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Cuñada, me gustas mucho

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Desde hace bastante tiempo me he fijado en mi cuñada Claudia, la mujer de mi hermano Sebastián. Yo llevo felizmente casado casi 20 años y ellos también.

Nuestros hijos se han independizado hace relativamente poco y debido a esto solemos pasar los veranos los cuatro juntos.

Alquilamos una casa grande en la costa de Cádiz, en Zahara de los Atunes y allí pasamos todo el verano.

Gracias a nuestros trabajos (tenemos como digo el verano libre) podemos permitirnos pasar julio y agosto en la playa.

El día que mi hijo, tenemos solo uno, cumplió 18 años hicimos una fiesta de cumpleaños para celebrar su mayoría de edad.

Sebastián y Claudia llegaron los primeros. Como son su tíos le hicieron un buen regalo, una consola de ultima generación que supuse les habría costado un dineral.

Le dieron dos besos al abrir mi hijo la puerta y después nos saludaron al resto. Sus abuelos también estaban allí además de unos compañeros de instituto de Juan, nuestro hijo.

Aunque Lola mi mujer es hermosa, Claudia ese día la superaba. Llevaba un vestido verde que acentuaba sus curvas. Yo me quedé embobado mirándola mientras mi mujer me pasaba una bebida. Casi se me cae al suelo.

-Estas embobado, me dijo de mala gana.

-Es que mi cuñada viene muy guapa hoy.

-Normal, es el cumpleaños de su sobrino. Se ha arreglado como la mujer guapa que es y quiere que la vean así.

Después de la entrega de los regalos mi hijo estuvo muy contento. Hablamos largo y tendido y la tarde pasó rápidamente.

******************

Desde ese día han pasado cuatro años y con nuestros respectivos hijos independizados comenzamos a irnos juntos de vacaciones.

El 30 de junio fui a coger el coche al garaje. ¡Mierda! Las ruedas delanteras estaban pinchadas y completamente deshinchadas.

Es un vehículo grande, un SUV que me costó un dineral, pero ahora un día antes de salir de viaje nos deja tirados. ¿Quién podría haberlo hecho? El garaje estaba vigilado las 24 horas del día y no creo que ningún compañero de parking se hubiera atrevido a hacerlo.

Al la vuelta me enteraría de que habían entrado ratas por una de la plantas inferiores y que se habían dedicado a roer varias ruedas y los cables de algunos vehículos.

Llamé al taller y me dijeron que hasta al menos una semana después no tendrían los neumáticos ya que venían desde la central en Estados Unidos.

¿Y ahora que haré? Pensé. Siempre alquilábamos la casa para el 1 de Julio con la condición de llegar ese día y no después de las 5 de la tarde, ya que se encontraba en una zona muy frecuentada y por lo tanto a los dueños casi se la quitaban de las manos.

Me paré a pensar y enseguida encontré la solución. Alquilaríamos un coche.

Yo conocía a Jorge el encargado de una oficina de alquiler con el que mi empresa solía trabajar a menudo. Pero claro, era la víspera de la primera gran salida de las vacaciones de verano y no iba a ser fácil encontrar un coche.

A eso de las 9 de la noche me llamó al móvil.

-¿Señor Gutiérrez? Soy Jorge. Con este lio del comienzo de las vacaciones no había casi vehículos disponibles, pero he conseguido encontrar uno. Es un Fiat 500X.

Le dejé un momento en espera y busqué en Google Fiat 500X.

Un coche como ese era mucho más pequeño que mi Jeep Cheeroke. ¿Cómo íbamos a caber los cuatro más todo el equipaje?

-¿Señor? ¿Sigue ahí? Me preguntó él al ver que llevaba un rato sin contestar.

-¿No tienes otro coche Jorge?

-Qué va señor, con tan poco tiempo y a 30 de Junio es lo único que he podido encontrar.

-De acuerdo. Entonces cogeré ese coche.

-Muy bien. Le espero mañana a las 8:30.

Llamé a mi hermano y le comenté la situación. Ellos no se lo tomaron mal del todo, a fin de cuentas nosotros saliamos sobre las 6:30 de la mañana para hacer varias paradas en el camino y no les importaba demasiado madrugar menos. Lo malo era el tipo de vehículo.

A las 8:30 del 1 de Julio estábamos los cuatro en la oficina donde Jorge me entregaba las llaves del coche. Al ver que el maletero era más pequeño y que solo nos cabían dos de las cuatro maletas que llevábamos, nos comentó que él se encargaría de enviarnos las otras por mensajería de forma que las tuviéramos el mismo día en Cádiz.

Le agradecí las molestias que se había tomado y nos despedimos. Al montar en el coche vimos que en la parte de delante no cabíamos bien Claudia y yo que éramos los más altos de los cuatro.

Acordamos que mi hermano y mi mujer irían delante y nosotros detrás y ellos harían cada uno la mitad del camino.

Ya en carretera pude darme cuenta de que Claudia llevaba un vestido de tirantes un poco corto por debajo y que terminaba al comienzo de sus muslos. En la oscuridad del parking de la oficina de alquiler no había podido fijarme bien.

-¿Vais bien ahí detrás? Nos preguntó mi mujer.

Yo le dije que si y Claudia se limitó a asentir con la cabeza.

De vez en cuando mi cuñada se esforzaba en estirar su vestido hacia arriba aunque no daba más de si, por lo que por la parte de abajo cada vez enseñaba más sus piernas hasta mostrarme sus muslos.

Con el rabillo del ojo espiaba sus movimientos y hubo una vez en que pude ver sus bragas.

Como no quería ser demasiado malo, a fin de cuentas era mi cuñada, pero una erección estaba surgiendo en mi pene y bastante apretado iba ya en la parte de atrás del coche para además tenerla tiesa, le pregunté:

-Cuñada, ¿tienes frio?

-Un poco si. Me contestó frotándose las manos en el vestido.

-Deberías haberte traído una rebeca para las primeras horas del día, apuntó Sebastián.

-No pasa nada, pondré la calefacción. Mi mujer siempre tan eficaz.

Con el paso de las horas la temperatura fue subiendo y también la de mi cuñada.

Pese a llevar el aire acondicionado a tope, Claudia no paraba de sudar. Gotas se escurrían por su escote y sus piernas también acusaban el calor.

En esto que se giró y me dijo:

-Cuñado, ¿te importa que me suba el vestido?

-No hay problema. Si ves que puedes, adelante.

Lo decía por dos motivos, uno, no me importaba ver a mi cuñada ligera de ropa, y el segundo, que no tenia claro que pudiera sacarse el vestido por la cabeza por culpa de ese techo del coche tan pequeño.

Para mi decepción mi cuñada solo se subió el vestido a la altura de su cadera por lo que tuve que conformarme con la visión de sus hermosas piernas y sus bragas de encaje.

-Así mucho mejor, me dijo.

En ese momento yo también llevaba una calentura de aúpa. El calor, la visión del cuerpo de mi cuñada y mi polla que pugnaba por salir del pantalón en una nueva erección que amenazaba con destrozar mi reputación de buen marido y mejor padre. Así que me acomodé como pude dejando que mi rabo se empalmara a gusto siguiendo la línea de mi muslo hacia abajo.

En cuanto paráramos en el restaurante con cualquier excusa me iría al baño y me haría una buena paja.

A eso de las 12:30 salimos de la autopista y fuimos a parar al área de servicio. No recordaba que el restaurante que conocíamos y en el que solíamos desayunar estuviera cerrado a esas horas.

Al detener el coche en la entrada, vimos con decepción que un cartel de Se Vende cubría una de las dos puertas correderas del local.

Nos quedamos mudos en el coche cuando mi hermano se fijo en un letrero que decía:

Bar-Restaurante a 5 km.

Solo teníamos que aguantar un poco más y podríamos parar.

Al fin llegamos al Bar-Restaurante que anunciaba el letrero. Yo me bajé despacio acomodando mi polla que aún seguía empalmada esperando que una buena paja la liberara de su presión. Les dije que iba al baño y me dijeron que me esperarían y que irían pidiendo.

-Un café bien cargado y un croissant a la plancha, por favor, le pedí a mi mujer.

Miré bien y vi un cartel que señalaba los lavabos. Al llegar me di cuenta de que en realidad eran lavabos comunes, vamos que eran tanto para hombres como para mujeres.

Me metí en el primero que encontré. Levante la tapa con papel, estaba un poco sucio, y me saqué la polla dispuesto a darme un buen homenaje. En ese momento oí la puerta de fuera abrirse, será mi hermano pensé, no habíamos visto ningún otro coche en el aparcamiento.

La puerta del lavabo no llegaba hasta abajo y al girarme puede ver que eran unas piernas de mujer. Se abrió la del al lado y se sentó en la taza.

-¿Estás ahí cuñado? Preguntó. ¡Era Claudia!

Me detuve azorado. Ni siquiera había empezado a meneármela.

-Me estaba meando, siguió contándome. Después de tomarme el primer sorbo de café, me entraron ganas y me vine corriendo.

Yo no dije nada, solo asentí con la cabeza y como si me hubiera visto, siguió hablándome.

-Me ha dicho Lola que no les quedaban croissants y que si te veía te lo dijera.

Para entonces mi polla se había vuelto flácida de nuevo. Mi cuñada me la había puesto dura y ahora oyéndola se me habían quitado de repente la ganas. Joder, si Claudia no me hubiera interrumpido ahora estaría meneándomela bien y antes de que se enfriara el café me habría corrido. Que cosas tiene el deseo.

Tiró de la cadena, pude intuir como se subía las bragas y salía del lavabo y luego se lavó la manos.

-Te esperamos cuñado, dijo antes de salir.

Después salí yo. ¿Cómo había sabido quien era? ¿Y si hubiera sido otro hombre en lugar de su cuñado? Aparte de estar como un cañón, Claudia parecía vidente y provocadora, eso sin duda. Ahora me la pone dura, ahora me la pone flácida.

Entre en el Bar-Restaurante que no era nada del otro mundo la verdad. Un sitio algo antiguo y descuidado. En una mesa al lado de la ventana me esperaban los tres. El camarero, un tipo barrigón se acercó a mi.

Depositó un café caliente y bien cargado y se quedó esperando a que le indicara que quería para acompañarlo.

-Tráigame una napolitana por favor.

-De acuerdo señor. ¿De crema o chocolate?

-De chocolate mejor.

-Eres un goloso, cuñado, me dijo Claudia guiñándome un ojo.

El camarero se dio la vuelta y fue a la barra a por la napolitana.

Cuando la trajo ataqué con ansia el bollo, tenía hambre y di un par de sorbos al café.

Para entonces Lola y Sebastián ya habían desayunado y me preguntaron donde estaba el baño. Les indiqué donde estaba y salieron.

-Gastas una buena tranca cuñado. Me dijo Claudia de repente.

Casi me atraganto al oír eso. Tuve que toser varias veces.

-¿Estás bien? Me preguntó ella dándome unas palmadas en la espalda.

-Si, si. Ya se me ha pasado. Le contesté.

-Al ver unos pies en el lavabo entré en el de al lado y me subí a la taza para mirar y asegurarme que eras tú.

Y me vio cuando estaba con la polla al aire, pensé. Y bien dura además. No es que tuviera rayos X, si no que había mirado que era yo el que estaba en el lavabo de al lado.

-Debes satisfacer mucho a tu mujer, me dijo acariciando mi pierna.

-Ella no se queja, dije yo tratando de cortar la conversación.

-¿Alguna vez has follado con otra estando casado?

La miré fijamente entre cabreado y excitado. La verdad es que era preciosa la jodía.

No se cortó un pelo y fue subiendo por mi pierna hasta llegar a mi paquete.

Yo di un respingo en la silla, casi se me cae el café. Ella comenzó a masajearme la polla sobre el pantalón. Enseguida se me puso dura otra vez.

Ella sonrió al saber que me tenía donde quería.

Volvió a la carga con los tocamientos pero ese momento oímos la puerta del bar al abrirse. Mi mujer y mi hermano volvían por fin del baño.

Salvado por la campana.

Volvimos a la carretera, ahora conducía Sebastián, pero Claudia se había sentado unos centímetros más cerca de mi que al principio del viaje.

No volvió a hacer ningún intento de tocarme. Su hermano se habría dado cuenta.

Al fin llegamos a nuestro destino. Estábamos agotados y también hambrientos porque no habíamos vuelto a parar desde las 12:30.

Teníamos mesa reservada en nuestro restaurante habitual. Claudia salió corriendo, más bien dando saltitos, hasta el baño. Esta vez no me encontraría allí.

Salimos del restaurante charlando animadamente. Yo iba al lado de Lola y Claudia al lado de mi hermano, aunque por como estaba situada también iba a mi lado.

Miraba de costado a su mano, pero no hizo ningún intento de tocarme.

Cuando llegamos a la casa teníamos al mensajero con las maletas como me había prometido Jorge.

A eso de las 6 de la tarde, con bastante calor por cierto, nos decidimos a salir a la piscina que teníamos en la casa. No era olímpica, pero estaba bastante bien para los cuatro.

Yo me puse un bañador verde oliva, un poco pijo, mi mujer uno rosa que le sentaba bastante bien, hicimos el amor una vez con el puesto aunque luego acabó pringado de semen.

Mi hermano llevaba una camiseta y un simple pantalón corto. En ese momento salió Claudia de la casa. Llevaba un bikini rojo que apenas dejaba nada a la imaginación. Se tumbó boca arriba en la hamaca y Sebastián la aplaudió teatralmente como si fuera una modelo al terminar un desfile.

Ella cogió una revista y se puso a leer. Lola hizo lo mismo y yo me sumergí en la piscina a hacer un poco el tonto.

Sebastián me siguió poco después. Cogió una pelota roja que había en el borde de la piscina y nos la estuvimos tirando mutuamente un rato.

El agua me había relajado y me salí de la piscina. Mi hermano siguió lanzando la pelota al aire.

-Cuñado, me llamó Claudia, ¿puedes ponerme protector solar?

Siempre me llamaba cuñado. A veces dudaba de que supiera mi nombre.

Me acercó el bote sin esperar que le dijera que si, pero claro con ese cuerpo, como podía negarme.

Se giró y se puso boca abajo desabrochándose la parte de arriba del bikini y dejó caer las tiras a los lados.

Yo le eché un buen par de chorretones en la espalda y comencé a extendérselo.

Mi mujer levantó la vista de la revista y no nos quitaba ojo.

Cuando terminé me pidió que le diera un poco también en las nalgas y en las piernas.

-En el culete también y en las piernas. Por favor.

Se estiró la braga del bikini inclinando un poco el cuerpo hacia adelante y sus nalgas quedaron expuestas del todo ya que solo una tira cubría la raja de su culo.

A Lola parecía que se le fueran a salir los ojos de las orbitas. Yo intenté darle el masaje de la forma más casta que pude, pero uno no es de piedra y cuando terminé con las nalgas mi polla parecía de nuevo un mástil.

Terminé rápidamente con las piernas y me tumbé en la hamaca devolviéndole el frasco de crema.

Mi mujer volvió a la lectura, no debió fijarse en mi polla y mi hermano seguía a lo suyo en la piscina con la pelotita.

Después del baño y la calentura, la mía claro, volvimos dentro y nos dispusimos a sacar el resto del equipaje de la maleta. Realmente no nos había dado tiempo a sacar más que la ropa de baño.

Habíamos terminado de vaciar la maleta cuando Lola y yo cuando oímos unos gemidos que venían del salón.

Al salir nos encontramos a Claudia y a Sebastián en plena faena.

Ella estaba sobre él cabalgándole con ansia. Le miraba y luego subía la mirada al techo como diciendo: por dios como estoy disfrutando.

Mi hermano empujaba hacia arriba, no solo se dejaba cabalgar, sino que el también se movía en el coito.

Los labios de Claudia se contraían y relajaban rítmicamente al ritmo de las cabalgadas. Pude apreciar perfectamente sus pechos grandes naturales y sus pezones y areolas de un rosa fuerte. Tenia delante de mi a una diosa y encima follando.

En un instante en que bajó la mirada a la altura de su marido se cruzó con la mía y como él en ese momento no podía verla, su cabeza descansaba sobre su hombro, me guiñó un ojo pícara. Sin duda disfrutaba de que su cuñado la mirara mientras lo hacían.

Mi cuñado entonces se giró al levantar la cabeza y ver que ella no le miraba a él.

-Hola chicos, nos dijo, nos entró la calentura y nos pusimos a hacerlo.

No dijimos nada mi mujer y yo, solo me quedé solo unos momentos más mirándoles hasta que mi mujer me tiró de la muñeca y volvimos a nuestro cuarto.

Mi mujer me dijo si quería que lo hiciéramos allí mismo para, pensaría, quitarme el calentón que llevaba.

-No cariño, le contesté. Esta noche. Ahora estoy agotado del viaje y necesito descansar.

Ella asintió y se tumbó en la cama a mi lado. Al poco estaba roncando.

Realmente esa noche no lo hicimos porque dormí profundamente y me desperté al día siguiente.

El nuevo día pasó sin pena ni gloria hasta que llegó la noche.

No había conseguido dormirme. Hacia mucho calor y pesé a tener el aire acondicionado puesto, la sensación de calor húmedo no me permitió conciliar el sueño.

Me cansé de dar vueltas en la cama, Lola si que dormía, y me levanté y me fui a la cocina. Quizá tomarme un vaso de agua fresca me refrescaría y me permitiría dormir.

Al pasar por delante del salón vi la luz de la televisión. Alguien tampoco podía dormir.

Me fijé en que era Claudia. Llevaba solo una camiseta larga que le llegaba hasta el comienzo de sus piernas. Tenía la pierna izquierda subida al sofá y la derecha doblada en una extraña pose. Se acariciaba el sexo con la mano izquierda viendo una película porno que emitían en PlayboyTV.

En eso que se dio cuenta de que estaba mirándola y dejó de tocarse.

-Cuñado, ¿tú tampoco puedes dormir?

-Tampoco. Iba a tomarme un vaso de agua fresca.

-¿Te pusiste cachondo al verme follar el otro día?

-Si. Mucho.

-¿Te pone tu cuñada?

Me acerqué a ella sin responderle. Ya sabia la respuesta. A la mierda la fidelidad, pensé.

Nos besamos apasionadamente tumbados sobre el sofá. Ella me sobaba el culo sobre el pantalón. Yo le quité la camiseta y la tiré al suelo. Acaricié su pelo sedoso mientras ella me bajaba el pantalón dejando libre mi polla dura.

-Como la tienes cuñado, mmmm, me encanta.

No le dejé seguir hablando porque volví a besarla. Después pasé a sus pechos y cuando noté como se excitaba más y más, bajé a su coño.

Le hice una buena comida mientras ella agarraba mi cabeza y gemía como loca.

Sus jugos empapaban mi boca. Era muy morboso saber que a apenas unos metros mi hermano y mi mujer dormían en sus camas.

Le introduje un dedo pero la humedad de su vagina era mucha y dejó entrar un segundo. Ella se moría ya de placer.

Cuando ya no pude aguantar más, se la metí. La verdad es que entró sin dificultad, se notaba que estaba muy excitada, pero además era una mujer bien follada, no como otras que me había tirado estando soltero en cuyo coño costaba entrar.

La mezcla de sus fluidos y mi polla hacían un plof, plof, cada vez que entraba y salía.

Estaba en la gloria, ni siquiera los polvos con Lola eran tan buenos.

Llevábamos un rato así, yo encima de ella, empujándola fuerte, follando como ni su marido se la había follado en el sofá. Ella con las piernas un poco subidas facilitándome una penetración más profunda aún.

-Cuñado, no te corras dentro, me dijo, no te corras dentro.

La verdad no se porqué le importaba que no me corriera dentro ya que hace años mi hermano me dijo que tomaba la píldora y además acababa de soltarle una pequeña corrida de presemen.

Pero como soy buen cuñado cuando noté que me iba, la saqué, me la meneé y solté el resto de mi corrida en su tripa y ombligo. Me quedé extasiado y no gemí porque sin duda nos hubieran oído.

Recuperé la respiración de rodillas en el sofá y luego me tumbé junto a ella como una pareja de amantes.

-¿Desde cuando te pongo, cuñada? Sé que en el coche tenias calor, pero también que me provocaste.

-Si, lo hice a propósito, aunque realmente estaba asada de calor y mezclé las dos cosas. Quería ver si despertaba tu deseo hacia mi. Fue en el dieciocho cumpleaños de tu hijo. Ese día me puse mi mejor vestido para ver si reaccionabas, pero no fue así. Yo en cambio me excité mucho y esa noche pensé hacer el amor con Sebastián, pero el estaba cansado y no lo hicimos, por eso me hice un tremendo dedo pensando en ti.

-Que morbo, y yo que pensaba que el sentimiento no era mutuo, le respondí acariciando un mechón de su cabello ahora húmedo de la excitación.

-Imagino que esto es solo es el principio, dijo ella.

-Me gustaría que volviéramos a follar, aunque será difícil encontrar el momento.

-Entonces lo buscaremos, respondió Claudia.

Fui a la mesa del salón donde había un paquete de clínex y le limpié amorosamente mi corrida. Nos despedimos con un beso en la boca. Ella volvió a la cama y yo a por mi vaso de agua.

Cuando me metí de nuevo en la cama mi mujer dormía plácidamente. A los pocos minutos me dormí con el sabor de Claudia en mi boca.

Al día siguiente saldríamos en barco. Sebastián conocía a Félix el patrón de un catamarán que nos llevaría por la costa y finalmente a una pequeña cala no muy conocida.

Antes de salir mi hermano había tomado unas copas de vino con unos conocidos del puerto y cuando salimos a navegar no se encontraba en buenas condiciones.

Se quedó en el barco ya que Félix no le dejó que se tirara al agua y nadara con nosotros.

Cuando llegamos a la cala en una zona profunda, Sebastián se había dormido. Mi mujer saltó primero al agua y estuvo un rato nadando y buceando. Luego se turnó con Félix para estar con mi hermano.

De la manera más tonta conseguimos quedarnos solos Claudia y yo.

Nadamos un rato y después buceamos por las inmediaciones.

Nos acercamos a una zona rocosa desde donde Lola no podría vernos y allí desatamos nuestra pasión.

Nos besamos como la otra noche y nos tocamos mutuamente. Acaricié su culo y ella el mío.

Me sumergí para masturbarla subiéndole un poco el bañador, pero no me fue posible. Estaba muy excitado y empalmado. Cuando volví a salir a la superficie Claudia me dijo que no me preocupara que se le había ocurrido otra cosa.

Se pegó a mi oído como si alguien pudiera oírla y entonces lo entendí. Simplemente tenia que pegarme a su cuerpo, sacar mi polla y subir y bajar como si me la estuviera follando.

Así lo hice. La humedad de su bañador y la suya propia hizo que realmente fuera como si estuviéramos follando. Mi polla se deslizaba por su raja marcada por el agua y sus jugos.

No duré nada la verdad y enseguida me corrí salpicando varios chorros de semen.

Ni cinco minutos habían pasado desde mi corrida cuando oímos un chapoteo y a Lola nadar hasta donde nos encontramos. Afortunadamente ya había terminado y moviendo un poco las manos el semen se mezcló con el agua.

Se había relevado con Félix. Al parecer mi hermano ya se encontraba mejor.

-Hola Lola, le dijo Claudia cuando llegó a nuestra altura.

-Hola Claudia.

-Vosotros sois felices, dijo ella más como una afirmación que como una pregunta.

-Pues si. Dijimos los dos.

-¿Perdonaríais una infidelidad?

-No, dijo Lola rotundamente.

-Yo, bueno, depende.

Lola me miró con mala cara.

-Era una broma, no os preocupéis. Os conozco y sois un matrimonio solido.

Solido a punto de volverse liquido, pensé.

Volvimos nadando al barco. Lola subió la primera.

-Que mala eres, le recriminé a mi cuñada en broma.

-Tú si que eres malo, me dijo ella poniendo cara de niña buena. Me has dejado sin follar.

-Ya lo sé. Tenemos que buscar la forma de quedarnos a solas. Un momento, ya lo tengo. Sebastián quiere que juguemos mañana un partido de tenis a dobles ¿verdad?

-Si, ¿por?

-Cuando bajemos del barco, simulemos que pisamos mal o algo y tenemos una torcedura y entonces no podremos jugar el partido. Se quedaran solos Lola y él.

-Y entonces tu y yo cuñado… Mmm me encanta la idea.

-Pedro, me llamo Pedro, dije ayudándola a subir por la escala.

-Ya lo sé tonto. Pero me da más morbo llamarte cuñado.

La sujeté por el culo y subimos. Lola ya nos echaba en falta.

-Habéis tardado un rato en subir.

-Lola creía que había pisado un erizo de mar y le ayudaba a quitárselo.

Me había acordado de una escena de la película de James Bond, Operación Trueno y me había valido como excusa.

Lola no preguntó nada más, sin duda no sospechaba nada.

Al llegar a puerto hicimos el idiota. Haciendo que nos mareábamos sujetando a Sebastián, nos torcimos un poco el tobillo los dos.

Ya teníamos la excusa perfecta para quedarnos a solas…

Me levanté tarde al día siguiente y al apoyar el pie me dolió. Fui tan tonto que realmente me había hecho daño en el pie.

Desayunamos los cuatro juntos. Sebastián ya se encontraba mejor y a Claudia parecía que no le había pasado nada en el pie.

Nos quedamos un momento a solas y le dije que me dolía el pie.

-No pasa nada cuñado. La polla no te duele ¿verdad?

No puede evitar reírme.

La verdad es que la excusa no sirvió de mucho. Al no poder jugar al tenis mi hermano nos hizo asistir como espectadores.

Así que allí estábamos Claudia y yo sentados unas filas por arriba de la pista para poder ver todo bien.

Nos habíamos vestido como si fuéramos a jugar al tenis también.

Claudia sostenía una raqueta en su regazo. Lola y mi hermano comenzaron a jugar.

-15 a 0, cantó Sebastián. Cuñada no pasa nada. El partido acaba de empezar.

Los tantos se fueron sucediendo. Aparte del dolor me estaba aburriendo bastante cuando Claudia se subió la falda. No llevaba bragas.

Nuestros cónyuges no podían vernos desde donde estábamos.

-Mira cuñado. He venido sin bragas para que sea más fácil.

-Me pones bruto.

-¿Cómo la tienes? Me preguntó.

-Como el mango de la raqueta.

Me sonrió y se puso la raqueta entre las piernas. Comenzó a masturbarse con el mango.

-Ah, ah, ah, iba gimiendo bajito.

-Que te van a ver, le dije yo.

-No me importa, no me importa, ah, ah, ah, estoy muy caliente.

Aceleró el ritmo y echó la cabeza hacia atrás. Yo estaba súper caliente y quería ver como terminaba.

Claudia sudaba entre el calor que hacia y por la excitación.

Al poco empezó a temblar. Se agarró más fuerte a la raqueta hasta que terminó estallando su orgasmo.

No gimió más. Se corrió en silencio y eso me puso más cachondo aún.

Dejó la raqueta tirada en el suelo. Estaba algo manchada de sus fluidos. No me lo pensé más y me la llevé apoyada en mi hombro. La raqueta se cayó por un hueco de la grada.

-Parece que Claudia no se encuentra bien. Debe ser el calor, les dije a Sebastián y a mi mujer.

-De acuerdo, me dijeron. Nosotros jugaremos un rato más.

Mientras andábamos por la grada Claudia me susurró:

-Eres increíble cuñado.

Nos metimos en el vestuario de hombres. La verdad daba igual porque a esas horas no había nadie más en la pista aparte de nosotros.

Entramos en el ultimo baño de la fila. Nos quitamos la ropa. No hizo falta besarnos porque ya estábamos lo suficientemente calientes y Claudia acababa de correrse.

Ella se agachó y me hizo una buena mamada conmigo sentado en la taza. Yo le correspondí comiendo su coño que estaba muy sensible después del orgasmo.

Sin más preámbulos se puso sobre mi y se la clavó.

-Mmmm, joder que gusto cuñadooo. Me acabo de correr y ya estoy cachonda otra vez. Sigue así, así, así.

Con cada subida y bajada decía así, así, así.

De repente oímos pasos avanzar.

Claudia se salió de mi. A horcajadas se subió sobre mi piernas.

Era mi hermano que nos buscaba.

-¡Pedro! Me llamó. ¿Estás ahí?

Se acercaba al baño donde estábamos.

Le hice la señal de silencio a Claudia. Ella asintió con la cabeza.

-Estoy aquí hermano. Después de dejar a Claudia me dio un apretón y me fui corriendo.

-Es que tu mujer ha entrado en el vestuario de mujeres y tampoco la encuentra allí.

-Cuando la dejé ya se le había pasado el mareo. Creo que volvía a la pista. Mentí.

Me dio las gracias y oímos sus pasos volver. La puerta se cerró. Claudia se puso de pie sobre la taza y miró por arriba del baño. Se había marchado de verdad.

-No me fio de mi maridito, jajaja. Anda cuñado, sigamos. ¿Por donde íbamos?

-Por aquí, dije clavándosela de nuevo.

-Ah, ah, ah, sigue, sigue, sigue. Mi polla taladraba con ansia su coño. Se deslizaba como nunca.

Estuvimos un buen rato haciéndolo así.

-Puedes correrte dentro. Me dijo.

-¿Porqué has cambiado de opinión?

-Mmmm, no sé. Hoy quiero sentir tu corrida dentro. Me siento muy cerda. Lo que puede hacer una raquetaaa. Además tomo la píldoraaa.

Se agarró con más fuerza a mi hombros. Su orgasmo llegaba. Volvía a correrse.

Yo estaba al borde del orgasmo. Quería retrasarlo un poco más.

Ver la cara que puso al correrse sobre mi fue lo más. La otra noche no la había visto bien por la poca luz que daba la tv.

-Prepárate, gemí. Voy a echártelo todo.

No duré más.

-Me corro, cuñada, me corro, cu… ña… da… aaah, Claudiaaa.

Me corrí como un animal. Chorros y chorros de semen salieron de mi. Nunca me había corrido así.

Claudia siguió subiendo y bajando un poco más hasta que ya no pudo más y se paró.

Recuperamos la respiración.

Salimos arreglándonos la ropa y nos refrescamos la cara. Quedamos en que ella saldría primero y luego inventaría una excusa para su desaparición.

Al final nos reunimos los cuatro y nos fuimos a comer. No sé si esta vez su marido y mi mujer se tragarían la excusa.

Pero ya nos daba igual. Follarme a mi cuñada era lo mejor que me había pasado en la vida.

Veríamos como se lo tomaban ellos sin llegaban a enterarse.

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