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El primo Alberto

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Hace ya algunos años, recién había nacido mi segundo hijo. Una tía me llamó por teléfono desde Oaxaca, me pidió como favor que hospedara a mi primo Alberto por algunos días mientras realizaba un examen de diagnóstico para saber si podría ingresar a la universidad. Yo acepté. Cuando le conversé el tema a mi esposo me dijo si podíamos hospedarlo en una pequeña casa que habíamos construido cerca de la nuestra. Una parte ya estaba acondicioanda y el resto estaba en obra negra. Ok, le dije, allí se quedaría pero acordamos que los días que estuviera comería con nosotros o bien le llevaría comida para que estuviera lo más cómodo posible.

El día en que llegó fue de locos, llevé mi hija a la escuela y al bebé a la guardería y me fui a la terminal de autobuses para esperarlo. Llegué unos 20 minutos tarde, llegó antes de tiempo y no se movió de su asiento. Cuando fui hacia él lo reconocí, Alberto era el onceavo hijo de mi tía Marta, realmente allá en Oaxaca o no hay televisiones o bien a las mujeres deberían colocarlas lejos del alcance de sus maridos. El chico apenas había cumplido los 18 años. Era ligeramente alto, ojos cafés, una mirada triste. Flaco como un spaguetti y para que dijera una palabra casi tenía que ponerme de rodillas. Levantó su maleta y fuimos hacia el auto.

Se quedaría una o dos semanas así que decidí que por las tardes iría con una amiga que era maestra de universidad para que lo apoyara repasando lo que vio en bachillerato y así, tuviera la oportunidad de ingresar a la universidad. De todos mis primos, éste era el único que tenía ganas de estudiar.

Lo llevé a casa para que se refrescara y después le serví algo de comer. Yo había tenido el tino de comprar refrescos, botanas, jamón, pan, en fin, lo necesario para que estuviera cómodo en nuestra casa de campo -así le llamo- le expliqué que tendría que dormir en la sala, en un sofá cama pues allí era donde estaba el aire acondicionado, pero tenía televisión, un estéreo y un refrigerador. La parte de atrás servía para que Obdulia, mi sirvienta, tendiera ropa pues allá la llevábamos a que se secara.

Lo llevé a la casa. Se instaló de inmediato y les juro que en todo el camino no emitió palabra alguna. Por más que me interesé en que hablara algo nunca lo hizo. Llegamos, bajó su maleta y entró detrás de mi cuando abrí. Se acomodó, me despedí de beso en la mejilla y me marché pues tenía que ir por mi hija a la escuela.

Yo había vivido meses de tensión, pues yo me embaracé de un hombre que no era mi marido y tuve un hijo al que adoro al igual que mis hijas. He vivido con eso mucho tiempo, ya algún día les contaré más sobre esa experiencia y porqué ansío los fines de año, pues es alli donde veo a un hombre que me hace ver las estrellas cada vez que tengo sexo con él aunque sea dos o tres veces nada más.

Llegué a casa con mi hija y me marché por mi bebé a la guardería. Prefería tenerlo allí debido a mi trabajo y porque Obdulia tenía muchas cosas qué hacer en la casa. Acomodé mi agenda para ir a ver a Alberto por la tarde. Con mis hijos en casa le pedí a Obdulia que se hiciera cargo de ellos por un rato y fui a ver a mi primo. Llevé comida que había preparado y estaba segura que le iba a encantar. Estacioné mi auto y bajé. Nuestro terreno era el único en el lugar que ya tenía una casa construida aunque no la habíamos terminado como era nuestro deseo. Abrí la puerta y coloqué en una mesa la comida y otras cosas que llevaba para mi primo. No estaba encendido el aire acondicionado y él no estaba por lo menos en la sala, supuse que se estaba bañando así que fui hacia el patio al que bien le hacía falta una buena limpieza. Yo de loca luego me tomo fotos íntimas allí porque sé que nadie me ve.

Abrí la puerta del patio y mi sorpresa fue mayúscula, Alberto estaba desnudo masturbándose. ¡Dios mío! dije y me volteé y quise regresar a la casa. ¡Niño! ¿qué estás haciendo? Cierto, la pregunta era estúpida pues sabía perfectamente lo que estaba haciendo, lo que ocurre es que nunca imaginé que en el primer día el jovencito había salido a refrescar su macana ante el hermoso viento tropical que hay en Veracruz. El tipo ni se inmutó, no me dirigió la palabra y siguió mastubándose. Se ve que le urgía. Lo observé y vi que no tenía nada de pena, algo muy característico en mí. Llevé una toalla para que se cubriera. Tenía un hermoso pene quizá de unos 18 centímetros, oscurito y con la cabeza grande y rosada. ¡Tápate, lo bueno es que no hay nadie por aquí! y decidí que debía entrar a la casa.

Cuál sería mi sorpresa de que Alberto me tomó de la mano y no me dejó ir. Era más alto que yo, quizá unos quince centímetros y era flaco flaco, pero su color moreno era muy sensual o por lo menos yo lo vi así. Me quedé muda, sin saber qué hacer aunque era obvio que mi primo el más chiquito -por así decirlo- estaba muy caliente y eso es peligroso para mí pues yo me enciendo muy rápido.

Me miró y por primera vez vi sus labios gruesos, virginales, pues el reporte que tenía es que siempre había sido callado, sumiso y no se le conocía novia y en su familia se preocupaban de que fuera a ser homosexual, pero por lo que comprobé en ese instante no tenía nada de homosexual. Me quedé mirándolo y yo sé que cualquier otra tía, sobre todo que se condujera con decencia le habría dado una bofetada, pero yo seguía muda y sin saber qué hacer. En ese momento yo llevaba un lindo vestido corto de vuelo con rayas verticales en color negro y naranja y mis clásicas sandalias. Yo me veía linda modestia aparte.

Me atrajo hacia él y llevó mi mano hasta su hermoso pene que si no era grande, sí estaba macizo y listo para el sexo. Decidí seguir el juego y le acaricié los testículos. Alberto olía fuertemente a sudor y creo que fue eso más su cuerpo desnudo y juvenil lo que me hizo calentarme. Tomé su verga con mi mano derecha y me agaché para comenzar a lamerlo. Le chupé los testículos y comencé a meter su pito en mi boca. El chiquillo tenía los ojos en blanco, ignoro si era la primera mamada que le daban en su vida pero yo era experta en eso. Cientos de penes había pasado por mi boca y sabía que eso enloquecía a los hombres. Le chupé su pito que estaba tan caliente que en cuestión de dos o tres minutos arrojó su semen en mi boca. ¡Qué bárbaro, nunca había visto salir tanta leche de una verga! Lo entendí, a muchas mujeres nos fascina cuando tenemos relación con jóvenes pues supongo que es cuando más leche producen. Yo estaba encantada. Me levanté, acaricié su pito y me dispuse a ir hacia la sala pero mi primo me volvió a jalar del brazo y esta vez comenzó a toquearme. No lo hacía como un experto pues si acaso era un mozuelo tonto que ni siquiera había visto a una mujer desnuda o por lo menos eso me imaginé.

Claro que sus caricias me enloquecieron. Tenía dos días sin tener sexo tras haber estado en el sofá de la oficina de mi jefe de personal así que eso ya era mucho tiempo para mí. Lo llevé hacia la sala y le dije que se acostara así desnudo como estaba. El cuarto estaba calientísimo, casi me hacía sofocar del calor que había allí. Se acostó y yo le volví a chupar su pene. Él quiso meterme los dedos pero lo hacía muy mal, así que le pedí que estuviera quieto, me hice a un lado la tanga que llevaba y me senté en su pito. El lanzó un gemido una vez que penetró mi vagina la cual ya estaba hirviendo. Así, sentada como estaba en su macana me quité la ropa y comencé a menearme muy despacio. El chiquillo estaba fascinado y yo sentía la dureza de su pito con todo y que ya había eyaculado. Decidí que él me clavara encima de mí, pues así tendría más campo de acción para moverme, no sabía si en ese momento estaría en riesgo de quedar embarazada así que me manejé con cuidado. Metió su pito y yo sentí muy rico pues estaba completamente duro, parecía un fierro y el olor de su sudor me excitaba. No era el primer encuentro que tenía allí pues algún le contará otra historia sobre esa casa que bien podría ser candidata a convertirse en un nido de amor.

El chico arremetió con fuerza aunque era obvio que era inexperto. Yo sentía la dureza y me corría a gusto con ese hermoso pito. Comenzó a gemir y consideré que ya era tiempo que se saliera de mí. Lo ví, vi cuando nuevamente expulsó semen de esa hermosa verga y me salpicó los pechos y la barbilla.  Era una carga descomunal y entendí que aún tenía mucha leche para dar y disfrutar. El chico estuvo apasionado esa tarde y nuevamente me cogió y esta vez lo conduje expertamente para que demorara un poco más y lanzó una tercera descarga de leche sobre mi espalda. Su semen tan estaba caliente que sentí que me quemaba la espalda.  Mi primo Alberto quiso una cuarta vez pero yo estaba rendida, ya había tenido varios orgasmos y también me di cuenta que debía irme.

Alberto estuvo dos semanas, hizo su examen y lamentablemente no quedó en la universidad y tuvo que trabajar por un tiempo en las parcelas de su padre. En las dos semanas que estuvo con nosotros me cogió un sinfín de veces y quiero decirles que era un jovencito delicioso. Tuve el honor de iniciarlo en el sexo. Logró estudiar y se marchó a los Estados Unidos, se casó y logró el año pasado obtener su ciudadanía americana. Bien por él, aún extraño sus descargas de rica miel que probé en aquellos días calurosos.

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