Nuevos relatos publicados: 7

Cuando quieras, dónde quieras y cómo quieras

  • 13
  • 35.192
  • 9,42 (43 Val.)
  • 0

Todo empezó durante las fiestas de san Roque de hace un par de años. La sobrina de mi mujer había venido con su madre de un país del que voy a hacer que no recuerdo el nombre. Fue verla entrar por la puerta de mi casa y ponerse mi piel de gallina. Era de estatura mediana y tenía un cuerpo que quitaba el hipo. Al presentarla su madre se acercó a mi. Olía a lavanda. Me dio un beso que rozó la comisura de mis labios y me entraron ganas de comerla viva.

Equis, mientras tomábamos un café, comenzó a mirarme cuando creía que nadie más que yo la miraba. Era un juego de seducción, ya que las miradas iban acompañadas de gestos, cómo tocarse un pezón, sacar la punta de la lengua y pasarla por los labios, o chupar los dedos pringados de crema mientras comía un pastel de los que ellas habían traído. Mi esposa la debía mirar por el rabillo del ojo, dado que me echaba unas miradas que mordían.

El día antes de San Roque fuera el día de la madre e hiciéramos fiesta en nuestra casa. Estaba toda la familia reunida. Hacía años que no fumaba en casa, exactamente desde que mi esposa quedara embarazada del primer hijo. Salí a fumar al patio y la sobrina de mi mujer llegó al poco de encender el Winston. Yo me había sentado en una hamaca debajo de un limonero, Equis se acercó a mí, me quitó el cigarrillo de la boca, le echó una calada, y me lo volvió a poner donde estaba. Le pregunté:

-¿Quieres un pito?

Equis, que llevaba puesto un vestido blanco, suelto, que le daba por encima de las rodillas y calzaba unas sandalias blancas de plataforma alta, con su coño cerca de mi boca, tan cerca que podía olerlo, me dijo:

-Estoy más interesada en los puros habanos, los pitos cómo que no me llenan.

-Te va lo fuerte.

Me volvió a quitar el cigarrillo de los labios, le echó otra calada y lo apagó pisándolo en el suelo.

-Sí, me gusta que me llene a boca.

A mi no me iba a torear. Diera con un cabestro que estaba de vuelta en todo. Le dije:

-¿Chupas bien?

-Eso solo tienes un modo de saberlo.

Lo soltara sin pestañear. Estaba segura de si misma. Sonriendo, le dije:

-Cuando quieras, donde quieras y cómo quieras.

-¿Quedamos mañana en algún sitio que sea de confianza.

No me lo pensé.

-A las nueve vete junto a las pulperas. Te estaré esperando.

-No me gusta el pulpo.

Salió mi esposa al patio, y me pregunto:

-¿Qué le pasa al pulpo?

-Le decía que el pulpo a la feria está muy bueno.

-Está para ti, yo no doy un paso por él.

Vamos al turrón.

En una habitación de una pensión de la que no viene al caso el nombre, estaba detrás de Equis, le magreaba las tetas y besaba su cuello y respiraba su agradable aroma a lavanda. Le bajé la cremallera y le quité el vestido por la cabeza. Lo primero que hizo fue arreglar su corto cabello y yo quitarle el sujetador y coger sus grandes tetas dejando que sus gordos, duros y erectos pezones salieran entre mis dedos. Ya tenía la polla dura y Equis la sentía en su culo. Se dio la vuelta, me besó con legua. Su boca me supo a leche dulce y a lujuria. Me echó la mano a la polla, y me dijo:

-Se ve que te excito.

-¡No te puedes imaginar cuanto, morena!

Sin más, se puso en cuclillas, me abrió la bragueta, me quitó la polla, la lamió y me hizo una pequeña gran mamada. Luego se levantó, me besó, y después desabrocho y quitó mi camisa. Yo saqué los zapatos, el pantalón y los boxers... La arrinconé contra la pared, le baje el tanga y le lamí el coño. Lo tenía encharcado. Me encantó su sabor agridulce. Después de darle un buen repaso me levanté y fuimos a la cama. Apoyó sus manos sobre ella, se abrió de piernas y me puso el coño en posición para ser follado. Agarré sus esponjosas y suaves tetas y metí y saqué mi lengua en su culo. Se lo follé hasta que comenzó a gemir con ganas. Después le lamí el coño, a todo lo largo, a todo lo ancho y de abajo arriba. Poco después ya se iba a correr, lo notaba en sus gemidos y en que el coño se le abría y se le cerraba. Le metí la cabeza de la polla dentro y le hice cosquillas en las costillas. Se levantó carcajeándose y retorciéndose, lo que hizo que mi polla se clavara hasta el fondo, y el jejeje, jajaja, paso a ser:

-¡Me corro!

Al acabar de correrse se dio la vuelta y me la mamó. Cuando iba a correrme en su boca, le dije:

-No la tragues, guárdala que la quiero de vuelta.

Dejo de mamar unos segundos para decir:

-Si te corres no puedes tener esa leche de vuelta nunca más.

-Tú no la tragues ni la eches fuera.

Me corrí cómo un cerdo y con una fuerza brutal.

Al acabar, Equis, se levantó con la leche en la boca sin saber qué hacer con ella. Su sorpresa fue mayúscula cuando metí mi lengua en su boca y besándola tragué mi corrida. Mientras la besara no cerrara los ojos, al contrario los abriera más en señal de asombro. Al dejar de besarnos, me dijo:

-¡Eres un enfermo! ¡¡Te tragaste tu leche!!

-Y después de correrme dentro de tu coño también la voy a tragar y voy a seguir lamiendo hasta que te corras en mi boca, si tomas precauciones, claro, de lo contrario no puedo correrme dentro.

-Tomo precauciones, claro que las tomo.

En fin, que nos corrimos juntos, después se la comí, y al final se empeñó en que se la metiera en el culo, y uno, es tan bueno que no le sabe decir que no a una mujer, y menos a Equis, que tenía un culo, ¡Qué culazo tenía!

Después de ese día no volvimos a follar. Volvió a su país, y mientras no se casó tuvimos sexo virtual usando la cámara del Whatsapp. La hostia fue que me encapriché de ella, pero también me di cuenta de que era un cabrón al seguir con ella de casada.

Todo acabó un mal día le dije a Equis que no iba a hablar más con ella. Lo había hecho por su bien, pero minusvaloré mis sentimientos. A los cinco minutos de haber roto con ella, ya la echaba de menos, echaba de menos su mirada, su risa, sus cálidas palabras al otro lado del celular. Quise enmendar mi error, pero ya era tarde, me dijo que necesitaba tiempo, y que tiempo no eran unas horas ni un mes, que era tiempo, o sea, que la había perdido.

Ya no iba a hablar más con ella. Ya no iba a sentir su dulce voz... Por un tiempo me sentí perdido, solo, solo estando rodeado de gente. Tan solo me sentí que buscándome a mi mismo quise recordar sus gemidos en los momentos de sexo real y virtual que habíamos compartido y no lograba recordar cómo eran. Mi agonía iba a más y encima me torturaba, leí todos y cada uno de los versos que le había escrito y aún me castigué más a leer:

Quisiera ser rayo de sol y soy sombra.

Quisiera sentir mi piel sobre su piel.

Quisiera ser en su talle alfarero.

Quisiera ser... simplemente, él

Quisiera hacer de ella un poema.

Quisiera probar de su fuente la miel.

Quisiera llevarla mil veces al cielo.

Quisiera ser... simplemente, él.

Quisiera ser el aliento de su boca.

Quisiera que me viese cómo su corcel.

Quisiera estar en sus pensamientos,

Quisiera ser... simplemente, el.

Quisiera ser quien la hiciera reír.

Quisiera que me viera cómo palomo fiel.

Quisiera oír de sus labios un te quiero.

Quisiera ser... simplemente, él.

Después de leer los versos que le había escrito en otro momento de bajón fui al pueblo donde había nacido para sentirme más joven, lo cual era más que una solemne tontería... La vieja taberna seguía allí, pero ni los dueños eran los mismos ni conocía a la gente que tomaba unos vinos en ella. Tomé una cerveza bien fría y después fui a dar una vuelta por el monte en el que paseaba de niño. Allí no hubiera incendios, seguían los mismos robles, los mismos pinos, ahora majestuosos, se oían los mismos trinos, el mismo croar de las ranas en el arroyo, los mismos graznidos de los cuervos, el mismo grigri de los grillos, el mismo gañido del halcón peregrino... Todo seguía igual todo menos yo, el niño se había hecho mayor. Me eché bajo un pino manso, cerré los ojos y a me monté mi propia película con escenas de sexo real con ella, y escenas de vídeollamadas por Whatsapp.

La vi desnuda. Se estaba haciendo un dedo. Vi sus tetas grandes, con areolas oscuras y gordos pezones. Llevó los dedos mojados de jugos a la boca y los chupó, después aplastó los pezones con ellos, para acto seguido coger la teta derecha, llevarla a la boca y lamer el pezón, luego mojó los dedos en la boca y acarició con ellos su gordo clítoris. Saqué la polla empalmada y comencé a menearla mientras una bandada de herrerillo iban volando de rama en rama y de pino en pino. Mi imaginación me llevó a su lado. La besé. Su boca seguía sabiendo a dulce de leche. Acaricie con mis manos sus tetas, las acaricié con mis labios y con mi lengua, despacito, degustando cada centímetro de ellas, chupando, besando lamiendo... A mi mente volvieron sus sensuales gemidos.

Mi mano subía y bajaba por mi polla ya mojada de aguadilla. Si pudiera me haría una mamada e imaginaría que me la hacía ella, pero no era contorsionista y por lo tanto no le llegaba. Tuve que fantasear con ella de otra manera, y fantaseé. Equis metió dos dedos dentro de su coño y los sacó empapaditos, los abrió delante de mi boca. Hacían puentes de jugos entre un dedo y el otro. Lamí su dedo corazón, después el anular y luego los chupé. Besé su ombligo para después meter mi cabeza entre sus piernas. Equis flexionó las rodillas. Besé el interior de sus muslos, besé y lamí los labios mayores de su coño depilado, los lamí milímetro a milímetro.

Equis echó con los dedos el capuchón del clítoris hacia atrás, su glande carnoso y altivo asomó la cabeza y su coño se abrió mostrando sus húmedos, rosados e hinchado labios vaginales. La punta de mi lengua lo acarició el clítoris rozándolo como si fuese una pluma. Equis echaba la pelvis hacia arriba pero yo no dejaba que la lengua se posara sobre él, ni que rozara su coño. Después le puse las manos bajo las nalgas y lamí su ojete, de abajo a arriba, alrededor de él y le metí y saqué la punta en su anito... Salieron de su coño jugos blanquecinos que caían y llegaban a su ojete. Los lamí. Me sabían a ella, sabían a mujer felina, a mujer de fuego. Sus manos acariciaban sus tetas y sus dedos apretaban los pezones cuando la punta de mi lengua subió rozando sus labios menores para acabar rozando también su clítoris...

Su mano derecha apretó mi cabeza. Mi lengua se clavó en su coño y empapada de jugos fue subiendo hasta su clítoris. Equis se retorció. Seguí lamiendo aquel delicioso coño hasta que su cuerpo se estremeció. Sus gemidos se hicieron jadeos y se iban a convertir en gritos si no coge la almohada y la muerde. Yo sentía cómo su vagina se abría y se cerraba, le metí a lengua dentro para que me la apretara con sus contracciones. La apretaba pero se le escapaba, dándole aún más placer al entrar y salir.

Al acabar de correrse lamí como al principio y limpié su coño de jugos. Oí su voz en mi calenturienta imaginación.

-Sigue.

Seguí lamiendo el coño de abajo a arriba, luego le metí dos dedos dentro y la masturbé mientras lamía su clítoris. Algo después oí sus gemidos pre orgasmo. Dejé de masturbarla y de lamer. La cogí por la cintura, la levanté y le clavé la polla en el coño. Equis movió el culo alrededor, y comencé a correrme dentro de ella. Equis me miraba a los ojos con sus luceros y le seguía dando el culo alrededor mientras mi leche le llenaba el coño. Me corrí cómo un perrito debajo del pino.

Con la polla en la mano abrí los ojos y vi mi pantalón lleno de leche, los cerré y me seguí tocando con la polla morcillona y fantaseando, le volví a sujetar el culo con las dos manos y comencé a lamerle el coño. Mi lengua se llenó con la leche de mi corrida y con sus jugos. Lamí y tragué hasta que Equis me cogió la cabeza con una mano, la apretó contra su coño. Volvió a morder la almohada y moviendo la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo, se corrió en mi boca. Mi polla se volvía a poner dura. Tenía que seguir disfrutando de la morenaza.

Subió encima de mi, cogió mi polla con la mano derecha, la frotó en el coño de abajo a arriba media docena de veces, luego la frotó en el ojete varias veces. Metió la punta y yo apreté el glande de mi polla para hacerlo más real, la sacó, volvió a frotarla, en el coño, la puso en la entrada de la vagina, empujó con el culo y la metió hasta el fondo, después cogió mis brazos por las muñecas los llevo a los lados de la cabeza y me puso el pezón de la teta izquierda entre los labios, se lo besé Y se lo lamí, luego fue el otro pezón el que me puso entre los labios y después de besarlo y lamerlo me puso en la boca la teta. Se la mamé con ganas atrasadas, y luego aún con más ganas la otra, ella mientras esto hacía me follaba lentamente y me comía la boca, me besaba el cuello, la frente, la punta de la nariz, el mentón...

Con la cabeza echada hacia atrás comenzó a cabalgarme al trote y luego se desbocó hasta que se derrumbó sobre mí y se corrió. Apreté mi polla imaginando que eran las contracciones de su vagina, subí y bajé la mano con celeridad y... El pantalón a tomar por culo. Me quedó hecho una mierda con tanta leche. Tuve que ir a una fuente a lavarlo, pero Equis, en mi imaginación y en un acto de egoísmo puro y duro me había follado cómo yo quería que me follara y yo había disfrutado de ella cómo probablemente nunca más disfrutaría.

Quique.

(9,42)