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MI DON (57)

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 Alicia – El escudo de Aquiles.

Serian las 11 de  la mañana del  sábado, el día posterior a la fiesta en que me declaré a Alicia, a punto de tener un ataque cardíaco. Me despertó mi polla dura aplastada contra el respaldo del sofá, en el que había pasado la madrugada por sentirme en tal estado de nervios, tumbado al lado de Alicia, que no podía conciliar el sueño. No podían verme así, así que fui al baño, ese día hubo suerte, y al mear se me bajó la inflamación, así  que me volví al sofá, con la sábana que me había llevado tapándome las piernas hasta la cintura, remoloneando unos minutos.

Pese a poder dormir, seguía nervioso, aunque no creo que fueran nervios, era una sensación en la boca del estómago bastante extraña, que me producida cierta incomodidad, que sin embargo, me hacía sonreír sin parar. En mi cabeza, estaba imaginando el resto de mi vida junto a Alicia, por raro que le pueda parecer a una mujer que lea esto, y crea que los hombres no tenemos desvaríos y ensoñaciones…Me imagina la boda con Alicia, vestida de blanco, caminado hacia mí, que permanecía en pie y temblando ante su belleza, con la tensión apoderándose de mí. Que los hombres generalmente no  expresemos, o nos parezca ridículo, comentarlo, no quiere decir que esas cosas no se nos pasen por la cabeza.

El ruido de unos pasos me sacó del país de las maravillas que era mi mente. La pareja que vivía allí, alquilando una de las habitaciones,  me saludaron antes de salir a hacer unas compras. Pasó media hora hasta que escuché ruidos de fondo y una puerta abrirse.

-ALICIA: ¿Raúl? – preguntaba al vacío.

-YO: aquí, en el sofá – yo, Raúl, el hombre de las tres piernas, y que contaba a sus amantes por cientos, me puse nervioso al escuchar su voz, me falló mi tono al hablar. Me coloqué sobre el sofá de forma sexy, o eso pretendía, y me vibraba la garganta, sintiendo ese hormigueo que te sube del estómago a la cara cuando estás agitado.

Escuchaba las inconfundibles pisadas descalzas de Alicia acercándose, se puso en pie, a mi lado, frotándose  los ojos, aún adormecida con el largo pelo alborotado, con mi camiseta interior metida por dentro de los pantalones cortos, sólo  por el lado derecho de su cadera, y los pezones marcados bajo la tela blanca. Apoyó una rodilla al borde del sofá, haciendo gestos cansados de que abriera la sábana, lo hice, y con la mayor naturalidad del mundo, se tumbó sobre mí costado, tapándonos a ambos con la sábana, con los ojos cerrados queriendo seguir durmiendo,  quedando adherida a mí, como un solo ser. La rodeé con un brazo la cabeza para que se apoyara, notando su espesa melena haciéndome cosquillas, y suspiré de felicidad.

-ALICIA: que calentito estás – me besó en la mejilla con ternura, mientras se apretujaba, indolente, contra mí.

-YO: eso me dicen – sonrió, y me dio otro beso en la barbilla, que  terminó con un mordisqueo dulce en mi mentón.

-ALICIA: ¿Por qué no te has quedado en la cama?

-YO: por que no soy de piedra, no podría mantenerme sereno contigo al lado.

-ALICIA: pues haberte aprovechado…- su mano en mi pecho  frotaba con delicadeza.

-YO: de ti, nunca.

-ALICIA: oye, que soy una mujer…también necesito mimos.

-YO: y los tendrás, los mejores, pero no voy a  estropear esto, dame tiempo.

-ALICIA: está bien…pero sólo por que te quiero…y te amo, y te quiero…por que arrugas la nariz cuando te pica…y  por que estornudas muy fuerte…y te amo, por que te rascas la barba como si fueras un perro …por que al bostezar abres tanto la boca que podría meter una manzana entera dentro…y te amo por que…- la besé, no podía ser de otra forma, “Es perfecta”

-YO: vale…vale…lo pillo…– sonreímos juntos –…te ha costado pensar algunas ¿Eh…?

-ALICIA: no, esas eran de broma, aunque son ciertas…pero podría haber dicho que me enseñaste las conjugaciones de los verbos de niña, le partiste la muñeca a un chico por que me quitó el almuerzo en el recreo, o por que nos presentaste a Teo y a mí, por cómo has sido un buen amigo estos años para ambos, pese a que me querías,  cómo cuidaste de mí cuando Teo me falló, por cómo conseguiste un piso tan bueno para que estudiara cerca de la Universidad, por cómo te fuiste para que pudiera arreglar lo de Teo, o las clases de conducir que me diste…supongo que sería ridículo obviar que me salvaste la vida, en es balcón de ahí detrás, o que castigaste a quien casi hace que la pierda, o por que me hayas hecho pasar la noche más inolvidable de mi vida, o por que pese a que me deseas, quieres que esto sea especial…pero no…apenas en pensado en ello…- otro beso largo, esta vez se hizo el silencio, no hacía falta decir nada.

Durante una media hora, jugamos a acariciarnos y besarnos con la ternura más dulce posible. Descubrí que le gustaba frotar su nariz con la mía al terminar cada beso largo, como su firma propia y particular, y  que mientras su lengua se movía contra la mía, pasaba sus dedos por detrás de mi oreja entrelazándolos con mi pelo.

-ALICIA: ¿Y ahora qué va a pasar? Con Eleonor…- me miró tan de cerca, que podía ver las líneas del iris de sus ojos ámbar. Era necesario susurrar muy bajo para que no se oyera nada en los micros.

-YO: no lo sé, solo tengo una cosa clara, contigo no necesito a Zeus, le dejé en aquella habitación con esa chica…

-ALICIA: pero le necesitamos, ¿No?

-YO: Zeus es un nombre, se puede seguir usando, pero nada más, no hace falta para terminar lo que empezamos.

-ALICIA: ¿Vamos a ir a por Eleonor?

-YO: sí, tal y como estaba planeado, pero vamos a dejar que se regocije al ver como ha logrado “hacerme caer” a tus pies.

-ALICIA: ¿Entonces…somos novios? – la pregunta sonó estúpida, pero más estúpido era que no habíamos hablado de eso.

-YO: yo lo daba por descontado…vamos…sí tú me concedes ese honor.

-ALICIA: novios, tú y yo…– se rió de escucharlo en alto, dándome un beso largo divertido,  sólo con sus  labios, de tal forma que me hizo ver las estrellas.

El flash de una cámara me sorprendió, al recuperar la capacidad de ver, unos segundos más tarde, vi a Mara con una cámara de fotos digital en las manos.

-MARA: ¡¡¡Por fin, os ha costado!!! – sonreía ampliamente. Era raro, hacía dos meses y pico habíamos “cortado”, si es que alguna vez tuvimos algo que no fue solo sexo, pero allí estaba, mirando como su hermana se ponía roja de vergüenza.

-YO: no seas brusca…- Mara me sacó la lengua, guiñándome un ojo, doblando una pierna de un salto alegre. Eso me ayudó a ver como iba vestida, por decir algo, con un top rosa ajustado, sin sujetador, enseñando gran parte de su ombligo y cintura,  y en bragas, de color rosa a juego.

-MARA: ¡¿¿Os lo dije, o no os lo dije??!

-ALICIA: para, que vas a estropear el momento – aproveché para seguir montando el número para los oídos de Eleonor, y bien alto, mi voz retumbó en el salón.

-YO: que Alicia y yo estemos saliendo no tiene nada que ver contigo, ¡La amo con locura! – Alicia me entendió, Mara no, a ella le costaba recordar la existencia de los micros.

-ALICIA: y yo a él, le quiero mucho – pese a que lo decíamos para regalar los oídos de Eleonor, oírlo en alto nos sacó una sonrisa a ambos.

-MARA: ¿Como la trucha al trucho…? – Mara salió disparada, por que Alicia se levantó y fue a por ella, jugando como hermanas pequeñas.

Cualquiera que las viera retozando, la una contra la otra, en un sillón amplio, con ropas ligeras de cama, se pensaría que liarse con las dos a la vez, era una buena idea. Pero no, se había acabado esa parte de mi vida, sentía que no podía necesitar, ni querer, nada más,  Alicia se convirtió en todo.

Me levanté, cogí a mi flamante nueva novia por la cintura, y de un tirón la elevé por el aire pataleando entre risas, con su hermana debajo, protegida tras un cojín mullido. Al dejar a Alicia en el  suelo, la hice unas cosquillas débiles que la doblaron, posando su culo en mi polla, era como cuando se rompe una pieza de plástico y la vuelves a poner en su sitio, pese a saber que son entes distintos, al juntarlos, parecía que formara un todo homogéneo. La besé en el cuello cuando se rehizo y por primera vez en mi vida, le di un cachete al culo perfecto. Sonó fuerte, duro, y su piel se movió lo justo como para temblar y volver a su sitio al instante.

-YO: anda, date una ducha, que necesito mí ropa para irme – se giró, y me dio tal beso de tornillo que me dejó sin aire.

-ALICIA: vale…- se quedó pensativa un segundo, como si le faltara algo por decir - …tenemos que pensar en apelativos cariñosos -… y frotó su nariz contra la mía, con una amplia sonrisa, llena de arrugas en los ojos, antes de perderse por el pasillo, dando botes felices. No se podía apartar la vista de su culo contoneándose, pero luego miré a Mara, que  estaba en el sillón, mirándome con  picardía.

-YO: ¿Qué? – soltó el cojín, y se puso en pie, colocándose el top, ya que la “gresca” le había sacado un pezón del escote. Siempre se colocaba las prendas con el índice y el pulgar como pinzas, de forma elegante, y estaba tremendamente sensual así “vestida”.

-MARA: nada…que os veo felices – sonrió con un gesto cálido, y la abracé pasando mis brazos por su cintura, ella me correspondió, y de un tirón la hice volar por los aires dando un par de vueltas. Era más alta que su hermana, pero pesaba menos, era más espigada, apenas  tenía senos, y mucho menos trasero.

-YO: gracias.

-MARA: no he hecho nada, os queréis, era evidente para todo el mundo, menos para vosotros dos – al dejarla en el suelo, aún estabamos pegados, y estaba a distancia de beso, incluso en sus ojos pude ver que lo quería, pero ni yo, ni mi polla, reaccionaron, pese a tenerla encima, con su cintura pegada a la mía, y sabiendo cómo follaba.

-YO: aún así, gracias… – la solté la cadera por donde la tenía agarrada - …cuñada, suena bien…- sonrió, perdiéndose ese momento de sensualidad.

-MARA: ¿Cuñado? Dios…cada vez elige peor esta chica… - se puso seria - …ten en cuenta…– alzó la mano señalándome con el dedo –…que cómo la hagas dañó, de cualquier forma, te corto lo que tú y yo sabemos.

-YO: si la hago daño, te la entregaré yo mismo.

Me di una ducha después de Alicia, y dándole tantos besos que perdí la cuenta, me vestí con el traje de super espía  de la fiesta, para irme al ático de mis padres. De camino a casa, llamé a Teo para quedar por la tarde. Al llegar para  cambiarme, ya que ir con smoking por Madrid un sábado a medio día es raro,  le di la noticia a mi familia, tenía novia y era Alicia, incluida a Dany, que aunque triste, creo que sacó de mí lo que buscaba, habíamos follado tanto que tendría tiempo de encontrar a un hombre antes de que le volvieran las ganas, por lo tanto, me felicitó como una más. Hasta a mi madre le gustó, no dijo lo de “Pues Irene me gustaba más”, como había dicho de todas mis relaciones de las que fue consciente.

Comí tranquilo, y me fui a recoger a Teo,  vestido con ropa vieja, un pantalón largo de hacer ejercicio y una camiseta ligera con algunos agujeros. Teo y yo dimos un largo paseo por el parque del Oeste de Madrid, con el “mucho” más elegante que yo, con pantalón vaquero, camiseta y sudadera con capucha.

-YO: te he echado de menos estos meses.

-TEO: y yo a ti, sé que andas con problemas, y sabes que si me necesitas, estaré ahí.

-YO: lo sé, eres mi mejor amigo, siempre lo has sido, y pese a nuestras diferencias, te respeto.

-TEO: y yo a ti.

-YO: espero que recuerdes esas palabras…- suspiré -…por que tengo que decirte algo, y no creo que te guste.

-TEO: dime – me paré en seco, delante de él.

-YO: Alicia y yo estamos saliendo – su cara se torció un leve instante, antes de que me asestara un terrible puñetazo en la mandíbula. Luego se me tiró encima, y rodamos por una ladera unos cuantos metros, entre tirones y empujones, hasta que logré sujetarlo de los brazos, recibí un severo castigo, nada importante, pero si dolía.

-TEO: ¡¡¡ERES UN CABRÓN, AL FINAL TIENES LO QUE QUERIAS!!! – trataba de soltarse, pero yo era más fuerte.

-YO: oye, lo siento…sé que es raro, pero ha pasado…- su rostro estaba rojo de ira.

-TEO: ¡¡¡Claro que ha pasado!!! ¡¡¡Desde que nos mudamos a esa mierda de piso, te la has estado metiendo en el bolsillo!!!!

-YO: ¡Me fui…no quise interferir, esto ha pasado ahora!- de golpe, hizo un giro y quedó encima de mí, con una mano libre, apunto de volver a golpearme.

-TEO: ¿Cuando?, ¿Desde cuando?

-YO: anoche, salimos de fiesta y…pasó…- su rabia parecía que menguaba - …Teo… la quiero – fue la vez en mi vida que mi voz sonó más sincera.

-TEO: ¡¡¡Claro que la quieres, imbécil, es perfecta!!! – me soltó, dando un empujón a mi cuerpo, que rodó antes de ponerme de rodillas. Los dos jadeábamos, y un par de personas nos miraban desde los caminos de tierra, mientras nosotros nos observábamos, caídos sobre una ladera de hierba.

-YO: lo es – al mirarme, arrancó unas briznas de hierba del césped, que me tiró.

-TEO: lo es… ¿Sabes? No hay día que no me arrepienta de lo estúpido que fui al engañarla y perderla…aunque quiera culparte a ti…fui yo…no supe cuidarla…y me arrepiento, no me creo que la hiciera aquello…

-YO: yo tampoco me lo creo, parecíais muy felices…

-TEO: lo éramos, pero llevábamos saliendo desde que teníamos 15 años, nos desgastamos demasiado, fue bonito, pero terminó…por mi culpa… – se levantó, y me tendió la mano –…me…me alegro…me alegro de que seas tú – le cogí la mano para ayudarme a levantarme, y le abracé.

-YO: yo también me alegro de que sea yo…- me dio un puñetazo leve en el hombro.

-TEO: ¿De verdad la quieres?

-YO: más que a nadie,  en toda mi vida – bufó, respirando con trabajo.

-TEO: cuídala, cuídala bien, como yo no supe hacer…- suspiró profundamente - …te perdono  si me invitas a unas cañas – un inicio de sonrisa se dibujó en ambos.

-YO: sólo si van con tapa…- echamos a caminar, dándonos golpes  el uno al otro.

-TEO: tío, te he dado una tunda…que lo sepas.

-YO: ya he visto…eres más rápido de lo que pensaba…

Cosas de hombres. Cuando volví al piso, junto a Alicia, y me vio las magulladuras, se puso histérica con Teo, pero la calmé. Por alguna razón que no comprendo, una mujer no entiende que dos tíos se peguen y terminen de cañas, dios sabrá por qué.

Aún así,  no desperdicié sus caricias y carantoñas cuidándome, me  puse a Alicia  encima de rodillas a horcajadas, acariciando sus piernas, mientras ella limpiaba los retos de hierba y tierra de las heridas, y ponía hielo en un paño en mi mandíbula dolorida.

Las siguientes dos noches descubrí que, no sólo sí que podía dormir junto a Alicia, sin volverme loco de pasión, sino que  podía estar pegado a ella, con mi rabo tieso en su culo, y no tomarla salvajemente, solo dormir y tontear. Es más, no solo eso, sino que con Alicia, las pesadillas sobre Zeus cesaron, como magia, dejé de pensar en lo que había hecho en mi pasado,  y sólo podía imaginarme el futuro más esperanzador que jamás hubiera soñado, junto a Alicia.

Tratar de convencer a Alexis de que se había temiendo lo nuestro, fue mil veces peor que lo de Teo, ¿Cómo le dices a una persona, totalmente sumisa, que la dejas tirada? Al inicio, traté de ser delicado, pero Alexis lo entendía como un juego,  así que fui brusco, y eso la excitó. Al final,  la dejé así, pensando que era  otra humillación más, y que volvería a sus muslos tarde o temprano. Alexis no compendia que no tenía a Zeus delante, si no a mí, y tampoco puedo culparla por ello.

Madamme fue otro tema, había demostrado ser demasiado útil como para cortar relaciones, así que, decisión consensuada con Alicia,  simplemente la dejé aparcada a un lado, como la última vez que me fui. No sabría si podría volver a necesitar favores oscuros, o dinero rápido, y Madamme tenía de ambos. En los casi dos años que fui Zeus en mi regreso a su organización clandestina de prostitución,  había conseguido ganar algo más de   5 millones de €, de los cuales, me quedaba el algo más, los 5 millones restantes, habían volado en cocaína.

Durante los  dos  meses posteriores, fui feliz, de forma plena, completa y  simple. Alicia y yo estabamos empezando a ir en serio, saliendo a cenar, a pasear, ir al cine, o dar vueltas cogidos de la mano, besándonos en cada momento. En la cama jugábamos, no hubo sexo, pero si todo lo que os podáis imaginar, caricias, besos, carantoñas y largas sesiones tumbados de lado, cara a cara, sin hablar, solo rozándonos. Yo al final, terminaba siempre con mi mano metida en su trasero dentro de sus pantaloncitos cortos de pijama, o de su ropa interior,  era como un planeta con su propio centro de gravedad, que me atraía sin cesar. Estabamos siendo, en definitiva, la pareja ideal que Eleonor pretendía que fuéramos, haciendo una farsa de la realidad,   que  éramos en verdad pareja, mientras ella creía que Alicia sólo interpretaba un papel.

Eso la convenció para que, por fin, Eleonor   hiciera caso a Hera, y contratara al suplente de Carlos, para   ”protegerse”. Habíamos llegado al final del camino, se acercaba el momento de la jugaba maestra de Miguel Ángel,  y eso me daba una sensación de miedo y esperanza a la vez. Era el todo o nada.

Por motivos obvios, dejé pasar mi 25 cumpleaños. Nada bueno me solía pasar cerca de esas fechas, incluso Alicia me quiso regalar nuestra primera vez juntos, pero le bajó la regla y se aplazó. Tengo que decir que, como sorpresa desagradable, era de lo menos malo que había sufrido en mis cumpleaños. Así que, pasadas otro par de semanas, preparé la cita perfecta. Todo un día para Alicia.

Nos levantamos por la mañana de un sábado, y fuimos a un SPA, dónde nos hicieron de todo, yo me sentí ridículo y estúpido, pero Alicia  disfruta cada baño de termas, cada masaje y cada cambio de temperatura. Al salir de allí, toda ella brillaba de felicidad y cremas, con un vestido azul con un vuelo alegre hasta las rodillas, ceñido en su cintura haciéndola exuberante,  y un ligero escote agradable. Luego  la llevé a un muy buen restaurante italiano dónde comimos, dando un largo paseo de regreso a casa, charlando y riendo.

Pero lo más importante estaba por llegar, el remate a ese día perfecto, estaba listo. Me puse uno de los trajes más elegantes que tenía, sin corbata y la camisa por fuera, pero me pareció ir bastante guapo, con mi pelo corto con efecto mojado descuidadamente estudiado, y mi eterna barba de 3 días.

Sin que  supiera a dónde, cogimos el coche y  la llevé a Teruel, tres horas de camino. Alicia no sabía nada en concreto, se dejó llevar, aún con el vestido alegre, de un tono azul cielo, de la mañana, zapatos cómodos pero elegantes, con su innegable belleza, de un aspecto natural, que le quedaba de cine. Así que dimos un paseo por la ciudad, y terminamos en la iglesia de San Pedro. Cuando vio allí enterrados los cuerpos de los famosos amantes de Teruel, se sorprendió, verla sonreír de ilusión  iluminaba su rostro de forma especial, y estaba preciosa, con su pelo cayendo por su espalda, solo con una pinza recogiéndole el flequillo en un peinado simple y elegante, despejando una cara tan hermosa en la sencillez, que apenas se le notaba que fuera maquillada.

-ALICIA: ¡¿Pero fueron reales?! Yo creía que solo eran una leyenda – me dijo al salir de la iglesia, al  sentarnos en un puente cercano, a la luz anaranjada del atardecer, con el cielo lleno de pequeñas nubes. La abracé por detrás, sentados en el borde del puente, rodeándola del vientre con los brazos y apoyando mi cara en su hombro,  besándola en el cuello.

-YO: eran una leyenda.

-ALICIA: ¿Y cual era su historia? Sólo he escuchado lo de “Los amantes de Teruel, tonto ella y tonto él” – sonreí, por que anhelaba esa pregunta, me sabía la historia, pero me lo había estudiado como nada en mi vida.

-YO: ocurrió en el siglo XIII, sus nombres eran Isabel de Segura y Diego de Marcilla. Él era un segundo hijo de una familia humilde, por lo que no tenía casi nada, y  tampoco podría heredar, y ella, era la única hija de una de las familias más ricas y poderosas de la cuidad. Se amaban con locura desde pequeños, pero el padre de ella jamás admitiría a un hombre así para casar a su hija, así que el padre le dio cinco años de plazo al pretendiente, para lograr hacerse rico y poderoso, y así ser digno de la mano de su hija. El joven la prometio amor eterno, y pidió paciencia a su amada, para después, alistarse en los ejércitos cristianos que luchaban contras los musulmanes. El padre de la joven insistió en casar a su hija, pero esta, rechazaba todos los ofrecimientos de grandes señores, por esperar a su amado. Y esperó, durante los cinco años, pero nada se supo del joven que fue a la guerra, así que al final, la muchacha accedió a casarse con un gran noble de la cuidad. La misma noche de bodas, el joven volvió de la guerra, rico y poderoso, y al enterarse de la boda, se coló en la habitación de los recién casados, y despertó a su amada, encamada con su flamante marido. Le pidió que, por el amor que tenían, le diera un único primer  y último beso, ella se negó por no deshonrar a su marido, y el joven sintió tanta tristeza, que murió en su regazo. Al día siguiente, le hicieron una misa antes de enterrarlo, y la joven acudió a despedirse. Al verlo allí tumbado, consciente de su amargura,  se agachó,  y como reza la tradición, “Le dio en muerte, el beso que le había negado en vida”, para caer muerta justo después, sobre su verdadero amor. Decidieron enterrarlos juntos, y permanecieron en la leyenda popular hasta que, en 1555 en unas obras, encontraron los cuerpos de dos amantes enterrados juntos, y en 1619, hallaron  unos documentos oficiales fechados en esa época, dando veracidad a la historia. Desde entonces, descansan en esta iglesia…– suspiré, me había salido mejor de lo que esperaba, casi no se había notado como me fallaba la voz, y me temblaba el cuerpo de los nervios.

-ALICIA: es una historia algo triste.

-YO: lo es, pero es un recordatorio constante de que, cuando conoces a la persona que amas, no la debes dejar escapar nunca.

-ALICIA: ¿Y cómo la conocías?

-YO: mi padre nos trajo de pasada cuando tenía 13 años, le encantaba llevarnos por medio país, relatado la historia de cada lugar que visitábamos.

-ALICIA: ¿Y por qué me has traído? – se dio la vuelta, acariciándome la cara, notando como me brillaban los ojos.

-YO: por que yo hubiera muerto igual, puede que no así, puede que Zeus me dominara, y puede que te alejara de mí, pero moriría sin ti, te quiero Alicia, y no sabes cuanto, te quiero tanto que no puedo imaginar mi vida sin ti.

-ALICIA: ya lo demostraste en aquel balcón.

-YO: y lo volvería ha hacer, una y otra vez, te amo, y sé que no querré a nadie más en mi vida – me puse en pie, y Alicia conmigo, nos besamos como los dos enamorados que éramos.

-ALICIA: yo también te quiero, y no sé que pasaría en mi vida si tú no estuvieras…pero no quiero averiguarlo – sonrió, al ver mi cara encenderse como una bombilla, algo poco usual.

-YO: eso espero, por que si no, voy ha hacer el mayor ridículo de la historia… – cogí la cámara de fotos que había llevado, y con las que nos habíamos hecho una serie de fotos de rigor y felicidad. Salí disparado y volví con un vagabundo gordo, y algo mal oliente, al que le di la cámara y 10€, a cambio de que grabara la escena. Caminé hacia Alicia, la cogí de la mano, y me arrodillé con una sola pierna ante ella.

-ALICIA: ¡¡No!! – se tapó la boca con la mano libre, poniéndose como un tomate.

-YO: yo, Raúl, en esta sagrada tierra, bañada por la historia de los enamorados, juro solemnemente mi amor más absoluto e incondicional hacia ti,  pasaré el resto de mi vida haciéndote feliz, por ello te pido, Alicia, ¿Quieres casarte conmigo? – saqué una caja que llevaba escondida en la chaqueta, y al abrirlo, apareció un pedrusco de anillo de compromiso, de plata de ley, en forma de dos delfines entrelazados, adornados con brillantes, que eran los ojos de los animales que más le gustaban. Al verlo, se le abrió la boca tanto que casi se le desencaja la mandíbula.

-ALICIA: pero…yo…apenas llevamos unos meses saliendo…- sollozando, se puso la mano libre en el pecho tratando, de controlar su respiración.

-YO: te conozco desde los 11 años, y tengo el resto de mi vida para seguir conociéndote, sé que no quiero volver a besar otros labios que no sean los tuyos, que no quiero acariciar el cuerpo de nadie que no seas tú, y que quiero pasar el resto de mi vida a tu lado.

-ALICIA: pero…dios…somos muy jóvenes para casarnos…-  una lágrima caía por su mejilla, no sabía si estaba ilusionada, aterrada o se meaba encima. Era difícil leer su expresión corporal.

-YO:   me da igual cuando, podemos casarnos ahora mismo, dentro de una semana, de  dos meses, de un año, de diez, o de cincuenta…por ti, esperaría a que el mismísimo infierno se congelase, pero no pienso dejarte escapar. Como Diego de Marcilla, he encontrado a la mujer de mi vida, lo sé en lo más profundo de mí ser, pero no cometeré su error, no me iré, y dejaré que otro se gane tu corazón.

-ALICIA: yo…esto…-  no atinaba a decir dos palabras conexas.

-YO: por favor…di algo…se empieza a arremolinar la gente…- soltó aire, en algo que pareció una carcajada,  y miró alrededor. No se había dado cuenta de que hasta nos hacían fotos los turistas –…así que,  dime ¿Te casas con este pobre desdichado? – doblaba las rodillas de nervios, y se tapaba la cara. La miraba a  los ojos, Alicia me observaba queriendo matarme, “Te has precipitado, idiota”, pensaba,  sintiéndome totalmente vulnerable.

-ALICIA: ¡¡¡¡¡¡SI…SI QUIERO!!!!! – la gente rompió a  aplaudir a nuestro alrededor, y un suspiró de alivio hizo que mi corazón bajara de mi garganta,  a su lugar.

Estiró los dedos para que le pusiera el anillo, pero le temblaban, así que tuve que sujetárselos, pero a mi no me temblaban menos. A la cuarta vez, entró, como un guante, y le di las gracias mentales a Mara por decirme su talla de anillo. Al verlo en su dedo anular, casi le da un patatús, y me elevé sobre ella, abrazándola.

Estallamos en el mejor beso de mi vida, así de claro, así de sencillo, así de hermoso.

Alicia lloraba de felicidad,  yo de dicha, y como era costumbre, la rodeé con las manos, levantándola por los aires dando vueltas. Al caer, el mejor beso de mi vida se repitió una y otra vez, hasta que la gente dejó de jalearnos, y se dispersó. Cuando la adrenalina dejó de hacer vibrar  mis cuerdas vocales, pude hablar.

-YO: debes de pensar  que estoy loco…

-ALICIA: como una cabra…- sonrió, mientras acariciaba mi rostro con sus manos, y me miraba totalmente abrumada - …y por eso te quiero tanto…– sentí su cuerpo pegado al mío, y un millar de emociones diferentes tirando de mi en todas direcciones -…te voy a matar  –  la abracé con más fuerza.

-YO: pues devuélveme el anillo antes de matarme…– se separó mientras lo miraba, sin creérselo, apartándose las lagrimas de sus mejillas con los dedos.

-ALICA: ¡¡NO, es mío!!

-YO: como yo…

-ALICIA: no tengo anillo para ti…– cayó de golpe, ni yo me lo había planteado –… mira…– salió corriendo a un bar de enfrente con una maquina de bolas de regalos con chicles y juguetes para los críos. Sacó varias bolas, hasta que regresó con un anillo rosa, cuyo diamante enorme era de  caramelo, y se arrodilló ante mí.

-YO: no es necesario.

-ALICIA: cállate…- se aparto un mechón de pelo de su flequillo de la cara, y suspiró repetidamente, casi rompiendo a reír en cualquier momento - …Yo, Alicia, te declaro mi amor eterno, y con este anillo te pido que te cases conmigo, ¿Aceptas?

-YO: umm, no sé…- me dio un golpe en la pierna, mientras reía -…está bien, si insistes…será un honor casarme  contigo.

Al alzarse, la besé tantas veces que se nos hizo tarde, y nos hicimos una serie de fotos para recordar aquello, vagabundo incluido, que había hecho un trabajo casi profesional, captándolo todo.

Regresamos a Madrid entre la incredulidad del hecho, y el inicio de la planificación de la boda. Alicia veía una y otra vez la grabación de la pedida de su mano, hasta que  la cámara se apagó sin batería. Solo Mara sabía algo de aquello, y sólo le pedí la talla del anillo, aunque no había que tener una licenciatura para comprenderlo. Aún así, al llegar y enseñarle el anillo a su hermana,  las dos saltaron como locas, la chica de la pareja, y la otra mujer  del piso, se unieron, y cogiendo la mano de Alicia, empezaron a saltar en círculos como un único ser. El chico de la pareja me felicitó levemente, y luego Mara, se me echó encima, llorando de emoción.

Idéntica escena en casa de mis padres con mi madre, mi hermana y Dany, saltando, y mi padre, dándome tal golpe de satisfacción en el hombro, que casi me saca el brazo del sitio, más que por la elección de Alicia, era por cómo Alicia  contaba a gritos como me había declarado. No creo que un padre nunca mirara con más orgullo a un hijo. Mi madre me besó un número desproporcionado de veces, y mi hermana no se lo creía, literalmente, se pasó tres horas esperando a que, de golpe, dijéramos que era una broma.

Cenamos todos en familia en el ático, con la familia de Alicia y Mara incluidos. La cámara se cargó, y con un cable, la pusimos en la pantalla de plasma de cincuenta pulgadas, dónde las chicas repetían la escena tantas veces que dejó de tener el impacto que se suponía debía tener, pero seguían como niñas de colegio. Fue un día  insuperable, o eso creía,

Alicia se miraba el dedo anillado, con los ojos  perdidos en los brillantes, fueron los 25.000€ mejor invertidos de mi vida. La fiesta se alargó durante gran parte de la noche, bailamos juntos tanto tiempo que no recuerdo cuanto transcurrió, y cada vez que Alicia decía algo de su anillo de compromiso, yo le daba un lametón al caramelo del mío. Ya casi no quedaba caramelo.

-ALICIA: esto es una locura, ¿Eleonor?

-YO: la llegará su final, pronto.

-ALICIA: si se entera…

-YO: ya lo sabe, si ha escuchado los gritos en el piso de Mara…- Alicia estaba tan absorta, que no se acordaba de que su piso parecía la central de la CIA - …espero que Hera maneje la situación con astucia.

-ALICIA: lo hará, pero esa mujer es imprevisible.

-YO: no tanto como se cree.

-ALICIA: aún no me lo creo…te quiero, pero ha sido demasiado deprisa,  menos mal que me has dicho que no tiene que ser ahora mismo,  tenemos mucho camino por delante.

-YO: ¿Que tal un primer paso? – saqué una reserva de hotel  para esa noche, y se la di. Al leerla, se relamió con suficiencia.

-ALICIA: es un gran  paso… ¿Estás seguro?

-YO: no quiero volver a “dar pasos” junto a nadie más,  salvo contigo, y no creo que encuentre mejor momento para darlo – nos dimos un beso largo, y con lengua, que me puso a mil.

-ALICIA: pues démoslo.

Salimos de allí de la mano, despidiéndonos. La mirada de Dany y Mara era idéntica, felicidad  apenada, supongo que pensaban que una vez consumado, no habría vuelta a atrás. Las pobres no sabían que eso ya ocurrió, con el primer beso en el ático del hotel, desde ese instante,  ya sabía que sería solo suyo por siempre.

Conduje cual abuelo, y llegamos al hotel. La habitación era casi un calco de la que usé para desvirgar a Ana. Alicia, al verla, sonrió,  ya había estado en alguna  así, Teo se ocupó de ello, pero ahora sólo tenía ojos para mí, y yo para ella. Puse música lenta y melosa.

Alicia,  poseída por el espíritu de Ana, se lanzó a la fondue de chocolate, me trajo recuerdos agradables, de cuando sentía que podía pasar el resto de mi vida junto a mi falsa prima, pero ahora era mejor. Empezaba de cero, con una mujer incluso más increíble, y pudiendo evitar mil errores. Pese a que sabía todo eso, al ver a Alicia de pie, contoneándose como una niña buena en la habitación, me temblaba la voz.

-YO: eres…eres preciosa – casi rompo a llorar de felicidad, y nervios.

-ALICIA: tú no estas mal…- lo dijo al llevarse un dedo de chocolate a los labios, y chuparlo.

-YO: yo…- estaba tan ansioso que no me salían las palabras. Alicia sonrió al notarlo, y caminó hacia mí con calma, hasta empujarme contra la cama, y caí sentado. Me dio a probar su dedo, y no pude apartar los ojos de su mirada cuando lamí aquel chocolate.

-ALICIA: tranquilo, esta vez, deja que sea la chica quien lleve la manija – me cogió el rostro, y se agachó a besarme.

De pie entre mis piernas, me daba largos y húmedos besos que me fueron calmando los nervios, pero aceleraban mi corazón. Su melena castaña, con  aquellos reflejos rojizos, me hacían cosquillas al caer sobre mi cara. Cuando nuestros labios se separaron en  el último de ellos,  sentí su nariz frotar la mía, vi su sonrisa,  aquellas arrugas maravillosas, y  mis manos subieron por sus piernas, debajo del vestido.

Alicia, con una elegancia antinatural para una joven de  23 años, cogió el vuelo de su vestido, y se lo sacó por la cabeza con un solo gesto. Al sacárselo, su mata de pelo se movió como una bandera al aire,  y se  soltó la pinza del pelo que le hacía un ligero recogido.

Ante mí, entre mis brazos,  tenía a aquella hermosa mujer, de pechos firmes y pezones rosados y duros, no sé ni  cuando se había quitado el sujetador, ni sé por que los llevaba. Sus senos eran perfectos, más grandes o más pequeños, mejor o peor colocados ¿Qué más daba? Para mí eran perfectos. Me cogió del cabello, y me apretó contra su vientre, besé cada milímetro de piel con cuidado, y fui subiendo  a sus senos. Al sentir mis labios sobre sus pezones, soltó un gemido leve, y mi lengua jugó con uno de ellos con desesperación, hasta ponerlo tan saliente y tirante que parecía salirse de su piel. Mis manos subieron a su trasero, descubriendo que iba en tanga,  y amasando aquellas maravillas de la naturaleza que eran sus nalgas. Ya había tenido la oportunidad de manosear y acariciar cada parte de su cuerpo, pero ahora, la perspectiva del sexo, la hacía  más apetecible.

Bajó sus manos,  me quitó la camiseta chaqueta del traje y la camisa. Empujó para tumbarme en la cama,  gateó sobre mi cuerpo con lentitud desesperante, hasta sentir sus labios en los míos de nuevo. Sus manos recorrieron mi pecho y mi vientre de forma pausada, y mi polla pedía a gritos salir de mi entrepierna, sentía sus muslos rozándose contra los míos, y su cabello volvía a  hacerme cosquillas en el rostro, hasta que se pasó la mano por la nuca, recogiendo todo su pelo hacia un solo lado.

Fue cuando vi la pasión y la lujuria en sus ojos, frenadas por una sensación de amor puro. Al besarla el cuello, sentí como se estremecía, y una de sus manos bajó a mi bragueta, sobando la monstruosidad que allí aguardaba, por encima de los vaqueros. Con cierta habilidad, desabrochó mi pantalón, y con algo de mi ayuda, me bajó los slips hasta los muslos. Mi miembro saltó vivo y con ganas de pelea, al notar sus dedos en él, casi me da algo, y las risas nerviosas se contagiaban del uno al otro. Era raro llevar casi 14 años de relación de amigos, casi hermanos, y ahora estar haciendo aquello.

Alicia se alzó de rodillas para ver, y sentir con sus dos manos, mi duro miembro. Lo admiró unos segundos deleitándose, pensativa. No era la primera vez que lo sentía, me había pasado gran parte de esos dos meses largos, dejándome sentir en su culo, su cintura o incluso sus manos habían estado largos periodos de tiempo sobándome por encima de los slip, pero no como en ese momento..

-ALCIA: madre mía, es que es tan grande que me da miedo.

-YO: puedo prepararte, para que te sea más fácil – sabía hacerlo, aunque estaba tan perdido ante ella ese día,  que no sabría si lo recordaría.

-ALICIA: no…quiero que sea como una primera vez para los dos.

Se puso a un lado, y me dejó quitarla el tanga con caricias. Se avergonzó al verme mirando su coño, era el más bonito que había visto nunca, con un triángulo de bello  muy coto y cuidado. Fui dando besos desde sus rodillas hasta la cara interna de sus muslos, y pese a sus jadeos y movimientos, pasé de largo su monte de Venus, y subí por todo su cuerpo, besándola a la vez que me desnudaba completamente. Me atrapó entre sus piernas, y quedé sobre ella, besándola con ternura. Mi falo recaía imponente sobre su estómago, y ella me cogía de la cara, como solía hacer siempre, para besarme con pasión. Pasados unos minutos de caricias, me miró y asintió con seguridad.

-ALICIA: vale, hazlo… pero con cuidado.

-YO: así lo haré, pero si…puede dolerte, dime que pare en cualquier momento y pararé, pídeme que me salga y lo haré – me dio un corto y suave beso, y  asintió de nuevo con una bella sonrisa, llena de arrugas en sus ojos, para calmarme.

Apunté a su coño con mi verga, y por un instante, deseé que fuera más pequeña, para no hacerla daño. Pasé el tronco un par de veces para lubricarlo de sus flujos abundantes, y al localizar su entrada, apreté con suavidad. Mi glande entró con cierta dificultad, Alicia gimió con dulzura al sentir como me deslizaba dentro de ella. Yo sabía que había estado “entrenando” con el consolador enorme que le había visto cuando vivíamos juntos, pero yo era más ancho.

-ALCIA: para – espetó, entre un ligero gemido. Me detuve en seco, con medio miembro dentro de ella, y una presión descomunal. Apenas podía  contener el gesto de congestión en mi rostro, sentía sus dedos en mi cara apretando con fuerza, y Alicia estaba con los ojos cerrados, retorciéndose sobre la cama.

-YO: con calma, no te precipites…- pero no sé si se lo decía a ella, o a mí. Pasó un buen rato hasta que Alicia pudo abrir los ojos, y me miró entre excitada y asustada.

-ALICIA: sigue, pero muy despacio, por favor – era una suplica.

Fui tan lentamente que apenas notaba la fricción del movimiento, entraba tan despacio en ella que solo sus paredes interiores palpitando hacían evidente el avance. Alicia sollozó un par de veces, y gritó al aire maldiciones, pero no me mando parar. Apreté en un golpe final, en que la dejé boquiabierta con los ojos en blanco bien abiertos. La tenía dentro, toda, sus caderas enormes eran un buen augurio.

La vi como su hubiera recibido una descarga de un carro de paradas de un hospital, se elevó de la cama con un espasmo que la dejó caer pausadamente, y permaneció con la espalda encorvada unos segundos, mordiéndose el labio, pero más que por placer, para aguantar el dolor.

-YO: ya está…- sonrió levemente.

-ALICIA: ¡Como si fuera poco!…Noto……..Noto como se me ensancha…por dentro…- me besó para tranquilizarme, tendría que tener tal cara de susto, que fue ella la que me serenó.

-YO: tú deja que se acople, con cuidado, hasta que notes que no te tira la piel – obedeció, y solo movía sus manos raspando mi incipiente barba, y sus labios contra los míos,  con delicadeza. Permanecí inmóvil unos minutos, hasta que ella suspiró varias veces seguidas.

-ALICIA: creo…creo que ya…- se sonrojó un poco.

-YO: bien, voy a  empezar a sacarla lentamente, y luego la meteré de nuevo, con cuidado,  iré aumentado poco a poco, así que prepárate – rió, mientras decía que sí, con la cabeza, tan asustada como yo. Me agarró, rodeándome con sus brazos por el cuello, aferrándose con temor a lo que llegaba.

Cumplí mi palabra, y al irla sacando, oía su respiración agitada. Lentamente fui metiéndola de nuevo, y Alicia mantenía la respiración hasta sentirla dentro,  allí soltaba todo el aire. Muy tranquilamente, fui aumentando la velocidad, si es que a eso se le podía llamar velocidad, y ella respondía bien, con su rutina de respiraciones.

Para cuando entraba y salía de ella sin mucha dificultad, Alicia jadeaba de placer, y suspiraba de gozo, no menos que yo, que la notaba temblar. Se dejó caer sobre la cama, habiendo pasado lo peor, y me besaba con una sonrisa eterna. En ciertos momentos, yo  aumentaba el ritmo  un poco, y ella se mordía el labio derritiéndose entre mis brazos, pero luego bajaba para dejarla respirar. Me sorprendió que, cuando bajaba el ritmo, ella acompasaba mis gestos con su cadera, provocando penetraciones más largas y sensuales. A la sexta vez  que lo hizo,  aceleré, y su cuerpo vibró,  sus ojos se cerraron y su mano se fue a su clítoris frotándolo de forma acelerada.

Su  orgasmo manchó las sábanas y  mi cuerpo,  gimió entre palabras inaudibles, mientras se retorcía bajo mi cuerpo. Cuando pudo volver a respirar, sus manos la taparon la cara, estaba roja, riendo de excitación y vergüenza, luego se apartó el pelo enmarañado de su cara, mirándome sonrojada.

-ALICIA: dios mío…perdóname…..- la besé.

-YO: ¿Perdonar, qué?

-ALICIA: no lo sé…nunca me había pasado esto…no así…

Los besos reactivaron mis movimientos, y perdí la noción del tiempo. Estuve acelerando y frenando tantas veces, sintiendo como cada vez era más fácil y placentero, como ella seguía acompasando con facilidad mis gestos, y mirándonos a los ojos sin pestañear.

No solo era sexo, sino que estabamos unidos por un vínculo invisible por el cual nos declarábamos nuestro más sincero afecto y cariño a través de nuestros cuerpos. Las sensaciones iban más lejos de la que obtuve con cualquier otra mujer, Alicia no besaba ni se movía mejor o peor que nadie, simplemente estaba fuera de cualquier comparación, era perfecta en todas y cada una de sus acciones, y si no lo eran, me lo parecía.

Los gestos fueron volviéndose más ágiles y rápidos, el calor era agobiante y la sensación dentro de ella  se volvía fuerte y potente. Fueron apenas unos cuatro minutos en que, hicimos el amor,  un matiz apenas perceptible, pero que se notaba en la tonalidad de sus gemidos, mi respiración, la tensión de nuestros cuerpos al interaccionar, y la forma en que nos acariciábamos, de tal forma, que no pude más. Me corrí dentro de Alicia, y de la intensidad del instante, apenas pude avisar. Al sentir como me derramaba en ella, un halo de satisfacción la llenó la mirada, obnubilada y jadeante. Caí sudando sobre ella, que me abrazó  mientras me besaba y me acariciaba.

Al girarme y quedarme tumbado boca arriba a su lado,  vi un reloj, apenas había estado 20 minutos dentro de ella, una miseria para mí, más aún cuando me di cuenta, no había follado con ella, la había hecho el amor, de forma lenta, cariñosa, con ternura y mimo. Suspiraba a su lado, y la veía sonreír, encogiéndose sobre sí misma, entre dulce y tímida. Acaricié el contorno de su piel.

-ALICIA: ha sido…raro…bonito…tierno…y bueno.

-YO: lo siento, he…he sido demasiado rápido…20 minutos no es nada…pero…no sé…tampoco he sido tan…contundente…- se apartó el pelo de la cara, con un gesto sensual.

-ALICIA: te vi con Lara, y Mara me ha hablado mucho de ti,  quizá no sea igual con todas, quizá conmigo sea diferente.

-YO: supongo, ¿Te quiero demasiado como para tener sexo salvaje?

-ALICIA: puede ser, estamos empezando, ahora todo es bonito y de colores…- se recostó sobre mí - …quizá más adelante…te quejas por 20 minutos, cuando eso es mucho tiempo, al menos para mí, yo no soy ninguna loca del sexo, ni estoy acostumbrada a eso, o a más.

-YO: mientras tanto…podemos repetir…- una carcajada sonora se le escapó, cuando vio mi polla mirando al techo otra vez.

-ALICIA: ya me dijo Mara…

Pasó una de sus piernas por encima de mí y quedó montada sobre mí. De un  gesto hábil,  se metió mi falo en su dilatado interior, y a 4 patas, empezó a bombear con cuidado. Mis manos fueron a su trasero, ¡Y qué maravilla!, sentir su piel tersa y dura vibrando con su movimiento pélvico, o  sus senos moviéndose al son de su cadera.

Desde luego, Alicia sabia cual era su punto fuerte, y lo manejaba de cine, sus caderas se movían mejor que una bailarina del vientre, y su forma de contonearse era delirante, apenas podía mantener la cabeza quieta como para besarme, y se alzaba de rodillas de vez en cuando, retumbando contra mí al caer a plomo, y girar su cadera en amplios gestos demenciales. Pese a una segunda y tercera corridas de Alicia, menos impulsivas que la inicial, continuó como un oleaje constante rompiendo en mi cintura, y me enamoré aún más de ella, cuando me cogió de las manos, entrelazado los dedos, y me usó como apoyo para subir y bajar, engullendo mi miembro entero cada vez, con el sonido de nuestros cuerpos chocando, como cuando Eli me desvirgó.

Hasta que el cuarto orgasmo le arqueó la espalda hacia atrás, y se frotó el clítoris tan rápido que me bañó el vientre de sus fluidos. No pude contenerme, agarré ese culo como pude, al no poder abarcarlo, y mi cintura se volvió loca. Planté lo pies, y bestia o no, no pude darle ritmo mejor y más rápido. Alicia soltó unos alaridos de sorpresa, y se agachó para poder aguantar aquel vendaval entre sus muslos.

No pude parar hasta que me corrí por segunda vez dentro de ella, que estaba deslumbrante, con el brillo del sudor recorriéndole el cuerpo, y una mirada lasciva impropia de ella. Cuando se le pasó la retahíla de orgasmos y espasmos, arrodillada sobre mí, con una risa nerviosa constante,   volvió a ser ella, torneando los ojos, y cayendo fundida sobre mi pecho.

-YO: Alicia… ¿Estás bien? – tenía pánico por haberme pasado, pero una serie de risas naturales salieron de sus labios, y me miró, alzando la cabeza con ternura.

-ALICIA: ohhhh sí…muy bien…vaya bestia parda estás hecha…- me besó con lengua, pese a estar  cansada y rendida,  me dejaba sin aliento.

-YO: si quieres, podemos dejarlo ya…- se alzó, contoneando su trasero, dejándome claro que aquello no había terminado.

-ALICIA: podemos, pero  se de algo que te gustará, a todos con los que he estado les volvía locos, y sé cómo me miras cuando crees que no te veo…fóllame desde atrás – la simple imagen de ella, a 4 patas, me la puso dura de nuevo, y Alicia lo sintió en sus piernas.

-YO: ¿Pero, por detrás…?

-ALICIA: dejemos eso para  más adelante…por el momento…- su sonrisa era tan encantadora, que apenas percibí su dedo índice repasar mi barbilla.

Se salió de mí, y gateó a 4 patas sobre la cama. Me puse en pie, y verla así, desde atrás, con sus amplias caderas y su culo me pompa…casi me mata. Sin duda, el mejor culo estructuralmente hablando, perfecto, no sobraba ni faltaba nada.

Me arrodille tras ella, y se la metí de una estocada tan firme en su interior que la alzó, y aproveche para sujetarla de los senos, amasándolos, mientras ella gemía al sentirse algo más que una mujer amada, sino deseada.

El inicio fue pausado y acompasado por ambos, pero cuando sentí el rebote de sus nalgas, me atreví a arremeter con  furia, y cada golpe la hacía gemir más alto y más sensual. Así que, esta vez, sí la estaba follando, no haciendo el amor,  de forma brutal, y aún así, ella seguía girando su cadera a mi ritmo, haciendo que la penetración fuera  profunda. Me volví loco acariciando uno de sus senos, y mi otra mano bajó a su clítoris. Sonrió alegre por la idea, y me dejó frotárselo con habilidad, mientras cerraba los ojos y se dejaba arrollar por el tren de mercancías que tenía detrás.

Cuando empezó a correrse una vez tras otra, se venció a 4 patas, y sujetándola de las caderas, sin duda, la bestia apareció. Tenia que hacerlo, ante semejante espectáculo que era lo que tenía delante de mí, viendo como mi enorme verga desaparecía por completo, en unas caderas tan poderosas, que hacían ver  mi polla no tan escandalosamente enorme,  hundiéndose en, no sólo la mujer perfecta o el amor de mi vida, sino en el trasero más deseable que se pueda imaginar, grande, voluptuoso, desbordante y bien colocado.

No recuerdo un mejor sexo la primera vez con nadie, fue erótico, sensual, romántico y visceral, todo en uno, y reconozco que más de tres azotes en su culo fueron pocos, era de gelatina firme, y se movía sin descanso ante mis acometidas. Otro orgasmo animal la sacudió el cuerpo, cuando la bestia se cebaba con su presa en uno 10 minutos seguidos de locura, Alicia salió despedida rodando por la cama,  serpenteado entre lamentos y gemidos, frotándose poseída la entrepierna, hasta que se calmó. La cogí de la cadera, y de un tirón me la monté encima de pie, me rodeó con las piernas y brazos, mientras se la metía hasta el fondo, y la apoyaba con cuidado la espalda en una pared.

Al dejarla caer, se encorvó intentando alzarse sobre mi cuerpo,  pero me besó dejándome sin poder respirar. Cada golpe de cadera la elevaba sobre la pared, y al caer sonaba el chapoteo de nuestros sexos. Sujeté de uno de sus senos mientras la estaba matando con cada acometida, y después de varios orgasmos, casi se desvanece en otro final de escándalo, en el que me corrí dentro de ella por tercera vez, casi a la vez que ella relampagueaba sobre mi cuerpo.

Al dejarla, con extremo cuidado, sobre la cama, Alicia rodó varias veces hasta calmarse, y pude acostarme a su lado para poder coger aire. Llevaba demasiado sin sexo, y supongo que Alicia llevaría más. Cuando recobró el sentido, o la cordura, se puso a mi lado, sonriendo con aquellas arrugas deliciosas,  mordiéndose la uña del dedo pulgar, juguetona.

-ALICIA: ha sido increíble…eres incluso mejor de lo que había esperado.

-YO: tú eres mejor que en mis sueños.

.-ALICIA:  ahora sé por que Eleonor está tan loca.

-YO: ella no solo estaba así por el sexo.

-ALICIA: lo sé, estaba así por que sabía cómo hacías el amor, y además, veía como Ana tenía tu amor, y el sexo…puf… es para volverse loca, pero ahora yo tengo tu amor, y no se me da mal hacerlo contigo…

-YO: y es la primera vez.

-ALICIA: yo he contado varias…- se volvió a poner roja de vergüenza -…no sé si podré mantener este ritmo, por que madre mía….

-YO: oye, tres polvos  tú sola, la primera vez, no esta nada mal, no muchas pueden decirlo.

-ALCIIA: ¿Ah sí, cuales? – quise hacer memoria, mientras Alicia jugaba con sus dedos  en mi pecho.

-YO: ninguna  que esté a tu altura - más romántico que decirla que, al menos, cuatro mujeres aguantaron eso,  y una de ellas, su hermana Mara.

Pasamos una hora de cháchara, mientras cogíamos aire. Me bebí dos botellas de agua del tirón, y Alicia se dio una ducha. Después yo,  y nos metimos en la piscina de 2x2 de la habitación, desnudos y jugando. Tanto jugamos, que nos excitamos demasiado, y tenía a Alicia encima, masturbándome, mientras me besaba, y yo acariciando su pubis con tenacidad.

-ALICIA: nunca lo he hecho en el agua.

-YO: ¿Quieres probar?

-ALICIA: tú lo has hecho mucho, ¿No? Con la del ático ya me imagino…

-YO: pues sí, pero nunca con tan grata compañía.

Se mordió el labio mientras se dejó flotar, para rodearme con las piernas. La cogí del culo, me tenía tan cautivado que era mejor que cogerla de cualquier otra parte, y la apoyé contra una pared de la piscina, mientras mi polla era dirigida por ella.

Entró limpiamente hasta el fondo, al hacerlo  Alicia siempre arqueaba la espalda mordiéndose el labio, al menos la primera vez, luego me besaba con lujuria al sentir como la metía  ferozmente, pese a la resistencia del agua, y para cuando me rozaba con la nariz en la mía, con cada beso largo, tenía un orgasmo dulce y cariñoso. Sentí sus muslos apretarse contra mí, y un jadeo constante la llevó al cielo, para hacerla volver al verter mi semen por cuarta vez dentro de ella. Sabía  de sobra de mi vasectomía, así que solo disfrutaba de sentir mi semen cálido caer en su interior.

-ALICIA: ¡Dios! Espero que tus padres salgan de casa a menudo,  me ha encantado esto…el agua fría y tu semilla caliente dentro de mí - la lamí los senos mojados con habilidad.

-YO: yo también, no me creo lo bien que te mueves, eres mejor que tu hermana – era verdad a medias, Mara era inmejorable en sus movimientos, lograba que te volvieras loco, pero con un gran esfuerzo. Alicia, en cambio, lo conseguía de forma natural, era poderosa, avasalladora, lo que podía permitirse con su cuerpo.

-ALICIA: ¿Ah, sí?…Pues pienso decírselo, verás que capón te da – entendí que mencionar a su hermana fue un error, pero qué puedo decir, estaba teniendo el día mas feliz de mi vida. Estaba enajenado.

-YO: que no se enfade por que mi prometida sea mejor que ella.

-ALICIA: tu prometida…dios…casi se me había olvidado…- miró su dedo anular, y allí estaban los delfines, con gotas de agua recorriendo su contorno,  y los brillantes haciendo lo que mejor hacen, brillar.

-YO: pues que no se te olvide, por que se acerca la hora de la verdad, y necesito que estés a salvo.

-ALICIA: no me apartaré de ti, Eleonor es peligrosa, tienes que tenerme a su lado, para controlarla.

-YO: para lo que tengo pensado, Hera ya no es necesaria, no puedes arriesgarte con el cártel detrás de ella,  acepté que asumieras el riego, sólo para que la tuvieras vigilada y metieras al sustituto. Eso ya está hecho, ahora déjame a mí solo.

-ALICIA: ¿Yo no puedo arriesgarme, pero  tú si puedes meterte a ciegas? Necesitas a alguien dentro, y yo soy la mejor baza… soy la única baza.

-YO: lo sé, pero…si te pasara algo…

-ALICIA: ahora estamos juntos… – se señaló el dedo  –… esto no es solo una joya, significa que ahora estamos unidos para lo bueno y para lo malo…-  me hizo besarla en el pequeño tatuaje de su muñeca, el de la mano dónde la sujeté, para  no dejarla caer -…no dejarás que me pase nada, lo sé.

-YO: podemos hacerlo…juntos – su besó me derritió, y no hubo más conversación. Por que la firmeza y la seguridad que me transmitió en su mirada, me dejó claro que ahora éramos un sólo ser, y no existía fuerza humana que fuera capaz de  separarnos.

Salimos de la piscina, y nos secamos dándonos otra ducha, en la que no pude evitar tomarla desde atrás. Los dos de pie en la ducha, besándonos bajo el agua tibia, y repasando todo su cuerpo con mis manos, mientras la hacía el amor de nuevo. Como al principio, lentamente y deleitándonos, más de una hora entrando y saliendo de ella, repasando cada recoveco de su piel.

Nos fuimos a la cama, y nos quedamos dormidos unas siete horas seguidas. Estabamos muy cansados del largo día, y de aquella primera vez, que fueron cinco, y que se convirtió en la mejor noche de mi vida. Sí, lo digo mucho, pero era por que lo sentía así, cada almuerzo, cada paseo, cada mirada, cada conversación, cada caricia, cada roce, cada beso, cada movimiento, cada penetración y cada orgasmo junto a Alicia…todo se convertía en lo mejor que me había pasado nunca. Nos despertamos los tres, Alicia, mi erección mañanera y yo, ella se la quedó mirando, algo cansada.

-ALICIA: es desquiciante, ¿Esto no se te cansa nunca?

-YO: algunas lo ven como algo positivo.

-ALICIA: pues nada…

Tan desnudos como nos acostamos, se abalanzó sobre mi verga con ambas manos, y pillándome  por sorpresa, se puso a lamer mi polla, y chupar el glande con muchas más habilidades de las que le había presupuesto. Me deleitó con sus labios succionando mi falo, no le entraba demasiado en la boca, y repasaba con su lengua todo el tronco de aquella barra candente.

La cogí de la cintura, y me la puse a 4 patas de forma invertida, en un 69 demencial. Sus caderas casi me cubrían la cabeza entera, y al sentir mi lengua y mis dedos en su interior, dejó de chuparla para gemir. Cuando localicé su punto G, creo que se corrió al instante, nunca antes  se lo habrían buscado y acariciado. Jugué con mi lengua, chupando su clítoris, era de lejos el más grande que había lamido nunca.

Al correrse por segunda vez, gateó hacía mis pies, y se metió mi rabo hasta el fondo, dándome la espada, dejándome su culo a mi disposición, follándome al ritmo que ella deseaba. Se elevaba poderosa, y caía con fuerza, su cadera se movía en amplios círculos y su larga cabellera castaña se movía alegre a su compás. No creo que ningún batería de un grupo musical, despreciara el trabajo que hice con sus nalgas. Se corrió por tercera vez, tras deleitarme con sus artes de mujer,  esa vez  por la penetración que ella misma provocaba.

Tenia la piel de sus nalgas roja y compungida, pero en vez de darse la vuelta, se dejó caer hacia atrás, pegando su espalda a mi pecho, y abriéndose de piernas como una rana, dejándome que ahora yo, la sujetara de las caderas para metérsela tan dentro que casi podía notar como rozaba la pared de su útero, pero no la hacía, por mucho que insistiera. Así que me desataba, y un fluido constante emanó de ella hasta que me vacié, en un sprint final, que la hizo tener otro orgasmo animal. A esas alturas, habíamos descubierto juntos,  que Alicia tenía orgasmos de dos clases, el normal y el que le impedía seguir moviéndose hasta recuperar el aire, y este fue de los segundos. Por suerte, había terminado, y mi miembro decaía. Alicia se giró, para quedar tumbada sobre mí, y llenarme de besos, tantos que perdí la cuenta y el oxigeno de la cabeza.

-ALICIA: ¡Eres un animal…eres una bestia…eres una bestia salvaje! Eres…mi bestia – me sonrió, tan dulcemente que aquella estupidez me gustó.

-YO: ¿Una bestia? Queda un poco feo…

-ALICIA: sí, y solo tú y yo sabremos por qué.

-YO: entonces, tú eres mí princesa,  si yo soy tu bestia,  tú eres mi….¿Bella?

-ALICIA: lo seré el resto de mi vida…soy…soy feliz, Raúl – su rictus cambió a serio, pero emocionado, sin que hubiera palabras para describir lo contenta que estaba, parecía tan llena de dicha, como si pensara que nunca volvería a ser feliz, y de golpe, descubriera que sí podía.

-YO: no más que yo, me completas, Alicia, de una forma que nunca pensé que podría sentir – pasé su melena por detrás de su oreja, recorriendo todo el largo de su cabello, hasta acariciar su espalda.

-ALICIA: dime que jamás me dejarás, que no me fallarás ni me decepcionarás…

-YO: jamás, sólo si tú me lo pides.

-ALICIA: ni aunque yo te lo pida, no me alejes, pase lo que pase, quédate conmigo  – Alicia estaba en el punto de echar a llorar, la cogí de la barbilla, para que me mirara a los ojos.

-YO: aunque muriera, y fuera al mismísimo infierno,  lucharía contra los ejércitos del diablo, y le arrancaría el tridente de la manos para clavárselo en el pecho, con tal de volver a tu lado, encontraría la manera de volver, por perdido que estuviese, podría tardar días, semanas o años, pero si me esperas, te encontraré…te lo prometo,  hasta podría ser una amenaza. No voy a fallarte – ese detalle final, la hizo sonreír, relajando sus pensamientos.

-ALICIA: ¿Te lo acabas de inventar, o es de una película?  - sonrió alegre, se le había pasado aquel momento de debilidad.

-YO: de varias en realidad…son una gran fuerte de inspiración…- la besé –…pero eso no lo hace menos cierto,  sólo un estúpido te dejaría, ¿Soy un estúpido?

-ALICIA: eres muchas cosas, un loco desvergonzado que actúa y habla antes de pensar…pero, no…no eres un estúpido.

Quedamos abrazados una eternidad, o eso me pareció. Alicia era fuerte y lista, pero tenía tal pavor a que yo la fallara, como hicieron Teo, o Lorenzo, que entendí aquel fugaz momento de dudas. Pero yo no sería ellos, llegaría hasta el final con ella, fuera cual fuera.

Sonó la campana para dejar la habitación, nos dimos duchas separadas, por seguridad de no recaer, y nos vestimos para volver a casa. La dejé en la suya, comentando  los planes a seguir para tenerlos bien claros, y regresaba en coche al ático de mis padres,  convencido de todo,  más seguro que nunca de lo que debía hacer.

Había encontrado mi escudo de Aquiles. Hasta ese momento, Eleonor me había arrastrado a su juego, había sobrevivido, me había escondido, y logré vengarme en parte, para proteger a mi familia o a mis amigos. Pero era por mi propia vanidad, mi orgullo y mi arrogancia, ahora lo veía, puse en peligro muchas vidas y destroce a demasiada gente por no aceptar mis propios errores. Eleonor era el resultado inevitable de mi comportamiento, en una época en la que era joven y me comporté mal con tantas mujeres, que era cuestión de tiempo que el mundo me lo echara en cara.

Pero ahora, por fin, tenía algo por lo que merecía la pena pelear, y morir, algo a lo que aspirar, más allá que yo mismo. La promesa de una vida junto a Alicia, era todo lo que un hombre pudiera desear. Había llegado la hora de luchar por ello, y  ponerle fin a todo, de un modo, u otro.

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