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Nuestra soledad nos traiciona (2ª parte)

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Pasaron las semanas y llegó la navidad. Pasamos la noche buena en casa de mis padres, felices porque mamá estaba tranquila y algo recuperada de peso. La quimioterapia se pospuso y los cuidados médicos disminuyeron. Regresamos en enero a nuestra casa para prepararnos a enfrentar algunos cambios en nuestra rutina.

Mientras yo luchaba por comprender las funciones de la cámara digital y lograr que se programara a mi gusto, Sandra se daba un largo baño. Al salir, lucía un pans gris casi blanco, una blusa holgada de color celeste y su pelo aún húmedo, que cepillaba cuidadosamente.

― Me da pena admitirlo pero creo que ya necesito otro corte.

― Para que quieres tu pelo tan corto, así luce bien, o es que quieres cambiar de look – conteste casi automáticamente sin dejar de luchar con el menú de la cámara, después de todo la había mirado luchando con su cabellera.

― No tonto, me refiero a… mi otro pelo.

Levante la mirada para confirmar si entendía lo que decía y note como se sonrojaba al verme, note su nerviosismo y su mirada picara.

― La verdad con lo ocupada que he estado, traigo el bello muy largo y me siento algo incómoda, ya me acostumbre a tenerlo bajo control.

― ¿Tenemos el mismo trato de antes? –pregunte entusiasmado

― Creo que sí, solo que te parezca malo.

― Si no te parece mal a ti, por mi está bien.

Sandra entro en su cuarto mientras yo fingía seguir tratando con la cámara, la verdad estaba súper excitado con la sola idea de repetir tan inolvidable momento.

Sandra salió con el maletín en la mano y coloco la toalla sobre el adorable sillón de la sala, que ahora era mi lugar consentido.

― Ahora me toca ser la primera, la vez pasada tú fuiste mi conejillo de indias.

Dicho esto se acercó al sillón, me entregó la maletita y se dispuso a sentarse. Justo antes de hacerlo, se bajó su pans al mismo tiempo que su panty ahora de color negro y pude notar aquella hermosa pelambrera. Efectivamente, estaba larga aunque menos que la primera vez y bastante despeinada, como si la hubiera alborotado momentos antes. Su coño me hipnotizaba, era hermoso, ligeramente peludo lucia tan hinchado como virginal, solo que esta vez no estaba tan húmedo, apenas y brillaba su bello azabache con el reflejo del foco de la sala.

― De veras te creció el bello.

― ¿Se ve mal?

― No, solo me asombra la velocidad con que te crece.

― ¿Te gusta que crezca rápido o me equivoco?

― Claro que sí, así podré recortarlo con más frecuencia.

Disfrute arreglarle su coño con toda paciencia y tranquilidad y cuando terminaba de asearlo con una pequeña toalla, Sandra se incorporó y giro para luego hincarse sobre el sillón.

― No olvides depilar mi colita.

Sus nalgas resultaban ligeramente más carnosas que antes, igual de blancas pero para mí desgracia sin casi un vello.

― Casi no tienes bello en las pompis – conteste en tono desanimado.

― Revisa bien, no tengo prisa.

Me encendí de inmediato, quería decir que me dejaba recorrerlas a mi gusto, tocar su ano y en ocasiones su concha. De repente, mientras ella se echaba más hacia abajo, su trasero se elevaba más hacia mí. Fue entonces cuando note un brillante liquido salir de su coño virgen, escurría como emulando un chorro de miel, lento y algo espeso, bajaba poco a poco por efecto de la gravedad. Sin pensarlo, lo capture regresándolo a su lugar de salida, acariciando su concha para quitar el excedente. Apenas la toque, Sandra respingo y comenzó a temblar.

Sin reclamo aparente ni resistencia, volví a rozar su sus labios como extrayendo nuevamente su fluido. Sandra se estremeció nuevamente y sin más disimulo comencé a acariciarlo con sumo cuidado de no parecer evidente ni tosco.

Apenas rozaba el largo de dos de mis dedos, recorriendo horizontalmente su concha, cuando Sandra tuvo un espasmo.

― Si te incomodo dime y…

Sandra seguía muda, su cuerpo se movía en vaivén como exigiendo que continuara aquel frote delicioso. Incomodo porque su blusa casi tapaba la vista más hermosa del mundo, levante con la mano izquierda su prenda hasta dejar visible su cintura y todas las nalgas. En este proceso rocé también la piel de su espalda, suave y tersa aunque de consistencia más firme que el resto de lo que tocaba.

Pase mi mano derecha por abajo rumbo a su concha, en una ruta totalmente a ciegas. Apenas acaricie su clítoris disparo un fuerte espasmo acompañado de un breve orgasmo. Seque todo y acaricie por ultimo sus nalgas, sus muslos y despeine un poco el recortado coño que seguía invisible por el lado de enfrente.

― Listo Sandra, ya termine.

Sandra seguía inmóvil, a pesar de que yo me incorporaba para cambiar de turno. Poco a poco se movió, tomo la pequeña toalla y se aseo un poco la humedad que empapo toda la zona. Giro poniéndose de pie y me sonrió nerviosa, estaba color tomate.

Se vistió, cambiamos y fue mi turno. Esperaba que ella también se propasara un poco pero no lo hizo. Acaricio mi pene en busca de vellos y fingió cortar algunos mientras lo aferraba totalmente erecto. Al girar y mostrarle mi trasero, lo acarició tiernamente como reconociendo cada milímetro y unos minutos después, paso su mano debajo de mis piernas y sujeto mi pene totalmente erecto. Lo acaricio sin prisa, seco algunas gotas que salían de él frotándolas contra el largo tronco. Acarició mis testículos y regreso a las nalgas. Minutos después terminaba.

Apenas y recobramos la normalidad, Sandra volvió a la regadera. Apenas termino, salió y se paró frente a mí con el mismo atuendo.

― Quedó preciosa y limpia, eres un experto.

Pasaron varios días y pensé que deberían pasar muchos más para repetir el corte. Que equivocado estaba. Como a los diez, día del inolvidable evento, dormitaba en mi cama como a las 11 de la noche cuando sentí que alguien se sentaba al borde. Sorprendido reconocí entre penumbras la silueta de Sandra.

― ¿Estás bien?

― Sí.

― ¿Entonces…?

― ¿Puedo acostarme junto a ti?

― Ándale pues acuéstate, yo ya casi me dormía.

Intrigado, cerré los ojos y fingí dormir mientras Sandra se acostaba a mi lado, pero la verdad estaba expectante de lo que pudiera ocurrir. Nada paso, perdí el conocimiento ya tarde y me levante como a las diez de la mañana; por fortuna era domingo.

Medio dormido, y tambaleante busque a Sandra y la encontré en la mini cocina, lavando unas frutas. Usaba una de esas blusas a la mitad a las que llaman ombligueras, era de color blanco, además llevaba un short muy pequeño y ajustado del mismo color, que al transparentarse mostraba la su pequeño bikini debajo, también blanco.

Me acerque a ella un poco más despierto y fingí estar modorro y soñoliento. La abrace por atrás y coloque mis manos en su cintura, recargue mi cachete izquierdo en su nuca y le hable imitando alguien modorro.

― ¿Dormiste bien?

― Sí.

― ¿Qué te sucedió anoche?, ¿te sentías mal?

― Me sentía algo extraña. De hecho aún me siento así.

― ¿Quieres ver un doctor?

― No, no es necesario, no me duele nada.

― Posiblemente te quiera dar gripa, ya sabes que el cuerpo se siente extraño un poco antes de que te pegue.

― No es eso.

Enderece mi cabeza sin soltar su cintura, mientras pensaba que trataba de decir, Sandra detuvo lo que hacía y se quedó como paralizada.

― ¿Estás preocupada por mamá?, si quieres háblale y estarás más tranquila.

― No Toño… solo quería estar cerca de ti.

Sin más entendí que después de nuestra travesura erótica, ambos queríamos estar cerca, tocarnos y revivir esa magia entre nosotros pero, ¿cómo hacerlo?, ¿quién daría el primer paso en ese nuevo camino?, ¿cuándo sería?

Sin meditarlo mucho, acaricie levemente su cintura y recorrí su vientre jugueteando con su desnudo ombligo sin poder verlo, pues estaba de espaldas a mí. Sus manos se posaron en las mías, me acariciaban, me consentían. Recargue de nuevo mi cabeza en su nuca y disfrute de acariciar su vientre, pero no me atreví a nada más. Su perfume me encanta, es suave pero delicioso.

Estuvimos así por un interminable momento cuando decidí soltarla para acariciar su pelo. La despeine como hacia siempre jugando, bese su mejilla dulcemente y la abrace más fuerte que antes besando traviesa mente su mejilla. Al mirar hacia abajo note la parte superior de sus senos, dibujar esa hermosa separación entre ellos, note que no usaba sostén pero nada más pude ver.

Finalmente pensé que estaba apenada y la solté, me aparte y me recargue de espaldas a la barra, junto a ella. Me miro y sonrió, de nuevo se sonrojaba. Volvió a sonreír y me abrazó recargando su cabeza en mi hombro. No puedo negar que amo a mi hermana, no por ser mujer, sino por ser como es, por ser tan linda y preocupada por mi desde siempre.

Mientras me abrazaba, sujete de nuevo su cintura y comencé a acariciar su espalda para corresponder a su abrazo. De pronto y para no variar, sentí su mano derecha acariciar mi short a la altura de mi pene. Conforme me tocaba, el pequeño dormido despertaba. Notaba su caricia torpe sobre el short y mi bóxer, como tratando de despertarlo. Después de un momento, seguía su caricia mientras yo me erectaba irremediablemente.

Concentrada en su tarea, seguía pegada a mi pecho sin moverse, como palo, rígida, solo su mano parecía estar viva. Finalmente me animé, con mi mano izquierda tome su mano derecha, la guie a mi ombligo y le pedí sin hablar una caricia en mi estómago. Tan pronto entendió y la deje sola, su mano recorría mi estómago y mi pecho oculta bajo mi playera también blanca. Se detuvo en mis pezones ahora muy excitados y los rozó como confirmando su erección. Bajo a mi ombligo y de nuevo capture aquella mano deliciosamente traviesa.

Sin más, la conduje a mi ombligo y seguimos bajando hasta llegar al elástico de mi short. Note como intento rebasarlo y seguir hacia el pene cuando la detuve. Con mis dedos aferrados a su mano, levante el elástico de mi short y bóxer y guíe su mano un poco más abajo. La solté mientras ella seguí sola su camino justo dentro de mis prendas. Acarició mi vello púbico y llego a su meta. Tomo mi pene en su cálida mano y comenzó a tratar de acariciarlo. La ropa impedía su maniobra, así que sin pensarlo, tome ambos lados de mi short y bóxer y los baje apenas lo suficiente para liberar mi pene erecto, sujeto por tan delicada mano.

Ahora libre, lo manipulaba en un sube y baja por el tronco, despacio. Note como incrementaba su excitación pero seguía casi totalmente rígida. Mis manos ociosas retomaron su cintura y las caricias de su espalda. Subí casi hasta su nuca en una caricia que me excitaba tanto a mí como a ella, tenía su espalda prácticamente desnuda, pero como recargaba su pecho con el mío, los senos seguían invisibles.

Ahora tomaba mi pene con sus dos manos, movió su cabeza para mirar hacia abajo y observar como sus dedos recorrían inquietos aquel erecto pedazo de carne. Poco a poco fue tomando valor y se separó de mi pecho para manejar más diestramente sus manos. Al hacerlo observe el dibujo de sus pezones erectos sobre la blusa semitransparente, observe la forma de sus pechos e incluso veía su vientre. El silencio era hermoso, el ambiente cargado de erotismo y la luz suficientemente clara para observar el más mínimo detalle.

Se apartó aún más de mí, liberó su mano izquierda y me miro con la boca un poco abierta, la cerró y pasó un largo trago de saliva. Incline mi cabeza y bese su frente. Su masaje era ya una suave puñeta, sin embargo Sandra estaba mucho más caliente que yo. Sujete suavemente sus hombros y presione hacia abajo, se resistió un poco hasta que comprendió. Se puso en cuclillas con su cara a la altura de mi pene y observo cada detalle de la puñeta. De nuevo abrió ligeramente su boca y note su mirada excitada. Estaba como hipnotizada.

Termine de baja mi short y bóxer hasta que cayeron al suelo. Coloque mi mano en su cabeza otra vez y la acerque a mi pene. La reacción fue inmediata, su lengua tocaba tímidamente mi pene, el tronco y la cabeza, como buscando un sabor nuevo, una zona desconocida. Al poco tiempo, chupaba mi palo de arriba abajo, recorría en círculos la cabeza, hasta que la metió en su boca. Podía sentir la succión de su boca en mi cabeza, su interior tan húmedo y caliente, tan agradable.

Finalmente se animó y comenzó a chupar más profundo hasta llegar a su límite. Absorto en aquella delicia, de pronto note su escote, podía ver más de sus senos pero no lo suficiente. Sujete la parte trasera de su cabeza y acaricie su pelo. Mientras ella chupaba torpemente yo alborotaba su mechón. Sus dientes me lastimaban un poco así que susurrando le pedí que la chupara como una paleta. Sandra obedeció mientras yo luchaba por no venirme en su boca.

Le anuncie que me venía muy tímidamente, trate de apartar su cabeza con mi mano pero nada logre. Descargue mi leche toda en su boca, apenas y pudo tragar si ahogarse, devoró todo mi semen, chupo y limpio hasta el último rastro antes de terminar. Yo comenzaba a sentir cosquillas cuando ella se puso de pie. Me abrazó un largo rato y después me dirigía al baño a ducharme y ponerme mi pans nuevo.

Al salir, un preparado de frutas estaba sobre la mesa y la puerta de su cuarto cerrada.

Trabajamos esa semana sin tocar el tema. Decidí dejarla tranquila un tiempo, darle su espacio y no presionarla. Mamá se puso grave y ambos fuimos a verla. Al llegar mi padre lloraba en la sala de espera del hospital, en compañía de mis tías y primos, mamá acababa de fallecer.

Terminamos los trámites, sepultamos a mamá y luchamos por llevar a papá un tiempo con nosotros. No pudimos convencerlo, sin embargo, permitió que mi tía Lola lo cuidara una temporada. Su hermoso y jovial carácter ayudo a mi padre a recuperarse más rápido, solo peleaban por sus alimentos, el sazón obviamente era muy distinto.

Al llegar a casa, la rutina, problemillas en los negocios y para variar con la luz cortada, olvide pagar el recibo por las prisas del viaje. Buscamos unas velas aromáticas que andaban por allí y las prendimos distribuyéndolas estratégicamente. Una en el baño, otra en el comedor y otra más en la cocina. Apenas iluminaban lo suficiente para evitar tropezar.

Sin TV, música y con los cuartos a oscuras no pudimos desempacar. Salimos a cenar unos tacos al pastor y después compramos más velas, una linterna y un quinqué.

Regresamos y distribuimos las velas y el quinqué, dejando en reserva la linterna. Nos desplomamos en el sillón y reímos por lo chusco de la situación. Me bañe y poco después Sandra también se ducho, al salir, se secaba su cabello en la toalla mientras lucía una larga blusa que le llegaba a medio muslo, parecía rosa pero no la distinguía muy bien. Tenía un gran cuello en "V" y no tenía mangas. Sus muslos llamaban mi atención, fuertes y torneados se veían ligeramente menos blancos que el resto de su cuerpo, a excepción de los brazos.

Camino a un lado del comedor y se paró frente a mí. Mientras secaba su pelo, observe como la blusa trasparentaba ligeramente a causa del quinqué de la mesa del comedor que quedaba justo detrás de ella. Como era la única luz intensa del área, dejaba ver su escultural silueta dibujada bajo su prenda. Quede hipnotizado sin que al parecer Sandra lo notara.

Brincó y callo justo a mi lado de pie sobre el sillón, se hincó y me abrazó dándome un beso en la mejilla.

― Extrañas tu cable eh…

Asentí con la cabeza sonriendo ligeramente. Se levantó y fue a la cocina. La seguí para tratar de conversar pero pronto note que la vela de la cocina se había apagado. Busque unos cerillos para volver a encenderla y al regresar se los di a Sandra. La cajita callo y se salieron algunos cerillos. Sandra se encuclillo y comenzó a recogerlos mientras yo prendía la vela con un encendedor que utilizamos para encender los quemadores de la estufa. Al levantarse note que en la blusa de Sandra, sobresalían sus pezones erectos, ella me descubrió y se puso colorada. Sin pensarlo más, me acerque un poco más, la mire y jale ligeramente el escote hacia mí, me asome dentro y pude admirar tranquilamente ese hermoso par de senos carnosos y desnudos.

Sus pezones se hincharon un poco más mientras ella me observaba atenta. Temeroso de ir más allá, me limite a soltar el escote y suspirar. Sandra totalmente colorada, tal vez por la luz de la vela, se volteó y sujetó un traste como si fuera a lavarlo. Me coloque detrás de ella y repetí mi travesura, esta vez levantando su blusa de atrás para ver su bikini postrado a medias nalgas. Sin poder evitarlo con la izquierda jale un poco la delgada y suave orilla del bikini que apenas cubría la mitrad de sus preciosas nalgas. El movimiento me dejo libre la vista de la parte superior de sus nalgas, así que atrevido, metí mi mano derecha siguiendo el contorno de ambas curvas.

Sin voltearse, Sandra tomo su blusa y la sujeto para permitirme ver su trasero sin necesidad de sujetar el bikini. Metí de inmediato ambas manos, una en cada nalga, las acaricie totalmente sin bajar la diminuta prenda. Me hinque detrás de ella y esta vez metí mis manos por debajo del bikini, capturando ambos pedazos de carne que recorría incansablemente.

Observaba como el diminuto bikini blanco, marcaba sus límites en forma diagonal a sus nalgas, justo a la mitad de éstas. Definitivamente se le veía excelente y muy sensual.

Baje su bikini hasta llegar al suelo y acaricie su culo y parte trasera de los muslos por un rato. Su concha casi era imperceptible en esa posición pero podía apostar que estaba empapada. Me levante y recogí su bikini tomándolo como botín, baje su blusa ocultando sus nalgas hasta que Sandra lucía normal y me regrese al sillón.

Platicamos un rato de cosas agradables y como si nada hubiera pasado se movía por la casa con su blusa por única prenda. Nos dormimos y al despertar me levante presuroso por la hora. Sandra servía unos huevos estrellados con tocino en la mesa y note que usaba la misma blusa. Curioso me le acerque y levante su blusa, Sandra volteo y me sonrió, aún seguía desnuda bajo su blusa.

Fuimos a pagar la luz pero la reconexión tardaría un día más. Esa noche mientras conversábamos en el patio, alumbrados por la luna, el frío nos corrió y nos refugiamos en el sofá, seguimos bromeando sobre si le regresaba su bikini o si lo conservaba como trofeo. Me decidí por lo último. Poco después explore el refrigerador para ver si me saltaba una milanesa, un postre pero vi con tristeza que era tiempo de surtirlo de nuevo y desilusionado me fui a mi cuarto. Apenas cerré la puerta, me desnude y me recosté boca abajo, tenía que descansar. Casi de inmediato quede privado hasta que de madrugada, al girar, sentí compañía, era mi hermana, dormía plácidamente junto a mí, estaba totalmente desnuda igual que yo.

Acaricie su rostro y despertó, me sonrió y me beso en la mejilla. Giró y se puso en cuatro sobre la cama, repitiendo sus besillos coquetos en mi mejilla. Apenas la podía distinguir, así que gire y recordé que no podía prender la lámpara del buró, estábamos sin luz. Burlona se rio traviesa y me extendió la linterna. La encendí y la coloque en el buró apuntando en sentido contrario a nosotros, la contraluz me rebeló una hermana preciosa. En esta singular posición, sus senos colgaban delatando su hermoso perfil, sus hombros y sobre todo la figura de su trasero sobresaliendo la mostraban imponente. Gateo un poco y como una gatita tomando su leche, capturo mi pene adormecido con la boca. Sin ayuda de las manos continuó su trabajo cuidadoso de despertarlo. Mientras observaba su cabeza subir y bajar y su boca devorar mi pene, miraba también ese par de senos rebotar con cierta firmeza. Con la derecha, acaricie su culo soberbio y lo acerque un poco, mientras sentía el efecto delicioso de su mamada. Sin esperarlo se detuvo:

― A partir de hoy hermanito, me dejarás comerlo cuando lo necesite. Quiero chuparlo, extraerle esa rica leche, lo quiero en mi boca, ¿entendiste?

― Sí hermanita, es solo tuyo, cómelo cuando quieras.

― Sí hermanito me fascina mamártelo.

Retomo su mamada mientras yo recorría su enorme culo.

― ¿Te gustan mis pompis hermanito? tómalas son tuyas, solo tuyas para que las comas cuando lo desees. – en ese momento se acomodó e hicimos un 69 con ella arriba.

La termine de acomodar y comencé a chupar su concha con suaves recorridos de mi lengua. Sandra se detuvo y se quedó quieta mientras yo la comía. Su excitación iba en aumento.

― Que rico… ohhhh. Cómeme hermanito, cómeme, cómeme, esta noche no tienes límites, devórame.

Mientras ella disfrutaba mientras comía su coño, yo descansaba mi pene, quería durar toda la noche. Con un par de suaves nalgadas y un jaloncito, le pedí que girara, acerque su rostro al mío y me prendí de uno de sus senos, los chupaba, mordisqueaba y apretaba en mis manos, cambiaba de seno y repetía la operación. En eso, Sandra se coloca sobre mi pene y comenzó a rozarlo con su vagina para entonces empapada.

Podía escuchar el chasqueo de su vaivén rozando mi pene mojado por sus fluidos, libere sus senos y la deje gozar esa rica sensación para ambos. Veía su rostro hermoso, su boca bien abierta, sus ojos cerrados, sus senos carnosos agitarse al vaivén, su culo sentado en mi pene, ir y venir resbalando sobre mi horizontal pene, casi a punto de estallar.

La detuve y le pedí que hiciera lo mismo pero de espaldas a mí. Obedeció y apreciaba como su espalda terminaba en sus curvas caderas, como su culo acariciaba mi pene. Ante el temor de venirme, bajamos el ritmo hasta que se recostó a mi lado. Era mi turno. Baje y abrí sus piernas, me coloque en medio y comencé a comer su concha empapada. Casi de inmediato se vino en mi cara y sin inmutarme seguí comiendo. Sandra vibraba de placer y eso me excitaba más, cuando finalmente la sentí muy caliente, casi fuera de control, me acerque y me dispuse a tomarla por primera vez. Apenas sintió mi pene rozar sus labios como lo hacía ella unos momentos atrás, abrió los ojos espantada y me clavo su mirada preocupada. Seguí rozando despacio para no venirme, ella me miraba.

― No hermanito, no. – repetía en muy baja voz sin quitarme la mirada

― Soy virgen. Cómelo disfrútalo pero no lo penetres.

Entre más suplicaba más me calentaba, su cuerpo obedecía mis caricias en vez de detenerme, parecía como si lo deseara pero a la vez tenía miedo.

― No hermanito, me va a doler…

Me decidí y metía la punta hasta donde encontré resistencia, la excitación era total. Sandra me pedía que no lo hiciera y su cuerpo empujaba para ser penetrado. Ella se movía resbalando mi pene hacia dentro y hacia fuera apenas un poco, parecía disfrutarlo, desearlo con todo su ser, el dilema moral la traicionaba, la decisión era mía.

― No hermanito… aahhhh

― Solo disfruta mi coñito… así, así… aaahhh

― Estoy ardiendo, caliente, escurriendo… me encanta

Apenas terminó la frase empuje fuerte de golpe penetrando como hasta la mitad. Sandra gritó de dolor y sorpresa y comenzó a llorar un poco, mientras me calme sin retirar la ventaja ganada. Sentía su interior ardiendo, quizás por la sangre que surgía.

― Nooo, por favor hermanito… nooo, soy virgen.

Me anime y volví a empujar. Esta vez resistió un poco y luego llegue hasta el fondo. Podía ver mi pene desaparecer totalmente en su concha finamente recortada, peinada y empapada. Veía sus piernas abiertas, mis testículos topando en su concha, mi bello rozar el suyo, unidos en un monte común. Me incline un poco hacia delante sin mover mi pene un milímetro.

Sandra lloraba calladamente interrumpida por espasmos de dolor y gozo. Su rostro de lado no me miraba, sus mejillas llenas de lágrimas me cautivaban y dude de si era un monstruo. Apenas se calmó un poco, retrocedí hasta casi salir y volví a entrar a fondo. El llanto ceso y cambió a pequeños gemidos, sus piernas y vientre estaban tensas, el dolor las contrajo. Observaba mi pene entrar y salir sobre aquella concha y note que estaba empapado de un transparente color rojo, apenas perceptible, seguí despacio.

Sandra se relajó un poco y guardaba silencio, empecé a aumentar la velocidad y profundidad de mi bombeo, escuchaba ahora el golpe de mis testículos en su concha y aceleré.

― Ahhh…

― Ya no importa hermanito… ahhhh

― Solo cogeme… así, así… aaahhhh

Su cambio me alentó y disfrutaba del panorama. Mi hermana, toda una mujer, hermosa, caliente, se estrenaba como mujer, mi pene la penetraba, su cuerpo se estremecía al tiempo que recibía los impactos de las acometidas. Su coño virginal ahora me pertenecía, era mío, podía comerlo y penetrarlo cuando lo deseara.

― Cógeme hermanito… así, así… cógeme, métela, así, así.

A punto de venirme descanse, salí de ella pensando que me agrediría ahora que tenía oportunidad, pues la tome sin su consentimiento. Me recosté dudoso, me miró y me besó largamente, acariciando mi rostro. Con su mano me acaricio el pene manteniéndolo firme, como esperando más acción.

― ¿Te lastime?, no pude resistir…

― Lo sé, no me hiciste ningún daño, nada que pudieras evitar, solo… solo me convertiste en mujer, tuya solo para ti.

Sandra descansó un poco y después se montó sobre mí, rozaba su concha con mi pene como antes, asustada e impresionada por el color rojizo de sus fluidos. Pronto mi erección regresó, Sandra la disfrutaba, su clítoris raspaba mi pene y la excitaba en exceso, cuando finalmente, ayudada por su mano, lo introdujo en su concha y bajo su cuerpo hasta que sus labios devoraron completamente mi palo. Reposo un poco, disfrutando aquella nueva sensación. Su cara miraba el techo, su boca completamente abierta, sus muslos postrados sobre mi eran hermosos, su cintura, sus senos, todo era hermoso. Comenzó a menearse en círculos, a subir y bajar hasta que volvíamos a coger a buen ritmo. Sentía como topaba en su interior, como lo disfrutaba ella, sin escuela, sin maestros, se movía por instinto, me culeaba como toda una experta, definitivamente lo disfrutaba igual que yo.

De pronto sentí venirme, trate de avisarle sin resultados, la tome de la cintura y me vine entro de ella. Casi de inmediato ella se vino y apretó con sus piernas para disfrutar más su venida.

Se recostó a mi lado y se durmió agotada. Por la mañana, la luz del amanecer me descubrió a Sandra totalmente desnuda y boca abajo, despeinada y hermosa. La sabana apenas mostraba señales de sangre, no así mi pene repleto de ella.

Mientras besaba su mejilla, decidí ducharme. Apenas entre al agua cuando Sandra entró, abrió la cortina y me besó. Nos duchamos en silencio, nos enjabonamos y yo limpie su concha, la tallaba suavemente provocando un poco de agua colorada caer hacia la coladera. Ella me aseó mi pene y termino de bañarme como una madre cuidadosa que asea a su pequeño.

Mientras terminaba se apoderó de mi pene y me dio una mamada deliciosa. Al secarnos nos abrazamos y salimos desnudos a nuestros cuartos. Apenas me vestí, la alcance en la cocina, lucía radiante, hermosa.

― No iré a trabajar por unos días, quiero cuidarme un poco el sangrado y…

― No tienes que explicarme, cuídate vuelvo cuando antes.

Sin darme tiempo, bajo mi cierre, desabrocho mi cinturón, desabotonó la mezclilla y comenzó otra mamada deliciosa, devorando esta vez, toda mi leche.

Mi hermana ahora era mi mujer, mi hembra, mi amante, mi compañera y ella lo sabía tan bien como yo. A partir de entonces dormimos juntos, hacemos el amor seguido y continuamos con nuestros cortes de vello. Si esta felicidad es incesto, no me interesa.

No más soledad.

(9,85)