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Aventuras y desventuras húmedas. Tercera etapa (14)

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Lejos, muy lejos de los gritos contenidos de Mari, después de un buen día, su hijo volvía a la residencia universitaria junto a Carol. Se lo habían pasado en grande, luego de ver a su madre, las conversaciones con su amiga le hicieron olvidarse de los temas que le preocupaban, y al final, acabó por volver a sonreír.

Subían a paso lento por la escalera, escuchando el eco que producían sus zapatillas sin pensar en nada más que descansar. Llegaron en primer lugar a la puerta número trece, donde Sergio se detuvo y sacó las llaves que Marco le cedió.

—Sergio. —Carol se detuvo en medio del pasillo, sujetando la bolsa con los dos números que le faltaban para completar la serie y que gracias a su amigo había encontrado— ¿Por qué no vienes al cuarto?

—Hemos pateado bastante, ¿no estás cansada?

Sergio no era tonto, sabía que aquella no era proposición indecente. Su amiga solo quería seguir un rato pasándoselo tan bien como hasta ahora, pero para el joven el día estaba a punto de terminar, se encontraba destrozado. Sin embargo, siempre hay motivos que te pueden hacer cambiar de opinión.

—Sí, ya… es que… —por primera vez delante del muchacho, Carolina mostró cierta timidez— me gustaría contarte algo.

Sergio unió cabos, no hacía falta ser un genio para suponer que su amiga quería esclarecer la duda que le planteó en su momento.

—No hay problema, no estoy tan cansado… —se guardó la llave en el bolsillo y siguió a su amiga— Tampoco me voy muy lejos de casa. Lo único, si se me hace tarde, ¿me acompañas hasta la puerta?

—¿Cuántas veces vas a repetir esa broma? —le respondió con una carcajada.

—Hasta que te deje de hacer reír.

No pararon de reír de forma sonora, incluso molestando a alguno de los vecinos que estudiaba en silencio. Lo que no notó Sergio, era que con aquel comentario a Carolina le había salido en el rostro un gesto nervioso, hacía mucho que no le decían algo tan bonito. Meditando en su mente reflexionó rápidamente sobre ello. “¡Qué triste!”.

La jovencita depositó con rapidez los dos libros en su balda, contemplándola después con orgullo por ver la colección completa. A su espalda sin dejar de mirar los libros, escuchó a su amigo con cierto cachondeo que no pasó inadvertido.

—Como si fuera tu hijo…

—Estás un poco tonto hoy ¡eh!

—Mientras sea un poco… con todo lo que te ríes de mí, alguna tendrás que recibir, ¿no?

—Bueno, —se sentó en la cama, mientras Sergio lo hacía en la silla pegada al escritorio— en eso llevas razón.

Carolina se quitó las zapatillas y un leve silencio se apoderó de la estancia. Sergio no quería ser el primero en decir algo, porque tampoco sabía que podría añadir, solamente debía tener paciencia.

Hacía mucho que no abría sus sentimientos a nadie, últimamente su relación con sus amigas de la universidad no era todo lo buena que debería y sus amigas del pueblo estaban “lejos”.

—Si no te importa, voy a ponerme el pijama. —Sergio no dijo nada.

No se encontraba cómoda, pero a la vez sentía un ligero alivio por lo que le iba a contar, en verdad aquel chico que conocía de relativamente poco, era su amigo. Su amistad no llevaba ni un mes de duración, pero las cosas en la residencia, pasaban muy despacio, el tiempo era otro y su relación se había solidificado.

Se puso de pie frente al armario, lo abrió y sin ningún pudor, dándole la espalda a Sergio, se quitó el jersey y luego la camiseta. El joven no lo esperaba, desde su posición vio a su amiga vestida con los leggins negros y las zapatillas rosas que llevaba. Su delgada espalda dibujaba unas costillas que se cortaban por el paso de un sujetador negro. Mantuvo la mirada por un segundo, pero rápidamente la quitó. No lo vio decoroso.

—Está bien hablar sin alcohol, ¿no crees?

—No nos hace falta beber para divertirnos —ambos sonrieron con el comentario de Sergio.

Carolina siguió quitándose la ropa sin que Sergio la mirase. Primero poniéndose la camiseta del pijama y después quitándose la ropa restante. El joven si hubiera movido ligeramente los ojos se hubiera encontrado con dos nalgas bien esculpidas y respingonas que guardaba una braga del mismo color que el sujetador. Sin embargo se mantuvo con la mirada perdida en la apagada televisión.

Se dio la vuelta al terminar, viendo a su amigo con la mirada fija en el monitor de la pantalla con un gesto bastante anormal. Al instante se dio cuenta de lo que había pasado, y… le gustó.

—¡Vaya! Eres todo un caballero. Has quitado la vista y todo. —lanzándose de nuevo a la cama siguió— ¿Eres de los que se mantiene puro hasta el matrimonio?

—Pues me da que eso… ya imposible… —la volvió a mirar a la cara—, pero no sería normal que te mirase. Podría decir que no tengo ese… ¿Privilegio?

—¿Privilegio? —Carol se rio a carcajada limpia— Está bien, Sergio, no me hubiera importado que me hubieras mirado, eres mi amigo. Además, que si me mirases de forma sexual para luego masturbarte, como seguro que ya haces… —negó con la cabeza mostrando el blanco de sus ojos. Se resignaba a aplacar las bromas de la muchacha, nunca pararía de hacerlas— para ti soy inaccesible, Sergio.

—Creo que eso es demasiado arrogante, incluso para ti —se sintió ligeramente ofendido.

—No me malinterpretes, tú tendrías más posibilidades que miles de millones. Lo que pasa es que los tíos ya… pues nada… ¡Vaya! Que pasó de ellos.

—Entonces… —la dedicó una mirada torcida a su amiga, que se escondía detrás de las lentes— ¿De qué no pasas?

—¡Joder… de los marcianos, no te jode! Sergio, pues de las tías.

—¡Ah! Vale, que te gustan las chicas, vale, vale, es que lo has dicho de forma algo ambigua. O sea que entonces eres lesbiana.

—¡Búa! ¿No había término más directo? —acabó por reírse— Pero no, no soy lesbiana como dices. No me gusta decir que me gusta un género u otro, en verdad me gustan ambos. —Sergio la miraba con atención— Nunca me he fijado más en chicos o chicas, simplemente dejo que mi corazón mande. Algunas veces he conocido a chicos que me parecían perfectos y otras algunas chicas que me han enamorado, no sé si me entiendes.

—Creo que sí. Algo así como… dejas que tu corazón se enamore solo, no buscas un tipo de persona, solo que surja.

—Puede ser una forma de verlo, ¿te estás riendo? —Sergio solo la sonreía.

—No, es que me gusta. Me parece muy romántico, no te pega en lo absoluto.

—¿Estás de coña?

—Para nada.

—¡Ah! Pues… ¡Gracias! —rio esta vez de forma tonta, le sorprendió la sinceridad del muchacho. Cuando acalló su risa se volvió a poner seria y decidió comenzar con lo que de verdad importaba— El otro día me preguntaste algo. Pensé que no sería evidente, pero tienes razón, cuando nos vimos no me había llegado a hacer el pelo, por lo que… Sí, estaba llorando en la ducha. Dicho en voz alta queda un tanto lamentable, sola, en la ducha, llorando… parezco ridícula.

Se quitó las gafas y las limpió con la parte baja de su camiseta. De nuevo listas, las dispuso en el pequeño puente de su nariz y miró a su amigo que le prestaba toda su atención.

—Con lo que te voy a contar, viene a cuento que te haya “confesado” el tema de mi “sexualidad”. El caso es bastante sencillo. Aunque bueno, quizá deba empezar desde el principio. Tengo una amiga que conocí en la universidad, se llama Paola. Es guapa, lista, rubia, ojos azules, delgada… si la ves puedes pensar, ¡vaya! Típica animadora de película estadounidense. Nunca he visto un prototipo tan idéntico a ella.

Hizo un breve parón levantando la mano a su amigo y yendo a la nevera por un refresco. La garganta se le secaba, en parte por hablar tanto y también por contar esto por primera vez de manera tan abierta. Cogió dos latas de Pepsi y le lanzó una a Sergio que la atrapó en el aire.

—Nos conocimos el primer año de universidad, a ella y a otras, claro, formamos pronto un buen grupo de amigas. El caso es que hicimos una buena piña, lo pasábamos bien y siempre estábamos juntas. La cosa cambió de rumbo este año, a comienzos de curso para ser más exactos. Paola y yo siempre hemos tenido una relación estupenda, quedábamos para estudiar, comíamos juntas, reíamos y nos encantaba salir de fiesta, incluso si las demás no les apetecían, lo hacíamos las dos solas. Todos esos días eran maravillosos y vaya… que en el primer cuatrimestre la comencé a notar diferente. Me miraba de otra forma, quería estar conmigo a solas mucho más tiempo y obviamente, a mí me gustaba.

—¿A ti te gustaba de antes?

—Sí y no, me encantaba estar con ella y es una belleza, si la vieras opinarías lo mismo, pero nunca había pensado en ello hasta ver las señales. Claro, si no tengo posibilidades, para qué me voy a ilusionar, ¿no crees? —Sergio asintió, tenía toda la razón— Antes del comienzo de los exámenes fue que pasó algo más. Estábamos aquí mismo, donde estamos tú y yo ahora, tomando tranquilas una copa antes de salir de fiesta. Comencé a ver que sus señales eran evidentes. Íbamos a salir nosotras dos solas y bueno… creo que esta parte la puedo resumir en que empezamos a decir tonterías, nos tocábamos más de la cuenta, estábamos muy cerca y vamos… que una cosa llevo a la otra. Nos liamos.

—¿Me quitas la mejor parte?

—Eres tan imbécil. —Carol sonrió porque sabía que Sergio solo pretendía rebajar la tensión— Ese fue el primer día que nos enrollamos. Traté de hablar con ella, a ver qué opinaba o que pasaba con nosotras, más que nada para aclararme, a mí ella, me gustaba horrores, sobre todo después de saber que a ella también le gustaban las chicas… o al menos yo. Sin embargo, no conseguí nada, solo me daba evasivas y delante de las demás hacía como si nada. Puedo entenderlo, decir algo así abiertamente puede ser difícil, yo no tengo problema, pero yo soy yo, Paola es Paola. —dio un gran sorbo a la lata, necesitaba líquido— Eso sí, cuando estábamos juntas, que solía ser en mi habitación, es que te juro que ni hablábamos. Llegaba… lo hacíamos… y casi que se largaba.

—Joder… que mal suena eso.

—A ver, había amor, eso lo notaba, pero quizá contado así parece demasiado frío. Sigo. El punto llegó la semana antes de que nos conociéramos. Vino a la habitación, lo hicimos y decidí que esto ya no podía seguir así. Antes tenía la excusa de los exámenes y eso, pero ya habían terminado, por lo que un día comiendo le dije que ya no aguantaba más, teníamos que hablar. Ella se hizo la loca, como si nada pasara, aunque luego cedió. Fue una conversación larga y bien tediosa, no la puedo resumir en pocas palabras, pero lo intentaré. Básicamente acabó diciéndome que la gustaba. Le dije que no me importaba mantener en secreto nuestras tardes en la habitación, pero que tampoco quería hacer como si no pasara nada, yo me estaba enamorando.

—Se nota.

—¿Cómo?

—Por como hablas de ella, se nota que te gusta mucho. Lo veo en tus ojos, tus expresiones, cada palabra que dices se siente que la dices con ganas.

—Señor fontanero, usted sigue siendo muy observador.

—Puede ser. —ambos se rieron, notando que estaban siendo verdaderos amigos.

—Bueno, tendré que ir acabando que si no me enrollo y no acabamos nunca. La cosa termina en que me dijo que podíamos ser pareja, vamos que estábamos juntas de forma oficial. Pero bueno, los dos o tres días posteriores siguió siendo lo mismo de siempre, incluso la llevé al baño para darla un beso. Solo quería uno, solo uno… y me dijo que ni de broma, que en “público” no…, me sentí como una mierda. Pero podrías decir, ¿por eso llora esta tía? No, eso no es lo peor. El día que estaba llorando era por una razón muy sencilla y muy diferente a esa.

Carol suspiró de forma profunda, Sergio vio que su mirada, tras las lentes, mostraba dolor. Pensó que sería bueno acercarse a ella, que quizá le necesitaba a su lado, pero antes de que decidiera moverse, la jovencita volvió a mover sus labios.

—Estábamos todo el grupo de amigas reunidas, así hablando de todo y de nada. Salió una conversación sobre parejas, no me acuerdo cuál fue el detonante, cualquier tontería, eso da igual. Lo que importa es que de pronto, Paola empezó hablar. Comenzó a decir que estaba conociendo a un chico, yo levanté la cabeza casi al momento, menos mal que creo que ninguna me estaba mirando. Pensé, “está hablando de mí, pero en clave. Está claro, ¿qué va a ser si no?”. —en su rostro nació una mueca irónica a la par que negaba con la cabeza— ¡Qué estúpida soy! ¡Sí que estaba conociendo a un tío!

—Joder, Carol. Lo siento mucho.

—Sé que lo sientes, aunque es ridículo. Me largué corriendo de allí, tratando de no montar un numerito, claro. Me metí en el cuarto y lloré, lloré como nunca. Cuando me arreglaste la ducha te despaché rápido porque me había mandado un mensaje para hablar conmigo. Si fui un tanto borde, te pido perdón, sé que ahora me comprendes.

—Tranquila, solo me pareciste un poco tonta, nada más, —la sonrisa de Sergio la calmaba— pero nunca lo tomé en cuenta. ¿Salió algo de eso?

—Pidió perdón y me dijo mil mierdas sobre que necesitaba tiempo, que su corazón estaba dividido, que si ese chico y yo estábamos en él, bla, bla, bla. Sinceramente, sentí que ese tío era el novio para enseñar y yo la amiga que se folla cuando le da un capricho.

—¿Desde ese día habéis…? —la cara de Carol le hizo saber al chico, que contestar sí, no era necesario— Entiendo. Estás enamorada.

—¿Algo que no sepa?

—Solo una cosa, dile a Paola que también tiene la culpa de que se te atasque la ducha.

—¿Qué?

—Cuando me secuestraste para que te arreglase la ducha, al sacar el tapón, vi que había pelos morenos con toques azules como el tuyo, pero también rubios. Era evidente que no te duchabas sola. —Sergio sintió el rubor en su rostro— Aparte de esa curiosidad… no te puedo decir nada más. Eres muy lista y sabes cuáles son las soluciones a esto. O te elige a ti por completo, o serás su amiga siempre y no pasaréis de polvos clandestinos. En parte la entiendo, ella tiene que sacar a la luz un lado que no ha sido el habitual, quizá tenga miedo. —tener relaciones secretas era la especialidad de Sergio… al menos últimamente— ¿Crees que tienes oportunidades con ella?

—Pienso que lo dice en serio, lo de que espere y que me quiere. Siempre me repite que no está preparada. —miró a su amigo con cierto gesto de enojo— Pero cuando le cómo… —estaba siendo demasiado expresiva— ¡Ahí no se queja!

Sergio mantuvo un rebuzno que ocultaba una carcajada que le iba a desencajar la mandíbula. El comentario de su amiga había sido tan explícito que no pudo soportarlo y se rio. Lo primero que le surgió a la chica fue enfadarse, que se rieran de aquello no le hacía la menor gracia. Pero repitiendo en su cabeza la frase que acababa de soltar… terminó riéndose de la misma forma.

Después de un minuto se detuvieron, el ataque de risa cesó y los dos se quedaron meditando en silencio dentro de la pequeña habitación.

—En este caso concreto, siento decirte que me parece que no tienes suerte en el amor. Has topado con una chica que tal vez esté preparada en algún momento o tal vez no. —le comentó Sergio.

—No soy muy afortunada si te soy sincera. —el joven se sintió intrigado— Aunque… eso es una historia para otro día.

—Sí, tienes razón, se ha hecho tarde. A lo tonto y a lo bobo hemos pasado un buen rato.

Se levantó de su silla, estirando los músculos agarrotados y lanzando un triple a la papelera con la lata de Pepsi. Falló. Tuvo que recoger y tirar vilmente desde cerca.

—Tranquila, Carol. En este caso, no es bueno dar consejos, porque no estás en la piel del otro. Sé lo que piensas tú y lo que sientes, en ese caso te diría que la esperes y que al final vendrá. Sin embargo me pongo en el lugar de Paola y puede ser que le cueste un mundo sacar a la luz una relación con otra chica. Llamémosle una relación clandestina, así le da más tintes de telenovela.

—Tu toque estúpido me encanta, ¿te lo he dicho alguna vez? —Carolina también se puso de pie.

—Alguna vez… —sonrieron caminando hacia la puerta— Si quieres mi humilde opinión. A Paola pienso que le va a constar muchísimo y eso te lo digo que… —¿podía confiar en su amiga como ella había hecho?— de relaciones… prohibidas… sé un poco.

El gesto de Carolina tras las gafas se tornó curioso, sus ojos verdes quedaron fijos en el joven a la espera de más.

—Pero eso sí que es una historia para otro día. —la joven notó la importancia y el peso de esas palabras y algo le dijo, quizá la intuición, que preguntara.

—¿Eso tiene que ver con el problema en casa, con tus padres?

—Otra muestra de que eres muy lista. ¿Te ha venido bien contarlo? —ella asintió— Otro día hablamos del tema, ¿te parece bien?

—Por supuesto.

Sergio fue a abrir la puerta, pero se detuvo. Se dio cuenta de que su amiga le había abierto su corazón y él no había hecho nada al respecto. En el pequeño cuarto habían conectado como hacía tiempo que no conectaba con nadie. La joven le contó el problema que la comía por dentro y por el cual sufría tanto.

Puso sus ojos en los de la joven, estaban ligeramente tristes y con cierta sorpresa, por ver que su amigo seguía allí plantado sin abrir la puerta. Entonces lo comprendió, supo que todavía no se podía ir, no debía dejar así a Carolina, debía darle algo antes de marchar.

—No puedo hacer nada para que tu situación mejore, pero… —su lengua se trabó, aun así puso todo el empeño en decirlo— ¿Quieres un abrazo?

Carolina se lanzó a sus brazos, hundiendo la cabeza contra la parte superior del cuello y dejando el cabello en la barbilla del Sergio. Supo que había actuado a la perfección, sobre todo, cuando la muchacha desbordaba de sentimientos, comenzó a llorar.

—Todo se solucionará.

Susurró el chico añadiendo un tierno beso en la cabellera de Carol que hizo que esta le apretara más. Ambos fundidos en el abrazo, se fueron separando a medida que la muchacha ralentizaba su respiración y disminuía el llanto contenido. Al final, cuando volvieron a estar cara a cara, Sergio levantó su mano diestra de forma dulce, limpiándola varias gotas que corrían por sus mejillas.

—¿Tus amigas de la universidad, no saben nada? —negó con la cabeza, era evidente— Soy el único entonces. Estoy a dos puertas para cualquier cosa que necesites.

—Cada vez las veo menos, no puedo estar junto a Paola así… tan normal, me cuesta esconder lo que siento. —parecía que el sollozo se calmaba— No es fácil. Pero gracias, Sergio, de corazón, eres un verdadero apoyo.

—No soy un apoyo, soy tu amigo.

Volvió a rodearle con sus brazos, esta vez por el cuello, propinándole un beso en la mejilla. El cuerpo del joven mantuvo la calma, rodeando a su amiga por la cintura atrayéndose el uno al otro.

Volvieron a separarse para despedirse en silencio. Sergio salió por la puerta rumbo a su habitación, recorriendo el pequeño tramo con la mano en la mejilla todavía sintiendo el calor de Carolina. Se había vuelto a olvidar de su madre, de sus problemas y solo rondaba su mente la desafortunada de su amiga “está sufriendo…”.

Sin embargo otra cosa, después de bastante inactividad, saludó con cierta fuerza. Bajo sus pantalones, debido a aquel beso y aprisionado por unos calzoncillos que no le podían detener, el miembro de Sergio volvía a resurgir.

CONTINUARÁ

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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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