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Vacaciones con mi hijo (3 de 3)

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Me despertó un sol radiante que entraba por la ventana de la habitación y disfrutaba del poco sitio que me dejaba mi hijo en la cama y que ocupaba casi al completo. No sé como pude dormir aquella noche; sin duda, el cansancio del viaje y la experiencia intensa y del todo gratificante que me brindó mi hijo, permitieron que mi cuerpo descansase completamente relajado aproximadamente 5 horas y media, pues eran las 0930h. cuando tuve fuerza para levantar el brazo y mirar mi reloj.

Con la novia de mi hijo y sus tíos habíamos quedado aproximadamente a las 1045h., pues ellos iban a misa a las 1100h. y posteriormente se celebraría la romería, así es que teníamos el tiempo justo para arreglarnos un poco y desayunar. Además, yo estaba deseando salir a la calle para ver si podría comprar algo de ropa y evitar las explicaciones que sin duda me plantearían esa familia cuando supiesen lo del robo. Me levanté pronto y me duché, esperando encontrar alguna solución al problema de la ropa que nos había sido robada, así es que me vestí y desperté a mi hijo indicándole que salía a ver si arreglaba este asunto y que se fuese duchando. Le planteé la conveniencia de darse prisa, pues era algo tarde y que me esperase un rato mientras yo regresaba.

Pregunté a la casera de la pensión si era posible comprar algo de ropa hoy, aunque fuese festivo y me alivió cuando me informó que hoy, viernes, había mercadillo y podríamos comprar algo de ropa, aunque nada de marca, claro. Era suficiente y pronto regresé con bastante ropa para pasar estos días con suficiente discreción. Aproveché para comprar la ropa interior masculina y femenina mas sexy que vi en los puestos del mercado, pues jamás me había atrevido a aquello, sobre todo por las ideas tan conservadoras de mi difunto esposo. Le mostré a mi hijo lo adquirido y sonrió con cierta picardía mi iniciativa. Nos arreglamos con la ropa nueva y salimos a buscar a la novia de mi hijo y su familia. Quedamos de acuerdo en omitir lo del robo y prescindir de explicar una situación tan comprometida.

Lo de la ventanilla del coche lo explicaríamos como un suceso que se habría producido de noche y que no tenía mayores consecuencias.

El resto del día, sin novedad, en familia y mi hijo empeñado en que les acompañase durante todo el día, con un cierto disgusto de mi nuera, o me lo pareció a mí. Tan solo tras la comida, en su casa, se marcharon un rato los novios a visitar una exposición itinerante sobre "La historia del Hombre" que había sido instalada para estas fiestas. Yo descansaba en casa de sus tíos, por cierto gente encantadora e incluso pude dormir un rato en el sofá mientras veíamos una pesada película de los años 40.

Cuando regresaron los novios nos propusieron salir de nuevo y agotamos el día en paseos incansables por la feria, hasta que algo cansados los tíos, que ya eran mayores, decidimos recogernos. La novia de mi hijo le propuso ir al baile de la plaza mayor, en donde venía a tocar un grupo musical de moda, pero mi hijo, para claro enojo de su novia, rechazó el ofrecimiento alegando que no quería dejar sola a su madre, a pesar de que yo también le insistí en que no era necesario que se viniese a casa tan pronto, pues tan solo eran las 2300h. No quiso aceptar y ambos regresamos a la pensión.

Ninguno de nosotros se volvió a plantear la conveniencia de cambiar de pensión, pues creo que ambos estábamos satisfechos de lo que teníamos, sobre todo a partir de la experiencia del día anterior.

Una vez en la habitación, mi hijo se apresuró a ducharse y regresó enseguida completamente desnudo y, como no, con su enorme pene en erección. Le dije que se pusiese ropa interior, pues ya teníamos suficiente para pasar estos días, pero me dijo encontrarse muy cómodo así y que ya no le daba ningún reparo mostrarse a su madre en su integridad. Me pidió que me duchase yo también y se brindó a darme él mismo el jabón por la espalda. Su cuerpo espectacular me evitó toda duda y con una sonrisa de complicidad, acepté su oferta. Yo también había perdido la vergüenza y pronto me desnudé para dirigirme a la ducha fría con mi hijo, el cual sonreía con la lujuria reflejada en sus ojos, una mirada que me escrutaba todo mi cuerpo y que tan bien conocía por su padre, a quien, he de reconocer, me recordaba cada día mas y sobre todo ahora, que había tenido ocasión de conocerle en su casi plenitud como hombre.

Ya bajo el agua, mi hijo aprovechaba la ocasión para tocar todo mi cuerpo, no solo la espalda, enjabonándome por todas partes, especialmente por las que todos están imaginando. También él se enjabonó completamente de nuevo pidiéndome que se lo hiciese yo misma. No es difícil imaginar que quería un enjabonado especial sobre su pene y testículos, algo que yo estaba deseando hacer, a pesar de que le recriminé su atrevimiento y descaro. Ambos nos tocábamos todo el cuerpo simulando una higiene del todo innecesaria ya, pero la situación era tremendamente gratificante y relajante. Mi hijo, muy atrevido, me daba la vuelta y aprovechaba para acercarme su pene a mi trasero, algo que yo evitaba mostrando un ficticio pudor que él asumía como parte del juego erótico. Volvía a insistir mientras me cogía desde atrás y tocaba mis pechos con ambas manos o bajaba una de ellas para tantear mi clítoris, sabiendo que me excitaba tremendamente; yo cada vez mostraba mas debilidad y le consentía más. Ahora ya no solo acercaba su pene a mi trasero, es que el jabón facilitaba una suave penetración parcial que yo paraba cuando comenzaba a sentir su pene penetrando dentro de mí. El estaba muy excitado y yo lo sabía y lo consentía, algo que quizá no debí permitir, pero yo estaba tan ansiosa de placer como él.

Ultimamente me había dado por pensar que ya sería difícil encontrar un hombre que sustituyese a mi marido y evitase mi vejez en soledad, pues los años pasaban por mí inexorables y, aunque era aún una mujer joven y atractiva, los hombres de mi edad o mayores, solo buscaban pasar un rato conmigo, habiéndose dado el caso en varias ocasiones que simulaban ser separados o solteros para poder tener acceso a mi persona. Eso me había defraudado profundamente. Por tanto, esta experiencia con mi hijo era para mí doblemente deseada: por mi propio deseo carnal y por la decepción que me causaba el pensar que ya jamás podría disfrutar de una pareja estable y afectiva. Con mi hijo tenía ambas cosas cubiertas, al menos de momento.

Como decía anteriormente, mi hijo iba tomándose cada vez mas confianza, pero yo seguía teniendo claro que no deseaba ser penetrada por mi propio hijo, algo que me costaba trabajo asimilar desde mis posiciones éticas y a pesar del camino que ya tenía andado con él. Así es que en una lucha de mi hijo por acceder plenamente a mi cuerpo y mi resistencia estoica a impedirlo, pasamos largo rato en la ducha, hasta que como parecía inevitable, mi hijo volvió a eyacular intensamente mientras yo le facilitaba una penetración incompleta en mi trasero, algo tan excitante para él como para mí, ante mi sorpresa y mientras me apretaba en un intenso abrazo. Yo le facilitaba la frotación contra mi cuerpo enjabonado y disfrutaba igualmente del momento. Ciertamente era cada minuto que pasaba, mas difícil para mí mantener mi determinación, pues a medida que avanzábamos en la intimidad, se iban cayendo barreras en los reparos iniciales a ésta relación incestuosa.

Tengo anotado en mi diario que aquel día, aprovechando el que pasábamos por una farmacia de guardia, simulé entrar a comprar unas aspirinas y lo que realmente me llevé fue una caja de preservativos, algo que, confieso, me ruborizó bastante, aunque la sensatez se impuso al rubor y la precaución me hizo atender la llamada de la razón por si las circunstancias se tornaban incontrolables.

Como decía, tras la ducha mi hijo cayó exhausto sobre la estrecha cama y yo, tras ponerme una ropa interior adquirida por la mañana, tremendamente sexy y compuesta de una braga-tanga negra, mas bien transparente, unas medias igualmente negras sujetas a un liguero y un sujetador mas propio de chicas de cabaret que de una madre de mi edad, me acerqué a mi hijo, quien transformó su mirada de cariño de un hijo hacia su madre, en las de un amante lujurioso que anuncia a su pareja su disposición a poseerla… seguramente lo que yo esperaba. No obstante, con una firme decisión por mi parte, le obligué a situarse boca abajo y le comencé a dar un masaje por la espalda, brazos y piernas que le mantuvo inactivo unos diez minutos, durante los cuales aproveché para disfrutar del tacto de ese cuerpo fuerte y joven, para después, situarme sobre el trasero de mi hijo, a horcajadas, con una clara intención provocadora y continué unos minutos mas con mi masaje.

Como era de esperar, él ya volvía a sentir la llamada del deseo propio de su edad y me insistió en girarse boca arriba, solicitándome que yo continuase en la misma posición dándole ahora el masaje por el torso y los brazos. Confieso que yo lo estaba deseando, pero dejé que él llevase la iniciativa.

Desde esta nueva postura, su pene erecto se situó en mi entrepierna, justo a la entrada de mi vagina cubierta tan solo por una braguita cuyas dimensiones y fina textura, hacían mas que sensitivo el contacto de nuestros sexos. Yo, simulando unos movimientos propios del masaje que estaba dando, en realidad propiciaba esa frotación pre-coital tan estimulante para ambos. Yo notaba aumentar mi excitación por momentos y dudaba de poder controlar la situación si seguíamos con este juego erótico. En ese momento mi hijo propuso ser él que me diese ahora el masaje, aceptando yo de inmediato, pues mis movimientos ya comenzaban a ser algo descontrolados debido al grado de excitación que disfrutaba.

Ahora fui yo la que situé boca abajo en la cama y mi hijo me montó a la altura de mi trasero, el cual comenzó a descubrir quitándome el liguero, la braga y las medias, para terminar con el sujetador. Ni el dijo nada ni yo tuve tampoco necesidad de indicarle cual era mi disposición a su iniciativa, pues ambos la dimos por aceptada; ya desnuda como mi hijo y él sobre mí dándome un agradable masaje por mi espalda, continuamos esa sesión que me hacía revivir los momentos de placer en pareja vivimos con mi esposo. Mi hijo se colocaba sin ningún recato en la posición que le resultaba más cómoda para que su pene estuviese en contacto con mi trasero y... a veces tambien si yo no lo impedía, se echaba ligeramente hacia atrás para orientar su pene entre mis piernas. Yo, lo reconozco, levantaba ligeramente el trasero para favorecer estas posiciones mas cómodas y, como no, para gozar yo también del erotismo del momento.

Tras unos minutos con este juego, fui yo la que quise girarme boca arriba, pues yo también quería participar con mis manos tocando el cuerpo de mi hijo, con lo que quedé en una posición de casi entrega e indefensión que esperaba supiese aprovechar mi hijo, aunque no sabía muy bien como querría yo misma que ese provecho se produjese. En todo caso era evidente que el momento se acercaba y ya no sería yo la que opusiese resistencia, pues el punto hasta donde habíamos llegado, ya no tenía retorno.

Mi hijo, cuando sintió el calor de mi sexo bajo sus testículos, en contacto directo y ví que sus ojos se clavaban en esa zona, comprendí que había llegado el momento de hacer uso de los preservativos que había adquirido para tal situación ese mismo día. Traté de controlar su pasión pidiéndole un poco de calma y que me diese el masaje prometido, consiguiendo prolongar un ratito mas ese momento apasionante mientras mi hijo me tocaba mis pechos y los chupaba, así como mi cuello y cuero cabelludo. Yo le abrazaba cuando se incorporaba sobre mí y notaba su verga dura apretando contra mi vientre y llamando a la puerta de mi templo. Cuando yo misma comprendí que no podía aguantar más, le pedí un minuto de descanso para coger los preservativos, uno de los cuales le coloqué con gran sorpresa de su parte que, con una mueca contraída y tensa que pretendía ser una sonrisa de agradecimiento sabiendo lo que eso significaba, me besó por primera vez en mis labios que recogieron ese beso con todo el amor de que es capaz una madre.

Le tendí boca arriba en la cama y yo subí sobre él orientando su pene directamente a mi vagina que llevaba tanto tiempo ansiosa esperando este momento. Me fijaba en la cara de mi hijo el cual, con los ojos cerrados, se disponía a gozar hasta el éxtasis con lo que su madre quisiese hacerle y yo, con la misma disposición, abría bien los ojos para no estropear nada ni perderme detalle alguno de lo que me estaba pareciendo un sueño. Como digo, coloqué su pene a la entrada de mi vagina que comprobé estaba goteando un flujo viscoso y ardiente que caía sobre el cuerpo de mi hijo y, poco a poco, fui introduciendo ese sable hiriente en mi interior, con la suficiente lentitud como para ir sintiendo como cada milímetro del mismo rozaba mis paredes internas hasta llegar a tocar fondo, hasta que mi cuerpo quedó completamente asentado sobre el de mi hijo y toda su verga estaba dentro de mí. Así, a pesar de los movimientos convulsos de caderas que mi hijo no podía controlar, yo mantuve unos dos o tres minutos la quietud disfrutando de la sensación de volver a sentir mi cuerpo lleno de otra persona… junto al placer intenso que sentía se unía esa sensación de volver a gozar de la vida en plenitud, aunque no estaba segura de las consecuencias de esta relación que ahora iniciaba con mi hijo que, para mi preocupación, tenía novia con la que realmente le veía bastante unido.

Poco a poco y apoyándome sobre el pecho de mi hijo comencé a moverme hacia arriba y hacia abajo con lentitud, como tratando de sentir esa penetración tantas veces como fuese posible. A pesar de que a mí me gusta casi sacar en su totalidad el pene en cada movimiento, mi hijo apenas permitía que yo controlase o sincronizase nuestras embestidas, pero era algo normal dada su inexperiencia, de tal modo que en unos minutos de esta actividad frenética, decidí darle mayor protagonismo y le pedí que me lo hiciese al modo tradicional, es decir, yo debajo y mi hijo sobre mí, algo que aceptó al momento y en un segundo ya estábamos de nuevo en esa actividad de mete-saca que aún recordaba de mi esposo, el cual raramente admitía otra postura que ésta. Mi hijo, por el contrario, hasta ahora se había mostrado dispuesto a aceptar mis sugerencias, por lo que yo estaba gozando con mayor intensidad.

Por sus empujones cada vez mas rápidos y violentos supuse que estaba al borde del orgasmo y yo, aunque estaba gozando como nunca, deseaba prolongar aún mas tiempo este primer encuentro, por lo que le rogué que dejase un momento lo que estaba haciendo y me hiciese unos minutos de sexo oral, toda vez que me quedaría sin gozar del orgasmo si él continuaba como hasta ahora. Creo que no de muy buen grado accedió, sintiendo al momento nuevamente su lengua recorrer mi clítoris encendido como la mecha de una bomba a punto de estallar. Esto sirvió para que mi hijo consiguiese retener su orgasmo unos minutos mas y para que yo me pusiese a su altura en el grado de placer alcanzado. Pronto fui yo la que sintió como un torrente repentino un ardor interior y una fogosidad que cogí la cabeza de mi hijo y apreté fuertemente contra mi sexo, el cual se esforzaba por hacerme gozar al máximo, hasta que ya, no pudiendo aguantar mas, le pedí que nuevamente me penetrase con su pene que estaba igualmente a punto de estallar y dando un salto felino sobre mí, me clavó toda su verga en un segundo, sintiendo yo, cuando llevaba 4 o 6 embestidas, como el orgasmo mas intenso y excitante de mi vida invadía todo mi ser, especialmente cuando comprendí que mi hijo estaba sintiendo en el mismo momento exactamente lo mismo que sentía yo, pues sus apretones me hacían sentir el extremo de su verga en lo mas profundo de mi ser, incluso me pareció sentir como mi sexo se inundaba de un intenso chorro de semen, que sin duda eran mis propios flujos vaginales.

El jadeaba sin control e incluso noté como babeaba sobre mi cuello. Mis uñas se clavaron en su trasero, el cual, huyendo del dolor, no podía sino empujar mas profundamente, provocando un mayor placer en ambos, o al menos en mí misma.

Con unos movimientos decreciendo en fuerza y velocidad, disfrutamos de los últimos espasmos del orgasmo sentido conjuntamente a pesar de lo difícil que resulta esta coincidencia fortuita, al menos para mi experiencia anterior; claro que, en esta ocasión yo misma había organizado y controlado la situación y creo que con acierto.

Cuando tras un rato de relax mutuo, de mi hijo sobre mí y su pene aún incrustado en mi vagina, y latiendo de placer al igual que mi interior, que se estimulaba con una hipersensibilidad especial cuando el pene de mi hijo iba rozando sus paredes interiores en su retraimiento y pérdida de erección, aunque, como digo, aún sentía los latidos de placer en su miembro maltrecho tras la batalla.

Como quiera que su peso comenzaba a ahogarme, le pedí que se levantase y me dejase respirar, lo que hizo enseguida y pude comprender en ese momento por qué había sentido el semen de mi hijo invadir mi vagina, ya que se había quitado el preservativo que yo le había puesto!!. La verdad es que eso me enfadó muchísimo y creó en mí una preocupación adicional, pues estaba en unas fechas muy malas. Me pidió perdón y me dijo que se lo había quitado cuando le pedí que me hiciese el sexo oral, pues además de que le hacía daño, no tenía la sensibilidad que él quería, pero que fundamentalmente lo que deseaba era disfrutar de esa primera vez de forma totalmente natural. La verdad es que eso arruinó para mí el momento y me pasaron mil ideas por la cabeza, empezando por el aborto.

En fin, esta fue nuestra primera experiencia plena, preludio de los dos días siguientes en aquella pensión, en la que durante el día salíamos con la novia de mi hijo y su familia y por la noche, durante largas sesiones de sexo, gozábamos sin darnos tregua el uno del otro. Como idea de la intensidad de nuestra actividad sexual, solo añadir que tuve que adquirir, además de la que ya tenía comprada, otra caja de preservativos de 12 unidades para poder atender nuestras necesidades de esos dos días o mas bien, de esas dos noches, según consta igualmente en mi diario. De aquel primer encuentro no hubo fruto y de los siguientes, gracias a la mayor disciplina de mi hijo, lógicamente tampoco.

Desde entonces continuamos, como era de esperar ya sin tanta intensidad, con nuestra relación sexual plena y satisfactoria hasta el matrimonio de mi hijo, el cual aún hoy, ocasionalmente, me proporciona algún buen rato de placer y satisface mis cada vez mas exiguas necesidades.

Nota del autor:

Me gustaría conocer su opinión sobre el relato, con el fin de valorar la posibilidad de contarles algunas de las experiencias mas destacables disfrutadas posteriormente a este inicio de nuestra relación incestuosa y que, como digo, aún hoy día, todavía tengo ocasión de que mi hijo me proporcione algún rato de placer cuando las circunstancias lo permiten.

Alguna de estas experiencias resulta especialmente interesante, como la sucedida este verano último –hace un mes y medio aproximadamente- en nuestras vacaciones, a las que fui invitada por mi hijo y que casi fuimos sorprendidos por mi nuera en una siesta que resultó tremendamente lujuriosa.

(9,60)