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Mis cuentos inmorales. (Entrega 35)

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Primera parte

 

¡Sí señoras y señores, sí! ¡Para que voy a negar algo que puede abrir "el ojo" del hombre, y recibir uno de los placeres más exquisitos que por su testarudez desconoce!

Tenía a la sazón unos cuarenta años. Era un triunfador con las mujeres, feo está que uno lo diga, ¡pero leche! Es la pura verdad Ese metro ochenta, esa mata de pelo negro azabache ondulado y ligeramente plateada en sienes; esa planta y andares de torero; esa mirada y este "piquito de oro", unido a ese "paquete" que saltaba a la vista y que más de unos ojos femeninos se han desorbitado al mirarlo. (He de confesar, que el tamaño desmedido de "mis bajos" era debido en parte a una hidrocele = inflamación de los testículos por acumulación de líquidos).

Decía, que, en aquel entonces, hastiado de tanta mujer, (es cierto que uno llega a cansarse de todo, hasta de lo más exquisito), y un chochito, sin lugar a dudas, es el manjar más delicado que paladar puede degustar; pero lo que sucede, como me dijo mi psicóloga, que los guapos como un servidor, por lo general acabamos en los brazos de otro hombre

-Doctora -Le dije un día armado de valor. -Hace un tiempo, que me asaltan fantasías homosexuales muy definidas.

-Que me quiere decir con eso de: "muy definidas" -Dijo mi doctora dando un matiz a su expresión como de estar muy interesada.

-¡Bueno! Verá usted -Dije bastante dubitativo -Sueño y deseo ser mujer y ser amada y poseída por un hombre.

-No se preocupe por eso, es bastante frecuente y normal a su edad; todos somos bisexuales, lo que sucede es que las formas y la educación reprimen en la mayoría de los seres esa inquietud.

-¿Y por qué mi fantasía es la de ser penetrado como una mujer y no penetrar a un hombre?

-Porque su bisexualidad es funcional con congénita.

¡Ah! -Sólo pude decir. -¿Y qué me prescribe para este" mal mío?"

-Un macho. Sólo eso. Búsquese un macho activo. Procure que el marco sea el apropiado a su sensibilidad; es primordial para que su afección no se quiebre. Tenga en cuenta que va a vivir una experiencia única, y es muy importante, tanto o más, que los complementos sean los adecuados para realizar ese hecho tan trascendental que puede marcar su vida o darle un impulso nuevo.

Salí de la consulta convencido de que no había marcha atrás. O realizaba mi fantasía o me destruía en ella.

 

II

 

Conocí a Raúl a través de un periódico especializado. Después de varias llamadas telefónicas y cientos de mensajitos por el móvil, quedamos una tarde.
¡Dios que emoción! Me sentía como una novia con su primer novio. Me consideraba como la mujercita más bonita del mundo. Esa tarde abusé de Loewe, e impregné mi camisa azul cielo de esa fragancia tan afrodisíaca; debía impresionar "a mi novio". El pantalón azul marino ajustado a la entrepierna marcaban más que nunca mis atributos de macho, que no sé porque, en ese momento sentí asco por ellos. Pero me reconforté al comprobar por el espejo de un escaparte, que mi culito pequeño pero redondito y algo respingoncito le iba a encantar a Raúl. Estaba segura.

¡Qué impresión madre mía! ¡Qué pedazo de tío! La simbiosis fue fulminante. "Nos enamoramos en el acto"

El apartamento de Raúl era una monada. El marco apropiado para perder mi virginidad. Todo lo veía de color de rosa. Me sentía muy mujer, y con mis ansías a punto de estallar mi corazón.

¡Qué cosa más delicada de hombre! ¡Qué dulzura, qué tacto, qué sensibilidad!

Es tu primera vez, ¿verdad? Me susurró al oído.

-Si -Sólo pude decir, porque sus labios se habían aferrado a los míos y su lengua buscaba entre las profundidades de mi boca. Sentí una sensación extraña pero muy agradable que me dejó abatido. Apreciaba en la piel de mis labios la espereza de su barba, y sin poder remediarlo, tuve la erección más salvaje que no recordaba ni a los 18 años.

Me dijo con voz muy queda, a la vez que me metía el dedo corazón de su mano derecha en mi ano.

-No te preocupes amor, que, aunque eres virgen no sentirás nada más que placer.

Y así fue. Me colocó de rodillas, suavemente dobló mi cintura y me sitúo de tal forma que mi redondito culete quedó totalmente rendido a sus caprichos.

Suavemente... muy suavemente circundaba mi ano con sus dedos en movimientos tan acariciadores que empezaba a sentir un cosquilleo muy parecido al placer. Transcurrieron unos momentos deliciosos, aquello era un cúmulo de sensaciones maravillosas.

-Ponte esta almohada entre el pecho y el vientre. Me dijo Raúl a la vez que me daba un cojín de terciopelo granate. Así lo hice, y me aferré desesperadamente a ese almohadón, presentía lo que se avecinaba.

¡Ohhhhh Dios mío! ¡Qué prodigio! ¡Qué portento! ¡Qué maravilla! Recuerdo y se me saltan las lágrimas de emoción al evocar aquella escena. Los testículos de Raúl repicaban en mis nalgas como dos campanas y por mi ano se desbordaban una cascada de emociones indescriptibles. Las manos de Raúl apretaban desesperadamente "mis cachas", los movimientos se hicieron convulsivos, como queriendo destrozarme el culo. Le bastó media docena de envites de mayor a menor intensidad para vaciar en mis entrañas un torrente de semen que sentía como se deslizaba por mis intestinos.

El almohadón de terciopelo granate, se vistió de blanco. Fue el fiel testigo mudo del placer más inmenso que he recibido en mi vida.

 

Segunda parte

 

Después de hacer el amor. Después de que consiguiera que mi mente comprendiera lo extraordinario que es saber lo que una mujer siente ante el abrazo de su hombre, se creó en mí una pequeña confusión: tenía muy claro que deseaba volver a ser mujer otra vez en sus brazos. Sentir aquellos besos en los que me concebí rendida y abandonada en su regazo; que volviera a penetrar mi ano hasta lo más hondo de sus profundidades, y bañar mis intestinos con su torrente de semen. ¡Y aquellos besos después del acto! Cuando todas las pasiones quedan dirimidas y se tiende al hastío; fue quizás el momento más entrañable; pues si antes de amarme fue un caballero, después de amarme fue un señor. Por eso mi confusión se creaba en torno a esas sensaciones que tanto me seducían, y me preguntaba: ¿Seré maricón?

Me tenía abrazada (permitan que hable en femenino, ya que en estos momentos me siento muy mujer) y acariciaba mis cabellos con sus ojos cerrados, me sacó de mis ensimismamientos.

-¿Has gozado, mi amor? Me dijo con una expresión en sus ojos que reflejaban sinceridad.

-Le devolví la mirada, ya que me encontraba ligeramente mirando hacia la nada, absorta en mi misma, intentado centrar en ella mi más sincero agradecimiento.
-Mucho, mucho, cariño. Has realizado el milagro que esperaba con temor y esperanzas: sentirme mujer, y a tu lado, la más feliz del mundo.

-¿Te duele?

Esa pregunta me dejó un poco perpleja. No, no había sentido ninguna sensación de malestar en mi zona anal, quizás mis elucubraciones habían actuado de anestesia, pero ahora que me lo decía, de repente sintió mi ano no-dolor, sino una especie de vacío similar a cuando se va estreñido, pero que me satisfacía en extremo, ya que me creía una doncella desvirgada. Esa sensación me lo demostraba, y mi mente lo asumía como tal. Mi "coñito" estaba un poco irritado por su desvirgamiento, pero dispuesto otra vez a recibir los 22 centímetros de mi amado Raúl.

-No cariño. No siento ningún dolor. Le mentí deliberadamente, ya que comprendía el objetivo de esa pregunta al rozar mi rodilla con su polla totalmente erecta, cosa que me demostraba a mí misma que Raúl me deseaba, y mis instintos de mujer se potenciaron al máximo; ser deseada por un macho, es otra de las sensaciones más hermosas que una mujer pueda experimentar.

Me encantaría otra vez sentir tus entrañas. Me dijo con aquellos ojos tan espontáneos y nobles.

-Y yo sentir otra vez toda tu hombría dentro de mí.

Y ni corta ni perezosa me dispuse a "comerme" su polla. La primera polla que me iba a comer en mi vida. (Juro que en este momento estoy muy húmeda)

Me arrodillé ante sus miembros, y él me ofreció una sonrisa complaciente.

Por mi mente pasaron cientos de imágenes de felaciones vistas en las películas porno, y me dispuse a hacerle una mamada inolvidable.

Eche de menos, ese olorcillo natural de la polla, olor que no desagrada como tampoco desagrada el olor del coño cuando huele a coño. Ese aroma que enerva el sentido del olfato y que te lanza a la vorágine. Raúl, inmediatamente después de sacarla de mi recto fue a lavarse, de ahí que la tuviera limpia como una patena.

Tomé sus testículos con mis manos y los acariciaba muy lentamente, mientras mi boca mamaba de su polla en movimientos ascendentes y descendientes cadenciosos, insistiendo en la zona donde al hombre le da más placer: en el frenillo. Igual que las mujeres por ley natural saben "comerse" un coño mejor que un hombre, por esa misma lógica, un hombre sabe dónde debe abundar con su boca en la polla.

-¡Uffff! ¡Qué bien me la chupas! ¡Uffff! -Exclamó con voz trémula que no dejaba lugar para la duda que estaba gozando a tope.

Ahora, en ese momento, es cuando ser mujer me producía tales sensaciones de locura, que jamás había experimentado como hombre. "Mamar" su pene me trasladaba a situaciones tan excelsas que tenía la seguridad que me hallaba en la cúspide del placer de los sentidos. No podría existir en este mundo algo tan egregio como lo que yo sentía. Estaba ubicada en el imperio de los mismos.

Deseaba con todas mis fuerzas saborear el semen de Raúl, pero también deseaba con más fuerza si cabe, sentir otra vez mi recto lleno de su carne; por lo que tuve miedo que, si extraía su néctar con mi lengua y boca, no volvería a tener otra erección, por lo que decidí parar antes de su eclosión.

-Cariño. ¿Te importa que te corras dentro de mi como antes?

-No mi amor. No te preocupes, sigue "mamando" un poco más, la chupas como "los ángeles".

La sorpresa que desbordó todo el placer de mis sentimientos fue lo que hizo Raúl inmediatamente después.

Me colocó de rodillas, con mis esplendorosas nalgas en pompa, todo mi ser estaba a su disposición dispuesto al "sacrificio" que parecía inminente. ¡Pero OH Dios, qué es esto!

Por mi ano sentía deslizarse algo viscoso y espeso que producía tales vibraciones y enervaciones en mi cuerpo y alma que no las podía resistir. Raúl me estaba chupando el ojo del culo con lametones circundantes, que desde el mismísimo escroto hasta la mismísima nuca me recorrían una corriente de electricidad que me llevaban al paroxismo del placer.

¡Dios mío! Pero que placer más exquisito. Es algo inenarrable. La forma que me lamía el ojete era celestial: vueltas y más vueltas alrededor, repicando con la punta de la lengua en el centro cada cinco o seis circulaciones. ¡Cómo supimos los dos, que mi ano estaba preparado para recibir sus 22 centímetros!

¡Ahhhhhh! Mi grito de placer fue desgarrador. Sentía en toda su intensidad el cuerpo de Raúl dentro de mí. ¡Dios mío! ¡Qué sensación más paradisíaca es esa de sentir su pene bombeando mi recto! Sus manos aferradas a mis nalgas; sus testículos repicando otra vez como campanas en los míos; embistiendo de una forma bestial mi trasero como si pretendiera arrancármelo de cuajo, en cada envite me arrancaba un "cacho" del alma.

El primer empujón que delataba su primer chorro de semen fue brutal, fue tanta la fuerza que le imprimió que la sentí hasta el estómago; los empujones posteriores fueron remitiendo en intensidad... ¡Qué placer más exquisito notar como su semen inunda tus entrañas...!

Pero la verdadera gloria fue como la sacó de mi ojete. Lentamente... Muy lentamente me la iba sacando. Notaba perfectamente cómo se deslizaba por mi recto, milímetro a milímetro de su mástil se debatía en retirada. Mi culo lloraba de pena despidiendo al objeto de su inmenso placer. Le pedí por favor que mantuviera su polla aun erecta dentro de mí. Bastaron tres toques de mi mano, para derramar también yo todas mis ilusiones blancas.

¡Quedamos exhaustos, rendidos, postrados...!

 

...ENAMORADOS

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