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Aprendiendo a coger con mi hermana
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Con Katia, mi hermanastra, nos llevamos quince años de diferencia. Hijas de distinto padre, somos muy diferentes. Ella, con 35 años, es alta, rubia, con un cuerpo que causa envidia, sobre todo a mí. Tiene unos pechos tremendos y un culo glorioso. Encima, super divertida, cero problemas, nunca la falta pareja, es abogada, gana muy bien y viste con lo mejor. Yo, no soy tan alta, mi cuerpo normalito, sin mucho pecho, y lo único que me gusta, es mi culo, chico, pero bien formado. Soy castaña, estudio y dependo de mi trabajo para vivir y estudiar. Katia tiene su propio departamento y yo rento.

Lo bueno, es que tenemos una relación espectacular, sobre todo después de la muerte de nuestro padre, nos hicimos muy unidas. La semana pasada, como todas las semanas, me invitó a cenar en su casa. Cuando llegué estaba en leggings y un top de lycra.

—Hola Anita, tenía ganas de verte hermanita.

—Yo igual Katia.

—¿Qué te pasa?

—Ando medio bajoneada.

—Esperá, nos tomamos una copa de vino mientras charlamos, dale, sentate en el sillón, ya vengo.

No tardó ni dos minutos en volver.

—Contame.

—Cansada Katia, no pego una. En el trabajo eligieron para ascender a una porque tiene unas tetas impresionantes, en la facultad, por el poco tiempo que tengo, voy a los tumbos.

—¿Hombres?

—No me hagas reír hermana. Por momentos creo que soy invisible para los hombres.

—¿Y que haces para cambiar eso, todo?

—Nada, no tengo forma…

—¿Seguro?

—Muy segura.

—Yo opino distinto, creo que como primera medida tenés que cambiar tu negativismo, siempre fuiste negativa, siempre tuviste tendencia a menospreciarte. Eso, lo tenés que cambiar. Y vas a ver que todo va a cambiar.

—Es muy fácil decirlo cuando te pones ropa de monja y te miran, como podés hacer vos.

—Ves, todo lo pones fuera de tu mente, tu mente no tiene la culpa… estas equivocada, tu mente manda, tu mente sos vos, tu mente es lo que la gente ve de vos. ¿Por qué no empezas por cambiar la cabeza? Si te ven caminar encorvada, mirando al piso, sin una sonrisa, nadie te va a mirar, nadie se va a querer enrollar con una depresiva, que es la imagen que das.

—Bueno, a ver, decime que hago para cambiar eso…

—¿Seguro?

—Seguro, dale.

—Bájate el jogging.

—¿Qué dijiste?

—Que te bajes el jogging.

—Katia, por favor, que tiene que ver…

—Dale.

Me lo baje y ella largó la carcajada.

—No seas mala…

—Primero, esa mata de pelos, tiene que volar, segundo esa bombacha de vieja, quémala, es horrorosa.

—¿Que tiene que ver?

—Tiene, Ana, vos misma te negás a estar con un tipo o una mina porque sabes que tenés eso puesto y esa mata infernal… no me jodas.

—Y… ¿Con una mina dijiste?

—Por supuesto… no me vengas con santurronadas, por favor…

Peluquería, arregla esos pelos.

—Puede ser…

—Es… ¿Hace mucho que no estas con un hombre?

—Más de un año…

—¿Experiencia sexual?

—Un solo hombre.

—Chupaste, diste el culo…

—Chupe un poquito… el culo no lo pidió, lo hubiese dado, para probar por lo menos…

—Bien, buena actitud…

Te propongo algo: Mejora esas cosas, salimos juntas una noche y vas a ver como la pasamos.

—¿En serio lo decís?

—Por supuesto, eso sí, nada de niñerías, hacerse la santurrona… levantamos un par de muñecos, y a gozar mi vida…

—Me estas jodiendo.

—No… Te imaginas, las dos montando a los tipos en mi cama…

—Katia…

—Katia vas a decir cuando estés montando y te chupe las tetas boluda…

—Por favor, somos hermanas.

—Mujeres, y no jodas… Vamos a cenar.

No volvimos a hablar del tema en lo que siguió de la noche. Me fui a mi departamento y me encontré pensando en lo que debía ser Katia montando un tipo…

Los días siguientes, le hice caso, me depilé la vagina, compré unos conjuntos nuevos y fui a la peluquería… Aunque intentaba evitarlo no podía dejar de pensar en Katia cogiendo a un tipo. El miércoles siguiente fui a cenar con ella.

—Bien, peluquería lista. Pasá. Dijo a modo de saludo.

Entré, y ella fue caminando hacia la cocina. Estaba solo con una tanga y una remera. No era la primera vez que la veía así, pero si la primera vez que sentía un cosquilleo al verla.

—Tengo el vino listo. Tomá tu copa.

—Gracias.

—Veo que me hiciste caso. ¿En todo?

—Casi, me cuesta el tema de la mente…

—A ver, sacate el jean.

—Katia, ya está esa parte…

—Mostrame.

Me quite el jean y lo deje en el sillón.

—Podrías haber gastado un poco más, algo de mejor calidad… pero está bien. Tomá, un regalo para vos.

Y me dio una caja pequeña envuelta para regalo.

—¿Qué es?

—Algo que tenés que empezar a usar…

—Katia, anticonceptivos…

—No te juegues, no seas boluda…

—Es que estoy lejos…

—Ana, te lo pongo claro. Estoy rayada porque tuve un día pesado, tomé un par de copas de vino antes que vengas y hace un par de días que nada… no me jodas porque te juro que te cojo.

—Sos una bestia, como vas a decir eso… aparte, no te creo capaz.

—En serio te digo, no me arrincones porque como los leones, corro hacia adelante.

—En serio Katia, dejate de jorobar.

Yo me había sentado en el sillón y ella estaba en una silla. De un salto, se puso de rodillas a mi lado y tomándome la cabeza me besó con todo mientras con la otra mano me apretaba los pechos.

—Me encantan tus pechos, son delicados tiernos… Dijo Katia para volver a besarme y ahora meter su mano por debajo de mi tanga y acariciarme la concha.

—Katia, por favor…

—Estás mojada, y bastante… me encanta eso…

Levantó mi remera, y se puso a chupar mis pechos mientras con la otra mano separaba mis piernas, y corriendo la tanga me metió dos dedos en la concha. No pude contenerme y empecé a gemir con todo. Ella me masturbaba sin parar, tomo una de mis manos y la llevo a su concha.

Sin que me diga nada, ya bastante excitada se la empecé a acariciar. Ella sintió mis caricias, beso mi cuello y me dijo al oído:

—Méteme dos dedos, dale.

—Katia…

Me mordió suavemente un pezón y le metí dos dedos. Las dos gemíamos, y sus dedos fueron entrando y saliendo cada vez más rápido, me dio un tremendo beso y tuve un orgasmo tremendo…

—Ven. Me dijo.

Tomándome la mano, y casi corriendo, me arrastro hasta su cuarto, me tiro en la cama y a la velocidad de un rayo, me quitó la tanga y estaba chupándome la concha. Trate de sacarla, pero sentir su boca en mi clítoris fue tremendo, yo misma me apretaba los pechos, gemía y apretaba su cabeza contra mí. Tuve un segundo orgasmo y ella se tiró a mi lado y nos besamos con todo.

—Sos una hija de puta, nuestra madre. Dije.

—Sos muy sabrosa, me encantó chuparte.

—Y me volviste loca. No es tan malo el sexo con una mujer… Dije.

—Tengo un par de amigos que siempre están dispuestos… ¿Los llamo? Me pregunto Katia y me quedé helada.

—Te doy dos opciones, te cojo yo con mi consolador y mi arnés, por el culo y la concha, o lo hacen ellos…

—No te rías, hace mucho que no estoy con un tipo, te lo dije… menos con dos y una mujer…

Katia no dijo nada, fue a su placard, saco un arnés y un consolador y se lo puso. Se volvió a acostar y de nuevo a besarme, los labios, los pechos… y tomo mi mano y la llevo al consolador. Totalmente sorprendida, y sin pensar movía mi mano como si estuviera masturbándolo. Katia me miró y se rio. Fueron unos momentos solamente hasta que se puso de rodillas al lado de mi cara y me empezó a meter dedos en la concha. Y yo, yo abrí la boca y me puse a chupar el consolador y a gemir como loca…

No entiendo como lo dije, pero lo dije:

—Cogeme por favor…

Ella me hizo poner en cuatro patas y con cuidado lo fue metiendo en mi concha… era grueso y a pesar de lo mojada que estaba me fue entrando lentamente… y ella a moverse. Me tomo de la cintura y aumentaba la velocidad de sus movimientos.

—Boluda, ves que sos una mujer, ves que podés gozar, ¿Te gusta sentir una pija en la concha?

—Me encanta Katia, me vuelve loca…

Ella bajo la velocidad pero aumento la fuerza con que me cogía, provocándome cierta molestia pero me excitaba más al mismo tiempo.

—Me encanta cogerte así Ana, me encanta sentir como gemís, quiero ver como te apretas las tetas, dale, provócame, metete un dedo en el culo y provócame, dale…

—Hija de puta…

Apoye los hombros en la cama y mientras me apretaba los pechos, chupe un dedo y lo fui metiendo en mi orto, como tantas veces había hecho masturbándome… Yo estaba super caliente, como nunca en mi vida… y fue cuando chupé dos, y los metí.

—Que caliente que estas por favor… quiero escuchar tu calentura Anita, vamos…

—No doy más… métemelo en el culo, despacio…

—No… ya vengo…

Se levantó y fue de nuevo al placard y volvió con otro consolador. Se acostó boca arriba sonriendo y me dijo…

—Móntame, y si estas caliente, chupa o metete ese consolador en el orto.

La monté y me empecé a mover, mire el consolador y como fuera otra pija, la empecé a chupar y chupar. Ella me dio un chirlo, me apretó los pechos y tuve un orgasmo… No me detuve y llevé mi consolador a mi orto y me lo fui metiendo despacio, casi gritando de placer mientras ella me bombeaba de abajo…. Yo lo metía y lo sacaba al ritmo de ella y luego de un rato las dos llegamos a tremendos orgasmos. Me quité, me saque el consolador, la bese, y como si fuera una pija real, la chupe nuevamente un par de minutos.

—Anita, te aseguro que haces mierda a un tipo en la cama boluda… A mí, seguro. Dijo Katia.

—No jodas.

—Vamos a cenar…

Nos pusimos las tangas y cenamos, con bastante vino por cierto. Cuando terminamos ella tomo el celular.

—Hola Ser, ven a mi departamento, tengo una sorpresa.

—Katia…

—Ya vas a ver. Te sirvo otro vino…

—Nos vamos a poner en pedo…

—No… vamos a gozar yo sobre todo…

Quince minutos después llegaba Sergio. Las dos en tanga y remera.

—Hola pendejo… espero que tengas ganas… porque te vamos a hacer mierda… Fuera ropa. Dijo Katia y el chico apenas me pudo dar un beso.

Se sacó la ropa y Katia lo hizo acostar…

—Tu fantasía pendejo, pero recargada… Dijo Katia y me puso el arnés con el consolador.

Me hizo colocar de una determinada forma para que él viera como me chupaba el consolador del arnés. Me volvía loca ver a mi hermanastra, chupando y la tomé del cabello para obligarla a chupar con fuerzas. Sergio en la cama se tocaba la pija con los ojos super abiertos…

—Basta, date vuelta. Dije

Ella se dio vuelta y metí el consolador con todo en su concha. Ella dio un pequeño grito y me empecé a mover con todo, ella a gemir de la misma forma mientras. Le daba chirlos en el culo y ella se apretaba las tetas con todo. Tuvo un tremendo orgasmo y me quitó el consolador para ponérselo ella.

Cambiamos lugares y me cogía con todo. Sin aviso, puso el consolador sobre mi orto y fui empujando hasta que entró…

—Aprovecha Sergio, que te la chupe…

Él se puso frente a mí y lo chupaba con locura mientras Katia me daba con todo por el culo, lo escuchaba gemir a Sergio y más me calentaba… Tuve un orgasmo y Katia se acostó.

—Móntame Anita, por la concha amor…

Lo hice y sentí como Sergio se ponía atrás mío y me enculaba sin piedad con su pija. Di un grito y los dos se empezaron a mover con todo, él me sostenía de la cintura y golpeaba su pelvis contra mi culo en cada embiste. Mire a Katia y nos besamos con todo mientras ella me cogía con el consolador… Dos minutos después, sentí como Sergio eyaculaba en mi intestino dando un grito de placer…

Me levante y le chupe la pija. Fui al baño y cuando salí los dos estaban desnudos sirviendo vino en el living.

—Y Sergio, ¿qué opinas de ella?

—Tremenda mina, por favor… como te cogía y como se deja coger, me volvieron loco.

—¿Nada mal para ser mi hermana?

—¿Tu hermana?

—Mi hermana… y vos boluda… ¿Qué me decís ahora?

—Que te amo hermana. Gracias.

A partir de esa noche cambié, en dos semanas estaba saliendo con un chico del gimnasio, en el trabajo se sorprendían de mi humor, de mi sonrisa constante, y me ofrecieron un ascenso. Con Katia, seguimos cenando los miércoles, Sergio, o Pablo y Luis, son el postre para nosotras.

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