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Cogí con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 14)

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DECIMOCUARTA PARTE: Conociendo a la familia

 

Desde esa noche sentía una gran angustia al estar en compañía de Majo. Me sentía mezquino, miserable por lo que le había hecho. Pero debía disimularlo y la mejor forma de hacerlo era convenciéndome de que yo no había hecho nada. Vivir en esa mentira para hacer auténtica mi reacción cuando todo se revelara.

No pasaron muchos días para que el rumor empezará en la oficina de Majo. Rápidamente llegó a sus oídos y me lo cuestionó. Yo respondí con tranquilidad en esa ocasión; le dije que no tenía ni idea del porqué decían eso en su oficina.

Y el rumor fue creciendo a tal punto que en lo corrido de un mes lo sabía absolutamente todo el personal de la empresa. Majo tenía que soportar ver a sus compañeros secretearse entre sí cuando la veían pasar. Obviamente eso la alteraba mucho y siempre llegaba a casa a hacerme el reclamo.

- Cuando lo dice un par de personas no tiene importancia, pero cuando es todo el mundo quien lo dice, pienso yo que algo de razón deben de tener Decía Majo iniciando la discusión.

- Pero es que yo tampoco sé porque la gente dice eso. Me sorprende y me molesta. Te digo, si querés voy contigo y sostengo en la cara mi versión a cualquiera de los que me acusa…me molesta que tengamos que llegar a este punto; que valga más lo que digan los demás a lo que te digo yo, que se supone me tenés confianza. Pero si eso te deja tranquila, lo hacemos así.

- Mi confianza en ti nunca podrá ser total, acordate de lo que me has hecho.

- Lo sé Majo. Pero pensé que, cuando arreglamos lo nuestro, hacíamos borrón. Yo te juré mi lealtad y esperaba que confiarás en ello.

- Y hasta este momento confiaba, pero te digo que me revive el recuerdo y prefiero ser precavida esta vez.

- Entiendo, sí eso es lo que te deja tranquila lo vamos a hacer así.

Apenas terminé de hablar, me marché enojadísimo por lo que me había dicho Majo.

Al día siguiente fui al medio día a su oficina, quería almorzar con ella y aprovechar para encarar la situación. Entre en su despacho y le pregunté a dónde quería ir, luego le dije que si podía llamar a Susana a su oficina. Sin hacer cuestionamiento alguno Majo llamó a Susana y le pidió venir inmediatamente.

Ella entró en la oficina sin imaginarse nada; de todas formas, llegó en una actitud muy desafiante. A pesar de que sabía que la situación que se venía iba a ser tensa y complicada, no pude dejar de observar el cuerpazo de Susana. Eso sí, con mucho disimulo.

- Susana te he llamado porque mi novio tiene que decirte algo – Dijo Majo mientras que cerraba la puerta.

- Quiero que le digas en la cara mi novia que te has acostado conmigo – Le dije a Susana mientras mantenía mi mirada fija en su rostro.

- Me he acostado contigo.

- Pues mientes y no sé por qué lo haces…

- No miento, me acosté contigo en el evento de Akvinta. Lo hicimos en un baño. ¿tan rápido se te olvidó?... yo pensé que te había gustado.

- Pero que embustera. Estás demente ¿te hace feliz joder nuestra relación o se trata únicamente de amargarle la vida a Majo?

- Me calientan los sínicos. Me estoy pensando eso de que follemos de nuevo…

- Pero ¿cómo de nuevo?... No he cogido con vos y no pienso hacerlo nunca.

 Solo tengo ojos para Majo. Podés insistir en que lo hicimos, pero es tu palabra contra la mía ¿o tenés forma de probar que lo hicimos?

- Ahí te lo dejo sonando, si te dan ganas de hacerlo otra vez ya sabes dónde buscarme…

Se do vuelta y salió de la oficina muy tranquilamente. Al finalizar la charla no sabía a quién había creído Majo. Me acerqué a ella para tomarla de las manos y decirle algo bonito, y a partir de eso ver su reacción; si me soltaba las manos inmediatamente, o si retrocedía o si no me dejaba hablar, en fin. Me acerqué y tomé sus manos entre las mías y guardé silencio por unos segundos, la miraba fijamente a los ojos. Ella no parecía estar molesta. Luego le dije, “No sé si hayas creído lo que dije, si necesitas que haga algo más para que me creas solo dime qué, y yo lo hago”. Majo soltó mis manos me tomó de la cara. Luego me dijo que la comprendiera, que de por vida le resultaría imposible confiar 100% en mí; me besó y luego me dijo que de Susana se esperaba cualquier cosa, y posiblemente se hubiera inventado todo. Yo coincidí con ella, le aseguraba continuamente que seguramente era así, que Susana la odiaba tanto que estaba dispuesta a lo que fuera con tal de verla infeliz.

Me sentía victorioso, había zafado en esta ocasión.

Y Majo confió nuevamente en mí; lo hizo porque yo le di motivos para hacerlo, hasta que llegó el fin de año. Ese diciembre toda la familia materna de Majo tenía planeado hacer una reunión en la casa de la abuela. Una casa de campo, a unas cuantas horas de la ciudad. Majo me invitó y yo pensé que era indispensable ir y dejar, de una buena vez, una excelente imagen mía en su familia. Ya bastante la había cagado y era mi última oportunidad de asegurarme su bendición.

Fue difícil estar allí. Con toda una familia que no era la mía y sabiendo que por parte de algunos ya tenía asegurado su desprecio. Era la primera vez en mucho tiempo que Majo y yo nos reuníamos con sus padres y con Esperanza. La primera vez desde que lo habíamos dejado con Esperanza.

Por supuesto que al llegar Esperanza no quiso saludarnos. Sus padres si lo hicieron, pero jamás dejaron de mirarme con odio. Para suerte mía, Laura no apareció por allí. Karla tampoco ya que se había casado hace poco y se había ido a vivir a Canadá.

Luego Majo me fue presentando con todas las personas de su familia; no pienso describirlos a todos porque eran muchos. Aunque hubo tres mujeres que llamaron fuertemente mi atención.

Denis, una mujer de unos 38 o 40 años, era una tía de Majo; la fantasía de toda la familia, por lo menos del que hubiese pensado en cometer un incesto. Era rubia, de facciones finas, sus ojos eran color miel, su cuerpo era un tributo a la belleza, esas piernas macizas, bien torneadas, esas caderas grandes, pero sin llegar a ser deformes, un par de nalgas generosas en tamaño, muy redondas y bien moldeadas, unos senos grandes y en su sitio, casi siempre expuestos por la preferencia que tiene esta mujer de usar escotes. Verla salir del baño envuelta en una toalla, o verla en pijama cortita en las mañanas recién levantada, me hacía delirar, me calentaba a más no poder.

Y luego estaban las primas Villamizar. Helena, de 20 años, y Jenny de 18. Eran hermanas y eran casi idénticas. Las dos tenían el pelo rizado, Helena un poco más oscuro. Las dos tenían unos senos enormes, de colección. Unos senos que me hacían desear que alguna de ellas, sino las dos, fueran de esas mujeres liberadas que piensan que usar sujetador es opresión. Las dos eran delgadas, Helena un poco más blanca que Jenny. También coincidían en tener una figura hermosa, un cuerpo que invitaba frecuentemente a ser tomado desde la cintura y recorrerlo de arriba a abajo.

Sabía que debía comportarme, que no podía volver a cometer ningún error. Pensaba que con lo que me calentaban estas tres mujeres tendría suficiente para pasarla bien con Majo. Obviamente debíamos ser discretos si queríamos dejar una buena impresión. Lamentaba que no estuvieran Laura y Karla porque eran otra fuente de fantasía.

Durante la cena, la primera noche que pasamos allí, me resultó imposible no calentarme mirando tantos escotes. Apenas nos levantamos de la mesa, me llevé a Majo a nuestra habitación tratando de sacarme con ella el calentón. Pero Majo me decía que esperara a que estuviera más tarde, a que todos se hubieran dormido. Yo estaba que no aguantaba más y la besaba por el cuello mientras le insistía. Pero Majo estaba firme en su decisión, de hecho, me dijo que saliéramos a dar una vuelta por el pueblo y con eso pasábamos el rato. Viendo que no había otra opción, accedí. Entré al baño y me eché un poco de agua fría para bajar el calentón.

Y dimos el paseo, volvimos y todos estaban dormidos, pero Majo volvió a insistir en que era mejor dejar el polvo para luego. Decía que le daba cargo de consciencia si alguien nos escuchaba, y es que la casa se prestaba para eso; el silencio era sepulcral en la noche. Yo buscaba comprender lo que me decía Majo, pero me sentía estafado, tenía muchas ganas y no aceptaba un no como respuesta. Majo me convenció de que el momento perfecto sería al día siguiente; nos levantaríamos temprano y entraríamos juntos a bañarnos. Me resigné y lo acepté, al fin y al cabo, parecía que nada podría salir mal.

El plan falló. Nos despertamos más o menos a las 10 de la mañana y para ese entonces ya se había despertado casi toda la gente que estaba en la casa. Le dije a Majo que de todas formas no importaba si lo hacíamos a esa hora en la ducha. Ella dijo sin dudarlo que no. “Estoy totalmente concentrada en hacer creer a toda mi familia que lo nuestro vale la pena. No quiero ganarme reproches de Esperanza o de mi madre si nos llegan a descubrir. Te digo que lo haremos cuando sea el momento, pero si no se da lo tenés que entender”, dijo Majo haciéndome entender que estaba dispuesta a pasar toda la semana sin coger si era necesario. Me molesté con ella y se lo dije, le expliqué que ellas tendrían que entender que somos una pareja y que en ciertos momentos lo hacemos. “Pero no lo vamos a hacer en su cara, no quiero que Esperanza piense que la estoy provocando”, dijo ella y salió de la habitación, también estaba enojadísima.

Me acosté a dormir nuevamente, no tenía nada que hacer en ese pueblo así que lo mejor era dormir. Me desperté casi a las 4 de la tarde. Fui a la cocina por un vaso de agua y allí me encontré a Juan Pablo, un tío de Majo. Me comentó que todos habían salido y que él se había quedado en casa porque se sentía algo enfermo.

Terminé de beber el agua y subí nuevamente rumbo al cuarto para seguir durmiendo. Antes de acostarme nuevamente fui al baño y estaba ocupado. Toque la puerta para verificar si era Juan Pablo, si estaba bien y si iba a demorar mucho; pero no fue él quien contestó. Al escuchar una voz de mujer me quedé callado y no volví a golpear la puerta.

Juan Pablo me había dicho que se habían ido todos menos él, pero parecía que alguien más se había quedado. Inmediatamente me dieron muchas ganas de averiguar quién estaba en el baño. Me vino a la mente de la imagen de Denis, Helena o Jenny. De solo pensar que alguna de ellas estaba allí bajo la ducha me hacía calentar de una forma absurda.

Corrí a mi habitación y empecé a buscar un espejo en los bolsos y el equipaje de Majo. Encontré uno rápidamente y corrí nuevamente hacia el baño. Muy silenciosamente lo deslicé por debajo de la puerta para poder observar dentro del baño.

Efectivamente, mi fantasía se cumplía; era Helena quien se estaba duchando. La mampara de ducha no me dejaba ver con claridad su cuerpo, pero si podía apreciar su silueta completamente mojada. Quería ver en alta definición las gotas deslizándose por ese provocativo cuerpo. Estaba completamente excitado, pensé en hacerme una paja mientras la veía bañarse, no corría mayor riesgo, al fin y al cabo, estaba solo en la casa. Decidí esperar a que terminará de ducharse y saliera de la ducha, estaba obsesionado con ver ese cuerpo Era arriesgado tener el espejo bajo la puerta cuando ella saliera de la ducha, pero yo estaba dispuesto a arriesgarlo todo.

Estaba absolutamente concentrado en verla a través del espejo cuando de repente sentí que alguien me tomaba del hombro. Me llené de pánico; dudaba en girar la cabeza, me costó un montón hacerlo. Esperando lo peor, gire lentamente la cabeza para ver de quien se trataba. Era Jenny, su hermana. Antes de que yo pudiera pronunciar palabra ella me dijo, “Levántate”. Mientras me ponía en pie, ella no dejaba de mirarme la entrepierna.

- ¿Te gusta mi hermana?

- Pues ya ves…

- Ven…

Me tomó de la mano y me llevó a mi habitación. Cerró la puerta y me dijo “Siempre se los coge ella primero. sos novio de majo, ¿no?... en todo caso, veo que estás dispuesto a hacerla cornuda. Te tenía descartado porque pensé que estaban casados o algo así, pero veo que no. Quiero ganarle por esta vez a mi hermana… ¿Te atraigo más que ella? ¿Por lo menos te atraigo?”.

No contesté nada al monólogo de Jenny, solo me acerqué a ella y empecé a besarla, le agarraba con firmeza esos enormes senos por encima de su camisa. Los apretaba entre ellos. Nos besábamos apasionadamente y nuestra respiración se iba agitando sin que nosotros lo notáramos. Se notaba que yo no era el único en tener un calentón reprimido; ella sin pensárselo mucho metió su mano por debajo de mi pantalón y empezó a acariciarme el pene. Lo tomaba entre su mano y lo acariciaba, por ratos lo agitaba.

Sin dar tiempo a nada le fui quitando la camisa y soltándole el corpiño (brassier), precipitadamente empezamos a desnudarnos, Y apenas la vi desnuda fue inevitable contener el deseo de comerle la concha. Hace mucho que no estaba con una de 18, y me moría de ganas por comerle la vagina. Deslizaba mi lengua en su concha mientras jugaba delicadamente con un dedo en ella. Jenny me agarraba fuerte de la cabeza y la empujaba hacia ella. Su vagina estaba muy caliente y eso hacia incrementar mi excitación. Luego intercambiamos papeles, fue ella quien empezó a chupármela. Estaba un poco precavido ya que ella llevaba brackets y además era muy joven, por lo que pensé que podía llegar a lastimarme. Pero resultó que Jenny tenía mucha técnica. Su mamada duró un par de minutos, luego sacó mi pene de su boca y lo metió entre sus senos.

Empezó a moverse y me decía, “¿te gusta?”.

No tuve que responderle; el líquido preseminal que salía de mi pene delataba mi tremenda excitación. Jenny se detuvo, se dirigió al lugar en donde había caído su pantalón y sacó un condón, me lo puso y se acostó en la cama abriendo las piernas. Nuevamente estaba frente a frente con esa exquisita concha. Sin dar tiempo a nada me acerqué y la penetré. Aún tengo vivo el recuerdo de cómo ardía esa vagina y del gestito que hizo Jenny en el momento de la penetración. Empecé moviéndome lentamente, pero no duró mucho tiempo porque Jenny me pedía frecuentemente que la cogiera duro. Cuando apretaba mis nalgas y me empujaba hacia ella, hacía crecer mi excitación y mi deseo por penetrarla con fuerza. Fui acelerando sin clemencia, volviéndome loco al ver sus tetas mecerse de arriba abajo. Por ratos me agarraba fuertemente de ellas, las estrujaba entre mis manos y de repente miraba hacia su culo; ese pequeño, pero bien redondito y formadito culo, y entonces movía mis manos hacia allá. Y volvía a aparecer la idea de tener esos increíbles senos en mis manos; y me hacía un enredo por no poder decidir en donde ponerme mis manos. Ella estiraba sus labios en señal de querer besarme, y justo cuando me acercaba a corresponderla, alejaba su cara. Estas provocaciones hacían que incrementara mi deseo por cogerla con vehemencia. Llego el momento en que sentía que iba a acabar, pero yo quería seguir; Jenny era una sensación en la cama.

Tuve que detenerme. La dejé por un momento y me tumbé en la cama. Ella se acercó a mí y me montó. Sentirla menear sus pequeñas caderas sobre mí, con mi pene dentro suyo, me hacía delirar. Luego empezó a dar saltitos sobre mí, sus senos se sacudieron al mismo ritmo que ella hasta que los aprisioné entre mis manos.

Jenny casi no gemía, pero cuando lo hacía, provocaba en mí el deseo de correrme, de hecho, debía proponerme aguantar, me esforzaba muchísimo para continuar la mayor cantidad de tiempo posible. Mis manos seguían apretando sus senos y descubrí que mientras siguiera haciendo eso el riesgo de correrme sería inminente. La tomé entonces del culo y guie sus movimientos con mis manos. Poco a poco fui subiendo mis manos hasta situarlas en su espalda y la empuje hacia abajo, hacia mí. Sus senos se aplastaban contra mi pecho; ella se sacudía sobre mí con movimientos cortos pero muy rápidos. Era tan ardiente su vagina y tan buena su forma de coger que por un momento pensé en sacarme el condón y sentirla al natural, pero afortunadamente no lo hice. Solo bastó con que ella posara sus senos en mi cara por unos 30 segundos para provocar una corrida que parecía no tener fin. Ella notó que yo estaba corriéndome y por ello empezó a moverse con más dureza, me miraba a la cara mientras yo sentía un orgasmo inolvidable y me decía, “dime que te gustó”.

Yo no dije nada, no estaba en capacidad, aún trataba de volver a la realidad, de salir de ese estado de absoluto placer y tranquilidad. Me quedé viéndola a la cara por unos cuantos segundos, estaba colorada; luego la besé.

Jenny se tumbó en la cama y luego dijo “que rico se siente después de coger, quedo siempre tan relajadita…”.

Me levanté de la cama y empecé a vestirme, por ratos paraba para besarla y asegurarme de que esto volvería a pasar. Le insistía con frecuencia que me había marcado de por vida, que este había sido un polvo inolvidable y que deberíamos repetirlo en cualquier otra ocasión. Ella aún desnuda en la cama me dijo, “quédate tranquilo que va a volver a pasar y la próxima vez va a ser mejor…” 
Este relato es 99% real. Los nombres de los personajes y algunas situaciones fueron modificados para proteger la identidad de las personas.

Los que quieran imágenes de la protagonista de este relato me avisan.

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DECIMOQUINTA PARTE: Las hermanas Villamizar

 
Luego de coger con Jenny la calentura no se fue, de hecho, tenía muchas más ganas de hacerlo de nuevo. En la noche, ya con Majo en la cama, quise ser cariñoso con ella, la besé por un rato largo y luego le insinué querer hacerlo.

Pero de nuevo ella insistió en que me olvidara de ello, que teníamos que comportarnos. Pensé entonces en que al día siguiente iba a darle una sorpresa a Majo que la haría cambiar de parecer definitivamente…

 

Twitter: @felodel2016

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