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Antes del café (Capítulo 9): Relaciones abiertas

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Intervención de la narradora:

Dentro de sí, Azucena sintió quebrarse en pedazos. Lamentó mucho que prácticamente ya no habría otro día disponible antes de la boda para entregarse a la lascivia con su hermano. Sin embargo, ella lo abrazó y le exteriorizó una falsa alegría.

-Aprecio la confianza con que me cuentas lo que hay entre Ingrid y tú. Ella me adelantó un poco.

-Perdona que todo este tiempo he utilizado alibis – se excusó Braulio-. Ahora tengo toda la seguridad de recurrir a ti en mis travesuras y conflictos, pero ya es algo tarde.

- ¿Por qué lo dices? -preguntó Azucena.

-Porque en pocos días ya no vamos a estar tan cerca como lo estamos ahora -contestó Braulio-. Aún no sé a dónde irás a vivir con Erick.

-Ni yo lo sé -replicó Azucena-. Pero puedes seguir chismeando conmigo, Erick no es quién para impedirme esta relación de hermanos. Llámame cada que puedas y quieras comentarme algo, no importa el día ni la hora, por favor.

-Pero Erick y tú tienen que cumplir con sus deberes conyugales -mencionó Braulio.

-No hablemos de eso, ¿sí? -solicitó Azucena-. Haz lo que te digo. Así yo también podré contarte cómo marcha mi matrimonio y los problemas que surjan, ¿de acuerdo?

-Está bien -aceptó el joven-. Pero no estás enojada por lo mío con Ingrid ¿verdad?

-Por supuesto que no -respondió Azucena-. De hecho, me hubiera encantado ser testigo de todo, no visual, pero al menos sí en tiempo real.

-Pues el día que prometimos no volver a mencionar fue la primera vez que sucedió -confesó Braulio.

-Entiendo que no me lo hayan dado a saber ese día -alegó Azucena.

-Entonces, ¿te molesta que hasta estos días te lo hiciéramos saber? -insistió Braulio.

-Tampoco -replicó Azucena-. Estoy molesta con la actitud que mostré. Tú lo dijiste, somos adultos, nuestras vidas son decisión nuestra, pero esa vez no fui madura para comprender que todo fue coincidencia. Presumo tener mente abierta y ese día me vi hipócrita. ¡Y ve ahora! Me voy a casar, ¿es estúpido no crees?

-Para nada -objetó Braulio-. Te has esforzado en mejorar en todos los aspectos de tu vida y has obtenido resultados significativos. Además, es evidente que eres feliz.

-Honestamente no dejo de ser un mar de emociones desde hace varios días -reveló Azucena.

-Comprendo muy bien, se te están juntando varios eventos conmovedores -dio razón Braulio.

-Dejémoslo a un lado por ahora o comenzaré a llorar -sugirió Azucena.

Braulio comprimió más fuerte a su hermana y en reacción, Azucena imprimió besos sutiles en el cuello de su hermano.

-Me haces cosquillas -dijo Braulio entre risas y Azucena cesó de inmediato.

-También te felicito por ser destacado en tu trabajo -reanudó Azucena la conversación-. Mañana espero levantarme a la misma hora que tú para desearte un excelente viaje y si puedo acompañarte al aeropuerto estaría mucho mejor.

-El avión parte a las 6 de la mañana -informó Braulio, soltando a su hermana-. Si quieres acompañarme tendrás que despertarte a las 4 conmigo para tomar el café.

Azucena le dio las buenas noches a su hermano dándole un fino beso en su mejilla mientras sostenía su cabeza y le expresó que lo quiere. Braulio devolvió la muestra de cariño, sintiéndose mimado y sonriente. Cada quién se acostó en su respectiva cama.

Es turno de que los hermanos narren lo que continúa.

Versión de Azucena:

Enseguida me preparé para dormir. Sin embargo, la nostalgia venció a mi voluntad. Con voz silenciosa, me preguntaba “¿qué haré?" (para quitarme la curiosidad de coger con mi hermano). Transcurrían los minutos de la madrugada y después de tanto explotar a mi cerebro me quedé dormida.

Sonó la alarma de mi celular a las 4 de la madrugada. Escuché que alguien se estaba bañando y recordé que mi hermano tenía que partir rumbo a Cancún, pero también pensé en que sería la última ocasión para follar con él. Me levanté deprisa, me desvestí y entré al baño envuelta en mi toalla. En secuencia, mi hermano asomó la cabeza por la cortina de baño y me vio, yo dejé caer mi toalla, él me jaló de la cintura hacia la bañera con él, me recargó en la pared, me besó el cuello mientras yo le frotaba su enorme verga y sin demorarse más me la metió toda, cogiéndome duro contra el muro y haciéndome gozar demasiado. De repente, el sonido del agua precipitándose y de nuestros gemidos fueron desvaneciéndose. Desperté, eran las 8 de la mañana.

Noté en mi teléfono que la alarma de las 4 de la mañana sonó, pero no me despertó. Me desilusioné de que solo haya sido un sueño y rápidamente salí hacia el pasillo, quise abrir la recámara de mi hermano para avisarle que se le hizo tarde, incluso toqué fuerte la puerta, pero salieron mis padres espantados y me dijeron que mi hermano ya se había ido desde las 5 de la mañana. Les pedí disculpas, entré a mi cuarto, cerré la puerta y comencé a llorar. Después de eso, mis padres se alistaron para salir a pasear y me quedé sola en casa.

Sabía que era mi culpa, pero aun así me preguntaba tristemente porqué mi hermano no tocó la puerta de mi habitación para despertarme y hacerle compañía con un café en la madrugada. El temor de creer que Braulio realmente no estaba interesado en mí me aprisionó y mi mente empezó a maquinar locuras.

-Pues ahora sí saldrá a la luz la verdadera Azucena que soy. Un día de esta semana que viene, aunque llegue de trabajar muy noche y se sienta cansado lo estaré esperando en su recámara y lo violaré. No me caso sin antes probar la gigante y sabrosa pija de mi hermano. Si es posible me colocaré un trozo de cinta de aislar en la boca a la hora de introducirme su pene y que nuestros padres no escuchen mis gritos.

Con tanta calentura y sin saber qué decir ni hacer se me ocurrió llamar a Ingrid. Ella aceptó venir inmediatamente a mi casa. De rato, se escuchó la puerta principal azotándose y en un santiamén tenía postrado ante mí a Erick, estando yo sentada en mi cama.

- ¡Te fui infiel! -rompió en llanto-. No era mi intención. Solo quise saber cómo reconquistarte, pero a tu mejor amiga y a mí se nos pasaron las copas. Recuerdo los momentos, todavía estaba consciente pero no pude controlarme y me dejé llevar. Terminamos en un hotel habiendo tenido sexo y ahora me siento terrible. ¡No mereces a un marido como yo!

Quería decir algo, pero me quedé callada por varios minutos, en los cuales él me pedía desde su interior que lo perdonara y no paraba de llorar. En realidad, era él quien no merecía a una esposa como yo. Mi corazón cimbraba de lo mal que me sentía al haber provocado ese innecesario sentimiento de culpa en él.

De pronto, Ingrid entró a la casa, se dirigió a mi recámara y nos hallamos los tres como si se tratara de un funeral. Pensé que sería el peor día de mi vida. No sabía cómo manejar la situación, por lo que mi única idea fue poner cómodo a Erick.

-Querido, toma asiento ¿sí? Ahorita platico contigo, a Ingrid la cité antes porque tenemos un pendiente que arreglar.

El angustiado de Erick se sentó en mi cama y yo llevé a Ingrid a la barra para hablar, o más bien, susurrar.

- ¿Ahora qué hago? -dije con desesperación.

- Pues, ¿no que te ibas a poner perra y hacer que te ruegue? -me cuestionó.

-Es lo que estaba haciendo hasta que llegaste -le comenté-. Se arrodilló y me confesó todo. Ya no sé qué hacer, me siento fatal. ¿Y si fingimos una escenita en la que te corro de mi casa toda encabronada?

-Amiga, yo creo que tenemos que hablar con la verdad -aconsejó ella.

- ¿Qué? ¿Y romperle el corazón de esa manera? -pregunté.

-Ya has roto varios, este será solamente uno más -opinó desconsideradamente.

- ¡Es mi prometido! -exclamé-. Estamos a una semana de casarnos y soy su felicidad, ¿quieres que lo desilusione y mate sus esperanzas puras?

-Mira, él fue honesto contigo -contestó-, si tú eres honesta con él, por lo menos te sentirás bien contigo misma.

-No le veo sentido a lo que dices -me sinceré-, pero quiero acabar con esto de una vez por todas. Si después de esto él me sigue queriendo habrá boda.

Respiré hondo, me armé de valor y me acerqué a él junto con Ingrid. Comencé admitiendo que yo le propuse a Ingrid la idea de llevarlo a la cama, aunque no le dije la verdadera razón. Mi pretexto fue que se trataba de una despedida de soltero que yo misma le preparé, con el propósito de que llegara entrenado a la noche nupcial.

Erick mantuvo una mirada seria hacia nosotras por unos instantes y luego se retiró sin enunciar ninguna sílaba. Di por hecho que el compromiso se había terminado.

Ingrid se encargó de acompañarme en mi sufrimiento el resto del fin de semana y así hasta el siguiente viernes, quedándose todos los dias en mi casa después del trabajo y hasta el anochecer. Precisamente el viernes, inesperadamente nos visitó Erick, quien abrazó a Ingrid y luego a mí. Sus palabras hicieron saltar a mi corazón.

-No me explico muchas cosas. Tienes una mente tan abierta como para permitir que yo haya tenido sexo con tu mejor amiga, pero estoy dispuesto a lo que sea contigo, incluso si quieres follar con alguien más no me molestaré en lo absoluto, con que seas feliz a mi lado me basta. ¿Sigue en pie nuestra boda?

Mi respuesta fue sencillamente un sí. Sin pedirlo, Erick se había convertido en el modelo de marido que tanto soñaba y yo estaba sumamente contenta de eso.

Llegó el sábado previo a mi boda. Antes de tomar mi café, decidí llenar la tina y meterme a bañar. En eso, escuché que alguien azotó la puerta principal y de repente, vi una sombra detrás de la cortina de baño.

Versión de Braulio:

Eran las 6 de la mañana cuando me encontraba en un avión dentro del Aeropuerto Internacional de Puerto Vallarta, un poco decepcionado porque mi hermana me dejó plantado con el café que habíamos acordado. Ella no despertó ni con los golpes que le di a su puerta.

En cuestión de horas aterricé en la paradisiaca costa de Cancún. El hotel que la empresa reservó era uno de los más reconocidos y se ubicaba en la playa caracol.

Me instalé en mi habitación, acudí a la comida de bienvenida y después comenzó un ciclo de conferencias, las cuales estaban programadas de 3 a 8 PM ambos días, sábado y domingo. El resto del tiempo era libre.

Terminando la convención del sábado regresé a mi habitación con el fin de asearme y arreglarme para asistir a la cena de gala. De pronto, tocaron la puerta, anunciando el servicio a la habitación. La voz me sonó familiar. Fui hacia la puerta, abrí y ante mis ojos se presentó Lizbeth, quien traía puesto un traje de baño negro de dos piezas elegante bajo una falda tubo transparente negra y unos lentes de armazón cuadrado, con los que se veía intelectualmente ardiente.

Ella dio un paso hacia el interior de mi recámara, puso su dedo en misi labios a manera de silenciarme, cerró la puerta y me dirigió la palabra.

-Le dije que usted sería mío este sábado y domingo, profesor. Aquí estoy para eso.

- ¿Y si tu padre nos está esperando en la cena? -pregunté.

-Le avisé previamente que saldría a divertirme con usted -respondió-. ¿Acaso no soy inteligente? Usted me debe este viaje. Yo convencí a mi padre de traerlo con el argumento de que usted es mi pretendiente. ¿Cómo me lo puede pagar? Usted ya lo sabe.

Sus brazos rodearon mi cuello como una soga mientras me plantaba unos besos intensos en la boca. De inmediato, dirigí mis manos hacia el broche de su bikini, pero ella dejó de besarme y me dio sugerencias.

-No, profesor. Tenemos dos noches y madrugadas enteras, así que procure no enseñarme todo lo que sabe hacer en una sola. Gócelo y hágame gozar. Solo no me haga un anal porque aún no me recupero de aquella vez que estrenó mi culo rompiéndomelo.

Para mí era increíble la autoridad y sabiduría sexual de una muchachita de 18 años. Después de tomar asiento en el sillón y ella de frente sobre mí, no dudé en seguir cuestionando sus conocimientos

- ¿Y por qué eres experta desde los 16?

-Asistía a la preparatoria -comenzó a narrar entre gemidos debido a que recibía mis besos en su cuello y mis calientes arrimones-. Tenía un novio con el que fue mi primera vez. No obstante, yo estaba enamorada de mi profesor de artes. Un día me quedé al final de su clase en el salón, cerró la puerta y me cogió tan rico que hubiera deseado que esa fuera mi primera vez. Fue mi pareja sexual hasta que tuvo problemas matrimoniales por mi causa. Le aprendí mucho y desde ahí tengo una parafilia por los profesores. Usted es mi segunda víctima después de él.

-Con ese cuerpo maravilloso tendrás muchísimas víctimas, te lo aseguro -la halagué mientras me levanté cargándola para llevarla a la cama.

Tuvimos un previo exquisito de tres horas cachondas en las que nos comimos a besos, no hubo un solo lugar de su cuerpo que no recorriera con mis labios y viceversa, dedicándole más tiempo a nuestros genitales y demás partes íntimas. Así también fricionamos nuestros cuerpos envueltos en nuestras ropas hasta que la calentura llegó al punto de ebullición y procedimos a desnudarnos.

Ella me concedió el honor de iniciar dándole en cuatro. Apenas la penetré y sentí que sus paredes vaginales estaban tan hinchadas que me apretaban demasiado el pene, así que tuve que ir despacio y tomarme el tiempo necesario para que mi verga llegara hasta lo más profundo. Ella emitía gritos de placer que iban incrementando en volumen, por lo que tomó una almohada y los ahogó en ella.

Pasamos largos ratos cambiando posturas: ella acostada boca arriba, la misionera, vaquera, de tornillo, de cruz y una que conozco como carretilla invertida, donde ella se suspendía reposando su cabeza y brazos en la cama mientras la sostenía de sus piernas. No duré más de cinco minutos en esa última posición, ya que al tener a mi vista su cara de satisfacción coronando sus prominentes tetas, saqué mi pija y dejé escurrir mi leche a lo largo de su abdomen, llegando a sus pechos y salpicando un poco en su cara y sus sexys lentes.

Ella se duchó mientras yo fui vencido por el sueño, siendo las 2 de la madrugada. Amanecí el domingo con Lizbeth a mi lado en su traje de baño y no pude evitar arrimarme a ella de cucharita, pero ella me sosegó una vez más.

-No gaste energía, profesor. Desayune, diviértase en la playa, ponga atención a sus conferencias y nos vemos a la misma hora que ayer, pero ahora en mi cuarto. Es el 709.

Me besó, se puso su falda y salió de mi habitación. El resto del día se me hizo una eternidad hasta que por fin cayó la noche. Acudí con mi maleta ya preparada a la recámara de Lizbeth, ella me permitió entrar y la lujuria se volvió a desatar. Esta ocasión procuramos tardar menos, ya que debíamos tomar nuestro vuelo de regreso a las 6 de la mañana del lunes.

De esta manera tuvimos un nuevo previo muy caliente y un polvo fenomenal, con posturas sexuales que variaron poco con respecto al día anterior. Al final, ella estaba sentada en mí y se dio unos sentones muy duros cuando le advertí que estaba por correrme. Gemí fuerte y luego vi mi semen cubriendo mi verga después de haberle rellenado el coño.

Ella se acostó a mi lado, satisfecha, abrazándome y siendo franca conmigo.

-Aunque tenga encuentros sexuales con otros en un futuro, volvería a usted frecuentemente. Usted es mi definitivo, con el que desearía juntarme o casarme, como usted prefiera y si es que está de acuerdo conmigo. Piénselo muy bien.

Después de una ducha juntos, dormimos y en unas cuantas horas acudimos al Aeropuerto Internacional de Cancún para regresar a Puerto Vallarta.

La propuesta de Lizbeth me dejó pensando mucho, pero estaba seguro de que yo también quería algo así con ella, una relación abierta pero siendo ella mi definitiva.

Transcurrió una semana normal hasta que llegó el sábado en que me mudaría. Me levanté temprano, salí al pasillo y vi que mis padres se iban de paseo. Aproveché la situación para ir por mi toalla y meterme a bañar antes de tomar el café.

CONTINUARÁ...

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