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El strap-on y la dependienta tan guarrilla

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Aquella mañana, después de haber hecho mis deberes de casa, enfilé mi paseo en dirección a la sexshop de mi barrio que estaba algo lejos de mi casa, ya que la calentorra de mi novia quería que comprásemos un strap-on para abrirme el ojete, ya que yo se lo había abierto repetidas veces y ahora ella quería saber cómo era eso y jugar con mi ojete.

Habíamos visto muchos vídeos porno respecto al tema y me estaba dando morbo y quería probar el juguetito sexual en mi ojete. Había visto varios modelos en internet y varios precios sobre el strap-on que deseábamos comprar, pero ya sabíamos el modelo. Fui arribando por el paseo y miraba a las mujeres que me parecían morbosas y atractivas para irme "ambientando". Al llegar a la sexshop entré sin demora y con la fuerte convicción de comprarlo si o si, había tres clientes que miraban todo tipo de productos y otros dos más que cogían vídeos porno.

Había dos dependientes, uno gordo con cara de torta y de no saber lo que allí había y una chica con cara de viciosa guarrilla, con aspecto poligonero o cara de llamarse Yoli, Jessi o Vane. Antes estuve dando una vuelta y ver lo que allí había y "tocar" el producto en sí. Descubrí varios y por fin elegí el producto deseado, me dirigí a la dependienta y que ella me explicara cómo era el juguetito.

—Hola señorita, he decidido comprar este juguete y me gustaría que Ud. me lo explicara.

Ella me miró morbosamente y me dijo:

—¿lo quiere para jugar con su esposa, ¿verdad? —enunció ella.

— sí, si —agregué yo.

Me miraba, pensando para ella, que yo era un morboso y un vicioso.

—¿me podría explicar cómo funciona esto? —expuse yo.

—mire señor, esto es para experimentar sexo anal con su pareja y debe usar un gel especial para untarlo en él y no hacerse daño en el ojete explicó ella.

—bueno, es que yo he visto vídeos porno sobre esto y me gustaría que me explicase algo más sobre el susodicho juguetito —añadí yo.

—su mujer se lo pone con si fuera un cinturón, luego hay otra cinta que recorre desde la cintura hasta la base de la espalda y las tres cintas se unen por detrás para que al recibir golpes en el culo Ud. no se haga daño —detalló ella.

—La verdad es que me gustaría probarlo con alguien —especifiqué yo y añadí— ¿cómo se llama Ud.?

—Jessica —acreditó ella y de paso me enseñó la chapa de trabajadora en la tienda que llevaba.

—bueno querida Jessica, me gustaría probarlo con Ud., ¿no le importaría? declaré yo.

—¿que se ha creído Ud. que soy?, ¿una fulana? —expresó cabreada ella.

—¡¡no, por Dios!! —aduje yo— ¿y si le largo 100 euros? —inquirí yo.

—la cosa cambia —determinó Jessica.

Y le largué los 100 euros y charlamos.

—¿le parecería bien que viniera a buscarla a las 17:00? —interrogué yo.

—perfecto —concluyó ella.

Pagué el strap-on y me fui de la tienda más contento que unas pascuas. Ya estaba con un calentón, pues sin comerlo ni beberlo, tenía una cita sexual con una guarrilla con nombre de putilla y que trabajaba en una sexshop. Me relajé a tope en casa, tomé vitaminas y viagra para dar rabo a esa zorra viciosa y libertina de Jessica. Según se iba a acercando la hora de salir, me fui vistiendo, me puse mi más obsceno, lujurioso y depravado tanga de cuero, con pequeñas cadenas a los lados, al que perfumé, porque sabía que se pondría lasciva y concupiscente al verme con el puesto, una camisa que me marcaba los músculos y el tórax y que había perfumado para oler a macho en celo, así como un pantalón vaquero dos tallas menor, que estaba a punto de explotar, para que realzara mi rabo y culo y al verme se pusiera todavía más lúbrica y libertina y me quisiera poseer y yo a ella. Añadí a mi imagen de macarra matón, unas gafas negras de marca que me había comprado recientemente, y unos negros zapatos que completaban el atuendo. Me encaminé en dirección a la sexshop, a buscar a la dependienta tan procaz de Jessica, al llegar allí, casi ni me reconoció pues había cambiado totalmente mi imagen.

—¡cómo se nota que vamos a tener sexo con una mujer —largó Jessica.

Antes no me he presentado, me llamo Andrés —puntualicé yo.

Nos dimos dos besos de rigor y nos encaminamos a casa de Jessica.

—Mira, lo vamos a probar en mi casa, que vivo aquí cerca con una amiga —expuso Jessica.

—de acuerdo —concluí yo.

En el camino hablamos de con quien habíamos follado y como eran.

—Es la primera vez que un cliente me pide algo así —declaró Jessica.

— siempre hay una primera vez para todo —finalicé yo.

Seguimos charlando y empezamos a tutearnos y mirarnos de manera diferente. La verdad es que Jessica era deseable y mucho y por su aspecto, diría que aquello no había hecho más que empezar y que me esperaba una buena y depravada sesión de sexo anal. Al meternos en el ascensor, el ambiente se relajó y yo me empalmé severamente y mi rabo quería romper el tanga y el pantalón. Al llegar a casa de Jessica estábamos solos pues la amiga estaba trabajando, también en una tienda de ropa interior en las afueras de la ciudad.

—Ponte cómodo, estás en tu casa —detalló Jessica y me indicó donde estaba su habitación, donde nos desfogaríamos.

Jessica había ido a la cocina y cuando regresó traía dos whiskys "on the rocks" para que nos relajásemos antes de la obscena sesión de sexo lascivo y libidinoso que nos esperaba. Jessica me empezó a desnudar lenta y lujuriosamente y e iba diciéndome una serie de procaces y obscenas guarradas que me incitaban y estimulaban a un irresistible sexo sin límites. Al ver mi atractivo, estimulante y sugerente tanga de cuero con las cadenitas a los lados, se relamió de gusto y regusto, pues me resaltaba el rabo y me destacaba la punta del nabo, pues tenía una erección producida por la depravada "buenez" de esta zorra de dependienta. Me miraba, cual puta lasciva, con deseo, lujuria y con excesiva impudicia, no solo al culo sino también al rabo, pues intuía que esperaba que yo, cual macho semental, taladrase, "petase" y "entaponase" su sugerente y muy vistoso culo y su afeitado coño que, incitaba a que se lo comiera sin límites. Jessica me iba diciendo las libidinosas ganas que tenía de estar conmigo así y que quería que nos desfogáramos sexualmente el uno con el otro.

Al llegar a la habitación se quitó los taconazos, le quité lascivamente el sexy tanga y le arranqué el sujetador y se lo olí y olía a hembra en celo. Se subió a la cama y se puso de rodillas, con un dedo me indicó depravadamente que fuera hacia ella mientras se ceñía bien el strap-on. Yo iba hacia ella con el tanga puesto y con el rabo bien enhiesto por fuera, nos pegamos un lujurioso morreo corto mientras nos sobábamos los sexos, pero ella se tocaba el pene de gel del strap-on. Me quité el procaz tanga, mientras ella babeaba y volvía a tirar de mí ya, enhiesta, pero dura verga y la comenzó a mamar. Mamaba y mamaba mi verga mientras me magreaba el rabo y lo pajeaba para encularme con el strap-on. Me lamía el ojete y yo jadeaba y gemía como un cabrón perverso. Me tumbé frente a ella y me empezó a magrear el rabo y comenzó a "petarme" y "entaponarme" a base de bien y yo gemía como un cabrón de placer, mientras me enculaba, permanecía bien abierto de patas, para que su libidinosa jodienda anal fuera más viciosa y sicalíptica.

Seguía y seguía comiéndome el rabo y me lamía el ojete y ni temperatura sexual aumentaba gradualmente y se acrecentaba. Me fue taladrando el ojete lentamente para no hacerme daño y así darme más placer anal. Mientras me barrenaba el ojete, me masturbaba el rabo para que yo gozara como un cabrón y me relajase continuamente. Cuando ya tuve el rabo bien enhiesto, sacó su verga de gel y la muy puerca optó por subir a mi rabo y clavársela toda de golpe en su hirviente coñargón, la muy cerda y zorra sollozaba de placer y gemía como una puta puerca en celo y botaba y saltaba con mi verga dentro de su coñote. Mientras, yo la veía enardecida debido a su calentura vaginal y la insultaba chabacana y sexualmente y me guiñaba un ojo con picardía sexual. Por fin, estallamos en un atronador y estrepitoso orgasmo y ambos pegamos un grito de "corrimiento" sexual. Ella se apartó de mi rabo y manaban restos de lefa y parecía salir humo de su coño de la temperatura que alcanzamos. Nos tumbamos uno al lado de otro y Jessica me interrogó

—¿qué te pareció el strap-on?

—fabuloso y real —añadí.

El rabo de gel era parecido a un pene humano y me estaba dando placer, pues la muy guarra sabía cómo usarlo.

—me has dado mucho gusto, guarra, pero más gusto me has dado cuando te he clavado el rabo en todo el coño —agregué.

Jessica me sonrió y reveló:

—es que no es la primera vez que lo hago y con ese modelo.

—¿con quién le usaste antes —corté.

—ya lo había usado con el cabrón de mi novio —confesó Jessica.

 

Creo que tuve suerte con esta amante ocasional tan zorra y depravada, su libidinosa pinta de guarrilla en celo no me engañó y tuvimos un buen rato de sexo anal y casual.

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