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Aventuras y desventuras húmedas: Segunda etapa (9)

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Era un caballo desbocado dando zancadas de varios metros. Cualquiera que le hubiera visto pensaría que huida de la misma muerte, pero no había nadie que le viera, ni siquiera su hermana, que ya comenzaba la última recta en dirección a casa.

El corazón le estallaba y no del cansancio por la carrera, sino por la tensión de lo prohibido. Había llegado al portal en menos de dos minutos cuando caminando hubiera necesitado mínimo cinco. Llamó al portero con los pulmones ardiendo, menos mal que nadie preguntó, solo aulló el sonido de la cerradura metálica abriéndose. Si hubiera tenido que decir una mísera palabra, no hubiera podido.

Esperó al ascensor, primero porque debía descansar y segundo porque se quería hacer un poco de rogar. “A buenas horas” saltó su mente racional, “como si Alicia no supiera a lo que vienes”. El ascensor le dejó en el quinto piso y la puerta de más a la derecha ya estaba abierta. Allí posaba su amante, Alicia, con un pijama corto y unas zapatillas peludas que asemejaban un conejo.

Dio el primer paso acercándose a la joven. Una pequeña voz en su interior le decía que recordase a su novia, que Marta no merecía eso, pero era algo tan lejano… un eco venido de la cima de un monte que no se podía escuchar.

Alicia comenzó a cerrar la puerta, sin embargo, antes de conseguirlo el chico que tan ardiente parecía, ya la había rodeado con sus brazos y comenzaba a besarla. Los besos se sucedían sin parar, el sabor a alcohol no les parecía para nada desagradable y mientras la puerta se cerraba con brusquedad, la jovencita era alzada en brazos.

Las manos de Sergio aferradas con dureza a las nalgas de la joven la llevaban en volandas por el descansillo. Toparon con una pared y Alicia movió la cadera para sentir algo que la golpeada, era el pene del joven que ya venía preparado.

—Sigue el pasillo y a la derecha.

Pudo decir la muchacha mientras sus lenguas batallaban con ferocidad. Sergio la llevó sin soltarla ni por un momento, recorrió el pasillo y después se paró en la puerta de la sala. Allí se adentró y la depositó en el sofá, se sentía con tanta fuerza que la chica apenas le pesaba más que un papel. La adrenalina en su cuerpo, sumado a lo caliente que estaba le hacía sentir que podía hacer cualquier cosa.

—Me has hecho esperarte un poco —saltó Alicia sentada contra el respaldo del sofá.

—Ahora lo compenso —Sergio no quería hablar, solo pensaba en una cosa, sexo.

Se sentó a su lado y con ganas pasó su mano por la pierna desnuda de la muchacha que rio al notar el cosquilleo que le producía. Los dedos curiosos avanzaban por la suave piel que a cada centímetro se erizaba aún más. Estaba muy cerca del pequeño pantaloncito que cubría una zona que Sergio deseaba probar, unos pocos milímetros le separaban, apretó esa parte del muslo con ganas antes de llegar.

Sin embargo, Alicia le detuvo. Colocó su mano en la muñeca del chico y paró su avance sin ofrecer ningún motivo. Le miró con ojos deseosos, no se comprendía que podía pasar y menos una mente como la de Sergio que entre la calentura y el alcohol se había vuelto la de un chimpancé.

—¿Está todo bien? —preguntó Alicia con su mano aferrando la del joven.

—¿Cómo?

—Lo digo por tu novia.

—No creo que sea el momento de hablar de eso. —casi se sentía indignado porque Marta saliera en ese instante, si nunca hablaban de ello por algo sería.

—Lo que no me apetece es que mañana estés mal, quiero que no te arrepientas.

—Si estoy aquí, no creo que me vaya a arrepentir. —no sabía lo que decía.

Sergio lanzó un beso que Alicia evitó colocando su mejilla donde deberían estar los labios. Comenzó a besarle poco a poco y al llegar a su oído, la amiga de Laura susurró.

—¿Esto lleva a algo más?

—No lo sé. —el joven torció el gesto, para después sonreír al notar un pequeño mordisco de la chica— ¿Quién sabe? Mañana lo podré pensar mejor.

Alicia aspiró con fuerza, le agarró el rostro y girándolo hacia ella, le besó con toda la pasión que tenía dentro. Sin dejar pensar al muchacho, se montó encima de él dejando una pierna a cada lado. Sus manos calientes por el ambiente acogedor del hogar pasaron por el pecho de Sergio levantando la camiseta y el jersey. Contrastaban con los dedos gélidos del joven que trataba de calentarse apretando con fuerza sendas nalgas.

—Estaría bien que quisieras algo más —dijo en un momento Alicia separando los labios.

—Veamos que pasa hoy y pensaremos mejor en unas horas.

La joven con rapidez cogió la parte baja de su camiseta de pijama y con unos pómulos rojos e inflamados debido al erotismo, se la quitó de golpe, dejando que cayera en el sofá.

—¿Te gustaría tener esto todos los días?

Alicia se pasó sus manos por los senos haciendo que los pezones rosados se le endurecieran levemente. Las nalgas de la muchacha habían sido abandonadas por las manos de Sergio que ahora surcaban la cintura para llegar a esos dos montes que tanto se parecían a los de… Marta.

En qué momento se le pasaba su novia por la cabeza. Podría decirse que en tamaño y color eran similares, aun así, su cerebro le jugaba una mala pasada. Cerró y abrió los ojos para centrarse. Esa voz de su interior, la cual rugía por salir le estaba molestando. Aún estaba dentro de un pozo de varios metros lleno de agua, pero ni con esas se callaba, su conciencia era fuerte.

—Estaría bien —contestó como un autónomo.

Había tenido unos senos más grandes entre las manos, incluso más esponjosos, sin embargo, los de Alicia le parecían “nuevos”. Pensó que podían estar inmaculados, como si nadie hubiera pasado antes por allí, iba a ser Neil Armstrong en los pechos de la joven. Aunque solo era una sensación, más de un chico había probado la delicada piel que Alicia tenía por esa zona.

—Entonces me vas a tener que invitar un día a… no sé… al cine o a cenar, ¿no?

Las manos de la joven se enredaban en el pelo de Sergio mientras hablaba y cuando este comenzó a asentir a la pregunta de la chica, ella lo atrajo hacia su cuerpo. No sabía ni que contestar, ni siquiera cuál era la pregunta. Movió la cabeza por alcanzar su objetivo, parecido al niño que dice que no lo volverá a hacer solo para volver a jugar.

La boca encajó a la perfección con la mama de la joven cumpleañera, que suspiró al notar la ardiente saliva. La lengua describió un movimiento circular en torno a la protuberancia que logró la completa erección, solo quedaba una cosa, sorberlo.

Sergio pensaba que aquello podía acabar en cualquier momento, que su estúpida conciencia saldría a la luz, lanzaría a la chica por los aires y se iría tan rápido como había venido. Sin embargo, era muy poco probable. Con el pezón aferrado por sus labios, los únicos pensamientos que tenía eran sobre Alicia. Marta era un simple borrón en su memoria y ni siquiera pensaba en si su hermana había llegado ya a casa. Solo quería gozar.

Las manos de la joven soltaron el cabello y se fueron directas a la entrepierna de este. Con poca maña, pero algo de acierto, logró desabrochar el pantalón e introducir una mano por dentro de la ropa interior. El bulto ya era considerable, solo le faltaba salir a que le diera la luz como a una planta y crecer del todo. Alicia no dudó en abrir los ojos de sorpresa al notar toda la carne en su mano, decididamente había tenido suerte.

—¡¿Qué tienes aquí?! —preguntó sorprendida al mismo tiempo que gozaba del masaje con la lengua.

—¿Quieres verla?

Sergio estaba caliente como nuca, notando el seno en su boca se sentía de lo más afortunado y no pensaba parar hasta que las piernas se lo permitieran. Su cabeza no regia, solo se dejaba llevar por ese yo “caliente”. Le apetecía tumbar a la muchacha en el sofá y someterla con tantas penetraciones que perdiera todos sus líquidos.

Antes de que respondiera se percató de una cosa tan obvia que en ningún momento había calculado. En su cartera solo había dinero, tarjetas y pelusas, ni un preservativo. Con los ojos abiertos y únicamente lamiendo con su lengua el pezón derecho de la joven, la miró para preguntarla.

—¿Tienes condón?

—Sí. —sonrió avergonzada y dándole un tierno beso en los labios, alejado de la pasión del comienzo, añadió— Lo he dejado preparado en la mesa.

Sergio no contuvo la mueca de satisfacción y se levantó dejando a la chica en el sofá. El envoltorio de color aluminio, estaba a la vista, preparado para la gran ocasión. No perdió tiempo en historias, se deshizo de la parte de arriba de la ropa y después de la de abajo en un visto y no visto. No le dejaba todavía ver lo que tenía entre las piernas a su amante, quería que fuera una sorpresa, aunque ya lo había palpado y en su imaginación estaba claro. Sin embargo, Sergio en su estado embriagado y ardiente quería pavonearse ante la joven.

Se giró con el preservativo ya sacado en sus manos, su cara dibujaba una sonrisa estúpida que gritaba “mira lo que tengo, nena”. Pero Alicia no fue la única sorprendida, Sergio vio como la joven se había desvestido mientras él hacia el “indio” quedándose sentada en el sofá, con las piernas abiertas. Estaba expuesta a todo lo que tuviera que venir. Un sexo rosado y algo mojado resplandecía con las tres luces del salón. El joven clavó su mirada, era un aperitivo listo para ser devorado, pero no quería perder el tiempo en preliminares, tenían que ir directamente al postre.

—Vaya… Qué polla… —resopló Alicia llena de una pasión incontrolable.

—Es tu regalo, Alicia. —Sergio se colocó el condón con poca maña quitando el glamour que pensaba que tenía— Dieciocho centímetros, uno por cada año.

Ella soltó una risa nerviosa y caliente, algo que pareció más un “hipo” que una carcajada. No importaba… que hiciera los sonidos que quisiera, Sergio solo tenía ojos para lo que poseía entre las piernas.

Con dos pasos rápidos se puso frente a la chica, que sin cerrar las piernas le esperaba con ansiedad. Sergio se mordió el labio para contener los primeros impulsos de desenfreno y admiró la chica tan bella que tenía delante, “mucho mejor que en la foto del bikini”. Pensó mil cosas en aquel instante, incluso en que le podría pedir hacérselo con el bikini puesto, sin embargo, hizo lo más obvio, comenzar el coito.

Cogió de las piernas a su amante y la levantó en el aire sin pedirla permiso. El sofá como buen chaise longue, tenía una parte más alargada que Sergio acertadamente denominaba la L. Allí la depositó sin perder un gramo de fuerza. Realmente estaba tan acelerado que aquella mujer no le pesaba nada, seguramente podría hacérselo durante horas.

Colocándola justo en la esquina, con cada nalga separada por la punta del cojín, sujetó sus piernas y esta se apoyó en sus antebrazos para dejarse hacer. El pene estaba dispuesto, el condón tenía cierta lubricación que haría la entrada perfecta, sin obviar la humedad que Alicia cultivó durante toda la noche. Todo aquello, lograba que el interior de la boca de Sergio, salivase.

En aquel momento, de nuevo, como un flash, Marta apareció en su cabeza. Una imagen rápida de ella sonriendo y diciéndole que le quería, aquellas risas que habían tenido justo después de ver a Alicia por primera vez. Todo duró menos de medio segundo, fue muy rápido. Pensó en que diría su preciosa tía, incluso, que diría su… ¿Preciosa? Madre, “¿Qué hago pensando en ella?”.

Volvió a salir de su mente viendo a la amante que yacía encima del sofá esperando por una penetración que se eternizaba. Alguna duda le había asaltado, pero con la mirada fija en los preciosos ojos color avellana de la joven y en como su pecho rugía al aspirar, metió su pene en lo más profundo.

—¡JODER!

Alicia dio un verdadero alarido. Un grito de placer extremo, sorpresa y conocimiento personal. Este último, por descubrir cuan profundo era su vagina.

—¿Más? —preguntó Sergio enaltecido por saber que podía proporcionar un gran placer.

—Sí, sí, hazlo otra vez.

Sergio repitió la misma jugada. Sacó su pene duro y repleto de venas que simulaban las raíces de un árbol y de nuevo lo dirigió a la entrada de la muchacha. Entró con fuerza por segunda vez, hasta que su sexo se quedó completamente en el interior y sus genitales acariciaban el ano de Alicia.

—Me cago en… —replicó esta vez en un tono más moderado—. Con esto ya ha valido la pena que vinieras.

—No, Alicia, no. Todavía queda lo mejor.

Con un ritmo rápido volvió a entrar y salir de un sexo que comenzaba a palpitar después de pocas acometidas. Las manos de Sergio aferraban la parte trasera de los muslos de Alicia dejando sus rodillas casi en el rostro de la joven. Estaba más abierta de lo que nunca había estado en la vida, ver desde esa posición al hermano de su amiga metiendo sin parar su miembro mientras ponía caras de pasión era impagable.

Lo que tanto anhelaban ambos llegó, nada más par de minutos después de la primera entrada. Alicia que llevaba sin sexo más tiempo del que desearía, estaba demasiado sensible y todo lo que había esperado para tener aquel coito la hizo explotar.

Las entradas ya no eran tan profundas, sino rápidas. La boca de la joven solo aspiraba aire mientras miraba como una y otra vez era penetrada con una pasión que la desbordaba. Agarró con fuerza la nuca del joven y la acercó todo lo que pudo hasta su boca.

—Fóllame, que me corro… —suplicó entre dientes.

Sergio volvió a sacar esa parte ardiente que pocas veces había visto. Comenzó con unas entradas poderosas que al llegar al fondo de la muchacha hacían que unas cuantas gotas salieran disparadas del sexo. Era como ver gotear en un charco, algo imperceptible, pero después de unas cuantas entradas y salidas de ese tipo, al tiempo que Alicia gemía sin parar, tanto el sofá como las piernas de ambos quedaron humedecidas.

—Ya está, ya está. ¡Joder! ¡Qué gusto! —sentenció Alicia soltando las manos de la nuca de su amante y agarrándose el pelo con fuerza.

Un grito sonó atronador dentro de las cuatro paredes cuando Sergio introdujo todo de golpe, notando que el orgasmo estaba allí. La vagina convulsionó, todo el interior masajeó el tronco y el prepucio del joven que seguía haciendo fuerza para ganar milímetros allí dentro.

Alicia estiró un sonido irreconocible hasta la extenuación y volteó los ojos hasta dejarlos blancos. Su cabello negro yacía en el sofá como una línea de conexiones neuronales, todas con el mismo destino, el rostro rojo de la chica.

Sacó su herramienta del interior viendo lo dilatado que había quedado el sexo opuesto. Se sentía realmente bien, como si el trabajo estuviera bien hecho, pero aún quedaba más.

No lo hizo de forma descortés, únicamente le faltó algo de caballerosidad. Sergio cogió la mano de la chica con dulzura y sin dejar que el orgasmo abandonara su cuerpo, la subió de nuevo en volandas. Siempre había querido probar una cosa y ahora se veía con muchas fuerzas para hacerlo.

—Alicia, métetela.

La joven todavía con el rostro descompuesto y algo perdida, pasó su torpe mano entre ambos cuerpo. Sus piernas rodeaban la cintura del joven y las manos de este de nuevo estaban agarrando su trasero. Cuanto le gustaba notar cada dedo apretándola.

Con poco acierto, debido a la falta de experiencia en esa posición y la dificultad para ver, tardó en introducir de nuevo el miembro de Sergio. Aunque la espera pareció más larga de lo que en verdad había sido, al fin lo lograron, comenzando de nuevo un sexo de lo más satisfactorio.

Pasando ambas manos de nuevo por debajo de los muslos de la chica, la cogió como bien había visto en muchas escenas porno durante tardes interminables. Y allí mismo, de pie, retomaron el coito.

No era tan sencillo como los videos para adultos hacían ver. Las piernas ya endurecidas por el coito anterior, no hacían que resultara nada sencillo. Sergio se ayudaba de manos y cuerpo para poder hacer las penetraciones, pero Alicia, totalmente inexperta en esa postura no hacía nada.

—Nunca lo había hecho así. —saltó la chica al no notar demasiado placer.

—Yo, alguna que otra vez —mintió, de nuevo para pavonearse.

El sentido de todo aquello era bastante simple, él era el “adulto” en esta pareja, debía llevar la voz cantante de hombre experimentado. Aquellas tonterías nunca las hubiera pensado sereno y tampoco si hubiera estado menos cachondo. No obstante la mezcla había sido tan mala que ahora se comportaba como lo que tildaría él mismo, “un imbécil”.

—He estado con algún que otro chico de gimnasio, pero nunca me pusieron así. —solo uno. No se quería sentir intimidada por el comportamiento del chico.

—Pero… no te lo haría así…

El orgullo etílico del joven había sido herido. Oír que otro “chico” estaba en una conversación mientras hacían sexo… no le gustaba. Agarró con más fuerza ambas nalgas de la mujer y las abrió todo lo que pudo. En un acto algo insensato, pero algo posible debido a las fuerzas que parecía tener, comenzó con un ritmo tan frenético, que jamás se hubiera imaginado.

Quizá solo con Carmen había gozado a tamaña velocidad, aunque no lo recordaba con exactitud. Las manos de Alicia se agarraban a la espalda con ganas, pensando que podría salir volando en cualquier momento. Sus piernas se agarraban mucho más a la cintura del joven y notaba como tanto su sexo se abría sin contemplaciones y su trasero… hacia lo mismo.

El cabello oscilaba arriba y abajo, le golpeaba en el rostro y se le metía en la boca. El placer estaba siendo terrible, era similar a tener un vibrador, ya que el coito era tan veloz que apenas se movía, solo vibraba.

El placer iba llegando, pero también el bamboleo de su cabeza unido al alcohol de toda la noche, la hicieron desfallecer.

—Para, Sergio, para…

El joven se detuvo al de dos segundos, ya que apenas la había escuchado y eso que el tono era alto y claro, además solo le separaban unos centímetros. Miró a la joven como se recogía el pelo detrás de la oreja mientras centraba su mirada y se humedecía los labios.

—Me mareaba…

—¿Estás bien?

El pecho de Sergio explotaba a cada aspiración, se había cansado como nunca y algunas gotas de sudor perlaban su frente. No pasó inadvertido para la joven que le besó con pasión aún con su pene en el interior.

—Bájame, seguimos de otra forma.

Posó los pies en el suelo con algo de incertidumbre, en más o menos diez minutos apenas los había usado para nada y con el gozo que todavía llevaba no sabía si le sujetarían, pero lo hicieron. Con un rápido movimiento, Sergio dio la vuelta por el cuerpo joven de Alicia y la rodeó por la espalda. Comenzó a darle suaves besos en su cuello y un pequeño mordisco, algo que hizo a la muchacha abrir los ojos y decir.

—¿Tú me puedes morder, pero yo a ti?

—No —dijo añadiendo sonidos de negación—. Como me dejes una marca… la liamos.

Pasó las manos hasta los pechos de la muchacha y los aprisionó mientras esta gemía. Abrió los ojos y se vio en el reflejo de la televisión. El cristal negro le daba una imagen perfecta del cuerpo de su amante que ahora era acariciada por sus ya calientes manos.

—Ponte a cuatro patas —le sugirió Sergio, no había opción a debate, pero sonó demasiado bien. Alicia se fue a mover al sofá, pero señalando el suelo, el joven le hizo ver que la posición exacta era allí mismo—. En la alfombra mejor.

Era mullida y seguramente algo cara, ya que el tacto era demasiado agradable, pero aquello no hacía que la comodidad fuera mayor que el sofá.

Lo que Sergio pretendía era verse. No quería perder la imagen del televisor que les enfocaba en mitad de la sala. La instantánea era perfecta, Alicia estaba con las manos en la alfombra, piernas abiertas y el trasero elevado listo para la penetración. Sergio se arrodilló a su espalda, pasando las uñas por la piel desnuda de esta y haciendo que el vello se le pusiera de punta.

Ya con las yemas acariciando sus nalgas, cambió de registro y pasó de las caricias a la fuerte sujeción con los diez dedos. Alicia gimió al sentir el placer que le provocaba que aquel chico le sujetara el trasero de esa forma. El pene, como toda la madrugada, estaba listo y envuelto en el plástico que apartaba los fluidos. Volvió a penetrarla.

El frenesí había descendido y lo que ahora hacían era un coito más normal. Incluso Alicia podía seguir aquel ritmo y empujaba cuando notaba entrar el pene en su interior. Sentía como los genitales le golpeaban el clítoris añadiéndole cierto cosquilleo que le venía muy bien para lo que se avecinaba.

—Alicia, tienes el mejor culo que he visto en mi vida —decirlo en voz alta le resultó extraño, incluso dándole una ligera vergüenza que no podía ocultar.

Algo parecía que había despertado, el Sergio sensato estaba haciendo a un lado al ardiente que poco a poco se iba deshaciendo, como el alcohol en su cuerpo.

—Tú tienes la mejor verga que he visto —soltó de improviso Alicia sin mirarle.

—Qué raro que lo llames así, nunca se lo había escuchado a nadie —respondió con una media sonrisa, pero sin parar de tener sexo.

Sin embargo, aunque el Sergio caliente se iba por donde había venido, algo de él todavía quedaba dentro. Escuchando como los gemidos de su amante se aceleraban, sintió que avivaba esa parte de su interior como si le echara un bidón de gasolina.

Se encorvó hasta que su nariz se posó en el cuero cabelludo negro de la joven. Olió el aroma que desprendía, una mezcla de tabaco, alcohol, perfume y sexo… mucho sexo. Se acercó a su oído y copiando más o menos lo que ella hizo en el baro, le mordió la oreja sacándola un generoso jadeo.

—Di mejor… Polla.

Solo fue un pequeño susurro, un leve respiro, nada más. Pero Alicia abrió los ojos y volteó la mirada para ver al joven que ahora, la cabalgaba con muchísima más pasión. Apretó los dientes sintiendo como lo de antes habían sido los aperitivos y ahora llegaba el plato principal. Su vagina echaba humo, casi literalmente y cuando vio, como el joven alzó la mano y soltó un cachete rápido, disfrutó como nunca.

El sexo volvía a ser veloz, no tanto como antes, pero si a una velocidad considerable. El condón debía ser de buena calidad para soportar tales acometidas y en un momento, Alicia lo notó. El orgasmo.

—Más, Sergio, más…

Susurró similar a como si estuviera suplicando. Hizo fuerza para quedarse en el sitio y que las penetraciones de Sergio no la movieran. Sus uñas pulcramente tratadas se iban a romper si seguía con tal presión en la alfombra. Estaba notando el cielo, el verdadero paraíso de la mano del hermano de su amiga. “Si esto lo supiera Laura…” se rio por dentro.

En ese momento, sintió el cuerpo de su amante cayendo sobre ella. Ambos se tumbaron, Alicia fue sometida al final del coito, estaba entre la piel y los pelos de la alfombra. Con fuerza Sergio impulsó una y otra vez su cadera mientras contemplaba a partes iguales tanto su reflejo en el televisor como a su joven chica gozando tumbada en el suelo.

Por fin llegó, y Sergio se maldijo por tener el preservativo puesto para poder irse a la vez, no obstante aquella tela que le quitaba placer, también negaba la posibilidad de tener descendencia. Alicia gimió primero y después, debido quizá a que su mente se había aclarado, pensó que mejor no gritar, aferrando con sus dientes los pelos de la alfombra y soportar el placer.

La cadera le tembló y el pene de Sergio fue expulsado como un incómodo invitado. Sus piernas se movieron arriba y abajo y una mano rápida acudió a la llamada del clítoris que pedía más atención. Alicia acabó ella misma de producirse un orgasmo con el que jamás había soñado y ahora, yacía en la alfombra de su casa manchándola con sus flujos.

—Cariño, ¡¿qué me has hecho…?! —dijo la joven tratando de levantarse.

Sergio la ayudó esta vez con mucha dulzura, pero aquello le había sentado extraño, “¿cariño?”. Para él esas muestras de amor, solo eran reservadas para las parejas o la familia, le sonaba muy a Marta y apenas le hizo gracia.

Sin embargo, aún estaba allí, con una erección monstruosa y un cansancio que no se podía ni mover. El sudor le perlaba todo el cuerpo y se tuvo que sentar a descansar en el sofá para relajarse. Recuperando la respiración, Alicia se sentó a su lado, de forma pesada como si no hubiera estado más cansada en su vida.

—Estuvo muy, muy, muy… bien.

—Nada mal, la verdad, me lo pasé genial. —a Sergio le costaba hablar.

—Vamos a terminar esto de forma pletórica, ¿no?

La joven alzó su mano llegando hasta el preservativo y lo arrancó del pene de Sergio, que rugía de una forma casi audible. Estaba rojo, duro y con un capullo que afloraba morado. Alicia le miró y le dio un beso en la boca al tiempo que Sergio la rozaba con su mano, tenía una piel tan suave…

—¿Te apetece una mamadita?

—¿Cómo podría rechazar algo así?

La joven sonrió con un gesto que le pareció de lo más infantil. Había cumplido los 18, era mayor de edad, pero en el fondo no era más que una muchacha como su hermana. Un breve sentimiento de culpa se atisbó en su cuerpo, demasiados errores en un solo día, aunque se le disiparon cuando Alicia se introdujo el sexo en su boca.

Aquello apenas duró. Arrodillada en el sofá, con una mano estimulaba los genitales del joven mientras con la otra manejaba la piel. No se le escapó ni un centímetro de piel que saborear, una mezcla de plástico, sexo y fresa (debido al condón, su sabor favorito) que no le desagradaba.

Al de dos minutos de un buen ritmo, Sergio se tensionó. Alicia no era la mejor haciendo felaciones, pero lo suplía con un desempeño que al joven le sorprendió. Sujetó una de las nalgas con mucha fuerza y mientras escuchaba como entre respiraciones jadeantes su amante succionaba su pene.

—¡Qué bueno, Alicia! Me vas a ordeñar.

Ella no habló, solo siguió al tiempo que los gemidos de Sergio le marcaban lo que se avecinaba. Al final salió. Después de un inmenso jadeo que le hizo rebotar en el sofá, el semen brotó.

Alicia apartó la boca en el último instante, haciendo que los chorros salieran a presión cayendo sobre el cuerpo del joven. Sergio que seguía gozando de unos temblores impropios, ni siquiera notó el charco que se le formó cerca del ombligo y solo se percató cuando su amante le trajo un papel para limpiarse.

Volvió al mundo terrenal con un orgasmo que nunca disfrutaba con su novia. “Marta…” pensó al gozar de tal clímax. Pasado el frenesí y el momento del máximo placer, el Sergio ardiente había desaparecido del todo. Le había hecho cometer una tontería al Sergio “normal” y ahora se había largado para no asumir responsabilidades.

Mientras se limpiaba el semen aún caliente de su cuerpo y los pequeños picores le recorrían sus genitales, el vientre se le contrajo, había hecho mal, muy mal. Incluso una pequeña arcada asomó tímidamente, quería vomitar del asco que se daba.

CONTINUARÁ

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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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