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Al mal tiempo...

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Seguimos en la búsqueda de cubrir cada categoría de la página, espero que sea de su lectura sea placentera.

La rapidez con que se juntaron las nubes y se abrieron los cielos me tomó por sorpresa. Estaba en mi vehículo, regresando de una de las fincas de mis padres herencia de los abuelos una comunidad al alejada. Esperaba regresar antes del atardecer, pero la visita se prolongó más tiempo de lo esperado los cuidadores (parientes lejanos) insistieron en que cenara antes de irme.

Así que allí estaba yo, dándome cuenta que el deseo de libertad que me había hecho descapotar el todoterreno, para realizar mi visita, había sido un craso error, eran las 10 de la noche en una carretera secundaria cuando comenzó a llover a cántaros. Como no era época de lluvia, esperaba que la lluvia cesara pronto, así que me detuve al costado del camino, debajo de un árbol. Media hora después y la lluvia aún no había amainado. Estaba completamente empapada, estar debajo del árbol había ayudado muy poco.

Pensé en llamar a casa para que me rescataran de mi situación. Cuando metí la mano en mi bolso para sacar mi teléfono celular, sentí cierta humedad. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi bolso obviamente no era impermeable. El celular también estaba mojado y se había apagado. Genial, pensé para mis adentros. Atrapada aquí sin un teléfono celular que funcione en una vereda rural a altas horas de la noche. Decidí que lo mejor que podía hacer era conducir hasta llegar al poblado más cercano y hacer una llamada desde allí.

Así que conduje durante aproximadamente medio kilómetro cuando putt… puttt… putt... hisss. El motor se detuvo con algunos ruidos siniestros. Intenté reiniciarlo. No funcionó. Excelente!!! Como si las cosas no pudieran empeorar. Ahora estaba empapada hasta los huesos, con mi vehículo y mi teléfono celular negándose a funcionar, varada en una carretera desierta casi a las 11 de la noche. Me quedé allí reevaluando mis opciones. La lluvia se había vuelto aún más fuerte ahora, definitivamente el aguacero más fuerte en la región en años.

Esperanzada al borde de la carretera esperando a que pasara algún vehículo. Nada. Ni nadie, durante unos 10 minutos. Ni un solo coche o camión. ¿Estaba en la dimensión desconocida?, me pregunté.

Fue entonces cuando noté que un tipo de Volkswagen convertido para caminos de terracería, se acercaba en sentido contrario. Llamé su atención tocando la bocina y haciendo el cambio de luces, se detuvo. Baje del vehículo y me acerque al “Baja Bug” que carecía de ventanillas.

Yo: "Hola... mi vehículo se ha averiado y mi teléfono tampoco funciona. ¿Tienes un teléfono celular contigo?"

El hombre encendió la luz interior. Era calvo y de unos 40 años.

El hombre: "¿Teléfono celular? No. No tengo un teléfono celular. Pero soy mecánico. ¿Quiere que le eche un vistazo?"

Yo: "Oh, gracias. Será genial si puedes arreglarlo".

Se bajó, vestía un impermeable amarillo largo y comenzó a examinar mi vehículo.

Yo: "Tengo un buen rato aquí, ¿Por qué no hay autos en absoluto en este camino?"

El hombre: "Es una tormenta bastante fuerte, señora. Es una zona de ríos secos, pero, con los escurrideros rápidamente crecen, y árboles caen por todas partes. El transito se corta un par de kilómetros en esa dirección y pa´ el otro lado en unos 5 kilómetros. Estaba volviendo a casa de mi taller. Está aquí en corto."

Esto no sonaba bien. Si el camino estaba cerrado en ambos sentidos, ¿cómo iba a llegar a casa? El hombre se dio cuenta de lo que estaba pensando por la mirada preocupada en mi rostro.

El hombre: "No se preocupe por los arroyos, por el rumbo por donde Usted va, se despejan en una hora más o menos, después de que termine de llover”.

Miró debajo del capo y movió algunas piezas un par de veces. Sacó una caja de herramientas y uso un par de herramientas, moviendo aquí y allá a la máquina. Intenté encenderlo un par de veces. Sin resultado positivo alguno.

El Hombre: "Lo siento, señora. Hay una pinche cosa con otra chingadera con la pendejada de la jodidencia y necesitamos, pero vale madre".

Bueno, eso no es exactamente lo que explico. Pero soy una completa ignorante cuando se trata de automóviles, así que bien podría haber dicho eso y yo no lo habría entendido ni entonces ni ahora.

Yo: "Entonces ¿puedes arreglarlo?".

El Hombre: "No, aquí no. No tengo las herramientas y las piezas para eso. Pero si quiere, podemos ir a mi taller. Está a poca distancia. Llegaremos allí en poco tiempo. También hay un teléfono, para que pueda llamar a alguien y pedirle que lo recoja".

Eso sonaba como la mejor opción posible. Así que saco unos fierros de su vehículo y los ganchos al mío, y pronto íbamos en el pequeño coche remolcando el todoterreno hacia su taller.

El Hombre: "Entonces, señora, si no le importa. ¿Cuál es su nombre?"

Yo: "Elena" respondí, y por cortesía, "¿y cuál es el tuyo?"

El Hombre: "Soy Zahid. Si no te importa que le pregunte... ¿qué hace una joven como tú aquí por estos rumbos? Por lo general, no tenemos citadinos por acá".

Yo: "Una visita familiar en el ejido “vaquera”. Estaba conduciendo de regreso cuando comenzó esta tormenta".

Zahid: "Sí, se nos vino el chaparrón de repente, Tenía un chingo que no llovía así, ni cuando hay huracanes".

Se quedó en silencio después de eso, pero me di cuenta de que no perdía oportunidad de observarme. Había estado tan preocupada pensando en cómo llegar a casa, que no me di cuenta de lo completamente empapada que estaba. Llevaba puesto unos leggins y blusa ligera. Estaba tan empapada que la tela abrazaba las curvas de mi cuerpo con fuerza no dejando nada a la imaginación.

Estoy segura de que fue lo suficientemente revelador para el mecánico de mediana, Zahid, mirar mi cuerpo bajo la luz artificial de su coche mientras la brisa de la tormenta seguía mojándome a través de la ventanilla carente de vidrio del copiloto, debo haber sido todo un espectáculo para él. Sin embargo, traté de no pensar demasiado en ello. Aparte de algunas miradas, que eran perfectamente normales para cualquier hombre, había sido muy educado y se había portado bien. No me sentí amenazada por él en absoluto.

Finalmente llegamos al "taller". Uso comillas porque llamarlo taller sería demasiado efusivo. Era solo una pequeña bodega hecha de láminas y tarimas. Había un letrero oxidado en la parte superior que decía "Taller Medina".

Zahid bajo y toco el “portón”.

Hombre 2: "¿Quién es? “una voz espesa desde adentro.

Zahid "Pinche Víctor, soy yo Zahid. Abre cabrón".

La puerta se abrió con un crujido y se asomó un hombre que supuse que era Víctor. Estaba sin camisa y usando pantalones recortados sucios. Era un hombre pequeño, más bajo que yo, y valla que eso es mucho decir. Tenía una barba espesa y cabello gris rizado. Supongo que es mayor que Zahid, tal vez en sus 50 años.

Víctor: "¿Qué pedo?, ¿Qué pasó?" mirándome.

Zahid: "Wey, Ella es Elena, Conducía de regreso a la ciudad cuando su coche se descompuso. La vi cuando iba pa´la casa, así me la traje pa´ca".

Víctor: "Puta madre... OK... mételo, cabrón".

Abrió las puertas plegables por completo. Era, como dije, una pequeña bodega. Aunque las luces fluorescentes daban una buena iluminación y todo el lugar se veía con la claridad del día, Había un pequeño colchón en la esquina donde supongo que estaba durmiendo Víctor. El resto del espacio estaba ocupado por vehículos, sus repuestos y otras herramientas. Todo el lugar también apestaba a algo que no pude ubicar... probablemente solo grasa y sudor masculino. En otro rincón había una silla con una mesa, y encima de la mesa, ¡un teléfono!

Yo: "¿Puedo usar el teléfono?"

Víctor: "Ahuevo que Si” mientras comenzaba a abrir el cofre de mi vehículo.

Tomé el auricular y me lo acerqué a la oreja. Silencio. No había tono de marcado.

Yo: "No hay tono de marcado".

Víctor se acercó y me quitó el teléfono. Mientras lo hacía, no pude evitar notar su torso aún sin camisa. Era peludo y tenía una gran barriga. Tenía algunas manchas de grasa en el vientre, el pecho y los brazos.

Víctor: "Chinga, la pinche tormenta se chingo la línea".

Yo: "¿Habrá alguien cerca con un teléfono celular?"

Víctor: "Aquí solo está nuestro taller y otros dos pinches negocios, un depósito y una ferretería. Ambas están cerradas y los weyes que las atienden no se quedan como yo. Tendrás que caminar un par de kilómetros para cualquier otro negocio o casa".

Sopesé mis opciones. Todavía estaba lloviendo bastante fuerte. Podría caminar. Pero tal vez podría esperar a que estos hombres arreglaran mi auto y luego conducir. Zahid ya estaba trabajando bastante duro en ello. Víctor fue y se paró junto a él y comenzaron a discutir lo que se debía hacer. Fue entonces cuando empezaron mis estornudos.

Yo: “Achoo” después “achoo” Alrededor de una docena más o menos.

Víctor: "Parece que la pinche lluvia te va joder, por tu ropa mojada". mirándome. "Si quieres, puedo darte una muda seca para que te cambies, de por mientras".

Yo: "No, está bien. Puedo esperar. No tomará mucho tiempo arreglar esto de todos modos, ¿verdad?"

Víctor: "De jodido una hora, y..."

Fue interrumpido por otro ataque de mis estornudos. Después de que los estornudos disminuyeron, me miró juzgándome. Podía sentir que los estornudos empeoraban. Decidí que sería estúpido correr el riesgo de contraer neumonía cuando había una opción para cambiarme la ropa mojada.

Yo: "Está bien, supongo que debería cambiarme".

Víctor fue a la esquina y abrió una caja. Sacó una toalla, una camiseta relavada relativamente limpia y unos pantalones recortados. Me lo dio todo.

Víctor: "Como puedes ver, no hay otra habitación. Puedes cambiarse aquí. Este wey y yo nos esperaremos afuera".

Salieron y fui a cerrar la puerta. Era solo un perno oxidado que deslicé. Había un clavo colgando de un hilo del perno. El propósito del clavo, como luego me di cuenta, era insertarlo en un agujero al final del perno, para que actuara como una especie de cerradura. Entonces no me di cuenta y dejé el clavo colgando como estaba en lugar de insertarlo en el agujero. Lo que, irónicamente, condujo a los siguientes eventos.

Debería haberme ido a la parte de atrás para cambiarme. Pero ya sea por el olor a grasa o simplemente por pereza, no lo hice. Empecé a cambiarme solo a un par de pasos dentro de la puerta cerrada. Me quité los zapatos, los leggins y la blusa. Pensé por un segundo en dejarme puesto el sostén y las bragas, pero estaban demasiado mojados. Así que también me los quité, me desnudé por completo. Tomé la toalla y comencé a secarme. Me estaba secando el pelo cuando sucedió. El viento azoto de repente, y la puerta comenzó a temblar por la fuerte corriente.

Llegó una ráfaga de viento grande, aullando, como en cámara lenta, vi que el cerrojo se deslizaba hacia atrás bajo la presión. En lo que debió haber sido solo un segundo, pero se sintió como una eternidad, el pestillo se deslizó completamente y las puertas se abrieron con un golpe. Zahid y Víctor, que habían estado de espaldas a la puerta, se sobresaltaron por el ruido y se dieron la vuelta.

Me quedé inmóvil con las manos sosteniendo la toalla en mi cabello, mientras Zahid y Víctor me miraban estupefactos. Ahí estaba yo, completamente desnuda, totalmente visible bajo la luz de las lámparas fluorescentes del taller. Delante de dos hombres que acababa de conocer.

Estaba atrapada en pensamientos simultaneaos acerca de qué hacer. Ya sea para taparme o cerrar la puerta. Mi primer instinto fue agarrar lo que pudiera y cubrir mi desnudez. Agarré y recogí mis prendas que estaban en el suelo a mis pies. Los sostuve frente a mí y luego corrí hacia adelante para cerrar la puerta nuevamente. Lo cual fue un gran error.

El viento racheado que había abierto la puerta seguía soplando con fuerza. Mis manos estaban mojadas y resbaladizas, al igual que la ropa. Entonces, la ráfaga de viento sopló, mi ropa salió de mi mano a la oscuridad de la calle. Y una vez más mi desnudez fue visible para los dos hombres que seguían de pie clavados en sus lugares, a unos pasos. Decidí cerrar la puerta primero. mi cabello revoloteaba por toda mi cara, mientras luchaba contra el viento para recolocar la puerta, cuando... algo más voló a mi lado. La camiseta, la toalla y el pantalón recortado que me había dado Víctor también habían volado. Esas eran las últimas cosas posibles con las que pudiera cubrirme. Ahora no podía pensar en una solución a corto plazo para mi visible desnudez.

Me hundí en el suelo, envolví mis manos alrededor de mis rodillas dobladas y escondí mi cara en ellas, esperando que esto al menos ocultara mis pechos y mi vagina. Ocultaba mi cara principalmente por vergüenza, como podía ser tan estúpida. En unos segundos escuché que alguien entraba y cerraba la puerta. También escuché una risa y luego me di cuenta de que solo había escuchado solo un par de pasos. Miré hacia arriba y vi a Víctor poniendo el clavo en el agujero del perno.

Víctor: "Pendeja, No pusiste el pinche, ¿verdad? Pensé que era obvio para lo que estaba allí".

Solo lo mire de reojo, con la cara roja de encogimiento.

Víctor: "Ni pedo, el pendejo de Zahid anda por ahí corriendo detrás de tu ropa para recuperarla. Siempre se pasa de wey, Zahid. Siempre hace lo correcto. Yo, pues, solo quiero echarme otro taquito de ojo, Jeje. Vamos, no séas tímida. Te vi hasta el “oxipusio” de todos modos.

Víctor estaba ahora de pie justo frente de mí. Estaba completamente empapado, al igual que sus pantalones, y su erección notaba atreves de la desgastada tela, dejando poco a la imaginación. No pude evitar mirar el contorno de su verga y testículos a través de los pantalones cortos mojados. Lo que resultó no ser una cosa inteligente porque se dio cuenta de lo que estaba mirando.

Víctor: "¿te gusta? Pues ni pedo, lo justo es justo. Me mostraste todo, así que lo educado sería hacer lo mismo".

Y en un solo movimiento deslizó sus pantalones cortos hacia abajo. Miré aún más claramente su verga. El contraste entre su regordete cuerpo y el mástil de carne grasienta y olorosa que sobresalía de él era de lo más surrealista. Este hilo de pensamiento estaba corriendo por mi cabeza cuando, casi involuntariamente, extendí la mano y toqué el prepucio que cubría la cabeza de su verga. Envolví mis dedos alrededor de él y lo sacudí juguetonamente. Casi de inmediato, me di cuenta de lo que estaba haciendo y mi mano se congeló. Lo miré con temor.

Pareció confundido durante unos segundos. Hasta ahora, su comportamiento consistía principalmente en bravuconerías y provocaciones arrogantes. Probablemente esperaba que me sintiera intimidada, retrocediera o lo enfrentara ante su atrevimiento. Y, francamente, creo que eso debí de hacer. Pero mi reacción inesperada lo había sorprendido tanto como me sorprendió a mí. Estuvimos inmóviles así durante unos segundos. Yo lo mire fijamente con su verga en mi mano, y él parado allí mirándome fijamente. Quién reaccionara y el cómo sería crucial para decidir el giro de los acontecimientos. Si me hubiera encogido, o tal vez le hubiera gritado, sin duda se habría echado atrás. Pero mi inmovilidad le dio la aprobación que necesitaba.

Agarró mi mojado cabello y empujó mi cara hacia su verga. Solté su verga cuando la punta golpeó en mi mejilla. Jalo mi cabello hacia atrás y me atrajo de nuevo hacia su cuerpo, esta vez la sebosa verga golpeó en mis labios cerrados. Lo miré y nuestros ojos se encontraron. Me dirigió una mirada severa, una mirada primitiva de macho dominante que traté de devolver con una mirada forzada de resentimiento. Sonrió e inclino la cabeza para bajar la mirada. Seguí su mirada y me sorprendió lo que vi. Mi mano libre estaba tocando frotando mi desnuda entrepierna. Mi organismo estaba reaccionando completamente por su cuenta mi consciencia y sentido común estaban fuera de mi cuerpo.

Víctor: "Ja... ja... jajaja" comenzó a reír.

Sentí que su agarre en mi cabello se volvía más fuerte. Tiró de mi cabeza hacia su verga. Esta vez abrí la boca y la dejé entrar. ¿Mi reacción inmediata?: reflejo nauseoso. Una combinación del fuerte hedor de su pene y el hecho de que había empujado su verga hasta el fondo y probablemente golpeó mis amígdalas.

Sacó la verga. Mi boca tosió un poco. Al sentirse liberada del hediondo tapón de carne, Pero, luego lo envolvió dulcemente, mi mano guiaba la grasienta verga adentro de mi boca y comencé a chuparlo lentamente, usando mi técnica habitual de mamada. La cabeza ya descubierta de su prepucio se sentía bien, casi como una gran piruleta. Lo saqué de vez en cuando para echarle un vistazo, le di una lamida o dos. Era como un niño pequeño con un juguete nuevo.

Víctor ahora gemía de placer y pasaba sus manos por mi cabello. Tenía los ojos cerrados y parecía estar disfrutando de esta mamada. Llevaba un par de minutos chupando cuando tocaron las láminas de la puerta.

Víctor: "A de ser el wey de Zahid. Puta, me olvidé de del cabrón”. - molesto

Dio los tres pasos hasta la puerta y la abrió. Zahid entró corriendo, sosteniendo solo mi sostén en la mano, y cerró la puerta.

Zahid: "Lo siento, señora Elena, el resto se fue volando. Esto estaba atascado en un árbol, así que..."

Su voz se apagó mientras observaba la escena frente a sus ojos. Víctor estaba allí de pie, desnudo, con la polla erecta. Yo estaba de rodillas con mi mano todavía tocando mi hinchada vagina. Nos miró, a Víctor y a mí, uno tras otro, y luego dijo:

Zahid: "Que... pedo?".

Víctor: "Ya hace un buen que no teníamos una puta tan rica, cabrón".

Golpeándolo juguetonamente en la espalda. Luego pasó junto a mí hacia el colchón y se acostó en él. Me hizo señas para que fuera hacia él.

Zahid: "Pero... ella... quiero decir... ¿cómo es que..."

Trató de unir una oración

Zahid: "No la estás obligando, no es violación ¿verdad?"

Hubo un silencio por un par de segundos. Me di cuenta de que Zahid me estaba mirando en busca de una respuesta. Con esta interrupción en el proceso y la pregunta de Zahid, de repente me volví doblemente consciente de la situación. Había estado chupando voluntariamente la verga de un hombre extraño, la polla de un mecánico peludo, gordo, viejo y apestoso, y me había estado toqueteando mientras lo hacía, ¿Me habían obligado? La pregunta de Zahid me dio una ruta de salida. Lo consideré momentáneamente. Pero el trabajo que mis dedos habían estado haciendo ahí abajo me había puesto en un estado mental completamente diferente. La recatada Elena que había luchado unos minutos atrás para cubrirse y cerrar la puerta aparentemente había sido arrastrada por la ráfaga de viento junto con la ropa. Esta Elena estaba poseída, consumida por los instintos más salvajes y bajos.

Me levanté de mis rodillas, me puse de pie. Camine lentamente hacia Zahid. Le quite el sostén de las manos y lo arroje a algún rincón. Luego me di la vuelta y caminé hacia Víctor, balanceando mis caderas exageradamente, dándole a Zahid una gran mirada de mis nalgas. Llegué al colchón y me arrodillé entre las piernas abiertas de Víctor. Me incline y reanude la mamada.

Zahid no necesitaba una invitación grabada después de esto. Se quitó la ropa en un santiamén y estaba de rodillas detrás de mí. Acarició, pellizcó y abofeteó mi trasero durante un rato. Luego puso sus dedos en mi vagina y disfruto de su lubricado interior. Muy pronto, ahhh... una verga entraba con facilidad a mi vagina. Habían pasado un tiempo. Desde que había sentido una verga en mi boca, y en mi cuquita al mismo tiempo. Había algo en la verga de Zahid que se sentía maravillosamente bien. Había circunferencia, del tipo que hace que una se sienta satisfecha y llena.

Zahid me penetró duro y rápido. Su mano siguió moviéndose alrededor de mi cintura, subiendo por mi espalda, jugando con mis senos, de regreso a mi cintura, agarrando mis nalgas y así sucesivamente. Su intensa cogida me distrajo de mi succión y solo estaba sosteniendo la verga de Víctor en mi boca, mientras apoyaba la frente en su abultado vientre. Víctor tomó la delantera entonces. Se puso de rodillas, me agarró del cabello y empezó a follarme por la boca. Estaba siendo penetrada con fuerza en ambos extremos y estaba experimentando un éxtasis placentero. Víctor luego comenzó con su palabrería,

Víctor: "Oh sí, oh sí, zorra. Te gusta esto, ¿no es así, piche puta? Te gusta que te follen dos vergas ¿No? ¿No? Dime pinche perra". y me sacó la verga de la boca.

Yo: "Mmmm... hmm... ahhh",

Gemí en respuesta mientras Zahid seguía penetrándome con el ritmo y tempo correcto.

Víctor: "Dilo, perra. Di que te gusta que te cojan".

Yo: "sí... ooo... ahhh... me gusta... ahh mmm... ser cogida.... ahhh... ohhh zaaahiddd"

Grité cuando me azoto el primer orgasmo. No sé, si fue porque Víctor me hizo reconocer la naturaleza tabú de este encuentro fortuito, pero tuve un orgasmo extremadamente intenso. Grité y me estremecí ya que duró más de lo habitual.

Víctor: "Escucha a la perra gritar de placer". Triunfalmente "Apuesto a que el marido es un cornudo de primera ¿Lo es? ¿Es un pinche cornudote?"

Yo: "Sí" exhalé.

Zahid todavía estaba penetrándome sin descanso. Su duración me asombró. Nadie con quien me había acostado antes podía seguir tanto tiempo a este ritmo y tempo. Con algunos arranques y paradas, y algunos cambios de ritmo, sí, muchos habían durado más. Pero Zahid fue capaz de seguir al mismo ritmo, incluso con la fricción que su grosor y mi relativa estrechez debieron generar. ¡Asombroso!!!

Mientras tanto, Víctor continuó follando mi boca. En un par de minutos, su agarre en mi cabello se hizo aún más fuerte y me di cuenta de lo que estaba por venir. En cuestión de segundos, mi boca se inundó con una gran carga de su semen. Me tomó tres tragos, pero me lo tragué.

Víctor: "Vaya, mira con qué facilidad traga, nuestra putita".

Sacó su polla de mi boca y usó mi cabello como una servilleta para limpiarlo.

Víctor: "Buena para culear y para limpiar, jajaja".

Retrocedió y se quedó sentado mirándonos. Zahid siguió follándome. Ya habían pasado casi veinte minutos, estaba en una neblina lujuriosa, y él no se había detenido en absoluto, ni siquiera por un segundo. De repente se detuvo y sacó su polla de mi coño con un pequeño sonido de plop.

Zahid: “Ponte de espaldas. Quiero mirarte a la cara".

Me di la vuelta y me puse de espaldas. Zahid puso sus rodillas debajo de mis nalgas. Tomó mis pies y los puso sobre sus hombros. Con sus manos agarrando mis senos con fuerza, arremetió su verga dentro de mí de nuevo. Y casi me corro de nuevo. En este ángulo, había llegado aún más adentro y tocado lugares que casi nunca son alcanzados. Y empezó una vez más, a ese ritmo frenético, culeándome.

Víctor: "Compa, tas cabrón se ve que tu aguantas un chingo. Pero recuérdate, que ya tienes seis puercos. No quieres un séptimo, ¿verdad?".

Zahid: "Si ya se, wey.” mientras seguía cogiéndome. "No voy correrme dentro. A menos que la señora quiera".

Yo: "ahhh... estoy... mmmm.... ohhh... tomando la píldora. tú ahhh... puedes... mmmhhh... correrte adentro".

Me las arreglé para sacar las oraciones. Realmente estaba tomando la píldora, y por la forma en que este hombre me estaba culeando, quería que se corriera dentro de mí.

Víctor: "Jaja, Así son todas estas zorras. Tomando pastillas para poder andar de putas".

Zahid: “Ya cállate el hocico, cabrón déjame coger a gusto”

Zahid, Quitó sus manos de mis senos y las puso alrededor de mis muslos. Todavía de rodillas, se enderezó desde la cintura, levantó mi trasero del colchón y comenzó a embestir mi coñito aún más fuerte. Sentí lo que estaba a punto de suceder y me di cuenta de que este cambio de postura había iniciado mi propio orgasmo. Zahid empujó sus caderas hacia adelante, luego hacia atrás, hacia adelante y luego hacia atrás. Todo mi cuerpo se movió con él mientras ambos teníamos nuestros orgasmos.

Zahid exhaló con fuerza, soltó mis pies y se quedó así de rodillas. Todavía me retorcía con las secuelas de mi orgasmo. Todavía podía sentir su verga dura dentro de mí durante un minuto más. Finalmente la sacó y se sentó allí. Llevé mi mano a mi coñito y no podía creer la cantidad de esperma que salía de él. Me senté, sin saber qué decir. Zahid parecía estar pensando lo mismo. Y la reprimenda de Zahid también había cerrado temporalmente la boca de Víctor. Sin embargo, Víctor se acercó a mí y empezó a jugar con mis pechos.

Zahid: "Vamos a trabajar en su coche".

Víctor de mala gana me soltó mis tetas y lo siguió. Ambos se vistieron y comenzaron a trabajar. Me acosté en el colchón por un rato para recuperar el aliento. Seguía lloviendo, pero la intensidad claramente había disminuido. Me levanté y caminé hacia la mesa. Tome el auricular del teléfono. El tono de marcar estaba de vuelta. Las líneas telefónicas volvieron a funcionar. Marqué a Mi Mor.

Yo: "Hola. Soy yo Eleny".

Mi Mor: "Bebecita, ¿dónde estás? ¡Estaba muy preocupado!" claramente inquieto.

Yo: "Lo siento Mor. Empezó a llover muy fuerte y las carreteras se pusieron peligrosas, así que decidí dar media vuelta y regresar con los parientes para esperar que pasara la tormenta. Pero mi teléfono celular se mojó y dejó de funcionar. Y las conexiones telefónicas fijas también estaban caídas, así que no podía llamar".

Mi Mor: "Está bien. Gracias a Dios que estás a salvo. Estaba realmente preocupado. Entonces, ¿debería ir allí y recogerte? Me tomará solo dos horas".

Sentí que algo me sobaba las nalgas. Me di la vuelta para ver a Víctor, desnudo de nuevo, con su apestosa verga erecta una vez más, sonriéndome. Puso su mano sobre mi vulva, sus dedos jugaron con mis labios y mi clítoris, mientras me mordió la oreja, riéndose en silencio.

Yo: "Nooo, No, está bien." luchando por sonar normal. "Me acondicionaron uno de los cuartos aquí. Así que Estaré bien. No quiero que conduzcas en estas condiciones. Además, tienes que trabajar mañana. Sólo vete a dormir. Volveré por la mañana. Buenas noches, Mor".

El dedo de Víctor en mi clítoris ahora había encontrado el lugar justo y me tomó un esfuerzo monumental decir toda esa declaración normalmente.

Mi Mor: "Está bien bebecita, buenas noches. Y cuídate. ¿Este es el número al que puedo comunicarme contigo? ¿Desde el que llamaste?"

Yo: "Sí, Mor. Adiós".

Colgué el teléfono sin aliento y le grité a Víctor:

Yo: "¿Qué chingados crees que haces?"

Víctor: "Jeje. Así que el pinche cornudo no sabe lo zorra que eres".

Yo: "Eso es cosa que no te importa. ¿Qué quieres de todos modos?"

Miré por encima de su hombro buscando Zahid, que todavía estaba trabajando en el vehículo.

Víctor: "Pues ya sentí tu boquita, a mi “Victorino” también le gustaría probar tu cucaracha. Digo mientras el pendejo de Zahid arregla el motor. Además, estaba pensando, no distraigamos a mi compa Zahid pa´que termine más rápido. Así que como ves sí..."

Quince minutos después. La hierba mojada se sentía realmente extraña y suave en mi espalda y mis nalgas desnudas, mientras Víctor yacía encima de mí, su barriga rozaba con frecuencia la parte inferior de mis senos, mientras me follaba gradualmente. La lluvia seguía cayendo, pero ahora se había reducido a una llovizna. Estábamos follando debajo de un árbol, a unos 50 metros del taller. Nunca antes había follado al aire libre bajo la lluvia. Víctor no era tan bueno cogiendo como Zahid, pero era bastante decente.

Víctor: "Ahh... esta pequeña papaya, está bien apretada, zorra. ¿Qué la verga del cornudo de tu marido es demasiado pequeña?"

Con Zahid fuera, de la ecuación, Víctor había vuelto a su palabrería. Pero extrañamente me excitaba.

Yo: "Unhh... ¿por qué estás tan obsesionado con que mi marido sea un cornudo, viejo sucio? ¿Coger con casadas te excita?

Mientras ponía mis manos en su trasero y lo empujaba más adentro de mí.

Pareció sorprendido de que le respondiera. Se detuvo un momento y sacó la verga. Empujó mi trasero hacia un lado.

Víctor: "De rodillas, puta. Ahora te la voy coger como la perra que eres".

Le sonreí con ironía e hice lo que me dijo. Primero me azotó un poco, pronunciando más obscenidades. Penetro mi coñito por un rato. Estaba a punto de tener un orgasmo, de repente se detuvo y sacó su verga.

Yo; "Argghhh... ¿Por qué te detuviste?"

Le grité y miré hacia atrás. Ya estaba tan cerca.

Víctor: "Dame tu mano izquierda".

Yo: "¿Qué?"

Víctor: "Dámela, haz caso puta."

Hice lo que dijo.

Víctor: “Ahora tu mano derecha”.

Lo hice. Sostuvo mis muñecas juntas detrás de mi espalda, y mis hombros estaban en el aire. Los empujó suavemente hacia abajo. Mi rostro estaba ahora sobre la hierba mojada y fangosa, con mi mejilla izquierda tocando el suelo. Fue entonces cuando lo sentí. Su verga toqueteaba mi ano.

Yo: "¡No, espera!"

Pensaba metérmela sin ningún estímulo o lubricación de por medio, grité y traté de luchar. Pero su agarre era muy fuerte.

Víctor: "Sí, ahí es, todas las perras les encanta por el culo".

Presionó la punta de apestosa verga contra mi culo. No es como si no hubiera tenido sexo anal antes. Pero sin alguna estimulación previa o al menos lubricación, era doloroso. Y si, dolió al principio. Pero después de un par de pulgadas, fue como si mi esfinge recordara cómo y se relajó.

Víctor: "Como chingados que No, jajaja, mira nada más, como te entró toda la verga. Realmente eres una puta. Si está bien cogida ¿Por qué el drama chingado?"

Se sentía el extraño placer que el sexo anal siempre da. El placer más mental que físico. Dio la casualidad de que no duró mucho después de eso. Disparó su corrida en mi culo y luego se tumbó encima de mí. Caminamos de regreso al taller. Zahid estaba sentado y había terminado de arreglar el coche. Revisé el reloj. Eran casi las 2 am.

Zahid: "Está arreglado. Y la lluvia casi ha dejado de caer. Puedes irte si quieres. Pero sospecho que te quedaras un rato más".

Me sonrió. Le devolví la sonrisa.

Yo: "Bueno, Mi esposo. Se supone que debo estar con los parientes. Así que no puedo irme a casa ahora. ¿Hay espacio para pasar la noche aquí?"

Zahid: "Pues... considerando lo que tenemos en mente, no necesitamos mucho espacio".

Víctor: "Wey, esta perra también le encanta por el culo. ¿Recuerdas cómo nos cogimos a esa putilla de Carmelita? Solo dame veinte minutos para recuperarme".

Zahid: "Pues en lo que pasan tus veinte minutos, Con permisito dijo Monchito”

Mientras me llevaba al colchón. Se quitó la ropa y se tumbó boca arriba. Me subí encima de él, tome su verga, la deslice dentro de mi coñito y comencé a montarlo. Empezó a empujar hacia arriba. Víctor estaba cerca de nosotros, mirándonos y frotándose la verga.

Más tarde me emparedaron deliciosamente. Zahid en mi coñito y Víctor en mi culo. Tomamos una siesta después de eso. Pero Víctor me despertó en una hora y comenzó a follarme. Zahid también se despertó y se unió. Así fue toda la noche.

Por la mañana, me dolía mi vagina, al igual que el ano, Zahid y Víctor temprano fueron y recuperaron mi ropa. Tuvimos otra sesión de despedida con cada uno de ellos y me fui a casa. Prometí volver y pasar otra noche con ellos, pero nunca lo hice. Pero cuando paso por su taller de camino a al terreno de los ancestros, recuerdo esa noche loca. Y me siento tentada a detenerme.

Hasta ahora he resistido la tentación. Pero si alguna vez no puedo, los mantendré informados.

(9,83)