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Aventuras y desventuras húmedas: Segunda etapa (15)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Respiró bien hondo al salir de la clase y habiendo entregado el papel con las respuestas, se sentía pletórico, algo de culpa tenía creer que casi todas sus respuestas eran correctas. Caminó por dentro de la universidad realmente feliz, por fin se estaba acabando la época de estudiar y pronto volvería la de disfrutar y poder salir con los amigos.

Acercándose a la salida, justo en el comienzo de una pequeña rampa que daba a la explanada donde estaba la entrada, vio a alguien conocido. Su cabello rubio que brillaba a pesar de estar en pleno invierno no podía ser de otra persona. Era increíble que no se vieran en su ciudad viviendo a unos diez minutos uno del otro y sí en época de exámenes. Marta estaba a unos pocos metros de él.

Se detuvo por un instante, no quería verla, un miedo similar al escénico le entró en el cuerpo. Estaba demasiado contento como para afrontar el problema que tenían, o si es que había que afrontar algo, hacía varias semanas que no hablaban.

Pero de pronto una voz en su interior le aconsejó que debía hacerlo, se tenía que librar del último lastre que le ataba. Dio el primer paso y fijó la vista en su… exnovia (llamarla de otra forma era una estupidez), estaba con dos amigas y paseaban tranquilamente, seguramente después de un examen.

Debía hacerlo, era su momento, tenía que aclarar todo y quedarse con la conciencia tranquila. Aceleró el paso, notando como el corazón le hacía lo mismo dentro del pecho y cuando Marta llegó a la explanada delante del edificio principal y cerca de la salida, la dio alcance.

—¡Marta! —la llamó desde par de metros más atrás.

Sus amigas se dieron la vuelta antes que ella, apenas unas pocas milésimas, pero Sergio sintió que la que había sido su pareja, no le iba a agradar nada aquella conversación. Se giró y el joven observó que los preciosos ojos de la muchacha se clavaban en su rostro, haciéndose que se preguntara “¿sabrá lo de Alicia?”.

Llegó hasta donde las dos chicas y Marta, que se habían detenido. La joven llevaba unos cuadernos en la mano, los abrazó con fuerza contra su pecho queriendo una protección que no le valdría de nada. Quizá mejor unas orejeras…

—Marta, ¿puedo quitarte unos segundos de tu vida? —Sergio pensaba que la voz se le quebraría, que sentiría pánico delante de ella, pero no, estaba sorprendentemente tranquilo.

—Sergio… ¿Qué quieres? —casi lo dijo con resignación.

—Me gustaría hablar contigo, va a ser solo un momento, te lo prometo.

—Pues dime lo que tengas que decirme, no tengo problema.

—Si fuera posible… a solas. —Marta echó un vistazo a sus amigas y viendo que nadie decía nada, el joven añadió— Por favor.

Marta se mordió el labio, nerviosa por pensar que se quedaba a merced de una jauría de lobos hambrientos, pero al fin y al cabo no era más que Sergio, el chico que tanto había querido. Movió la cabeza diciendo a sus dos amigas que se adelantaran.

—Esperarme en la salida, ahora voy.

Las dos asintieron y lanzaron una mirada lapidaria al joven que sin entender muy bien el motivo, sintió cierto temblor en sus piernas, no le gustaba que le mirasen de esa forma… a nadie le gustaría. “Sabe lo de Alicia, seguro…” pensó mientras se quedaba a solas con Marta.

—¿Vamos a los bancos que tienen tejavana? —señaló una zona a unos cuentos pasos de distancia y siguió diciendo—Tiene pinta de que en nada va a llover…

Dicho y hecho. Como por orden divina, el cielo que llevaba todo el día repleto de nubes y oscurecido, decidió que era un buen momento para comenzar a descargar unas pequeñas gotas de agua. El suelo se comenzó a llenar de pequeñas manchas húmedas y los dos fueron a paso rápido a refugiarse donde el muchacho señaló.

—No me equivocaba —comentó Sergio para romper un poco el hielo que recubría a Marta.

—Sergio, me están esperando. Di lo que tengas que decirme. —Marta estaba muy incómoda.

—Marta, por dónde empezar… me gustaría decirte tantas cosas y tan pocas a la vez.

—Estamos de exámenes, este no es el mejor…

—Ya —cortó el joven con una sonrisa—, lo sé. Sé que no te gusta que te desconcentren en esta época del año, como sé que te justa el chocolate con churros y ver las luces de Navidad cuando es noche cerrada. También sé que el invierno es tu época favorita del año, aunque te encanta dorarte al sol como un filete cuando vas a la playa. Marta, sé mucho de ti.

—No sé a qué viene esto, mira de verdad, tengo prisa. —aunque el rostro ya no era tan gélido, Marta seguía sin querer estar allí.

—Sé que lo nuestro… pues ya se terminó. No hace falta ser un adivino para eso, —Sergio sentía que las palabras fluían en su boca con mucha sencillez— pero no quiero que esta vez se repita lo mal que hicimos la anterior. La vez que lo dejamos, en verdad te odié, nunca te lo he dicho, pero te odié muchísimo. No entendía por qué me lo hacías, es que no comprendía nada de lo que pasaba. Me parecía tan absurdo, tan irreal…

—Sergio…

—No, Marta —le volvió a cortar con una dulce sonrisa y se acercó a ella. La joven no se alejó—, déjame que lo suelte todo. Mira, tus razones tendrías para dejarme por otro y creo que las sé, pero no me importa. ¿Sabes por qué?

La muchacha todavía con el gorro de la chamarra puesto y los cuadernos bien agarrados, movió los hombros sin encontrar respuesta a la pregunta. Sergio apenas notó ese movimiento porque seguía centrado para no dejar de hablar.

—Porque te quiero. Sí, no pongas esa cara, es así. Pero entiéndeme, sé que tú y yo ya hemos agotado nuestra relación y es mejor así. Sin embargo te lo vuelvo a decir, te quiero, te quiero mucho. Contigo he reído, he saltado, he cantado… lo he hecho todo, incluso podría decir que contigo descubrí el sexo.

—Sergio, tío… que estamos en medio de la universidad, te puede escuchar cualquiera. —Marta algo avergonzada dio la espalda al camino por donde pasaba la gente.

—Lo hemos hecho todo y quizá no conectemos para más tiempo, pero todos esos meses lo guardo para mí. Porque seguramente, dentro de diez años, o quizá cuando tenga cuarenta y lleve a mi hijo al parque, pues de pronto me acuerde de ti. Igual estoy mirando a mi hijo o hija con la mente en blanco y recuerde todos esos buenos momentos. Pero lo mejor de todo eso, es que lo haré con una sonrisa, con un gesto de felicidad porque me voy a quedar con todo lo bueno que pasamos juntos. Es así de simple, no te voy a olvidar porque ante todo, fuiste mi primera novia.

Sergio se acercó a la que definitivamente era su exnovia y posó ambas manos en sus brazos, ella miró al suelo sin querer hacer contacto con él y espero que le dijera más cosas.

—Tenemos muchas cosas en común e incluso me gustaría que fuéramos amigos, sé que eso igual es muy complicado para ti, pero oye… no me importaría. Aunque suene una obviedad, me caes muy bien. No te digo ser amigos que se llaman todos los días, pero sí de los que se paran en la calle a hablar un rato. Nos detenemos y me cuentes que tal te va la vida, que tal con tu nuevo novio, amante o marido.

—No creo que eso sea posible… —un pequeño sollozo afloró en la garganta de Marta— porque cuando estoy contigo siento que quiero algo más. Se me haría muy difícil que me cuentes que estás con otra. Sé que eso es muy egoísta por mi parte, pero es la verdad. Mientras estuvimos separados, aunque yo tuviera novio, pensaba en si tú tenías o no, y por mucho que quisiera tu felicidad, esperaba que nadie te pudiera disfrutar.

En un movimiento rápido, Sergio estiró aún más sus brazos y rodeó a su ex pareja en medio de la universidad. Las gotas caían en el techo metálico que les protegían y hacían un sonido rítmico que relajaba. Los estudiantes pasaban con el paraguas abierto en rápidas caminatas, ajenos a que muy cerca de ellos una pareja rompía para siempre.

Una lágrima comenzó a caer por los ojos de Marta. Era una lágrima de pena, no quería afrontar un momento como este, es normal, las despedidas siempre son dolorosas. Abrió los brazos dejando caer los cuadernos al suelo y abrazando también al joven que tanto había querido.

—Siento haberte hecho daño, lo siento mucho —dijo Marta con la voz a medio romper y la cabeza sumergida contra el pecho de Sergio, casi queriendo meterse dentro de su cuerpo.

—No, jamás. Tú no tienes que pedirme perdón por nada, cuando decidiste estar con otro que no era yo, fue tu decisión y ya. ¿Me dolió? Obvio. Es evidente, te quería tener para mí y ya no era así. Pero jamás pienses que te voy a tener rencor por eso, dijera lo que te dijera aquel día en tu portal, por mi parte está olvidado. Tenías razón, fui un imbécil.

—Gracias… para mí eso es un alivio.

Sergio se sentía culpable, su ex pareja había estado pasándolo mal por algo que había hecho tanto tiempo atrás, y a él ya no le dolía lo de Alicia. Pensó en contárselo, pero ¿qué solucionaría aquello? Simplemente más dolor y odio, muchas veces es mejor callar.

—Nunca he querido hacerte daño, Marta. —el abrazo entre ambos parecía infinito— Y si alguna vez lo hice, lo siento.

Los cuerpos se separaron lentamente mientras ambos se miraban a los ojos. El joven vio los cuadernos en el suelo y se agachó a recogerlos. Al dárselos a su “amiga” ambas manos se tocaron y por un momento quedaron así.

—Creo… —la lágrima de Marta se había secado por el viento— que tengo… que irme.

—Te esperan, ¿verdad?

—Sí. —Marta no le dejaba de mirar a los ojos.

—Pero, no solo tus amigas.

—No. —la joven cerró los ojos y volvió la vista al suelo como si se arrepintiera de sus decisiones.

—Cuando he visto que tus amigas se iban, he visto que un chico miraba curioso hacia nosotros. Me he aventurado, pero he acertado, es tu novio.

Marta suspiró con fuerza sin saber que decir, pero su silencio delataba más que cualquier otra palabra. Miró de nuevo a su ex pareja, le seguía mostrando la mejor de sus sonrisas, una sonrisa dulce y cálida, incluso de compresión.

—No… No te he puesto los cuernos con él… y… no somos novios, estamos quedando.

—No, Marta, no. Ni se te ocurra excusarte —la mano helada debido al frío, recorrió la mejilla caliente de la joven. A pesar de la sensación debido al contraste en su rostro quiso que se quedara allí para siempre.

—Pero, no es nada… de momento… quizá lo sea, pero no lo vi oportuno…

—Marta, pídele hoy mismo que sea tu pareja si es lo que quieras, no mantengas un estúpido luto por mí.

La joven alzó su mano hasta la mejilla donde la de Sergio reposaba y la sujetó. Al instante siguiente ambos las bajaron, quedando unidos por ellas a pocos centímetros el uno del otro.

—Solo un consejo, si me dejas dártelo. —ella con los ojos fijos en él, le atendió gustosa— Es solo una apreciación mía. Creo que te vendría bien un tiempo de soledad, no ahora, quizá más tarde. No solo me refiero a estar en pareja, sino en general. Siempre te veo acompañada, ya sea de amigas, de tus padres o de un novio. Algunas veces he pensado que temes estar sola. —Sergio notó en sus ojos que la suposición que tantas veces se había hecho parecía realidad— Te diré una cosa. Eres una chica valiente, brillante, lista… lo tienes todo, incluso eres preciosa, eres una mujer independiente en todos los sentidos, no necesitas a nadie siempre a tu lado, a veces la soledad es buena compañera.

Marta no contestó, sabía que en parte tenía razón, ese miedo a estar sola siempre había estado en su interior y no entendía por qué. Pensaba que vendría por ser hija única, por querer al lado siempre a alguien, no lo sabía muy bien y jamás lo comprendería, sin embargo, las palabras de su nuevo amigo, le harían cambiar de parecer.

—Gracias por todo, Sergio. Ahora… tengo que…

—Claro, no te quito más tiempo.

Los dos quedaron mirándose para que algo más sucediera, pero por unos segundos, todo siguió igual, el agua seguía cayendo y la gente, cada vez en menor cantidad seguía caminando hacia la salida.

—¿Sigues teniendo mi número? —preguntó Sergio, ella asintió— No lo borres. Algún día puede que te apetezca tomar un café o algo. Yo no lo voy a borrar.

—Bueno mejor un cola-cao, ¿no? —ella sonrió como tanto le gustaba al muchacho. Una sonrisa que le enamoraba.

—Sí, por mi mejor eso.

Ambos sonrieron como lo hacían cuando estaban enamorados y todavía cogidos de la mano se miraron como dos personas que seguían queriéndose. Porque en realidad eso era, dos adolescentes que habían vivido un amor al extremo con sus subidas y bajadas, pero cuando una hoguera se acaba, siempre quedan las brasas.

Sergio se adelantó decidido, veía propicio el momento, el lugar, la situación y la predisposición. Marta vio el movimiento del chico y abrió los ojos de par en par, la boca de Sergio estaba cerca, tanto como cuando eran novios. Podría haberlo eludido, pensar en el chico que esperaba fuera y no caer en esa tentación. Pero ¿cómo denegar tal acción a un hombre que le había dicho tantas cosas buenas y que tanto había amado?… Y amaba. Movió su cabeza hacia delante y buscó lo que Sergio le ofrecía.

Los dos se besaron cogidos de la mano. Sus labios calientes a pesar del frío chocaron el uno contra el otro dándoles unos recuerdos que seguro nunca olvidarían. Sus primeros besos, sus primeros paseos, los planes que hicieron, el sexo, todo convergía en ese último beso.

Sergio abrió la boca y Marta le copió, juntando ambas lenguas en un vals que ojalá nunca se acabase. Los buenos momentos corrieron por sus recuerdos, tanta alegría concentrada en fracciones de segundo, pero la situación era más propicia para otros momentos, unos más íntimos. El día que volvieron a ser pareja después de un día duro de “estudio” en la biblioteca, como la joven se saltó todo lo que creía haciéndolo en el baño. “El mejor polvo de mi vida” juraba en su cabeza siempre que lo recordaba. Con la lengua de su exnovio todavía en su boca, lo rememoró de tal forma que un calentón le surgió en lo más profundo de la entrepierna.

El beso finalmente acabó, más por fuerza del joven que de Marta, la cual se quedó con los ojos cerrados y con ganas de más, mucho más. Terminaron por mirarse, los dos tenían los pómulos enrojecidos, la respiración algo acelerada y un calor en el cuerpo que hacía olvidar el gélido invierno. Las manos al fin se soltaron y Sergio sonrió a la que había sido su primera novia.

—Marcha, anda, que te están esperando y esto… mejor no lo cuentes.

—Me da que no… —Marta sonrió con picardía al ver que Sergio hacía lo mismo, la mirada del joven la descifró a la perfección, su exnovio aún sentía deseo por ella.

Se dieron la vuelta y caminaron en caminos opuestos. Separados por unos metros, Marta sintió ser observada y se giró para ver al muchacho, pero este caminaba hacia el otro lado sin reparar en ella. Abrazó de nuevo sus cuadernos con fuerza contra su pecho para reprimir el deseo de gritarle ciertas cosas subidas de todo, pero sin contener su boca y teniendo que decir algo le llamó.

—Sergio.

Su tono fue elevado, tanto que cualquiera del camino adyacente la podía escuchar. El joven se viró divisando lo preciosa que era la muchacha con la que había compartido tanto tiempo y momentos. Se quedó quieto mientras esta le miraba y esperó paciente para escuchar lo que tenía que decirle.

—Te quiero.

Algún que otro estudiante que todavía pasaba les miró con curiosidad, sin reparar mucho más en la situación. Marta comida por una vergüenza que había superado, se dio la vuelta y con la cabeza gacha y el gorro todavía puesto comenzó a andar al encuentro de sus amigas.

Sergio en cambio se quedó observando como aquella chica se alejaba. Como un símil de su vida, Marta se perdía en el camino mientras la lluvia golpeaba con fuerza. Pensó que eso era lo mejor, aunque el corazón todavía le pedía más de ella y otra parte… la cual se había alegrado con el beso y pedía salir del calzoncillo.

Caminó bajó la lluvia como si flotase, con una conciencia relativamente más limpia. Salió por la puerta de abajo, en vez de la de arriba donde el “novio” de Marta esperaba pacientemente. “Lo que me faltaba, cruzarme con él después de besar a Marta” pensó con una media sonrisa.

Después de rodear la universidad pasando varios minutos bajo la lluvia para evitar de nuevo ver a su exnovia y la pareja de esta, logró llegar al coche. Soltó un pequeño grito de victoria, uno para quitarse la tensión que se había acumulado en su interior durante todo este tiempo y dos para calentarse con la expulsión de la adrenalina. Estaba liberado, había cerrado los dos frentes abiertos que le quedaban y estaba dispuesto a encarar su vida con ganas.

—Un examen más y listo.

Aunque al arrancar el coche, algo que había olvidado por unas horas apareció en su mente. ¿Qué debía hacer con su madre? El breve rugir del coche, dándole la tranquilidad de que el motor se encendía no le quitó la pregunta de la cabeza. Aunque todavía con un examen más de por medio, prefirió dejarlo para otro momento.

—Tengo que solucionar eso como sea, ya sea dejando que se me pase o… —lo que realmente quería se hizo presente en su voz— haciendo algo…

La lluvia golpeaba con fuerza en el parabrisas mientras conducía pensando en su madre y en el caliente sueño que había tenido aquella misma noche. Las preguntas se debatían en su mente, pero trató de centrarse en la carretera. De pensar en Mari ya se ocupaba su entrepierna, primero por el beso de Marta y ahora por los recuerdos del dulce sueño, aquello no bajaba, sino que aumentaba.

CONTINUARÁ

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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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Autor
LilithDuran
LilithDuran
Siempre tratando de hacer un hueco, para escribir y apasionarme con cada historia. Aquí encontrareis lujuriosas aventuras eróticas y en Amazon, podréis deleitaros con todos mis perversos libros. Disfrutad...

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