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SUITE PARA TRES

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Lo tenían decidido. Lo iban a hacer. Sólo tenían que decidir cuándo.

Llevaban tiempo fantaseando con ello, desde la vez en que el la descubrió mirando a aquél chico en el restaurante. Estaban de vacaciones, y ella quedó prendada de aquel moreno.

  -Vas a gastarlo de tanto mirar- le había dicho con sorna.

Ella se ruborizó, y desvió la mirada. Por la noche, después de hacer el amor, le preguntó:

  -¿Te gustó el chico del restaurante, verdad?

  -Si...-respondió ella un poco sorprendida, esperando que a él no le molestara demasiado- mentiría si dijera otra cosa. Bastante además.

  -¿Nunca has pensado en otros? Hoy te imaginaba con el chico del restaurante mientras me la chupabas.

Aquello descolocó a María. Sintió una punzada en sus entrañas con la confesión de Luis. Claro que había fantaseado, pero no se había atrevido a confesárselo.

  -¿De verdad has pensado en eso?

  -Si... Imaginarte con el, uff, no se como explicártelo, pero hacía que te deseara más.

Humedeció al escuchar aquello. Pero no dijo nada. Esa noche soñó con aquel chico. Durmió muy bien.

Pasó el tiempo. Más de una vez habían hablado del tema, mientras estaban en la cama. Esas veces, ella se mostraba especialmente fogosa, entregándose al placer con más ansia.

Un día, el la llamó al trabajo. Estaba nervioso.

  -¿Qué te pasa?- le preguntó ella.

  -El sábado me apetece cenar los dos solos.

  -¡Qué bien!

  -Además, he reservado en un hotel.

  -¿Ah, si? Eres insaciable, cariño-raó.

  -He reservado una suite. Con dos estancias.

  -¿Y tanto dispendio? Sabes que una cama contigo me sobra.

  -He pensado algo. Ya te explico en casa.

María quedó intrigada. ¿Qué tendría pensado? Cuando llegó a casa, él tenía una sonrisa maliciosa. María no preguntó nada. Cenaron con los niños, los acostaron y se fue a la ducha. Cuando llegó a la cama, el la esperaba impaciente.

  -¿Me vas a contar tu plan?

  -Claro.

Y empezó a contarle. Desde aquel día de verano, había fantaseado mucho con verla entregada a otro hombre. Quería hacerlo realidad, y su plan consistía en que ella ligase con alguien, un desconocido, y que el viese como lo disfrutaba.

María no estaba muy segura de que saliese bien. Una cosa es fantasear mientras follaban, y otra llevarla a cabo.

  -No tienes que hacer nada que no quieras, cariño. Salgamos y divirtámonos. Si surge y nos apetece bien, y si no, nos vamos al jacuzzi tu y yo.

  -De acuerdo.

Decir aquello hizo que se mojara. Esa noche apenas durmió.

Pasaron los días de la semana rápido. Llegó el sábado y María se levantó nerviosa. Se fue a la ducha y se metió bajo el agua. Caía sobre su piel desnuda. Enjabonó todo su cuerpo. Al pasar la mano por su sexo, se dio cuenta de lo excitada que estaba.

  "No puedo creer que vayamos a hacer esto", pensó.

Pasaron las horas. Se hicieron eternas. Los dos estaban nerviosos. Sonreían cada vez que cruzaban sus miradas.

Y la hora llegó.

Luis se vistió. Vaqueros gastados, camisa blanca, ajustada y americana azul.

  -Voy a llevar a los niños a casa de tu madre mientras te arreglas, cariño- le dijo a María.

Salió de casa y ella quedó sola, ante el espejo. Se miraba y veía el deseo en sus ojos. Se arregló con esmero. Una camisa negra, transparente, que dejaba ver el sujetador, de encaje, también negro, con una falda de tubo, ajustada, con una raja en el lado derecho, dejando ver sus medias, negras y montada en unos zapatos de tacón que daban vértigo. La nota de color la daban sus labios, de un rojo intenso.

Cuando la vio Luis, quedó impresionado.

  -Vaya, si que te has esmerado.

  -Si hago algo, lo hago bien- le guiñó un ojo.

Se fueron al restaurante. María apenas comió. Jugueteaba con la comida.

  -Come algo, necesitarás fuerzas- rio Luis.

  -No tengo hambre. Pero esto si lo necesitaré...-y se sirvió otra copa de vino.

Pasaron la cena bebiendo y charlando animadamente. Los nervios fueron pasando y las risas fueron tranquilizándolos. Luis pidió la cuenta y pagó.

  -Necesito ir al servicio- dijo ella.

No tardó mucho. Cuando llegó hasta el, le dio algo que llevaba en la mano y le dijo:

  -Ahora, llévame a bailar.

Luus abrió su mano y vio lo que le había entregado. Era su tanga.

Llegaron al local. Ella ya lo conocía, había estado antes con unas amigas. Le encantaba. Entraron y fueron a la barra. Pidieron unas copas y empezaron a charlar del tema. Ella, nerviosa y excitada, comenzó a dudar.

  -No se si quiero hacer esto, Luis. Es otro hombre. Nunca he  estado con otro.

  -No lo hagas entonces. Podemos pasarlo bien solos.

Entonces lo vio. Alto, moreno, barba cuidadamente descuidada, ojos negros de mirada intensa. Estaba en la pista y se movía muy bien.

  -El- dijo señalándolo.

  -Te gustan jovencitos-le guiñó.

  -Si hago algo, será con el, si no, nos vamos solos tú y yo.

  -Si tu realmente quieres, nadie se te resistirá.- Y le hizo una señal para que fuese a bailar con el.

Le dio un último trago a la copa y se alejó de él.

Empezó a bailar sola. Movía sus caderas, sensualmente, al ritmo de la música. Le encantaba bailar. Fueron varios los chicos que probaron suerte y fueron rechazados por ella con una sonrisa. Desde la barra, Luis miraba como se acercaba al chico. Su cuerpo reaccionó al verla bailar. La había visto muchas veces hacerlo, claro, pero nunca con el objetivo que tenía ahora. Seducía a cualquiera que pasara a su lado. Cada movimiento de pelvis rebosaba erotismo. Y eso no pasó desapercibido a aquel chico. Se quedó mirándola, con esa mirada intensa, y ella se ruborizó. Le dio la espalda y continuó bailando. De repente, sintió una mano en la cintura. La estaban agarrando desde atrás y, nerviosa, se rodeó, deseando que fuera el. Se encontró con sus ojos y su sonrisa, y sitió una punzada en su entrepierna. De pronto recordó que no llevaba tanga. Eso la hizo tener más punzadas. Le devolvió la sonrisa y se dejó guiar por el.

Luis observaba desde su sitio. Lo estaban haciendo y le excitaba.  Podía ver como el chico rodeaba a su chica con sus brazos y ella lejos de alejarse, se entregaba más.

Sus cuerpos se rozaban. Sus manos por sus cinturas y caderas, se dejaban caer en sus culos, cada vez más descaradamente. Ella aprovechaba los movimientos del baile para frotar su culo contra el sexo de su adonis. Estaba consiguiendo su objetivo, a juzgar por la dureza de su polla. Lubricaba.

Luis, excitado, vio como el chico intentaba meter la mano debajo de la falda de María. Ella le susurró algo al oído, rieron y ella se fue para el baño. Esa era la señal. Luis apuró su copa y salió del local.

Llegó a la habitación, nervioso. Lo tenía todo preparado. El juego de luces y sombras haría que no lo vieran. Se quedó junto a la puerta esperando. Tardaban.

Entonces los oyó. Reían animados. Se escondió y vio como se abría la puerta.

Él la tenía cogida desde atrás, apretándola.

  -Oye- dijo golosa- eres un pulpo.- Su boca se recreaba en su cuello en el momento de entrar.

Una vez la puerta cerrada, María se dio la vuelta y lo besó. Apasionadamente.

Se alejó de él y con una señal, lo invitó a seguirla hasta la cama. El la miró con ansia y fue tras ella.

Luis se removía nervioso. Estaba con otro. Ya no había marcha atrás. Dejó su escondite y se acercó a la puerta del dormitorio. La puerta estaba estratégicamente abierta, para que el pudiera observar sin ser visto. Se asomó y vio al chico sentado en la cama, con la camisa recién abierta. Pudo ver el tatuaje que le ocupaba el hombro y parte del torso. Tenía un torso firme, trabajado, con una fina capa de vello que lo oscurecía.

Delante de él, María bailaba sensualmente mientras se desabrochaba la camisa. Bailaba sensual, moviendo sus caderas delante del excitado chico. Dejó caer la camisa y se acercó a él. Le invitó a bajarle la cremallera de la falda y se alejó de él cuando lo hizo. Le gustaba ese juego. Cuando bajó su falda, el chico descubrió que no llevaba nada debajo. La miró goloso. Se la folló con la mirada. Entonces ella se acercó a él, aún sentado en la cama, puso una pierna a cada lado de las suyas, se desabrochó el sujetador, dejando sus tetas delante de su cara. Le cogió la cabeza y se la hundió en ellas.

  -Quiero que me folles.

Las palabras de Marian fueron como un resorte. El chico empezó a repasarle las tetas con su lengua mientras ella, gimiendo de excitación, lo sujetaba del pelo. Las manos fueron a su culo, atrayéndola más.

De un movimiento, lo tumbó bocarriba y colocó su sexo en la cara del chico.  Este, ávido de complacer, empezó a lamer su sexo, hinchado u rojo de excitación.

  -Así es,-gemía- me gusta que me coman bien el coño antes de follar.

Las palabras de ella lo excitaban más. Sus manos en sus nalgas apretaban su clítoris contra su lengua, contra su boca. Chorreaba flujo por su barbilla.

Luis, desde su nuevo escondite, no podía creer lo que veía. Su chica estaba con un chico en la cama, sentada sobre su cara. Veía como movía sus caderas sobre el, con las manos del chico en su culo mientras ella se pellizcaba los pezones y gimiendo le pedía más.

  -Fóllame con la lengua, cabrón. Haz que me corra en tu boca. Ahhhh

Las piernas le temblaban. No podía creer lo que estaba haciendo.

  "Espero que haya venido Luis ya" pensaba. Aunque en el fondo ya le daba igual. Estaba disfrutando y si no estaba, él se lo perdía.

Una de sus manos la llevó a la entrepierna del chico.

  -¿Todo esto es tuyo? Mmmmmm. La quiero para mí.

Se levantó e incorporó al chico. Este se puso de pie y ella empezó a lamer su torso. Mordía sus pezones mientras sus manos acariciaban su espalda. Apretaba su culo, besaba su abdomen. Mirándolo a la cara, empezó a quitarle el cinturón. Desabrochó el pantalón y empezó a bajarlo. Tenía delante su abultado bóxer. Tragó saliva. Juguetona, mordió por encima del bóxer y el soltó un gemido. Se lo bajó y ya la tenía ante ella. Era la segunda polla que tenía delante de ella en su vida. Y le apetecía mucho devorarla.

La cogió con una mano y empezó a moverla. Instintivamente, llevó su lengua hasta sus huevos. Olió su sexo. Lo deseaba. Recorrió con la lengua toda su longitud, desde los huevos hasta la punta, antes de metérsela en la boca. Le gustaba moverla con la mano al tiempo que jugaba con la lengua, sabia que los volvía locos.

La mano de Luis, instintivamente, fue a su paquete. Estaba muy duro. El espectáculo que estaba presenciando era formidable. Ahí tenía a su mujer, en cuclillas, chupándosela a un tío que acababa de conocer. Veía como movía su cabeza, introduciendo hasta la garganta la enorme polla de aquel chico.

María estaba entregada al placer. El chico cogió su cabeza y empezó a marcarle el ritmo. Eso la enloqueció. Una de sus manos bajó a su sexo y empezó a masturbarse. Se dio cuenta de lo mojada que estaba y lo vacía que se sentía.

  -Métemela, -dijo sacándosela de la boca- lléname el coño con ella.

Se incorporó y se puso a cuatro patas en la cama, mirando hacia la puerta, con la esperanza de que Luis le viese la cara cuando se la metiera.

Y Luis la veía. En ese momento ya se la había sacado y la acariciaba lentamente.

  -Fóllame así. Como a una perra.

   -Eres muy zorra, nena- le decía el chico.

  -Lo soy, y me gusta serlo.

Luis tuvo que contenerse para no eyacular con esas palabras. Sabía que a María le encantaba el sexo, pero no había imaginado hasta que punto podría ser capaz de llegar.

María sintió el capullo en sus labios, repasándolos, jugando en ellos antes de abrirlos y entrar. Esa sensación era... sabía que pronto la tendría dentro y la haría disfrutar.

  -Poco a poco. Quiero disfrutar cada centímetro que me metas.

Y así lo hizo. Despacio fue entrando en ella. Una oleada de placer recorrió su espalda. Al fin estaba llena. El chico la agarró de las caderas y empezó a embestirla. Luis, veía como sus tetas se movían al ritmo que marcaba su amante. Ella se irguió y abrazó su cuello, ofreciendo sus pechos. Las manos de él pasaron de las caderas a sus pechos.

  -Así, sí. Me encanta como me follas.

Y le cogió una mano, se la quitó del pecho y la guio hasta su hinchado clítoris. Empezó a masturbarse con la mano de él.

  -Voy a correrme- dijo el chico.

  -Sí. Fóllame más fuerte. Lléname de leche.

Las embestidas eran salvajes ya. María jadeaba, exhausta. A esas alturas, Luis ya se había corrido. Un jadeo del amante anunció que se iba a correr.

  -Lléname de leche.

  -Sí.

María lo sintió dentro. El calor del semen derramado en su interior fue el detonante para alcanzar el ansiado orgasmo.

Permanecieron así unos instantes, hasta que ella lo retiró y el bajó de la cama. Ella permaneció tumbada, sin mirarlo.

  -Ahora te tienes que marchar.

Él se vistió en silencio, apuntó algo en un papel y lo dejó en la mesilla.

  -Te he apuntado mi teléfono. Llámame si quieres.

  -Vele, gracias. -El chico se fue hacia la puerta- Me ha encantado.

El chico sonrió en la puerta.

  - Y a mi.- Cerró la puerta.

Luis salió de su escondite. Se acercó lentamente a María. La contempló desnuda en la cama. Aún tenía marcas de la sesión de sexo salvaje que acababa de tener. En sus nalgas enrojecidas brillaba el semen de su amante aún caliente. Se acercó a ella y la besó en la mejilla.

  -¿Te ha gustado?- le susurró al oído.

  -Mucho,- dijo ella- nunca imaginé que me fuese a gustar tanto. El saberte observando me hacia ser más...zorra.

Le acarició el costado. Se le erizó la piel al sentirlo.

  -Voy a limpiarte.

Acto seguido, la acostó bocarriba y se arrodilló ante ella. Puso sus manos en las rodillas y le abrió las piernas. Ahí tenía su vulva, hinchada aún, rebozando el viscoso liquido blanco que la había hecho correrse.

Si decir nada, su boca empezó a lamer sus piernas, subiendo desde las rodillas, por sus muslos. Ella se estremeció al ver aquel acto desinteresado de su chico. Rápidamente empezó a lubricar de nuevo. Sus flujos se mezclaban con  los de su amante, y Luis fue rebañando con su lengua hasta la última gota. Paseó su lengua por sus labios una y otra vez. Desde el clítoris a su ano. María se retorcía de placer. Quería mucho a su chico. Eso le excitaba aún más. Rápidamente llegó a otro orgasmo, retorciendo su cuerpo en la boca de su chico.

  -Estoy cansada cariño.

  -Lo se, mi amor.

Se puso de espaldas a él. El la abrazó y durmieron toda la noche.

Al día siguiente hicieron el amor, recordando con pasión la noche anterior.

Después se ducharon y abandonaron la habitación. Antes de ello, María vio el papel que le había dejado en la mesilla. Lo cogió, lo arrugó y lo tiró a la papelera.

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