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Antes del café (Capítulo 10): A ciegas

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Intervención de la narradora:

Braulio abrió la puerta del baño. Azucena se hallaba sentada en la tina y al ver la sombra detrás de la cortina de baño la recorrió. Ambos se quedaron mirando. Ella sonrió insinuante y lanzó la invitación.

-Deberíamos intentarlo ¿no?

-Sé muy bien a lo que te refieres -dijo Braulio, quien enseguida se aproximó hacia su hermana.

Sin moverse de su lugar, Azucena jaló la toalla de su hermano para desnudarlo. Con un brazo rodeó sus piernas y lo acercó más a ella para tener frente a sus ojos aquella herramienta que se encontraba flácida.

-Brau, ¿sabías que este pajarito ha aparecido en mis sueños por varias noches? -confesó Azucena y procedió a masturbarlo.

-Si preguntas por mis sueños, mucho tiempo soñé con finales alternativos de aquella tarde en el penthouse -reveló Braulio.

-Cuéntame uno -consintió Azucena mientras lamía el pene de Braulio como si fuera una paleta.

-Definitivamente el mejor fue concretando ese trío contigo e Ingrid -admitió Braulio.

-Bueno, pero yo solo quiero matar mi curiosidad -comentó Azucena.

- ¿Y si tú o yo volvemos a desear otra ocasión después de esta? -preguntó Braulio.

-Tengo el permiso de mi casi marido -informó Azucena y le relató la historia sobre cómo lo convenció de tener un matrimonio abierto-. Ahora tú tienes que contarme todo de tu vida sexual, he querido saber de ti.

-Realmente es muy poco, pero todo comenzó el año pasado con Ingrid en el penthouse -discurrió Braulio sobre todas las veces que se acostó con Ingrid y con su nueva pareja sexual, Lizbeth. Entretanto, Azucena le mamaba la pija y escuchaba atentamente.

- ¡Qué escondidito te lo tenías, hermanito! -exclamó Azucena-. Me encanta tu verga, pero no puedo meterla toda a mi boca ¿me ayudas?

-Por supuesto, hermana -respondió Braulio y procedió a tratar de meterle toda su herramienta en la boca-. ¿Acaso no te sientes nerviosa? Yo sí y mucho.

-Demasiado -se sinceró Azucena después de sacársela y luego volvió a introducirla en su boca.

Después de casi ahogarse con el chorizo de Braulio, Azucena se levantó, ya que su hermano quería mamarle la concha. Braulio entró a la tina y se sentó para que Azucena le restregara su coño en la boca.

-Ahora cuéntame de toda tu vida sexual, hermanita -pidió Braulio mientras comenzaba a besar sus labios vaginales.

-Es mucho, pero poco interesante -contó Azucena entre gemidos-. A grandes rasgos, tuve mi primera vez con un novio de la universidad en su auto, a mis 19 años. Después, desde los 20 hasta los 27 fui una latosa que tenía novios solo por sexo. Luego llegó Erick y ya sabes el resto. He tenido buenos polvos pero ninguno que me haga recordarlo como el mejor, a excepción de aquella noche en el penthouse que no se completó.

-Lo sé -contestó Braulio-. De haber continuado ese día seríamos unos hermanos sexosos.

-Si no me hubiera puesto de payasa -argumentó Azucena.

-Si hubiera tomado la iniciativa en la mañana que te vi bien ardiente en tu traje de colegiala -replicó Braulio.

-Yo también quería tomar la iniciativa en ese momento -secundó Azucena.

Braulio se levantó, tomó de la cintura a Azucena y la recargó en la pared. Ambos sintieron incomodidad de verse a la cara, así que Azucena se dio la vuelta para darle la espalda a su hermano y él comenzó a sobarle el trasero con su pija.

-Me encanta tu culo, hermanita -halagó Braulio.

-Mejor dime mami o algún otro sobrenombre o adjetivo que no sea "hermanita" -solicitó Azucena-, ya comenzó a causarme incomodidad eso, siento cosas raras al oírlo.

-Tienes razón -dijo Braulio-, hay que vernos el uno al otro como cualquier otra persona y más si esto nos gusta y lo volvemos a hacer.

- ¡Sí pero ya cállate y métemela papi! -exclamó Azucena.

En cuestión de segundos, Braulio dejó ir toda su verga en la concha de Azucena como una espada, sin piedad, sin hacerlo despacio.

- ¡Ay, sí! Sácala poco a poco y vuelve a meterla así de rápido -pidió Azucena.

Braulio la obedeció y volvió a seguir los mismos pasos en repetidas veces. Indudablemente a Azucena le encantaba.

-Ahora no te muevas -indicó Azucena, quien procedió a moverse lentamente para introducirse y sacarse el pene de Braulio una y otra vez.

- ¿Te gusta, Brau? -preguntó Azucena.

Braulio contestó afirmativamente, pero no la convencía de que fuera así. Después de un rato, Azucena se sacó la pija de Braulio y reposó en el agua de la tina.

-Mejor dime la verdad. Finalmente no te agradó la idea -dedujo Azucena.

-Sí me está gustando, es solo que aún no me quito de la cabeza que esto es raro -explicó Braulio.

-Tranquilo, cualquier otro día con más calma lo podemos volver a hacer -sugirió Azucena.

- ¿Con más calma? -cuestionó Braulio-. Tenemos prácticamente todo el día de hoy.

Como si no hubiera prisa de nada, Azucena salió de la tina, tomó su toalla para secarse y se dirigió a la barra para tomar café. Braulio la imitó en todo y juntos tomaron el café matutino.

Braulio no podía explicarse porqué sentía incomodidad de coger con su hermana cuando era lo que tanto había deseado. Ambos, envueltos en sus toallas, bebían sus cafés, sin dejar de pensar en lo que podría resolver sus problemas de incomodidad.

-Quizá deberíamos de embriagarnos -ideó Azucena.

-Sería buena idea si no tuviéramos cosas que hacer más tarde -replicó Braulio.

-Entonces podríamos seguir con las confesiones -sugirió Azucena.

- ¿Tienes algo más que confesarme? -preguntó Braulio.

-Sí. Mucho, de hecho -replicó Azucena-. ¿Recuerdas el día que lo hiciste con Lizbeth aquí en casa? Pues toda esa semana no fui al trabajo por incapacidad y particularmente ese día que follaste con Lizbeth escuché todo.

-Wow. No querías escuchar eso -supuso Braulio.

-Fue placentero para mí -admitió Azucena-. Pero no solo eso. Cuando se metieron al baño copié tus videos de tu teléfono a mi laptop. Después los usé para masturbarme mientras los veía. Entre ellos vi aquel en el que cogiste con Ingrid en el penthouse de ese hotel y le confesaste que lo harías conmigo. Me sentí mal por haberme comportado así aquel día cuando en verdad yo también quería.

-Ya no tienes porqué sentirte mal -comentó Braulio-. Queríamos quitarnos la curiosidad y ya lo hicimos, aunque no salió como lo esperábamos.

-Al menos pude probar tu vergota y sentirla un rato dentro de mí antes de casarme, como me lo prometí -finiquitó Azucena.

Horas más tarde arribó el camión de mudanza para transportar las pertenencias de Braulio hacia su nuevo domicilio. Eran las seis de la tarde cuando todos los muebles quedaron instalados en la nueva vivienda. Se encontraban presentes Azucena, Braulio, sus padres, Lizbeth, el padre de Lizbeth, compañeros de trabajo de Braulio e Ingrid en la improvisada celebración que duró apenas dos horas.

Posteriormente, los invitados se retiraron y solo permanecieron Azucena, Braulio y sus padres. Estos últimos veían la televisión, mientras que Azucena tomaba una siesta en la recámara.

Versión de Azucena:

De pronto, sentí en la oscuridad cómo un trozo de carne se paseaba por mis labios. Sin hacer una sola pregunta, estiré mi mano para tocar la cosa misteriosa y luego empecé a chuparla.

- ¡Qué rica verga! -exclamé.

Sentía que una mano me agarraba el cabello y me impulsaba para meterme y sacarme de la boca el largo y duro pene que estaba felando. No cabía todo dentro de mi boca, pero lo succioné bastante bien. Minutos después, me acosté boca arriba, poniendo mi entrepierna en dirección hacia esa enorme herramienta.

-La quiero toda adentro, papi -pedí.

Al instante, sentí unas manos grandes tomándome de los muslos para elevarlos y así descansar mis pies en algo que parecían unos hombros. A la par, sentí ese monstruo tan largo tocando mi abdomen, mientras él se deshacía de mi ropa interior bajo mi falda. Pensé que era un sueño más y si acaso lo era, realmente no quería despertar.

Aquel varón comenzó a masturbar su pene con mis muslos al apretarlos y rosaba mis labios vaginales. Las ganas de sentir ese viborón dentro de mí aumentaban cada vez que él lo pasaba por mi clítoris.

Mientras él se masturbaba de esa manera, yo frotaba suavemente su glande con una mano. Así fue como, de repente, sentí que su glande se alejó de mi mano y se colocó a la entrada de mi concha. Mi grito fue ahogado en su mano que se aproximó a mi boca en el momento en que introdujo su miembro todo hasta el fondo de mi coño.

La mezcla de dolor y excitación eran impresionantes. Mis pies prensaron su cuello con fuerza debido a los pujidos que realizaba por sentir semejante vergota dentro de mí. A su vez, eso hacía que apretara su pija con mis paredes vaginales de forma que a él le costaba trabajo penetrarme hasta el fondo, si no era dura pero lentamente. Por otra parte, a mí me volvía loca de placer y no pude evitar chorrearme tres veces casi seguidas.

El tiempo me parecía vano en esos momentos, pero consideré que ya había transcurrido un largo rato hasta que él me movió de forma que me puso en cuatro y volvió a penetrarme duro. Una vez más, su mano tapó mi boca y ahogó mis gritos.

Paulatinamente, la cogida que me estaba propinando el sujeto se tornó violenta. La penetración se volvió muy rápida y dura. Una de sus manos seguía tapando mi boca mientras que la otra me despojó de mi blusa y me tomó de la parte de atrás del cuello para agacharme hasta que mi barbilla tocara el colchón.

Sentí la urgencia de emitir por lo menos un gemido audible, pero mi error fue haber mordido su mano, lo cual hizo que él se detuviera.

-Solo quería decir que no pares. Me está encantando -susurré.

Para mi fortuna, él siguió follándome así sin piedad y muy rico. Después de que él pisó fuerte el acelerador, sacó su pene soltándome y sentí que algo líquido cayó en mi espalda. Luego de eso, él me acostó boca arriba y colocó su pito en mi boca, bañado de lo que supongo que era su semen, que aunque sabía amargo, no dejé de chuparlo todo.

Terminando de limpiar su pene, sentí su cuerpo junto al mío, un brazo suyo rodeando mi tórax y una de sus manos acariciando mi cabello.

No supe más hasta que desperté el día de mi boda en mi recámara, siendo las 9 de la mañana. Mis padres tocaban fuertemente la puerta para despertarme, pues se me hacía tarde para asistir al registro civil.

A un lado de mi celular, que estaba en el buró, se encontraba un papel doblado de color azul claro, el cual desdoblé y leí su contenido: "Así como en la primera vez, gracias a tu voz sabía perfectamente que eras tú y eso no me importó, puesto que no me veías y no sabías que era yo. Esa era la clave".

La confusión no me permitió entender el mensaje, pero al cambiarme de ropa y sentir mi blusa pegajosa de la parte de atrás pude entender que no fue un sueño aquella cogida de anoche y que las palabras de esa carta eran de mi hermano. Mi deseo de tener una digna despedida de soltería se me hizo realidad y nadie mejor para hacerlo que Braulio, por lo que acepté haber sido cómplice y partícipe de aquél encuentro sexual secreto, sin tener que pedirle explicación.

Pasó la oficialidad del casamiento con Erick en el registro civil y en la iglesia. Nos fuimos a la Riviera Nayarit de luna de miel una semana, donde tuvimos nuestras primeras veces como esposos.

Regresamos a Puerto Vallarta y Erick se encargó de solicitar el transporte de mudanza de mis pertenencias hacia nuestro nuevo hogar.

Mi sorpresa más grande fue haber averiguado dónde habríamos de vivir.

Versión de Braulio:

Luego de acompañar a mis invitados a la salida del edificio regresé a mi departamento para ejecutar mi plan. Mis padres veían la televisión, así que me ofrecí a servirles una botana acompañada de tequila. La botana tenía un aderezo especial que los dejó dormidos por un rato.

De esta forma, me apresuré a entrar a la habitación donde mi hermana dormía a oscuras. Bajé mi pantalón con todo y calzón y puse la punta de mi pene en su boca. Después, sentí que su mano tomó mi verga y luego comenzó a chuparla. Notando su reacción positiva, le ayudé sujetando su cabello con mi mano para introducir mi pija hasta su garganta.

Al poco rato, ella me pidió que la metiera toda adentro de su vagina. Estiré mis manos y sentí sus muslos, por lo que deduje que ya se había acostado boca arriba. Acomodé sus piernas de forma que sus pies reposaran en mis hombros y deslicé su pantaleta por debajo de su falda hasta quitarla.

Mi pito se encontraba sobre su abdomen y se me ocurrió masturbarme con sus muslos. Ella me ayudó apretándolos y acariciando mi glande con su mano. Mi forma de agradecerle fue frotando sus labios vaginales con mi miembro, sintiendo en el camino su clítoris.

Sin más preámbulos, alejé mi verga de su mano y la inserté hasta adentro de su coño, apresurándome a tapar su boca con mi mano para que sus gritos no alcanzaran a escucharse y pudieran despertar a nuestros padres.

La tarea de penetrarla se volvió complicada cuando me ahorcaba con sus pies y sentía que apretaba fuertemente mi pene con sus paredes vaginales, así que tuve que hacerlo despacio y duro. Sentí que a ella le dolía y lo infería al oír sus intentos de gritos ahogados por mi mano, pero continué hasta que sentí que mi miembro estaba más húmedo de lo normal. Ella se había venido muy rico y abundante.

Después la acomodé para penetrarla de perrito. La excitación me inundó de manera que empecé a darle muy rápido y duro, pero una mordida a mi mano de su parte interrumpió el momento. Pensé que la había lastimado, sin embargo, con susurros me pidió que no parara y me confesó que le encantaba.

De inmediato volví a enterrarle mi verga en la concha y me porté un poco más violento, llevando mi mano a la parte posterior de su cuello para agacharla hasta que su cara tocara el colchón, después de haberle quitado la blusa.

El ritmo al que me la follaba era rápido y constante. No tardé en sentir que mi pene vibraba, tuve que sacarlo y masturbarlo para eyacular en su espalda. Entonces, me apuré en sacar del bolsillo de mi pantalón que traía medio puesto una bolsa pequeña de plástico que portaba un sedante triturado y lo rocié en mi miembro, el cual lo puse en su boca. Ella mamó mi verga un rato y luego me acosté junto a ella, abrazándola y acariciando su cabello hasta que me percaté de que se quedó dormida.

Prontamente me vestí, la vestí, la cargué y la llevé hacia la sala, donde mis papás ya se encontraban despiertos. Ellos vieron que su hija dormía en mis brazos y yo me ofrecí a acompañarlos a la casa con el fin de que no se dieran cuenta de que Azucena estaba dopada.

Mi plan había funcionado, por fin pude cogerme a mi hermana sin sentir incomodidad ni hacerla sentir incómoda. No obstante, tenía ganas de hacerle saber que fui yo quien la folló, por lo que, después de acostarla en su cama, dejé una nota en su buró y después me regresé a mi apartamento.

Al día siguiente, asistí a sus trámites legales y a su ceremonia para contraer nupcias con su querido novio, Erick. Ella se mostró normal, recibió mi abrazo de felicitaciones como si nada hubiera ocurrido el día anterior y se veía muy feliz, que era lo principal que me interesaba. Parecía que aceptó la forma en la que accedí a tener sexo con ella.

A pesar del logro personal (y vaya que muy personal), me sentía nostálgico de pensar que tendría lejos a mi hermana, aún sin saber dónde habría de vivir y solo lo sabría luego de que volviera de su luna de miel.

Transcurrió una semana en la que apliqué los últimos ajustes de vivir en un nuevo departamento, es decir, acomodé los muebles, programé las fechas de clases con mis alumnos, les avisé sobre la nueva sede, estrené el departamento cogiendo con Ingrid un día y con Lizbeth otro día.

Llegó el lunes en que mi hermana regresaba de luna de miel. Me asomé por el balcón, con mi taza de café en la mano, para observar si llegaban mis alumnos. En eso, se estacionó enfrente un camión de mudanza y vi a mi hermana junto con Erick.

CONTINUARÁ...

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