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Mis cuentos inmorales. (Entrega 31)

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No sé si a ustedes le pasa lo mismo que a mí; pero el momento más emocionante cuando hago el amor la primera vez con la moza de turno, es al subir por las escaleras, o en el ascensor del mouble, hotel o piso donde la llevo.       

La mente no para de elucubrar: Nos hemos conocido hace un rato en la disco o en el bar de copas, y entre risas y achuchones ya sabes que el “polvete” está en ciernes, y con disimulo, (un servidor no es nada descarado) vas revisando “el material”.

Me figuro que a las mujeres les pasará lo mismo. Lo que sucede que la valoración previa por la hembra antes del “polvo” obedece sin duda a otras motivaciones más sutiles que las del macho.

Aunque cada día es más frecuente que lo haga, por muy ardiente que sea la tía siempre busca en el mozo algún aspecto que la motive el alma: el tacto, su forma de expresión, la ternura, un físico agradable a su vista, ¡en fin! Aspectos de la personalidad del hombre con quien va a cohabitar inminentemente.

Creo que la mujer hoy ni nunca salvo excepciones, ha fornicado por fornicar. Sin embargo el macho si folla por follar. Hasta pagando, ¡qué ya son tener ganas!

El hombre lo que busca en el polvo circunstancial, permitan que sea un tanto coloquial, es un agujero donde meterla, y sus valoraciones previas son lo que circunda exteriormente ese “agujero”.   

Volviendo al tema de mis emociones en el momento previo al acto, declaro que aunque a mí también me motiva “el bujero”, intento ver lo que hay dentro de él. (¡Coño! No pienses mal, que no me pongo a mirar lo que hay dentro de la vagina) Intento ver las cualidades de esa persona que va estar unida a mi cuerpo y viceversa por unos instantes.

El trayecto que nos separa del tálamo, una vez que las dos mentes van decididas al “sacrificio”, como dije antes es el momento más emocionante, sobre todo cuando  subimos las escaleras que conducen "al picadero". ¡Qué momento! ¡Qué momento!

Con una disculpa banal dejo que se adelante unos metros. La perspectiva de abajo hacia arriba parece que potencia las formas de la mujer. ¡Ese pedazo de culo que se deja entrever por el pantalón ajustado es donde mejor se aprecia!

¿Y cómo llevará las braguitas? Escudriñas por el tafanario intentando ver por el signo de las marcas si lleva braga o tanga. ¡Vaya! Lleva tanga ¡Qué poquito tengo que bajar! ¡Con lo qué a mí me gusta bajar la braga a una mujer!

Esa parte de la misma, la que está en contacto con la vulva, es la indicadora de los deseos que has despertado en la hembra. Si está seca ¡malo! Pero si desprende de ella esas gotas de rocío de color terracota, y fluye el aroma natural que le da el verdadero olor y sabor a “esa rosa”; es que el jardín del amor está en su más espléndido follaje.

Va subiendo las escaleras la diosa "rumbo al edén", y tú, dale que te pego a la imaginación. Mil sensaciones experimentas a cuál más agradable pero ignotas. Estás en el pináculo del éxtasis, en la cumbre de tus extravíos.

Cuando abres la puerta del apartamento empiezas a calibrar la realidad de tu fuerza con las aventuras de tus deseos, y te asalta de súbito la duda de que si serás el suficiente hombre y macho para instalar tu bandera en aquella tierra que vas a conquistar.  

Y cuando entras en el receptáculo de los gozos y ves a aquella deidad saliendo del baño como una hespéride, te quedas sublimado ante el poder más grande del mundo.

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