Nuevos relatos publicados: 0

Mi reencuentro con diego

  • 7
  • 20.409
  • 8,83 (18 Val.)
  • 0

Parecía que aquella tarde fuera a ser como cualquier otra. Sentada frente a mi computador miraba la pantalla sin verla, los números y las letras bailaban en ella, no me decían nada… definitivamente el trabajo no me rendiría si seguía así, no daba pie con bola. Por eso decidí envolverme en un grueso abrigo y salir a caminar sin rumbo fijo bajo las negras nubes que amenazaban romperse en cualquier momento.

No había caminado más de veinte cuadras cuando comenzó a lloviznar y no llevaba paraguas así que decidí entrar en un café para resguardarme. Pedí un café grande, me quité los guantes y me calenté las manos con la taza. Después de un par de sorbos me dediqué a mirar la gente en el lugar. Desde donde estaba sentada no alcanzaba a ver mucho, solo unas cuantas parejas aquí y allá…

De repente escuché detrás de mí una voz bastante conocida pero que en un primer momento no logré ubicar, la cual me decía hola. Mi cabeza giró 180 grados y mi mirada comenzó a recorrer a esta persona de abajo hacia arriba; parecía una de esas escenas de película romántica en las cuales los personajes se encuentran frente a frente después de mucho tiempo.

Era Diego, protagonista de varios de mis relatos anteriores y por consiguiente de algunos momentos placenteros de un pasado no muy lejano. Por unos minutos no atiné a contestarle el saludo, solo lo miré a los ojos completamente incrédula.

Diego: No vas a saludarme?

Marcela: Si, Diego, lo siento, es que me tomas por sorpresa. Cómo has estado?

Diego: Bien Marcela y tu?

Marcela: Bien, bien,… pero por favor siéntate, quieres tomar algo? Estas con alguien?

Diego: No, estoy solo al parecer igual que tu… que coincidencia encontrarnos en este lugar.

Marcela: No creo en coincidencias pero esta es una de las buenas. Me alegro mucho de volver a verte después de ese horrible día en el que el mejor amigo de mi esposo nos descubrió in fraganti.

Y acordándome de ese día me sonrojé a pesar del frío y fue inevitable bajar la mirada.

Diego: Como olvidar ese día, no puedo creer que haya sido hace casi dos años. Nuestra despedida fue bastante abrupta.

Marcela: Si,… y unos meses después perdimos contacto telefónico, que ocurrió contigo?

Diego: Estuve fuera del país unos meses, acabo de regresar hace unos días. Me estoy quedando en casa de un hermano antes de regresar a mi ciudad.

Marcela: Y que hacías justo por este sector el día de hoy?

Diego: La casa de mi hermano queda allí al frente.

Marcela: Tan cerca y no lo sabíamos. Yo vivo desde hace un año cerca de acá.

La conversación se quedó en uno de esos incómodos silencios por unos segundos los cuales fueron suficientes para que nuestros ojos se cruzaran y se dijeran mil cosas.

Estaba supremamente guapo, tal vez más que la última vez que lo había visto. Sus dedos jugaban en el borde de la taza… admiré sus manos fuertes y desee que se posaran sobre mi para darme calor.

Diego: En qué piensas? Te has quedado muy callada de repente.

Marcela: Pensaba que dejó de llover y es hora de regresar.

Diego: Te acompaño.

Marcela: Bueno, gracias…

Dejé de sentir frío cuando comenzamos a caminar uno al lado del otro. Dentro de mí un fuego muy poderoso me quemaba, el fuego de un deseo que creía olvidado pero que resurgía con más fuerza que antes.

Abrí la puerta y lo invité a pasar. Nos sentamos en la alfombra junto a la chimenea que afortunadamente seguía encendida. Recostados en unos cojines continuamos con nuestra trivial conversación sobre el clima y lo que habíamos hecho en los últimos meses mientras tomábamos otra taza de café.

De un momento a otro me besó en la mejilla y yo sin demora giré mi rostro hacia el suyo y nuestros labios quedaron pegados varios minutos. En ese momento supe cuanto añoraba esos besos cálidos y electrizantes.

Comenzamos a despojarnos de nuestra ropa rápidamente, acariciándonos sin demora, como para recuperar el tiempo perdido durante aquellos meses de separación forzada.

Diego: Mmmm… como extrañaba tu piel, tu aroma…

Marcela: Ay Diego… te deseo tanto… bésame el culo…

Y diciendo esto me coloco en cuatro patas como una perrita deseosa de sentirlo de inmediato y levanto mi culito hacia su cara, pues se cuanto le gusta. Tira de mis bragas húmedas las cuales son la única prenda que aún conservo puesta y separando mis nalgas comienza a pasar sus dedos por la vagina primero y por el culo después impregnándolo por completo con mis flujos para así introducir un dedito suavemente por allí.

El siguiente paso, la lengua, tanteando apenas con la punta para comprobar el efecto que producía en mí. La pasa tímidamente de la conchita hasta el ano, tan delicadamente que me sentí morir.

Me baja las bragas por completo dejándolas a la altura de mis rodillas. El termina de desnudarse también, yo lo observo por encima del hombro.

Diego: Como me gusta tu espalda, y ese culo tan rico, que banquete tan inesperado voy a darme…

Marcela: Cómetelo entero… que esperas…

El ni corto ni perezoso arremete contra mis nalgas lamiéndolas, mordisqueándolas y separándolas con sus grandes manos, masajeándolas en círculos, encendiéndome aún mas, haciéndome gemir y jadear de manera incontrolable para lo cual el es un completo experto.

Mi culo está completamente dilatado por sus caricias y lametones. Estoy tan excitada que mi vagina parece a punto de explotar de tan hinchada y húmeda que se encuentra. Gotas de sudor descienden por todo mi cuerpo y siento que el momento del orgasmo se aproxima pero el se detiene y se separa un poco de mi cuerpo… que espera? me pregunto… y pego mi trasero a su verga para frotarme contra ella.

Diego: Sigo siendo el único que te ha clavado por el culo?

Marcela: Hasta ahora si…

Diego: Prepárate entonces para una nueva embestida…

Me da escalofríos recordar lo doloroso que es al principio pero el deseo le puede al miedo y me coloco en posición de recibir su verga curva de nuevo dentro de mi.

Esta vez los preliminares han sido mas largos y mi culo esta tan dilatado que sé que no habrá problema.

Comienza a introducir la punta poco a poco y luego el resto. Siento que todo da vueltas y quedo apoyada en los codos debido al dolor a pesar que el ha sido tan cuidadoso.

Empiezo a gemir pero poco a poco me voy acostumbrando de nuevo a este intruso tan bien conocido y querido hasta el punto que yo misma comienzo a moverme hacia delante y atrás pegando mis nalgas contra la parte baja de su abdomen. Siento sus bolas chocar contra mi vagina y el dolor se torna poco a poco en placer. Me apoyo en mis manos nuevamente para darle mas firmeza a mis movimientos, moviendo mis caderas en círculos y de vez en cuando acariciando sus testículos para agradecerle por todo lo que me está haciendo gozar.

Sus gemidos se van haciendo mas y mas fuertes anunciándome que el está a punto de correrse. Así fue… me inundó los intestinos por completo con chorros de espesa leche que parecía que no fueran a terminar. Que sensación mas deliciosa, sentí una oleada de calor como no había sentido en mucho tiempo.

Supliqué en silencio por sentirlo unos segundos mas y como a buen entendedor pocas palabras apretó aún mas mis caderas pegándose mas a mi sin dejar de moverse hasta hacerme estallar.

Desde ese memorable día nos encontramos el primer viernes de cada mes en su ciudad o en la mía para repetir y probar cosas nuevas. La tarea de cada uno para cada encuentro es compartir juntos una posición nueva, un lugar diferente… todo con el fin de disfrutar de nuestros cuerpos mutuamente como buenos amantes.

(8,83)