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El entrenador de Momoko (III)

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Poco tiempo pudo Momoko disfrutar del relax que sintió nada más el entrenador consiguió sacar la cabeza de entre sus piernas. El señor Tamura respiraba agitadamente y la pava de la chica pensó que sería debido al esfuerzo que había hecho y que tanto placer le había suministrado. Abrió los ojos cuando sintió que Tamura se abría camino entre sus piernas, acercándose más a ella.

- Mira lo que me has hecho... Ahora soy yo el que necesita de ti.

Momoko le miró deseosa pero sin saber qué hacer. No tenía ni idea de qué era lo que esperaba de ella. El señor Tamura volvió a acariciar los pechos de la joven con una mano, mientras con la otra se acariciaba su dura polla arriba y abajo. Jadeaba y viendo que su alumna no tenía ni una pista sobre qué hacer, se tendió suavemente sobre su cuerpo desnudo y comenzó a besarla de nuevo, tiernamente al principio, continuando con más ansia enseguida. El señor Tamura estaba terriblemente excitado y Momoko parecía no haberse saciado completamente a juzgar por sus incipientes jadeos. Intentó retorcerse bajo el cuerpo del hombre, pero este la sujetaba con fuerza mientras la morreaba dejándola casi sin aliento. Con un movimiento rápido e inesperado, Tamura agarró a Momoko por la cintura y se giró dejándola a ella encima de él, a la vez que separaba su boca de la de la joven parándose en seco.

- Ahora te toca a ti, pequeña. Tienes que ser buena conmigo, compláceme.

Momoko le miraba desconcertada porque nunca había tocado siquiera la verga de ningún hombre. Una vez vio una película porno en casa de una amiga, aprovechando la ausencia de sus padres. Se escandalizó bastante y durante unos días no pudo dejar de pensar constantemente en lo que había visto en la pantalla. Se levantaba excitada, iba al colegio excitada y se acostaba excitada, tanto es así que no solo había incrementado considerablemente la cantidad de veces que se masturbaba al día, sino que la primera noche, de tan cachonda como estaba, se levantó buscando desesperadamente algún utensilio que le sirviera de consolador y al no encontrar nada mejor, se llevó a hurtadillas a la cama un bote de laca del pelo de su madre. Con la debida cantidad de vaselina y por culpa de aquella película en la que por primera vez había visto descomunales pollas que hacían gritar de placer a aquellas mujeres, consiguió que su flexible coño absorbiera buena parte de la longitud del bote de laca mientras frotaba su clítoris con la mano libre. Aquella no fue la última vez que se folló al bote de laca, aunque después de hacerlo se quedara ligeramente dolorida por el grosor de su improvisado "amante".

No se atrevía a mirar al entrenador a la cara, pero sabía que lo que le estaba pidiendo era que se la chupara. Ella lo estaba deseando, pero no quería hacerlo mal, así que optó por ser extremadamente delicada. Bajó con su boca lentamente por el pecho del entrenador que gemía por la excitación, pensando en lo que estaba por llegar.

- Eso es... Muy bien... Sigue así...- decía Tamura mientras empujaba suavemente la cabeza de Momoko hacia su entrepierna.

Sin atreverse a tocar nada, Momoko empezó a dar inocentes besos a lo largo del falo de su entrenador. Nunca podía haberse imaginado que aquello se pudiera poner tan duro y quedarse tan pegado al cuerpo. Alrededor del décimo beso, el entrenador se convenció de que la que estaba entre sus piernas era una absoluta pardilla en asuntos amatorios, así que sin avisar se sentó en el tatami y acomodó las toallas de manera que su espalda quedó apoyada en la pared. Bien pensado, así vería todo lo que le hiciera y sería doblemente excitante.

- Ven aquí -le dijo a Momoko abriendo las piernas y ofreciéndole la verga. - Abre bien la boca y mete mi polla en ella con suavidad. Después sácala sin soltarla y vuélvetela a comer despacio pero sin parar.

Momoko sonrió y se tiró ansiosamente sobre aquella verga que se le ofrecía tan tersa y apetecible.

-¡Tranquila, pequeña! - dijo Tamura ante aquel arrebato por miedo a sufrir un accidente. - Ten mucho cuidado con los dientes... Eso es, chupa...chupa bien abajo. Envuelve la polla con tus labios y chupa... Llénala bien de saliva... eso...así....

El señor Tamura gemía mientras daba cortas pero eficaces instrucciones. Para no saber nada de pollas ni de mamadas, aquella estaba siendo de campeonato. Momoko estaba también muy excitada y comenzó a desinhibirse. Casi sin darse cuenta se acomodó de manera que, sin soltar la polla de entre sus labios, la agarró con fuerza y empezó a agitarla arriba y abajo con ambas manos, en un movimiento lento pero enérgico. Dejó de succionar la polla entera para concentrarse en la cabeza sonrosada que parecía que fuera a estallar en cualquier momento. Pasó su lengua alrededor del glande sin dejar de masajearla con las dos manos y de prontó vio una gotita de líquido transparente en la punta que le llamó la atención. El señor Tamura, abandonado completamente al placer, sin dejar de mirar todo lo que le hacía Momoko, vio como la chica paraba su masaje para sujetar firmemente la verga entre sus manos. Ella cerró los ojos extasiada y con la punta de su lengua recogió aquel néctar que le supo deliciosamente salado. Ante el deleite de Tamura, Momoko saboreo el líquido esparciéndolo con su lengua por sus labios.

- ¡Ven aquí y bésame! - dijo Tamura avalanzándose sobre la chica, agarrándole la cara con ambas manos para llevarse su boca a la suya y chuparle los labios y la lengua que acababan de recoger el producto de su excitación directamente emanado de la punta de su rabo.

En cuanto bebió de la chica y convencido ya de que no sería necesaria ninguna lección ni consejo adicional, Tamura se dejó llevar por todas las sensaciones que Momoko le estaba provocando y se arrastró sobre el tatami hasta que quedó completamente tumbado en él. Cerró los ojos, con una mano se sujetó la polla y con la otra le hizo señas a la joven para que volviera a lo que estaba haciendo con tanto acierto.

Momoko no necesitaba órdenes y se concentró otra vez en la verga de su maestro. Chupaba arriba y abajo, aumentando el ritmo con la boca y con una mano. Masajeaba la polla lubricada por la saliva, que la hacía estar resbaladiza y apetecible. Con la otra mano comprobó que de su coño también salían cálidos fluídos y se acarició hasta que sus dedos se impregnaron bien en ellos. Quería saber si eran iguales a los del señor Tamura y se metió los cuatro húmedos dedos en la boca, comprobando rápidamente que el dulce manjar de su entrenador, no tenía nada que ver con aquel saber acre.  El señor Tamura no podía aguantar más y después de ver a aquella chica chupándose los dedos de aquella manera para lamerse sus propios jugos, trató de concentrarse para no correrse de inmediato, pero para entonces Momoko ya había retomado su mamada con ritmo frenético y no se sentía en ningún caso dispuesto a impedirle gozar de su miembro.

Momoko ahogaba gemidos deleitándose en la polla, Tamura gemía y jadeaba disfrutando de cada succión, de cada lametón y de cada embestida de la joven, hasta que de pronto, sabiendo que no podía evitarlo por más tiempo, se agarró los huevos con ambas manos, como queriéndolos alejar de su verga, justo cuando sin poder hacer nada por evitarlo, un desgarrador grito de placer lujurioso se escapó de su garganta. Se estaba corriendo de forma brutal y salvaje. Encogió su ya naturalmente duro culo, lo que le hizo elevarse más sobre el tatami. Se soltó las pelotas para agarrar fuertemente a Momoko por la cabeza, impidiendo que se sacara la polla de la boca hasta que no se hubiera tragado hasta la última gota. Todavía contoneaba las caderas involuntariamente cuando se dio cuenta de que no necesitaba sujetar más tiempo la cabeza de Momoko. Se irguió para mirarla y comprobó con deleite como saboreaba toda la leche que acababa de derramar sobre su boca, su cara y sobre sí mismo. Momoko masajeaba todavía su polla aprovechando la leche que aun quedaba. Seguía chupando y lamiendo, tragando aquella delicia que había conseguido extraer de su entrenador; le extendía y esparcía los restos entre sus huevos y su pubis, mirándole como si fuera una perra en celo. Como sus manos estaban manchadas, instintivamente comenzó a limpiarle los restos de su corrida con las tetas. Rozaba una y otra vez sus dos duros pezones contra el sexo de Tamura, quien echó la cabeza hacia atrás, agotado y satisfecho, riendo.

- Así que ahora tendremos que solucionar tu calentura... ¿eeeh? - dijo jadeante el señor Tamura.

Momoko no dijo nada. Solo sonrió sujetando aún entre sus manos y sus labios la verga momentáneamente agotada de su maestro.

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