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Aventuras y desventuras húmedas: Segunda etapa (8)

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Terminaron de beber las botellas cerca de la una de la mañana. La última antes de marchar, la iban a tomar en el casco viejo, por supuesto a petición de Sergio, concretamente en el “Matraka”, bar donde se encontraba su hermana.

Antes de bajar, su mente sorprendentemente hábil después de haber ingerido la mitad de una botella de ron, pensó en lo descolocada que estaría su hermana al verle. Aquello no haría que quedase bien delante de los amigos, porque habría algún cabo suelto que no encajaba y después de eso, llegarían las preguntas.

Justo cuando se estaban levantando, sacó el móvil mientras algunos tiraban las botellas a la basura y abrió la conversación con su hermana. Apenas hacía unos minutos que se había conectado, lo más seguro que estaría atenta al móvil, siempre lo estaba, lo que al joven le hacía dudar si tendría novio.

—Laura, me parece haberte visto entrar en el “Matraka”, ¿estás ahí?

Lo leyó, pero no contestaba. Por un momento el joven pensó que su plan se iría al garete y que tendría que ingeniárselas para verla primero y explicarle que la iba a visitar, más extraño todavía. Sin embargo, cuando comenzaron a andar, esta le contestó.

—Sí. ¿Qué quieres?

La sequedad con la que le preguntaba se podía notar a través del teléfono. Cuando quería su hermana podía ser insoportable. Aunque esta vez se lo permitiría, ya que sus fines eran otros.

—Voy a pasarme con mis amigos por allí, así te veo.

—No.

—Sí.

—Sergio, como vengas a vacilarme no te vuelvo a hablar en la puta vida, ¿me entiendes?

—No te voy a vacilar, Laura, solo quiero ver a mi hermana pequeña e invitarte a lo que quieras. Nunca hemos coincidido de fiesta.

Laura se encontraba rodeada de sus amigas, con el rostro confundido y mirando el móvil sin entender las palabras de su hermano. Cada día parecía más amable y estaba mejor con él, quizá fuera también por ella misma que estaba madurando, pero aquello no le dejaba de sorprender.

—¿Qué pretendes?

Sergio se rio por dentro mientras uno de sus amigos le pasaba un vaso con los últimos posos de alcohol y pensó “mi hermana es bien lista”. Se tambaleó ligeramente por un adoquín suelto y se llevó alguna burla por su estado, algo que le hizo meditar si debería estar más fresco para la noche.

—No pretendo nada, solo quiero verte y pasar tiempo contigo. Un rato de nada y me voy.

—Vale, pero solo un rato.

Volvió a introducir su móvil en el bolsillo y se encaminó hacia los bares a la par que se unía al cántico que sus amigos muy ebrios entonaban. Mientras tanto, Laura extrañada miraba su móvil, su hermano desde verano había cambiado, tanto con ella, como con su madre… sobre todo con esta última. La intentaba ayudar en la casa incluso de vez en cuando hablaban más de la cuenta, no comprendía cuál podría haber sido el detonante para tal transformación, pero le gustaba ver a su hermano más maduro.

—Laura, cariño, ¿Qué pasa? —le sorprendió Alicia de pronto.

—No, nada. Estaba justo pensando, me has pillado fuera de todo.

—Sí, parecía que estabas un poco ida. —le señaló el móvil que sujetaba con ambas manos y le añadió— ¿Has hablado con algún chico?

—¡¿Qué dices?! Estoy seca de tíos. —ambas se rieron y después la joven siguió— Era mi hermano, que va a pasarse por aquí para verme, o eso me ha dicho.

—¿Ah, sí? Qué bien, ¿no?

—Sí, bueno… mientras no se meta conmigo, cuando está normal es muy majo.

—Yo te defiendo, no te preocupes. —con un punto de alcohol más de lo habitual en sus venas, Alicia le comentó— Es muy majo, me cae muy bien, bueno desde siempre. Además me parece guapísimo…

—Alicia —cortó veloz la joven—, por ese camino no me vayas que nos conocemos.

—No lo digo con ningún objetivo, —sus ojos brillaban en la oscuridad del bar debido al alcohol y las luces de colores— solo que es muy guapo. Pero no tranquila, hermanos de amigas no se tocan, te lo prometo. Además que Sergio tenía novia, ¿no? La chica aquella que vino el otro día.

—Marta, sí. Es una chica muy maja y guapísima, la verdad que no sé cómo se las ingenia para estar con una chica como ella.

—Porque está muy bueno. —visiblemente ebria y sonriendo de forma maliciosa para picar a su amiga.

—¡ALICIA! —le acabó golpeando uno de los brazos para después reírse ambas y acercarse a la barra.

Mientras las dos jovencitas conversaban, a Sergio le había dado tiempo a recorrer en 7 minutos la distancia que les separaba del Matraka. Entró el primero de su grupo, poniéndose de puntillas tratando de hacer un reconocimiento rápido del lugar. A lo lejos en la barra, entre el gran tumulto de gente que se formaba, divisó a su hermana, que casualidad… estaba con Alicia.

Señaló a sus amigos el camino y todos le siguieron cuáles aventureros hacia su destino, donde las amigas de Laura esperaban. Se acercó primero al grupo donde se encontraban las otras cuatro chicas que habían salido de fiesta, las saludó y presentó a sus amigos. Dos se quedaron con las chicas hablando, los demás parecían sedientos y se acercaron a la barra. Con estos fue Sergio, pero bifurcándose como el afluente de un río, ya que su hermana estaba más a la izquierda.

Llegó hasta donde las chicas, que se encontraban charlando ajenas a que el joven las había encontrado. Con rapidez posó ambas manos en la espalda de su hermana, moviendo los dedos con velocidad para hacerla cosquillas y darle un pequeño susto. Cosquillas no le hizo, pero la chica sí que se dio un buen susto, tanto que si llega a tener en la mano la copa que le estaban sirviendo se la hubiera tirado por encima.

—¡Sergio, estúpido! Casi me matas del susto.

—No será para tanto. —con soltura debido al alcohol en sangre, agarró el rostro de su hermana y le plantó un beso en la mejilla.

—Quita que me dejas las babas… —se quejó como una buena hermana pequeña y añadió señalando a su amiga— Te acuerdas de Alicia, ¿verdad?

Sus ojos delataban que la estaba analizando de arriba abajo. Como un escáner, la mirada de Sergio primero pasó por sus piernas, esbeltas y escondidas tras unas medias negras. Después subió hasta el vestido ceñido que le llegaba hasta el muslo y para finalizar su análisis, pasó por los pechos que no se mostraban en ningún escote. En el rostro de Alicia, una sonrisa muy coqueta no se escondía.

—Pues no me suena de nada —dijo Sergio sin evitar lanzar una mirada cómplice a la joven.

—Sabes de sobra quién es, no te hagas el tonto.

—Pues entonces, ¿Por qué me preguntas si me acuerdo de ella?

—¡Ay chico! De verdad… no empieces con tus cosas.

—No vaciles a tu hermana, Sergio. —Alicia le miró con muchas ganas, tantas que de estar atenta, Laura podría haber notado algo— Hoy la he dicho que la iba a proteger de ti.

—Está bien saberlo. Pero bueno, no tendrás mucho trabajo, vengo en son de paz. Solo quiero invitar a mi bonita hermana a que tome algo conmigo.

—Te podrías portar también con Alicia —saltó de pronto Laura—. Hace nada fue su cumple, te lo comenté, pero como a veces no me escuchas.

—Sí te escucho, es más, me dijiste que hoy salías por eso y yo te dije que si podía, te vendría a ver. —Laura comenzó a recordar y tenía toda la razón— Y añadiré, que me dijiste que era el 3 de enero, ¿me equivoco, Alicia?

—No, para nada.

Laura se quedó pensando en si aquello era verdad o no, recordaba haber tenido esa conversación mientras cenaban en Navidad, sin embargo, lo del día del cumpleaños no conseguía acordarse. Lo dio por perdido, si lo sabía sería porque se lo habría dicho, no tenía otro modo de saberlo.

—Bueno, vale, lo siento —dijo poniendo una cara de pena mientras las copas ya estaban servidas en la barra.

Su hermano la volvió a dar otro beso a lo que esta no se negó. No conocía a su hermano borracho, pero tampoco le desagradó esa faceta tan amorosa que tenía con ella. El joven se hizo un hueco entre ambas y acercando el rostro al camarero que tendría su misma edad, le comentó que añadiera tres chupitos a la barra.

Se dio la vuelta, primero donde su hermana y le comentó que quería, ella movió los hombros haciéndole ver que le daba lo mismo. Sergio hizo un rápido análisis de las bebidas posibles y omitiendo las más duras como el tequila, el whisky o el jagermeister, las demás eran serias candidatas.

Volvió a girarse, pero esta vez al otro lado. Alicia le esperaba con una sonrisa y le preguntó lo mismo que a su hermana. Encorvó un poco su cuerpo para acercarse aún más a la muchacha y escuchar de forma nítida su respuesta. La joven dio un ligero paso hasta donde se encontraba y posó su mano en el vientre de este, con cuidado, como si lo fuera a romper. Estaba tan cerca que el perfume con un ligero toque a vainilla llegó al sistema olfativo de Sergio embriagándose al instante, olía de maravilla.

Sus labios rozaron el lóbulo del chico, casi dándole un mínimo beso que por la posición, que estaba Laura no podía ver. Subió algo más su boca hasta colocarse en el odio del joven y que este notara el aliento caliente que desprendía. No estaba caliente, sino que quemaba como las brasas del mismo infierno.

Rápido pasó la mano rodeando la cintura de la chica y se la atrajo hacia donde estaba, logrando pegar un cuerpo con el otro. Sintió sus pechos sobre su costado, su cadera golpeando por poco la suya y menos mal que estaba de lado, si no sus sexos hubieran entrado en contacto. Fue entonces, estando tan juntos y notando los labios cosquilleándole la oreja, que Alicia le dijo lo que quería.

—A ti.

La adrenalina se le disparó, el calor le subió al cerebro y por un momento atrajo con mucha más fuerza a la chica hacia su cuerpo. La quería poseer, lo deseaba, era lo único que quería en el mundo. Por un fugaz momento estuvo decidido a subirla a la barra arrancarla las medias y regalarle su entrepierna para que gozara de los dieciocho centímetros que tenía, uno por cada año que cumplía.

Solamente le detuvo la presencia de su hermanita. Le hubiera importado un pimiento que sus amigos estuvieran allí o que las amigas de Laura le vieran, hubiese cogido del brazo a Alicia y se la hubiera llevado a su casa. El Sergio “caliente” estaba imparable, debía frenarlo.

Alejó su mano de la cintura de la joven donde su vestido se arrugaba debido al puño cerrado con ganas sobre la tela, ahora comenzaba a abrirse volviendo a su lugar. Sergio no perdió la ocasión para desahogar un poco esa parte suya tan sexual y por sorpresa, mientras recogía su brazo, soltó un ligero azote en la nalga derecha. Alicia no dijo nada, solo sonrió y dio un paso hacia atrás, sabedora de que el límite se había roto por completo.

—Pues pediré unos de licor de Melón, que está bastante bueno.

Ambas asintieron y rápido el camarero los puso en la barra. Le sentó bien tomar algo frío, le serenó el pensamiento no obstante a la larga el alcohol siempre trae la factura de vuelta. Sin embargo para eso todavía quedaba mucho tiempo.

Volvieron los tres al grupo, mientras sus amigos hablaban con las de Laura. Sergio vislumbró alguna esperanza de poder quedarse allí, era lo que deseaba, pero sabía que esa pequeña posibilidad era muy nimia, pronto se irían a la discoteca.

Bailaron un rato entre todos, la verdad que se lo estaba pasando genial, incluso Laura bromeaba de vez en cuando. A la más pequeña de la familia, por primera vez le gustaba que su hermano estuviera con ella, algo impensable días atrás. Algunas veces le parecía demasiado infantil y poco maduro, con demasiadas chorradas en la cabeza, pero desde hacía un tiempo, la cosa había cambiado. Por primera vez le comenzaba a ver como un hermano mayor.

Sin embargo todo tiene su punto final, y después de media hora, los chicos se tuvieron que ir. Uno de los amigos de Sergio había llamado a los taxis y en cinco minutos estarían esperándoles. Comenzaron todos a despedirse y Laura sintió verdadera pena porque su hermano se tuviera que marchar. No es que fuera a llorar, pero quería seguir disfrutando junto a él.

—¿No os quedáis más? —comentó Laura a su hermano evitando que se le notara lo que realmente deseaba.

—Que va hermanita, nos vamos ya, que se nos hace tarde. Así ya no hay posibilidades que me ría más de ti.

—Eres un bobo. Hoy me lo he pasado muy bien. Otro día podéis venir… si os apetece.

—Espero que no me lo digas porque te gusta alguno de mis amigos. —solo bromeaba, aunque lo siguiente fue más serio y también contradictorio— Porque si es así, me lo cargo.

—No, Sergio. Me ha gustado… que estuviéramos juntos… nada más. —de no estar borracha ni se le hubiera ocurrido decir algo así.

—¡Ay mi hermanita bonita! —los grados de alcohol en su cuerpo habían aumentado y ya no controlaba su amor— ¿Sabes que te quiero mucho?

—¡Anda, tira ya! Que ahora sí que me vas a poner en evidencia —lo dijo tratando de no reírse por la vergüenza. No lo consiguió.

Sergio la envolvió en sus brazos y la dio un beso en la frente mientras la apretaba contra su pecho. Laura se sintió segura y arropada, como siempre debe sentirse una chica con su hermano mayor. Se le olvidaron las disputas domésticas, las broncas en casa, el cómo llamaba a su padre cada vez que podía para ganar una batalla, estaba por fin con su hermano.

Se separaron y vio como los ojos de su compañero de casa le miraban fijamente. Jamás le había mirado de esa forma, con cariño y ternura, seguramente debido a todo el ron que corría por su cuerpo, no obstante le gustó.

—Tienes los ojos de la tía y de mamá. Sin embargo, los tuyos son los más preciosos.

Laura se separó y agachó la cabeza avergonzada como nunca. Se sintió feliz y a la vez con una timidez que su cuerpo no podía soportar. Le hizo gestos para que se marchara porque apenas podía mirarle a la cara, estaba roja como un tomate y no era ni debido al alcohol, ni al calor, sino al halago de su hermano.

Se giró para dar dos pasos y ver como los chicos acababan de despedirse de ellas mientras Sergio lo hacía con la última de las chicas, Alicia. Laura no se dio la vuelta para mirar, porque no quería que le viera su ruborizado rostro, quizá en la oscuridad era muy difícil apreciarlo, pero mejor prevenir. Mientras la joven pensaba que era igual que su madre en muchos aspectos, tanto en los ojos como en la personalidad, no se daba cuenta de que a su espalda, Sergio y Alicia conversaban.

—¿Ya te vas entonces? —Sergio asintió y se agachó levemente para darla dos besos muy cerca de los labios— Se me ha hecho a poco.

—Luego vete a casa sobre las cinco —el joven no se cortó y se lo dijo sin titubeos—. Lo más tarde posible y si quieres, te hablo cuando este por aquí.

—Háblame. —fue una orden, no una sugerencia.

Lanzándose una mirada más que penetrante, Sergio se dio la vuelta con rapidez para no asaltarla allí mismo. Las ansias le podían y debía de estar más tranquilo, la noche era larga, pero las horas pasarían rápidas.

Pasó al lado de su hermana y la dio otro beso rápido en la cabeza sin detenerse, a la par que esta le acariciaba el brazo sin querer soltarlo. No obstante lo hizo y su hermano al de pocos minutos ya estaba montado en el taxi.

La fiesta se fue un poco de las manos y cuando se quiso dar cuenta los recuerdos de buena parte de la noche habían sido borrados de su memoria. Más o menos recordaba todo en general, tomar copas, más chupitos, bailar y cantar como loco con sus amigos. Hubo un momento de bajón propio del alcohol, en el que trató de mandarle un mensaje a su novia, pero desistió en el último momento. Siempre recordaba una frase de uno de sus amigos que le saltaba como una alarma en esos momentos, “borracho y de madrugada, los mensajes no llevan a nada”.

Ya en el taxi de vuelta, fue recobrando un poco más la compostura, se encontraba bien, aunque seguramente lo pagaría al día siguiente en forma de resaca, casi podía vislumbrar el peaje que iba a pasar. Sin embargo todavía quedaba por hacer una cosa. Con el móvil en la mano y cerciorándose que su amigo de la derecha estaba dormido (estaba desnucado y roncaba con la boca abierta), encendió la pantalla y abrió el Instagram.

—Voy.

—Estoy en casa, acabo de llegar. —respondió Alicia al de un minuto. Añadió acto seguido— ¿Te apetece hacerme compañía?

—Dame la dirección.

La dirección llegó y justo el taxi entró por el pueblo, faltaba poco para que por fin pudiera desatarse. Sin embargo había pasado por alto el mensaje que tenía en la pantalla, lo abrió sin saber quién podría ser, era Laura.

—Voy para casa, ¿por casualidad no vendrás ahora? Para no ir sola.

El taxi justo paró en el lugar indicado donde le había comentado y con la mano se despidió de sus amigos, dejando su parte correspondiente del viaje. El coche arrancó y vio cómo se perdía dirección a la siguiente casa de sus amigos. Entre las luces de las farolas que iluminaban la solitaria calle, el joven se vio solo y… libre.

Sergio echó un vistazo a la calle, era de noche y no había nadie. Caminó con el viento frío golpeándole el rostro y las manos en los bolsillos para mantenerlas calientes. No pensaba en nada, solo su cerebro se activó al llegar al cruce donde debía girar.

Había más de una calle, pero a él solo le interesaban dos, a la izquierda la pendiente que le llevaría a su casa y a la derecha una cuesta en dirección al hogar de Alicia. Se quedó de pie embobado, el aire helado le dio un poco de sensatez a su atrofiada mente y ahora la imagen de Marta aparecía en su cabeza. ¿Para qué iba a hacerlo? La chica solo le gustaba para un rato, nada más ¿iba a fastidiar una relación por un simple coito?

Las preguntas le comenzaron a comer la cabeza y por un momento se sintió mareado, cruzó la calle hacia la izquierda, donde el camino de la sensatez y la moralidad se encontraba. Se sentó en uno de los portales acurrucándose por el gélido tiempo y miró de nuevo el móvil, abriendo el mensaje de su hermana y viendo que estaba en línea. Hacía muy poco que se lo había escrito, quizá todavía estuviera por allí.

Volteó sus ojos hacia arriba, la larga calle se extendía hasta una rotonda que conectaba casi con su casa, estaba tan cerca. Observó con nitidez, su buena visión pese a lo ebrio que estaba le hizo divisar una silueta en la lejanía. La chaqueta de color rosa que llevaba y los andares tan conocidos la delataban, era Laura.

Su hermana caminaba sola hacia su hogar, encorvada por las bajas temperaturas haciéndola un infierno el llegar. Tragó saliva al verla, incluso la sintió desvalida, su hermana pequeña no necesitaba su ayuda, pero quizá si un brazo para hacer más llevadero el viaje. Se sintió mal, muy mal, ver a lo lejos a su pequeña hermana, sumado a los sentimientos que le provocaba Marta era un cóctel que en cualquier momento iba a explotar.

Se decidió a hacer lo correcto, por una vez encerraría al Sergio “caliente”. Correría a donde su hermana y al día siguiente hablaría con Marta para ver lo que hacían, o darse una nueva oportunidad o dejarlo, pero no sería infiel.

La garganta se le atoró, las manos le sudaban y el calor que le nacía en el vientre, al menos le proporcionaba cierta comodidad. Se alzó del portal como un hombre nuevo, mirando como su hermana a lo lejos todavía era muy alcanzable, la acompañaría a casa y si ella quería incluso la arroparía en su cama después de una canción de cuna. Sería un buen hermano mayor.

Sacó el móvil con la intención de que Laura le esperase en lo más alto, que esperase por su hermano mayor, que él la cuidaría hasta llegar a casa. Vio de nuevo el mensaje de su hermana, le pareció tan tierno… se puso a escribir y cuando vio la frase terminada, le dio a enviar.

—No voy a poder, Laura, aún estoy de fiesta. Lo siento, te quiero mucho.

Se guardó el móvil en el bolsillo y haciendo caso omiso a todo lo meditado, corrió como un loco cuesta abajo hacia la casa de Alicia. El Sergio “caliente” había poseído su cuerpo, descendiendo a la casa de su amante, o más bien al ardiente infierno.

CONTINUARÁ

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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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