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Mi Don (39)

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Jefa  – En el trabajo.

Se dice que el hombre piensa en sexo cada 7 segundos, es mentira, o al menos para mí,  será una media mal hecha, ni siquiera yo, a esas alturas, llegaba a eso, pero había creado un sucedáneo de esa frase. Podía follar en menos de 7 segundos, y con más de 6 mujeres distintas.

Había creado un micro hábitat en mi casa, una especie de harén propio, y me encantaba. Eso sí, las latas de bebidas energéticas eran la base de mi dieta,   no podía ser de otra forma, todo conlleva un precio, y el mío era una sensación constante de cansancio, pero a mi juicio, era bajo coste, y cualquier hombre mataría por estar en mi situación.

Mi semana estaba casi completa del todo, llevaba 3 semanas con Liz viviendo en mi casa, y sin ser una mujer de bandera, se convirtió en una persona importante. Era la unión que hacía aquello posible. Eli cubría mis mañanas desde la 10 y media hasta que se iba a la hora de comer, era la única a la que trataba con cierta diligencia, casi cariño. Jeni estaba aprendiendo rápido en nuestras clases de las tardes, después de salir a correr, seguía negándose al anal, pero me bastaba con el resto de su cuerpo. Yasira se ocupaba de mí las noches de los fines de semana de fiesta, solo de recordarla bailar en la pista sobre mí, se me ponía dura. También tenía a un par  de chicas de repuesto, nada que merezca la pena relatar, la hija del panadero de la esquina, de mi edad, era fea como un cardo pero tenía un cuerpo de escándalo y olía  a pan recién hecho, tuvo buena/mala suerte y la pillé cuando a Liz le llegó el periodo. También me tiraba a la vecina del 6º piso, una MILF de 50 años con un cuerpo de treinteañera, solo hicieron falta  tres viajes juntos en el ascensor para que ella pulsara el botón del “STOP”, echándoseme encima, y la diera un par de revolcones acabados en mi casa.

Y cuando ninguna estaba disponible,   Liz nunca me decía que no, se mostró tan servicial y tan frágil entre mis manos que la dije que podía ir vestida normal si quería, en vez de solo con las faldas que la dejaba llevar,  se negó en redondo, la sensación de que me excitaba verla con minifaldas elásticas o las faldas del colegio recortadas, y de poder ser penetrada en cualquier momento,  la tenían en una nube, y no deseaba perderlo. Por lo tanto, di por concluido mi objetivo, había logrado una meta de una semana entera perfecta con varias mujeres, que me sacó de la apatía de romper con Ana, y lo ocurrido con Eleonor. Lo agradecí celebrándolo con Alba, la enfermera que me “devolvió a la vida”, con su marido ya en casa, se escabulló a la mía para ser destrozada con gratitud.

Lo mejor es que, si no todas, la mayoría ya se conocían, se habían visto en las entradas y salidas de mi casa, o  se quedaban charlando en el sofá de abajo entre ellas. Más de una vez tenía a tres o cuatro en casa a la vez, y me tiraba a una mientras las otras comían, o estaba con dos en la cama a la vez, mientras  otra dormía en otra habitación.  Ninguna se mostraba violenta por la situación, ni me mencionó nada en ningún momento, todas entendieron que aquello era mi picadero, y allí mandaba yo, las había dejado claro que sería así, y a todas las aclaré  que si no les gustaba la puerta estaba abierta para irse. Ninguna se fue.

Liz fue una gran ayuda para todo, no solo en casa, dónde ayudaba a Dani y se mostraba divertida y social. Era que en el sexo estaba a mi lado, cuando alguna chica desfallecía antes de tiempo ella me calmaba, y cuando era yo el que me desvanecía de cansancio, me demostró que no mentía cuando me dijo que era muy buena con las mujeres, comía coños mejor que yo, sabía dónde tocar, lugares que hasta Eli no sabía, o no me dijo en mi “formación”. Cuando no  necesitaba a Liz, se ocupaba de la casa, o permanecía en su cuarto, tenía total libertad, pero cuando silbaba estaba siempre cerca para atenderme. Me odio al decir que la trataba como a una esclava, no ya en lo sexual, eso tiene su morbo, sino en la rutina diaria, ponía lavadoras, planchaba, limpiaba la casa,  la mandaba a por recados…o simplemente, en vez de bajar a la nevera a beber agua, la hacía traerme la botella a la cama. Pero no rechistaba nunca, y más que tomárselo como algo denigrante, creo que lo usaba para intentar provocarme erecciones, su forma de moverse era demasiado sensual como para ser espontánea, y a menudo lo conseguía, aunque tuviera a dos en la cama, exhaustas y rotas, y yo no estuviera mejor, era verla con una falda con vuelo meneándose, y me iba a por ella.

Mi hermana,  se enteró de lo que le hice a  Iziar, ella misma se lo dijo, y me cayó una bronca de época, me chillaba en mi ático,  con Iziar callada a su lado, maldiciéndome por que la había violado o algo así, pero cuando la puse la grabación de Iziar pidiendo que la follara, se tuvo que tragar sus palabras. (Sí, seguía grabándolo todo con las cámaras que dejé puestas, a modo de precaución, esas grabaciones me habían salvado la vida más de una vez, y lo seguían haciendo, ¿Por qué parar? Me compré 3 PC baratos que  tenían gran memoria de almacenamiento, solo para ir guardándolo todo, lo relevante. Liz me pegó enfadada por no decírselo, pero la enseñé las cintas y se calentó tanto que terminamos follando 4 veces seguidas.).

Lo asombroso es que,  de forma increíble, ni mi hermana, ni Iziar  sabían ni sospechaban nada de Liz y de mí.  Iziar no se acordaba de haberla empotrado contra es cristal de la terraza, con Liz mirándonos, estaba ida de placer, y Liz se las ingeniaba para quedar con mi hermana cuando estaba bien “cubierto”, y así no levantar sospechas. Era gracioso y excitante el juego que nos traíamos, así que lo jugábamos sin parar, siempre lejos de mi madre, queríamos jugar con  fuego, no quemarnos, estaba seguro que en cuanto nos viera juntos durante 10 minutos seguidos, lo sabría.

Un día estaba charlando con Liz y Dani, esperando  a que Eli llegara de su programa, desayunando con ellas mientras nos reíamos y charlábamos. Entre las dos tenían la casa en perfecto estado, y podían permitirse trabajar relajadas sin presiones. Fue cuando mi felicidad, aquella que nublaba mi vista, y me hacía ver todo con un extraño velo  borroso, se puso en entredicho.

-YO: en serio, sin Liz seguiría follando a diario.

-DANI: tú claro, pero no ser…¿Serrias?... - trataba de empezar a conjugar los verbos, y sus tiempos al hablar se extendían - ...serias mucho menos feliz.

-LIZ: así es, ¿Qué sería de ti sin mí?

-YO: pues lo mismo hasta mejoraría mi vida, no te fastidia, aquí cuestionándome - me agaché besándola con fuerza, aquella camaradería entre ellas era  refrescante, mantenía mi mente ágil y me reía muchísimo.

-LIZ: tú verás, pero tal como vienes de trabajar, que me haces correrme tanto que tengo que cambiar las sábanas, se diría que me tienes ganas.

-YO: eso es por que en el trabajo no tengo a nadie…

-LIZ: ¡Lo ves! No acabaste tú “semana perfecta” -  al verla reírse, con sus senos botando alegres, caí de golpe.

-YO: tengo a Adriana…- lancé a la desesperada.

-DANI: ¿Adriana? No ser chica que tu fo…¿follarte?... ¿Y dejó trabajo? – mi silencio era un “Sí”, se rieron a carcajadas.

Era cierto, después de tirármela Adriana me huía, y a la semana dejó el trabajo. No sé si fui yo o no, pero la cosa era que, en mi “semana perfecta”,  había un momento en que realmente no estaba follando si quería, el trabajo. Había levantado los brazos antes de cruzar la cinta del final de la meta, por suerte, sabía que ese despiste no me costaría la victoria, era la hora, mi jefa iba a caer.

Maldecía por ser miércoles aún, hasta el sábado no la vería. Tenía el móvil de la jefa, podía llamarla y hacer mi show  en  casa, pero eso “no valía”, tenía que ser en el trabajo, y con ella. Era un reto más, un último esfuerzo, esa apuesta conmigo mismo no era banal, no era ego, era un juego pero tenía un sentido para mí, un propósito. Si podía completarlo, significaría que estaba listo para lo que me aguardaba en el futuro, que dejaba atrás a Ana, a Eleonor, y aquella ruptura que me dolió tanto. Ya tenía una clara  idea de lo que iba a hacer, una utopía, pero para eso, para poder hacerlo, necesitaba un empujón anímico y moral, y ese  era llenar la semana. Así que me puse  a pensar 1000 maneras de abordar a mi jefa en el trabajo,  era fácil, muy a menudo se pasaba por el almacén a “Hacer inventario”, lo que hacia era devorarme con los ojos, mientras sudaba colocando cajas con la camiseta trasparente de la humedad pegada a mi piel, y cuando ella cogía la escalera la metía mano para que “no se cayera”. Saltaban chispas cuando la rozaba, me deseaba más que yo a ella, y no lo vi complicado.

Mi jefa era una mujer de 29 años, rubia de pelo algo corto,  le daba para hacerse coletas pequeñas, rubia de bote con raíces castañas, guapa sin destacar y con ojos negros. De 1,70 de altura, nunca la había visto desnuda, ni con otra ropa que la de trabajo,  aunque  me conocía bien su cuerpo, las ropas finas del uniforme ayudaban a ello. Era estrecha y delgada, incluso sus brazos y sus piernas eran demasiado esqueléticos para mi gusto, pero por lo que veía, tenía buen culo bajo los pantalones verdes de trabajo, prieto,  alto, redondo y bien formado, se le marcaban las bragas, o el tanga, de forma clara. Sus tetas no eran nada del otro mundo, una 90 de pecho como mucho, pero siempre usaba sujetadores llamativos de color rosa, rojo o amarillo, y se le translucían  claramente bajo la camisa  de encargada, con lo cual era inevitable mirarlo, repasando el contorno de las copas del sostén y perdiéndote entre sus senos cuando se movía para coger algo y se le veía el escote. No por faltar, pero de carácter,  era una mala zorra, era de esas jefas que te sacaban de quicio,  se cebaba cuando cometías un error, tenía a la mitad de la plantilla acojonada, y a la otra con demasiado respeto como para cuestionarla, o si quiera bromear con ella. Solo yo, y mi afabilidad casi natural, la sacaba alguna sonrisa, era el  único con el que hablaba de forma distendida, por que era el único que no la cagaba casi nunca, (Cierto es, que es difícil cagarla cargando y colocando cosas en un almacén, y lejos de las cajas registradoras y de los problemas de los cambios). Así que, a mis espaldas, mis compañeros de trabajo  me llamaban “el perro de la jefa”, por que siempre que ella necesitaba algo, me lo pedía a mí, y el verbo es lo importante, “Pedía”, al resto se lo ordenaba, y si no cumplían, me llamaba, me lo pedía y soltaba el látigo de su lengua contra los demás, halagándome por mi buen trabajo, mientras ellas eran una panda de inútiles sin cerebro.

Me ponía en una situación delicada, pero nunca me he llevado mal con nadie, como sabéis, soy muy social y me cuesta caer mal a la gente y que me caigan mal, y cuando pasa, simplemente me alejo de ellos. Así que usaba mi influencia sobre ella para apaciguar sus sermones, con bromas o momentos divertidos para rebajar la tensión, luego venía y me decía que la restaba autoridad ante el resto, pero nunca se mostró enfada conmigo,  ni colérica como la llegué a ver con alguna novata. Era suave cuando yo estaba a su lado, lo era en parte por que quería serlo, necesitaba un descanso de aquella fachada de maldad que se ponía, y en parte, por que era inútil contra mí llevarla, cada vez que venía hecha una furia, con dos bromas ya le sacaba una sonrisa que la relajaba, hasta creo que me buscaba por eso, para calmarse. Alguna vez terminaba llorando de nervios, y la tenía que consolar con abrazos, luego salía y la oía pegando gritos, ya no sabía que parte era la real y cual fachada, pero me daba igual, ahora era mi objetivo.

El viernes me deleité con Eli antes de que se fuera a la hora de comer, Liz me mantuvo ocupado de tarde, y de noche Yasira me llevó a un sitio de marcha con sus amigas, un local latino en una zona de mala fama. Sus amigas disfrutaron de mi compañía, y yo aún más, alguna podría entrar en mi cajón de papelitos, pero estaba centrado, le había pedido a Yasira que volviéramos pronto a casa esa noche, ya que tenía que trabajar al día siguiente, y no podía presentarme sin dormir. Pero la noche es la noche y se nos hizo algo tarde, la “suerte” fue que, una chica pasada de copas, se me tiró al cuello, y eso, a Yasira, no le hizo gracia, y al novio de la chica, aún menos.

Comenzó una gresca en que me aseguré de que a Yasira no la pasaba nada, la protegí con mi cuerpo y me llevé un puñetazo en la espalda. Me escoció, tuve ganas de girarme y apalear a quien hubiera sido, pero no podía pelearme y proteger a Yasira a la vez, así que la cogí del brazo y la saqué  del infierno de borrachos, salidos y violentos que se convirtió el local, justo a tiempo para salir y que llegara la policía, si nos llegamos a quedar dentro, nos tienen interrogando hasta el amanecer. Alguna navaja había aparecido, tenía sangre en la camiseta, Yasira se asustó,  pero me miré la piel y no tenía heridas, la revisé a ella y tampoco, sería de alguien que dejamos atrás a empujones, era poca cantidad pero la línea era recta y clara, de un filo de arma blanca.

Di gracias a dios, y salimos de allí evitando broncas. Yasira me agradeció en casa  protegerla, con un par de polvos en los que no me moví lo más mínimo. Lo agradecí, tenía que estar fresco, y me dormí relativamente pronto. Al levantarme le pedí a Liz que “cuidara” de Yasira, las quería a las dos en casa a mi regreso, no sabía como iría con mi jefa, y si no daba la talla, volvería con ganas de saciarme. Además, tenía tan poco tiempo para terminar mi trabajo, seducir a mi jefa y follarla,  seguramente, aunque fuera bien, volvería con ganas.

Llegué al trabajo puntual, mi jefa ya estaba allí hacía rato, y me saludó con frialdad. Estaba abroncando a un chaval por alguna historia de las latas de refresco, esa mujer era incansable en sus reprimendas. Cuando se cansó, y le dejó irse medio sollozando, se me acercó.

-YO: ¿Ya estás liada? – la hablaba sin dejar de apilar los bandeja  de tomates que había dejado el camión.

-JEFA: sí,  es que no aprenden, estoy harta de tanto niñato, si no saben ni poner unos precios ¿Qué coño hacen aquí?

-YO: pues trabajar, como todos…menos tú - giró la cabeza medio ofendida.

-JEFA: perdona guapo, que yo trabajo como la que más.

-YO: pues yo no te veo amontonando cajas…- puse tres pilas de fruta, de un solo movimiento, en su sitio.

-JEFA: no, si encima de todo lo mío, me quieres ver cargando como una mula…- sonreía secándose un sudor inexistente de la frente.

-YO: quizá si te vieran dando ejemplo y no echándoles la bronca,  trabajarían mejor.

-JEFA: ¿A estos? No se merecen ni que les mire a la cara, dos han llagado tarde, y una a su hora por que se ha quedado dormida borracha en la entrada, vestida de fiesta,  que parecía una puta…- se alejó vociferando -…y el pescadero es un payaso, ni ha aparecido todavía, el único que merece la pena aquí eres tú, créeme lo que te digo - gritaba al pasillo para que la oyeran todos.

Me subía el ego un poco, pero es que el nivel no era muy alto, cajeros de supermercado, tampoco era el MIT, había hasta algún deficiente mental que fregaba los pasillos, el estado les daba un pico de dinero por tenerlo, y según decía mi jefa, era el único que cumplía su cometido sin errores,  aunque fregar pasillos no es difícil.

Me centré en lo mío, y en 1 hora coloqué el almacén entero de todas las descargas de camiones, estaba empapado en sudor y jadeante, pero la primera  fase estaba acabada. Ahora tenía dos horas para seducir y follarme a mi jefa. No perdería tiempo disimulando, me quité la camiseta dejando mi torso trabajado brillando de la transpiración, me coloqué la polla bien marcada, y estuve 10 minutos moviendo la misma última caja, de forma que cuando entró mi jefa, pareciera que acababa de terminar. Al verme se quedó pálida.

-YO: ¿Qué te pasa?

-JEFA: nada…esto… ¿Ya has terminado? – disimuló, mirando el almacén casi impoluto.

-YO: esta es la última caja, hoy había poco – mentira, había lo mismo de siempre.

-JEFA: joder, estás…digo eres muy bueno…pero…¿Y el uniforme? - me acerqué a ella secándome con la camiseta el pecho,  ofreciéndola una visión libidinosa.

-YO: es que aquí hace mucho calor, me molestaba al moverme y me la he quitado, ¿Me la pongo? – la pregunta era la prueba, su estricto código la obligaba a que lo hiciera.

-JEFA: no…si ya has terminado…pues descansa unos minutos si quieres,  y ahora me ayudas…con el inventario - se mordió el labio, mirando mis pectorales a escasos centímetros de su cara.

La abracé levantándola medio metro del suelo agradeciéndoselo, ella sonrió, y al separase tenía la camiseta tan empapada de mi sudor que se le marcaba todo, como tenia calculado. La vi sonrojarse un poco antes de meterme en la cámara negativa. Como algunos sabréis, estos sitios tienen el almacén, luego una cámara positiva, entre 2º y 6º grados  para productos frescos, y la negativa, a -20º grados,  para congelados. Es malísimo, y me costó algún resfriado, pero me encantaba meterme en la negativa sudando, sentía las gotas recorrer mi cuerpo enfriándose y la piel endurecerse hasta parecer una película quebradiza. Me pasaba allí minutos enteros, con el vapor de mi calor haciendo vaho en el frío. Al salir de allí casi tiritando,  la vi cogiendo unos papeles, y me miró consternada.

-JEFA: no te puedes meter ahí sin camiseta, no es higiénico.

-YO: ¿Y que más da con o sin camiseta? – me hacía el tonto.

-JEFA: pues por que no…el sudor y los pelos…- su mirada era a mi torso, aunque trataba de alzarla.

-YO: mis manos y brazos no cubiertos por la camiseta sudan igual, y si ves algún pelo en mi cuerpo,  avísame - me abrí de brazos dejando que me radiografiara, relamiéndose con una sonrisa pícara.

-JEFA: ya veo, pero no lo vuelvas ha hacer, nos pueden meter un puro si te ven  – asentí de forma falsa.

-YO: bueno… ¿Y el inventario? – soltó una risa fugaz, y alzó los papeles.

-JEFA: aquí está todo, empezamos ya - casi era feliz de mi entusiasmo por contar cajas, paneles y bolsas.

Como siempre, empezamos por abajo, lo  grande y fácil de contar, yo movía cajas y ella contaba, de vez en cuando venía alguien a preguntarla algo del supermercado, pero había otro encargado de menos jerarquía fuera, mucho más amable que ella,   así que nos solían dejar en paz. Iba apuntándolo todo mientras yo hacía esfuerzos por mantener una caja volcada o levantada, para que ella se agachara para contar mejor.

Yo me comía con los ojos sus escotes, y su culo prieto al moverse marcando un tanga claramente, su sujetador rosa de ese día me parecía más llamativo que nunca, la vi las copas cuando se aplastó contra una columna, eran blancas rodeado de rosa, y al encorvarse para contar otra cosa,  su tanga salió despedido de la cintura de su pantalón dejándome ver la parte de atrás rosada también, fue tan notorio que se puso en pie y con algo de disimulo se lo metió de nuevo en el culo. La gastaba bromas soeces mientras nos movíamos, y la dejaba contar tranquila cuando señalaba con el bolígrafo lo que fuera que mirara.

Le tocó el turno a las cosas de los estantes, menos grandes, pero que se contaban fácil, y luego a la parte alta de los estantes. Ella no llegaba bien, pero yo de sobra, así que le iba bajado las cajas y ella contaba lo que había dentro, tan rápido iba, que se adelantó y trató de bajar una caja ella sola, y se volcó hasta casi caerle encima un montón de desodorantes, llegué justo a tiempo de poner la mano y evitar la caída, pero del gesto quedé pegado a su espalda agarrándola del vientre, por si tenía que doblarla para protegerla con el cuerpo, con mi rabo en su culo y mi pecho desnudo en su espalda, con los  brazos estirados hacía arriba cogiendo la caja.

-YO: ten cuidado bonita, que te has podido hacer daño - no soltó palabra, ni se movió, casi creo que  degustaba  la sensación de estar rodeada de mis brazos, y mi verga posada sobe sus nalgas.

Bajé la caja, y lo contó dándose algo de prisa. La situación se repitió varias veces, creo que las provocaba, y cada vez mi llegada era más apurada, y mi golpe con la pelvis más violento, la salía un suspiro cada vez. Hasta que a la última no me dio tiempo,  tiró de dos cajas y se volcaron, me dio tiempo a echarme encima de ella, y sentir como paquetes de arroz de 1 kilo me caían en la espalda sobre nosotros, si crees que uno duele, imagina  37 paquetes. No todos me alcanzaron,  pero aguanté agachado con ella escondida debajo de mí, hasta que cayó la última.

-JEFA: ¿Estás bien?

-YO: como una rosa …– mentí, alguna me había hecho daño, pero era un tío fuerte, y orgulloso - …¿Y tú?

-JEFA: no me ha dado ninguna, gracias – me besó en la mejilla, y nos separamos un poco, su mano se posó en mi pecho levemente antes de apartarla.

-YO: pues nos acabas de enterrar en arroz - nos reímos al vernos rodeados, alguno había reventado al chocar  y teníamos arroz por todos lados. Me puse en pie y le ofrecí mi mano con gentileza para ayudarla a ella,  se elevó repasando de cerca mi cuerpo y cuando estuvo en pie la cogí de las costillas y en un movimiento de arco la saqué de la montaña de paquetes, posándola entre risas a salvo.

Las coloqué y conté a la vez para dejarlas en su sitio, al terminar sentí las manos de ella en la espalda.

-JEFA: mira como te he puesto…- me giré inútilmente, intentando ver mi espalda, aunque sí vi en un costado una rojez en forma de paquete.

-YO: joder, no me veo, ¿Está mal?

-JEFA: ¿No te duele?

-YO: que va…- me escocía, pero solo si rozaba ciertas partes.

-JEFA: tienes la espalda llena de golpes…lo siento – creo que fue la primera vez que se lo oí decir.

-YO: no pasa nada, todos cometemos errores, venga, que queda la parte de arriba - la cogí de la mano y la besé para restarle importancia a mis golpes, en unas horas se irían las marcas de la piel.

Sonrió aliviada, y se mostró  cauta con la escalera que usábamos para llegar a las zonas  altas, era vieja,  le faltaba el escalón de abajo y cojeaba de una pata, era un peligro público en sí misma, pero era lo que teníamos. Ni siquiera yo llegaba a ver lo de arriba del todo, así que ella,  menuda y grácil, se subía mientras yo mantenía la estabilidad con los brazos.

Era divertido verla subir y bajar tantas veces, arriba las cosas pequeñas y más sueltas costaba contarlas así que me deleitaba con su trasero, al faltar el ultimo escalón siempre daba un salto al bajar y al subir, y sus senos botaban lo suficiente para que, muy recatadamente, se tapara con los papeles para no dejarme verlos rebotar. Lo mejor eran las esquinas, había poco espacio por dos columnas, así que tenía que ponerme detrás de ella según subía, y para evitar que se moviera la escalera, sujetar con ambas manos, así que se frotaba la espalda contra mí mientras subía y bajaba, dando saltos. La divertía tanto como a mí, estaba acalorada y sudando, la camiseta se le pegó hasta ser solo una segunda piel hasta el punto en que  se le marcaban los lunares, y salvo el sujetador, podría hacer una descripción de cada palmo de su torso.

Al estar abajo, la veía por encima del hombro el amplio escote vibrando cuando escribía, yo me seguía haciendo el tonto y le pasaba los bazos por encima para indicarla cosas obvias, así la rodeaba con los brazos, ella giraba la cara mirando como si fuera retrasado, pero sus labios y la nariz se rozaban con mi mejilla o mi cuello, la devolvía la mirada quedando a escasos milímetros de su cara, mirándola a unos profundos ojos negros sin apartarla la mirada, y cuando me explicaba lo tontería que había preguntado, dejaba caer mi cabeza en su hombro fingiendo sentirme avergonzado, pero la hacía reír, y yo olía su cuerpo. En el trabajo no olía a jardines, pero el cuerpo de una mujer bonita rara vez huele mal, y ella no era diferente.

En las últimas veces movía algo la escalera con ella arriba para bromear, ella se aferraba gritando de nervios,  y fui a por todas. Habíamos terminado y me quedaba como una hora hasta salir, volví a mover la escalera cuando terminó de contar.

-JEFA: ¡Para, Raúl, que me vas a matar!

-YO: no seas boba, no te vas a caer.

-JEFA: me puedo caer de la escalera.

-YO: podrías, pero no tocarías el suelo, te cogería antes de que te ocurriera nada.

-JEFA: no podrías conmigo si caigo desde esta altura - tenía algo de razón, sus pies encima de la escalera estaban a la altura de mi cabeza.

-YO: como a una pluma

-JEFA: exageras…

-YO: ¿No me crees? Salta…- me miró incrédula.

-JEFA: ¿Qué dices, chalao? – se puso colorada ante la idea.

-YO: ¿No te fías de mí o que?

-JEFA: claro que me fío, pero…- la corté.

-YO: pues salta,  ¡Venga! - movía la escalera un poco haciendo que se agachara para aferrarse a la parte alta.

-JEFA: vale, para, para, por dios…- sonreía, aquello era una travesura, y a toda mujer estricta le gusta hacer alguna de vez en cuando -…pero cógeme, por lo que más quieras.

-YO: no caerás, te agarraré como sea,  pero no tocarás el suelo.

Contó hasta tres, y cerrando los ojos con un ligero grito de vértigo, se dejó caer de espaldas. Medí perfectamente, una mano rodeó su cintura y la otra una de sus tetas, encorvé el cuerpo para recibir el impacto y su espalda se pegó a mi pecho, con las piernas dobladas y encogidas. Bufé del esfuerzo, pero la tenía sujeta y a salvo, de la caída, claro está.

Reía sin parar cuando, sin dejarla posar los pies, andaba hacía atrás dándola con mi polla semi erecta en su trasero, al posarla en el suelo la doble la espalda hacia delante, besándola la nuca como gesto de cariño. Al ponernos rectos sonreíamos sin parar.

-YO: ¿Ves? Como una pluma, tú confía en mí.

-JEFA: lo hago, si no,  no me hubiera tirado…estás muy fuerte - acariciaba mi antebrazo en su vientre.

-YO: es que cargo mucho peso en el trabajo, mi jefa me explota - me golpeó la mano en su ombligo, como replica, aspirando abriendo la boca.

-JEFA: serás mentiroso…- a todo esto mi mano seguía aferrada a su pecho, de la caída se le había salido la camiseta y la sostenía del sujetador directamente, rozando con las yemas la parte descubierta de su seno - …anda suéltame.

-YO: no quiero…- burlón de mí, parecía otra broma.

-JEFA: Raúl…me estás agarrando una teta – su tono denotó que, por ahora, tenía que recular, era un aviso inocente,  como si no me hubiera dado cuenta, no acusador.

-YO: joder, perdona…- solté de golpe, mientras ella reía se gritaba para mirarme.

-JEFA: no pasa nada…así te compenso por lo del arroz…- se colocó la camiseta con delicadeza -...anda, ayúdame a pasar al ordenador todo esto – alzó la carpeta con todas las  anotaciones del inventario.

La seguí improvisando al cuarto del despacho, me la había puesto durísima tocarla así,  y aunque no se note en este relato, su actitud tan cruel con los demás, y tan dulce conmigo, me calentaba. Estaba resultando difícil, pero a esas alturas ya sabía que solo tenía que ser yo, y esperar el momento adecuado.

Nos sentamos en el cuarto de encargados dónde solo ella tenía acceso, para hacer los pedidos y las incidencias. Había un par de tomates pochos con los que jugaba a malabares mientras repasaba las cuentas del inventario con ella. Me había sentado a su lado con la polla bien marcada y dura sobre mi pernera izquierda, recostándome hacia atrás para dejar que luciera, y la pillé mirando tres o cuatro veces. Me repetía que me estuviera quieto con los tomates, hasta que se hartó.

-JEFA: ¡Raúl, para ya!

-YO: solo estoy jugando…

-JEFA: pues para, no todo es jugar, deja los tomates en la mesa... y haz el favor de sacarte eso de los pantalones -  aluciné, sin entenderla.

-YO: ¿Qué?

-JEFA: no me gusta que juguéis con la comida, es género que perdemos.

-YO: son tomates pochos que vamos a tirar…- aún no la entendía, pero se me da bien seguir el hilo, sin delatarme.

-JEFA: ya, y el pepino que te has metido en los pantalones para hacer la gracia, ¿Qué? - estaba enfadada realmente, y más cuando me eche a reír.

-YO: no es un pepino jefa…

-JEFA: pues calabacín, o lo que sea, no puedes estropear producto de es forma…- rompí en carcajadas que la pusieron roja de furia.-… ¿Se puede saber que te hace tanta gracia?

-YO: ¿Quieres la verdad? – me secaba las lagrimas de la mejilla.

-JEFA: claro…- espetó seria.

-YO: no me he metido nada, lo que ves es mío - un leve gesto en la cabeza con una sonrisa ñoña falsa me indicó que no me creía.

-JEFA: ya… – seseó la letra mirándomela  con el descaro en  su seguridad  en la broma del bulto de mi pierna, me lo puso en bandeja, de un gesto hábil y rápido desabroché el pantalón sin llevar  slips y me saqué la polla delante de ella, saltó orgullosa ante sus ojos, tiesa de los roces previos.

Su cara fue una mezcla de incredulidad, vergüenza  y pánico, se levantó de la silla echándose atrás tapándose la boca con ambas manos, como si quisiera evitar que se la metiera en la boca desde tan lejos, con solo una inspiración de su parte. Mis risas rompían el silencio, eso, y mi mano meneándola ante sus ojos.

-JEFA: no…no puede ser…¿Eso es tuyo? - lo señaló desde la lejanía.

-YO: no, me lo han prestado, no te jode…

-JEFA: haz…el favor, y métetela en los pantalones, por dios. Lo siento…no creía que…dios…- me reía mientras me la volvía a guardar.

-YO: ¿No creías…qué? - apreté la tuercas mientras me la colocaba igual de clara y evidente que antes.

-JEFA: joder, es que…nada, déjalo, sigamos - asentí con risas, ella me miraba con odio por haberla dejado en ridículo, pero en su cabeza pasaba la imagen de mi polla, y la miraba  de reojo.

Terminó de contar, perdiéndose  alguna vez por prestar más atención a mi entrepierna que a sus números, estaba distraída y tensa, como me gustaba tenerlas. Al acabar se puso en pie,  archivando las hojas, y me puse en pie para dejarla pasar al armario dónde las dejaba, no era un palacio, era estrecho y no me aparté demasiado así que su culo se rozó con mi polla de nuevo. Se le cayó una hoja, le temblaban las manos, quiso agacharse pero se dio cuenta de que si lo hacía, me dejaba el culo ofrecido, así que fui yo quien me agaché a por ella, se la di y la cogió sin apenas mirarme. Me estaba rozando bastante cuando se giró de bruces.

-JEFA: tengo que saberlo, ¿Estás…empalmado? - había caído.

-YO: un poco, pero no estaba del todo - su expresión era de curiosidad erótica.

-JEFA: ¿Pero la tienes así siempre o…?

-YO: me la has puesto morcillona tú, con tus roces y  tu pecho agarrado, soy un hombre  y no puedo evitar que me excites.

-JEFA: pero solo estabamos jugando Raúl, no puedes ponerte así.

-YO:   díselo a ella… – me agarré la polla con desdén -…  ¿Que hago?  ¿      No te miro tu precioso culo cuando te agachas o dejo de mirarte el sujetador llamativo bajo tu camisa?... - se sonrojó - …no pidas imposibles, bastante tienes con que no te haya saltando encima al estar con la camiseta empapada de sudor - se miró apreciando como la tenía pegada al cuerpo.

-JEFA: pues más te vale desahogarte antes de que alguien te vea en el trabajo,   eso es mala imagen.

-YO: eso es fácil de decir, pero si se me pone como ahora contigo, o follo o no se me baja  – mi franqueza, siempre bien recibida, esta vez la ruborizó.

-JEFA: ese es tu problema…- balbuceó cuando me vencí sobre su cuerpo.

-YO: tú lo has provocado, soluciónalo, “así me compensas por lo del arroz” – repetí sus  palabras, ella clavó su mirada en mi cara, esforzándose por apartarse de mí, pero el armario se lo impedía, y mi polla palpitaba en su vientre.

-JEFA: soy tu jefa…- no dijo más, un suspiro la acalló cuando la besé el cuello.

-YO: sí…me voy a follar a mi jefa - la cogí de la cintura y la senté en la mesa mientras nos besábamos con pasión.

Sus manos fueron a mi paquete sin duda alguna, acariciándolo con las manos, yo la besaba mientras la sujetaba la cara, metiendo mi lengua hasta ahogarla. Se soltó la coleta y tiré de su pelo para echarla la cabeza haca atrás y lamer su cuello y el escote. Con habilidad sacó mi miembro de los pantalones y al rozarlo quiso mirarlo, tiró de la piel hacia atrás y pajeó son suavidad, sus dedos no daban abasto, y su cara era de estupor.

La rompí los botones de la camisa y la saqué por detrás aprovechando para quitarla el sujetador, unas tetas muy bien colocadas, aunque no grandes,  aparecieron coronadas por pezones minúsculos, casi sin aureola, los acaricié levemente antes de chupar uno de ellos. Mi polla ya estaba empalmada cuando se arrodilló a chupármela, más bien lamerla, no le entraba en la boca el glande, pero sabía moverse, pegó su boca a la base lamiendo los testículos mientras masturbaba con fuerza, y me miraba a los ojos directamente.

La devolví la jugada poniéndola en pie, y bajándola el pantalón, el tanga salió disparado y la abrí una pierna lamiendo su coño, una línea gruesa de cabello castaño no evitó que la metiera la lengua buscando el clítoris,  trabajándolo. Gimió ahogadamente, cuando metí un dedo  sentí su calor, me apartó y cerró la puerta con llave.

Me sentó en la silla y se abrió de piernas para sentarse encima de mí, de cara, apunté a su coño y la fui penetrando lentamente, su registro de caras pasó de la impresión al placer, y luego a la exclamación más grande de lujuria cuando lamía sus senos mientras daba golpes ligeros de cadera. Una vez gran parte dentro de ella, empezó a botar encima de mí, gemía desaforadamente, apenas contenía sus gritos besándola y provoqué dos orgasmos seguidos que la derritieron. La levanté y la puse a 4  patas sobre la silla, lamí su coño y la volví a penetrar del tirón, sus  labios  se abrían con fuerza y me aferré a sus caderas para bombearla  sin compasión, era la hora de darla de su medicina.

Saqué a la bestia y la follé salvajemente sin hacer caso de sus palabras de clemencia y socorro, hasta que se acabaron y solo gemía de placer. Se corrió tantas veces que la silla quedó pringada del fluido que bajaba por sus muslos,  la azotaba divirtiéndome ante la visión de su espalda tensándose como la de un gato al que pillas por sorpresa, pero con cada embestida, daba golpes a la silla con las manos mientras pedía que no parara nunca. Se desfondó cuando su interior empezó a emanar fluidos a chorros,  allí aceleré y demostré parte de lo que era capaz, gritaba de forma continuada hasta quedarme sin aire, babeando. Cuando me corrí sentí sus paredes vaginales contraerse de forma visceral, justo a la hora de finalizar mi turno, la cogí de las tetas y la pegué a mi espalda,  besándola el lóbulo de la oreja.

-YO: a partir de hoy te voy a quitar la mala leche a golpe de sexo - asintió girando la cabeza para besarme.

-JEFA: yo…dios…yo…soy tu jefa…- la pellizqué los pezones haciéndola retorcerse.

-YO: cierto, procura que pasemos más tiempo juntos, un aumento de sueldo no estará mal, esto solo ha sido un aperitivo - la azoté el culo, y para asegurarme, la hice un vídeo chupándome la polla, dejándola limpia, ni vio el móvil, solo una verga imponente,  algo flácida, llena de su emanaciones.

Me guardé su tanga en el bolsillo mientras me vestía, ella se recomponía pedazo a pedazo sobre la silla. Me fui dejándola ida, preguntando dónde estaba su tanga, para cuando se diera cuenta y tuviera que volver al trabajo, y a casa, sin ellas, se enfadaría mucho.

Me fui a mi casa con una sensación plena, de conquistador triunfal, subí corriendo al piso de arriba y me quedé deleitándome con el culo de Liz en pompa, con la cabeza metida entre las piernas de Yasira, que se revolvía de placer sujetándola del pelo. Tardaron unos minutos en percatarse de mi presencia, Liz me miró con la boca llena de babas y fluidos de Yasira, que aún movía la cadera de forma residual.

-LIZ: ¿Que tal en el trabajo? – le tiré el tanga de mi jefa a la cara.

-YO: ya ha caído, ya tengo mi semana completa  – lo cogió e inspiró de él la humedad que quedaba.

-LIZ: felicidades, ¿Quieres que lo celebremos juntos? – me llamaba con el dedo índice.

-YO: no se si molestaría, parecíais muy entretenidas sin mí – ya me estaba desvistiendo.

-YASIRA: se bueno, y ven a la cama con nosotras, Liz solo me estaba entreteniendo – las sonreí, aunque solo Liz entendió mi agradecimiento más profundo.

-YO: dejad que me de una ducha, apesto a sudor y sexo  – sus miradas parecieron indicar que no les importaría, pero a mí, sí.

Las dejé en la cama retozando una con la otra, “Mis diosas de ébano”. Me di una ducha fugaz pensando en ellas dos, Liz era  más corpulenta, Yasira era mucho más estilizada y atractiva, pero ambas me la tenían ya dura al salir de la ducha. Ni me molesté en secarme, me fui a la cama con ellas.

Yasira se derretía abierta de piernas ante la lengua de Liz en sus senos, al verme se apartó levemente dejándome a Yasira totalmente ofrecida, me tumbé en la misma poción dónde había estado ella, y penetré lentamente el coño de Yasira. Liz se levantó para irse, Yasira era bastante mujer como para deleitarme con ella sola, y los tres lo sabíamos, pero al girarse la agarré del brazo tirándola a la cama. Entre risas,  la puse a 4 patas encima de Yasira, y mientras me la follaba,  Liz la acariciaba y besaba por todas partes. Los orgasmos de Yasira llegaron, y al tercero  cambié de agujero y fui al coño de Liz, que al sentir mi verga abrirla de una estocada arqueó la espalda con una deliciosa desesperación. Era maravilloso meterla así en una mujer y que no berreara de la impresión, sino que la disfrutara.

La bestia salió al ruedo, Liz apenas se contenía con la lengua de Yasira, y cuando aumentaba el ritmo se cuadraba aferrándose a la mujer que tenía debajo compartiendo la carga que mí detrás de ella azotándola. Sus corridas fueron aún más rápidas,  y me derramé en su coño descargando cierta ira retenida, mi jefa solo me dio para un polvo, y me había reservado para nada.

Liz cayó rendida a un lado, y Yasira salió al rescate, me chupó el miembro hasta que estuvo duro, me tumbé boca arriba y ella se preparó el ano, metiéndose mi rabo de espaldas a mí, boca arriba. Su gemidos al follarla por el culo eran diferentes, como un ronroneo de gata, le encantaba más que nada, y cuando Liz se puso entre sus piernas comiéndola el coño mientras la follaba el ano, se movió como nunca la había visto, golpeaba la cintura al bajar con tanta energía que me hacía daño, y se corrió de tal manera que Liz se atragantó con un chorro que salió disparado y acertó d lleno en su garganta.

Continué hasta llenarla el culo de semen, Yasira se retiró del  partido gateando fuera de sí. Liz se me subió encima a 4 patas, y frotó mi polla con su pelvis hasta que estuvo dura de nuevo, apuntó a su coño pero la mandé que se perforara el ano. Sonrió gustosa, se empaló el culo con tanta facilidad como su coño, aunque su rostro era de dolor al principio,  cuando empezaba a moverme lentamente se le iba pasando y disfrutaba gozando de como la abría. Sus orgasmos anales eran descomunales y se retorcía de forma animal, le agarraba de los senos mientras los lamía pellizcándolos con los dientes, hasta vaciarme otra vez, jadeante y satisfecho.

Liz bajó a la cocina y subió tambaleante una botella de agua, me podría enamorar de ella si no dejaba de complacerme de esa manera. Me bebí la botella entera, y me acosté a dormir, estaba cansado, y ellas dos se recostaron sobre mi pecho una a cada lado, acariciándonos en un festín erótico en el que cualquier hombre desearía quedar dormido.

Al despertar Yasira ya no estaba, pero Liz permanecía a mi lado, me preparó algo de comer y pasamos el día en la piscina jugando y follando cuando se me  endurecía la polla. Liz parecía tan cansada y exhausta como yo,  pero era un castigo divino, mi rabo erecto tenía que ser colmado.

La noche la pasamos  tranquilos, y al día siguiente acudí al trabajo como si nada, mi jefa estaba como siempre, echándole la bronca a una chica, y la imagen se repitió, me saludó con seriedad. Empecé mi trabajo, y a mitad de turno se presentó ella para ayudarme, entre los dos acabamos en nada.

-YO: que rápido.

-JEFA: mejor, así pasamos a otras cosas.

-YO: ¿Inventario? – sonrió mientras se acercaba a mí, y me agarraba el paquete por encima de la ropa.

-JEFA: vamos a dejar el inventario para otro día… – me besó con pasión jugando con su lengua –… vamos a ver de que eres capaz, y que sepas que quiero mi tanga de vuelta…– me agarró la mano y la metió en su pantalón  hasta sentir su coño desnudo -…no pienso llevar bragas hasta que me las devuelvas – apreté su coño con suavidad, y suspiró acariciándome  el pecho.

-YO: pues te vas a ahorrar un dineral en ropa interior.

Me arrastró a su despacho, cerró la puerta y me desnudó a empujones. Al ver mi polla su coño casi goteaba, se arrodilló a comérmela con una pasión desenfrenada, se desnudó tan rápido como a mí, y tan cierto era que no llevaba bragas como que me daba igual.

La empotré contra el armario de espaldas, y la penetré el coño por detrás, levantándola una pierna e incidiendo directamente en su punto G, follándola fuerte y sin miramientos. Ella no dejaba de jadear y decir “Vamos…sigue…doma a esta yegua salvaje…tírate a tu jefa”, me reía ante aquella estupidez, pensaría que me calentaba o algo, pero no hacía falta, sus fluidos cayendo por mi verga eran suficientes. Me daba órdenes sobre acariciarla un pecho, o besarla terminando con un “a tu jefa” cada frase.

Cuando la llené de semen se pasó 10 minutos temblando en una silla, mientras de rodillas le comía las tetas. Cuando la tuve dura otra vez la penetré tal como estaba, sentada en la silla de piernas abiertas, eso la pilló por sorpresa, no esperaba una segunda tanda, y eso la mató. Se dejó de payasadas de jefa y solo gozó corriéndose a borbotones, me clavó las uñas en la espalda y se aferró a aquella sensación tan dulce y placentera. Estaba mareada y aún así exigía que no parara.

Al ir a correrme la saqué de su coño y la puse a chuparla hasta que la llené la boca con palpitaciones en el glande, no mostró el menor atisbo de repugnancia y se tragó todo, dejándomela tan limpia que parecía que aquello no había pasado.

-JEFA: ¿Me das mi tanga ahora?

-YO: jamás.

-JEFA: pues tendré que repetir esto contigo cada día… hasta que te obligue a dármelas.

-YO: me parece justo, soportaré la dura carga lo mejor que pueda – nos reíamos, y le tiré de su pelo hacia atrás besando con furia.

Me fui media hora antes de mi turno, no tenía nada que hacer allí, aquella mujer ya era mía. No sé que tendría con aquel tanga pero no pensaba devolvérselo, y menos si era lo que la mantenía abierta de piernas, sería un juego o no, pero no iba a ser tan tonto de averiguarlo.

Viajando en el tiempo pasaron otras dos semanas en las que, ya sí contando con mi jefa,  follaba cada hora del día, o podía hacerlo.

El lunes siguiente del estreno con la jefa me llamaron de la empresa, y por recomendación de mi jefa, me aumentaron el horario y el salario, me ascendieron  a encargado de las mañanas en fines de semana, pero en la  práctica hacía lo mismo, con alguna responsabilidad extra. Eran solo un par de horas más, y el doble de sueldo. En realidad  solo trabajaba las mismas horas que antes, el resto lo pasaba encerrado en el despacho follándola sin parar.

Tuve que dejar a Liz un poco de lado a lo largo de la semana, por que ya no daba para más, aunque siempre tenía una o dos horas con ella, se lo ganaba a pulso, su forma de tratar, seducir y dar placer a las mujeres era similar a la mía. Incluso me consiguió un viejo sueño erótico de mi juventud, una amiga, bueno, ex amiga de mi hermana, el  “zorrón” de la promoción  de Liz y mi hermana,  que se pasó por  la piedra a medio instituto, cura incluido según decían,  y tenía la fama  que se merecía. Era amiga de mi hermana hasta que se intentó tirar al chico que le gustaba, allí la puso la cruz, para mí, y mis amigos, con  4-5 años menos, era como un mito erótico del instituto, el sueño de nuestro despertar en la pubertad. Me la trajo tan blandita que ella misma la desnudó en la puerta, y me la llevó así para que me la follara sin más, tenía tal fama de guarra que fue de las pocas a  las que me tiré con condón por miedo a coger algo. Estaba tan demacrada y estropeada que fue horrible, los mitos han de quedar como mitos, si los conoces, pierden su valor.

 

Lola – Sustitución.

En una de esas tardes de entre semana, follado con Jeni después de salir a correr, y en un intento más de empezar con el anal  cuando la estaba penetrando muy animadamente, Jeni se puso furiosa y estalló gritando que estaba harta de todo. Traté de calmarla, pero fue imposible, aún no sé qué la pasó,  se marchó dejándome allí tirado, me importo muy poco, Liz acudió al rescate y terminé con ella, jadeando y jugando con los dedos en mi vientre, estremecida de placer.

-LIZ: ¿Que ha pasado?

-YO: creo que me he quedado sin mi “zorra de las tardes”.

-LIZ: una lastima…- la ironía en su sonrisa era evidente.

-YO: pues sí, aunque teniéndote a ti, no me preocupa…- suspiré cansado -…lo mismo me viene bien, no tengo fuerzas.

-LIZ: eso dices, pero siempre vas a por otra…- me besó en el pecho, mordisqueándome un pezón con una sonrisa caliente.

-YO:  quizá pueda traerme por las tardes a la vecina de abajo, es muy mayor pero me encanta como grita cuando la follo por detrás.

-LIZ: ¿Y la hija del panadero? – me estaba ayudando a decidir, que espectáculo de mujer.

-YO: esa solo merece la pena cuando sale de trabajar por las mañanas, cuando  huele a pasteles y bollos.

Pasamos una media hora hablando de opciones, cuando mi móvil sonó, no era un mensaje ni ninguna llamada, el tono era diferente, lo cogí extrañado y al leer la pantalla esbocé una sonrisa, Liz me miró y quiso verlo. “CUMPLE LOLA MAÑANA.”.

Era la alarma que me puse cuando le cogí el DNI a la Benjamin del grupo de deporte, al día siguiente cumpliría los 18 años y ya podría ser mía. La sola idea de tenerla abierta de piernas por fin, después de la espera, me la puso dura, era un fruto prohibido que por fin probaría.Lola me tenia unas ganas locas, y ya sin Lucía para “educarla”, ya que cuando me la tiré se escondió del mundo,  estaba suelta como nunca.

Recuperando mis palabras (Lola era la menor del grupo de ejercicio,  que  en realidad se llamaba Casandra,  pero todas la llamaban lolita por su aspecto y su forma de ser, tanto que al final  se quedó en Lola. Era una muñequilla preciosa, rubia, pelo largísimo hasta la cintura, iba sin coleta, solo al correr se hacía un moño de forma graciosa, con una cinta de pelo y un bolígrafo. De ojos azules y un cuerpo diminuto pero repleto de curvas que se desarrollaban, senos bien formados, enseñando gran parte del ombligo, con un  piercing en él, y la espalda al aire, con los leggins bien bajos en la cintura y el culo prieto y firme que su edad le concedía. Si pasaba del 1,57 de alto era de milagro, con los pómulos llenos de pecas. Una cabra loca en su forma de comportarse y actuar, una de esas crías que son buena gente pero que parece que no tenían padres que la educaran, hablaba de forma barriobajera, mascaba chicle sin parar,  hacia cosas como meterse la mano en el culo para sacarse el hilo del tanga mientras decía abiertamente que la picaba el culo…poco refinada por así decirlo. Se comportaba como una adolescente rebelde, Lucía y las demás  la tenían tiesa como una vela, al ser la más joven todas hacían de madre, parecía que la estaban educando ellas con continuos rapapolvos,  habían conseguido que dejara de montar líos, ya que  a la mínima se ponía hecha una furia, y que mostrara respeto y algo de educación.)

Liz se percató de que ya había encontrado a mi objetivo, y se aprovechó para que la diera   por el culo durante una hora, pero en mi mente solo estaba el cuerpo de Lola. Sus curvas juveniles, y su actitud alocada me parecían apetecibles. Al terminar con Liz, la dije que se pusiera algo de ropa encima y me acompañara a un centro comercial, tenía que regalarla a Lola algo que la gustara por su cumpleaños, y nada como una mujer similar para decidir. Liz no lo era, obviamente, era  lista y de personalidad opuesta, pero conocía a las mujeres.

Al llegar a la zona d tiendas, la pedí que buscara a alguna dependienta “choni”, (Término acuñado para definir a esa parte de la juventud de barrio bajo y sin muchas luces, adoradores de la música electrónica, los coches tuneados, las drogas y las borracheras  en polígonos). Liz localizó a varias, dependientas de ropa y zapatos es dónde suelen encontrar trabajo esa tribu urbana. A ellas las pedí que escogieran la ropa que a ellas les gustaría que les regalaran, alguna, siendo buena vendedora, me quería colar  ropa  cara, pero Liz las frenaba los pies. Al final salí con un par de bolsas de ropa, unos zapatos y una caja de maquillaje completa. Todo lo que una choni desearía, minifaldas, tops ajustados, leggins ceñidos, pantalones deportivos, hasta me permití el lujo de comprarla sujetadores y tangas a juego, aunque eso era con trampa.

Estaba tan entusiasmado que no solté a Liz en toda la noche. Ayudó bastante que Eli volviera a estar de viaje, por la mañana no salimos de la piscina ni dejamos de follar, y  Liz parecía a punto de desmayarse cada vez. Quería estar bien desahogado para Lola, estaba convencido de que su cuerpecito de niña no me llenaría, era  el morbo lo que me llamaba y no  otra cosa.

A la hora de comer, Dani y Liz se esmeraron en complacerme, Dani con uno de sus platos deliciosos, y Liz comiéndome la polla por debajo de la mesa. Dani se quedaba mirando mientras sus muslos se frotaban, la veía en los ojos que Liz la ponía cachonda, la sumisión que mostraba conmigo la recordaría a Dani algo que la excitaba, no tardaría en caer en mi red. Hasta Dani me pidió que si podía llevar a su hijo a la piscina de casa, confesaba en mí tanto como para pedirlo,   y le dije que sí sin pestañear. Su hijo era una monada y muy gracioso, ya lo había llevado a casa un par de veces, en que no quería dejarlo en casa con su padre, sin trabajo y borracho. Delante de él nos comportamos como gente normal, y su marido se moría de celos al verme bromear con su esposa. Dani tenía un cuerpo de modelo pasando por una mala racha, no me lo creía, el tipo era un cuarentón con barriga cervecera, solo dios sabrá que hacía una preciosidad como Dani, con él, “Conseguir papeles” me dije, pero no era mi problema.

Dani sería otro día, descansé para llegar fresco y me vestí de forma normal, ni iría a hacer deporte. Cogí las bolsas con todos los regalos  y me dirigí al parque por la tarde. Al verme vestido normal las mujeres se desanimaron un poco, pero Lola llegó justo a tiempo, al verme la solté un abrazo.

-YO: ¡Felicidades preciosa!

-LOLA: joder tronco, muchas gracias, ¡Ya tengo los 18!  – noté sus incipientes pechos en mi vientre, iba como siempre, leggins bajos, tanga marcado, y sujetador deportivo enseñando el ombligo con el piercing, el pelo largo rubio cayéndole  a la altura de la cintura.

-YO: ya te veo, ya puedes votar y beber alcohol…

-LOLA: yo paso de votar, eso es de “carcas”, además yo ya bebo cubatas desde hace años, menudos pedos me cojo ... – “Viva el futuro del país” - … oye, ¿Que te pasa hoy?, ¿No corres con nosotras? - señaló mi vestimenta.

-YO: no, hoy estoy muy cansado, solo he venido a traerte esto - saqué las bolsas y se las di, su cara fue como la de la niña que era, en Navidad. Se lanzó a mi cuello a besarme la mejilla colgada  de mí, rodeándome con sus brazos, su cabeza apenas me llegaba al pecho.

Se olvidó del resto de mujeres, que echaron a correr detrás de Jeni, que me fusiló con la mirada. Se fueron  sin Lola, y nos sentamos en un banco a charlar y mostrarla lo que le había comprado.

Di en el clavo y le encantó todo, sonreía sin parar y se ponía en pie colocando las prendas encima del cuerpo para ver como la quedaban, incluso la ropa intima. Al ver los sujetadores torció un poco el gesto, sonreí al saber por qué.

-LOLA: joder, te agradezco mucho to´ esto, me mola  mazo, pero es que estos sujetadores son mu grandes…- los había comprado así a propósito.

-YO: ¿Si? Será que tengo mal ojo.

-LOLA: no pasa nah, si tienes los tickets puedo ir a descambiar  - rebuscaba en las bolsas, pero no los encontraría,  estaban en mi casa.

-YO: pues si no están ahí, estarán en mi casa.

-LOLA: ¿Y “ca´” hacemos?  ¿Me los traes mañana?

-YO: puff, no, por que se me olvidan seguro, si no vas a correr puedes pasarte ahora y los buscamos  – torneó los ojos.

-LOLA: jo primho,  eres la hostia - lo interpreté como un “Sí”, por que técnicamente,  no lo dijo.

Al ponerme en pie me abrazó colgándose de nuevo de mi cuello. Fuimos charlando el camino a mi casa, me dijo que al tener 18 años ya sus “viejos”  no podían decirla nada, y tenía pensado hacerse un tatuaje tribal encima del culo, el conejito de play boy en un lado de la cintura  y le piercing de la lengua, todo muy original (Entiéndase la ironía). A mí ese tipo de tonterías no me gustan, sobretodo lo de  la lengua, y se lo dije, pareció disgustada, pero le daba igual, su forma de hablar tan estrambótica no me despistaba de mis objetivos.

-LOLA: tienes el pelo mazo largo tú…- ¿Era una pregunta? Pero la realidad es que ya me tocaba cortármelo.

-YO: sí,  me lo tengo que cortar en breve.

-LOLA: mejor, estás más mono con el pelo corto, ¿Sabes? Voy a ser peluquera, me encanta to´  ese tema, de peinar y eso - me contenía la risa, su forma de hablar era tan limitada que me podía, pero me enseñó fotos suyas en el móvil de peinados  que se había hecho, o a sus amigas, y eran muy bonitos. Peluquera es otro oficio al que suelen acudir esta tribu urbana, y vi la oportunidad.

-YO: pues ya que eres tan buena, ¿Por qué no me lo cortas tú? - me miró ilusionada.

-LOLA: ¿Me dejarías?, No tengo titulo ni nah…

-YO: mientras no me cortes la cabeza – me riñó pegándome en el brazo con fuerza, para ella, a mí apenas me dolió.

-LOLA: pos claro que no, capullo, soy una profesional, en cuanto acabe el cole pienso meterme a hacer un curso de peluquera.

-YO: ¿Esteticista mejor?

-LOLA: bueno, eso… en cuanto me libre de mis viejos me meto a currar dónde la Yoli - supuse que sería una peluquera que conocía.

Llegamos a casa y el ritual de siempre, el edificio y el piso hablaron por mí, su cara y sus palabras soeces fueron igual que las de tantas otras, pero más atrevida. El “Ala… tronco,  que peazo choza” solo era una forma diferente de decir lo que todas las que habían entrado pensaban.

Busqué los tickets y se mostró tan amigable que la vi venir, la enseñé la casa menos la habitación de Liz, dónde sin duda estaría encerrada.

-YO: pues aquí los tienes – le di los tickets.

-LOLA: muchas gracias, que sepas que esto “ma´ llegao” a la patata  – se golpeó el pecho con el puño cerrado.

-YO: no pasa nada, pero me da cosa que haya metido la pata con las tallas, deberías  probártelo todo ahora para saber que te queda bien.

-LOLA: hostia…pues sí, ¿Ande me puedo cambiar? – la acompañé a la habitación de abajo, y la dejé sola. Corrí al piso de arriba y me mentí en la habitación con Liz, estaba con el PC ya preparado, con la cámara oculta de esa habitación puesta.

Me tumbé a su lado mirando como Lola primero revisaba la habitación, quedando asombrada. Luego se fue desnudando y no pude evitar una erección, “Que belleza de cuerpo” era lo que llaman una petite, joven, aún sin desarrollar del todo y con un tipín de escándalo, una bomba sexual que con 25 años podría hacer lo que quisiera con cualquier hombre. Tenía que mejorar el lenguaje corporal, y la posición del cuerpo, muy poco estilizada, pero extrañamente femenina.

Liz se dedicó a chupármela mientras yo no apartaba la vista de la pantalla, se ponía las prendas y se las quitaba, todo le quedaba de cine,   ceñido y ajustado, los sujetadores obviamente le quedaban grandes, naturalmente, aún estaba desarrollando los pechos, tendría una 85 con muy poca espalda,  y el compré una 95, fue una apuesta personal, algún día lo llenaría, estaba seguro. Así que Lola se probaba todo sin sostén, los llevaría de adorno por que sus senos estaban firmes y duros.

Cuando se probó los tangas y la vi el coño depilado casi me da algo, no sé si era Lola, o la lengua de Liz, pero me estaba poniendo malo. Descargué mi semen en su boca y se lo tragó como siempre, me serené un poco y me dejé solo un bañador con la polla medio tiesa notándose al moverme. Salí al salón y la esperé con cautela, al salir se quedó mirándome y se mordió el labio al ver mi torso desnudo.

-YO: ¿Que tal todo?

-LOLA: genial, me encanta, menos los sujetadores todo ta´ bien.

-YO: pues ya está, todo para ti, podemos ir a descambiarlos mañana, y así te traes las cosas para cortarme el pelo.

-LOLA: ¿Mañana?

-YO: claro, así te acompaño y te compro algo más que te guste  – sonrío lanzándose a mis brazos, era una cría aún, con unos cuantos regalos se abriría de piernas sin problemas.

-LOLA: eres un crack, que bien te portas conmigo.

-YO: solo quiero ser bueno como mi princesa – sonrió poniéndose colorada.

-LOLA: joder, es que nadie se porta así… ni mis padres.

-YO: te habrán preparado alguna fiesta o algo por tu cumpleaños, no hables así de ellos.

-LOLA: que va, son unos idiotas, me han regalao un móvil nuevo y nada más…– “Vaya con el nada más”, era mucho en mis tiempos - …y ni me han hecho fiesta ni nada, un puto pastel al comer y se creen que ya vale con eso.

-YO: pobre niña mía, eso no puede ser, ¿No lo celebras con amigas o el novio? - me había dado cuenta que no sabía si tenia pareja, y meterse en líos de faldas con chonis puede salirte mal.

-LOLA: sí, el finde he quedao, pero solo con amigas, no tengo novio ni nah….

-YO: no me mientas, eres demasiado bonita para que ninguno se fije en ti.

-LOLA: si no es eso, es que mi ex es… un mala pieza, y como le conocen todos mis colegas, pos no se atreven a entrarme.

YO: pues eso no queda así, ahora mismo te pones algo bonito y te saco a cenar - se iluminó su cara.

-LOLA: ¿En serio?

-YO: vamos, que no tengo todo el día - la di una palmada en el culo, para medir el nivel de confianza que teníamos, sonrío acariciándome el pecho con delicadeza. No me equivocaba, en la palmada sentí sus tersas nalgas moverse juveniles y juguetonas, mis manos eran casi como todo su trasero.

Se metió de nuevo en el cuarto, se duchó y salió vestida para romper corazones, con una falda ceñida hasta el muslo azul oscura, un top blanco ajustado con un escote increíble, y como le quedaban grandes los que la compré, y solo tenía el deportivo que era muy llamativo, iba sin sujetador, que no es que lo necesitara, marcando pezones. Los zapatos altos, sin llegar a ser exagerados, que la compre la obligaban a corregir su espalda y darla un aire mucho más a señorita que a niña. Con una pinza se puso parte del pelo de la cara junto en la nuca, con esa bobada, su cara despeja, y sus dos ojazos azules, la imprimía un aura atrapante.

Se giró sobre sí misma para mostrarse, y mi pantalón habló por mí, se ruborizó al notar moverse mi paquete. Me acerqué directo a besarla. Iba maquillada mucho, estrenando el estuche nuevo, mucho más de lo que necesitaba, era guapa y con unos potentes ojos azules que evitaban  que miraras a cualquier otro sitio, aún así tenia sus pómulos marcados con colorete y una sobra de ojos exagerada. Se lo dije, aunque no era nadie para decirla como ponerse, ya que  estaba para follármela allí mismo.

Me puse algo decente y salimos a cenar a un restaurante, no fuimos a ningún sitio caro, como me demostró, sus formas no eran nada cuidadas, pero si algo mejor que un restaurante de comida rápida a los que, sin duda, estaría acostumbrada. Cenamos entre risas, y luego dimos un largo paseo caminado por una calle tomando un helado. Los tíos no podían apartar la vista de ella, me reía cuando les gritaba alguna burrada defensiva, tipo “¡¿Tú que miras? Peazo subnormal”, verla algo tan pequeño y hermoso, ser tan fuerte y grotesco, era casi entrañable.

La llevé a su casa en mi coche de lujo heredado de Eleonor, al verlo mojó las bragas sobre el asiento de piel,  estoy convencido. Si hubiera querido, podría habérmela tirado esa noche,  y lo deseaba, pero la dejé con el calentón, impresionada, hasta el día siguiente. Tampoco era buena idea quedarme mucho tiempo con aquel coche en la zona en la que vivía.

Al regresar a casa Liz pagó mi calentura, creo que fue la primera vez que me la folle cinco veces seguidas. Por la mañana, al faltarme Eli, y Liz estar aún recuperándose de la noche, me fui a la panadería y me zumbé a la hija del panadero en el trastero, mientras su padre cuidaba de la tienda. Es una sensación extrañamente rara acariciar el cuerpo de una mujer lleno de harina, un tacto raro y excitante, ¿Que una mujer sepa a donuts es bueno o malo? A mi entender, muy bueno.

Por la tarde me pasé por  casa de Lola a  recogerla tal como quedamos, bajó con la bolsa de la ropa y una maleta con las cosas de peluquería. Me saludó con dos besos, con la cara menos maquillada que el día anterior, solo un pintalabios rosa chicle y un ahumado muy ligero en los párpados. Sin tapar sus pecas en el rostro, con medio quilo de polvos, estaba aún más bella que por la noche, el toque natural le favorecía, y al quedarme mirándola algo atontado, sonrió de forma coqueta. Eso solo me derritió las ganas de aguantarme, no era solo sexual, no es que me excitará, es que me gustaba, era preciosa hasta el punto de alejar mis ojos de su escote amplio en un top negro, o de sus muslos bajo la minifalda elástica rosa. En cuanto  abrió la boca estropeó el momento, era como ver un cuadro precioso de Velázquez, y que alguien lo rajara con un tenedor.

Acudimos al centro comercial, de la tienda dónde compré sus regalos,  Lola escogió otros sujetadores de su talla, y la invité a que cogiera algo más. Le costó seleccionar, por que casi todo lo que la gustaba ya se lo había regalado, y estaba en las bolsas, aún así escogió unas botas con tacones algo subidas de precio, pero su cara era de haberse enamorado de ellas, se aprovechó de mis intenciones.

-LOLA: por favor, por mi cumpleaños.

-YO: ya te di tu regalo ayer.

-LOLA: no me seas agarrao, solo esto - se inclinó, con rostro de corderito, sobre mi pecho.

-YO: te los compro si me haces un favor…- asintió riendo, me acerqué a su oído apartándola la espesa cortina rubia – …si me dejas entrar al probador contigo y  te lo pruebas todo a ver como te queda  - se puso roja como un tomate, abriendo la boca incrédula.

-LOLA: eres un cerdo - su tono no era para nada de desagrado.

Me cogió de la mano y me metió a empujones en el probador, cerró la cortina entre risas, y me senté en el  taburete. Me deleité con su contoneo, se desvestía con suavidad y se quedó en ropa interior, cubriéndose algo avergonzada, se desabrochó el sujetado viejo y se lo sacó tapándose con las manos los senos, se me puso como una piedra al oler su cuerpo jovial y ver de cerca su piel suave y tersa, sus senos ni se movieron al quitarse el sostén, y sus manos apenas cubrían sus pechos, aunque mi mano lo haría sin problemas.

Me pareció la mujer más bella y frágil de la historia, me controlé como pude mientras se iba poniendo y quitando algunos sujetadores. Al tercero ya le dio igual, y no se tapaba, sus pezones rosados estaban apuntando al techo, con una aureola delicada, se giraba un poco para no ser tan groseramente descarada, pero eso solo hizo que su culo en tanga me volviera loco, era la perfección. Claro está, que su fino y delicado cuerpo no tenía la exuberancia de Liz o Ana, pero con las nalgas bien colocadas, el culo redondo y la carne firme. No pude evitar estriar la mano y acariciarla una pierna con suavidad, me soltó un azote rápido en la mano.

-LOLA: quieto… aquí no. – lo interpreté como un “Allí sí”.

Se vistió con las botas de tacón recién compradas, una minifalda negra ceñida y un top de piel de leopardo ajustado por dentro de la falda, elástica y bien pegada a la piel, tanto como pasa saber que no llevaba sujetador. Salió así vestida conmigo comiéndomela con los ojos, pagué sin mirar el precio, y fuimos tonteando a mi casa.

Si yo no apartaba la vista de su cuerpo, ella menos de mi rabo tieso, tenía un calentón como hacía mucho que no sentía. Al subir a casa mis manos luchaban por acariciar su cintura, aunque ella se mostraba poco dispuesta, casi parecía tener pánico a que perdiera el control. Al entrar en casa dejó las bolsas y me pidió que subiera la maleta con sus cosas a dónde me fuera a cortar el pelo. La subí al baño de mi habitación,  el más grande, ella me siguió con problemas para subir los escalones con las botas.

-YO: bueno ¿Y que hago?

-LOLA: siéntate en esta silla…-  señaló una silla que usaba Eleonor para sentarse frente a un tocador del baño, y ni así Lola me llegaba a la altura de la cabeza - …pufff, anda siéntate en ese taburete más pequeño, que no llego  – cogí un taburete más bajo, que nunca supe que hacía en esa casa, y me senté en él. Lola  sonrío acariciándome el brazo, obedecí y se pegó a mi poniéndose entre mis piernas azuzando con los dedos mi cabello,  tan largo que no me gustaba. Ya os dije que se  me expandía a lo afro, sumando algo de  si fuera una anciana de pueblo.

-YO: ¿Te ves capaz? – mientras ella estudiaba concienzudamente mi pelo, yo hacía lo mismo con su cuerpo, a escasos centímetros de mi cara, sentado en el taburete era tan alto como ella, apenas me sacaría medio palmo, y tenía sus tetas rozando mi rostro, con sus cartucheras frotándose contra la parte interna de mis piernas.

-LOLA: tienes mu buen pelo, fuerte y espeso, aunque ta algo seco, sería mejor que te mojaras la cabeza para ayudarme.

-YO: me doy una ducha rápida, espera.

-LOLA: deja que me salga…- la corté poniéndome en pie y dejando mis abdominales en sus manos al quitarme la camiseta.

-YO: déjate de tonterías, ya me has dejado verte a ti desnuda, ahora te toca a ti… – sonreí con gracia –… ya somos adultos, ¿No? … -  asintió algo aturdida -… así vas preparando tus cosas en la maleta.

Lola estaba acariciando mi pecho grabando en su cabeza aquella imagen, mordiéndose el labio repetidamente. Se apartó un poco, mientras me quitaba los pantalones y mi polla medio erecta salió en su esplendor, ella se giró sacando unas tijeras, botes, maquinilla  y cremas, me miraba de reojo, asombrándose al vérmela.

La pillé comiéndome con los ojos mientras me metía en la ducha y se sonrojó girándose de golpe. Al salir de la bañera, desnudo y empapado, me senté en la silla  tal cual, al volverse se hizo la fuerte, mirándome el pelo, pero en cuanto se acercó su mirada fue a mi rabo, que seguía a media hasta. Volvió a meter sus dedos entre mis cabellos húmedos, sentir sus manos acariciándome de esa manera, y ver en primer plano  como su respiración se agitaba un poco en el pecho,  me sacaba una sonrisa larga. Habló con un tono más agudo del habitual, según Eli, eso significaba que se sentía atraída por mí, nada que no supiera ya.

-LOLA: pues así ta mucho mejor,  puedo usar una mascarilla que te suavice mucho el pelo, y luego…- miró mi rabo palpitando en su muslo cuando se acercó un poco -…y luego puedo cortarte un poco por aquí…- volvió a mirar mi rabo creciendo en el contorno de su pierna, como una serpiente enroscándose y subiendo por su muslo - …y si te peino hacia un lado…- se mordió el labio cuando, una vez que la tenía totalmente hinchada,  veía mi falo apoyado a lo largo de su pernera, desde algo por encima de sus rodillas hasta su cintura, ¡Me media lo mismo que su fémur! Era una visión que hasta a mí, me pareció obscena.

-YO: como tú veas,  estoy en tus manos – me reía por que Lola no había dicho nada de que estuviera desnudo y empapado de agua ante ella.

-LOLA: quizá si…- pasó una pierna por encima de la mía, metiendo mi pierna izquierda entre las suyas, con mi rabo apuntando directamente a su coño, metiéndose por debajo de la minifalda,  sentí rozar su tanga con el glande -…por aquí lo echo hacia atrás… - fingía seguir atenta a mi cabello, cuando frotaba levemente sus muslos apretando mi polla en ellos, la sujeté de la cintura pegándola la pelvis a mi pecho.

-YO: ¿Y si dejamos mi pelo por ahora? - hundí mi cara en su senos, ella cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás aferrándose a mi cabeza, apretándome contra ella.

Mis manos repasaron su cintura hasta sus senos por encima de la ropa, apretándolos al llegar a ellos, mientras besaba la parte descubierta del escote y su cuello. Sabía a manzana, y su piel se erizaba al sentir mis dedos, los pezones se pusieron tan duros que sobresalían en la piel de leopardo del top, por dónde pasaba mis dedos.

Al alzar la vista sus ojos azules me invadieron el alma, tenía los iris totalmente expandidos de la luz y,  salvo Marina, no había visto unos ojos tan azules. Me agarró el rostro con sus diminutas manos y me besó de forma inocente y cariñosa, cuando la cogí del culo y la amasé las nalgas sonrió con dulzura. Volvió a besarme, ahora  con  fuerza tirando del pelo de mi nuca, con mi cara encendida, que  era 1/3 más grande que la suya, y mi lengua la llenó la boca  casi ahogándola, pero se manejaba bien. Sus labios sabían a fresa del pintalabios, y chupó mi lengua como si fuera un micro pene, separándose un poco y jugando con sus dedos en mis labios, se los lamía con ternura sin apartar mi mirada de sus increíbles ojos, eran 2 ventanas a un cielo despejado.

Bajó su cintura notando, ahora sí, como presionaba  su tanga húmedo en  mi glande, y se sentó en mi pierna, con mi polla erecta que la levantaba la minifalda ceñida. Bajó una mano para agarrármela del tronco, y haciendo fuerza, sacarla de allí. Al tenerla a la vista y cogida con una mano, casi le da algo, “!Oh dios mío!”, exclamó. Apenas rodeaba con sus dedos el ancho de mi verga, un escalofrío  me erizó la piel al pensar en penetrar su cuerpecito de niña con aquel monstruo, supongo que a ella le pasó lo mismo. Tuve que dar un golpe con la pierna en el suelo para sacarla de su estado de inopia, reaccionó agarrándola con la otra mano, le pasaba exactamente lo mismo, pero comenzó una masturbación lenta y placentera.

La cogí de la nuca para besarla con desenfreno, apenas podía con mi lengua en su boca, y mis manos la acariciaban su cuerpo con fuerza, sus senos, su culo o el contorno de sus piernas entre las mías. La imagen era abrumadora, para hacerlos una idea, aunque seguro que exagero, era como ver a una adulta tratando de subir por una  farola, fue como volver a tener a Iziar encima, pero mucho más guapa y atractiva, no tenia sus tremendas tetas pero sí un cuerpo morboso. Odio a los abusadores infantiles, que quedé claro, pero si alguna vez estuve cerca de comprender su fascinación por las menores, fue ese momento.

Los besos subieron los grados, y sus manos bajaban y subían con un esfuerzo elevado, a ojo, puedo decir que mi rabo mediría cuatro de sus manos. Estaba fascinado, se elevó “desmontando” mi pierna, para luego arrodillarse entre mis muslos,  si estaba poco cachondo ya, ver mi enorme rabo al lado de su bello y pequeño rostro, casi me hace correrme, mi polla era más larga  que su cara. Hizo vibrar sus labios soltando aire al tenerla tan cerca de la cara, sin dejar de masturbar con ambas manos, sonrió incrédula.

-LOLA: ¡¿Pero qué burrada es esta?!

-YO: es una buena polla ¿Verdad?

-LOLA: ¡Es la polla más grande que he visto nunca! - como las actrices porno, puso su codo en la base del tronco y pegó su brazo a lo largo de él, pasaba de largo su muñeca, su cara era de impresión absoluta.

-YO: joder, pareces una enana a su lado - sonrió medio ofendida, para a continuación lamer el glande con suavidad, mostró dotes de experta con la lengua, y se pasó todo el pelo largo por encima de un hombro, de forma sensual.

Daba pequeños lametones y trataba de meterse el glande en la boca, pero apenas le entraba, bajaba a lamer el tronco y volvía a intentarlo. A la tercera  o cuarta vez, logró meterse el capullo chupándolo como una bola de helado enorme, no le pasaba de allí, mi polla tras el glande se ensanchaba un poco,  y  no hacía falta que forzara, sus manos hábiles y su lengua estaban haciéndolo bien, podría ser mejor, claro,  pero el morbo era descomunal, como la diferencia entre mi rabo y sus manos. Casi la oía crujirle la mandíbula cuando se la metía en la boca, no lo hacía mucho, debería de dolerle.

Se levantó ante mí, y la levanté el top, besándola en el vientre, se dio la vuelta dejándome su culo ofrecido inclinándose, un trasero  que mordí. Le bajé la cremallera y ella se agachó bajándosela sin doblar las rodillas, un par de nalgas, que ya me encantaban, aparecieron separadas por un tanga rojo fuego. Le saqué el top y me puse en pie detrás de ella, mi rabo la golpeaba en la espalda mientras mis manos abarcaban sus senos, y  la besaba en el cuello. Lola temblaba al rozarla detrás de la oreja, aparte de todo el morbo, resulta que tenía punto débil, y lo había encontrado.

Un fuerte olor a hembra necesitada de sexo llenó el baño, fui bajando mis manos hasta su cintura metiendo los dedos por debajo del tanga y tirando de él hasta sacárselo por los pies. Me senté con su cuerpo echado hacía delante, metiendo mi lengua entre sus nalgas, dándola ligeros azotes que la hacían suspirar. La cogí de la cintura, y solo con los brazos la elevé por el aire hasta meter mi boca en su coño, pesaba tan poco que aguanté un minuto chupándola los labios mayores mojados por su excitación, si pasaba de los 50 kilos sería por poco.

Al dejarla de nuevo en el suelo, se dio la vuelta llena de lujuria, resonando las botas en el suelo, lamió o  besó mi vientre musculoso, y mis pectorales trabajados, antes de romper en un beso erótico en los labios. Se abrió  de piernas  lo más que pudo pasándolas por encima de las mías, y apuntó mi rabo a su coño.

-YO: espera, aún no - asintió con cara de desearlo, y temerlo.

Mojé  mis dedos con la cantad de fluidos que salían de ella y metí un dedo masturbando con cuidado, gimió de placer, y como sospechaba lo tenía algo cerrado, no era virgen, pero no había follado tanto como se podía esperar, ni tenía grandes caderas,  si intentaba forzarla de primeras con mi rabo, la podría hacer daño o asustarla, y no iba a permitir que mi nuevo juguete se me escapara.

Fui acariciando con suavidad y haciendo sitio en ella, metiendo de forma escalonada un dedo tras otro, para mí sorpresa, aunque más bien era un deseo, su coño se abrió bastante, y ya con los dedos no podía hacer otra. La hice chupar mis falanges impregnadas de su pasión, los lamió demostrando que, si no era descomunal, sabía qué hacer con un objeto cilíndrico en la boca.

La abrí de piernas lo  que pude, y sentada sobre mí a horcajadas, cara a cara, apunté a su coño y apreté suavemente. Su rostro al sentir como mi glande pedía paso fue de desesperación agónica, jamás se me olvidará, había hecho bien en trabajarla antes, y entró con algo de presión. A partir de ahí, pasé 15 minutos apretando para que fuera entrando dentro de ella, muy despacio y sin moverme demasiado. Cuando su rostro se compungía, la hacía subir un poco y seguía bajando, sentía como su cadera se expandía y sus paredes interiores palpitaban al dejar sitio para el invasor, la tenía agarrada de las caderas, y por momentos la “enroscaba” en mi falo para hacerla bajar.

Mientras,  en leves descansos, me comía sus pechos de forma estudiada, aquello la producía placer pero estaba concentrada en no desfallecer por la presión que sentía entre las piernas, aferrándose a mi nuca y moviéndose nerviosa y angustiada. Sentí su melena rozar mis muslos por detrás, Lola alzó la mirada clavándome sus ojazos de forma que no pude prestar atención a nada más que su bonita cara, de tal forma que, de forma imposible, la penetré entera sin sentir la pared de su útero.

Me corrí nada más moverme, la presión y la sensación fue tan placentera que no pude evitarlo, ¿Como era posible que le entrara toda a aquella muñequilla, cuando a mujeres más corpulentas no les habían entrado? Me daba igual, estaba pasando, y aunque físicamente debería de estar rozándole el diafragma, la tenía totalmente empalada rozando pelvis con pelvis. Lola estaba entregada, le dio igual que me corriera y ni me oyó cuando le dije que no se preocupara al tener la vasectomía hecha, jadeaba aún sacudiendo una mano de la oleada de sensaciones.

Mi polla apenas se puso flácida dentro de ella y se mantuvo  dura sin roce alguno,  me levanté y la senté en un mueble que hacía de encimera. La sujeté de la cintura y comencé  un vaivén lento y largo, su rostro se fue relajando de una tensión que la hacía rechinar los dientes, y para cuando abrió la boca gimiendo de sentirse completa, la estaba follando a buen ritmo. Era suficiente para tenerme loco, Lola era una diosa de bolsillo, hasta movía sus caderas hacia mí cuando la penetraba, presentando algo de batalla, pero a los pocos minutos comenzó a correrse sin parar. Uno tras otro los orgasmos la hacían temblar, y mis embestidas se hacían  fáciles…no, fáciles no, menos complicadas.

Noté como algo cedía, y su pelvis se ensanchó aún más, una especie de clic en su cadera. Sentí tentación de sacar a la bestia, pero no era necesario por ahora, Lola estaba gritando loca de lujuria, y pidiendo a voces que me corriera y la llenara de semen, hizo un montón de exclamaciones fuera de lugar, y de mal gusto, algunas ni las entendí, estaba centrado en ver como era posible aquello, tanto que no me di cuenta de que estaba bufando como un toro, desde hacía rato. La sacaba entera y la metía de golpe cada vez, con un gesto de defensa corporal en ella,  estaba entrando toda en la mujer más menuda que me había tirado nunca, la sujetaba del vientre y mi mano la cubría desde la cintura hasta los senos, casi palpaba mi polla dentro de ella a través de la piel.

Rememoré la sensación con Raquel en el hospital, la primera vez que fui consciente del tamaño de mi verga, al compararla con el cuerpo de ella, y no el mío, o el de mis amantes. Fue una sensación extraña, me encantó disfrutar hasta sacarla de su cuerpo en uno de sus orgasmos, al hacerlo, todo su cuerpo se destentó. Quise  eyacular sobre su vientre, buen,  eso pretendía, pero mi polla era tan grande que salpiqué desde los senos hasta la cara, que  lejos de asquearse,  cogió mi semen con los dedos y lo chupó desinhibida de toda razón.

-LOLA: ¡DIOS!…- solo lo repetía una vez tras otra - …¡Que animal, que polla, que todo!…- se tocaba el coño como si fuera lava, y al rozarlo le ardiera.

-YO: no ha estado nada mal para ser la primera vez - vi algo de sangre en mi glande, supongo que no tendría el himen totalmente roto, o que se había regenerado, había leído que eso pasaba.

-LOLA: por favor…no más…no me puedo mover…- sentí algo de lastima por ella, tenía una tiritera que la recorría todo el cuerpo.

Llamé a Liz, por que Lola apenas me dejaba tocarla, al verla, por alguna razón, Lola se sintió aliviada pese a que Liz iba desnuda, salvo por una minifalda con vuelo. Liz sonrió, y la ayudó a bajar y darse una ducha caliente que la devolvió a la vida, la quitó loa botas antes del baño, y me di cuenta que sin ellas, Lola pesaba incluso menos.

Por razones obvias, esperé fuera, y salieron ambas, pasada una hora. Lola desnuda y Liz con la falda empapada pegada a sus piernas  Liz la cogía de la mano y la trataba como a un bebé, diciéndola que se sentara y estuviera tranquila.

-YO: ¿Estás bien? – hablaba a Lola.

-LIZ: no habla, o al menos por ahora.

-YO: joder, ¡No me digas que me he pasado! - temía haberla perdido.

-LIZ: mírala a los ojos …- lo hice, y disfruté de una mirada llena de  deseo -… está locamente enamorada, ya te lo digo yo.

-YO: pobre niña  - la acaricié el rostro, le tembló la cara hasta sentir mi mano, pero al rodearla la mejilla,  cerró los ojos y se recostó en la palma de forma alegre.

-LIZ: déjala tranquila un rato… para que se recupere.

Así lo hicimos, charlando suavemente, mientras que Lola volvía en sí, hasta que de forma natural volvió a hablar. Se mostró aturdida, pero encantada. La conversación en sí, no tiene interés, lo importante era ver como Liz la iba ganando poco a poco, fue como verme a mí en tercera persona. La dejó claro las bases de su relación conmigo, nada serio, solo sexo y sin celos, ella la enseñaría a follar conmigo y a disfrutar.

Lola iba asintiendo mientras Liz la metía mano, cuando terminó la explicación Liz la estaba masturbando con una mano mientras le comía los pechos. Lola solo gemía mirándome desesperada por que la follara. “Liz es un tesoro”, dicté. Me había hecho todo el trabajo y solo tenía que disfrutar de ellas. Al verlas así, me lancé a por ellas como un animal, penetré a Lola según estaba, boca arriba con las piernas abiertas, esa vez entró del tirón y sentí cómo gritó hacia adentro, no tenía energías para hacerlo hacia fuera. Me rodeó a duras penas con sus piernas cortas y la follé aumentando el ritmo,  sacándola  tantos orgasmos que se desmayó, fue glorioso ver sus ojos azules perdiéndose en el más allá, susurrándome que no parara.

Liz rompió a reír cuando lo vio, y se puso a 4 patas para que continuara con su ano hasta reventar en una cantidad de semen no posible para  el número de veces que había practicado sexo.

Bajamos a cenar hasta que Lola volvió en sí, la ayudé a vestirse y la llevé a casa, entre caricias tenues.

-YO: me gustaría que cada día pasaras por casa tras ir a correr - asintió con una amplia sonrisa.

-LOLA: allí estaré, y gracias por el regalo - al decirlo en singular, se refería a otra cosa que la ropa que llevaba en la mano.

-YO: de nada, el regalo eres tú, que sepas que me has puesto lo más caliente que recordaba - la acaricié la pierna con suavidad.

-LOLA: gracias…- se sonrojó-…espero que mejore pronto, y puedas follarme mejor - la cogí la mano y se la besé con caballerosidad.

-YO: lo harás - se incorporó para que la besara una última vez con lengua, antes de que se bajara del coche. No me resistí a azotarla el culo cuando su minifalda se le subió al salir, si tuviera que jurarlo, diría que ahora tenía mejor culo todavía, más ancho. Se giró arqueando la espalda regalándome la visión de su escote.

-LOLA: me he dejado las cosas de peluquería  en tu casa, a ver si mañana podemos hacer algo con tu pelo - sonreí al recordar que entre tanto, no me lo había cortado.

Cerró la puerta y plantó un beso dulce en la ventanilla, dejando sus labios marcados de gloss. Lo llevé con orgullo unos cuanto días. Al volver a casa le di a Liz mi más “profundo” agradecimiento, me había conseguido a la joya de la corona, me importó aún menos perder a Jeni, ahora tenía algo mejor, una diminuta obra de arte, con pulirla un poco los modales sería perfecta, y a fe que lo hicimos con el paso de los días.

(9,80)