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Mis cuentos inmorales (Entrega 38)

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"Lluvia dorada de una fuente sagrada"

Mi empresa, como todos los años celebraba la convención trimestral en unos de los hoteles de cinco estrellas de Torremolinos - Málaga.

Se iba a lanzar al mercado español, un producto adelgazante que se fabricaba en Copenhague; y para su puesta a punto en el equipo de ventas, había venido a explicar sus maravillosas virtudes, la jefa de marketing de la empresa fabricante del mismo.

Frigga, como así se llama, es una máxima exponente de la belleza "vikinga". De un metro setenta y cinco de altura. Sus cabellos se deslizan en cascada hasta unos veinte centímetros por debajo de sus hombros, y brillaban a la luz de los focos de la estancia como el oro. Ojos azules como el Mar Mediterráneo, busto erguido, desafiante, mirando al frente. Cintura de náyade, y piernas imposibles de contemplar sin estremecerte. Ni el tornero más exacto, podría haber torneado las formas de Friggia. Es la perfección hecha mujer.

El equipo de ventas, catorce hombres y siete mujeres, contemplábamos extasiados sus explicaciones, ya que su español es casi perfecto. Desde luego, los catorce "tíos" estábamos más pendientes de su cuerpo que los datos técnicos del producto; y las siete compañeras, seguro que admirando (o envidiando) los atributos de aquella Venus.

Acabó la reunión de ese día a las 20 horas. Por cierto, era jueves, y hasta el sábado siguiente teníamos que estar allí medio enclaustrados; ya se sabe cómo son las convenciones de ventas, los "tíos" cuando acaba la sesión salen como "toros" a la ducha, y a buscar un chochito donde poder liberar toda la carga sexual que Frigga nos ha estado embutiendo horas y horas; porque ninguno nos habíamos planteado ligar con ella; nos parecía inalcanzable, es un "plato" demasiado exquisito para saborearlo catorce "palurdos".

Duchado y perfumado con Loewe; con mi camisa de seda amarilla, mi pantalón blanco y mis zapatos de rejilla, me hallaba en la barra de la cafetería del hotel con mi "cubata de Beaffiter", pensando que iba a hacer esa noche. ¡Miento! Estaba pensado en ella, ¡En quien va a ser coño! Pues en Frigga. De repente escucho una voz a mi espalda.

-Tienes tipo de torero, Félix.

Como me llamo Félix, y la voz procedía justo tras de mí, giré mi cuello hacia dónde provenía esa voz, y allí estaba ella. Abrí los ojos como platos para asegurarme que no estaba soñando. No soñaba, era ella que al instante se situó junto a mi lado.

-Que tienes todo el aspecto de un torero. –Me volvió a repetir con voz cálida y sonrisa complaciente.

Y debe ser cierto, ya que me lo han dicho más de una vez. Mi metro ochenta, cuerpo espigado y derecho como una vela, y esa mata de pelo moreno ondulado, sin duda me conferían ese aspecto.

-Bueno. Balbucee - ¿Te gustan los toros? –Sólo se me ocurrió decir.

-Me gustan más los toreros. –Dijo otra vez con esa sonrisa de diosa.

O era una indirecta (muy directa), o yo soy gilipollas. La correlación de sus palabras no admite duda. Si me ve como torero, y le gustan los toreros, ¿Qué me está diciendo? Pues que le gusto. ¡Coño! No hay duda.

¡Joder... joder ... joder...! No me lo podía creer. O Frigga me había elegido a mí como "el macho español" para satisfacer sus ansias de sexo, o me estaba vacilando. Decidí salir de la duda inmediatamente, por lo que me la jugué a una carta.

-Los colegas están a punto de bajar, y aquí se va a forma un "corrillo de obsesos sexuales", y la verdad Frigga, me apetece estar a solas contigo. ¿Cómo lo ves?

-Lo veo como tú, Félix, llévame a donde podamos estar solos.

Por poco se me ocurre decir: vamos a mi habitación o a la tuya a echar "un par de polvos", ¡Pero leche! A las nueve de la noche, no procedía, antes había que caldear el ambiente, con copas y bailoteo.

Seguía un tanto obnubilado, no podía creer que era yo el afortunado mortal elegido por la diosa. De súbito me vino un mal pensamiento.

-A ver si esta va a ser una "calienta pollas", que después de la juerga, "cada mochuelo a su olivo".

No, no creo, veo en sus ojos deseos irrefrenables de follar. Seguro que esta noche me follo a la druida más hermosa de Dinamarca.

La llevé a Eugenio´s, piano bar de la localidad. Lugar muy acogedor y lejos del mundanal ruido.

-Si prefieres otro ambiente, me lo dices.

-No, no, me parece ideal. Hoy busco intimidad, no-bullicio.

¡Joder! Más claro ni el agua. Nos sentamos en una mesa situada en un rincón, ideal para los juegos preliminares del amor. Eugenio en el piano tocaba en ese momento la canción. "Bésame mucho".

-¡Félix! Me dijo Eugenio desde le piano, a la vez que desgranaba las notas de la inmortal canción de Consuelo Velázquez. (Eugenio y yo nos conocemos de otras convenciones, ya que frecuento su local en mis visitas de negocios a Málaga) Ven a cantar conmigo.

Debo aclarar, que tengo una voz melodiosa, ideal para el bolero.

-¿Te importa Frigga?

-¡Pero también cantas!

-Bueno... cantar... Lo que se dice cantar... Ahora lo verás.

Como conozco muy bien esa hermosa melodía, me salió redonda. Frigga me esperaba en la mesa, sus labios chorreaban miel. Fue sublime, me abrazó por los hombros y la nuca, y me ofrecía aquella boca con dientes de malvasías y lengua de ambrosías para que se derritiera entre mis fauces. El beso fue mortal de necesidad. La cabeza me hacía... ¡Pío... pío... pío...!

A las cuatro de la madrugada, ambos llegamos a la misma conclusión: ¡o follamos o reventamos! Al separar su braguita, los dedos de mi mano izquierda, se inundaron en el piélago de "sus humedales". Y ella, al descorrer la cremallera de mi bragueta, observó como "aquello" estaba a punto de reventar.

-Félix, es la hora del "sacrificio". ¿En tu habitación o en la mía?

-En la tuya, cariño. La mía la comparto con un compañero. Estás sola, ¿verdad?

-Sí.

Entramos en su habitación. Un perfume desconocido invadió mis fosas nasales. Era una mezcla de los exudados de Frigga y un aroma que embriagaba. Aquella fragancia rompió todas las pocas defensas que me quedaban para hacer frente a las magnitudes corporales de "la Vikinga". Quedé rendido, abatido, inerte a sus pies.

-Ven. Que te voy a purificar antes de hacer el amor.

Tengo la costumbre antes de follar, de darme una ducha, máxime si he estado de juerga. Pero esa vez no me apetecía, una ducha iba a eliminar los excitantes aromas que de forma natural se desprendían del cuerpo de Frigga. Y para un servidor, el olor de los sobacos y coño de "una hembra caliente" me trasladan a paraísos desconocidos. Pero no, no se iba a duchar. Iba a hacer algo que jamás había ni imaginado. Algo que me dejó marcado para toda mi vida. Y que no he vuelto a hacer con otra mujer, para que no se borre jamás aquel encanto.

Me desnudó muy lentamente, ella quedó sólo con la braguita malva y rosa. Me situó en la bañera boca arriba, con mi cabeza apoyada en uno de los bordes. Pensé:

-Coño, nos vamos a bañar, no a duchar.

Pero no. Ella se puso en cuquillas de forma que mi pecho y cabeza quedaron aprisionados entre sus piernas. Situó su coño a diez centímetros escasos de mi boca. Descorrió su braga con su mano hacia un lado, dejando al descubierto el coño más hermoso que había visto en mi vida. Rosado como una frondosa rosaleda. Las ninfas (labios menores) surgían como espigas en primavera; y del capuchón, emergía un clítoris excitado del tamaño de una avellana. No daba crédito ante tan maravilloso panorama.

De súbito, un torrente de lluvia dorada emanaba de aquella celestial nube, agua bendita que regaron mis fauces, saboreando su sabor agridulce que apagaron mi sed de amor.

-Ya estás purificado

-Dijo mi diosa. –Ahora bebe las últimas gotas de "mi licor sagrado" que han quedado en "la fuente".

Mi lengua con ansias inusitadas, absorbió aquellas "gotas divinas" como el licor que da la vida al sediento. Mi lengua se pegó a aquella "abertura" como una lapa. Mis dos brazos se aferraban a sus glúteos desesperadamente; quería introducirme en esa "sima" y morar allí eternamente.

Frigga secó mi cuerpo purificado, y me llevó dulcemente al tálamo del amor.

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