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Mis cuentos inmorales (Entrega 36)

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Los que han leído el anterior relato de “Las confesiones de la Marquesa de Tócame Roque”, saben que es una señora de mediana edad, viuda y con una enorme fortuna que le ha legado su difunto marido el marqués de “Tócame Roque”, pero con la condición de que, si se casa, esa fortuna irá a parar al convento de los “Frailes Berenjenos”.

La señora marquesa es una beata de “mucho cuidado”, fiel cumplidora con los preceptos que manda la Santa Madre Iglesia; pero su terrible pecado es que tiene tal “furor uterino”, que su lucha es constante contra sus instintos carnales; por eso, cada vez que peca contra el sexto mandamiento (que es casi todos los días) se va a confesar con fray Pepo, su guía espiritual.

La trama es, que los frailes la quieren casar para heredar la fortuna del difunto marqués, y han comprado a fray Pepo con la promesa de darle un 10% de lo heredado para que la case. Una agencia de empleo, de acuerdo con los frailes, le han enviado un jardinero muy guapo, tanto o más que el Clonney ese para que consiga llevarle al altar.

La última confesión, (que fue ayer) casi la tiene convencida para que se case con Carlos, ese jardinero tan “macizo” que le han enviado. Le han prometido darle un par de milloncetes de pesetas si lo consigue.

 

30 de Mayo de 1950

 

Carlos acudiendo a la llamada de la marquesa (desde ahora la llamaremos Fifí)

-¿Me llamaba, señora marquesa?

-Te he dicho mil veces, que cuando estemos solos me llamen Fifí. –Dijo con cara fingida de mal humor.

-Ya sabe señora que me cuesta mucho trabajo. Soy su jardinero, y por lo tanto le debo un respeto siempre.

La marquesa para sus adentros. ¡Ay cacho cabrón! Si cuidaras "la rosa" que tengo entre las piernas cómo las del jardín, que feliz me harías.

-¿Decía algo, señora..? ¡Ay perdón! ¿Decías algo Fifí? Carlos intuyó la mirada lasciva que la marquesa le echó hacia sus partes.

-Te digo, y por cuarta o quinta vez, que desde que me libraste el otro día de las garras del pecado de la carne, y vi en ti tanta dulzura y tanta bondad... Y como me dijiste que no harás nunca el amor conmigo si no es bendecido por Dios nuestro Señor, he decido que sí, que me caso contigo. No me cabe duda, que eres ese “ángel” que me envía el Señor para evitar mis pecados del sexo.

-Fifí. Ya te lo dije cuando tuve la ocasión de poseerte. Soy un hombre puro y casto, y jamás (aquí Carlos se esforzó por ser muy convincente) no haré el acto sexual si no es con la mujer que Dios me dé.

Tomó por el brazo a Carlos diciéndole con voz dulce y canora.

-Ven corazón, siéntate junto a mí. Se hallaba la marquesa acostada en su cama

Carlos se sentó junto a ella, fingiendo el recato necesario para convencerla de sus buenas intenciones.

-Cariño. –Estoy totalmente decidida a casarme contigo. Los doce mil millones de pesetas de la fortuna de mi difunto Donato que me deshereda si me caso no me importan. ¡Qué se los lleven los frailes! Mi alma vale mucho más.

Como platos se le pusieron los ojos a Carlos al oír esa cifra. ¡DOCE MIL MILLONES! ¡La madre que les parió a los frailes! ¡Y a mí sólo me van a dar dos asquerosos millones!

-¿Qué piensas cariño? Preguntó Fifí al ver la cara de estupor de Carlos.

-Nada, nada, Fifí. Que tu oferta de matrimonio me complace mucho. ¡Pero coño! Que de multimillonaria pases a pobre en un soplo, no lo veo justo.

-¿Es que no me querrías pobre? –Dijo a la vez que le metía mano a la bragueta.

-No, no... ¡te juro que no! Pobre soy, pero muy rico de alma. Pero podemos buscar una solución que no perjudique tu patrimonio.

-De momento cariño, solucióname el problema que tengo entre las piernas.

Tomando la mano de Carlos se la llevo a su coño, que chorreaba como los “Caños de Meca” (1)

-Mira cómo me tienes. Y como nos vamos a casar... ¿verdad que sí? El Señor comprenderá mis ansias, y no me condenará por este anticipo. –Anda mi amor, ven junto a mí.

Carlos en un alarde de ingenio, y sabiendo que la marquesa haría lo que él quisiera, ya que le tenía absoluta confianza, urdió un plan que debería poner en práctica ya mismo. No podía fracasar, por que dependía el éxito de su pericia. Se propuso follar a la marquesa de tal forma, que nunca olvidaría esa follada. DOCE MIL MILLONES de pesetas merecían la pena.

Se desnudó lentamente ante la mirada expectante de Fifí. Los ojos le hacían “chiribitas”. Lo que se intuía debajo del mono (2) de Carlos era tremendo. Cuando Fifí contempló aquellos 25 centímetros de polla a medio erguir, no pudo evitar un gritito de placer.

Mientras Carlos parecía que rezaba musitando:

 

¡Nunca hice el amor con una marquesa!

pero si Dios decide que sea ello posible,

¡juro! que mi alma quedará aquí presa;

mi exaltación por ti, Fifí no será punible,

toma "mis atributos" como una posesa.

 

Pues lo que sería espeluznante y terrible,

que "esta" (mirándose a polla) muy tiesa,

buscando con amor ese cariño imposible

que le saque de tanta indigencia aviesa,

malgastara esta oportunidad tan posible.

 

Carlos ungido por un halo de “santidad putera” se dispuso a realizar “la faena” más grandiosa de su vida. Sus 25 centímetros de larga y 20 de envergadura llenaban la vagina de Fifí de tal forma, que la dilatación de la misma llegaba a su límite, un milímetro más y seguro que se la hubiera desgarrado.

-¡Chof... chof.... chof! De una manera cadenciosa sonaba el coño de Fifi ante las embestidas bestiales de la polla de Carlos. La abertura de sus piernas era total para poder cobijar ente ellas “aquella cosa” que le estaba llevando al borde de la locura.

Ambas manos de la marquesa apalancaban las nalgas de Carlos como en un desesperado intento de meterse toda la polla.

-¡Más polla..! ¡Quiero más polla...! –Gritaba Fifí desesperada.

Paró Carlos un momento en sus envites, en la postura que se hallaba: ella debajo, no la tenía en el acceso perpendicular a la vagina. La tomó por ambas nalgas, nalgas tremendas y redondeadas. El tafanario (3) era descomunal. Como se maneja un pelele, así manejó el culo de ella. Lo aupó un poco, lo justo para situar su glande en dirección recta a sus ovarios. Antes de pegar el empujón definitivo, Fifí ya había tirado con todas sus fuerzas de sus riñones para introducirse "aquella espada" hasta “donde pone Toledo” (4). Los amantes quedaron fatigados ante tanta pasión

Fifí lloraba de alegría. Su carne había quedado tan satisfecha, y su alma ¡Por fin! quedaba serena. Ya no pecaría más.

-Gracias Carlos. Estoy segura que Dios te ha enviado para salvar mi alma. El amor que me has dado es tan hermoso, que me doy cuenta, que los millones no sirven para nada cuando el espíritu se atormenta.

Carlos, satisfecho de su perfecta actuación, y seguro que tenía a Fifí “en el bote”. Dijo:

-Fifí. No voy a consentir que por mí te arruines, si nos casamos, la inmensa fortuna del marqués irá a parar a esos frailes, y no es justo.

-¡Pero qué dices! ¡Qué no nos vamos a casar! ¡Me has engañado! Rompió a llorar como una desconsolada.

-¡Verás! (Carlos puso la cara que pone para estas situaciones delicadas. Es que Carlos tiene mucha cara). –Es cierto que El Señor me ha enviado a ti para salvarte del infierno por tus pecados de la carne, pero no para arruinarte. Si te casas pierdes tu fortuna, y si no te casas vas a vivir en continuo tropiezo tu alma; pero Dios es muy comprensivo y ha previsto esta situación. Nos hacemos socios, que al fin y al cabo es una forma de matrimonio, me cedes el 50% de tu fortuna; tú sigues inmensamente rica, y yo te prometo que te proporcionaré todos los días el consuelo para tu cuerpo.

Fifí parecía convencida, tenía toda la confianza en Carlos, pero le asaltó una duda.

-¿Y qué hacemos con los curas del convento?

-A esos, que los den por el culo. Dijo Carlos totalmente convencido. Y hablando de culo, ponlo en pompa que te lo voy a reventar.

La marquesa totalmente enamorada y convencida de que Carlos era el salvador de su alma y su fortuna, le puso su hermoso culo en pompa para que "su ángel" le diera por vía anal todas sus bendiciones.

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(1) Caños de Meca. Chorros de agua que caen desde la montaña a la playa en esta localidad próxima a Barbate – Cádiz. España.

(2) Mono. Es España, pantalón de trabajo.

(3) Formas redondas, nalgas.

(4) En las espadas de souvenirs que vende en Toledo, famosas en el mundo, en la empuñadura, es decir en la base, pone en todas: Toledo.

 

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