy bien depiladas sobre la zona del bikini, y recorrió su cintura con ambas manos, después magreó sus nalgas y comenzó a levantarlas y a dejarlas caer.

―Magnífico – dijo Peter, que seguía sobando placenteramente el culo de Maky, que estaba inmóvil, como en trance, con mucho miedo del látigo del hombre. ― vamos a ver que tienes por aquí. ― dijo mientras sus manos abandonaban el trasero de la rubia y se colocaban sobre el elástico del bikini.

Maky dio un respingo mientras las manos de Peter bajaban lentamente el bikini, dejando ver la marca blanca del moreno en donde se escondía un coñito con el pelo rubio recortado con cuidado para no ser visible con las bragas del bikini puestas, Peter acarició la matita de pelo con su dedo gordo cuando sin previo aviso, agarró el látigo y lo estrelló contra la nalga izquierda de Marta, provocando un aullido de dolor por parte de la mulata.

―Peluda, mira ésto. ― ordeno Peter. ― ¿Qué ves aquí? ― dijo mientras señalaba, con la mano que no tenía el látigo, al coño de Maky, que ahora estaba totalmente ruborizada por la vergüenza.

―Un coño... cuidado señor? ― dijo mientras intentaba frotarse la leve marca que había dejado el látigo en su trasero, sin éxito pues estaba con las manos atadas tras las espalda por las muñequeras.

―Eso es peluda, no es necesario ir totalmente depilada para ir presentable – dijo Peter mientras se levantaba dejando las bragas del bikini de Maky a la altura de sus rodillas, cariñosamente le dio a la joven un beso en la mejilla.

Tras una seña de Peter, Cynthia, que ya había vuelto del carro, cogió la herramienta que había ido a buscar allí, un cúter, y cortó el sujetador del bikini de Maky por un lado, tras tirar violentamente de él, las tetas de la jovencita quedaron a la vista de todos, eran más grandes que las de las tres primeras, pero bastante más pequeñas que las de Paula, tenían unos pezones marrones, del tamaño justo, lo cierto es que eran unas tetas muy bonitas, aún sin sujetador, estaban muy firmes. Cynthia acabó de bajarle el bikini hasta el suelo, y Maky resignada, se lo quitó moviendo los pies. La chica de los pantalones de cuero la puso en la fila tras Paula.

Linda ya estaba levantando a la siguiente, y Peter junto a ella, se trataba de Claudia, estaba vestida con una camiseta roja y un tanga blanco el tanga estaba muy transparentado debido a que cuando la abdujeron, se había meado encima, se podia ver perfectamente el vello castaño que recubría, bien recortadito, el coño de la joven.

―Vaya vaya, menudo festival de culos, este es verdaderamente espectacular, pero ¿por qué hueles tan mal? ― dijo Peter mientras palpaba las nalgas desnudas de Claudia.

―Es que, cuando me trajeron me meé. ― dijo Claudia avergonzada.

―¿Te measte? ¿Pero cuántos añitos tienes ya? ― preguntó Peter burlonamente.

―Dieciocho... ― contestó Claudia.

Peter dejó de palpar la nalga de Claudia para luego descargar un gran cachete sobre ella, las nalgas de Claudia ondularon hipnóticamente tras ese golpe. Tras golpearla, le acarició el culo y volvió a repetir el golpe en la otra nalga. Claudia respondió con dos leves gemidos a esos golpes.

―¿Tu crees que las chicas de dieciocho años se mean encima? ― le preguntó.

―No señor, no volverá a pasar, lo juro. ― dijo aterrorizada Claudia.

―Quitadle todo esto. ― les dijo a Cynthia y a Linda, la primera le quitó el tanga rápidamente y la segunda le cortó la camiseta roja y el sujetador del mismo color que llevaba puesto. Claudia quedó expuesta ante todos con sus tetas bonitas y grandes, como las de Maky, su culo era un culo perfecto y muy apetecible aunque ligeramente grande, de momento Maky y ella eran las que mejor cuerpo tenían de las chicas que estaban en la fila.

―Señor, ¿dónde está mi padre? ― dijo Claudia mientras los tres se dirigían hacia Sandrine, la única chica que estaba totalmente vestida de las nueve que trajeron de Oakville.

―¿Qué has dicho meona? ― le dijo Peter irritado.

―Que donde está mi pa... ― volvió a decir Claudia.

Su frase fue interrumpida por el voraz látigo de Peter que volando por el aire impactó en el vientre de Claudia, doblándola hacia delante y dejando una marca roja justo entre las tetas y el coño de Claudia, el látigo volvió a volar y se estrelló en la espalda, en la parte superior del culo de Claudia, dejando otra marca y arrancándole otro aullido de dolor.

―Espero que hayas aprendido a hablar sólo cuando se te pregunta, meona; Cynthia, Linda, ¿alguna de vosotras tiene ganas de mear?

―Yo, maestro – dijo Linda.

―Bien, a la meona no le importará tener mas meos encima, ¿verdad que no, meona? ― preguntó Peter, no obtuvo respuesta.

El látigo volvió a levantarse para esta vez estrellarse de lleno sobre el culo perfecto de Claudia, otro grito de dolor salió de su boca.

―Te he hecho una pregunta. ― dijo Peter muy serio. ― ahora es cuando debes hablar.

―No, no me importa señor. ― contestó Claudia resignada

―No te importa, ¿el que?

―Que me meen encima.

―Que te meen encima ¿que? ― dijo Peter molesto, mientras descargaba otro latigazo sobre el culo perfecto de Claudia.

―Que me meen encima, SEÑOR – dijo Claudia gritando llorosa.

―Adelante pues – ordenó Peter.

Linda colocó la cabeza de Claudia pegada al suelo y le levantó el culo que contaba con una pequeña equis roja producida por el látigo, poniéndoselo en pompa, después puso sus nalgas desnudas, pues el pantalón que llevaba no le cubría ni el coño ni el culo, sobre las mullidas y heridas nalgas de Claudia, usó su mano derecha para apuntar y comenzó a echar un chorro de orina sobre la espalda desnuda de la hija de Kevin, el chorro avanzaba implacable hacia abajo por la fuerza de la gravedad, y empapaba el pelo de Claudia que se moría de asco por el liquido caliente que mojaba su cabeza y de dolor por los cuatro latigazos recibidos. Cuando Linda acabó, cogió la camiseta rota de Claudia y se secó su coño, después la usó para levantar a la jovencita de nuevo sin mancharse con sus propios meos, y la volvió a colocar en la fila donde estaba, poco a poco a sus pies se iba formando un charco de pis procedente de su pelo, que estaba empapado.

―Disculpa querida, ahora estamos contigo otra vez – le comentó Peter a Sandrine, que estaba totalmente vestida con una blusa holgada, unos vaqueros y unas botas de montaña.

Peter empezó a tocar las tetas de Sandrine con ambas manos por encima de la blusa holgada y descubrió para su satisfacción que eran notablemente grandes.

―¿Por que llevas una blusa tan floja? Así no se pueden apreciar bien tus tetas – dijo Peter que, tomando el cúter de las manos de Cynthia realizó un corte de arriba a abajo desde el cuello de la camiseta, dejando al descubierto un sujetador color carne que tapaba unas tetas grandes y bien formadas, pese al gran tamaño de sus tetas, estaba bastante delgada, en el ombligo tenía un piercing de un brillante. Peter hizo un par de cortes más y la camiseta se desprendió totalmente del cuerpo de Sandrine. ― Chicas por favor, las botas. ― ordenó a Linda y Cynthia que se pusieron rápidamente a desabrochar el calzado de la francesa.

―Pues porque no me gusta tener los pechos tan grandes señor, me crecieron a los 10 años y siempre he sido rara por eso ― dijo Sandrine mirando hacia ellos.

Mientras Sandrine decía estas palabras Peter seguía con el cúter haciendo cortes en el sujetador para liberar a las tetas de la francesa, era más pequeño de lo que debería ser y las aprisionaba haciéndolas más pequeñas de lo que realmente eran, eran dos grandes tetas coronadas por unos pezones rosados de una aureola perfectamente circular, estaban erguidos, desafiando a la gravedad, eran prácticamente iguales a los de Paula, sólo que estos pese a estar sin sujetador estaban perfectamente firmes, y no caídos como los de la madrastra. Peter comenzó a jugar con los pezones erectos de Sandrine y levantó las dos tetas tirando de ellos, esos pezones también eran perfectos, le darían mucho juego. Cynthia y Linda mientras tanto, ya le habían quitado las botas y los calcetines, y estaban bajando los vaqueros de Sandrine hasta los tobillos.

―Deberías estar orgullosa de tener estas dos tetas naturales, subirán mucho tu cotización cuando haya que venderte. ― las chicas palidecieron al escuchar a Peter decir esa última frase. ― Por cierto, este piercing es precioso, y entiendo que te lo has hecho cuando tu cuerpo aún te pertenecía, pero ahora tu cuerpo es mío, ya veremos si puedes quedártelo, y ahora vamos a ver que escondes ahí abajo.

Peter se agachó para poner su cara frente al tanga verde de Sandrine, tenía encajes y muchos volantes, fue un regalo de su novio, el mismo que el día anterior la había entregado a los cazadores. Se lo bajó hasta los tobillos, dejándolo sobre el pantalón vaquero, y examinó su coño depilado, estaba muy bien depilado, no se notaba ni un solo pelo al tacto, era pura suavidad.

―¿Cuándo te has afeitado el coño por última vez? ― preguntó curioso Peter.

―Ayer por la mañana, al ducharme. ― contestó Sandrine.

―Muy buen trabajo – dijo Peter empezando a introducir sus dedos en el coño de la francesa, que estaba excesivamente seco. ― pero vas a tener que mejorar esto, tienes que lubricar mejor. ― concluyó mientras obligaba a Sandrine a chupar los dedos que había metido en su coño.

Sandrine se quitó los pantalones y el tanga con sus pies, y se colocó desnuda en la fila, con las demás.

Ya sólo quedaban dos chicas, Lory y Amy, Amy estaba en bragas pues la habían capturado cuando estaba a medio vestir, y Lory estaba con un top blanco y unos shorts, con el bikini por debajo. Primero le tocó a Amy, Linda la levantó y Peter abrió los ojos con expresión de sorpresa al ver las enormes tetas que le colgaban, con unos pezones también muy grandes y excitados por el frío del suelo del hangar. Peter comenzó a apretarle una teta con las dos manos sin piedad, viendo como la aureola, que era difícil de distinguir pues era prácticamente del mismo color que el resto de la teta, se hacía más grande cada vez, no pudo resistir la tentación, y le pegó un mordisco al pezón que se acercaba cada vez más a su boca, desatando un chillido de dolor por parte de Amy.

―¿Son operadas estas tetas? ― dijo Peter entre dientes, pues seguía mordiendo el pezón.

―No señor, son mías – contestó Amy con los ojos y los puños cerrados aguantando el dolor que venía, tanto te las manos que estrujaban su teta como de los dientes que mordían el pezón.

Peter soltó el pezón y la teta, y la contempló caer junto a la otra, después le dió unas palmadas con la mano abierta y las vio moverse otra vez. Después bajó hasta sus bragas rosas con rayas blancas y comprobó como estaban bastante humedecidas por la excitación, se las bajó y le metió dos dedos en el coño depiladito, sacando abundante flujo en los dedos y en la mano, después se lo puso a Amy en la boca, y ésta, reticente al principio, fue lamiendo la mano de Peter hasta habérsela limpiado totalmente.

Cynthia ya había levantado a Lory, y después de que Amy se colocase en la fila de mujeres desnudas, y de recibir la orden de Peter, fue cortando poco a poco el top blanco de Lory, hasta que cayó al suelo, Cynthia por su parte le bajó, no sin esfuerzo pues eran muy ajustados, los shorts y se los quitó dejándolos en el suelo junto a los restos del top. Tras dejarla sólo con su bikini rosa se apartaron para que Peter la examinase.

―Piernas bien hechas, cara muy bonita...― iba diciendo el hombre mientras tocaba sin pudor a la muchacha. ― de tetas... vas bien dotada – dijo tras poner las manos encima de la parte superior del bikini.

Tras esto sus manos fueron hacia las nalgas de Lory y le pellizcaron una, ella contestó con un leve quejido.

―Pensé que te había comido la lengua el gato, ¿Cómo tienes el coño? ― le preguntó Peter.

―Eh... me depilé la vulva hace unos días señor... ― dijo Lory, roja de la vergüenza.

Lory recibió una sonora bofetada.

―¿Que te depilaste el qué? Las esclavas no teneis “vulva” eso solo lo tienen las mujeres decentes, vosotras tenéis coño, un coño para ser usado, ¿entendido?

―Si, entendido señor, quise decir que me depilé el coño hace unos días señor.

―Así me parece mejor, a verlo. ― dijo Peter mientras bajaba las bragas rosas del bikini.

El coño de Lory apareció con un vello corto del color negro de su pelo, un vello que estaba volviendo a crecer. Tomando el cúter de una de sus esclavas, Peter cortó el sujetador del bikini y dejó al descubierto las tetas de Lory, eran grandes, casi llegando al nivel de Sandrine y Paula, coronadas por unos pezones rojos muy bonitos aunque ahora no estuviesen excitados. Lory se quitó las bragas de los pies y se colocó de última en la fila.

―Bien, esclavas, traed el carro, vamos a transportarlas hasta su nuevo hogar.

Como una exhalación Cynthia y Linda se fueron corriendo hacia el carro, y poniendose frente al sillón, cogieron la barra y corrieron hacia donde estaba Peter. Las nueve chicas pudieron comprobar como en la nalga izquierda de cada una estaba grabado su nombre “Cynthia” y “Linda” respectivamente, y en la nalga derecha ponía “propiedad de Peter”.

Una vez estuvieron ante Peter, éste cogió de las alforjas unas pesadas cadenas con unas grandes anillas y se las colocó en el cuello a cada una, de manera que el cuello de Lucy estaba amarrado al carro, después el cuello de Lucy estaba amarrado al de Marta, luego Ashley, luego Paula, Maky, Claudia, Sandrine, Amy, y de última, Lory. Tras encadenar los cuellos de las nueve aspirantes, Peter colocó un antifaz que tapaba los ojos de Cynthia y Linda, y sacó también dos finas cadenas acabadas por un lado en una agarradera de cuero y por otro en unas pequeñas pinzas, colocó una pinza en el pezón izquierdo de Cynthia, y otra pinza en el pezón derecho de Linda, de esa forma, las esclavas no podían ver hacia donde llevaban el carro y dependían de los tirones de sus pezones para dirigirse. Peter se sentó cómodamente en el sillón y tiró de las dos cadenas, estirando los dos pezones al mismo tiempo, por lo que las esclavas levantaron la barra y con energía empezaron a correr arrastrando a Peter que estaba recostado en el sillón, cuando el carro empezó a moverse un tirón del cuello de Lucy la hizo moverse también, y con ella el resto de las chicas, pese a que Peter era un hombre de unos 80 kilos, las esclavas se movían con bastante velocidad, obligando a las nueve prisioneras a llevar un buen paso si no querían caerse y ser arrastradas...

(continuará...)

(9,25)