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Día de padre e hija
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Sabías que hoy iba a ser un día tranquilo cuando llegaste a casa para ver que tu hijastra estaba completamente sola, su madre se había ido así que solo eran ustedes dos. Siempre tuviste una debilidad por la joven de 20 años, sus caderas, sus suaves muslos que siempre dejaba al descubierto con esos shorts tan pequeños que usaba, su pancita y hasta sus grandes pechos que te tentaban ya que nunca la habías visto usar sostén en la casa, tenías que correr desesperado al baño a masturbarte pensando en sus pezones rozando la tela de su top y en como se sentían sus pechos frotándose en tu pecho cuando te abrazaba. Hoy no era distinto, llevaba un short demasiado ajustado con una de tus camisas que siempre te robaba para andar en casa, estaba recostada en el sofá pero al verte se levantó para abrazarte y besar tu mejilla.

— ¿Cómo te fue hoy, papi?— tomó tu mano para guiarte hasta el sofá así los dos se podían sentar juntos.

— Estoy algo cansado, amor, ¿por qué no te sientas en las piernas de papi?— preguntaste con una sonrisa dandole palmaditas a tu regazo. Ella obedeció contenta apoyando su rostro en tu cuello, lentamente tus manos se acercaron a sus piernas para poder acarciarlas, poco a poco metiendo tu mano en medio de sus muslos.

— Te extrañé hoy— dijo timida — Estuve pensando en ti.

— Oh, ¿pensaste cosas lindas, princesa?— tu mano le da un firme apretón a su muslo cosa que la sorprende un poco.

— Sí, pero me da pena decirte— susurró.

— No tienes que ser timida, sabes que papi siempre está aquí para cuidarte y ayudarte— no puedes evitar reír un poco, era adorable lo timida que podía llegar a ser. Ella se acomoda en tus piernas para poder verte de frente aunque por sus mejillas sonrojadas puedes ver que le cuesta un poco. Sus manos toman una de las tuyas y la acaricia mientraS intenta pensar en como contarte.

— Hoy cuando me fui a bañar pensé en ti… Vi un video antes de bañarme— bajó la mirada y pudiste ver esa sonrisa tipica que dejaba salir cuando estaba nerviosa.

— ¿Esos videos para chicas grandes?— preguntaste mientras tu mano libre se acercaba a su short, con uno de tus dedos acariciabas su vagina sobre la tela.

— Sí… En el video la chica se estaba masturbando usando la punta del lavabo, gemía muy lindo — pausó un momento para mover sus caderas suavemente contra tus dedos buscando fricción — Entonces yo imaginé que me encontrabas frotando mi clitoris en el lavabo, apretando mis pezones y gimiendo tu nombre mientras mamá no estaba.

Podías sentir tu erección creciendo poco a poco en tus pantalones pero ahora estabas concentrado en cada palabra que salía de esos labios. Corriste la tela del short y de su panty rosado para poder frotar su clitoris, te excitó ver lo empapada que estaba.

— Ah, papi, por favor— sus manos se frotaban sobre sus pechos ahora, los amasaba sobre la tela.

— Sigue contando, amor, ¿qué quieres que papi te haga?

— Entonces… Papi llega y me sienta sobre el lavabo, mete su lengua en mi boca y sus dedos se meten en mi vagina— sus pequeños gemidos te encantaban así que decidiste darle el gusto, la comenzaste a besar mientras tu lengua recorría toda su boca uno de sus dedos penetró su vagina.

— Papi! No pares! ¿Sí? Me porté muy bien, lo juro! Está vez ni siquiera me masturbé en tu cama!— se tuvo que separar, arrojó su cabeza hacía atrás, otro de tus dedos se metía en su agujero — Más rápido! Por favor!— Sentías que estabas a punto de correrte cuando escuchabas el ruido obsceno que sus jugos hacían cuando metías y sacabas tus dedos, te encantaba la forma tan desesperada en la que ella dejó la timidez para jugar con sus pechos, tirando y apretando sus pezones, ofreciendo sus pechos para que los chupes hasta cansarte. No rechazaste su oferta, te prendiste a uno de sus pezones, lo mordías, lo chupabas y usabas tu otra mano para jugar con su otro pecho.

— Papi! Papi! Estoy muy cerca! Por favor, más fuerte!— rogaba con pequeñas lagrimas formándose en sus ojos.

Tus dedos eran un completo desastre entrando y saliendo fuerte, antes de que pudiera correrse en tus dedos la besaste, jugabas con su lengua mientras su otra mano jugaba con su clítoris sin consideración alguna. Su espalda se arqueó y se separó de tu beso, gemía tu nombre tan alto que esperabas que los vecinos no la escuchen.

— Gracias papi— sonaba exhausta pero aun así se acercó a darte un tierno beso en los labios.

— Ya sabes que siempre consiento a mi niña buena— la sientas suavemente en el sofá y te pusiste de rodillas — Ahora deja que papi limpie esto, ¿sí?

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