Fuente y jardín, pequeño estanque
con peces naranjas, patos y nenúfares,
en las tardes escondidas entre plumas
leyendo romances medievales
en algún libro ya descatalogado,
en el muebles que es pequeña biblioteca.
Tardes pausadas, melodiosas,
mientras pasa el diamante del tiempo.
Fuente y jardín en los atemporales ratos
de los ensimismamientos deliciosos,
de los embelesados instantes de azúcar.
Miniaturas de perfume al borde del estanque
que esparcen su fragancia,
y se mezcla lo humano y lo silvestre.
Y la terapia silenciosa del jardín
para olvidar la arquitectura de los miedos,
mientras las olas azules se retuercen
sobre el mar a cientos de kilómetros.
Lágrimas de fuego, pero seda en el corazón,
bailando entre las luces, moviendo
las manos en el agua tibia de la orilla.
Fuente y jardín, ardillas sorprendidas
y piedras frías en las manos.
Mundos diminutos
y me siento como a solas en lejanos campos.
El jardín y la brisa, como una mano en mi hombro.
La frescura del suelo vegetal en los pies descalzos,
como un remedio natural para una herida.
El susurro del viento en las flores, como un abrazo del tiempo.
El estanque
de las ensoñaciones azuladas.