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Josy Prostituta. Aprende como coje el conductor del truck. Parte 5

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Relatar la historia de Josy es poner en secuencia la auténtica realidad, sin concesiones y sin culpas, enfrentó la realidad con su cuerpo, exuberante y voluptuoso, placer a cambio de dinero, pero al entregarse había descubierto el disfrute del sexo como nunca, variedad y cantidad conseguían llevarla a niveles de placer inéditos.  En este capítulo cuenta algunas experiencias del trabajo de prostituta.

 

Pasaron un par de días desde que Memo le enseña de qué modo hacerse prostituta, él hace las veces de su cliente, el primero, enseña a mamar, le hace sexo vaginal y le estrena el culo, dejándoselo bien agrandado, en la clase siguiente, la hace caminar en la calle como para aprender cómo se siente vestida de prosti, con las ropitas breves y ajustaditas, sin nada debajo mientras él supervisa el ensayo in situ.  Un par de cuadras caminadas en el ambiente propio del “levante” en varias oportunidades recibe el llamado desde los autos, solo les sonríe sin detenerse, uno de los que se le arriman le habla frente a frente y ella dice que aún no está lista, el tipo le deja la dirección para cuándo lo esté, cuando esté lista éste sería su primer cliente ya como profesional.

Concluida esta fase de comenzar a caminar la calle, la lleva al hotel con una pareja de hermanos para enseñarle el sexo en grupo, haciendo el “trencito” y sexo lésbico con la muchacha.  Aquí termina esta lección y comienza la siguiente: Josy, va a probar como es dejándose “levantar” por un conductor de camión…

El primo de su marido Memo, tiene interés en poder largarla con los lobos de la calle, con algo de conocimiento de la vida, él es un viejo conocedor de la putería y sabe cómo se las gastan los hombres cuando pagan por sexo, sobre todo en el ambiente donde ella saldrá a trabajar la calle.

Al dejarla en su casa después de estar en el hotel con la parejita, le recomendó abstinencia de sexo con su maridito, más que nada era una forma de disciplinarla, de someter su deseo al del hombre dominante.

—No al sexo, hasta que te llame, estate esperando mi llamado, te daré las órdenes.

Llegó el momento, ataviada con la vestimenta de prosti, la lleva a un restaurante de esos que están en las afueras de la ciudad, sobre las rutas de acceso, donde existe se detienen los conductores de camiones para hacer una pausa o aguardar el siguiente viaje.

Las instrucciones eran entrar separados, se sentarían en lugares cercanos, pero separados, seguramente no pasará desapercibida, una tentación entre tantos lobos.  Se dejará mirar y responderá con el que le parezca más confiable, el pago del servicio no tiene importancia, este será un ejercicio práctico para hacerlo en vivo con un cliente. – Yo voy a estar siempre cerca, por cualquier cosa.  El hombre seguramente te invitará a su camión para que lo conozcas, pero tú sabes que eso es para tener sexo, para cogerte, aceptarás ir con él.  Estaré controlando todo, estaré en el auto vigilando que nada te pase.  Si te conduces bien todo saldrá mejor.

—¡Sí profe!, entendí

No llegamos al lugar en cuestión, no había tantos camiones y como aún era de tarde tampoco tantos camioneros, se hizo todo como indicó Memo.  Primero ingresó Memo, luego yo, me senté casi al fondo del local de modo que el trayecto fuera como la pasarela donde la mujer se muestra a los compradores de placer, pedí un poco de vino blanco, y me quedé esperando que aparecieran los gavilanes, la carnada estaba esperando. 

No miraba a ninguno, pero estaba atenta a todos, no eran tantos los conductores, pero igualmente había variedad de aspectos y contexturas.  Con una sonrisa acepté la mirada de un conductor de unos cuarenta años maso, de bigotes, su aspecto me parecía indicar que podía tratarme bastante bien, sobre todo en mi primera experiencia real.

Se nota que están habituados en el abordaje de mujeres, rápidos, expeditivos, que saben cómo encarar a una mujer que va en busca de hombres, sin sutilezas en una corta plática me dio a entender que le gustaba lo que tenía delante, y que me invitaba a conocer el camión que conduce. 

—Me acompañas, quiero enseñarte las comodidades de mi truck. Verás que cómodo se siente.

—Vamos…

Salimos bajo la vigilante mirada de Memo, caminamos hacia el Mack que estaba algo apartado de los otros, abrió la puerta de la cabina y me indicó los escalones, cuando estaba a mitad de camino, su grandota mano se posó justo en el centro de mi culo para izarme y dejarme justo sobre el asiento del acompañante.  Cerró la puerta.

Realmente era un ambiente bastante holgado para la idea que tenía de la cabina de un camión, sacó una botella de tequila y me invitó a beber, dijo que para darme la bienvenida.

No se andaba con vueltas el señor, aún no había terminado de tragar el licor cuando su boca se posó para comerse la mía.  Ni me dio tiempo a metabolizar las sensaciones de todo esto tan novedoso, que su lengua se entró dentro mi boca para saciar la sed de mil desiertos.

El que calla otorga, yo callaba, él se arrogaba todo el poder, era el amo y señor del castillo y dueño de todas las pertenencias, Josy era una de ellas, sentía el poder de sus brazos rodeándome, la presión de sus manos afiebradas por el tamaño de mis chichis.  No pierde tiempo, el reloj del deseo gira con la velocidad de su calentura.  Para que no me rompiera el vestido en la urgencia de comerse mis pechos, se los ofrezco, uno en cada mano, el aliento espeso y húmedo envuelve los pezones, los dientes me hacen sentir el poder del macho, dominante. 

Chupa con fuerza inusitada, se metía buena parte de mi pecho dentro de la boca, la fuerza controlada de sus dientes, la otra mano estruja sin cesar la otra teta.  Suelta la presa para tomar aire y cambiarla por la otra.

Sus manos y brazos no se detienen un instante, todo es fragor y urgencia, solo se detuvo para descorrer la cortina que abre el acceso a la cama cucheta, y… qué suerte que las paredes son acolchadas, me libraron de un buen moretón cuando casi me lanzó sobre ella, elevándome como si fuera una pluma.

Quería facilitarle las cosas, sentía latir su urgencia, por lo que sacarme la ropita fue lo más razonable, aunque no me dio tiempo a sacar la bombachita, literalmente se me encimó, hizo a un lado la tela y me apoyó con toda vehemencia su verga.  ¡Vergota! Por cómo entró, abriendo todo, ni necesitaba verla para saber que me estaba comiendo un vergotón, aún más grande y gorda que la Memo, que como referí la tiene bien gorda. 

Los primeros pijazos fueron urgidos por la calentura que le producía el deseo de hacerse dueño de mis carnes, comerse mis tetas, fue lo que le impedía decir otra cosa que jadear y gemir como excusa para no ahogarse.

No podía ni pensar, solo eran sacudidas sin solución de continuidad, me agarraba como podía de su cuello, este hombre era todo músculo y sudor, desde mi postura poco y nada podía hacer, el hacía todo, me eleva con sus manos bajo apretando mis nalgas y se deja caer con todo el peso de su cuerpo cifrado en la verga que se incrusta en mi maltrecha conchita como quien clava un poste en la arena.

Esa sensación de que una estaca se mete en tus entrañas, con la emergencia del hombre que parece intentar traspasar los límites de la carne.  Sacudía sus caderas para entrar siempre un poco más dentro de mí.   Los gemidos del hombre se hacen más enérgicos, el movimiento más convulsivo, la presión de sus manos más intensiva, la penetración más vigorosa.   La dinámica del polvo me dejaba sin aliento, dominador intenso, no encuentro el espacio vital para poder liberar la energía del orgasmo.

No me da respiro, solo sobrevivir a esta forma alucinante de poseerme.  Por un momento merman las salvajes embestidas, me da un tiempo para poder metabolizar esa energía incrustada, para que el orgasmo retenido se haga sentir en estruendosos latidos que azuzan el miembro del conductor y éste retoma el ritmo vibrante de la cojida, tan impiadosa como excitante. 

En este acto aprendo a disfrutar el arrebato pasional, la vorágine ardiente de un hombre que me estrecha entre sus brazos, estruja entre sus piernas, abre surcos de leche cuando se viene dentro de mí.  Un gemido emerge del pecho velludo, densos y gruesos chorros de semen brotan de la manguera que tengo dentro, el calor del semen sobredimensiona las sensaciones, todo parece más grande, más intenso.

Todo él es invasivo, su sexo dejó abierta y maltratada mi boca vertical, la otra llena de su aliento, de sus besos, de su saliva.

Sale de mí, desenfunda la pija, menos turgente pero gruesota, solo puede poner de lado, contra el respaldo de la cucheta, eleva mis pienas y me quita la bombacha, se limpia los restos de semen que arrastró la cabeza del pene cuando me descorchó la chepa.  Pase la mano para retener los abundantes y profusos mecos que emergen de la vagina.  Paso mi lengua sobre el semen recogido y limpio con la lengua, para que el hombre pueda sentir el agradecido mensaje de una hembra que recibió semejante polvo

Con la bombacha terminó de sacar el resto para no manchar el colchón.

El espacio temporal que insumió un trago de tequila y un cigarrillo fueron suficientes para recomponer las energías físicas para la segunda vuelta. 

Es un tipo de pocas palabras y mucha acción, también fue bastante callado mientras me cogía con tanta bravura, en el “entretiempo” solo hizo mención de cuanto le había gustado, de cómo había disfrutado de mi cuerpo, y que ya estaba apto para un segundo tiempo.

Otro beso, alucinante por la forma y el contenido, me comía la boca, me robaba hasta el aliento, y me la llena de saliva.  Realmente era un tipo especial, no es un buen besador, compensa con intensidad la falta de calidad.

Nuevamente la máquina de fornicar está dispuesta, ahora me tumba boca abajo, con sus manotas eleva mis caderas, la poronga me entra de una solo estocada.   Me la mandó, a lo bruto, hasta el fondo, tanto que la sentía en el ombligo,

Es un salvaje cogedor, casi violento en las embestidas, pero con la ternura de la contención en algunos momentos, es la caricia que precede a la tormentosa entrada en acción del pistón de la máquina sexual, pareciera que la potencia del truck se transmite al conductor, las pruebas están en mi chepa maltrecha.

En este segundo round, me dio un poco más de tiempo, me hizo llegar en dos ocasiones, la segunda fueron varios orgasmos, secuencia que el hombre pudo apreciar en la honesta manifestación que le regalé.

De suave y cuidadoso poco de salvaje todo, otra vez a metérmela hasta la garganta, en esta postura entraba más, enfatiza las muestras de placer que aportaron mis “dos alegrías” tan gemidas.  Se aprovechó de esa pausa del segundo orgasmo, para sacar la verga de la cocha y puertear el ano.

En ese instante se frunció hasta las orejas, me asusté tanto que casi llorando le pedí por favor que no lo intente, le dije que nunca lo habían hecho, que la sentí tan gruesa que por favor no lo hiciera, que vendría otra vez y todo lo que fuera.  De verdad me asusté mucho, en el devenir del ejercicio me comí otras más grandes aún, pero en ese momento en verdad sentí un miedo visceral un temor atroz.

No sé cuánto de convincente o de piedad de su parte, que desistió y volvió a enterrarse dentro de la conchita. Siempre hasta el fondo, así era cada embestida, sacarla hasta la puertita y mandarse con todo hasta los testículos dentro.

Unas sacudidas con mucho fervor y se vino dentro, otra vez regó mi sexo con su leche caliente. Un par de meneos de la verga hicieron vaciarse todos los mecos retenidos en los testículos.

Cuando desenfundó la vergota, hice la limpieza de la misma, mis labios fueron halagados con esos restos de semen y jugos personales, que guardé como testimonio de esta primera experiencia, del primer “levante” de Josy, la prosti.

Acondicioné las ropas, en sus brazos bajé de la cabina hasta dejarme de pie, un beso del señor que me hizo sentir bien mujer, bien prostituta.  Un beso fue el pago, la despedida agitando la mano con mi bombacha entre sus dedos como trofeo de caza.

Memo me esperaba en el auto, observando la despedida y el trofeo que agitaba el señor conductor.  En el camino me pidió que le contara todo de manera bien detallada. 

El relato de los hechos lo había excitado tanto que necesitó darme una buena cogida, que terminó como acostumbra, por el ano.

Esta sería la última parte del aprendizaje de Josy, en la próxima entrega de la historia, las experiencias de ella enfrentado el desafío de ponerle el pecho al trabajo, bueno quien dice el pecho dice el resto de su sexualidad.

Como en las ocasiones anteriores, gustaría de recibir el comentario de esa lectora que se pudo poner en la piel de esta Josy del relato, totalmente auténtico, y las que sienten bullir dentro esa fantasía de serlo.  El Lobo Feroz estará aguardando en [email protected] No tengas miedo no te voy a comer…

 

Lobo Feroz

(9,10)