Nuevos relatos publicados: 12

Cogí con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 6)

  • 15
  • 9.681
  • 9,58 (31 Val.)
  • 0

SEXTA PARTE: Karma o Karla

El día de nuestra llegada no había podido ser mejor. Majo y yo nos sacamos esas ganas que veníamos guardándonos por largos quince días. Esa primera noche quedamos exhaustos. Al otro día me fue muy difícil despertarme. Recuerdo que desperté porque escuché a Majo discutir. Le reprochaba a Esperanza andar desnuda por el cuarto. Por estar dormido no pude verla, aunque claro está, ya conocía bastante bien su cuerpo, pero no sobraba un segundo vistazo después de tanto tiempo. En todo caso no pude verla, por lo menos completamente desnuda.

Luego de bañarme me senté a desayunar con Mariano, el padre de Majo. Fuimos los últimos en despertar y por eso desayunamos más tarde que el resto. Este señor me tenía en buen concepto, parecía agradarle bastante. Mariano pensaba que yo era un joven responsable y muy dedicado a mi trabajo, por lo que aprobaba por completo mi relación con su hija. Cuando terminamos de desayunar me invitó a acompañarle a la ciudad, debía comprar unas cosas y quería que yo lo acompañara. No era el mejor plan que había, pero bueno, era una buena forma de mejorar la relación y ganar confianza por parte del padre de mi novia.

Cuando volvimos a la cabaña, Mariano me invitó a tomar unos tragos de whiskey con él. Fuimos a la pileta del complejo turístico y abrimos la botella. Nos sentamos a beber junto a la piscina, al rato llegó Majo, Karla y la madre de estas bellas mujeres. Karla se metió un rato en la pileta mientras Majo, sus padres y yo charlábamos en la mesa.

Karla salió de la pileta, por supuesto completamente mojada, la observé con disimulo; las gotas se deslizaban lentamente por su piel mientras ella tomaba la toalla para secarse. Una vez que secó su cuerpo se sentó junto a nosotros para beber un trago y charlar un rato. Era una mujer muy extrovertida, muy alegre y abierta a hablar casi sobre cualquier cosa. Evidentemente no se puso sobre la mesa ningún tema caliente, era más bien una charla familiar, muy amena y tranquila. Mariajosé, la madre de mi novia, notó como Karla robaba mi atención por ratos. Me miraba y con sus ojos trataba de advertirme, “ni se te ocurra”. De a pocos el licor fue haciendo su efecto; ese exquisito Macallan 1947 había conseguido sacarnos de la realidad a cada uno de los que departíamos en esa mesa. Yo buscaba no perderme en el trabajado cuerpo de Karla, ni en el escote de su madre. Haciendo un gran esfuerzo buscaba desviar mis ojos cada vez que intentaban mirar a estas hermosas mujeres. Buscaba centrar mi atención en los bellos ojos de Majo, pero era difícil. Cuando no resistí más, me levanté; de una forma muy decente me despedí de Karla y de sus padres, tomé a Majo de la mano y les dije que ella y yo iríamos a dar una vuelta por la ciudad.

A la playa no volveríamos, no luego de lo que nos había pasado la noche anterior. Pensé por un momento que por más temporada turística que fuera, alguna de las casas que se alquilaban en el complejo turístico debería estar vacía. Fuimos revisando una por una, nos asomábamos a la ventana, veíamos y evaluábamos si existía la posibilidad de que hubiese gente allí. Cuando vimos que no teníamos suerte, que todas estaban ocupadas, decidimos volver a la nuestra, a nuestra cabaña y arriesgarnos a coger allí. Esperando a que no hubiera nadie; que Esperanza y su novio no estuvieran, igual que Laura y su marido, y obviamente esperando que Karla y sus padres decidieran alargar su estadía en la pileta. Y como en tantas otras ocasiones, tuvimos suerte. La cabaña estaba vacía, a nuestra completa disposición para dejarnos llevar por nuestros impulsos y nuestros deseos. Entramos al cuarto, cerramos la puerta, pero no pudimos dejarla con seguro porque no tenía. 

Y ahí estaba Majo, nuevamente ‘cara a cara’ con mi pene, colocándolo en su boca y de nuevo haciéndome tocar el cielo con las manos. Después de un corto pero completo paseo de mi sexo por la sensual boca de Majo, la levanté con suavidad, la hice poner de pie y la recargué contra la pared. Subí su falda y empecé a acariciarle con mis dedos sobre su tanga, una vez que estaba concentrada en disfrutar; cerrando sus ojitos y reclinando su cabeza contra la pared, bajé su tanga bruscamente. Me encantaba hacerle esto, consentirla, acariciarla lentamente y con suavidad y luego sorprenderla con un cambio de actitud. Luego me incliné, casi sentándome en el suelo, pero sin poner el trasero sobre las frías baldosas; es decir quedando sentado en el aire, apoyándome con manos y piernas. Majo se hizo frente a mí, en un inicio poniendo su concha frente a mi cara, y cuando yo me disponía a lamerla por un rato, bajó e introdujo mi pene lentamente en su apretada vagina. No hubo tiempo para coger lentamente, desde un comienzo lo hicimos fuertemente; Majo saltaba y rebotaba con mi cuerpo mientras que yo disfrutaba sin poder tocarla, dejando que ella fuera la dueña de la situación. 

Me costaba un poco sostenerme, al fin de cuentas estaba sosteniendo mi peso y el de Majo con mis piernas y mis brazos, pero lo que más me afectaba era verle saltar sus pequeños senos frente a mi cara sin poder tocarlos; acercar mi cara a la de ella para besarla y aceptar el momento en que ella quisiera hacerlo, sin poder agarrar su cabeza para traerla hacia a mi y comerle la boca. Nunca lo habíamos hecho así, y si bien esta posición tenía sus limitantes, debo admitirles que la disfruté.

Majo y yo cogíamos sin restricción alguna, estábamos sumidos en el placer y por ello nos habíamos olvidado del tiempo y del espacio. Y cuando pensamos que todo acabaría de la mejor manera alguien abrió la puerta. Karla puso un pie en el cuarto y nos vio. Inmediatamente agachó un poco su cabeza, se dio vuelta y nos dijo que venía buscando a Esperanza, luego pidió disculpas por la interrupción y se fue. Qué incómodo que fue, muy incómodo; bueno, principalmente para Majo. A mi me dio un poco de pena, pero a la vez creo que ser descubiertos por Karla me calentó. Sin embargo, tuvimos que parar. Majo se puso colorada, se levantó rápidamente y salió corriendo, entró al baño y abrió la canilla de la ducha. Por lo menos eso escuché. Karla ya se había dado la vuelta y se había ido de la habitación. Yo había quedado tremendamente caliente, Karla nos había interrumpido en el mejor momento, justo cuando yo estaba por acabar. Entonces seguí a Majo, entré al baño para terminar lo que habíamos empezado, pero Majo me apartó, “ahora no, de verdad que ahora no quiero”, le escuché decirme cuando yo entraba a la ducha.

Entendí lo que Majo me decía, realmente se veía conmocionada por lo que acababa de pasar. Para mi no podía ser peor; estaba tremendamente caliente, mi novia no quería coger y de hecho sería difícil volver a hacerlo durante el paseo, ya que estaba fresco el recuerdo de la primera vez que nos habían sorprendido. Buscar el desahogo con alguna de sus hermanas no era una opción; Laura me detestaba, aparte estaba con su marido y lo peor, por lo menos para mí, es que estaba embarazada, y yo con una embarazada no me animo, no sé ustedes…

Buscar a Esperanza podía ser tentador, al fin y al cabo, ella siempre había demostrado querer coger de nuevo conmigo, pero ahora tenía novio, se suponía que estaba enamorada. Además, no quería volver a sufrir su intensidad, bastante me había atormentado con sus insinuaciones, que por cierto eran poco o nada discretas. Mariajosé, la caliente madre de estas chicas tampoco era una opción; durante el paseo estaba casi siempre junto a su marido, además que me parecía muy riesgoso volverlo a hacer. ¿y entonces? ¿debía resignarme a pasar el resto de lo que quedaba de vacaciones sin coger?

Era una tortura pensar en ello, con solo ver a Majo ya me calentaba y acá era peor, porque era verla a ella, a sus hermanas y a su madre, verlas a todas, a veces juntas, en bikini.

Al otro día, todos desayunamos al tiempo. Majo seguía un poco delicada por lo del día anterior, evitaba mirar a la cara a la mayor de sus hermanas. Yo hablaba con ella, con Karla, como si nada hubiera pasado y ella respondía del mismo modo. Karla guardaba bastante compostura, y yo de verdad no entendía porque Majo era tan susceptible frente a este tipo de situaciones; si al final de cuentas era obvio para su familia que nosotros deberíamos tener sexo.

Y fue así que empezó un día tortuoso, un calvario, un día de mierda. Con toda su familia pasamos casi todo el día en la playa. Cuando empezó a caer la noche invité a Majo a comer en un restaurante en el centro de la ciudad. Luego de eso dimos un paseo en un coche antiguo y finalizamos con un paseo por el muelle. Busqué pasar un momento romántico con Majo, a ver si esto podía tranquilizarla, pero lo único que obtuve fue unos besitos.

Volvimos a la casa y nos fuimos a dormir. Yo me sentía algo molesto y pensé que se me pasaría durmiendo, además que no había nada más para hacer. Parecía que iba a ser una noche cualquiera, pero en plena madrugada mi sueño se vio interrumpido por algo que ni si quiera había imaginado.

Karla estaba arrodillada junto a la cama, estaba chupándome el pene mientras dormía. De inmediato la aparté con las manos, susurrando le pedí que parara y se fuera a su cuarto. Majo estaba durmiendo junto a mi, arropada con la sábana, dormía plácida, muy profunda, hasta ese momento no había visto nada. Le insistí a Karla, le rogaba que se fuera, pero era terca, estaba dispuesta a continuar con lo que hacía; es más, ni siquiera disminuía el volumen de su voz al hablar. No le importaba si Majo, Esperanza o su novio despertaban. Como vi que estaba decidida a continuar, que no habría nada que la detuviera; y yo no quería armar un escándalo, me levanté y salí junto a ella del cuarto. Apenas cerramos la puerta, volví a pedirle que se marchara a su cuarto, no quería más problemas con Majo. Pero mientras yo hablaba, Karla no hacia otra cosa que besarme por el cuello. Me agarraba las manos para que se las pasara sobre sus senos.

Como les conté anteriormente, Karla era la mayor de este grupo de hermanas. Era alta, su piel era blanca y muy suave; su pelo era negro, liso y muy largo. Sus piernas tenían muy buena forma y volumen, su culo también era grande; de hecho, no le hacía falta carne en ninguna parte de su cuerpo. Era una mujer de unos 32 años aproximadamente. Sus senos no eran pequeños, tampoco muy grandes; de un tamaño medio y bastante paraditos. Su cuerpo era fenomenal, una exquisitez, pero lo que más me gustaba de ella era su cara. A simple vista un rostro normal, uno que no ameritaba salir en la tapa de una revista, pero al fin y al cabo un rostro destinado a mostrar gestos de placer.

No les puedo negar que la situación me tenía caliente, más contemplando que Majo no había querido terminar de coger conmigo la noche anterior, ni hacerlo durante ese día. Pero yo sabía que debía resistirme; hace un buen tiempo que había pasado lo de sus hermanas y lo de su madre y, durante ese tiempo, no había dejado de taladrar en mi cabeza la sensación de culpa que eso me había generado. Aun así, Karla no se detenía, no escuchaba razones. Me decía que, desde la noche anterior, cuando nos había sorprendido a Majo y a mí, le había empezado un incesante deseo de coger conmigo. Al ver que no había forma alguna de disuadir a Karla, le dije que cedería a su pedido, pero con una condición. Alejarnos de allí.

“Lo más lejos que estoy dispuesta a ir es al balcón”. Me parecía una locura, pero igual conservaba la ilusión de que, al ser un lugar abierto, era propicio para hacer que el ruido se escapara con rapidez. El balcón de esa casa quedaba justo detrás del cuarto donde dormían los padres de Majo. Ya sabiendo lo inminente, sabiendo que iba a coger con Karla, la más buena y linda mujer de esta familia, pensaba en todo lo que le iba a hacer. Pero al llegar al balcón me decepcioné. Karla se apoyó sobre la baranda del balcón, bajó sus pantalones y su tanga hasta la mitad de sus piernas, volteó su cara y se quedó mirándome como invitándome a que la penetrara. Me acerqué a ella y me agaché para devolverle el favor que me había hecho hace unos minutos en la habitación, pero no quiso. Solo quería que la penetrara. Así lo hice, sin ningún tipo de asco o de piedad, tampoco hubo tiempo para ir despacio; Karla era una mujer de las que siempre piden más y más. Y allí le daba, la cogía mientras la baranda temblaba soportando nuestro peso, parecía que a Karla no le importaba nada, esta mujer no gemía, gritaba. Al oírla yo mermaba la intensidad con que la cogía, pero volvía a pedir fuerza; le gustaba el sexo con rudeza. No sabía qué hacer, no podía cogerla tranquilo porque sabía que era inminente que con esa forma de gritar nos iban a descubrir tarde o temprano. Así sucedió.

Mientras dejaba perder mi pene en las profundidades de esta caliente y recorrida concha, la madre de este grupo de chicas salía al balcón. Se quedó mirándonos, luego se acercó y nos increpó, “¿qué creen que están haciendo?”

Yo le decía desesperadamente que no era lo que ella imaginaba, claro está, que por más que yo inventara lo que inventara era imposible negar lo que había visto.

Cuando todo parecía irse al carajo, cuando se volteaba para ir por Majo y dejarme en evidencia Karla intercedió. “¿No sé cuál es el problema?... igual también te lo cogiste mamá, ¿o lo vas a negar?, me di cuenta el día que tomamos junto a la pileta, la forma en que se miraban los delató. Si querés vas y le cuentas a Majo, pero entonces también se va a enterar de que tú también has sido parte de esto”.

La caliente, y en ese momento enfurecida, señora permaneció en silencio. Se quedó allí, como supervisando lo que hacíamos. Yo estaba bastante nervioso, no podía concentrarme en coger a Karla, la presencia de la madre de mi novia en ese lugar era insoportable. Karla se separó de mí, se dio la vuelta y empezó a darme una mamada, paró de momento para decirle a su madre si quería unirse, “a ver si este chico termina su trabajo…”

Pero allí seguía, Mariajosé. Perpleja, estática, mirándonos con furia por lo que hacíamos. Mientras tanto Karla alteraba su boca con su mano, el resultado fue una tremenda descarga sobre sus bellos senos. Apenas esto ocurrió, miraba a su madre y reía, yo también miraba con cara de arrepentimiento a la enojada madre de mi novia. Luego Karla limpió su pecho, se puso de pie, subió su pantalón y se fue caminando lentamente y justo cuando pasó al lado de su madre le dijo, “ahí te lo dejo…no sé, digo nada más por si te quedaste con las ganas”.

−−−−−


Este relato es 99% real. Los nombres de los personajes y algunas situaciones fueron modificados para proteger la identidad de las personas. El que quiera imágenes de las protagonistas de este relato me avisa

−−−−− 

SÉPTIMA PARTE: Todo tiene su final



Estando solo los dos en el Balcón me acerqué a Mariajosé, ella aún lucía enojada, era firme su carácter. Por mi cabeza jamás pasó la idea de cumplir con la sugerencia que Karla, solo quería contarle mi versión de lo que había pasado para contrarrestar lo que ella había visto. Cuando me disponía a explicarle que lo ocurrido con Karla había sido prácticamente una obligación, ella me interrumpió y sin titubear me dijo, “disfruta de los días que vas a compartir acá con Majo, porque apenas termine este paseo quiero que te alejes de ella. No quiero verla ni un día más junto a ti. Y si tengo que confesarle que hasta yo he sido partícipe de esto, lo haré” ... 

 


Twitter: @felodel2016

(9,58)