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La Preferida (2 de 5)

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La tarde se había vuelto más calurosa que nunca y lo sorprendió otra vez pensando. En ella. En su forma de moverse. En el tamaño de ese sabroso trasero que disfrutaría el inútil. Procuró despabilarse encendiendo la televisión y no encontró otra cosa que un programa de chimentos donde vio a una vedete que se le parecía bastante. La apagó. Decidió hojear un diario donde cayó de pronto en una página donde había una hermosa morocha increíblemente dotada como la que le sacaba el sueño en ese momento.

-Basta-se dijo-voy a salir.

Los domingos eran tan aburridos para él que los padecía. Al contrario de otros que enloquecían con el fútbol por televisión, Manuel prefería salir con algún fato que siempre tenía a mano, tirar una canita al aire era algo usual para él cada fin de semana. Pero había algo ahora que verdaderamente se lo impedía. Un inconveniente. Un problema que existía desde hacía dos meses. Desde la noche que Roberto había elegido para presentarse como el novio de América.

-Caderas generosas y pechos…enormes. Cabello largo renegrido y labios carnosos… Una bestia-exageró Ricardo.

-Hablás de minas como si fueras un pajero-bromeó él.

-Es que desde que se ve todo lo que pasa en la habitación, estoy enloquecido. Los pendejos se cogen todo.

Vaya suerte de uno, pensó Manuel. El intentaba despabilarse, deshacerse de los malos pensamientos y su amigo le convidaba una sesión de chabacano voyerismo.

-Vamos. No perdés nada con ver. Relajate. Desconectate de una vez.

Manuel ya se había acostumbrado tanto a las mentiras de Ricardo que creyó que ni siquiera era necesario contradecirlo.

-¿No me crees? Resulta que hay una pendeja tremenda ahora en una de las habitaciones. ¿Querés comprobarlo?

El sexagenario lo sobró con la mirada. A papá mono no le iban a vender bananas.

-Está más buena que un lunes feriado. En serio. Te juro que nunca vi unas carnes iguales. Lejos es la mejor que se clavaron por lo menos en los últimos dos meses. Vení a comprobarlo. Total ¿qué perdés?

Tenía razón Ricardo, al fin y cabo. Sin ánimo de llamar a sus fatos y Desganado, el veterano tano que ya lo había visto todo en la vida esperaba encontrarse con otro patético espectáculo digno del peor de los pajueranos.

-Vení-decidió finalmente Ricardo conduciéndolo a una habitación.

Dejaron los bolsos que habían tomado para salir y Ricardo cruzó la sala hasta un vestíbulo atravesado por un pasillito que conducía a las habitaciones interiores. El  señor se detuvo antes de llegar a una puerta entornada, giró sobre sus talones y miró a su amigo llevando su índice a los labios, en señal de silencio. Sonrió al comprobar la sorpresa instalada en el rostro de Manuel escuchando los primeros gemidos. Era una voz conocida, sin dudas. Sus jadeos suaves, rítmicos pero tranquilos, rezumaban satisfacción y una paz que no era coherente con las estridencias orgiásticas que siempre le refería su amigo. Sin embargo, aunque la calma regía el acto que se consumaba al otro lado de la puerta, era la primera vez que Manuel comprobaba que Ricardo no mentía y se sorprendió con lo rápido y fácil que la situación lo excitó. Ricardo no pudo saber que el muchachito que se deshacía en caricias era el hijo de Manuel y que la “minita más buena que un  feriado“ no era otra que Luana, su novia. Manuel se cuidó de no revelarlo pese al shock que experimentó. Un calor le subió de repente por la entrepierna y quedó evidenciado en un rubor que ya no pudo simular. Ahora que los jadeos se hacían más acompasados e intensos y lo ponían cada vez más nervioso. Ricardo lo advirtió claramente y se hizo a un lado cediéndole el lugar a su amigo el lugar para que se asomara a espiar.

Al mirar por el mínimo resquicio que dejaba la abertura dejada adrede vio a Luana desnuda, desparramada en la cama, boca abajo,  y al bueno de Roberto prendado de sus muslos, con el rostro enterrado en su entrepierna, haciéndole un cunnilingulus. Era una imagen de entrega tal que procuró no hacer el más mínimo movimiento para evitar que un ruido interrumpiera lo que pasaba. Las generosas piernas de Luana, abiertas como si fueran un compás, estaban en una rigidez extrema que hacía que se marcaran los músculos bien definidos de los muslos y de las pantorrillas, una particularidad de su físico; un cuerpo de yegua esculpido en agotadoras sesiones en el gimnasio. Físicamente, Luana se parecía algo a Mónica, una ex novia de su hijo, aunque sin dudar ella estaba tremendamente más buena y al contemplarla una parte de él se vio reflejada en la escena, como si se transportara a la habitación de repente. Nunca había practicado esa peculiar posición con ninguna de sus muchas amantes, recordó. Porque más allá de la excitación nacida por aquello que veía, la imagen de adoración de su hijo perdido entre las nalgas de su novia le provocó un genuino sentimiento de ternura, de absoluta pertenencia de su vástago a su hembrita, que dudas había de eso. La escena reflejaba con autenticidad irreprochable quien era la dueña del pequeño gusanillo de su hijo, al punto que nadie-y mucho menos otra mujer- podría llegar a considerarlo  un objeto de deseo.

-Vámonos de aquí-dijo finalmente-no va a pasar nada más.

Ricardo se sorprendió con la actitud de su amigo. Le había parecido que se había excitado tanto como él aunque luego dejara

-¿Viste las gambas y el culo de esa bestia? Hija de puta  pero ¿que comen estas pendejas?

-Cerrá el pico boludo. Ni siquiera la conocés. No sabés si puede ser una buena mina. Lo único que hizo la pobre fue confiar en el boludo que la trajo a este antro.

-Podrá ser buena mina pero es un bestión. Un camionazo todo terreno. Primera vez que la veo.

-Y me parece que va a ser la última.

-Hijo de puta el pendejo que se la va a coger.

Manuel estuvo a punto de revelarle la verdad pero otra vez, prefirió callarse.

-¿Y quién dice si se la va a coger?

-¿Cómo?

-Me jugaría que no. No le veo piné, no le da la nafta para manejar un mujerón así, ese “camión”, como vos le llamaste.

-¿Pero no estás de acuerdo?

-Estoy…puede ser. Linda piba.

-¿Sabés lo que daría por cogerme una así?

-Yo también…murmuró Manuel.

-Vos ni en tus sueños te cogerías una así. Sos igual que ese inútil.

Cuando se despidió de Ricardo después de la cargada, una incipiente sonrisa empezaba a dibujarse en el rostro de Manuel. Algo empezaba a maquinar su cabeza turbia. Una idea disparatada por lo que acababa de ser testigo. Tal vez, al fin y al cabo, algo le debería en el futuro a su amigo.

…………………………………………………………………

-DEBE SER una brava.

-¿Cómo brava?-se intrigó Manuel.

-Apasionada.

Manuel miró a su amigo de toda la vida Ricardo de reojo. Como si lo sobrara.

-El que debe saberlo bien es Roberto ¿no?

Lo miró otra vez con incredulidad manifiesta.

“No puede saber nada ese”, estuvo a punto Manuel de decirle pero a último momento se contuvo. Por alguna razón, sentía que a veces debía mejor callarse delante de Ricardo. Lo conocía de sobra.

-¿Y se puede saber de dónde sacas semejante conclusión?-quiso saber sin embargo.

-Por los rasgos asiáticos y el color de su piel…

A Manuel le llamó la atención el razonamiento del volado de Ricardo.  Era un hombre leído, culto y poseedor de una pequeña empresa como él pero también un buen parlanchín.

-Si te lo digo yo, ponele la firma que es así. Raramente me equivoco en eso-redobló la apuesta.

-No quiero que mi firma quede afectada…

-Dale…no jodas. Tiene una mirada de gitana, su fisonomía no es simétrica, fijate. La nariz es un poco más grande que lo usual en una mujer, los ojos rasgados y los labios son más bien gruesos…

-¿Y?

-Son rasgos moros. El color de la piel es aceitunado, no como los morochos de aquí, el cabello renegrido. Buena mezcla.

-Le hiciste una radiografía. ¿A qué querés llegar?

-Me jugaría que la novia de tu hijo tiene sangre árabe.

-No es necesario jugarse. Su apellido es árabe. Y su nombre también.

-Las turcas son tremendas, amigo. En la cama. ¿No lo sabés?

Manuel sonrió por primera vez. Esperaba que la perogrullada de Ricardo llegara de momento a otro, sin tantas vueltas.

-Las turcas son una cosa. Las árabes otra. Sabelo.

-Para mí es turquita…y listo.

-Su abuelo vino a la Argentina desde Yabrud, Siria. Lo contó la noche que vino a casa con Roberto-lo interrumpió Manuel en procura de finiquitar el disparatado razonamiento de su amigo jugando a ser Sherlock.

-Eso sin contar el lomo que tiene. Decime, ¿hace ejercicio?

-Todo el tiempo. Taebo y spinning creo. Se entrena duro a diario- dijo.

-Por las chuncas y el durazno que tiene me daba cuenta.

Manuel volvió a sonreir, agitando la cabeza.

-¿Cómo llegamos a esto?-preguntó.

-Por vos, boludo-respondió Ricardo-por haberte hecho el sota y no confiar en tu amigo.

Manuel lo recordó con desgano. Una sensación de desagrado le cruzó el rostro.

-Debiste contarme desde el inicio a quien espiábamos.

- Me dio…pavura. Es mi hijo.

Tal vez no había hecho bien en decírselo pero estaba ya hecho. ¿Por qué lo había hecho? No tenía la más mínima idea.Imaginó que abriría una caja de pandora. Y así fue: desde entonces las referencias a Luana de parte de Ricardo se convirtieron en inevitables.  La  filosa lengua de su amigo encontraba siempre adjetivos calificativos a los atributos de la novia de su hijo. Preguntaba todo el tiempo. Se volvía pesado de repente. Manuel se preguntó porqué se lo había dicho si él mismo, en una forma simbólica, hacía todo lo posible para evitar el tema. ¿Solo porque la chica llamara un poco la atención era motivo suficiente para convertirla en motivo de bajas especulaciones de dos viejos? Manuel no tenía la respuesta.

-¿Vos te lo planteás como posibilidad o a mí me parece?- preguntó Manuel. Ricardo se quedó mudo de repente.

-Digo, de verdad-siguió Manuel curioso- ¿tu podrida cabeza elucubra algo que te haga pensar que podes tener algo con ella?

-¿Por qué no?

Manuel lo miró con desagrado.

-Primero por ser quien es para Roberto. Segundo, porque tenés casi sesenta años y ella apenas veintitrés.

-Tengo cincuenta y cuatro, igual que vos…

-No podés estar hablando en serio.

Ricardo lo miró con el orgullo de varón herido.

-¿No viste como me saludó la otra vez?

-Era una reunión. Estaba conociendo a la familia de su novio. Fue amable como lo sería cualquiera en una situación igual.

-Me saludó bien a mí. Mejor que a vos. Y eso que no sabe que la vi cogiendo…

-Bue…cogiendo…lo que se dice cogiendo…

-Aunque vos la viste más… ¿no? Desde que te dejé que miraras no dejaste más el puesto de vigilancia. No me dejaste ver más.

Era verdad.  Por alguna razón, se había quedado inmóvil delante de la escena.

-¿Porqué?-insistió Ricardo- ¿Tenias vergüenza?

-Mucha.

Pero además también tenía un hueco enorme en la imaginación por donde se filtraban las imágenes de la situación de la que había sido testigo, recreadas cada día por Ricardo que se encargaba de comentarlas.

-Mirá si teníamos una cámara-dijo Ricardo.

Manuel volvió a mirarlo como se mira a un degenerado.

-¿Qué me mirás así?-rió Ricardo-tendríamos un registro de ese momento sublime y nos sacaríamos las dudas que tenemos.

-¿Que dudas?

- Si está tan tremenda como imaginamos que está. ¿Te parece poco?

 ………………………………………….

LA CORTINA y la ventana semi cerrada de su habitación  filtraban la luz de la tarde de verano y dejaba, al cuarto, en una silenciosa y agradable penumbra. La suave y refrescante brisa del ventilador de techo acariciaba su cuerpo desnudo tendido justo en medio de su lecho. La fotografía no mentía. Ella se encontraba boca abajo y totalmente relajada. Sus ojos cerrados como si su mente vagara entre el sueño y la conciencia hasta escuchar el pequeño ruido de un click y de la ventana.

-Pensé que se había dado cuenta de que la espiaba

Ricardo lo escuchaba atentamente. Estaba concentrado en los detalles del relato que sabiamente hacía Manuel de su experiencia. Porque amigos eran los amigos, Manuel no había podido contenerse a revelarle la verdad.

-Si hubiéramos llevado la cámara entonces ya estaríamos más avanzados.

Fue  antes de que empezara a aficionarse a espiarla. Cuando venía a casa, cada vez más seguido. Debía ingeniarse para encontrar el momento justo. Primero fueron algunas noches  en que a propósito llegaba del trabajo más temprano, para ver si podía sorprenderla en el baño. Después, provisto con la cámara que le había dado Ricardo.

-¿Has hecho todo como te dije?-quiso saber Ricardo.

Realmente era poco lo que había podido hacer. Fotos de ella en ropa deportiva mientras hacía ejercicios en la casa; unas cuantas poses osadas por los movimientos de elongaciones que siempre practicaba con obsesión: “gimnasia para endurecer la cola”, explicaba ella alegremente.

-Como si le hiciera falta, hija de puta-sarcástico Ricardo comentaba escuchando atento el “parte” de su amigo.

 Había conseguido también fotos de ella con falda y audaces jeans súper ceñidos que usaba con remeras color flúor que parecían elegidas a propósito un número menor a la de su talla real. Esa circunstancia, creaba el efecto que las tetas estiraran al máximo la tela de la prenda.  Si debían atenerse a sus orígenes sirios - Ricardo había leído interesado en el tema-, las musulmanas estaban obligadas a preocuparse por sus vestimentas y su apariencia según el Islam, pero jamás podían irse a los extremos haciendo una exhibición licenciosa.

-A lo mejor Luanita es pecadora.

 En cuanto a lo de los ejercicios físicos por los que tanto se obsesionaba en hacer también tendrían una razón de ser, según Ricardo. Resultaba que también según había leído, la mujer musulmana tenía una tendencia a mantener su buena condición física y energía, de acuerdo con el Islam. Por ello, según siempre Ricardo, no era extraño que Luana siguiera un plan organizado de ejercicios apropiados para proporcionarle a su cuerpo agilidad, belleza al solo efecto de satisfacer al quien la ha tomado  por esposa, predisponiéndose en el afán de que sus necesidades sexuales fueran satisfechas.

-Mirá lo que le espera al paparulo de tu hijo. Dios le da pan al que no tiene dientes.

Ricardo había conseguido una diminuta cámara con una lente que no hacía siquiera ruido cada vez que disparaba. Tenía un alcance muy bueno que permitía que se tomaran buenas fotografías sin importar la distancia en la que se estuviera.

Las tomas empezaron por lo general desde escondites improvisados encontrados por el paciente hombre que a veces esperaba un buen tiempo, para fotografiarla por lo general desde atrás, para conseguir el premio de un primer plano del trasero que reventaba sus pantalones.  En silencio y de forma automática, había ido paulatinamente volcando las fotos en una carpeta de archivos que escondió en una infinidad de otros archivos dentro de su computadora.

Pero tal vez la mejor secuencia de todas la había obtenido una mañana de sábado en que se vio obligado a regresar desde su oficina tras descubrir que se había olvidado su portafolio. Entró a la casa a media mañana y cuando estaba por irse sintió que alguien estaba en la cocina. Intuitivamente, tomó la cámara escondida en un cajón y se apresuró a ocultarse detrás de los sillones,  arrodillado cuando la vio aparecer desde la cocina. Luana estaba totalmente desnuda, solo llevaba unas ojotas como si acabara de levantarse e iba con el cabello sujetado  en cola de caballo y un vaso de jugo en la mano. Su paso por el living admirado desde el escondrijo por el fisgón quedó registrado en cerca de 15 fotos; desde que venía casi de frente hasta que se iba de espaldas hacia el dormitorio. Había trasnochado con su hijo sin duda y tal vez acababa de levantarse. O mejor aún, existía la posibilidad de que ella y Roberto hubieran estado haciendo el amor hasta hace unos minutos aprovechando la soledad de la casa.

Ansioso de repente ante esa posibilidad salió disparado al fondo trasero que daba a la habitación de su hijo solo para ver si podía captar algo más desde la ventana. Por desgracia para él, todo estaba cerrado y no pudo ver nada más. ¿Seguirían acostados? Era jugado ir hasta la puerta y apoyar su oreja para ver si los escuchaba. También intentar ver por la mirilla de la puerta, como ya lo había hecho.

-Me dio no se qué…cosa-admitió Manuel

-La otra vez te quedaste diez minutos mirando no te dio nada-rió Ricardo-dale…hay que animarse más. Vamos bien.

Tan bien que en los siguientes días, Manuel intensificó las vigilancias en la casa tal como Ricardo se lo había aconsejado con el objeto de poder obtener más fotografías. Aprovechaba los momentos de la tarde en que sabía que Nuria no estaría y ese momento podía eventualmente ser utilizado por su hijo para estar a solas con su novia. En realidad, había sido otra sugerencia más de Ricardo, cada vez más entusiasmado con la posibilidad de que su amigo pudiera tantear más la situación. De manera que, amparado por el sabio consejo de su amigo, y cuidándose de no cometer errores, el plan fue avanzando con notables hasta conseguir verla envuelta en una toalla una mañana en la bañera, sabiendo muy bien que antes de haberse echado como de costumbre, él se las había arreglado para treparse a una silla y espiarla por el  vidriado de la puerta. Así, conteniendo la respiración la vio enjabonarse las partes sumergidas en el agua que hacían pequeñas olas con sus movimientos, desplegando los brazos y dejando al descubierto sus pechos generosos por unos segundos.

Y todo habría continuado igual si no fuera por la ocasión en que  Luana se percató de un ruido detrás de la puerta mientras se duchaba y pensando que podría tratarse del perro, salió en forma intempestiva sorprendiéndolo parado delante de ella que se cubría apenas con una toalla. El se quedó mudo sin reaccionar mientras ella gritaba asustada lo que hizo que saliera por poco corriendo.

 Solo al cabo de unos minutos, el se apareció por el comedor y la buscó en el dormitorio. Ella le preguntó que hacía. El se quedó otra vez callado antes de hablar. Se dio cuenta que hubiese sido fácil mentirle que todo había sido un lamentable y bochornoso accidente.

-¿Y eso fue lo que hiciste?-le preguntó Ricardo intrigado.

Le dijo que le había sido imposible no concebir la idea cuando una vez por error se la encontró  en el comedor a punto de entrar a la ducha. Ella no lo había advertido. Le describió como estaba vestida que hacía y como la siguiente vez sin pensarlo demasiado empezó a hacerle fotografías a la distancia. Entre fastidiada y avergonzada ella quiso saber desde cuando había empezado esa costumbre. Desde hace mucho, confesó en un murmuro, él.  Desde hacía un tiempo, ella aparecía en todas las fotos inimaginables, habidas y por haber en un registro que se había venido realizando hacía ya varias semanas, tuvo que reconocerle.

Sorprendida, ella le preguntó cómo había conseguido tomar las fotos y él le respondió que era su secreto. Ella no daba crédito a la cantidad de fotos que tenía en su poder, más que las que podría haberle tomado Roberto en los meses que se conocían.  Ya llevaban más de media hora viendo las imágenes cuando ella le interrumpió. Le pidió que solo le enseñara aquellas donde ella estaba “en una situación comprometida”. El abrió varias carpetas hasta llegar a una última donde se acumulaban las imágenes que ella le solicitaba: eran varias docenas que habían sido acumuladas a lo largo de semanas de espera paciente en busca de una oportunidad de hacerlo. Ella le preguntó sorprendida cuando era eso: el respondió que se había memorizado sus rutinas luego de llegar del gimnasio y luego pasar al baño. Pese a que las fotos la mostraban, en efecto, sin mucha ropa, no había una sola fotografía que la hubiera retratado de cuerpo entero como hubiese él querido.

Ella, sin embargo, quiso estar segura y repasó varias veces la fila de imágenes para estar segura. Estaba enojada y a la vez avergonzada. De pronto, advirtió que estaba en un brete. Si acudía a Roberto lo más probable era que se generara un escándalo donde muchas cosas tendrían que explicarse.

 -¿Estás loco?-lo miró Ricardo extrañado-No le dijo nada al Roberto… ¿sabés lo que significa eso?

-No…-respondió él, inocente.

 Ricardo suspiró mirándolo incrédulo.

-Que vas bien…vas muy bien- Ricardo se emocionó como un niño al hablar.

-¿Te parece?

-El paso siguiente-le dijo Ricardo-es hacer que ella no sospeche de lo que pretendes.

-¿Y qué es lo que se supone que pretendo?-preguntó Manuel.

-Fotografiarla desnuda-se relamió Ricardo- Dejá que piense que lo que pasó no va a llegar más de eso. Deja pasar  un tiempo.

Ricardo parecía más entusiasmado que nunca.

-El panorama es inmejorable si es verdad lo que contás. ¿Quedaste en algo?

Manuel le contestó que nada más habían hablado.

-Después de un tiempito...tenés que volver a intentarlo. ¿Te animás? Decime ¿cuándo es el mejor momento?

Pese a que se lo había precisado cuando ella se lo preguntó, en los siguientes días Luana no había alterado su rutina de llegar a la casa después del gimnasio.

-Cuando vuelve de spinning. Arroja la ropa y se baña.

-Deberías haberte arriesgado. Valía la pena-dijo Ricardo lamentándose.

-Ya está. No soy como vos.

-Claro que no lo sos, jaja y nunca lo vas a hacer.

Manuel se mordió en silencio.

-Los dos sabemos que recurriste a mí. Que fuiste vos el que me buscaste.  Es más: esto no te hubiera pasado nunca sin mí, aceptalo-lo hirió otra vez Ricardo-pero bueno…aprovechá…que hoy estoy enseñando gratis.

Volvió a mirar a su amigo Ricardo otra vez. Siempre tan buen amigo. Lástima que arruinara siempre todo con su soberbia.

-A lo mejor en tu situación, yo estaba avanzado varios casilleros.

…………………………………….

ROBERTO ESTABA imposible. Abroquelado en un hermetismo propio de su mal genio en determinadas situaciones. Todos la conocían bien. Incluso su novia que sabía que no debía siquiera dirigirle la palabra en ocasiones como esa.

-Está insoportable, como siempre.

-Dejalo, ya le va a pasar. Como siempre. Siempre es igual.

El le hablaba procurando distraerla pero Luana seguía sumida en su propio fastidio contagiada por Roberto. Se había dejado llevar por su pésimo humor.

-Me tiene harta el fútbol. Me cansan esas cosas-protestó.

Tres a cero. El equipo de Roberto había perdido por tercera vez consecutiva. Sin atenuantes. Con baile. Y el fanático no quería ni que le hablaran. ¿Podía ser eso posible?, se preguntó Manuel.

-Te entiendo. ¿Porque no vamos…a…?-le insistió.

Luana lo miró como para que no siguiera. Pensó que  eso podría llegar a aliviarla. Pero el fastidio de Roberto ya la había contagiado al punto de ser ya inevitablemente tarde. Cambió de tema haciéndole ver que no estaba de humor para nada.

-Cuando nos casemos no me va a dar bola-se lamentó en voz alta ella.

Roberto no le había dicho una sola palabra, incapaz de ceder. Ella le había pedido especialmente varias cosas que él sin embargo había olvidado. Y todo tenía una sola razón de ser. Su equipo había perdido y el no estaba de humor. Luana se dio cuenta que hiciera lo que hiciese esta sería una cosa que no podría ser resuelta en su futuro con Roberto. Que cada vez que su equipo perdiera, él encontraría una razón para ignorarla totalmente. Sacar la basura, darle de comer a los perros, ponerle agua al gato, regar las plantas. Manuel lo supo: eran los detalles en apariencia insignificantes los más importantes para Luana. Saberlo le despertó un nuevo morbo especial. Era lunes y Roberto se iba de viaje a Buenos Aires hasta el jueves, odioso sin dirigirle la palabra.  Su equipo había perdido otra vez y ella sabía muy bien lo que eso significaba. Que no iba a salir y se iba a acostar sin hablarle. Lo mismo de siempre.  Al traerla de regreso del aeropuerto tras despedirlo Manuel vio dibujada en el rostro de Luana la misma idiotez de su hijo. Llevaba unos jeans y una remera escotada ajustada pero su rostro estaba contagiado con su mal carácter. Volvió a preguntarle si podía ayudarla en algo.

-Deje nomás. El no va a cambiar es así.

¿Era posible que el tarambana lo arruinara todo?

-Te llevo a merendar. Si querés…

-No deje... Ya hizo bastante.

Pero tendría que hacer más. Porque aunque lo intentara, se dio cuenta de que ese día no iba a conseguir mucho.  Ni al día siguiente. Ni pese a que Roberto se quedara tres días en Buenos Aires. Y todo por un estúpido partido. Ese día, por primera vez, Manuel, que nunca se había interesado por el fútbol deseó que River hubiera metido al menos dos goles.

……………………………………

ESA MISMA tarde de viernes fue a ver a su amigo. Estaba ansioso y sin saber qué hacer con sus ganas de león enjaulado que Ricardo dilucidó en el acto.

-Necesito contarte algo, creo que metí las pata hasta el caracú―le dijo Manuel ya instalado en el living.

Ricardo se alarmó. Venía planeando cuidadosamente a través de las semanas la forma en que su amigo debía actuar para que nada malo sucediera. Luego de los últimos avances no estaba en sus cálculos un retroceso.

-El otro día Luana accedió a que le hiciera más fotos-le comunicó Manuel.

-Supongo que me estás jodiendo.

-No…no te jodo. Nos quedamos solos en casa. Roberto se fue a Buenos Aires y ella estaba molesta con él.

-Supongo….que las traés-se entusiasmó nervioso Ricardo.

-No se me ocurrió….

-¿Vos me tomás de boludo? Le hiciste ya decenas fotos y nunca se te ocurre. Ni siquiera he visto las otras. Tu nuera está más buena que la cresta. De solo pensar en que me la voy a coger bien pronto me saca de quicio.

-No hablés así. Recordá que es la novia de Roberto.

-No jodás. Dale seguí contando.

Manuel lo miró con cara de disgusto pero al cabo supo que no podría razonar con Ricardo.

-El otro día que te cuento, le pregunté si― empezó Manuel ante la expectante mirada de Gustavo.-me dejaba verla cuando se cambia…

-¿Y? ¿Qué te dijo?

-Que me dejaba.

-¿Viste?!!! Lo sabía, sabía que la muy no podía ser tan decentita con el lomo que tiene- el entusiasmo de Ricardo solo se contrapesaba con el desgano de Manuel en ese momento - ¿y? ¿y? dale viejo de mierda contá todo, no te lo guardes

-Le pedí que me dejara mirar cuando hiciera el amor con mi hijo-bromeó Manuel.

-¿Qué?-Ricardo no pudo creer que se hubiera animado a tanto-¿Y te dejó?

-No, al principio se mostro molesta y yo reaccione disculpándome como un chico que sabe que lo van a cascar.

-¿Al principio? ¿O sea que luego los viste? ¿Como la otra vez en el telo?

-Bueno…un poco

-¿Y? Contame

-Igual que la otra vez.

- Jaja…te dije…lo sabía. Confirmadísimo. No la coge. No le toca un pelo. ¿Viste que lo que digo se cumple?

-Y….puede ser-admitió Manuel resignado.

-¿Estaba en pelotas?-pregunto Ricardo con relamida malicia- Dale… decime como es en bolas, ¿Cómo tiene esas tetazas?, ¿las tiene tan firmes y redondas como parece?

- Las tiene exactamente como te lo imaginás. Llevaba el short del gym pero ya se lo había quitado. Se veía bella con tacos y ese ajustado shortcito que apenas le cubría el culo que tiene―las palabras salían como si nada de Manuel de solo recordarla- porque vos ya viste el culo que tiene-completó sintiéndose un viejo verde baboso. Ella estaba cruzada de brazos mientras él se deshacía otra vez en disculpas pensando que la había cagado esta vez en serio.

-Tuve que dibujarla diciéndole las excusas más boludas. Pero no la convencía. Ni la convencí.

-Extraña tu actitud.

-Vos no la conocés. Es muy terca cuando se enoja.

-Vos sos medio boludo me parece. Que decías que te volteás a esta y a la otra.

-Pero… es la mujer de mi hijo.

-Ja, si tenés razón…para vos es la mujer de tu hijo. Para mí es una hembra infernal que me tiene loco desde que la ví.

-No seas enfermo. Si hago esto es por vos, nada más.

-Está bien. Pero … nadie en sus cabales puede darse por vencido.

-¿Vencido de qué?

-¿No lo entendés verdad? Si Luana llegara a coger con alguien que no sea Roberto, no la para nadie.  Te lo firmo donde quieras.

-¿Cómo?

-Es la regla clásica. Si conociera el placer  lo hará con quien quiera, te repito: no la va a parar nadie.

-No sabés lo que decís. Estás loco.

-Me animaría a decir que se acerca ese momento. ¿No crees?

-Ricardo, parala. Me dio la cana haciéndole fotos. Me dejó luego que la siguiera fotografiando. ¿Y vos querés más?

-Por eso boludo… ¿crees que me voy a contentar mirando unas fotitos?

-Me parece cualquiera. Una cosa es espiarla y otra pensar algo más. Somos dos viejos verdes. En serio.

-¿Vos lo viste al boludo de tu hijo? Si se la ganó el…

Manuel no pudo más que guardar silencio. Sabía que Ricardo tenía razón.

-Incluso vos. Que seas el padre de Roberto no quiere decir que no seás hombre.

Ricardo siempre tenía razón.

………………………

-¿Y? NO TE quedés callado. ¿Qué pasó?-Lo incitó Ricardo.

-La cagué me parece. Eso. Que la cagué. Yo te lo había adelantado.

-Pero contame boludo que pasó.

-Pues no sé. Quise probar que tan preparada estaba para la propuesta de hacerle otras más fotos pero cuando le golpeé su puerta me apartó de un empujó y me mandó a volar de la habitación-el tono de Manuel denotaba su disgusto-estaba tan cerca…tan cerca.

El silencio de la desilusión se impuso de inmediato. Ricardo no lo pudo creer sencillamente. ¿En realidad había jorobado el asunto?

-La cosa no termina ahí-siguió Manuel preocupado -Hoy me dijo que no quería que la fotografiara más. Que nuestro acuerdo se cancelaba.

-¿Qué?-respondió Ricardo con el terror estampado en la cara-¿Cómo que se cancela? ¿Justo que estamos a un paso de conseguirlo?

Manuel bajó la cabeza, como si estuviese avergonzado.

-Pero ¿qué hiciste boludo? ¿No te dije que debías ser cuidadoso? ¿Qué debías llevarla tranquilo? ¿No seguiste mis consejos?

-Simplemente pasó-apenas murmuró Manuel-lo lamento.

-Lo que no entiendo es que hiciste mal. Si seguiste cada consejo. La venías chamuyando bárbaro,  se estaba animando y de repente ahora sale con esto. No se entiende qué carajo pasó.

-Y…no debía pasar. Te dije que era algo malo en lo que nos metíamos.

Ricardo se quedó en silencio, sin saber que decir, sin poder creerlo. Al fin y al cabo, todo parecía que estaba perdido.  Nada podía hacerse.

-Quiero las fotos de la última sesión-dijo levantando la cabeza hacia su estúpido amigo-Y no quiero unas cuantas vistas rápidas en tu portátil. Las quiero todas en CD para poder disfrutarlas en la privacidad de mi habitación. Quiero verla en bolas, quiero ver clarito esas gomas terribles, ese culo grande y la impresión que seguramente puso de zorrita de solo dejarse fotografiar.

La expresión del rostro de Ricardo al hablar era inequívocamente intransigente. Ya conocía de sobras a su amigo cuando se enojaba de la forma en que lo hacía. Manuel entendió que si no hacía lo que le pedía, su amigo era capaz de hasta ir a hablar con su hijo.

.Está bien, te las traigo. Tenés mi palabra.

-Basta de palabras. Quiero las fotos, luego hablamos.

La charla entre los amigos terminó de forma abrupta y solo se reanudaría al cabo de unos veinte minutos, luego de que Manuel se sentara frente a su notebook.  En su mano tenía el cd virgen y aún no acababa de tomar una decisión. Vio las fotos de la última sesión en la carpeta que sabía esconder bien. Recordó la tonicidad de las distintas partes del cuerpo macizo y el color aceitunado de la piel. Puso el cd e hizo transportó las copias de algunas fotos a un pen drive que recibió su amigo.

-¡Dios santo….mirá lo que está!... -Ricardo no cabía dentro de su sorpresa admirando las fotos-tenía razón…la muy …lo disfruta. Le gustó. Por eso no lo entiendo.

¿Cómo lo notaba supuestamente? Manuel enmudeció. La rabia que sentía al enseñar las fotos de Luana lo estaba matando.

-Bueno, ya está. Ya tenés lo que pediste, ya estarás satisfecho.

-¿Que querés decir?

-Que se terminó acá. Listo. No quiero saber más nada.

-Pará boludo. No podés arrugar ahora. Estamos cerca.

-No…esta es una señal. No podemos seguir. Si llega a contarle a Roberto se arma la gorda.

-No va a contarle nada.

-Nuria me mata. Mi hijo me odiaría de por vida. Me convertiría en un monstruo. No me lo perdonaría más. Mi conciencia me mataría. No soy como vos.

-Porque vos sos un boludo. Pero te dije que yo no me equivoco nunca en esto. Ella lo disfrutaba. Te pidió que le hicieras la sesión de fotos, ¿no es así? Se nota que lo disfrutaba.

-Si querés decir que es una puta hacelo sin rodeos.

-No digo eso.  Lo que creo es que si te dejó una vez lo menos, te puede dejar hacer lo más.

-No…yo no debí dejar que me convencieras a hacerlo. Fue un error mío.

Ricardo lo miró incrédulo por unos segundos.

-No…si yo sabía que lo de nabo era de familia. De tal astilla, tal palo.

-Te dije que no estaba seguro de esto. Mi hijo está en el medio. No entendés.

-Tu hijo tiene cara de tremendo cornudo. De vos pensaba distinto pero sos igual. Volvé a tus domingos de ajedrez.

-No creo que esto pueda llevar a nada bueno Ricardo, entendé.

-Mandate a mudar de acá. Sos un boludo a cuerda. Me convencí.

¿Su amigo lo corría? ¿Después de tanto tiempo? ¿Estaba escuchando bien?

-Y de las fotos olvidate. No te las voy a devolver. Y si me volvés a romper las bolas voy a ir directo a tu nuerita a enseñárselas. Y a que no sabés que le voy a decir sobre como las conseguí.

¿Chantaje? Que bajo podía llegar a caer la amistad de toda la vida entre dos hombres solo por chiruza. ¿Chiruza le había dicho? Sí, aunque se tratara de la novia de su hijo más grande, no creía que durara. La pescaría él en alguna infidelidad o tal vez ella lo largara aburrida de la de una relación monógama. “Los pendejos eran así ahora…todo era light”, razonó.

Pero fuere como fuere, Manuel abandonó la casa de Ricardo con la certidumbre de que ya lo había convencido. Que no vería por un buen tiempo a su amigo  y que nunca más le hablaría de su nuera. Satisfecho, recordó la charla mantenida poco antes de que  “él lo echara todo a perder”.

-Siempre fui calentón-le dijo Ricardo hace dos semanas-desde que tengo memoria. Por eso pocas cosas me angustiaron tanto cuando tuve que hacer el servicio militar. Me puse loco de solo imaginar que estaría en cuarentena obligada.

Ricardo hizo una pausa y se sentó antes de seguir.

-Y sin embargo, nada pasó. Por extraño que pareciera estuve meses sin que tuviera necesidad ni de hacerme una paja.

Manuel se quedó esperando el final de la historia.

-Supe la verdad cuando nos dieron la baja.  Lo que nos dejaba mansos era un desinhibidor que nos mezclaban con la comida. Una droga que hacía bajar la libido en forma instantánea.

Se quedó callado unos segundos antes de terminar.

-Yo puedo suministrártela. Y a vos, no te va a ser difícil dárselo a la persona indicada.

Era fácil, nadie se daría cuenta. No había resultados permanentes ni síntomas secundarios. Qué buena idea había tenido Ricardito. No le haría daño a Roberto y sería solo hasta obtener lo que quería. Su amigo ya no lo molestaría más.

……………………..

ROBERTO EMPEZO a sentirse extraño un tiempo antes. Unos cuatro meses habían pasado dos semanas cuando terminó por aceptar que algo malo le pasaba. Con el tiempo empezó a comprobar que su estado empeoraba. Somnolencia, depresión, falta de ánimo, palpitaciones y una fuerte jaqueca eran los síntomas que sufría prácticamente, le dijo al médico. El médico le recetó pastillas y un complejo vitamínico a efecto que pudiera recuperar la vitalidad que parecía lo había abandonado. Al inicio pareció recuperarse un poco pero al cabo de unos días, los síntomas se repetían otra vez sin mayor explicación.

El deseo sexual se había ido. Dramáticamente. Ya no recordaba el último día en que Luana y él habían mantenido relaciones y todo sucedía justo ahora que planificaban casarse. Con lógica preocupación y en absoluta discreción, Roberto buscó la ayuda de un terapista sexual al que le transmitió en confianza todos sus pesares.

-No tengo deseos doctor.

-¿No desea a su novia?

-No no es eso. No sabría decirle que me pasa pero desde hace un tiempo no he podido tener relaciones sexuales.

-¿No ha podido?

-No puedo tener erecciones.

-En las cuestiones sexuales hay que ser lanzados, decididos y a veces hasta impulsivos. Quizás usted se ha acostumbrado a un esquema rutinario y por eso no puede salir de él.

-¿Y qué puedo hacer?

-Debe sorprender a su novia. Ni más ni menos. No la lleve a cenar o en plan de cosas similares. A las mujeres es mejor sorprenderlas todo el tiempo.

-Yo le regalo flores, estoy pendiente de ella. Busco contenerla.

-Hay que dejar los prolegómetros. Las vueltas. Vaya directo al grano-le sugirió el terapista.

-¿Que quiere decir?

-Vamos hombre, imaginación. Preséntese de improviso. Sin llamarla. Sin mandarle mensajes de texto. Usted se presenta y quiere hacerle el amor. Nada más. ¿Entiende?

-Entiendo.

-Usted se siente artífice de su destino. Se siente que nadie va a pararlo en sus ganas de ir por su novia. De arrancarle su ropa y de…bueno usted ya sabe.

-Claro…ya lo entendí.

-Abandone los planes. Deje los piropos. Busque en su interior al hombre que solo quiere acostarse con la mujer. Nada más.

Al salir de la sesión Roberto parecía otro. Se había convencido en apenas unos minutos que el consejo del terapista era tan bueno que no valía ni la pena cuestionarlo. Necesitaba ser por una vez en la vida no tan previsible y convertirse en alguien impulsivo, decidido. Lo haría. Y lo haría ahora mismo, decidió. Vio la hora y de inmediato se dio cuenta que Luana habría salido ya del gimnasio. Probablemente ya estaría en casa haciendo sus últimos ejercicios para ir a bañarse. Ahora que lo pensaba ella también era un tanto previsible. Imaginó a su novia en sus diminutos shorts y musculosa de gimnasio en sus tontos ejercicios de elongación. El alteraría todo ahora y le daría resultados. Si se apuraba hasta quizás la alcanzara antes que se quitara sus ropas de gim y le hiciera el amor ahí nomas, con su transpiración en el comedor, sin que se duchara. Era una buena idea, sonrió de repente, sintiendo un estímulo en la entrepierna como hacía mucho tiempo no le pasaba.

Salió disparado en el coche como un autómata en dirección a su casa. No se estacionó como siempre abriendo el garaje sino dejando el vehículo en la calle y corrió casi desesperado a través de la puerta. Llegó al comedor y miró en la sala: ahí en el piso, estaban las prendas que Lu acababa de quitarse, el shorcito arremangado y la musculosa transpirada. Lamentablemente ya estaba duchándose. La buscó en el baño sin encontrarla y cruzó el pasillo hasta dar con la puerta de su dormitorio cerrada. Estaría arreglándose, pensó.

Pero al abrir la puerta de la habitación Roberto se estrelló con la realidad más brutal que hubiese podido llegar jamás a imaginar. La figura de un hombre iba acomodando detrás de los globos que sobresalían de la pose arqueada de su novia: el rostro de Luana estaba hundido en una almohada y sus caderas furibundas estaban levantadas y ofrecidas a su padre que en medio de bufadas y roncos quejidos inentendibles la bombeaba sin parar al tiempo que no permitía que se moviera un milímetro de la posición en que la tenía sometida. En posición enteramente dominante, su padre la rodeaba con sus brazos recostándose encima de las enormes ancas de ella; así le daba furiosos empellones que la movían en seco hacia adelante. Al abrirse la puerta, Luana había levantado la cabeza asustada y lo miraba con el rostro desencajado.

-Ay….ay…no te vayas a enojar por favor.

-Tranquilo hijo…respirá profundo. Respirá y exhalá.

Roberto se quedó de piedra incapaz de moverse y de articular una palabra ante  el tremendo espectáculo.

-No es lo que parece, Ro.

Lo primero que vio fue la ancha de su padre de pie que rápidamente tomó una sábana para cubrirse. Por su forma de moverse se dio cuenta de que estaba cogiéndose a Luana. Ella de espaldas, estaba apoyada sobre la cama mientras era sujetada de “sus ancas” como intentando de que se quedara donde él deseaba que se quedase para poder lograr una mejor penetración

-No es lo que vos pensás Ro ¡!!ooooohhhh!!.

-Ah ¿no? ¿Y qué es?

-Es un mal entendido. Luana me pidió verme  para conversar sobre un tema de ustedes.

-¡Sí!!! …!siiiii!!…un mal entendido.

-De eso estuvimos hablando hasta hace apenas un rato.

-Y una cosa llevó a la otra…-completó ella

La inesperada irrupción del novio engañado en la habitación no había causado la interrupción del acto que en la habitación se ejecutaba. Por el contrario, a Roberto le había parecido que los movimientos se habían tornado más rápidos desde su presencia sorpresiva

-Eso hijo-Manuel aprovechó la confusión y pasividad de Roberto para ensartarla un poco más -una cosa llevó a la otra.

-No te dejés llevar por las apariencias, mi amor.

Ahora su padre había abandonado la magnífica retaguardia de ella y se acostaba boca arriba en espera de que se le subiera encima. Sin que fuera necesaria una indicación, la nuera se levantó y se asentó en cuclillas encima de la verga ofrecida como penacho.

-Pero…. ¡!Luana!! ¿Qué hacés? ¡Dejálo!

Inmersa en una especie de trance, Luana no escuchaba o no parecía querer escuchar. Era como un animal desbocado que pistoneaba sobre la pija erguida debajo de ella a una velocidad sónica y salvaje, como si estuviera poseída por un espíritu vudú.

-Ya termina hijo, es un momento más, nada más. Ahhhhhh!!

-¡Vos sos un hijo de puta! ¡Callate!

-Cortala Ro…no seas violento…

-Pero… ¿Cómo querés que sea con el turro que me gorrea?

-Ya hijo, no es para tanto…además ya termina… ¡oooohhh!!

-El que va a terminar sos vos….y de la peor manera. ¡Ya ahora mismo!. Dejála ya si no querés que pase algo feo…

-Es un momento nada más… Lu, ¿ya terminás?

-No….Manu… todavía no…ohhh continúe un poquito más…..me falta poco creo …ahhhhh ¿y usted?

-Yo puedo seguirte el tren dos horas más si es necesario amor…

-Entonces siga y no le dé bolilla….

-¿Qué?-protestó Roberto fuera de sí…

El ritmo se aceleró otra vez en los remolinos de las caderas  que hacían círculos violentos para luego retomar un movimiento acompasado en una cadencia más serena en señal de una profunda penetración. El novio conocía perfectamente esa forma particular que Luana tenía de coger, cuando lo estaba pasando bomba. La forma que ahora estaba  conociendo su padre.

-¡Basta!-volvió el novio engañado a gritar-Para ya….pará de cogértela, para un poquito…por el amor de Dios… te lo pido por favor.

-No me lo digas a mí…la que me está cogiendo es ella-respondió el padre en referencia a los frenéticos movimientos de la muchacha.

-Dejalo…un poquito más…no seas egoísta…Ro…

-Vos … ¿vos….me llamas egoísta? ¿Qué carajo te pasa? ¡Sos una desconocida!

-¡Callate!!!  El desconocido sos vos…!hace más de un tres meses que no me tocás…!! ¿Como querés que esté? -se descargó ella en un tono de recriminación mientras no dejaba de moverse en círculos encima del gozoso viejo que la sujetaba de sus portentosos caderones.

-Preciosa…por favor no te vayas a poner mal-terció Manuel- ahora permitite disfrutar.

Ella miró a su novio con el desconsuelo más atroz instalado en los ojos como si se deshiciera en el dolor que sin duda le estaba provocando a Roberto.

-¿Te sentís bien Lu? ¿Querés que paremos?-se animó él a preguntar al verla dubitativa.

-No…Manuel…siga un poco más-pidió ella volviendo al acto que ejecutaba -usted no tiene nada que ver, después de todo.

-Tranquilo hijo, es la primera y la última vez que va a pasar….

Roberto no volvió a hablar más. Vapuleado en su orgullo, estaba sumido en un mar de sentimientos contradictorios que le causaba el degrado que experimentaba.

-¡Movete así eso!!…!más rapidooooo nena! ¡oohhhhh.!!! ¡Asiiiii!!

-¿Así?-acuclillada Luana volvió a marcar el ritmo de la cabalgada bestial con las estocadas certeras de su enorme trasero. Sin dudas estaba más que entrenada por las clases de spinning y taebo que practicaba a diario, pensó Manuel.

-Eso…así….así….dale que te hago llegar….!daleeee  que ahora vas a ver todas las estrellas juntas del firmamentoooo!! oooohhhhhhhh

-Si….uuuuuhhhh primera y últimaaaaaa vez aaaargggghhh….!me viene Manu…me viene.!.

Manuel aceleró las ensartadas en un mete-saca, sube y baja tremendo por la pastilla y media de viagra que se había tomado una hora antes  dispuesto a dar la mejor batalla de su vida. Sabía que tenía una sola bala en la recámara y no estaba dispuesto a desperdiciarla.

—¡¡Noooooooo por Dioooooossss…!! ¡¡Acabohhh!! ¡¡Acaboooohhhh…!! ¡¡Ahhhhhhhhhh…!!

Roberto quedó en un completo shock incapaz de siquiera moverse. Luana -además de adornarle la frente con unas tremendas guampas- acababa de exponerlo tangencialmente en el punto que más lo avergonzaba: su falta de deseo sexual en los últimos meses. Pero al mismo tiempo, el varón herido supo que su novia no había hecho más que recordarle lo apático y desconsiderado que había sido con ella últimamente. Lo extraño que se había sentido sin razón en las últimas siete semanas. No podía decir, incluso, que la pobre Luana no hubiera puesto su parte. Muchas veces, desconcertada, ella lo había buscado cada vez que regresaba a casa con la secreta ilusión de que él reaccionara y se lanzara sobre ella. Pero el tiempo pasaba y nada ocurría. La sospecha de que su novio no la encontrara lo suficientemente atractiva empezó a tomar fuerza en la cabeza de Luana, que se le había ocurrido recurrir al consejo del papá de Roberto como última alternativa.

-La carne es débil Ro…-dijo ella mientras se reincorporaba tras el tremebundo orgasmo conseguido-yo sé que no hay justificación para lo que te hice… pero en este caso, creéme que no hubo nada premeditado.

-Claro que no-dijo Manuel intentando recuperar la respiración.

-Me sentí completamente sola y tu papá simplemente me escuchó. Nada más que eso.

Al escucharla, Roberto sintió una repentina  vergüenza de que su padre pudiese ahora conocer detalles de su intimidad con Luana.

-¿Vos la escuchaste?-preguntó en retórica Roberto a su padre.

-Sí, lo hizo-intercedió ella- no seas un atolondrado mal pensado Ro.

Roberto abandonó la habitación acongojado. Ella terminó de cambiarse y fue tras él. Era el momento de dejarlos a solas, y por ello Manuel se retiró al baño.

En la sala de estar, ella se acercó con cuidado, sabiendo lo herido que Roberto podía estar en ese momento.

-Todo va a salir bien, mi amor. Vas a ver que sí.

-¿Si? ¿Eso creés en serio?

-Si tenés un problema…disfuncional digo…podemos hablarlo.

-¿Hubiera sido bueno hacerlo antes no?

-Estoy dispuesta a hacer todo lo posible. A lo mejor es estrés.

-Acabás de cogerte a mi viejo Luana. A ver si nos queda claro eso al menos.

-Tu papá es el primero dispuesto a ayudarnos.

Roberto recordó la charla con Luana sobre los incipientes inconvenientes económicos que empezaban a tener. Se imaginó en el acto que esa podría haber sido la treta usada para confundir a Luana y aprovecharse de ella. Al fin y al cabo, su padre no era más que un manipulador y explotador de sus empleados. El mismo era una prueba fehaciente de ello.

-Imagino cómo quiere ayudarnos-dijo con ironía Roberto.

-Me ha contado que manejás varios clientes. Pero no es suficiente para que puedas conseguir el ascenso.

El puesto de magnagement general había sido un tortuoso anhelo para Roberto desde hacía años. En pos de ello había sacrificado jornadas enteras, horas extras,feriados, vacaciones solo para demostrar que estaba lo suficientemente calificado ante los ojos de su padre. Quizás fuera eso, dijo Luana lo que lo estaba afectando. Hacía tiempo que Roberto sentía que su rol dentro de la firma se había estancado y hasta se había enfrascado en una estresante competencia con su propio hermano también obsesionado en caerle en gracia a su padre.

-Ro, no entendés-siguió Luana-tu papá me dijo que tenés una oportunidad.

-Menos mal que lo dijo…trabajo como un burro para él desde las siete de la mañana.

-Y lo hacés bien hijo…pero todavía te falta para ser yo.

El incómodo comentario de Manuel en el momento de su irrupción en la habitación dejó un silencio que solo fue interrumpido al cabo de unos segundos por Luana.

-¿No entendés Ro? Tu papá ha pensado que podés ocupar su lugar algún día.

-Te tenés que enfocar más. Es lo que le estuve haciendo ver a Luana.

Roberto miró a Manuel como se mira a un hijo de puta.

-Te tenés que esforzar más-le reclamó Luana- ¡Alguna vez vas a ser como él!

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