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Aventuras y desventuras húmedas. Tercera etapa (7)

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Mari soltó la mano de su hijo, era suficientemente mayor para apañárselas solo. El joven movió los dedos con calma, primero masajeando la zona exterior, comprobando que el apurado del afeitado era exquisito. Sus dedos ya pringados por la sustancia que su madre no paraba de expulsar hicieron el primer contacto con el clítoris.

La protuberancia dura, caliente y mojada le esperaba con ansia y cuando el joven la apretó, Mari siseó con los dientes debido al placer. Sergio no se detuvo, no lo haría ni aunque un genio le prometiera tres deseos, ya que ahora mismo estaba cumpliendo uno.

Volvió a apretar, esta vez con más fuerza, sumándole una leve rotación a modo de masaje que Mari sintió en el centro de su alma. Apretó las piernas, atrapando la traviesa mano y suspirando sigilosamente. La cosa que allí ya no había nada sigiloso, en el casi perfecto silencio que les envolvía, cualquier ruido era un grito, en este caso… de placer.

Abrió las piernas de nuevo, al tiempo que Sergio golpeaba otra vez el trasero de su madre con un miembro que suspiraba por salir. En el calzoncillo se le había formado una graciosa mancha de humedad que de haberla visto, Mari se habría derretido, tenía demasiado guardado.

Quiso poner en práctica todo lo aprendido en su vida, como si todas sus experiencias sexuales confluyeran en ese preciso instante. Volvió a masajear el preciado clítoris y sintió en su propio pecho como el cuerpo de Mari temblaba como loco. Pensó en miles de cosas, sobre todo en querer sacar su escopeta y empezar con el plato fuerte, sin embargo, lo mejor sería ir paso a paso.

Dejó el monte de venus que tan bien le había sentado tocar, para bajar con unos dedos mojados hasta la cavidad con la que una vez soñó. Lo iba a hacer, nada le iba a parar. Buscó la entrada con el dedo corazón, la encontró enseguida y por fin… aunque no de la forma que anhelaba… penetró a su madre.

—Mmm…

Salió de los labios de Mari llegando a los oídos de Sergio, ansioso por escuchar mucho más del placer que la mujer sentía. El dedo que se encontraba en el interior, se movió como una anguila, electrocutando cada pared de la madre.

Movía sus piernas con cierta inquietud, el placer era tal que ni siquiera se podía estar quieta, todo le molestaba, no sabía ni como ponerse para notar todo el gozo. Mejor mantenerse quieta y que su hijo siguiera… lo estaba haciendo tan bien. Eso sí, con manos ansiosas bajó hasta donde su ropa interior descansaba, la deslizó hasta sus muslos pudiendo abrir bien las piernas y dejando que su hijo introdujera su dedo corazón de forma más profunda.

La falange se comenzó a mover por todas las paredes, nadando en una piscina de líquidos de lo más placenteros. Mari no quería materializar lo que pensaba, incluso mantenía los ojos cerrados sintiendo un placer sin igual. Lo que había deseado por fin se estaba cumpliendo, iba a tener relaciones sexuales con Sergio… no se dignaba a poner en su mente la palabra hijo.

Sergio sintió la tensión de los músculos de su madre, tanto en el interior del sexo, como en el resto de su cuerpo, la mujer se contraía. Mari apretaba los dientes al tiempo que el joven aceleraba la marcha e introducía otro dedo en su interior. El movimiento comenzó a ser veloz… como a ella le gustaba, incluso un sonido de chapoteo recorrió la habitación.

Separó las piernas todo lo que le permitió su nueva braga y puso su cara contra la almohada, no quería gritar, la daba vergüenza, INCREÍBLE. Los dedos comenzaron a elevar tanto el ritmo que Mari no lo podía soportar. Sintió el cielo y el infierno, el calor del sexo y el frío del pecado. Le recorrieron un aluvión de sensaciones y abrió tanto los ojos como la boca de par en par, tensando su cuello contra la cama.

Salió todo lo que tenía que salir. Contra los dedos de su hijo cayeron años de sexo frustrante y días en los que Mari no se sentía ni siquiera apetecible. Toda la resignación se fue con aquel orgasmo silencioso, tanto que solo las convulsiones del cuerpo de su madre avisaron a Sergio de que había llegado.

El chico sacó su mano para que su madre se relajara, escuchaba la respiración agitada e incluso el corazón acelerado de la mujer, lo podía sentir retumbando en su espalda. Se quedó quieto, solo con el calor de su mano llena de un viscoso líquido que hubiera pagado por poder ver con claridad, mientras su madre se recuperaba del hermoso orgasmo.

“Joder… pero, ¿qué coño ha sido esto?” pensó la mujer al tiempo que no podía controlar el temblor de sus piernas. Su trasero le vibraba como loco mientras el pene de su hijo seguía atravesándola ambas nalgas.

No era tiempo para detenerse, era el momento de actuar, de coger al toro por los cuernos y disfrutar, el fuego de su interior no se había apagado, sino que rugía con más fuerza. Movió más sus piernas, quitándose de encima la braga que atrapó con su mano mientras Sergio seguía quieto a su lado.

La mujer no le dio tiempo de reaccionar. Sus maltrechas piernas le dieron un respiro y sabiendo que estaba en la posición idónea, no perdió la oportunidad de subirse encima. Una de sus manos se apoyó en la cama, sus piernas se pusieron una a cada lado del joven, justo dejando su sexo repleto de fluidos encima del miembro erecto.

La mano ansiosa por encontrar lo que buscaba bajó hasta el calzoncillo de su hijo. Introdujo sus dedos sin tanta parsimonia como había hecho anteriormente Sergio. El joven ayudó bajando levemente la tela hasta sus muslos, como su madre, escasos segundos atrás y… la bestia salió.

Mari la tenía tan cerca, que al salir aquel obelisco la golpeó en sus hinchados labios, dejándola un rastro de líquido preseminal que se unía a los fluidos salidos del orgasmo. La mano rauda lo atrapó después de la colisión, agarrándolo con fuerza y haciendo que el joven se estremeciera de placer. El sonido silbante que salió de los labios del hijo, a Mari… le encantó.

Dispuso aquel tremendo pene en su entrada, el sexo hambriento de la madre por fin iba a devorar lo que tanto había buscado. Aunque por una milésima, una duda a ambos amantes les pasó por la cabeza como un rayo destructor.

Sergio en toda la vorágine ardiente en la que estaba envuelto, justo cuando su madre rodeó el grosor de su miembro con la mano, sintió un leve contacto frío que no dudo de que se trataba. Estaba claro que aquel trozo de plata que seguía con una temperatura templada, era la alianza de boda que su madre siempre llevaba encima.

A Mari quizá por el mismo contacto de su anillo con un pene que no era el de Dani, este le apareció como un fugaz recuerdo. Le iba a ser infiel por primera vez en su vida y no con un cualquiera, sino con su hijo.

Por aquella milésima de segundo en el que les pareció un siglo entero, todas las dudas y el remordimiento aparecieron. Incluso Sergio meditó la deslealtad a su padre, el máximo exponente de traición que iba a cometer.

Sin embargo, la moneda ya estaba en el aire y el destino… o el mismo demonio estaba con las riendas de sus vidas. El pene de Sergio rozó de nuevo uno de los labios de Mari, haciendo que aquella millonésima parte de segundo acabase y ambos volvieran a la casi perpetua oscuridad de la habitación.

La mujer no se detuvo, sino que pasó aquel tremendo miembro por su sexo, masajeándoselo para golpearlo en dos ocasiones contra su duro clítoris. Un sonido rudo y acuoso recorrió las paredes de forma sabrosa. Estaba poseída por un espíritu lujurioso que la instaba a seguir más y más, a sacar todos sus deseos aquella noche. Al final lo que tenía suceder sucedió… la punta del pene de Sergio, se introdujo dentro de su madre.

De golpe, la mitad del miembro entró en Mari, que trató de aspirar todo el aire que pudo para soportar tanta presión dentro de ella. Un leve suspiro se acompasó con un generoso gemido de Sergio, que ya notaba como su glande era aprisionado por paredes calientes y mojadas.

La mujer pausadamente descendió su trasero, comenzando a engullir todo lo que su hijo tenía en la entrepierna. En menos de un minuto, sus nalgas hicieron contacto con las piernas del joven y ella se abrió totalmente para dar entrada a los últimos milímetros.

“Me cago en todo… ¡Si esto me puede partir en dos!” pensó únicamente en su cabeza, con cierto miedo a reproducirlo por su boca. “Esta sensación… es lo mejor… mamá está ardiendo” Sergio con los ojos abiertos trataba de ver la sombra que comenzaba a cabalgarle con suma delicadeza, aunque era imposible. Solo se podían observar las pequeñas siluetas que formaban en la oscuridad y… los pechos que tras la tela se mecían a placer.

Mari sumida en un placer insano, con las manos apoyadas en el mullido colchón, empezó a mover su cadera de forma parsimoniosa. Quería que su interior se acomodase a semejante monstruo, algo que por supuesto jamás había tenido dentro. Encima de su hijo, la cabalgadura se comenzó a intensificar, ya que en su mente solo salían comentarios que necesitaba dar voz, pero que no podía.

“No me puedo creer… esto es tener una buena polla dentro…” su calentura iba maximizándose mientras una Mari más joven iba saliendo de su interior, una que dejó a un lado muchos años atrás. Sus piernas se iban abriendo más y más, queriendo captar en su interior los últimos milímetros posibles, hasta el punto de que su propio ano contacto con los genitales de Sergio. “¡Jesús, bendito! Estoy en la gloria… Síííí”.

El joven en cambio, apenas podía pensar en nada, se mantenía rígido y con las manos en las caderas de su madre. No quería tocar nada que pudiera romper aquel mágico momento y además… apenas podía soportar todo el placer que se concentraba en su entrepierna, de hacer algo, se correría.

“¡Piensa en algo! En los exámenes… en el futbol… en baloncesto… ¡Lo que sea!”. Su madre incrementó el ritmo al que se mecían sus caderas. Llevada por una rápida respiración que se acompasaba a cada movimiento, Mari se movía encima de Sergio como una verdadera amazona. En cambio el muchacho con los ojos cerrados, recitaba alineaciones de futbol para no acabar cuanto antes.

El coloso que tenía entre las piernas, le estaba guiando al cielo, apenas llevaba par de minutos encima del joven que no podía aguantar más. Se había propuesto reservar todas las fuerzas para volver a tener un orgasmo tan intenso como el de minutos atrás, pero le era imposible, la “corrida” volvía a aparecer.

Todavía con los ojos cerrados el muchacho apretó con fuerza la cadera de su madre, sabedor de que aquel ritmo frenético que había impuesto, sería una señal que anunciaba el final. Con todos los dedos en la cintura de Mari, la asió de adelante hacia atrás, acompañando el rápido ritmo de esta y así, hacer más profunda y placentera la penetración.

Los dedos en su cintura los notaba como garras, como… a ella le gustaban “no me deja escapar…” se decía mientras no paraba de moverse. Levantó algo su cadera y se recostó levemente sobre Sergio, pero sin tocarle. Iba a terminar, estaba más que claro. Alzó todavía más su cadera y cambió los movimientos, sacando el pene de su hijo hasta la punta y después bajando sus nalgas con fuerza para insertársela entera.

Solamente pudo hacer varias pasadas, el placer era tal que en el momento que sintió una punzada en la columna se tuvo que erguir completamente sobre el muchacho. Se quedó en un ángulo de noventa grados, parando el ritmo y haciendo una fuerza desmedida con su cadera a la vez que sus terminaciones nerviosas se volvían locas. El pene que tenía en su interior con aquella posición llegaba hasta el infinito y ella… ella… iba a reventar…

No le hacía falta al muchacho abrir los ojos, con sus oídos pudo escuchar el chapoteo que anegaba ambos sexos y como a su madre por fin se le escapaba algo de la boca.

—Sí…

Su tono de voz sonó falto de fuerza, solamente un suspiro agónico sin poder expresar todo lo que le gustaría.

La mujer se apoyó en la cama, haciendo una fuerza extrema para no caerse encima de su hijo mientras sus nalgas se abrían del todo y dejaban caer lo que sobraba dentro de su sexo. La vibración comenzó a ser tremenda, el cuerpo de Mari se estaba estremeciendo de una forma que nunca había vivido. No podía detener el ligero movimiento de sus piernas, quizá sacando la herramienta de Sergio, pero… eso no era una opción…

Aunque al final tuvo que hacerlo. Se resignó a abandonar por unos segundos el placer indescriptible que sentía con aquello en su interior. Pasó una de sus piernas por encima de su hijo, quedándose arrodillada en la cama y pausando su cuerpo durante unos segundos.

Sergio se quedó de nuevo quieto, esperando que hacer mientras sentía como por el tronco de su sexo, corrían innumerables muestras de los líquidos de su madre. Acercó una mano hasta aquella zona, donde con un dedo, recogió instintivamente una muestra de aquel maravilloso brebaje. Lo había tenido en la mano pocos segundos atrás, pero ahora algo le llamó, acercó su mano y… el dedo que rebosaba con aquella sustancia se lo introdujo dentro de su boca.

Saboreó el dulce sabor de su madre, que todavía se hallaba con el corazón desbocado a su lado. Aun así, no había tiempo para degustar más aquel dulce néctar. Sintió una mano que le agarraba del brazo con cierta fuerza y poca delicadeza, haciendo que se sentase en la cama.

Mari se movió con torpeza, las piernas aún le fallaban y menos mal que no tenía que ponerse de pie, si no sabía que daría con su cara en el suelo. Se acercó lo máximo que pudo a la pared con el mural que hacía de cabecero. Quitó de un golpe la almohada y aún agarrando del brazo a su hijo, le hizo saber que lo quería a su espalda, justo detrás de ella.

Sabedor de la postura que quería la mujer, Sergio no pudo contenerse las ganas. Con efusividad se colocó a su espalda, agarrando con fuerza su pene rebosante de fluidos y dirigiéndolo a la entrada. La pega era que la gran oscuridad no le dejaba apenas ver y la posición no era la más cómoda para una introducción rápida. Con cierta ansia y atorado porque a su madre no se le ocurriera de pronto que todo era una mala idea, sujetó ambas piernas de la mujer abriéndolas con rapidez.

“Eso es, Sergio…” pensó al notar la rudeza con la que separó ambas piernas “así es como lo quiero…”. Apoyó la cabeza en el mural, sacando una leve sonrisa del rostro sabiendo que su hijo no la vería y alzó su trasero todo lo que pudo. La ayuda que le prestó al muchacho fue maravillosa, porque en el siguiente movimiento… entró de golpe.

—¡Ah…!

Gimió descontrolada la madre al sentir que el poderoso miembro la horadaba con pasión. Su voz se derretía sintiéndola mejor que antes, mucho más dentro si aquello era posible… notaba que sus entrañas eran golpeadas cada vez que entraba, “maravilloso…”.

Las primeras sacudidas de caderas simplemente fueron para acomodar su miembro al interior, después, Sergio empezó los verdaderos movimientos que tanto le gustaban. Primero un ritmo lento y mantenido… algo que a su madre le era insuficiente. De segundo plato, uno más duro, digno de su tía Carmen, esto… gustó más a Mari.

Los sonidos de cada golpe resonaban en las paredes de la habitación. Las manos aprisionaban con dureza la piel de la cintura de la mujer, que ya solo mantenía el camisón tapando sus pechos, nada más. Sergio se estaba volviendo más fiero por momentos, tenía en sus manos… y en su miembro… un sueño hecho realidad, se estaba… estaba… follando a su madre.

Los ojos bien fijos en la espalda que vislumbraba de la mujer, le hacían centrarse únicamente en la penetración. Una tras otra las acometidas iban y venían, y los dos adquirieron el hábito de gemir con cada entrada. Mari se había acostumbrado al poder de la… polla de su hijo, y ahora, bajaba su trasero cada vez que esta se iba a introducir para hacer mayor la penetración.

Estaban idos, completamente poseídos, y lo mejor de todo era que el orgasmo de ambos estaba bien cercano. Para Sergio, que el interior de su madre se hubiera dilatado era una ventaja, ahora podía aguantar un poco más y aquello propiciaba que la mujer… estuviera a punto del tercero.

Con cierta vergüenza perdida, debido a que al menos él ya estaría satisfecho en unos momentos, apretó más el ritmo. Las entradas eran endiabladas y Mari no podía contestar con los golpes de su trasero. Acabó cediendo a lo inevitable y su rostro quedó pegado al mural de la pared mientras detrás… a su espalda… su hijo le daba una paliza implacable con su miembro sexual.

Abrió la boca para jadear, porque gritar era demasiado, aunque lo hubiera hecho tan alto que todo el hotel se hubiera despertado. Sergio en cambio había cambiado sus pequeños jadeos por verdaderos gemidos de esfuerzo, el sudor empezó a hacer acto de presencia y debía acabar.

Llevó una mano al hombro de su madre, queriendo tomar la situación por completo y hacer las últimas entradas de forma pletórica. A su madre los ojos se le habían quedado en blanco, el placer la había envuelto y su último orgasmo empezaba a salir como loco, del mismo modo que estaba ella.

Solamente pudo hacer una cosa, llevar su mano hasta donde Sergio dejó la suya. En el hombro de Mari, mientras los sonidos de la penetración se acrecentaban y en su mente iban formando onomatopeyas de comic “Plas, Plas, Plas”, entrelazó los dedos con su hijo.

Ambos apretaron fuerte, mientras a Mari ese sonido le evocaba el recuerdo de su madre persiguiéndola con la zapatilla y golpeándolas…, “Qué oportuno…”. Sin embargo rápido se le pasó, porque sintió algo… algo que vino precedido de un pequeño alarido de su hijo que la dejó perpleja. Era algo caliente… ardiente, que se desparramaba por su interior… Sergio se había corrido.

—¡Síííí!

Gritó Mari estremeciéndose al sentir como su vagina se anegaba de un líquido tan caliente como maravilloso que la hacía completar su perfecto orgasmo. El pene se le introdujo por completo a la par que lo soltaba todo en un potente geiser, dejándola con una sensación de plenitud indescriptible y notando como aquella polla le tocaba las entrañas. Sintió el pecho de su hijo sobre su espalda con aquella respiración desbocaba en su nuca mientras esta se sonreía sin parar.

Se había vuelto totalmente loca de placer, “¡El mejor de mi vida!, ¡El mejor de mi vida!” se juraba una y otra vez. Abrió los ojos, aún con su imaginación volando por un nirvana infinito y por alguna razón le vino una única cosa a la mente. Separó su cabeza del mural, donde unas cuantas gotas de su propia saliva viajaban raudas después de caer involuntariamente de su boca. Sin razón aparente, sacó la lengua y lamió con lentitud y ganas, similar a tomar un helado en medio del desierto. “Como me hubiera gustado… comerme esa polla”.

Aquel último y lascivo pensamiento le hizo temblar por última vez, sobre todo cuando el pene de Sergio salió y su garganta se destensó para dejar salir un leve, pero gustoso.

—¡Aahh…!

Sergio se tumbó realmente muerto, sin siquiera buscar su calzoncillo que había perdido al ponerse detrás de su madre. Mari en cambio tardó algo más, se dejó caer con calma boca abajo, notando como alguna que otra gota de semen había escapado y ahora viajaba por su muslo. Quitó de su muñeca su braga nueva y como pudo, con un gran esfuerzo, se la puso para tratar de parar la hemorragia que manaba de su sexo “mañana las tiro” pensó con los ojos cerrados.

Al unísono, como dos almas conectadas, se durmieron en el mismo momento. Solo la oscuridad y aquellas paredes habían sido testigos de aquel sexo tan corto, pero tan pasional. Ni siquiera ellos mismos habían visto lo sucedido, solo lo sintieron… y de una manera inimaginable. Ahora tocaba esperar a que el sol saliera por el horizonte y… asumir lo que había pasado.

CONTINUARÁ

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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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