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Aventuras y desventuras húmedas: Primera etapa (21)

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Carmen se despertó antes que su hermana, que todavía dormía a pierna suelta aunque el sol entrase con fuerza por la ventana. “Demasiadas emociones” pensó malvadamente con la imagen muy nítida de la noche anterior.

Cogió el móvil de la mesilla y mirándolo casi más por rutina que por curiosidad, algo le llamó la atención, su marido le había escrito un mensaje.

—Mi vuelo sale esta madrugada, llegaré para la tarde o para la noche, besos.

Pedro estaba volando de vuelta a casa y lo primero que sintió Carmen fue rabia. No quería que su marido volviera con el aroma de algún burdel de Suecia, Noruega, Brasil o el ártico. Ni se acordaba de donde había ido, es más, con su hermana y su sobrino, ya se había olvidado de su esposo… mejor. Acto seguido, una cosa le vino a la mente, más bien una persona “Sergio…”. Contestó a su marido un rápido “okey, besos” y pasó a la conversación con su sobrino, allí estaba la foto de su pezón que le envió el día anterior y un poco más arriba, el duro pene.

No le habló, solo vio si estaba en línea, eran cerca de las nueve de la mañana y sorpresivamente hacia dos minutos que Sergio se había conectado. Como un resorte, aunque en el más absoluto silencio, Carmen se levantó de la cama y salió con su salto de cama puesto al pasillo. Cerró la puerta con cuidado y recorrió con rapidez todo el trayecto hasta el cuarto donde estaba instalado su sobrino.

Dos golpes rápidos y abrió la puerta, a Sergio no le sorprendió ver entrar a su tía, llevaba despierto unos 20 minutos y aún estaba entre las sabanas. Carmen sin decir nada cerró la puerta con cuidado y puso el pestillo.

—¿Mamá? —preguntó el muchacho.

—Dormida como un tronco —saltando a la cama.

—Fui a la noche a tu cuarto —dijo Sergio mientras notaba la mano de su tía en su entrepierna. Las cosas iban rápidas—, pero estaba también Mari.

—Haberme despertado.

—No quería jugármela.

Carmen sin preguntar siquiera, sacó la herramienta sexual de Sergio de su calzoncillo y vio lo dura que estaba, aunque no tanto como en el jacuzzi.

—¿Qué pasó ayer? —preguntó Carmen de manera malévola.

—No lo sé… —sintiendo como su tía, con un toque de salvajismo y ansia comenzaba a devorar su pene— Estoy muy sensible…

—No te la he visto así estos días —dijo dejando su boca libre al tiempo que lamía al terminar de hablar.

—No sé, fue todo el día… —resopló, o mejor dicho bufó de placer— ¡Qué bueno…! Y luego allí, contigo, casi desnuda… ¡Dios! No pares, tía.

—¿Seguro que solo por mí? Te pillé dos veces mirando a… ya sabes…

—Tranquila, que tú eres mi única mujer.

Cesó un momento y se sacó tremendo aparato de la boca, para quitarse con una rapidez pasmosa las pequeñas braguitas que llevaba, ya estaban ligeramente húmedas. Con la ayuda de Sergio, pasó las piernas hasta dejar su sexo en la boca del joven. Comenzó a notar como la lengua juguetona mojaba sus labios vaginales por completo y comenzó a gemir lo más bajo que pudo.

—Sergio, me lo puedes decir… ¡Qué bien lo haces, por favor! —comenzando con la mano a masturbar al chico— ¿Te pusiste por las dos?

No contestó, seguía dando placer a Carmen con su lengua, pero esta, quería una respuesta, algo en su interior se lo pedía. La idea de que su sobrino se hubiera puesto con su madre, aunque pareciera una locura y quizá una aberración, le resultaba atractiva. Se quedó quieta disfrutando de lo que le daban, pero sin dar nada.

—Tía, por favor, sigue… —le pidió Sergio mientras los jugos le llenaban la boca.

—Dímelo…

—Puede… —contestó como pudo.

—Dímelo, ¿te pusiste con las dos?

Unos segundos en los que Sergio no paró de jugar con el clítoris de Carmen, esta seguía sin moverse y gozando de lo que le daban. Al final, el sobrino reculó, paró un momento y en el tono más bajo que pudo dijo.

—Creo que sí…

—Lo sabía… —agarró de nuevo el sexo del joven y comenzó a comerlo como si fuera su desayuno.

Ambos disfrutaban del sexo del otro, mojándolos y preparándolos para lo que se venía.

—Vamos, tía… no aguanto.

Carmen lo entendió y se levantó de la cama, colocando las piernas en posición para introducirse todos los centímetros de su sobrino. La punta tocó la vagina de esta y los dos se estremecieron. Entró con facilidad, la saliva del joven con los jugos de ella, hicieron que fuera un trabajo sencillo. Cuando Carmen la tuvo toda dentro, sin ningún milímetro en el exterior, escuchó como Sergio le pedía.

—Tía… móntame… por favor, ¡hazlo!

—Estás muy… cachondo. Me encanta, es la primera vez que te veo tan suelto —le dijo comenzando a moverse encima de él.

En pocos segundos ambos ayudaban con la tracción y los movimientos de cadera de Carmen eran más que rápidos. Las manos ágiles del joven subieron por debajo del salto de cama atrapando ambos pechos y pellizcando levemente los pezones para gozo de la mujer.

—Ayer… la tenías… muy grande… quiero eso.

—No me digas eso… que acabo ya —le replicó su sobrino.

—Te mereces todos los halagos y sé… que te gusta que te las diga.

Carmen notó como el pene que tenía dentro la llenaba inmensamente. Abrió la boca ahogando un grito que hubiera despertado a su hermana. Sabía lo que quería decir aquello, el orgasmo estaba allí, siempre tan rápido con la ayuda de Sergio. Cabalgó un poco más, pero ya era algo inevitable, sus piernas temblaron y su trasero vibró de forma terrible. Posó las manos en el pecho de Sergio, cerró los ojos, y se dejó llevar mientras el pene entraba y salía.

—Me voy, tía, un poco más… —pidió su sobrino, pero Carmen no estaba para nadie.

Cayó desplomada y jadeante al notar el gran orgasmo que su sobrino le había proporcionado “otro más…”. Cesó su movimiento mientras notaba el corazón agitado del hombre.

—Lo… Lo… siento…, no podía más —dijo la mujer recuperando tanto la respiración como la visión.

—Tranquila, es que estaba a punto.

—Ven… —comentó al de unos segundos, casi del todo recuperada.

Ambos cambiaron de posición y Carmen se puso a cuatro patas sobre las sabanas, Sergio lo entendió al momento y se colocó a su espalda, mientras esta se quitaba el salto de cama quedando totalmente desnuda. Tomó en su mano su aparato reproductor, y colocándolo en la entrada del sexo opuesto, comenzó a insertarlo lentamente.

—Cuidado, que está muy sensiiii… ble.

—Perdona —le susurró Sergio.

El pene volvió a entrar completamente y el joven lo sacó para volver a meterlo, Carmen no resistió el gemido. Cogió un cojín y se lo puso cerca para que aquello no volviera a pasar, no se podía dar el lujo de que su hermana les escuchara. Aunque algo relacionado con eso, les sorprendería a ambos.

Mientras las manos de Sergio aferraban la cintura de Carmen con fuerza y sus sexos se chocaban sin parar en un coito que tomaba tintes salvajes, unas manos golpearon la puerta.

Los dos se quedaron en silencio y completamente petrificados, a Carmen se le detuvo el corazón aunque le volvió a palpitar cuando recordó el pestillo. La manilla se movió, pero el pestillo la detuvo, era Mari.

—Hijo, estas despierto, ¿no? —Carmen le miró sin saber muy bien que decir, hasta que este asintió— he oído un ruido… justo cuando pasaba…

—Sí, mamá, estoy despierto, no sé… habrá sido el móvil.

—Vale, vale, ¿me puedes abrir?

Carmen que aún seguía con el pene de su sobrino en su interior miró a este sin saber qué hacer, aunque el joven actuó rápido. A la hermana rubia le dio la sensación de que Mari tenía el don de aparecer cuando menos se la necesitaba, “tiene el don de la inoportunidad, ¡Es alucinante!”.

—No puedo ahora, mamá…

—¿Pues?

—No puedo… cosas… —miró a su tía, justo a sus maravillosos ojos y lo poco que quedaba fuera de su pene, se lo introdujo en su totalidad— de chicos…

—Perdón, cariño, perdón —el tono de voz se notó ligeramente agitado—. Te dejo, ¿has visto a tu tía o no has salido de la habitación?

Sergio comenzó a meter y sacar con la máxima discreción posible su miembro dentro de su tía mientras esta gozaba y al mismo tiempo, le negaba con la cabeza para que no siguiera. Pero su rostro mentía, por nada del mundo quería que se detuviera.

—No… he estado dentro todo el rato, seguro… —puso su mano en el trasero de esta y lo agarró con fuerza. Carmen abrió la boca lo máximo que pudo— que está haciendo ejercicio, ya sabes que le gusta.

Se agachó un poco más y colocó su cuerpo pegado al de Carmen, soltando su trasero y agarrando con una mano el pecho derecho de esta.

—O quizá, este en la piscina, también le gusta ponerse morena.

Ambos se miraron. A la mujer su sexo se le estaba empapando como nunca, aquella situación le sobrepasaba, giró la cabeza y se encontró tan cerca a su sobrino. Los rostros de ambos estaban a milímetros mientras sus sexos se unían. Sin pensarlo mucho y sin darse cuenta de que era la primera vez, Sergio agarró el rostro de su tía, haciendo que ambos se incorporaran sin perder su unión. Estaban en la cama sentados sobre sus tobillos aunque Carmen también sobre algo más puntiagudo que se la introducía en lo más profundo. En aquel instante y darle más vueltas y surgiendo de forma natural, por primera vez juntaron sus labios… besándose con pasión.

Ambas lenguas se juntaron, estaban húmedas y calientes. Por una vez, los dos sintieron esa sensación en otro sitio que no era el sexo. Mari, de mientras, seguía detrás de la puerta sin saber que su hijo estaba besando a su hermana al mismo tiempo que la penetraba. Si supiera la mujer que su hermana estaba gozando más que en toda su vida…

—Bien, voy a buscarla, ¿quieres que te prepare un desayuno?

Carmen sin escuchar las palabras de su hermana, se tumbó de nuevo en la cama casi jadeante, y notó como Sergio con más fuerza metía y sacaba su pene. La cabeza le iba a explotar del morbo que tenía.

—Me corro —susurró Sergio para que solo Carmen le escuchara, y la mujer lo miró diciéndole con los ojos que ella también. Apretó algo el ritmo y dijo a su madre— vale, mamá, ahora en un rato bajo…

Tuvo que callarse cuando se desplomó sobre su tía mientras sus fluidos llenaban como nunca el interior de la mujer, que aferraba con furia asesina las sabanas para no gritar. El cojín en su cara casi la ahogaba, pero era necesario para que su hermana no se diera cuenta de lo que pasaba.

Ambos habían terminado a la vez y seguían disfrutando del impresionante clímax mientras Mari se despedía.

—Vale, cariño, pero no tardes.

Los pasos de esta comenzaron a sonar por las escaleras y Carmen se dio la vuelta para lanzarse encima de su sobrino y comenzar a besarlo de la misma forma que antes. Tardó alrededor de un minuto en separarse y decir.

—¡Qué locura!

—Todavía no me lo creo —dijo Sergio con el pene en claro descenso.

—Voy a la ducha, dile a Mari que estaba en el otro baño para no molestarla.

—Vale, tía.

—¡La virgen! ¡Qué gran mañana! —lanzándole un beso, escapó por la puerta con las artes de un ninja sigiloso.

CONTINUARÁ

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Por fin en mi perfil tenéis mi Twitter donde iré subiendo más información.

Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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