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Con mi amigo la cogimos por todos los agujeros a la infiel

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—Gracias chicos, fue la mejor cogida que me dieron en años, pero no será la última.   Voy estar 10 días más de vacaciones y quiero tenerlos dentro de mí todas las veces que puedan.

—No hay ningún problema, dijimos los dos.

Con Martín somos guardavidas en una playa de Cariló, un lugar espectacular, donde vacacionan los de mejor nivel económico de la argentina que no viajan a Uruguay. Y con ellos las familias claro.

Los dos trabajamos en una de las torres desde la mañana a la tarde. Todo comenzó una tarde cuando después de un rescata volvíamos a nuestra torre y Silvia, la dama en cuestión, se acercó a nosotros. Nos preguntó si era peligroso bañarse esa tarde y él se quedó charlando con ella mientras yo volví al puesto de observación. Al rato, Martín subió riéndose.

—Que mina jodida. Podes creer que el marido estaba a cuatro metros y a los dos minutos me dijo directamente que le gustaba y que si yo quería, pase por ella por el bar de la playa cuando termine el turno.

—Dale para adelante, está muy fuerte esa mujer. Madura, pero con unas tetas y un culo de infarto. Dije.

Los dos alquilábamos una casa chiquita cerca del mar. Una habitación, dos camas y una sala-cocina. Cuando terminamos el turno el paso a buscarla y fueron a la casa. Para no molestarlo, me fui a lo de una amiga. Cerca de la 21 estaba a 50 metros y vi que la mujer salía de la casa.

—Hija de puta, me mató. Que mina caliente por favor. Dos tremendos polvos nos echamos, le gusta todo, se prende en todo.

—Pensé que se había ido temprano, dos horas estuvieron. Dije.

—Si, perdoname. Pero…

—No loco, tranquilo. Sabes que no hay problema. Lo dije por la hora, anda a saber que le dijo al marido.

—La historia de siempre, “no se le para, no me deja satisfecha”

Al día siguiente, vimos que estaba sola en la carpa que ocupaba en el balneario. Nos miraba pero no se acercaba para nada. Al mediodía Martín fue a buscar algo para tomar, y ahí ella salió a su encuentro.

—Es muy puta. Dijo Martín cuando subió a la torre.

—¿Qué te dijo?

—Te juro que fue como te lo voy a decir: “Hola amor, quiero coger con los dos. Los espero como ayer.”

—Ah bueno… Dije.

—¿Te sacrificas? Me pregunto Martín

—No te voy a dejar solo. Jajaja. Dije y nos reímos los dos.

La pasamos a buscar y fuimos a la casa. Ni bien entramos, dejo su bolso en el suelo, se puso de rodillas y comenzó a chupar la pija de Martín. Su verga era bastante larga, la mía, larga pero no tanto y si, bastante más gruesa, hecho que me generaba problemas con algunas mujeres porque les asustaba el grosor.

Dejo de chupar a Martín y busco mi pija.

—Me vas a hacer sufrir, desgraciado. Como me gusta eso. Dijo y abriendo bien la boca, se la metía toda.

Estuvo un rato y mientras tanto se quitó la malla. Dejaba de chupar a uno para chupar al otro mientras nos masturbaba.

—Cojeme Martín.

Se puso en cuatro y mi amigo le empezó a dar duro por la concha, tomándola de la cintura, mientras ella me chupaba y se apretaba las tetas con fuerza.

—Acostate Julio. Me dijo, fuimos al dormitorio y me acosté en mi cama.

Ella me montó, metió mi pija en su concha en medio de quejidos mientras chupaba a Martín.

—Como cuesta, me duele. Pero me encanta. Dijo mientras empezaba a subir y bajar.

Gemía y chupaba como loca, yo le apretaba las tetas redondas y firmes. Luego de un rato, Martín acabo en su boca y yo en su concha. Ella gritaba como loca de placer.

—Mi marido se fue a Buenos Aires, tenemos cuatro días totalmente para nosotros. Mañana los espero y vamos a mi casa.

—¿Te parece, no vas a tener problemas? Dije pensando que seguramente tendría personal trabajando en la casa.

—No, para nada. Ya me conocen…. Dijo y se largó a reir.

—Bueno, como vos quieras.

—Lo que yo quiero es que me hagan mierda, me gusta el sexo brutal, ser su puta.

Bastó escuchar eso para que Martín la tome de los cabellos y la ponga a chupar su pija, guiando él los movimientos. Yo miraba y me fui calentando. Cuando él la tuvo bien dura, la solto y la puso en cuatro sobre la cama atravesada. Yo ocupe su boca con mi pija y Martín fue atrás de ella.

—No grites, porque va a ser peor. Dijo Martín y ella asintió con la cabeza.

Escupió el orto de Silvia y se la fue metiendo con todo. Ella se enterraba mi pija en la boca para no poder gritar pero sus ojos llorosos mostraban que le dolía.

—La tenes toda adentro puta, ahora quiero que te muevas. Dijo mi amigo.

Y ella empezó a mover el culo sin parar.

—Pegame. Dijo Silvia.

Los dos le dimos buenos chirlos, Martín en su culo, yo en su cara. Gozaba como loca hasta que tuvo un tremendo orgasmo.

Fui a la sala y busque la parte de abajo de su bikini. Volví y se la puse en la boca.

—Acostate Tincho, que te monte. Dije.

—Hacela mierda. ¿Queres que te haga mierda Silvia?

Ella mientras se metía la pija de Martin en la concha, asintió con la cabeza. Escupí su culo y me puse a empujar mi pija contra ella. Escuchaba sus gritos ahogados, me costaba entrar. Poco a poco fue entrando la cabeza de mi pija y sus gritos no paraban. Por fín la enterré toda y lo dos bombeábamos con todo, mientras Martín le mordía las tetas.

Ella se sacó la bikini de la boca y gemía con todo. Respiraba agitada, y traspiraba con todo. Estuvimos un largo rato, hasta que por fin, acabamos dentro de ella.

Me salí de su culo y ella de un salto se levantó y fue corriendo al baño.

—Gracias chicos, fue la mejor cogida que me dieron en años, pero no será la última. Voy estar 10 días más de vacaciones y quiero tenerlos dentro mío todas las veces que puedan.

—No hay ningún problema, dijimos los dos.

—Me destrozaste el culo Julio. Mira. Dijo y se paso la mano, me la mostro y tenía sangre.

—Lo lamento, vos pediste sexo duro. Dije.

—Me encanto, nunca tuve una verga así de gruesa adentro.

Se puso la bikini y se marchó.

Al día siguiente vimos que en la carpa estaba con otra mujer, y era increíble el cuerpo que tenía, costaba pensar que tuviera más de 35 años. Una morocha tremenda. A la tarde, tuvimos un rescate y cuando volvíamos caminando las dos nos esperaban en la torre.

—Hola, les presento a Dana, una amiguita. Aquí está mi dirección, los esperamos a cenar, tipo 21. ¿Tienen ganas? Nos dijo con toda la doble intención posible.

—Por supuesto, que mejor que una buena comida a dos tremendas mujeres. Dije.

—¿Nos van a comer? Dijo Dana.

—No lo dudes. Dijo Martín.

—Te dije que eran geniales. Los esperamos.

Cuando fuimos, los dos de bermudas y remeras, Silvia nos abrió la puerta. Tenía un vestido mini, super ajustado que marcaba bien su cuerpo.

—Pasen muchachos. Ya baja Dana.

Entramos y nos sentamos en unos sillones. Cuando apareció Dana nos quedamos con la boca abierta. Tenía un vestido también mini, casi transparente, no tenía corpiño y en el cuello llevaba un collar de cuero con una argolla. Nos pusimos de pie para saludarla y nos partió la boca de un beso.

—Dana es mi amiguita… todo servicio. Pueden usarla como quieran.

—Por eso el collar. Dije.

—Exacto. Es la mujer de un amigo de mi marido, otro boludo. Se queda con la amante en Buenos Aires en vez de atender como se debe a su mujer. ¿Quieren una cerveza?

Los dos dijimos que sí y Silvia mando a Dana a buscarla.

—¿Cenamos ahora o después? Pregunto Silvia.

—Después, dijo Martín.

—Traigan las cervezas. Dana, arriba puta.

Subimos unas escaleras y llegamos al dormitorio. Silvia se desnudó por completo y le dijo Dana que se saque el vestido. Solo le quedo la tanga.

—Vamos a hacer entrar en calor a los muchachos. Chupame perra. Dijo Silvia y se acostó.

Dana no dudo en chuparle la concha con todo. Silvia gemía sin parar y enterraba la cabeza de la amiga en su concha. Fueron minuto y minutos de chupada. Sin que diga nada, nos desnudamos y nuestras pija estaba super duras.

—A tu lugar putita. Dijo Silvia y le dio un consolador a Dana, que se fue a sentar en una silla.

—Por favor ama, Dijo la amiga.

—Silencio. Muchachos, háganme mierda otra vez.

La pusimos a chupar nuestras pijas y estaba super excitada, nos chupaba y la miraba a Dana que chupaba el consolador y se tocaba con las piernas abiertas.

—Miren que putita, pero las cosas no son gratis en la vida, hay que ganárselas o pagarlas. Dijo Silvia para seguir chupando.

Con Martín nos miramos y nos alzamos de hombros. Esta vez fui yo quien se acostó en la cama y ella me montó. Nuevamente le costaba moverse, pero era tal su excitación que gimiendo con todo fue acelerando sus movimientos mientras Chupaba a mi amigo. Mire a Dana y estaba metiéndose el consolador en la concha y chupaba dos dedos. Su respiración era agitada.

Martin se puso detrás y se la metió en el culo sin piedad, hasta el fondo. Silvia dio un grito de dolor y vi como el cuerpo de Dana se estremecía por un orgasmo, pero no paraba de masturbarse. Lentamente los dos fuimos tomando velocidad, Silvia no paraba de gritar de placer y pedirnos más, y que le peguemos. Yo le di un par de golpes en los pechos y ella gritaba como loca de placer.

—Mira putita como me están cogiendo estos dos animales, me están desgarrando la concha y el culo, que placer por favor.

—Ama por favor le pido.

—Silencio.

Dana se acomodó un poco y se metió el consolador en el culo mientras nos miraba, le caía la saliva por la comisura de sus labios.

Los dos acabamos al mismo tiempo, llenándole los agujeros de leche. Nos tiramos los tres en la cama y Dana tuvo un orgasmo mirándonos.

—Vamos a cenar. Dijo Silvia.

Nos pusimos las bermudas y bajamos, ellas con ropa interior. Lo que siguió será material para otro momento.

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