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Recordando al primer amor (Capítulo 34)

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CAPITULO XXXIV

 

Sonó el teléfono y como yo estaba en la cama, lo cogió mi hermana.

-Amador. Te llaman al teléfono, es Manolo.

-Dime,  Manolo.

-¿Sigues de novio con esa chica...? No me acuerdo cómo se llama.

Me lo soltó así, de esa forma tan repentina, con su peculiar flama. -¿Con Cristina?

-Sí, esa. ¿Tu novia, no?

-Sí ¿Y qué pasa con ella? Le pregunté intrigado.

-¿Pero seguís siendo novios?

-¡Claro! y cada día más enamorado.

-¡Joder Amador! Pero que el deje va a ser lo mejor.

-¿Cómo que la deje, si es mi gran amor?

-Pues con otro te la está pegando.

-¡Pero que dices desgraciado! Le dije enajenado. Si el domingo en la piscina Tabarca estuvimos enredados. (Mentira y gorda, porque cómo ya conté, ni un pelo la toqué, la muy puñetera se hizo la sorda)

-Pues para mí, que el lunes te la ha jugado. La vi con un fulano dándose el lote en la discoteca "Lo Privado". La vi muy bien porque estaban sentados en los asientos de al lado.

-Manolo, ¡por el amor de Dios! no me mientas. ¿No sería otra parecida y te has equivocado?

-Amador. Me dijo muy serio Manolo. -Soy tu amigo, y te prometo y si quieres te lo juro por lo más sagrado que en mí no hay dolo; era Cristina la que se besaba con un nolo.

-¡Cómo con un bolo!

-¡Bueno! que era de la provincia de Toledo. Lo supe porque le oí decir que de Talavera era. Y que le llamó un par de veces Bartolomé. Eso lo escuche muy bien.

El alma se me arrastraba por el suelo; el corazón lo tenía en la boca, y las piernas me daban calambres. ¡Dios mío! Qué rato más amargo tomé ¡Mi ángel convertido en una sota! Se me cayeron al suelo los pistilos y los estambres de la Rosa que guardaba en mi florero.

-Lo siento en el alma Amador; soy tu amigo, y aunque no soy tu valedor, y hacerte daño no quiero, me he visto en la obligación de informarte aunque te resulte conmovedor; pero creo que esa chorba carece de pudor.

-¿Y qué es lo que hacia en esa discoteca? Pregunté, lo que no sé, si con rabia o morbo. Al fin y al cabo yo seguía siendo su chorbo, y si me había convertido en un estorbo, debería aclaran la situación para no caer en el amorbo.

-¡Bueno! Yo estaba con una gachí, con un ligue; y entre sorbo y sorbo del cubata de ron que bebía, cómo que me hacía el sordo, vi al de Talavera cómo a tu novia la mano le metía.

-¿Por la blusa? Pregunté con infinita pelusa.

-No, por la blusa no lo vi. Pero vi como ella con disimulo se despatarraba y por entre las piernas le atacaba.

-¡Ahora me explico lo de la toalla! mascullé en voz alta.

-¿Qué toalla? Me preguntó Manolo extrañado.

-No viene al caso. Pero ahora que lo pienso, lo de llevar aquel lienzo... No sería para tenerme en suspenso...¿O para que creyera que..? ¡Pero seré menso!

-¡Macho! Sigo sin enterarme. ¿Que balbuceas?

-Nada Manolo, que el ser que más deseas, que sea una virgen creas, y que para ella sean todas las ideas... una coz te arrea.

-Hoy no te puedes fiar ni de las guapas ni de las feas. Apostilló Manolo. Para que veas.

-Gracias Manolo, sé que eres un buen amigo y que tu intención es sana, que no me quieres "hacer la cama". Pero me joroba que creas que soy de ella un juguete.

-Lo que me jode, es que una novia a su novio no le respete. Y más siendo el novio un amiguete. Créeme Amador, que no es ninguna trama; te cuento lo que vi y lo que hacía.¡Joder! y te juro que hasta a mí me dolía.

-Tranki Manolo. Que lo que me cuentas, hace meses que lo presiento..

-Si Amador, se ve que esa chica tiene culo de mal asiento.

-Gracias por demostrar ser un amigo, de corazón te lo digo.

-Una pregunta Amador. ¿De veras que lo de la habitación de doña Juana era para ir con una fulana? Te vi tanta ilusión en la retina, que supuse que era para ir con Cristina.

-Pues sí, Manolo. Era Cristina...

-¡Joder! Pues sí que te ha salido la niña fina.

 

¡Pobre de ti Amador!

un Bolo te ha birlado

a Cristina.

Si ahora sientes dolor

haber tenido cuidado.

¡Encamina!

 

Quedé según estos versos: con el pie quebrado y totalmente fulminado.

 

Mi ternura,

mi flor,

mi hada,

mi valle florido.

Mi amargura,

mi dolor,

mi estacada,

mi corazón herido.

 

Al día siguiente

 

Sin saber que rumbo tomar, solo en mi habitación, rumiando aquella humillación, y sin saber que solución dar, mi hermana desde el salón me llamó.

-Amador.

-Qué quieres María, por favor déjame solo un rato.

-Es que te llaman al aparato.

-¿Quién es?

-Cristina.

Por un momento la mente se me ilumina. ¿Para qué me llamará?

¿Estará arrepentida y a mis brazos otra vez regresará?

¿O tal vez llamará para decirme la verdad?

-Amador. Te pones o no te pones.

-Voy hermana, espera que me ponga los calzones.

-Dime Cristina. Dije poniendo la voz de forma que no pudiera captar mi pena atroz.

-Te sucede algo, te noto un poco raro.

-No cielo, sólo un poco constipado. (Mi pena no le declaro)

-¿Por qué anoche no me has llamado?

-Lo siento cariño, se me había olvidado.

-¿Quedamos para el domingo como siempre? Me dijo con la voz algo parca.

-¿Para ir a la piscina Tabarca?

-No me gusta esa piscina, me parece que es una charca fecal. Me gusta más el Parque Sindical.    

-¿Y no te apetecería mejor repetir aquella escena este fin de semana?

-¿Qué escena?

-La de la cama que tuvimos el mes pasado en casa de doña Juana

Quedó callada. Hacía un mes que tuvimos aquella relación tan esperada, y no hizo en ese tiempo ninguna mención al respecto.

-¿El lunes pasado te seguía doliendo la cabeza?

-¿A que viene esa pregunta? Me parece que lo preguntas con recochineo.

-No mujer, como veo que no quieres volver conmigo al himeneo, y hasta le pones pegas al besuqueo porque te duele la cabeza... por eso lo creo.

-Te llamo porque el sábado que viene me han invitado a una boda; se casa una amiga de la Empresa.

-Vaya, qué sorpresa. ¿Es boda de mucho boato? Te lo pregunto porque no tengo ropa que a ello se presta, ni adecuados zapatos.

-¿Y aquel traje gris marengo que tanto te favorecía?

-Lo tengo en la tintorería.

-Si no te gusta, un chaquet yo te alquilaría.

-No te preocupes. ¿Y qué día es la boda?

-La ceremonia es el sábado por la mañana, pero se casan en La Roda.

-¡No jodas! ¿Tan lejos? En la provincia de Albacete.

-Sí, pero se llega en un periquete. Han puesto un autobús desde Madrid que nos lleva la Iglesia y luego a donde dan el banquete: en un restaurante de Bonete.

No me apetecía nada ir a esa boda. ¡Y nada menos que a La Roda! Pero aunque me joroba, voy a asistir para ver la actitud de Cristina. Y su actitud fue la de una mujer voluble y tarambana, que me mostró cual es su verdadera cara: la de una niña caprichosa y más ligera de cascos de lo nadie se imagina.

 

En aquel puñetero casamiento

en una localidad de Albacete

donde pasé un malísimo momento;

hizo el estólido este mozalbete.

 

A las siete de la mañana salimos para La Roda, y desde ese momento empecé a ver claro que aquella boda para mí iba a acabar muy malamente. Cristina se enrolló con toda aquella gente quedando yo totalmente ausente; sólo y abandonado a mi suerte.

¡Leches Cristina! que aunque en aquella ocasión era tu novio consorte, el dejarme sólo en el transporte para mí fue un tremendo corte ante aquella cohorte al no tener tu soporte.

Lo que me arrepiento es no haber abortado aquella situación que tu insensatez me había colocado: de novio plantado; ya que preferiste coquetear con aquellos galanes que te hacían la corte, antes de hacer el viaje sentada a mi lado.

Y yo medio alelado mirando por la ventanilla lo ancha que es Castilla; tú de cotilla con aquellos fulanos que eran mi pesadilla; y para más cabreo, con la falda por encima de las rodillas. No te dabas cuenta, pero se me resbalaban dos lágrimas por ambas mejillas.

¡Qué tarde empezaba a ver claro! Me encontraba tan solo, que me vino a la mente lo que otro día me contó Manolo. ¿Aquellos con los que en el trayecto te agasajaban sería alguno el de Talavera? Creo sinceramente que tanta desfachatez no tuvieras, pero que lo que sucedió después, la duda me somete: ¿No sería aquel que te enrollaste en el banquete?

Llegamos a la iglesia, y seguías con tu actitud altanera, con o sin el de Talavera, seduciendo antes mis ojos a los que te agasajaban con sus piropos para mi oprobio. ¡Claro! ahora lo entiendo, ¡pero si a nadie me presentaste como tu novio!

Y un servidor aguantado los coqueteos y devaneos de la que se supone que debería estar colgada de mi brazo. Pero no,  lo que me dio fue un mazazo; y cómo exenta de todo compromiso sentimental que la retuviera; y sin importarle que yo le viera, hacia caso del agasajo que todo varón le concediera, y de una forma banal.

Pero la culminación de sus disparates, fue cuando sentados en la mesa de "la tragantona"*, se desentiende de mí y totalmente me abandona. Y la muy "malona" se enrolla con otra persona; un fulano con cara burlona que le empieza a hacer cucamonas.

Ya mi dignidad en un brete, a punto estuve de dar a Cristina un cachete, y otro a aquel petimetre. ¡Pero no! mi dignidad a ser un caballero me compromete.  Y opté de salir de aquel antro, como un cohete.

Fuera de aquel lugar, solitario y lejos de la ciudad; no sabía para llegar a Madrid me las iba a arreglar. Compungido y convencido de que mi noviazgo se iba a terminar, vagaba sin rumbo por las afueras de Bonete para el centro llegar; y desde allí poderme informar que medios de transporte salían desde el lugar.

Menos mal, que, una pareja de aspecto muy formal que tomaban en café en el mismo bar donde yo rumiaba las quejas de aquella boda fatal; me llevaron en su coche a Madrid; de donde nunca debí salir para a ese bodorrio asistir.

Mal lo pasé en La Roda de Albacete por culpa de aquella maldita boda que debió importarme un pito. Pero

 

años después cuando paso por allí, de sus famosos dulces "Miguelitos",  me tomo un par de ellos con un cafelito, y me hacen olvidar aquel día maldito. 

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