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MI DON (46)

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Pamela – Caza mayor.

Después de dos semanas desde aquel fin de semana con Cameron en la convención, ya estaba planeando mi nueva presa. La relación con Cameron era idéntica a antes de que ocurriera todo, como si ese fin de semana nunca hubiera pasado, algo que su novio seguramente agradecería, pero a mí, no me bastaba. Eso no evitaba que aún rememorara aquellos disfraces y el sexo, pero eso ya era cuestión del pasado.

En mi futuro me encontraba de nuevo con el mismo problema, ¿A por qué mujer iba? Pamela, Kate y Alexis eran las candidatas, pero mi jefa Alexis era el final del camino, no mostraba interés más que por las ventas,  estaba a un nivel inalcanzable aún, y encima, con Kate bajo las faldas. La había adoptado, por no decir otra cosa, y era una versión más joven y voluptuosa, añadiéndole un rostro frío como el hielo y unos ojos verdes totalmente inexpresivos. Por lo tanto, solo me quedaba Pamela como opción, parecía una presa más sencilla, pero solo lo parecía.

Pamela era una MILF de primer nivel, rondaría los 50 años, pero a golpe de operaciones, gim  y cremas, tenía el aspecto de una de 30 años, solo si te acercabas mucho, y te fijabas bien, notabas la firmeza endeble de la piel, rubia de bote para disimular las canas, con peinados elaborados en una larga melena que caía por su espalda y se contoneaba, junto al movimiento estudiado de sus caderas,  con ojos oscuros como dos aceitunas negras, y un cuerpo agradable a la vista. Siempre vestida con trajes o conjuntos de dos piezas ajustados, con faldas que llegaban a sus rodillas y generosos escotes dejando ver sus senos operados, perfectamente colocados de forma imposible para una mujer de su edad. Por si fuera poco, su aspecto  o su forma de moverse y hablar, eran tan trabajadas y elegantes que parecían naturales, la forma de cruzarse de piernas, de encorvar la espalda sacando pecho, de caminar con los tacones o de mover las manos te atraían la mirada. Acompañada de una voz aterciopelada y agradable. Sin duda, el ricachón que se hartó de ella por una más joven, tuvo la tentación de hacerlo mucho antes, pero ella se había ganado con sus artes al menos unos 10 años más. De carácter era afable y muy agradable, en ese punto en que las mujeres dejan de hablar y son escuchadas, que  tienen replica sagaz para cualquier comentario.

Hugh, el compañero de oficina de una edad similar a la suya, se la había estado trabajando durante meses, pero ella no cedía, jugaba con él más bien, pese a toda la serenidad y el respeto que imponía, era una marioneta  cuando ella quería, y los roces  terminaban cuando ella decidía. Le tenía de chofer, pagándole comidas y cenas, me preguntaba como un tipo como él no se daba cuenta de que le estaban usando, y yo sí.

Eso me hacía pensarme mucho como atacar a una mujer así, ya que compartíamos poco tiempo, ella era de la mejores en venta telefónica y yo no, por lo tanto, no hablábamos demasiado. Por suerte, o por lógica, Luis, le jefe de todos, me puso varios días en venta telefónica para ver si mejoraba un poco, ni se me daba bien ni me interesaba mejorar, lo mío era la calle, y más las mixtas junto a Penélope. Aún así, iba preguntando a los que sólo llamaban, fingiendo interesarme.

Por fin, Hugh se fue un día a ventas a la calle, y me pude sentar al  lado de Pamela. Podría haberla abordado mucho antes,  pero  una hembra así me vería a la legua, como le pasó a Hugh. Le hacía preguntas a Pamela todo el tiempo, bromeando y siguiendo sus consejos, y pasadas unas horas ya charlábamos sin más.

-YO: eres increíble, les vendes lo que sea…- la dije, tras colgar una de sus ventas.

-PAMELA: muchas gracias, cielo – se lo decía a todos, así nos tenía embobados.

-YO: yo es que no puedo, esta mierda se me da fatal.

-PAMELA: no es cierto, vendes muy bien.

-YO: a la cara, pero por teléfono soy un inútil.

-PAMELA: si  piensas eso, nunca vas a cambiarlo, cielo, tienes que pensar que tienes a la persona delante.

-YO: ya, pero no la veo la cara, sus gestos, no sé si voy bien o voy mal – todo cierto, tenía claro que cuanto más verdad dijera, menos sospecharía ella.

-PAMELA: pero oyes su voz, la tonalidad, los sonidos, los silencios…es diferente, pero se trata de lo mismo.

-YO: pues no atino, no tengo tu dulce y acaramelada voz – al sonreírla, me lo devolvió de forma estudiada.

-PAMELA:  no es solo la voz, tienes que guiarlos, saber que quieren, o que desean, y ofrecérselo – sin duda era lo que había hecho durante toda su vida, no era raro que se le diera bien.

-YO: pues yo, si no los tengo delante, no sé leerlo, y Luis se enfada conmigo, no quiero que me eche…- un poco de lastima siempre ayuda. Pamela posó su mano por mi hombro.

-PAMELA: no seas tonto, no te van a echar, cielo, eres bueno, quizá solo te pongan a vender en la calle o en las mixtas, hay muchos que ni pasan por teléfonos.

-YO: quien sabe, no quiero jugármela, tengo que mejorar, como sea…- la acaricié la mano en mi hombro, sonriéndola de forma falsa.

-PAMELA: pues para eso estás aquí, no te preocupes, yo te ayudo – bueno, ya tenía predisposición a ayudarme, algo es algo.

-YO: no, muchas gracias, pero estás trabajando, y no tienes que perder tiempo conmigo.

-PAMELA: no es problema…- la corté.

-YO: si lo es, mientras me llevas de la manita no llamas y no vendes, no voy a  permitir eso – tono brusco, lo justo para hacerla pensar otra solución.

-PAMELA: pero entonces no mejorarás, hazme caso, cielo, yo te puedo ayudar – sus ojos eran sinceros, clavé los míos  en ellos, dejando unos segundos como si me lo pensara.

-YO: está bien, pero no aquí, en el trabajo no, no voy a perjudicarte – ya se había ofrecido a ayudarme, y si no era en el trabajo, o retiraba su ofrecimiento o tenía que aceptar hacerlo en otro sitio.

-PAMELA: como quieras, no sé…tú tenias coche ¿No? – me costó no reírme, Hugh ese día no estaba, “Necesita chofer”.

-YO: Sí, ¿Por qué? – sus ojos brillaron en una sonrisa muy leve.

-PAMELA: verás, Hugh me suele acompañar a casa…– “te lleva, mejor dicho”, pensaba mientras su mano acariciaba mi espalda abandonando mi hombro, y se apartó el pelo de la cara con un amplio gesto elegante con la cabeza – …pero hoy no está,  si quieres,  puedes acompañarme y así hablamos…- ningún hombre hetero se negaría ante su ofrecimiento. Sin querer, ella se pensaba que me estaba manipulando para tenerme de chofer, yo sólo tenía que manejarme desde allí.

-YO: claro, no…no me importaría en absoluto…- agaché la cabeza sin mirarla directamente, con un tono de lelo para fingir ruborizarme. Pamela rió, repasando con su mano mi brazo y seguir bajando hasta mi mano.

-PAMELA: claro que sí, verás como en nada vendes muy bien por teléfono…- una amplia sonrisa terminó con su mano en mi pierna, y una ligera sacudida, parecía una madre animando a su hijo. Pamela volvió a su trabajo, con una postura señorial y erótica, sabía que aún la miraba.

El trabajo continuaba, pero yo estaba más pendiente de cómo camelarme a esa mujer, por ahora pensaba que me tenía en su mano, era mejor eso a que pensara que iba a por ella sin más, que fuera ella quien me sedujera a mí. No sabía si los rumores de mis andanzas sexuales le habían llegado, es difícil saber si partes como ligón de la oficina o como un adolescente inocente, eso sería crucial.

Como no había turnos propiamente dichos, trabajamos hasta cuando ella quiso, yo hice una mísera venta en unas 7 horas, y ella doce, cosas baratas, seguros de carnet o cosas de ese estilo, pero muchas más que yo. A la hora de comer, se puso en pie y me indicó que ella se iba ya, recogí presto a acompañarla, pareciendo nervioso. Se puso un abrigo largo cubriendo su estilizado cuerpo, con un vestido rojo ceñido a su piel, como siempre, amplio escote y que le llegaba hasta las rodillas con unos zapatos a juego con tacones. La acompañé como un caballero abriéndola la puerta de la oficina, y metió su brazo entre los míos, para apoyarse al caminar, lo hacía de forma grácil y con clase. Supongo que la imagen sería la de un hijo acompañando a su madre, aunque le sacaba una cabeza, aún con los tacones puestos, y conmigo vestido de vaqueros apretados, camiseta y chupa, no encajaba con la imagen señorial y distinguida de ella.

Se subió al coche con más  glamour del que merecía mi carruaje, cruzándose de piernas de forma elegante, y mostrando parte de sus mulos al abrirse el abrigo, tan ligeramente sensual que parecía no ser estudiado, lo parecía. Comenzamos a charlar, lo primero agradecerle su esfuerzo, y luego sobre trabajo, sólo de trabajo. Me hacía el tonto preguntando obviedades de forma errónea, para que me corrigiera, alargando la charla todo lo posible. Me iba indicando hacia dónde ir, y terminamos a las afueras de Madrid, en una zona residencial con chalets. Al preguntar por ese lujo de casa con un sueldo algo escaso,  me dijo que en el divorcio de su ex se quedó con una de las casas. Llegamos a su domicilio, y a modo de agradecimiento  me posó sus manos en mi brazo, con gesto maternal.

-YO: ¿Hemos llegado?

-PAMELA: sí, es aquí, muchas gracias por acercarme…- se quitó el cinturón de forma sexy, no sabía que se podía hacer,  pero sí, ella lograba que cualquier gesto, por mundano que pareciera, fuera sensual.

-YO: a ti por los consejos, pero me veo igual…

-PAMELA: eso es por que no te centras en la voz.

-YO: ya, pero no puedo practicar si no llamo, y cuando llamo,  me quedo en blanco.

-PAMELA: pues practica conmigo – se cruzó de brazos, dándome pie.

-YO: no, no serviría, te tengo delante y te veo, eso sé hacerlo, lo que necesito es vender sin mirar – estaba hilando muy fino para que me invitara a su casa, y no pareciera que lo provocaba yo.

-PAMELA: pues cierra lo ojos

-YO: no, miraría.

-PAMELA: ¿No eres capaz de cerrar lo ojos?

-YO: no, no ante una belleza como tú… – el silencio,  y su mirada confusa, me hicieron sentir especialmente orgulloso de mi jugada maestra. Obviamente, decir eso implicaba que iba detrás de ella, justo lo que no quería que pensara, pero a su vez, era una evasiva socarrona y juvenil  del problema de las llamadas. Dependería de su reacción saber cómo me veía, si era el ligón de la oficina, optaría por la primera opción, pero si me veía como un cachorro asustado, sería la segunda.

-PAMELA: no hagas el tonto, esos juegos te servirán con las niñas jóvenes, pero yo estoy escarmentada…si no quieres, o te sientes incómodo con que te ayude,  dímelo, pero no busques excusas si te avergüenzas – analicé la respuesta, sabía de mis escarceos con el resto de chicas, pero ella se creía por encima, y lo más importante, creía que yo tenía que pensar igual, por lo tanto, asoció que mi negativa era por que su ayuda me hacía sentirme mal, ergo me veía como un cazador  ve a un león,  los dos acechaban, pero ella  me superaba.

-YO: lo siento, es que este tema me esta machacando, no sé cómo mejorar, y si no lo hago, temo por mi puesto…- mostrar debilidad ante ella era mi mejor baza.

-PAMELA: Alexis dice maravillas de ti, a tus espaldas  para que no te relajes, claro,  y Encarnación está contenta…

-YO: pero Luis es el jefe, y lleva los teléfonos – suspiraba agitado y angustiado, falsamente.

-PAMELA: no te pongas así…– plantó sus manos en mi  espalda, acariciando con suavidad –… no es el fin del mundo.

-YO: para mí sí, ¿Vale? – sollozaba un poco, pegando demasiado fuerte al volante para sobresaltarla.

-PAMELA: está bien, cielo, cálmate, te entiendo, yo también lo estoy pasando mal, pero no te enfades – me serené un poco.

-YO: tienes razón, anda…sal…y descansa yo…yo me voy a casa y…y no sé…- hacía que el cuerpo me temblara.

-PAMELA: no, tú no te puedes ir así, estás de los nervios…nada, pasa a casa y te tranquilizas un poco, ¿De acuerdo? – la miré, con una falsa lagrima cayendo por mi mejilla, pensando lo buen actor que tenía que ser.

-YO: no, no quiero molestarte más…- se inclinó para acariciarme el pelo con cariño.

-PAMELA: no pasa nada, así me haces compañía un rato, cielo, me aburro en esa casa tan sola, pasa y tomamos algo caliente para templar los nervios…- me sentía pletórico, pero tenía que disimular.

-YO: yo no…si tú quieres…pero no quiero…- me cogió la cara con una mano, alzándola con ternura.

-PAMELA: ya te he dicho que no pasa nada, mi pequeñín, anda entremos.

Ese “mi pequeñín” era lo que buscaba, que me viera como un alma descarriada que necesita de sus cuidados. Al bajar del coche, me abrazó como haría una madre, y entramos juntos en su casa, con ella acariciándome como a un perro traído de la perrera.

Mis ojos avistaron una cámara en la calle, apuntando a la entrada de un chalet adosado al que nos dirigíamos. Entramos en su salón, y me sentó en el sofá principal, ofreciendo  traer algo para beber. Trajo una tila para mis falsas manos nerviosas, y charlamos un rato, trataba de distraerme, y yo la seguía el rollo. La taza tintineaba en mi mano, y eso me dio una idea, dolorosa, pero podía funcionar. Al beber la tila caliente, di un sorbo largo, abrasándome los labios teniendo una excusa para   dejar caer unas gotas hirviendo en mi camiseta, el calor penetró hasta mi pecho y dejé la taza en una mesa entre maldiciones.

-YO: ¡¡Dios, joder, que torpe!! - me separaba la camiseta del pecho por que de verdad dolía.

-PAMELA: ainssss, si es que estás muy tenso, Cielo, ¿Mira como te has puesto?

-YO: soy un manazas…- siseaba de dolor, ella dejó su taza también.

-PAMELA: ¿Estás bien?

-YO: puf, no sé, quema…- se puso en pie correteando con los tacones resonando en toda a casa, y regresó con un paño húmedo.

-PAMELA: a ver, deja que mire…- se sentó, arrodillada, a mi lado.

-YO: no, déjalo, si casi no me duele…- mi cara, real, era de que sí dolía.

-PAMELA: ¡¡¿Quieres estarte quieto y dejar que eche un vistazo?!! – la dejé tirar del cuello de la  camiseta por mi pecho, y al ver la piel enrojecida sopló.

-YO: ¿Que tal está?

-PAMELA: ufff, está muy rojo, prepárate…– pasó el paño  con delicadeza por la zona, sentí como mil agujas clavándose en mi piel, y se me tensaron los músculos haciendo incómoda la postura, ella lo notó, cogió mi brazo y me hizo rodearla con él para tener mejor posición y pasar el paño con cuidado entre mis quejidos.

-YO: joder con la tila…- di un golpe en un cojín cuando dejó el paño apretado contra mi pecho con su mano.

-PAMELA: como te pones, son solo unos rasguños…

-YO: no es eso…es que el día que llevo es horrible, no vendo, te hago perder el tiempo y ahora estoy aquí, contigo nada menos,  haciendo el ridículo…

-PAMELA: ¿Y qué pasa conmigo? – puso su puño cerrado en su sien, apoyando la cabeza, intrigada a medias, lo sabía pero quería oírlo.

-YO: pues eso, tú…tan…guapa…y eso…- sonrió complacida, pero era orgullo lo que veía.

-PAMELA: muchas gracias, ¿No sabía que te parecía atractiva? – mentía, ella pensaba que lo era, y mucho, pero oírlo de un joven como yo, suele gustar más.

-YO: ¿Estás loca? Eres la tía más buena de la oficina…- mentí, pero ya se lo creía sin que yo lo dijera.

-PAMELA: no seas grosero…pero me halagas, pensaba que con todas esa jovencitas no te habrías fijado en mí.

-YO: esas son solo crías tontas, niñas…me divierto, pero con una mujer como usted…puf…no sabría ni que hacer – era justo lo que quería oír.

-PAMELA: bueno, según dicen…sí que sabes tratar a una dama, y por favor, no me llames de usted…- movió un poco el paño, pasándolo por debajo de la zona afectada de mi pecho.

-YO: ¿Eso dicen?

-PAMELA: más de una, y no solo eso…también comentan otras cosas…- “Empieza a jugar conmigo”, tenía que cortarla.

-YO: ya, sobre mi polla, seguro…- tosió sorprendida.

-PAMELA:  bueno…sí...según dicen…

-YO: son unas bocazas, pero así se sienten mejor.

-PAMELA: ¿Por qué?

-YO: por que si comparten  y exageran las cosas, se sienten menos avergonzadas, a la mitad no las pude ni penetrar del todo…- volvió a toser entre risas.

-PAMELA: ¡¡Niño!! Porbrecillas…

-YO: pobrecillo yo, a ver que hago con todo el tema tieso y una chica llorando por que le duele de lo grande que es…- los ojos de Pamela se abrían como dos huevos duros, totalmente sorprendida de la rudeza que desprendía -… así que ellas lo comparten, hablan y exageran, y así llevan mejor el tema,  supongo.

-PAMELA: pero es que depende de…cómo la tengas…puedes hacer daño a una mujer…

-YO: a una mujer de verdad, como tú, por ejemplo, no, a ellas sí, por que ven una polla grande y se vuelven locas, pero luego no pueden con ella – ahí me la jugué, pero ella  estaba intrigada.

-PAMELA: ¿Yo? ¿Y que podría hacer yo, mejor que ellas?

-YO: una mujer como tú  se debe saber unos cuantos trucos – su mano subía y bajaba en mi pecho, y sus ojos negros brillaban con fulgor,  pero desvió la mirada ruborizada.

-PAMELA: alguno me sé…- se gustaba -…pero eso no te incumbe.

-YO: pues por eso estoy molesto, si tenía alguna oportunidad algún día… la he perdido.

-PAMELA: un poco de tila no cambia la opinión que tengo de ti, es más, hoy he conocido a un chaval honesto y agradable – apartaba el paño, casi seco, soplando en mi pecho, tirando un poco más para ver el torso que tenía debajo.

-YO: no bromees conmigo, no soy ningún bebé, te lo agradezco todo, pero no tengo nada que hacer contigo.

-PAMELA: ¿Y por qué no? …– se le escapó, pero siguió hablando –… eres guapo, alto, fuerte, atractivo, y un buen chico.

-YO: pero no me deseas.

-PAMELA: soy demasiado mayor para andarme con esos juegos de desear o no, si quiero algo, voy y lo tomo – según lo dijo, rodeé su cintura y apreté su cuerpo contra el mío, la besé, no se lo esperaba, y al apartarse me soltó un bofetón, con clase y estilo, pero un bofetón.

-YO: yo…lo siento…- se sonrojó un poco.

-PAMELA: no has debido hacerlo.

-YO: es que como has dicho…eso…pensé…en tomar lo que quería…- fue a hablar, pero entendió el mensaje confuso que me había dado.

-PAMELA: hablaba de mí, no pretendía que te confundieras…- se sintió culpable cuando, entre la tila hirviendo y su bofetón, mi labio se hinchaba.

-YO: disculpa, pero…no he podido evitarlo…eres hermosa…- sonrió fingiendo estar abrumada, pero disfrutaba de una sensación de coqueteo que le gustaba.

-PAMELA: qué dulce eres, anda, cielo, deja que vaya a por un poco de hielo…- se fue rascándose la cabeza, y apagando un sofocón dándose aire con la mano, “La duda empieza a nacer en su mente”. Al regresar, me dio un poco de hielo, y me lo puse en el labio de mala manera, obligándola a cogerlo ella y pasarlo por mi boca.

-YO: no sé que hubiera sido de mí hoy sin ti.

-PAMELA: eso es cierto, pero como sigas conmigo, vas a terminar en el hospital – la broma no suavizó lo erótico de tenerla muy pegada a mí, pasando un hielo delicadamente sobre mi labio.

-YO: lo mismo tengo que ir llamando a la ambulancia  – sonrió, soplando sobre mi labio, y poniendo mala cara.

-PAMELA: que burra soy, tu labio parece una fresa.

-YO: así vamos a juego, los tuyos saben a fresa – un suspiró exasperado pasó por su cara.

-PAMELA: ¿Es que no paras nunca?

-YO: normalmente, no.

-PAMLEA: pues deja de decir esas cosas, yo no necesito a tontos que me vayan besando el culo.

-YO: ¿Como Hugh?

-PAMELA: exacto…- no quería decirlo, pero ya estaba dicho -…es majo y agradable,  pero como él puedo tener a quien quiera.

-YO: entonces morirás sola.

-PAMELA: puede ser, quizá lo merezca, pero no voy a perder el tiempo, y tú eres demasiado joven, no sabrías que hacer conmigo, ¿Recuerdas?

-YO: podría intentarlo, al menos…- mi mano rodeó de nuevo su cintura por detrás, y buscó su trasero, me azotó la mano y me señaló con el dedo.

-PAMELA: quieto, o te suelto otro guantazo.

-YO: ¿Merecería la pena?

-PAMELA: ¿El que te pegue?

-YO: no sé…si por un beso es una bofetada, estaría dispuesto a pagar el precio…- su cara era de cansancio, no podía más con aquel juego.

-PAMELA: pero yo, no, que al final me dolería la mano…

-YO: eso solo me incita a volver a besarte.

-PAMELA: déjalo ya.

-YO: pues deberías de apartar tu mano de mi pierna si quieres que deje de acosarte – miró hacia abajo, y vio su mano apoyada en mi muslo, muy cerca de la punta de mi polla marcada totalmente dura, la apartó rápido.

-PAMELA: lo…lo siento …– pero ya era tarde, no miraba otra cosa que aquel bulto -…¡Dios! …Sí que es grande.

-YO: ya te lo dije… ¿Quieres verla? – el ofrecimiento la pilló mal ubicada, lo justo para no negarse, así que me la saqué tan rápido que solo le dio tiempo a tartamudear un “No”. Al verla se llevó las manos a la boca, trataba de apartar la vista pero no podía, una sonrisa apenas audible la delataba

-PAMELA: ¡¡¡Madre mía!!!

-YO: pues esta erección es culpa tuya.

-PAMELA: no, yo no pretendía…- se paró a pensar- … ¿Y por qué es culpa mía? – “Mierda”, era la primera mujer  que al decirla eso, no asentía atolondrada y lo admitía,  Eli me dijo que las mujeres se vuelven maleables cuando algo así las saca de su circulo de comodidad, pero estaba claro que Pamela no era una mujer del todo normal, estaba muy escarmentada.  Así que me preguntaba,  y tardé unos segundos en responder, en los que, como único argumento, no dejé de balancear mi miembro ante ella, que no apartaba los ojos.

-YO: me metes en tu casa donde “Te aburres tan sola”, me frotas el pecho media hora, me mojas los labios con un hielo, y me dices que tome lo que quiero, mientras tienes tu mano en mi entrepierna…no sé…algo de culpa tendrás…- esta vez sí, asintió con la cabeza.

-PAMELA: pero yo no quiera esto…te, te tienes que ir...- se puso en pie, apartando la mirada.

-YO: ¿Y a dónde pretendes que me vaya con esto así?

-PAMELA: ¿Y a mí que me importa? Es cosa tuya…

-YO: y tuya, ahora no me puedes dejar así.

-PAMELA: pues vete al baño y pélatela un rato, renacuajo -  su ira parecía que escondía algo detrás.

-YO: ¿Y con qué me motivo?

-PAMELA: ¡¡No, si encima pretenderás que te ayude!!

-YO: no estaría mal - se volvió airada, levantando la mano sin saber dónde pegarme, por que solo miraba mi polla.

-PAMELA: serás…¡¡¡Cerdo!!!

-YO: mira, no te estoy obligando a nada, quieres que me vaya, pero entiende que no me voy a ir con esto así, así que para irme tiene que bajar, y esta no baja si no descarga.

-PAMELA: pues no tengo nada con lo que puedas aliviarte.

-YO: estás tú, no sé, quizá unos besos…- estaba colorada.

-PAMELA: ¡¡¡¿Pero tú te crees que yo soy idiota?!!! ¡¡Largo de mi casa, o llamo a la policía!!

-YO: adelante, me encantará ver como se lo explicas…- dudó unos segundos -…seguro que  las cintas de la cámara de fuera se ve como me has metido en tu casa.

-PAMELA: sí, pero no para acostarme contigo…- la imagen de la escena en su cabeza se complicaba -  …¡¡¡Dios!!!…- se sentó sobrepasada, tapándose la cara.

-YO: yo también me metería en un lío si aparece la policía, tendríamos que dar explicaciones, y si se enteran en el trabajo nos pueden echar a ambos, ¿Todo por unos besos y caricias?, ¿No es más sencillo que me ayudes y me marche? – abrió los dedos mirándome entre ellos  a la cara, por primera vez desde que mi rabo estaba fuera.

-PAMELA: ¿Una paja y te vas? – aguanté la risa.

-YO: lo juro, además, desde que me hice la vasectomía duro muy poco – mentira, y encima la idea de follar a pelo se colaba en su cabeza.

-PAMELA: vale…pero nada raro…y cómo se lo digas  a alguien…

-YO: ¿Me has visto hablar de alguna mujer con la que me haya acostado? Son ellas las que hablan.

Suspiró profundamente, y se giró hacia mí, se puso como antes, arrodillada sobre mi costado,  y cerrando los ojos, comenzó a besarme la cara, lejos de mis labios. Se fue acercando, y con suavidad me abría la boca con su lengua, muy hábil, pero mientras ella se atrevía a más, yo me pajeaba menos. Ella lo notó, y me miró con odio, pero mordiéndose el labio, agarró mi polla con una mano y comenzó una masturbación violenta y rápida, sus anillos me hacían daño y la cogí la mano para que lo hiciera con suavidad, mientras nos besábamos de nuevo. La posición no era buena, así que se levantó el vestido hasta medio muslo para pasar una pierna por encima de la mía, y sentarse en mi rodilla, para  seguir con su trabajo, ahora con dos  manos, Se pasó diez minutos seguidos, sin lograr nada.

-PAMELA: dios…se me cansan los brazos…¿No decías que durabas poco?

-YO: claro, media hora, como mucho…- abrió los ojos dejando de meneármela.

-PAMELA: ¡¡¿Media hora? No voy a  estar media hora con esto!!

-YO: es que si solo me masturbas…no sé, enseña algo de carne  - me pegó en mi mano, que iba a su pecho.

-PAMELA: ¡No, ni hablar!

-YO: pues sigue con la paja, pero ve a por algo de crema, a la última la salieron callos en las manos – su atusó el pelo para tratar de despertar de aquella situación.

-PAMELA: dios…esto es una pesadilla…- lo decía, lo pensaría, pero su cuerpo no, en mi pierna, atrapada entre las suyas,  sentía un calor creciente y húmedo entre sus muslos.

Se lo pensó mejor, y se bajó la cremallera trasera del vestido, sacando los hombros y dejándolo caer a su cintura, mostrándome dos tetas descomunalmente bien puestas, con un sujetador negro de encaje. Continuó masturbando, sus senos apretados uno contra el otro y bien elevados temblaban como flanes con cada gesto, y a los 5 minutos se cansó de nuevo.

-PAMELA: ¡Se acabó! - se puso en pie, temía que se rajara, pero  al contrario, se fue bajando el vestido para dejarme el culo en la cara, con un tanga negro fino. El cirujano también había metido mano allí, ¡Y que mano!

-YO: estás buenísima – se lo dije, mientras mis manos amasaban aquella belleza obra del hombre.

-PAMELA: cállate – se giró sin apartar mis manos de ella.

Al arrodillarse en el suelo entre mis piernas, cogió mi polla con ambas manos, y sin pensárselo, se metió el glande en la boca. Suspiré para hacerla creer que eso funcionaba. Sí, me excitaba, pero estaba muy lejos de correrme, la noche anterior me la había pasado durmiendo en casa de mi leona por que su marido se fue con el niño a casa de sus padres, y…bueno, una noche entera con mi leona, deja saciado a cualquiera.

No me sorprendió su gran habilidad para comérmela, incluso siendo grande, media barra entraba y salía de su garganta sin problemas, pero sus manos permanecían quietas, así que era placentero, pero nada eficaz. Estuvo 15 minutos chupándola de formas casi indecorosas, y nada, pero ya no había restos de rencor en su mirada, estaba decidida y dedicada. Se quitó el sostén dejando al aire sus maravillas de la cirugía plástica, no bajaron un ápice de una posición de quinceañera, y me hizo una cubana deliciosa, apartando la barbilla por que le daba con la punta en la garganta. Pasados otros 10 minutos, se desesperó.

-PAMELA: mira…esto no avanza…yo no puedo hacer más…- sí podía, y lo tenía escrito en su mirada, la cogí del la cintura y de un tirón me la senté a horcajadas encima mía.

-YO: algo se nos ocurrirá…- me besó a disgusto, mis manos en sus tetas no podían contenerlas, eran enormes y antinaturales, casi como las de Lara, pero las de mi juguete eran naturales, y las que tenía en la mano no casaban con aquella mujer.

-PAMELA: vamos a tener que follar, ¿Verdad? – acarició mi rostro, besándome repetidas veces.

-YO: lo dices como si fuera un suplicio, y lo estás deseando – sus pezones erectos y pellizcados no mentían.

-PAMELA: pero que sea rápido.

-YO: tengo que prepararte bien o te dolerá – asintió ruborizada.

Mis manos repasaron sus senos, y ella movía su cadera friccionando con mi polla, estaba jadeando y gimiendo de placer, y se sentía avergonzada por no poder evitarlo. Mi boca se centró en un pecho mientras la mano libre bajó a su coño, el tanga estaba goteando, y al meter los dedos se deslizaron con facilidad hasta el interior de su cueva.

Al sentir mis dedos apretó las uñas en mi espalda, metía el dedo corazón en ella mientras con la palma de la mano frotaba su clítoris, luego otro dedo, y al tercero ya estaba lista. Aparté el elástico tanga, y mi polla se abrió paso en ella, lentamente la bajé de las caderas sintiendo como se abría. Allí hacía mucho que no entraba nadie, y cada pocos centímetros ella subía para relajarse, y volvía a bajar. Pasada la mitad se la notaba mareada.

-PAMELA: ¡¡¡DIOS SANTO, PERO QUE PEDAZO DE POLLA, NO ME ENTRA, CIELO, NO ME ENTRA!!! – la besaba el cuello para llegar a su oído.

-YO: ¿No me digas que eres más frígida que esas niñatas? – una fugaz ira de competitividad surgió de la nada.

-PAMELA: pero es que es enorme…dios…¿Ya está toda? – sonreía al tirar de su pelo, y clavar los ojos en los suyos, di un golpe de cadera tan fuerte que nos elevamos medio palmo del sofá y al caer entró toda. Un gritó ahogado en mi hombro salió de su boca.

-YO: ahora sí - repasaba su amplio trasero, abriéndola las nalgas para que entrara  toda, ella estaba roja y sollozando, con las piernas inquietas.

No sé cómo se armó de valor, y cuando se fue relajando, plantó las manos al respaldo del sofá, una a cada lado de mi cabeza, con un movimiento largo de oleaje sacó mi polla entera y se la enterró lentamente. Suspiraba entre temblores, pero se obligaba a seguir, una y otra vez hasta que la cadencia era de un movimiento continuado. La ayudaba con las manos, pero poco más.

Había momentos en que ella no aguantaba más, y dejaba de subir y bajar para besarme con lengua, girando la cadera con elegancia, susurrando palabras groseras sobre lo cabrón que era, la polla que tenía, y de que me enseñaría como follaba una mujer de verdad. Ya estaba cabalgando de nuevo antes de darse cuenta, se retorcía entre mis manos y estaba gozando como hacía mucho que no hacía.

Noté  unos espasmos leves en sus paredes interiores, se iba a correr, y la iba a dejar mansa. Me aferré a su trasero con fuerza y mi cadera arrancó de 0 a 100 en poco tiempo, su cara de sorpresa casi me frena, pero sus arañazos en mi pecho y cómo se revolvía el pelo con movimientos de cabeza eróticos, me indicaban que iba bien. Al par de minutos se corrió como una fuente, se puso en pie sobre el sofá, frotándose el clítoris como un solo de guitarra sensual, para justo después volver a caer y  empalarse.

-PAMELA: ¡¡¡¡¡OHHHHH SÍÍÍÍÍÍÍ, FÓLLAME, FÓLLAME ASÍ,  CABRÓN DE MIERDA!!!!

Me gusta ser obediente, la bestia apareció de la nada, y estuvo 15 minutos destrozándola entre gemidos, gritos y corridas. Le daba azotes en el culo tan fuertes que se me adormecía la mano, y sus tetas eran devoradas al ser tan grandes y duras que me daban en la cara con cada golpe de cintura.

Al notar que me iba a correr, me puse en pie con ella rodeándome con las piernas, la levantaba sobre mi cuerpo dejándola caer, y ella gritaba que “Más fuerte y más rápido”. Me mojó todo el vientre con una sacudida de sus fluidos, y exploté con toda mi energía dentro de ella. Pamela me decía que la diera mi leche caliente, así que fui bajando paulatinamente el ritmo hasta que mi polla flaqueó. Al dejarla en el suelo, sus tacones resonaron, y me besó con tanta alegría que se le había olvidado por qué habíamos empezado.

-PAMELA: oh…madre mía…qué manera de follar…- repasaba mi pecho con sus manos, y lamía en la zona roja de la tila derramada.

-YO: sabía que tú no eras una mojigata, follas mejor que ninguna – otra de mis mentiras.

-PAMELA: y no me has visto esforzándome…me has cogido por sorpresa…no me volverá a pasar.

-YO: ¿Volver? – mis manos no se apartaron de su culo.

-PAMELA: ohh sí…tú no te escapas, vamos a gozar mucho juntos.

-YO: ¿Entonces no me voy,  ni llamas a la policía? – sonrió cogiendo mi polla.

-PAMELA: ¿Para qué, cielo? Ya tengo porra, y claro que te vas, pero a mi cuarto…

La seguí al piso de arriba,  metiéndola mano, la textura de sus senos era tan perfecta que no parecía que estuvieran retocadas. Me pegué a su culo mientras la magreaba el borde de su cama, con la polla ya dura, al verla de nuevo así, Pamela sonrió feliz, se abrió de piernas dejando que mi polla la penetrara el coño desde atrás, aferrado a su pecho aún de pie,  la estuve follando un rato, apretando su espalda contra mi tórax, manoseando sus senos y tirando de sus pezones duros. Hasta sacarla los orgasmos que pretendía.

Cayó sobre la cama a 4 patas, y me comí su coño totalmente afeitado, con un clítoris enorme. Lamí su ano y jugué con él hasta tenerlo abierto, estaba aún más cerrado que su coño, me costó metérsela toda, pero a fe que entró. Entre lloros y suplicas, nada me paraba,  la metía y sacaba tan fuerte, que su culo operado no dejaba de vibrar. El orgasmo anal fue increíble, rodó por el colchón,  poseída, frotándose entre los muslos sin parar saliendo fluido a borbotones de su interior. Me lancé a lamer su coño sin dejarla respiro, otro orgasmo la hizo tirar de mi pelo tanto como para besarla los labios de la cara, y la metí en su madriguera del tirón.

Me rodeaba con sus brazos y piernas siguiendo el ritmo de mi cuerpo, con un ligero suspiro ahogado con cada embestida. La cama temblaba y crujía cuando la bestia apareció de nuevo, se le pusieron los ojos en blanco y ya sólo gemía, parecía una cuenta atrás, y cuando el gemido era más agudo eclosionaba  en otro orgasmo que la volvía loca y difícil de mantener quieta. Estaba por correrme, así que la saqué de ella y me arrodillé poniendo mi verga entre sus senos, apretándolos con una cubana que recibió toda mi leche, manchando sus senos, su garganta y su cara, pero lamía mi glande tragando la mayor parte, cogiendo mi rabo como un ente extraño, desorientada y sin saber que hacer. Unos minutos de relajación y besos tiernos nos devolvieron a la serenidad.

-PAMELA: gracias…lo necesitaba.

-YO: un placer.

-PAMELA: no, en serio, cielo…necesitaba un buen polvo, pero esto es demasiado…me has quitado todas las penas - se abrazó a  mi pecho, cuando me acosté a su lado.

-YO: será un honor quitártelas siempre que quieras – nos besamos de forma lasciva.

-PAMELA: pobres niñas, con un hombre como tú – seguía pensando que era superior, y se debió sentir orgullosa al verme reír con ella, pero no por lo que se pensaba. Me reía por que hasta Penélope follaba mil veces mejor que ella, que no es que lo hiciera mal, pero de todas con las que me estaba acostando era la peor, aunque  llevaba cuatro meses triándomela, y no era justo compararlas. Pero Pamela solo había demostrado algo de movimiento de caderas, y poco más, esperaba a una diosa tipo Eli o Eleonor.

-YO: no son rival para una mujer como tú, podría estar toda la noche follándote… - fue mi respuesta, mejor que la cruda realidad.

-PAMELA: quizá no te quede otra.

Efectivamente, me quedé toda la tarde, y la noche, en su casa. Parecía que Pamela quería recuperar el tiempo perdido en un solo día, y yo era su herramienta, quise darle una reválida para que me mostrara su potencial. Cuando llegó el amanecer me demostró todo lo que sabía, y sí, movía las caderas con gracia, y no la chupaba nada mal, pero había catado mujeres mucho más atrevidas y expertas en el sexo. Fue una decepción, Pamela era  experta, y aún así me la había cepillado, fue mucho mejor el cortejo y la caza de una mujer de su carisma, que el sexo en sí.   pero al menos, me quitaba una más de la lista

La lista de chicas del trabajo…qué recuerdos, una lastima que todo estaba a punto de irse a la mierda.

(9,80)