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PAPÁ ME QUIERE MAS A MI (parte 2)

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-Sí que estáis calladas niñas-   dice Mariela extrañada por una cena tan silenciosa.

-Déjalas mujer, por una vez ya va bien un poco de tranquilidad-   suaviza Daniel.

-Sí, eso es lo que teníais antes de que llegáramos ¿no? tranquilidad-   dice Katia enfadada.

Mamá se intriga un poco por esa insinuación pero está muy lejos de enfocar acertadamente cualquier sospecha y atribuye esa impertinencia a otra de las rabietas tan comunes entre sus hijas. Por momentos los cubiertos parecen ser los únicos que se atreven a mancillar el silencio de la tensa velada mientras Daniel reza para que no se desate ninguna discusión indiscreta delante de su mujer. Su mirada anda de puntillas ahuyentada por cada gesto hostil.

-!Ay nenas como sois!¿eh?-   dice Mariela resoplando y sin recibir respuesta.

-Hoy hacen esa peli tan buena que dijimos-   Daniel intentando cambiar de tema.

-Uy no, estoy muy cansada, me iré a dormir ya mismo-   dice su señora.

-Yo también. No estoy de humor-   se suma Katia.

-A mi sí que me apetece papa, yo la veré contigo-   dice Selena intentando mantener un tono anormalmente neutral pero que a oídos de Katia resulta aún más desafiante.

La cena finaliza sin abandonar la calma tensa y mientras Mariela termina de recoger la mesa, los demás terminan los postres.

Al encender la tele se percatan de que la película justo está empezando. Selena se acurruca al lado de su padre mientras Katia se sienta en el sillón sin abandonar su rictus enfurruñado. Las dos llevan puestos ya sus pijamas dignos de Disney Chanel los cuales hace tiempo ya que han quedado pequeños.

-No te ibas a dormir Katia-   dice Selena con naturalidad.

-A ti que te importa, me iré a dormir cuando quiera-   calmada, sin siquiera mirarla.

-Vamos niñas, ya está bien de riñas, disfrutemos de la película-   conciliadoramente.

La cinta es de intriga pero no demasiado cautivadora, o puede que sí. Puede que por culpa de su hija Daniel no preste demasiada atención. Lo que en un inicio parecían roces accidentales por dejadez han propiciado que ahora ella le coja la mano. La chica juega con los dedos de su padre usando ambas manos mientras finge seguir con interés el entramado que se produce tras la pantalla. Katia los observa de reojo hirviendo de celos. Las caricias de su hermana van más allá de los límites que está dispuesta a consentir. Aún sin ninguna evidencia, de algún modo siempre se había sentido ganadora en su contienda para ser la preferida de papá; no solo de él, siempre se ha sentido la preferida de todos y asimismo ha sentido la necesidad de constatarlo. Ni siquiera le gustaba Javi, solo necesitaba demostrarle a Selena y a ella misma que es la más guapa y sexy. Ha salido victoriosa en ese asalto pero la competición por el amor de su padre es algo mucho más importante que se remonta más allá de sus primeros recuerdos. Siempre se han picado entre ellas de manera más o menos evidente pero siempre de buen rollo y sin cruzar ninguna línea roja. Con lo de Javi solo quería poner a su hermana en su sitio pero eso que estaba ocurriendo cuando ha abierto la puerta al entrar por la tarde es un golpe demasiado bajo. Daniel se da cuenta de que Katia les observa con disimulo y percibe su inquietud enfurecida. De cualquier modo, no se siente capaz de rechazar las caricias de Selena que ya empiezan a subir brazo arriba. Tiene que acomodar la postura para disimular su llamativa tienda de campaña. Una vez asegurada la discreción empieza a devolver caricias a su hija resiguiendo con cautela los carnosos límites de la moralidad.

-Papá, ¿el asesino sabe quién es ella en realidad?-   pregunta Selena.

-¿Que. que asesino?-   Contesta Daniel completamente despistado.

-Ffffff, que rollo de película, me voy a dormir, buenas noches tortolitos-   remuga Katia.

Asqueada se va a dormir. Una vez en la cama decide poner fin de la manera que sea a esa imparcialidad paternal. Siente la urgente necesidad de restaurar su reinado y humillar de nuevo a la usurpadora de su hermana.

Mientras tanto, en el comedor, Daniel y Selena llegan hasta los títulos de crédito sin dejar de acariciarse mutuamente de un modo... interpretable por decirlo de algún modo. La chica se despereza sensualmente para terminar con un "buenas noches papá" acompañado con un beso en la boca fugaz pero muy meloso. Él no deja de contemplarla sin soltar palabra hasta que desaparece dedicándole una última mirada antes de adentrarse en la oscuridad del pasillo. Daniel se pregunta: "¿eso será así siempre?". Después del surrealista episodio de la simulación intentaba auto-convencerse de la accidentalidad de lo sucedido tras una cadena de despropósitos: los efectos de su medicación, las hormonas adolescentes de Selena, su vulnerabilidad por las heridas amorosas, su aproximación... No contemplaba ningún otro camino que el de la recuperación de la normalidad pero la corriente de sucesos parece empujarlo lejos de la corrección de su honesto y monótono modo de vida. Ya en la cama contempla a su gorda mujer durmiendo a pierna suelta y escuchando sus rudos ronquidos se plantea si ese es todo el erotismo al que puede aspirar el resto de su vida. De hecho, ella seguirá en declive hasta el momento de su muerte. Esta cruda realidad le ahoga hasta que recuerda ese último beso de Selena tan breve como cargado de significado. De pronto percibe el acceso a su manantial de juventud virginal, al frescor de su turgente belleza, a su embriagadora feminidad adolescente... esas ideas le abren la puerta a la tentación más deseable consciente de que puede escabullirse sigilosamente al cuarto de su hija para azotarla con su incuestionable virilidad, pero desde lo más profundo emerge un ilustre sentimiento que cierra esa puerta de un portazo. El nada desdeñable amor paterno fustiga con su pureza esos lascivos pensamientos mientras lo retiene en su cama atándolo con cuerdas de resignación. Su estado de ánimo parece estar montado en una montada rusa que transita por raíles de razonamientos contrapuestos.

****

Daniel está soñoliento todavía mientras se lava los dientes viendo el amanecer marítimo desde la ventana del lavabo. Ha dormido pocas horas pero a pesar de ello se siente bastante bien. Su nobleza le da palmaditas en la espalda congratulándose por haber superado la dura prueba de anoche. Tomó la determinación de hablar con Selena para apaciguar esa fogosidad que hay entre los dos. Intenta escoger las palabras sin presión: "Cariño, tienes que entender que caer en ese apetitoso error podría conducirnos a un oscuro escenario desmembrando la familia por completo y aun entendiendo la curiosidad propia de tu edad es comprensible que sea esa misma inmadurez la que provoca que confundas un sano amor hacia tu padre con inquietudes del todo inapropiadas. Además es digno de mención que..." una urgencia repentina interrumpe sus elucubraciones sorprendiéndole aún con el cepillo en la boca. Katia se ha levantado más temprano que de costumbre para ducharse antes de ir al cole y procedente de el otro lavabo entra como una exhalación reclamando la atención de Daniel:

-!Papá, tengo cáncer!-   con un rostro desencajado empapado en lagrimas.

-Pero que dices cariño-   sin dar ningún crédito a sus temores.

La niña solo lleva braguitas y sostiene una pequeña toalla que no alcanzaría para secar ni una porción de su cuerpo mojado. Daniel repara en su desnudez nada más superar la sorpresa inicial y empieza a sospechar de la autenticidad de sus lagrimas.

-Me noto un bulto, !aquí!-   mientras deja caer la toalla.

Katia le coge la mano a su padre y la rellena con una de sus firmes peras. Daniel la aparta con urgencia como si quemara. Siente que ha salido del fuego para caer en las brasas.

-Pero papaaaa-   llorando.

-Perdona Katia pero no puedo tocarte las tetas-   excusándose contra la pared.

-¿Puedes tocarle las tetas a Selena porque estás cachondo y no a mí para diagnosticarme una enfermedad mortal?-   con cara de asco.

-¿Pe.pe.pero q.que di.dices? ... yo n.no-   a duras penas.

-¿Me lo ha dicho vale? lo sé todo-   destripando su autoridad moral con tal mentida.

-Papaahaa-   agudizando su llanto impaciente.

Acorralado y aturdido por esa falsa revelación, Daniel se somete a las súplicas de su hija y le examina cuidadosamente el pecho apartando los mechones de pelo aún empapado. Solo un fino pantalón corto de pijama defiende la decencia de papá frente a la grave amenaza que supone su inevitable erección. Se siente tan desamparado que ni siquiera intenta guardar las apariencias mientras la tela se tensa dibujando una bochornosa protuberancia en su perfil. Coincidiendo con los últimos sollozos de la chica se apresura a decir:

-No soy médico Katy pero yo diría que estás bien-   alucinando con lo buena que está.

-¿Y en el otro?-   suavemente pero conservando un tono serio de preocupación.

Daniel suspira viendo como Katia le rehúye la mirada y, con cierta indecisión, usa su otra mano para atender también al otro pecho sin abandonar el primero. Arrastrado por su ansioso deseo pecaminoso los aprieta con fuerza y avidez provocando un "ah" lleno de fragilidad y erotismo. La luz del alba ilumina grácilmente esa pavorosa escena difícilmente justificable.

-¿Así no estoy mala papa?-   con voz infantil.

-No, no esas mala cariño-   rendido sin parar de mover sus manos.

-¿Si no estoy mala quiere decir que estoy buena no?-   con una sonrisa pícara.

-Estás buenísima niña, estas tan buena... que casi no lo puedo soportar-   babeando.

-¿Así no has notado un bulto o algo duro?-   haciendo morritos de niña pequeña.

-¿Algo duro?...................Tus tetas están duras-   susurrando con desesperación.

-Aha, creo que no soy la única que tiene algo duro-   insinuando con la mirada.

Daniel ya casi se había olvidado del revelador relieve de su bajo-vientre, patente desde hacer rato. Katia se acerca un poco más para agarrar ese bulto provocando un rechazo repentino de su padre que la aparta de su lado.

-Vamos papá, quiero tocar una polla-   con gestos de niña mimada.

-!Pero! ¿qué te pasa Katia? tú no eres así-  en tono de súplica.                               

-Tú no quieres que sea así pero ya no soy una niña; ¿tú me has visto?-  posando.    

Se aproxima de nuevo y con sus frías manitas empieza a acariciarle el pecho mientras busca su mirada huidiza y desconcertada. Daniel siente como la cautivadora feminidad de su jovencísima hija ningunea su moral hasta convertirla en una salpicadura más en el suelo del lavabo. En la desesperación de la derrota nota el malintencionado recorrido descendente de los dedos de Katia que llegan sin oposición a la tensada goma del pijama paterno. Está tan viejo y dado de sí que un suave tirón basta para poder darle los buenos días al poderoso trabuco de papi que sale rebotado hacía arriba sonando cómicamente al impactar con la barriga.

-Hoolaaa-   dice Katia con una sonrisa de fascinación mientras lo agarra.

Nunca hubiera imaginado que su padre tenía semejante pollón escondido ahí abajo y no puede esperar para comprobar cuál es su máxima dimensión.

Daniel siente una mezcla de orgullo y vergüenza elevadas al máximo nivel. Hacía demasiado tiempo que su lascivo amigo no revelaba su potencial pero nunca pensó que despertaría la admiración de su propia hijita. Ella lo acaricia repleta de curiosidad hasta que inesperadamente dedica un firme apretón a los peludos huevos colganderos.

-!!Ah!!-   con dolorosa sorpresa.

-¿Lo ves? Te debía una. Tu antes me has apretado las tetas-   aleccionadoramente.

Él tiene las manos apoyadas en el mármol mientras se somete al dominio de su nena. La tiene muy cerca. Su pelo todavía húmedo le roza la piel mojándola mientras el olor de su champú le empapa el olfato de un afrutado perfume infantil. En un momento dado ella convierte el caótico movimiento de sus caricias en un masaje fálico bien reconocible. Daniel despierta repentinamente del trance en el que estaba sumergido y la para en seco.

-No Katy, eso NO-   enfatizando su intransigencia.

-Vamos papá, no me hagas reír, lo has intentado...-   con una sonrisa triunfal.

Ciertamente, el vigor de su verga es extremadamente sincero y deslegitimiza cualquiera de sus inútiles intentos de oponerse al hechizo perverso de su hija. Por otro lado y aunque el caminar de la coyuntura hacía previsible ese devenir: al notar su prepucio tensándose a manos de su niña, su último escombro de decencia se ha pronunciado con una pequeña contracción de rechazo.

-Alguien va a salpicarme hoy; puedes ser tú o puede ser mi novio skater-   aventajada.

El flash visual de un pringado corriéndose sobre su niña termina abruptamente con cualquier oposición residual. Sin dejar de mirarla a los ojos se sienta en los azulejos consiguientes al relieve de la bañera. Katia interpreta esa mirada acertadamente y desciende arrodillándose sobre la tupida alfombra mientras agarra de nuevo la gruesa polla de su padre con las dos manos subiendo y bajando con un ritmo lento pero creciente. Ella mira eso que tiene entre manos con la boca abierta y una expresión hipnotizada observando como la piel intenta cubrir el capullo una vez y otra sin acabar de lograrlo. Recobrando cierta verticalidad, Katia fija la mirada en los delirantes ojos se su padre dejando caer como por accidente un esporádico torrente salival que cae calculadamente en la cima del glande dotándolo de esplendor. El vertido ha sido suficientemente abundante para contagiar de humedad a todos sus dedos. La calentura de Daniel está desatada y empieza a ponerlo malo impregnando de ansiedad hasta el último milímetro cubico de su ser. La chica aprieta tan fuerte el manubrio enrojecido que parece inminente su explosión e incluso percibe el flujo sanguíneo que lo hace palpitar con cada latido acelerado.Temiendo por la integridad fálica de su padre, Katia cambia de técnica y empieza a golpearse las tetas con ese pedazo de polla colapsada que ya ha adquirido un colorido alarmante. Se golpea con toda la fuerza que le permite esa desmesurada longitud cárnica gimiendo de placer mientras cierra los ojos con la cabeza hacia arriba. Daniel no puede apartar la mirada de las ondas expansivas resultantes de esos libidinoso golpes sorprendiéndose de su propio tamaño que parece crecer minuto a minuto. Katia recobra su visión para acoger la virilidad de su padre entre sus esplendidas tetas. Vuelve a escupir pero esta vez le queda un hilo de babas colgando que une su boca con el engendro que abraza con sus duros pechos cariñosamente. La chica está muy cachonda pero hay algo que todavía le divierte más que su propio orgasmo: ese juego que controla por completo desde que ha entrado fingiendo su llanto, esa capacidad de doblegar la moralidad de su respetable padre, esa desmesurada erección apasionada que ha provocado... Se le ocurre algo más excitante que hacer que su papi se le corra encima: dejarlo con las ganas.

-Papá-   dice lentamente entre suspiros.

-Cariño-   disfrutando del masaje mamario.

-Llego tarde al cole-   aún con un tono erótico.

-¿Qué?-   sin acabar de asimilar esa frase.

-Que me voy, que llego tarde-   abandonando por completo su entregada actitud.

Daniel abre de golpe sus ojos viendo que Katia recoge la toalla y se dispone a abandonar la estancia sin cumplir con su cometido. La frustración del orgasmo fallido de la tarde anterior con Selena se suma con esta nueva amenaza creciendo hasta apoderarse de la motricidad de Daniel que se levanta con urgencia para impedir la espantada de su hija. La sujeta violentamente mientras la empotra delante del espejo e intentando bajarle las bragas la inclina sobre la pica. Katia intenta resistirse asustada por esos bruscos mangoneos llenos de urgencia y sintiendo la irrefrenable calentura de su padre a sus espaldas opta por suplicar: 

-No papá, no me violes que soy virgen-   buscando compasión.

Él la escucha esclavizado por su lujuria e intenta luchar para proteger a su hijita pero algo inevitable está a punto de ocurrir:

-Aprieta las piernas cariño, !apriétalas!-   Sintiendo la tranca entre sus muslos.

-Vale-   dice ella flojito con una mezcla de temor y premura.

Daniel empieza a imprimir presión con sus caderas apretándose contra las nalgas de su hija mientras su húmeda polla se desliza asomando el capullo por la parte delantera. Katia se muerde los labios mientras se somete al fuerte ajetreo sin emitir ningún sonido. Daniel tampoco gime pero su fuerte respiración se suma a los golpes cárnicos articulando la particular acústica de la cerámica. La chica se observa en el espejo y percibe el reflejo de ese acto inmoral sobresaltado por cada envestida paternal. Asolada por la ignominiosa vivencia siente como ese caliente pedazo de carne duro y repleto de pasión se abre paso entre sus muslos fregando la parte inferior de sus bragas mojadas en cada incursión. Se siente sexy y ardiente mientras nota como se menean sus tetas víctimas de esa incestuosa agitación matinal. Tras apartarse su pelo mojado se llena de satisfacción al contemplar en el espejo a su padre con el rostro completamente enrojecido al borde de sus límites mientras empuja con toda la rapidez que le permite su cuerpo viejuno. Aún azotada por las bruscas envestidas, Katia alcanza a ver como a Daniel se le ponen los ojos en blanco y abre mucho la boca conteniendo su grito de placer. Algo está a punto de estallar. Esa situación tan nueva y prohibida hace gozar a Katia en un plano psicológico que flota sobre sus fluidos vaginales otorgándole su merecida victoria en la contienda con su hermana. Las torrenciales salpicaduras de su padre dan fe de ello mientras mojan generosamente sus nalgas y sus muslos. Daniel se corre experimentando un infinito desahogo que se canaliza a través de su polla eclipsando por completo todos sus sentidos. Ni si quiera el pensamiento logra progresar arrinconado por el ímpetu de esa desmesurada sensación. Después de dar unos pasos titubeantes consigue sentarse de nuevo al tiempo que intenta recuperar el aliento. Su noción del tiempo está nublada. Las estrellitas dejan paso gradualmente a los rallos de sol mientras le sorprende el sonido de la ducha:  es Katia limpiándose el pringue que le ha vertido él mismo. No tarda en salir:

-Qué vergüenza papá, nunca pensé que fueras tan depravado-   en tono burlón.

La niña sale alegremente del lavabo como si nada mientras Daniel apenas logra levantar su mirada provista únicamente de agotamiento. Intenta asimilar los inesperados acontecimientos con los que ha empezado este insólito día al tiempo que procura subirse de nuevo al tren de su rutina diaria.

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